Hola, chicas y chicos. Parece que esta vez hemos andado un poco más flojos con los RR... Bueno, supongo que serán los exámenes, que no perdonan a nadie.
Pero también tenéis que relajaros un poco y para ayudaros a ello, os subo un capítulo de esta locura mía...
Ay, de verdad que no sé como estoy de tan buen humor con todo lo que me pasa últimamente. No tenía bastante con lo de mi madre y esta semana pasada me he enterado que una de las personas a las que le pasé el fict para que me diera su opinión le gustó tanto que lo plagió y lo publicó sin mi consentimiento en varios foros... Para más información, consultar el vínculo que encontraréis en mi página principal.
Pero bueno, eso ya esta casi superado: la puñalada en la espalda está cerrando bastante bien.
Así que ya vamos a lo que importa: espero que os guste el capítulo de hoy. Los RR, ya sabéis que están respondidos en la zona de RR. Disfrutar del capi...
Manual de la buena domadora de fieras 4.
¿Educas a tu mascota o abusas de la violencia gratuita?
La semana siguiente fue la previa a los EXTASIS y resultó una auténtica locura. McGonagall debía de opinar que jugarme mi futuro en una sola semana no era bastante castigo, así que tuve que cuidar a Fluffy casi todos los días a prácticamente todas las horas.
De no ser por los merodeadores, (que sobrevivieron a la bronca de Evans), por Anabell, (que se había aficionado a acompañarme), y porque Fluffy estaba bastante modosito debido a su amor por sus genitales, creo que me hubiera vuelto loca.
Además, aprovechamos para darle consejos a James sobre cómo obrar con Evans.
- Es que eres muy obvio... Deja de pedirle salir un tiempo y que mientras, te vea con otras chicas. Ya verás como la próxima vez que le pidas salir esta más receptiva –le aconsejé.
- Paul Wilson dice que perder al ser que te ama hace que te des cuenta de cuánto lo necesitas –corroboró Anabell.
- Mm. No parece tan mala idea –murmuró James después de unos segundos sopesando la idea.
- Claro que no es mala idea. ¡Por eso yo llevo años sugiriéndola! –se ofendió Sirius. Eso hizo que su amigo le pidiera perdón y terminaran dándose uno de esos abrazos melodramáticos a los que eran tan aficionados.
Fue en una de esas tardes, en las que trataba de estudiar sin que Fluffy se comiera mis apuntes, cuando Anabell me explicó que Rita sabía de mi amistad con los merodeadores, que lo consideraba una traición y que tuviera cuidado con ella y Toller.
Quiero mucho a Anabell, pero yo no suelo hacer mucho caso de sus advertencias ya que, el día en que repartieron el don mágico de la intuición de peligro, la buena de mi amiga debía de estar cogiendo flores. Sin embargo, el ver a Rita de buen humor me hizo que la tuviera un poco más en cuenta. Sobre todo, porque al preguntar a Rita por su estado de ánimo, me salió con que había encontrado un secreto realmente escabroso de Evans.
Por supuesto, no me lo creí. En fin, lo más escabroso que debía de haber hecho esa chica en su vida es cruzar la calle estando el semáforo en rojo para los peatones.
La verdad es que, por muy paranoica que hubiera estado, que no lo estuve en absoluto, no habría sabido como neutralizar el ataque.
Fue el jueves antes de los EXTASIS, justamente el único día de la semana que no tenía que cuidar a Fluffy. Ya no teníamos clases, y decidí aprovechar para estudiar. Desayuné rápido y Rita estaba en la mesa… ahora lo pienso, aunque en ese momento no me fije mucho...
Recuerdo que tomé un café solo y una tostada con mantequilla... Lo recuerdo perfectamente porque desde ese día, es ver mantequilla, tostada o café y me entra tal vomitona que echo hasta las uñas de los pies...
Después, me fui a estudiar a la biblioteca. Sí, la biblioteca, que la verdad, a tres días de mis exámenes, ya iba tocando... Encontré una mesa libre y me puse a estudiar...
Pero no podía concentrarme. Tenía muchísimo calor. Yo odio el calor. En fin, con el frío tienes solución: te pones siete jerséis y listo. Pero con el calor... A veces ni saliendo de la piscina.
Observé a mis compañeros y compañeras, pero ninguno parecía tan sofocado como yo. Claro que ninguno parecía estar estudiando, sino que andaban todos muy entretenidos leyendo algo que me recordaba al periódico de Rita.
Pero eso no podía ser: ella no había vendido más de cuatro ejemplares en su vida.
- Perdona –al final, no pude resistir la curiosidad y le pregunté a la persona más cercana (una Ravenclaw de quinto) qué leía que era tan interesante.
- Es el nuevo reportaje de investigación de Rita: ha desenmascarado a Evans –lo dijo como si la pelirroja fuera una peligrosa mortifaga demente, por lo menos. Yo alcé las cejas, medio alentándola a seguir hablando y medio incrédula de lo que pudiera contarme–. Resulta que el verano pasado, Evans fingió una operación de amidalas... –¿Eh? Supongo que quería decir amígdalas. Es que los hijos de magos, mucha sangre limpia y eso, pero de anatomía ni puta idea–, pero en realidad estuvo recuperándose de un aborto chapucero.
La Raven hizo un gesto de "¿cómo se te queda el cuerpo después de oír eso?". Y la verdad es que mi cuerpo se quedó con ganas de reír... ¡Y con tantísimo calor como antes!
Por favor, esta vez Rita se había superado a sí misma. No pensaba que nadie, ni siquiera ella, pudiera ser tan rastrera como para inventar algo tan mezquino.
- ¿Estás bien? Parece que te va a dar una nepotimia –supongo que quería decir lipotimia... ¡Y eso que la niña estaba estudiando sus apuntes de Estudios Muggles!
- La verdad es que tengo un poco de calor... ¿Me guardas el sitio? –la Raven frunció el ceño, ya que en época de exámenes estaba prohibido guardar el sitio más de media hora a menos que quisieras una bronca de Mme. Pince, claro–. Si no vuelvo en veinticinco minutos, cédelo.
- Está bien –accedió finalmente la Raven.
Salí de la biblioteca con mi bolso, bastante pesado ya que llevaba un libro de DCAO. ¿Quién me mandó seguir con esa asignatura? Ah, claro, Sprout me sugirió que no la dejara y como yo no sé decir que no...
