Hola queridos lectores.

He vuelto ha subir la continuación de esta historia porque me he metido a leer sus comentarios y me dio demasiada pena ver como esperan la continuación. La verdad es que me sentí un poco mal, uno por no poder recuperar la cuenta por más que lo intenté y dos porque no tuvo el mismo alcance que la primera parte. Es decir, me sentí preocupada porque no iba a llegar a todos los lectores que seguían esta historia desde el principio y pensé que tal vez ya era inútil tratar de continuarla aunque las ideas y el final siguen en mi cabeza.

Sin embargo, debido a sus comentarios creo que intentaré darle una nueva oportunidad a la continuación. También pedirles que me ayuden con la difusión de la segunda parte para que pueda llegar a todos los lectores que la seguían. Me siento muy apenada por pedirles esto pero de verdad espero que puedan ayudarme. Sé cuanto lo han esperado.

También los invito a leer mi historia que estoy escribiendo actualmente. Se llama de mentiras y pecados, he tomado prestado a los personajes de Sakura Card Captor y también es una historia de fantasía. Al principio no lo parece pero a medida que van avanzando los capítulos, se darán cuenta que no todo es lo que parece. Al igual que ''cuando el cielo abre sus alas'' esta conecta a tiempos antiguos, magia y enemigos por derrotar!

Con mucho cariño, me despido y esperó que disfruten de la continuación. La subo una vez más para que sepan que empezaré a preparar el siguiente capítulo, me tomará un tiempo porque tengo que volver a releer la historia pero dare lo mejor de mi por ustedes.

Muchísimas gracias, como siempre ustedes son mi luz.

Ranma ½ no me pertenece. Es una obra cuyos derechos de autor pertenecen a la fantástica Rumiko Takahashi.

Este fanfic esta realizado sin fines de lucro y con el solo objetivo de entretener y emocionar a los lectores.

Para los lectores que nunca han leído esta historia, les dejo el link para que puedan seguirla del capítulo uno. Si les confunde el seudónimo diferente, soy el mismo autor.

s/12654802/1/Cuando-el-cielo-abre-sus-alas

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Capitulo 7: Kannon

''Cruel, injusta, egoísta, sin embargo, aquí estoy. Un plástico envuelve mi alma, acobardando mis palabras a través de mentiras. Mentiras dichas sin piedad, estoy cansada de esconder el rostro de la luz. No lo digas o no podre aguantar más''

El paisaje era desolador.

El campo de batalla era cubierto por una fina pero espesa capa de sangre fresca, hervida y nauseabunda. Entraba por las narices de los sobrevivientes, impregnando no solo sus pulmones y su piel, también sus corazones.

Ranma miraba sus manos llenas de sangres, aun podía sentir la frescura de aquel líquido brillante y rojo en cada uno de sus dedos, salpicaduras de esta en su cara, en su armadura y en su moral. Había prometido convertirse en el asesino más temible de todo Japón con tal de salvar el alma de la mujer que amaba, pero ahora observando la masacre que a cada paso dejaba la furia de la mujer que le había robado el corazón, comprendía que la dulce niña a la que había jurado proteger con su vida, se escurría entre sangre, muertes y destrucción.

Mientras los primeros rayos de sol comenzaban aparecer tímidamente dirigió su mirada hacia el este para poder apreciar la espalda pequeña y delicada de ese ángel de la muerte.

¿Por qué había permitido que matará a todas esas personas?

Desde su posición podía observar su delicado perfil, sus ojos avellanas parecían proyectar los primeros rayos de sol en su mirada perdida hacia el castillo cerrado del señor feudal que acababan de derrotar. Sus alas, blancas y aladas como las de un ángel, se teñían de un rojo intenso. A su lado, su fiel kitsune, con su hocico y sus dientes relucientes de sangre adquirían un extraño color morado debido al reflejo del fuego azul que emanaba de sus nueve colas.

Se veía tan desolada, podía casi materializar su dolor y palparlo, sabía que esta guerra la estaba matando por dentro. Se había autoimpuesto convertirse en la mártir de su propio destino, llevar a cabo el motivo por el cual había nacido, ponerle fin a la guerra. Pero ella había decidido que lo haría a su manera y se lo había autoimpuesto implícitamente a todos aquel día en que ascendió desnuda al lado de aquella criatura imposible, rodeada de poder, magia y belleza.