El caso es que cada paso que daba sentía más y más calor... Me sentía como si me estuvieran asando en un horno para pollos y necesitaba ir al baño a refrescarme. O eso o a la cocina a por hielo. O lanzarme al lago y evaporarlo entero o algo así...
- ¿Adónde vas, preciosa mía? –como entenderéis, en esas circunstancias, mi ex novio Toller era la persona que menos me apetecía ver. Y menos, que me arrinconara contra la pared, interponiéndose entre mi agua fría y yo...
- No tengo tiempo para tus tonterías... ¡Aparta! –lo empujé con fuerza, pero no logré moverle ni media pulgada.
- ¿Aún no estás caliente?
- ¿Eh? –¿pero qué se creía que era yo¿Un plato del microondas?
- Deberías. Rita te puso en el café suficiente polvo de cantáridas para encelar a un harén –Mm. Me sonaba haber estudiado algo de esa sustancia en Pociones...
La verdad es que también debería haber dejado esa asignatura, pero claro, como el profesor de turno me ofreció seguir y yo no sé decir que no... El caso es que me sonaba que los polvitos en cuestión se extraían de un escarabajo y que se utilizaban para la cría de caballos alados. Concretamente, para poner a las hembras en situación receptiva...
Supongo que haber consumido eso con el café y el estómago vacío explicaba mi elevada temperatura corporal.
¡Menos mal! Pensaba que estaba menopáusica.
El caso es que la idea de darme de una ducha helada empezaba a resultar bastante seductora. Mucho más que los babosos besos de mi ex por mi cuello (insisto: si no tenéis un certificado que garantice vuestra habilidad como besadores de cuellos, NO LO HAGÁIS).
No podía creerlo: otra vez empezaba con el cuentito de intentar violarme y encima en medio de un pasillo...
En otro momento, seguramente me habría puesto a temblar, pero justamente en ese, me ardía la sangre, así que mi reacción no fue la normal. Reuní todas mis fuerzas y le sacudí un rodillazo en la entrepierna. Cuando se dobló de dolor por el golpe y retrocedió un paso, aproveché para descargarle el bolso, previo molinete, sobre su mandíbula, haciéndole caer inconsciente.
Cuando le vi ahí tendido en el suelo, me entró una vena Hufflepuff, en plan "Pobrecito. ¿No le habré matado?". Iba a acercarme para comprobar sus constantes vitales cuando unos aplausos me hicieron girar hacia el lado derecho del pasillo.
- ¡No ha estado mal, Margot! –Rita se acercó a nosotros sin dejar de batir palmas y con una sonrisa en su rostro que no me gustó ni un pelo. Al ver que yo no respondía a su sonrisa se rió más fuerte–. Y yo que pensaba que no sabrías defenderte sin un merodeador al lado... Pero parece que tratar con Fluffy te ha curtido.
- También puede ser que lo que me has puesto en el café me haga reaccionar de forma más... visceral –sugerí yo con dulzura. Acababa de comprobar que el muy cabrón de Toller seguía respirando.
- Puede ser... –admitió Rita–. ¿Leíste mi artículo sobre Evans? –lo preguntó con tono casual, como si estuviéramos charlando en nuestra sala común y no en un pasillo con un violador frustrado inconsciente a nuestros pies.
- No, pero algo me han comentado. ¿No podías haberte inventado una mentira menos repugnante? Es baja hasta para ti –pensé que mi crítica constructiva y totalmente bienintencionada hacia su prosa la enfurecería, pero en vez de eso se rió de nuevo.
- Ay, Margot. ¿Sabes lo mejor? Que no me he inventado nada... Evans estuvo ingresada el verano pasado por un aborto –se me debió de quedar una cara de lela absoluta (mandíbula desencajada, la cara roja por el calor) porque el ataque de risa de Rita aumentó durante unos segundos.
- ¿Voluntario? –la verdad es que mi pregunta no tenía la menor importancia. Si Evans se había sometido a un aborto por voluntad propia o lo había sufrido, no era asunto de ninguna de las dos. Pero en caso de ser voluntario, era algo que no me pegaba de Evans...
- Eso lo ignoro –Rita se puso seria. Je, je. ¿Con que la superperiodista de investigación no conocía todos los detalles?–, aunque siendo el niño en cuestión hijo de Jimmy Potter, que usa a las mujeres como trapos, supongo que fue por voluntad de él –sí, la verdad es que eso pegaba con el personaje.
- Pero si sabes que fue cosa de Jimmy... ¿Por qué le haces esto a Evans? –eso era lo que no entendía. Bueno, eso y por qué me había puesto a mí nada en el café.
- Ay, Margot, no te enteras. ¿De verdad crees que esto tiene que ver con Evans o contigo? –Rita se rió de nuevo–. No, tontina, tiene que ver con los merodeadores. A por ellos no puedo ir, no porque les tema, sino porque no me apetece vérmelas con sus patéticas admiradoras ni con sus inútiles enemigos. Pero si, en cambio, les atacó a través de las chicas que quieren... Sólo tendré que vérmelas con ellos tres.
- Cuatro –corregí, mientras me apoyaba en la pared. Me acababa de dar una punzada debajo del ombligo como cuando me viene la regla, sólo que no me tocaba...
- Pettigrew no cuenta, lo sabes tan bien como yo. Te duele. ¿Verdad? Es por la cantárida –explicó Rita sin preocuparse demasiado–. Además de la subida de temperatura, provoca dolores en la zona abdominal, taquicardia y a veces, visión en azul. ¿Ves en azul?
- No. Aún veo normal –ante esa información, mi "amiga" pareció decepcionada–. Entonces tu idea es atacar a Potter a través de Evans. A Lupin a través de Pearl –¿Qué le habría hecho a la rubita? Es curioso, de Anabell no sentía celos, aunque estuviera viéndose con el lobito a solas desde la semana pasada y supiera que se habían besado con lengua. Pero a Pearl... Es que no la trago–. ¿Y Black? Porque con la facilidad que cambia de chica...
- Oh, Margot –de nuevo se empezó a reír... Nada como una buena sesión de puteo a los merodeadores a través de dañar a las personas que ellos quieren para mejorar el humor de Rita–. No estás al día. Pero yo te cuento: desde hace una semana, Pearl pasó a la historia. Anabell es la nueva chica de Lupin... ¡Y parecía tonta cuando la conocimos¿Verdad? El caso es que nuestra pelirroja favorita no tuvo la delicadeza de comentarle este detallito sin importancia a Snape, su novio. Yo, siempre tratando de ayudar, he informado al Slytherin ese esta misma mañana. En cuanto a Black... –hizo una pausa, para dedicarme una mirada de zorra mirando a una parra (Curiosa metáfora. ¿Qué me la habrá inspirado?)–, la chica que le gusta esta delante de mí.
- ¿Qué? –esta vez la que se rió con ganas, aunque tuve que parar por el dolor, fui yo–. Rita, cielo, has debido esnifar algo del polvo de cantárida, porque te aseguro que yo no le gusto a Sirius. Al menos, no más que el resto de las chicas pechugonas de la escuela.
- Mm. No, mi inocente Margot, yo sé de estas cosas y sé que le gustas un poco más que la media... Al menos, eso piensa también Toller. Deberías haber visto cómo se puso Black cuando este... –señaló al chico tendido en el suelo– le dijo ciertas cosas muy poco caballerosas de ti. Por eso le pegó después del partido. Pero eso no importa... –Rita hizo un gesto para restarle importancia al tema–, el punto es que cuando Black se entere de lo que Toller te hará en breves instantes (y yo me encargaré de que se entere) su reacción hará que Dumbledore no tenga más remedio que expulsarle.
- ¿Cómo puedes ser tan... zorra? –al ver que sacaba la varita y que se acercaba a Toller comprendí que iba a reanimarlo– ¿Vas a dejar que me ataque y quedarte tan pancha?
- Tranquila, te dedicaré un artículo conmovedor. ¡Enervate! –pues qué consuelo, pensé mientras corría todo lo que me permitía el dolor, la taquicardia, el calor, la falda y las sandalias.
Pero claro, Toller no tenía ninguno de esos problemas, ya que el encantamiento que Rita le realizó le había curado todos los males que le causé al defenderme. Y encima, estaba furioso conmigo por "mi ataque injustificado".
Cuando vi un lavabo de chicas, entré dentro, sin darme cuenta que era el aseo de Myrtle La Llorona. Tuve suerte, Toller no me había visto entrar allí e iba a pasar de largo.
- ¡Hola, Margot! –hasta que la gilipollas de la fantasmita, me saludó alegremente.
Al instante, Toller empezó a embestir la puerta tratando de derribarla. Fue en ese momento, que recordé que soy bruja y que tenía una preciosa varita en mi bolsillo, cosa que suele ser muy útil en estas ocasiones.
- ¡Fermaportus! –la puerta quedó sellada con un conjuro de succión. La verdad es que el hechizo se podía quitar con un Alohomora o algo por el estilo, pero por fortuna, Toller estaba demasiado obcecado con derribar la puerta como para pensar en contrahechizos.
Me acerqué a uno de los grifos y me empecé a refrescar la cara. Me pareció oír un gimoteo, pero como estaba en los dominios de la Llorona, al principio no le di importancia.
- Parece estar de mal humor –bueno, que Toller estuviera de mal humor no era lo raro. Lo raro era el buen humor que gastaba Myrtle. Sobre todo, porque si ella estaba de buen humor...
¿Quién coño estaba llorando en el lavabo?
- Myrtle. ¿Hay alguien más en el baño? –pregunté bajando la voz para que la otra persona no nos oyera. Aunque con el escándalo que estaba armando Toller chocando contra la puerta no me hubiera oído ni gritando por un megáfono.
- Es esa pelirroja de Gryffindor... La prefecta. Lily Evans. Lleva aquí toda la mañana –me explicó la fantasma con un tono que irradiaba gozo. Cabría esperar que alguien que se pasa su muerte lamentándose de que todo el mundo se burle de ella, fuera un poco más solidaria ante el dolor ajeno, pero no. Todo lo contrario: a Myrtle, el sufrimiento de los demás le alegraba tanto como a Rita–. Creo que acaba de cortarse las venas con un afila plumas justo antes de que entraras...
- ¿Qué¿Pero cómo puedes decirme eso y quedarte tan feliz? –al oírlo, me alejé del lavabo y su bendita agua fría, empezando a empujar las puertas de los váteres, en busca de la prefecta.
- Es que así pronto tendré algo de compañía... –explicó algo avergonzada por mi bronca.
La dediqué una mirada de censura que le hizo bajar la cabeza abochornada. Finalmente, el penúltimo aseo estaba cerrado y lo abrí con un conjuro.
Recuerdo que me quedé alucinada con el espectáculo que me encontré allí: Evans estaba sentada en el inodoro con las piernas recogidas sobre el pecho, descalza, sin la túnica pero con las venas de tobillos y muñecas abiertas...
- ¿Sabes quién es James Potter, Myrtle? –me precipité sobre Evans, quitándome la túnica, y empezando a desgarrarla para tratar de cortarle las hemorragias. Había un hechizo que lo hacía, pero en lo que me venía la inspiración mejor ir haciendo algo.
- Sí. Ese chico, tan guapo, tan moreno, con esos ojos tan lindos... –por el suspiro de enamorada, obviamente Myrtle conocía a James. Aunque no tanto como le gustaría a esa fantasma pervertida y egoísta.
- Pues ya le estás trayendo aquí ahora mismo.
- ¿Y tú quién te crees que eres para darme órdenes? –vaya con la Llorona, por lo visto tenía el día rebelde. Claro que había escogido mal día para venir a tocarme las narices.
- La que le dirá a Peeves que le amas locamente si no me obedeces ya. –al oír mi cruel amenaza, Myrtle palideció y flotó en busca de James a la velocidad de la luz. Lo comprendo: si el poltergheist se enteraba de algo así, mortificaría a la fantasma por toda la eternidad.
En cuanto me quedé sola con Evans, empecé a vendarle por los tobillos y después las muñecas.
- No te molestes, no merezco el esfuerzo... –la miré unos instantes. Ya había dejado de sollozar, aunque sus ojos seguían soltando lágrimas.
- Deja de decir chorradas. No puedo creer que por un artículo de Rita Skeeter estés haciendo esta tontería... ¡Ve a por ella y arráncale las uñas para que no pueda teclear en una buena temporada¡Compórtate como una Gryffindor!
- Tienes tanta energía –me dedicó una sonrisa que logró preocuparme y mucho. Las vendas no cortaban la hemorragia y se la veía cada vez más pálida–. Me gustaría ser como tú –¡Y encima se ponía a delirar! Por favor, James, ven rápido.