Había asumido como líder implícitamente y todos la habían aceptado como su reina. Algunos por la luz que parecía emanar de ella, otros por devoción y el por amor.

La vio caminar suavemente hacia las puertas de aquel castillo que se caía a pedazos, acompañada de Kazuto, y el, a pesar del resentimiento que sentía hacia ella, fue tras sus pasos, para protegerla con su vida, si acaso era necesario, y sintió como detrás de el emprendían el mismo camino aquellos que al igual que el seguían su causa.

Era un trato tácito, silencioso, que se había forjado entre todos aquellos que la seguían, que arriesgaban sus vidas en cada batalla en la cual se encaminaban. Cada uno de ellos, cansados de el fuerzo físico y mental que se requiere para matar a sangre fría y para seguirla a ella a través de su destino marcado de muertes. Podía oír el sonido de sus armas y los pasos, sus respiraciones, imaginaba la mirada que tenía cada uno de ellos sin ni siquiera tener que verlos. Los ojos fijos sobre la figura pequeña de ella, sin perder de vista ninguno de sus movimientos, agudizando sus sentidos, apretando sus armas entre sus manos, en tensión y siempre alerta, solo tenían una misión; mantenerla viva.

Al mismo tiempo que ella detenía sus pasos en frente de la puerta principal, se dejaron de escuchar los pasos de los demás.

–Hydra. – Pronunció con firmeza.

Por un momento reino el silencio absoluto y luego gradualmente el sonido de un aleteo fuerte, feroz e impetuoso fue dominando el silencio del lugar. El chillido gutural, animal de aquella bestia aún hacía estremecer a sus espectadores, a todos, menos a ella. El temible dragón bajo desde las nubes para posarse sobre la gran puerta del sitio, extendiendo sus alas en todo su esplendor y que de alguna manera exigía el respeto que se merecía por ser lo que era.

–Fuego. – ordeno inexpresiva, sin embargo, el podía verlo, podía ver como de manera casi imperceptible sus cejas se pronunciaban preocupadas, casi paralizada, aguantando estoicamente la preocupación que la embargaba.

Hydra obedeció a su reina, a la mujer que protegía con su fuego, y la única que era capaz de dominarlo. El fuego azul salió abrasador acompañado del sonido agudo y amenazante. La puerta fue cediendo lentamente, derritiéndose ante el fuego de la criatura que se creyó durante tanto tiempo parte de la mitología japonesa.

Pero ahí estaba, imponente, grande y temible. Ranma y los demás habían visto solo en contadas ocasiones lo que el dragón de Akane era capaz de hacer, lo destructivo que podía llegar a ser su poder, tal vez haya sido por esa misma razón que la aludida casi nunca hacia uso del mismo, es más, lo dejaba libre para que fuera y viniera a su antojo, pero cada vez que ella lo necesitaba, Hydra aparecía y obedecía las ordenes de la reina.

El temible dragón extendió su largo cuello al cielo para reproducir una vez más ese sonido, el chillido agudo que perforaba los oídos, extendió sus enormes alas y salió disparado al cielo. Akane observaba en silencio como su dragón se perdía por el cielo nublado, gris de aquel día de muerte. Nuevamente, dirigió su mirada a las llamas que ardían sobre lo que una vez fue la entrada principal del castillo feudal, dio dos pasos hacia atrás y extendió sus enormes alas de un solo movimiento, con fuerza y mediada rapidez sus alas se movieron de adelante hacia atrás continuadamente, sus pies se despegaron súbitamente del suelo hasta que el constantemente movimiento alado fue generando una fuerte corriente de viento que extinguió el fuego poco a poco hasta que no quedo nada, ni siquiera las cenizas, que se fueron junto a las enormes ráfagas de aire que producían las alas de la reina.

Justo como ella lo había prometido.

''No voy a detener la rueda, voy a quemar la rueda, y cuando termine no quedaran ni las cenizas''

Justo así, ni las cenizas.

Aún podía escuchar la voz de Akane pronunciando aquella promesa, aquella amenaza. Recordaba la furia de sus ojos, recordaba el fuego ardiendo con tal intensidad que de repente se sintió paralizado, y sobre todo recordaba su rostro, el mismo rostro que mostraba en ese momento. La expresión dura, los ojos ardiendo, sus carnosos labios mostrando una fina línea, podía imaginar como debía estar apretando los dientes de la más pura rabia.