¿Cómo se llamaba ese maldito hechizo que cerraba las hemorragias? Pensé en preguntárselo a ella, pero dada su actitud poco colaboradora, no creí que fuera a decírmelo.
Era con "e"...
- No tenías que haber avisado a Potter... No quiero que me vea así –insistió Evans mientras yo hechizaba trozos de mi túnica rasgada para que presionaran en las heridas abiertas.
- Tarde –oh, joder. No sabéis el alivio que me dio ver a James entrar por la puerta. Jamás me había alegrado tanto de ver a alguien. Enseguida se arrodilló frente a la pelirroja. Al retroceder para dejarle sitio, me fijé en que Pettigrew había venido con el merodeador y que Toller estaba desmayado y atado en un rincón del baño–. Episkey.
¡Eso era! Episkey. Lo tenía en la punta de la lengua. Al instante, las heridas de Evans se cerraron.
- No me acordaba del conjuro –musité a modo de disculpa, dando tiempo a Evans para que tomara fuerzas en vistas del enfrentamiento que la esperaba.
- Tranquila, has hecho lo que has podido –James se volvió y me dedicó una cálida sonrisa–. No te has quedado quieta y eso es lo importante.
- No debió hacer nada –intervino la señorita "alegría de vivir" Evans–, no merezco vivir.
- Voy a atribuir esa gilipollez que acabas de decir a la pérdida de sangre, pero procura no repetirlo... –James la tomó la cara entre las manos y la miró intensamente. Me sentí como una intrusa que no debería estar allí, así que decidí irme.
- ¡Quédate! –Pero Evans me vio y me detuvo. A la vez, apartó su cara de las manos de James–, así los dos podréis responderme a por qué os importa tanto lo que yo haga o deje de hacer... Él es porque cree que le gusto. ¿Pero tú?
- No creo que me gustas: simplemente me gustas –matizó James, apasionadamente.
- ¿Y por qué? Te aseguro que no tengo una sola cualidad que merezca tu afecto o el de nadie después de lo que hice... ¡Aborté¿Vale? Tu querido primo dijo que si seguía adelante me dejaría y yo sólo pensé que si tenía al niño sola no podría terminar mis estudios. Fue lo único que pensé... ¿No crees que eso va contra esas magníficas ideas sobre las buenas chicas que tu familia te ha inculcado? –en vista de que ni el moreno, ni Pettigrew (demasiado asustado para hablar) ni yo decíamos nada, ella siguió–. ¿Y sabes lo que pasó? Que no hizo falta que me intervinieran... Esa misma mañana me caí por las escaleras y adiós niño. Tu querido primo hizo una fiesta para celebrarlo donde se lió con media facultad. Y eso que yo no había salido todavía de la anestesia.
- Deja de hablarle a James como si fuera culpa suya –intervine con bastante imprudencia. Ya os dije que ese día no era yo misma–, tú eres la que elegiste salir con Jimmy, que es un verdadero cabronazo, sin que nadie te obligara. Y lo que es peor: pese a todo lo que estás contando que te ha hecho, en vez de plantearte dejarlo, vienes aquí y te abres las venas sólo porque una compañera lo ha publicado por media escuela.
"¿Qué te crees, guapa? No eres la primera persona a la que Rita dedica un artículo ni serás la última. Hace dos años, publicó que Marcya McMonahan estaba liada con su hermano. Hace un año, que Alice y Lucy estaban liadas entre ellas. Que los hermanos Bedford eran alienígenas, lo dijo hace tres meses. Y no hace ni tres segundos me ha prometido a mí, que se supone que era amiga suya, un artículo snaff y conmovedor, sobre... Lo que iba a hacerme Toller.
"¿Crees que a alguno de nosotros le ha dado por decir que no merecemos vivir y abrirnos las venas? Pues no. Y eso que somos Hufflepuff y no nos gusta presumir tanto de valentía como a los de vuestra casa... ¡Así que, venga! Levanta el culo de ahí y ve a arrancarle las uñas a Rita o castra a tu querido novio. Ya verás como te sientes mejor después de eso.
Un extraño silencio se cernió sobre la habitación apenas terminé de hablar. Ops, a lo mejor me había pasado un poco.
- Es un buen consejo. Como todos los que da mi pequeño genio. Deberías seguirlo –dijo al fin James.
- No sabía que os tuvierais tanta confianza –los ojos verdes se entornaron y lanzaron destellos celosos mientras iban de James hacia mí y de vuelta al moreno.
- Eres la primera chica en mi corazón pero no la única –si James pensaba que el ataque de celos de la pelirroja se iba a pasar con esa frase... Pues la verdad es que se podía haber callado.
- No le hagas caso. Sólo nos ayudamos con... Un problema de fieras indomables. Con Fluffy, concretamente –mi aclaración si pareció tranquilizarla más. Al menos, sentí que mis ojos estaban a salvo.
- ¿Has probado con música? Dicen que eso amansa bastante –sugirió Evans.
- ¿Música? Es buena idea... –la cuestión era como lograr que la cadena de música funcionara en el cobertizo de Fluffy. James también parecía estar pensando cómo conseguir unos violines para su próximo encuentro con la pelirroja.
- Sí, mucho mejor que la primera idea de Margot de los imanes en los genitales –ay, joder. Con lo menos feo que estaba Pettigrew callado y tenía que hablar y fastidiarlo. ¿Dónde estaba Remus para darle una colleja de las suyas?
- ¿Imanes en los genitales? –Lily nos miró con extrañeza, sin entender muy bien cómo íbamos a amansar a Fluffy si le poníamos imanes en sus partes.
- Fue una idea que barajamos... –James hizo un gesto para restarle importancia antes de sonreír complacido–. Me alegra ver que estás más animada.
- Bueno, animada, lo que se dice animada, no estoy...
- Menos suicida –tampoco esta vez obtuvo una respuesta afirmativa de Evans, lo que hizo que James arrugara la frente preocupado.
- Será mejor que me vaya a mi cuarto –dado que eso sonaba a nuevo proyecto de suicidio, James chascó los dedos en dirección a Pettigrew.
- Peter, acompáñala a su cuarto y procura que no haga tonterías –Peter se cuadró, orgulloso de que le confiaran tan importante misión–. Y por el camino, procura considerar todos los significados de la frase "estar callado como una tumba o terminaré dentro de una antes de que termine el día". ¿Lo captaste?