Sus alas detuvieron el aleteo y se mantuvieron intactas y abiertas mientras sus pies volvían a tocar el suelo. Ahora, sin que nada más la detuviera comenzó a ingreso al castillo feudal o lo que quedaba de el. Al mismo tiempo en que ella había retomado su andar hacia el interior del castillo, todos volvieron a reanudar sus pasos siguiendo la silueta de la joven.

La alada joven observaba con compungida preocupación como el lugar se caía a pedazos. Los escombros se podían apreciar por toda la extensión de lugar, la madera quemada, rota, otras húmedas y apunto de derrumbarse, pero sobre todo la desolación. El lugar parecía estar completamente vació, desierto. Akane no podía ver ni una sola alma.

No había a nadie quien salvar, porque no quedaba nadie.

Tanta sangre derramada, tantas batallas, tanto camino recorrido, tanta incertidumbre y aún no era capaz de salvar a un solo pueblo de las manos de Tatewaki Kuno. A cada lugar que iban, a cada pueblo que llegaban, había sido arrasado por el, y Kuno no dejaba rehenes, el simplemente los mataba a todos.

Había arrastrado a sus soldados, a su ejército, a su gente a caminar a través del invierno crudo, a través del frío y la nieve, de las ventiscas y la escasa comida para tratar de salvar a este pueblo. Había considerado que si todavía quedaban tiendas de campaña y parte del ejército de Kuno en el lugar era porque aún podía hacer algo, aún debían tener a la gente prisionera, pero se había equivocado, aquí no quedaba nadie.

Se llevo la mano al pecho tratando de mantener la compostura. Su ejército, sus guardias, sus hermanas y protectores, se encontraban detrás de ella, su pueblo. Si la veían sumida en la desesperación, ellos también desesperarían. Ella tenía que ser su fuerza, su fe y su determinación aun cuando la vista fuera desesperanzadora.

Inspiro cerrando sus ojos para aguantar el dolor y las ganas de gritar de angustia, no podía perder la compostura. Sintió la cabeza de su kitsune acariciando sus piernas suavemente, en un intento por consolarla. Solo Kazuto conocía la verdad, solo Kazuto había guardado sus mentiras, aunque sabía que estas tenían una fecha limite.

Comenzó a darse la vuelta para volver junto a los demás cuando lo escucho. Suave y distante, pero lo suficiente fuerte para que ella pudiera oírlo. El sollozo ininterrumpido, casi un murmullo escondido entre los restos del despedazado castillo feudal. Se dio la vuelta enérgica y corrió, sin pensarlo, adentrándose hacia la profundidad del recinto, buscando desesperada el lugar de donde provenía aquel llanto cada vez más audible para sus oídos.

–¡Akane! – grito Ranma

Ranma fue el primero en reaccionar al verla correr de un momento a otro hacia la inmensidad del castillo. Luego, lo siguieron casi inmediatamente Ryoga, Mousse y Xian-pu, seguidos de unos cuantos soldados, todos armados.

–¡Mierda! – maldijo Ranma al llegar al punto donde perdió de vista a la joven– ¿Dónde te metiste Akane?

–¡Ranma! – lo llamo Mousse llegando a su lado junto con los demás– no te desesperes, Akane esta con Kazuto, el no permitirá que le pase nada malo.

–Esperemos Akane-sama aquí, habrá tenido sus motivos para hacer lo que hizo– comentó Xian-pu

–Si, pero últimamente solo actúa impulsivamente. No toma en cuenta la opinión de los consejeros ni la de nosotros y nos obliga a atravesar el frío del invierno, no tenemos suficiente comida y…

–Ryoga. –lo amenazo Ranma con la mirada. Todos sabían eso, todos se preocupaban de lo mismo, pero teniendo Akane al frente era difícil decirlo, sin embargo, decirlo en frente de las personas en quienes ella más confiaba era una falta de lealtad grave.