- Sí, sí. Vamos, Evans. –con un gesto que trataba de ser galante (copiado de Sirius, sin lugar a dudas), Peter abrió la puerta a la pelirroja y la escoltó de camino a Gryffindor.
- Esta bien, mi pequeño genio, hablemos de ti –dijo James en cuanto nos quedamos solos (Toller inconsciente aparte).
- ¿De mí¿Por qué? Estoy bien... –aparte de la taquicardia, el dolor en el abdomen, el sofoco y que empezaba a ver el mundo de color azul marino.
En vez de rebatir, James se acercó a mí, me alzó la cara y me examinó atentamente los ojos...
- ¡Me dejé el bolso¿Qué coño pasa aquí?
- ¿Con Potter si quieres pero conmigo no? No es justo. La idea del polvo de cantáridas fue mía. No es justo que otro se aproveche.
Ese fue el momento que eligieron Evans y Toller, la primera para volver a por su bolso, y el segundo para despertar. ¿Por qué James no lo amordazó?
- ¿Y por aquí como va? –ah, y como éramos pocos, llegaron también Sirius y Remus. El moreno dedicó un gesto de extrañeza a su amigo, que le indicó con un ademán que se acercara a nosotros, cosa que hizo.
- Tienes las pupilas totalmente dilatadas... –ya, y él estaba de color azul marino y yo no me quejaba.
- Toller acaba de decir algo de polvo de cantáridas –agregó James. Al momento, Sirius se volvía hacia Toller con unas intenciones bastante homicidas, pero James le contuvo–. Eso ahora puede esperar... –se volvió hacia mí con un dedo levantado–. ¿Qué ves?
- Un dedo –contesté con tono de "vaya pregunta más idiota acabas de hacerme".
- ¿De qué color? –insistió James.
- Azul –repuse sin cambiar mi tono. James se volvió hacia Sirius con cara de "¿Lo ves?"
- ¿Ves todo en azul? –se alarmaron todos. Bueno, Toller parecía bastante feliz con esa perspectiva.
- ¿Pero qué coño os pasa? Debo de tener cincuenta de fiebre, tengo un dolor abdominal diez veces más fuerte que cualquier dolor menstrual que haya padecido nunca y estoy taquicárdica perdida... ¿Y a vosotros os preocupa que tenga visión azul?
- Déjame ver –Evans apartó a los chicos con muy poca consideración y apoyó su mano en mi frente. Estaba muy fresquita... Al notar la temperatura arrugó la frente–. Esto no es bueno... Esa Rita está idiota, seguro que se pasó con la dosis. ¿Dónde dices que te la puso?
- Según ella en el café... –me tuve que apoyar en el lavabo, ya que las piernas me empezaban a temblar, por lo que no podía sostenerme.
- ¿Cafeína y cantárida? Mala combinación... –Evans meneó la cabeza.
- Y seguro que tú no has desayunado nada más que el cafecito ese...
- Pues no, Black, también he tomado una tostada.
- Oh, por favor, disculpa: vaya banquete –ironizó él.
- Mejor discutís luego¿vale? –habló Evans, la chica que elige siempre el momento oportuno para discutir... A lo mejor no era el momento adecuado para hablar mal de ella, teniendo en cuenta que me estaba ayudando–. Hay que llevarla al baño de los prefectos, baño helado y una poción para neutralizar los efectos antes de que le reviente el corazón o se le haga permanente la visión azul.
- Bueno, hay otra forma que no incluye un baño helado... –Toller chascó la lengua en uno de sus gestos de "ven, churri, y verás lo que es bueno". Sirius avanzó de nuevo, dispuesto a matarle.
- ¿Quieres que te vuelva a partir la cara con el libro de DCAO que llevo en el bolso? –mi propuesta arrasó la expresión de superioridad de la cara de Toller e hizo que Sirius se volviera hacia mí.
- ¿Se lo has hecho tú? –el merodeador parecía más relajado, divertido incluso, cuando señaló el labio roto de mi ex. Yo asentí –muy bien, reina mía.
- Eh, que no fue ella –protestó Toller–, esto me lo hice en una estampida de rinocerontes africanos –todos le dedicamos una mirada incrédula–. Y aunque me lo hubiera hecho ella... Fue porque me dejé.
- Pues si no te callas, te dejarás golpear otra vez –le amenazó Remus–. Y nosotros no necesitamos el libro de DCAO –Toller cerró la boca y trató de camuflarse con el paisaje.
- Vaya tipejo –Evans frunció la nariz con desprecio–, es peor que estos cuatro juntos.
- ¡Eh! –protestaron los merodeadores, que hasta ese momento habían estado bastante de acuerdo con las palabras de la pelirroja.
- Me parece que querías decir que es de la calaña de tu novio, Jimmy –apuntó James, acertadamente, a juzgar por el rubor avergonzado que apareció en la cara de la prefecta.
- ¿Podrás andar hasta el baño de los prefectos? –me preguntó Remus.
- Ajá –pero era más fácil decirlo que hacerlo: en cuanto dejé de apoyarme en la pared, las piernas me fallaron. Si no llega a pararme Sirius, me estampo contra el suelo–. Gracias.
- Joder, sí que estás mal para darme las gracias.
- Sabes que siempre te doy las gracias –le repliqué molesta. ¿Qué pensaba que era¿Una de sus Gryffindor groseras y maleducadas?
- Cierto. Perdona. Y ahora vamos para el baño de los prefectos –a la vez que se disculpaba, Sirius me cargó a en brazos. (Increíble: no trató de meterme mano.)
- Mm. En breve voy a tener la contraseña del baño de prefectos por primera vez en años... –James se frotó las manos y le dedicó una mirada maliciosa a Evans.
- Tranquilo, Potter, en cuanto salgas la cambiaré. No quiero que vuelvas a espiarme –le avisó Evans.
- Yo jamás te he espiado; te he observado a hurtadillas sin tu consentimiento –matizó James.
- Es lo mismo –replicó ella.
- No lo es.
- Sí lo es.
- No lo es.
- Sí lo es.
- Peter, quédate vigilando a ese... Espécimen –Remus le dedicó a Toller una mirada de desprecio.
- ¡No me dejéis solo! Hay una manada de rinocerontes africanos sueltos en Hogwarts. ¿Y si me aplastan? –sollozó Pettigrew.
- Esta bien. Myrtle.