Ryoga se calló y se mantuvo estoico. Nunca le había gustado la forma en que Akane se había hecho con el poder, simplemente lo había tomado con sus manos pasando por alto a sus hermanas, sin embargo, le agradecía interiormente que no haya permitido que Ukyo participará en las batallas. La mantenía oculta y salvo dentro de una de las muchas tiendas de campañas custodiada por el doble de guardias cuando el no se encontraba presente. De hecho, había intentado lo mismo con Xian-pu pero con el rotundo no de la china no había tenido más opción que aceptar su participación en batalla.

Akane había desarrollado un profundo sentido de protección hacia sus hermanas, había llegado a tal punto que en cada batalla ella misma lideraba la primera línea, con sus gigantes y grandes alas extendidas acompañada de sus cuchillas de combate cuerpo a cuerpo y Kazuto a su lado.

–¡Akane–sama! – gritó Xian-pu de pronto.

De entre la neblina que se había generado rodeando lo que quedaba del castillo feudal se fue visualizando poco a poco la figura alada de la joven reina. Sus brazos cargaban contra su pecho la pequeña figura de una niña asustada, sucia y con algunas heridas y raspaduras. Akane mantenía los ojos cerrados y algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, pero su rostro sereno mostraba una sonrisa de felicidad. Se aferraba al pequeño cuerpo infantil de la misma manera en que la niña se aferraba ella.

Los demás al verla aparecer corrieron hacia a ella.

–Esta viva. –susurro Akane mirándolos con los ojos brillando de emoción contenida, estaba conmovida. –lleva a la niña a la tienda de Ukyo, que un médico se ocupe de ella y de sus heridas, que las doncellas le preparen un baño caliente y la alimenten–le ordeno a un soldado pasándole la niña a sus brazos. – hay personas…aun hay personas, están escondidas y tienen miedo.

–¿Esta segura? – preguntó Mousse.

–La niña me lo dijo– respondió sin más Akane.

–Entonces hay que hacerlos salir–dijo Ranma para empezar a dar ordenes a los soldados.

–No, no así, están asustados. – le detuvo Akane.

–Entonces, ¿Cómo Akane-sama? –

Akane miro a su alrededor, el paisaje que se levantaba ante ella era el mismo para esas personas asustadas y escondidas, si a ella le causaba temor no imaginaba lo que deberían estar sintiendo esas personas, personas que necesitaban protección, seguridad y calidez. Asustarlas más mientras eran sacados por soldados armados no era una opción viable para ella. Su deber era protegerlos no traumarlos más de lo que ya estaban. Suspiro sonoramente entretanto era mirada por los demás esperando indicaciones.

–Haremos que nos escuchen. – fue todo lo que dijo la chica.

Dirigió nuevamente sus pasos hacia el centro del lugar, no tuvo que decir nada para que todos la siguieran de cerca. Ranma se posiciono a su costado derecho, Ryoga a la izquierda, Xian-pu atrás de ella y atrás de esta Mousse, resguardado su espalda, rodeado de soldados que protegían los flancos de cada uno.

–¡Se que asusta! –alzo la voz de repente Akane dirigiéndose al desolado lugar. –¡Se lo aterrador que es mantenerse oculto por miedo a la muerte! ¡He vivido toda mi vida con miedo, pero…decidí luchar, tomar al miedo de la mano y avanzar! –de un momento a otro comenzaron de a poco a escucharse pasos lentos y temerosos dirigiéndose de a poco al lugar, asomándose levemente y Akane pudo distinguirlos. Adultos, jóvenes, ancianos, niños…mal cuidados, asustados, heridos y con sus manos atadas. No puedo evitar que su corazón se comprimiera, sus ojos grandes y expresivos mostraron la angustia que reflejaban sus facciones y temió por un momento que su voz se quebrará. – ¡Soy una anjana! –la exclamación general no se hizo esperar. –¡He vivido asustada de ustedes, pero no quiero hacerlo más! ¡no vengo a quitarles su libertad, vengo a devolverles su libertad, a un país de gente libre! – los soldados desvainaron sus armas al verlos acercarse cada vez más a la reina, en ese momento las personas retrocedieron asustadas de ser lastimadas. Akane ahora podía verlos con claridad tan cerca de ella y a la vez tan lejos. Veía el rostro demacrado de las mujeres, la delgadez general, el odio en los ojos de hombres y el miedo en los niños– ¡Alto! – ordeno a sus soldados– ¡Su vida les pertenece a ustedes y a nadie más que ustedes, les pido que elijan creer en mi como hombres y mujeres libres, les pido que me confíen su vida y juntos creemos un mundo donde podamos ser libres de elegir nuestro destino!

Akane aguardo en silencio observando el rostro de esa multitud de personas que poco a poco comenzaban a mostrar sus rostros mientras la miraban en silencio. La chica esperaba nerviosa al igual que el grupo que la rodeaba. Todos tensaron sus armas entre sus manos, listos para atacar si lo que quedaba de aldeanos decidía que Akane era su enemigo y no merecía su respeto sino la muerte.

–¡Kannon! –se escucho el grito a coro de dos gemelos con sus manos amarradas entre ellos mirándola anhelantes.

¡Kannon! ¡Kannon! ¡Kannon!

Así se fue esparciendo rápidamente entre los aldeanos aquella palabra pronunciada con fuerza entre esas personas. Algunos lloraban al pronunciarlos, otros sonreían, los niños lo pronunciaban como si estuvieran cantando una canción, los ancianos se inclinaban con respeto mientras seguían pronunciando la palabra una y otra vez.

–¿Qué significa Kannon? – susurró Xian-pu para que alguno le pudiera responder.

–La que escucha los lamentos del mundo– le respondió Akane sin mirarla pues no despejaba la vista de las personas que la llamaban como si fuera una diosa. Akane sabía que Kannon era considerada un ser caritativo que juró salvar a la humanidad. Sonrió hacia sus adentro por lo apropiado que sonaba para la situación. – Traigan a Ukyo. – ordeno la joven.

–Xian-pu– La aludida dirigió su atención hacia quien la llamaba para encontrarse con el rostro de Akane-sama quien le mostraba una sutil sonrisa dulce, pequeñas y casi imperceptibles lágrimas se deslizaban por su mejilla mientras extendía su mano hacia a ella, invitándola a tomarla. La anjana supo al mirar a los ojos de su hermana que era lo que debían hacer. Tomo la mano de esta y despacio se abrieron paso entre los soldados que las custodiaban y tomadas de las manos caminaron hacia los aldeanos que seguían pronunciando y clamando el nombre de la diosa Kannon.

–Akane. –la detuvo Ranma tomándola del brazo. El aún no se confiaba, aún era reacio a dejarla ir exponiéndose al peligro de personas que durante años las odiaron, les temieron y las lastimaron.

–Esta bien, estas personas no nos odian, ya no– fue la simple respuesta de la chica que le devolvió la mirada unos instantes para luego seguir avanzando.

A medida que sus pasos se acercaban a los aldeanos, poco a poco ellos se inclinaban ante las dos jovencitas, arrodillándose y bajando su cabeza ante ellas, pero esta vez por voluntad propia. Nadie los estaba obligando, nadie los estaba ordenando, nadie estaba ahí para lastimarlos. Había bajado del cielo una mujer con alas de ángel ofreciéndoles su libertad, protección y seguridad. Ellos ya habían decidido hacia quien dirigir su lealtad.

Las dos jovencitas se detuvieron ante la multitud de gente arrodillada ante ellas. Akane sintió en ese momento otra mano tomar la suya y supo que su otra hermana había llegado con ellas.

Ahí se encontraban las tres. Justo en ese instante Akane abrió sus alas contenta mientras les regalaba a todos una gran sonrisa de felicidad mirando a los aldeanos ante ella. Xian- y pu y Ukyo se miraron entre ellas, luego miraron Akane, y volvieron a mirarse para sonreírse. Una pequeña luz pálida y clara empezó a envolver a las tres y la nieve comenzó a caer otra vez blanca e inmaculada cubriendo de a poco el destrozado lugar, borrando con su sutil fuerza los restos de la guerra.

La luz proveniente de las jóvenes comenzó a expandirse suavemente hasta llegar a los aldeanos delante de ellas, envolviéndolos poco a poco y a medida que eran tocados por esa tenue luz los horrores vividos comenzaban a desaparecer levemente y luego con más fuerza. De uno a uno comenzaron a levantar su mirada hacia las tres mujeres increíblemente hermosas delante de ellos.

Ukyo levanto su mano libre y apunto deliberadamente hacia ellos.