- ¿Sí? –la fantasma apareció, moviendo sus pestañas exageradamente.
- Vigílalo –ordenó el prefecto.
- Lo que tú digas.
Utilizamos los pasillos menos transitados de la escuela para llegar al baño de los prefectos. Remus y Sirius (y por tanto yo) abríamos la marcha. Nos seguía Peter. Cerraban la marcha James y Evans, tratando de decidir si el moreno la espiaba o si se limitaba a "observarla a hurtadillas sin su consentimiento".
Cuando llegamos a la puerta del baño, Sirius me posó en el suelo, apretándome entre la pared y él mismo para sostenerme sin cansarse los brazos. Sentí muchos remordimientos, porque con lo gorda que estoy, seguro que casi le rompo la espalda.
- Gracias... –el moreno me dedicó una mirada con sus ojos grises antes de sonreír.
- No hace falta que me des las gracias todo el rato.
- Pero sí cuando por culpa de lo gorda que estoy casi te lisio –la verdad es que mi insistencia en el tema era debida, remordimientos aparte, a que quería apartar los otros pensamientos que se me venían a la cabeza.
Por un lado, tenía a un chico guapísimo totalmente pegado a mí. Por otro, estaba bajo los efectos de un potente afrodisíaco... Una pésima combinación (o excelente, según se mire). Lo menos lascivo que se me ocurría era lamerle el cuello.
- ¿Y no crees que si fueras tan pesada y no me gustara llevarte, habría usado un hechizo? –y encima el chaval comprometiendo, hablándome en la oreja. De verdad, que poca responsabilidad.
- ¿Y tú a qué esperas para abrir? –Evans y James acababan de llegar. Enseguida la pelirroja se encaró con Remus.
- A que me digas la contraseña... Es que la prefecta de Gryffindor, una pelirroja de ojos verdes con muy mala leche, se niega a dármela para que yo no la comparta con mis amigos –explicó el licántropo.
- No es momento de discutir –James tuvo que detener a la chica, que parecía más que dispuesta a descuartizar a Remus por el comentario. En realidad, la frase de James tenía su gracia, dado que él y Evans se habían dedicado a eso todo el camino.
- "Fresco aroma de limón" –recitó Evans, haciendo que la puerta del baño se abriera.
A partir de ahí no puedo decir con mucha precisión que pasó, lo tengo un poco borroso.
Sé que nos peleamos porque Sirius iba a entrar para acompañarme, pero Evans y yo dijimos que ya se podía ir dando la vuelta. Bueno, en realidad lo dijo ella, porque precisamente Sirius era el único que yo quería que entrara. El caso es que la pelirroja se salió con la suya y dejamos a los chicos fuera con el encargo de que fueran a preparar no sé qué poción antídoto.
Después del baño helado, recuperé el pulso normal, el dolor en el abdomen se desvaneció y el mundo dejó de ser azul. Menos yo, que parecía una náufraga del Titanic.
Me puse un albornoz mientras se me secaba la ropa, ya que Evans tuvo la genial idea de lanzarme al baño vestida para no perder el tiempo. Y luego, la pelirroja insistió que un suicidio y un intento de envenenamiento no eran excusa para dejar de estudiar, así que sacamos los apuntes. En algún momento me debí de quedar adormilada sobre unos de Herbología, porque cuando me desperté los merodeadores habían vuelto...
- ¿Cómo conseguisteis la contraseña? –estaba diciendo Evans ofendida.
- Anabell me la consiguió –explicó simplemente James.
- ¿Y quién es esa Anabell? –un ruido extraño me hizo sospechar que Evans estaba afilando sus uñas.
- Mi novia. –oí que la repuesta de Remus hacía envainar las uñas a la pelirroja. Me alegro de no ser Gryffindor, porque yo no soportaría estar celosa paranoica perdida las veinticuatro horas del día.
- ¿Pero tú no salías con Pearl? –Remus iba a contestar, pero Evans alzó las manos, impidiéndoselo–. ¿Sabes qué? No me importa. Me da igual con quien andéis liados esta semana. Paso.
- Pues menos mal que pasas... Ya te estaba imaginando retando en duelo a Anabell porque pensabas que estaba con James –Sirius se sentó a mi lado.
- ¿Pero qué dices, Black? A mí lo que haga este me da exactamente igual –hizo un gesto con la barbilla hacia James, que se limitó a sonreír–. Deja a tu novia en paz, que necesita descansar.
- No es/soy su/mi novia –aclaramos a la vez los merodeadores y yo.
- ¿No? –Lily deslizó sus ojos verdes de Sirius hacia mí, con extrañeza-. ¿Y por qué no? Haríais una pareja estupenda...
- Ya, pero por lo visto eso no es suficiente para que dos personas salgan juntas: míranos a nosotros, por ejemplo –apuntó James–. Te trajimos la poción, Margot.
- ¿Ya no soy tu pequeño genio? –ronroneé. Estaba apunto de coger una botellita de manos de Sirius, pero al oír mi tono la apartó.
- Tómatela cuanto antes –James se limitó a sonreírme mientras lanzaba miradas de reojo a su amigo y a su amor platónico, que volvía a sacar las uñas cuando el moreno se volvió hacia ella–. Y ahora, cambiemos de tema... ¿Qué tal, intentos de suicidio?
- Yo no quiero hablar de ese tema –negó la pelirroja haciendo que James sonriera.
- Mejor, porque el que va a hablar soy yo, y tú te vas a quedar ahí, sentadita y escuchando... –James hizo que se sentara en una tumbona como la mía y empezó la bronca–. ¿Pero tú estás tonta¿Tú sabes el susto que me has dado¡Abrirse las venas por Rita y el idiota de mi primo¿No has pensado en la gente que te quiere? Y no hablo sólo de mí, hablo de tu familia... ¡Eres una egoísta y una cobarde! Optar por la salida fácil...
- James... –trató de llamarle Remus, pero el chico iba embalado.
- Jamás lo hubiera pensado de ti: la chica que siempre se nos enfrenta... ¿Tan valiente que eres para dar la cara por Snape, que nunca te lo agradece, y no lo eres para defenderte tú misma?
- ¡James! –esta vez, los gritos de Remus y Sirius, atrajeron la atención del moreno–. Ya vale... –señalaron a la pelirroja, que no se sabía si iba a intentar suicidarse de nuevo o iba a suicidar a James.
- No, no vale. Quiero que se le quiten para siempre las ganas de repetir esa estupidez... –una soberana bofetada de la prefecta interrumpió la charla de James. No había abierto aún la boca para quejarse cuando tenía a Evans abrazada de su cuello y la cabeza en su pecho llorando y pidiendo perdón–. Tranquila, Lily, tranquila –James la abrazó y le besó el pelo mientras seguía dedicándole palabras suaves y sedantes.
- ¿Entonces Anabell está bien? Rita me dijo que le había contado a Snape... Lo vuestro –quise saber mientras bebía la poción incolora que me habían traído, en parte, para disipar la sensación de intrusismo que se nos había quedado a los demás. Me fijé en que Sirius seguía mirándome de mal humor, así que le revolví el pelo, cosa que le cabreó aún más.
- Tranquila, está bien. La he dejado con vuestras amigas Lucy y Alice en Hufflepuff. Snape no se lo tomó del todo bien, se trajo a su amigo Rosier y algún que otro Slytherin, pero Sirius y yo nos encargamos de ellos –Remus miró a Evans, esperando su reacción al respecto. Efectivamente, la pelirroja se había calmado lo suficiente como para apartar la cara del pecho de James y mirar al licántropo.
- ¿Te has liado con la novia de Snape? –pero la pelirroja no parecía especialmente interesada en el tema de lo que le habían hecho a los Slytherin… Por el momento.
- Ex novia –matizó Remus.
- ¿Salía con él cuando os liasteis?
- Sí.
- ¡Entonces te has liado con la novia de Snape! –vista la forma en que se desarrolló todo después, Evans se comportó como una madre que hubiera pillado a su hijo fumando heroína en un coche robado–. ¿Qué pasa¿Torturarle durante siete años no fue suficiente? Además, eres prefecto, deberías dar ejemplo.
- Claro, como lo das tú¿no?
- ¡Serás cabrón! –bramó la pelirroja pensando en el artículo de Rita.
- No lo decía por eso... –aclaró Remus–. Me refería a las maldiciones que le lanzas a James cuando te pillas tus rebotes místicos.
- ¡Yo no hago eso! –la prefecta buscó apoyo en James–. ¿A que yo no te hago eso?
- Pues sí. Pero si me das un beso, yo te lo perdono todo –James puso los labios en posición para recibir el beso. Pero Evans meneó la cabeza y paso de él, aunque siguió abrazada al moreno.
Y mientras esos dos se lo pasaban pipa discutiendo, Sirius seguía con su cara larga.
- ¿Qué puedo hacer para animarte? Estoy dispuesta a todo... –me arrimé a su oído y se lo susurré. La verdad es que aún no me había terminado el antídoto y bueno... Era una versión algo más descarada de mí misma.
Me miró de una forma muy extraña, como si evaluara el grado de voluntariedad de mi proposición.
- Me animaría bastante que siguieras dispuesta a todo cuando te haga efecto el antídoto –dijo al fin, indicándome con la cabeza que me terminara la poción.
- Deberías aprovechar el momento –le aconsejé, humedeciendo los labios con mi lengua. En alguna parte había leído que eso era muy sensual.
- Bebe –ordenó con una extraña carcajada. A mí eso me molestó bastante: está una haciéndose la sensual y él va y se ríe. Aunque al menos, logré animarle de nuevo.
En ese momento, tocaron a la puerta del baño. Eso nos extrañó, porque la gente no suele llamar al baño de los prefectos, simplemente dice la contraseña y pasa. Así es como te terminas encontrando cada cosa...
- Siento interrumpir –era Anabell, la única persona educada que conozco. O más bien que temía lo que podía encontrarse–, pero si queréis ir a donde Rita imprime, es el momento ideal.
- Ya vamos, Anabell. Evans, no la mires tan de cerca que te va a subir la miopía –efectivamente, Lily se había aproximado a mi amiga y la estudiaba con suma atención. Sólo le faltaba sacar el microscopio, pero cuando James se preocupó por su salud ocular, la pelirroja se alejó.
- ¿Vais a donde Rita? –pregunté al ver que los merodeadores se ponían en marcha.
- Sí –confirmaron junto a Anabell.
- ¿Vas con ellos?
- Sí. ¡Seré como un ángel de Charlie! –Anabell se dejó llevar por la emoción haciendo un movimiento brusco y rompiendo una de las luces.
- No creo que sea buena idea... –apunté con la cabeza a la lámpara que acababa de cargarse–. Cielo, te quiero mucho, pero eres un poco torpe. Te recuerdo lo que le hiciste a Snape con las tijeras en Pociones... Y eso que te gustaba.
- ¿Qué le hiciste a Snape en Pociones? –se interesaron los merodeadores.
- Un cortecito de nada.
- ¿De nada? Anabell, no te restes méritos, que el chico estuvo varios días en la enfermería...
- ¿Dónde le cortaste? –insistieron los merodeadores.
- Deberíais saberlo... Con la de veces que le habéis quitado la ropa interior –señalé con malicia.
- ¿Fuiste tú? –intervino Evans, que por lo visto sí que se había fijado.
- ¿Y tú cómo es que te has fijado en algo que haya bajo la ropa interior de Snape? –se picó James, salvando a una Anabell avergonzada de contestar.
- James, soy una adolescente joven y hormonal. Es normal que me fije en un chico al que han dejado desnudo... Lo que ya no es tan normal es que tú tengas esa obsesión por desnudarlo –Mm. Estoy segura de que sí Evans no lo llega a llamar por su nombre de pila y usar un tono tan celoso, la mata. Y con razón...
- En serio¿qué le hiciste a Snape? –insistió Remus, mirando directamente a Anabell.
- Se sentó encima de unas tijeras que yo deje sobre el taburete con las hojas separadas... Tiene una cicatriz enorme en el trasero. En la nalga derecha. –explicó al fin mi compañera.
- La izquierda –corregimos Evans y yo. Los merodeadores alzaron una ceja en nuestro honor.
- No quiero saber por qué lo saben mejor que la ex novia. Anda, vamos a buscar la imprenta de Rita –los merodeadores, seguidos de Anabell, se fueron hacia la puerta.
- ¿Pero que le vais a hacer?
- Es una sorpresa –Sirius me guiñó un ojo antes de salir por la puerta.
En cuanto la puerta se cerró, Evans y yo suspiramos.
- Sólo espero que no los expulsen –apuré la maldita poción.
- Yo espero que nadie más termine en la enfermería –me contestó Evans.
- También –Decidí al cabo de unos segundos–. Eso te incluye a ti... –la Gryffindor se revolvió contra mí como sorprendida–. Tranquila, no te voy a decir nada de lo de intentar suicidarte, creo que James ya te ha dicho bastante, sólo que no lo repitas... ¿Vale?
- Sí, vale.
- ¿Crees que mi ropa estará ya seca? –tal vez no era la pregunta más adecuada, pero es que yo no soy tan buena regañando como James y me sentía demasiado incómoda. De esa forma, logré cambiar a un tema más normal.
- Supongo... Daré un vistazo.
- Evans –la pelirroja se paró–. Quería darte las gracias por todo lo que has hecho por mí hoy. En fin, no hemos sido lo que se dice amigas pero...
- En primer lugar, ya me estás llamando Lily. En segundo, teniendo en cuenta que has evitado que me suicidara, lo que yo hice por ti me parece anecdótico. Así que... no hablemos de ello. ¿Vale?
- Pues vale –accedí.
- Bien. Iré a por tu ropa.
- Tranquila. Voy yo –con un ágil salto, me levanté y fui a buscar mi ropa.
Estaba tendida en el vestuario de las chicas. La verdad es que siempre me ha chocado mucho que haya vestuario femenino y masculino, teniendo en cuenta que las normas de la escuela prohíben el uso mixto del baño. En fin, creo que es algo un poco curioso y también creo que vuelvo a desviarme del tema.
¿Por dónde iba?
Ah, sí. Me estaba empezando a vestir cuando se abrió la puerta del baño.
- ¡Lily! Estás aquí. Menos mal, te busqué por todas partes –la voz me sonaba bastante. Era de chica y tenía la entonación de una Gryffindor. Seguramente no me creeréis, pero en líneas generales, se puede saber qué chica esta en una Casa sólo por su forma de hablar.
Las Ravenclaw tienen cierto punto de sabihondas.
Las Slytherin hablan como si tuvieran hielo en la boca.
Las Hufflepuff sonamos inseguras.
Y las Gryffindor parecen el hombre Micro Machines.
- Hola... –Lily hizo una pausa, sin duda debida a que la otra la había abrazado tan fuerte que la privó de aire– Cleo.
Ah, claro. Cleo Calvert. Una de las amigas Gryffindor de la pelirroja. Nada contra ella, era gordita y encantadora. Rita siempre creyó que estaba liada con Pettigrew, aunque, en mi humilde opinión, Cleo de quién está enamorada es de Lily.
Lo malo es que Cleo suele ir detrás de...
- Hemos pasado mucho miedo.
Rosalyn Roberts. Pelo castaño, ondulado. Ojos también castaños. 90-60-90. Metro ochenta de estatura. Si Lily es la mujer diez, Roberts es la mujer veinte.
Al menos físicamente, porque en lo personal es una zorra, más falsa que una moneda de seis peniques, de las que donde huelen macho se arriman. Y es tan rematadamente guapa que ninguno se sabe resistir a ella.
- Estoy bien, Rosalyn. No tenías porqué preocuparte.
- Oh, pero si no me preocupaba por ti... Me preocupaba por mí... –aclaró Roberts al ver que había sido malinterpretada–. Cleo se ha dado cuenta de que Rita estaba usando a las chicas que le gustaban a los merodeadores para atacarles. Y como yo le gusto a Sirius...
Cuando oí esa frase me quedé alucinada. Ni siquiera era capaz de recordar cómo se subía la cremallera de mi camisa. ¿Rosalyn y Sirius?
- Eso fue hace mucho tiempo –apuntó Lily–, Sirius...
- Aún no me ha olvidado –completó Rosalyn con falso tono trágico de "¿Qué he hecho yo para ser tan perfecta?"
A la vez que recuperaba la facultad de movimiento y terminaba de ponerme mi camiseta, recordé que Sirius y Rosalyn habían sido pareja estable intermitente en la época que yo salía con Toller. Cuando digo estable intermitente, quiero decir que salían y rompían por temporadas, siendo cinco días seguidos el tiempo más largo que estuvieron juntos y cortando cuando a uno de los dos le pesaban demasiado los cuernos.
Ya sabéis, la clásica relación disfuncional made in Gryffindor a lo "ni contigo ni sin ti". Sin embargo, hay quien opina que Rosalyn y Sirius son almas gemelas destinadas a terminar juntos.
¿No os dije que era una verdadera zorra?
- Bueno, Lily, yo me voy. Gracias por todo –cuando salí del vestuario, mostraba una sonrisa de "yo no he oído nada que me haya afectado"–. Nos vemos.
- ¡Margot! –me gritó la pelirroja, pero yo no me paré a escucharla. Si permanecía allí un segundo más me pondría a llorar.
- ¿Te hablas con una Hufflepuff? –oí a Rosalyn antes de que se cerrara la puerta con el mismo tono que hubiera preguntado si Lily tenía contactos con vida ajena a la Tierra.
Para cuando llegué a mi habitación, ya tenía claro qué era lo que me pasaba: me sentía timada.
En aquellas semanas, a mí se me había metido en la cabeza, con ayuda de otras personas, que yo le gustaba a Sirius. Y claro, le había empezado a encontrar yo cierto puntillo...
Ay, no. Eso es mentira. Y debo ser sincera del todo: el puntillo se lo había encontrado desde siempre.
Ya os lo dije al principio del todo: Sirius Black era guapo, inteligente, atractivo, sexy, con un cuerpazo impresionante que dan ganas de atar a la cama para que no se te escape nunca jamás y poder...
(Dado que en ese momento aún estaba un poco bajo la influencia de las cantáridas, ignorar ese último ataque.)
Siguiendo con mi ataque de sinceridad, debo decir que me estaba yo pillando un poquito por él.
Un poco bastante.
¡Mierda, me había enamorado locamente de él!
Y él seguía colgado de Rosalyn.
¡Vaya mierda!
Y se acabo lo que se daba... Por el momento.
Próximamente el desenlace de esta historia. Será dentro de una o de dos semanas, todo depende de si logro terminar el siguiente capi de "Por amor al arte" para la semana que viene o sino me da tiempo... Pero en cualquier caso, la semana que viene, tendréis un fict mío.
Hasta entonces.
Besines de caramelo con manzana.
Carla Grey.
Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse.