Las raíces del suelo comenzaron a moverse lentamente, la tierra se hundió y de ella empezó a florecer un pasto suave y de un color verde intenso creando un camino libre de frío y nieve para los aldeanos.

–Vamos– Dijo Akane para darse la vuelta tomada de la mano de sus dos hermanas.

Ranma la observaba atento, la piel de su cuerpo estaba crispada. Sentía un cosquilleo de emoción y admiración desde su estómago al verla ahí caminando de vuelta al campamento ahora seguida por cientos de personas. Su reinado se había expandido y no había tenido que obligarlos ni siquiera por un momento. En esa fracción de segundo pudo vislumbrar por un momento un mundo de paz y libertad. Ahora comprendía después de tanto tiempo lo que ella había estado planeando en su cabeza.

Iba a liberar al pueblo.

Pero para lograrlo primero tenía que ver los horrores de la guerra, tenía que enfrentar el miedo, la muerte y el dolor. Sin oscuridad no puede existir la luz. Iba a proteger al pueblo ella misma enfrentándose a los horrores de la guerra. Aunque perduraba en él, el resentimiento, el enfado y la distancia por haberlo dejado, por haberla tenido para ella misma arrancar de sus manos sin darle ninguna explicación, pero a pesar de todo el la seguía amando y sobre todo admirando.

Admiraba su valor, su nobleza y su fuerza. Admiraba la forma en que se esforzaba y como hacía que todo, pero todo, incluso sus dudas de ella encajarán en armonía. Nadie había comprendido porque ella se había lanzado a la guerra con ese ímpetu, con la fiereza de un animal salvaje y con la frialdad de una persona sin corazón, pero se había equivocado.

Todos se habían equivocado.

Habían dudado de ella y la habían seguido llenos de incertidumbre. La había catalogado de cruel y egoísta, ellos, sus protectores más cercanos e incluso sus hermanas se habían asustado de ella. Pero delante de el estaban todas sus respuestas. Las personas que marchaban detrás de ellas las seguían con una sonrisa de agradeciendo en el rostro, y la calidez que irradiaba junto a su sonrisa de felicidad, era la confirmación misma que en un ningún momento dejo de pensar en los otros, había cargado en silencio y en soledad todo el peso de la guerra para ella. Si tuvo dudas, miedos e incertidumbre nunca lo demostró. Marcho segura y tenaz hacia cada batalla, valiente danzando entre los soldados enemigos. Se manchó las manos de sangre, sudor y angustias solo para transmitirles seguridad a los demás.

Admiraba a su maestra, era devoto de su reina, y seguía amando a esa mujer que hacía tiempo había levantado un muro entre ellos dos.

Camino detrás de ellas uniéndose a Ryoga y Mousse que respaldaban las espaldas de las jóvenes anjanas.

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La llegada de la noche no se hizo esperar y con ella la celebración en la campaña de guerra de las anjanas tampoco.

Era una noche para celebrar.

Las fogatas y antorchas iluminan el gran espacio ocupado por todas las tiendas levantadas para armar el campamento que hoy por fin descansaría. Los hombres se reunían alrededor del fuego, cantando, bebiendo alcohol y comiendo. Felices y emborrachados contaban las más grandes historias de caballeros, guerreros legendarios que habían llevado a sus ejércitos a la victoria. Bestiales en el arte del combate y la guerra, listos, audaces y temerarios.

Era justamente ahí que comenzaba, entre guerreros borrachos celebrando la primera victoria, a cantar entre prosas y versos, murmullos y gritos. Se moldeaba la historia de un nuevo guerrero, la de una guerrera. No se contaría la gallardía del hombre a caballo con su espada desvainada ni la virilidad de su andar sino la destreza femenina de las cuchillas danzando entre el cuello de hombres degollados y la belleza imposible de una mujer valiente y bondadosa.

''La guerrera de alas carmensí'' vitoreaban los soldados entre ellos, evocando y mencionando a su reina, y el recuerdo de sus alas salpicadas de sangre después de cada batalla.

Guerrera de primera línea, diestra en el arte de combate cuerpo a cuerpo, domadora de dragones y la mismísima Kannon encarnada. Junto a ella se aclamaban el nombre de las otras dos anjanas.

La celebración de aquella noche no tenía excepción ni siquiera para los guardianes reales que reunidos alrededor de una fogata cerca de las tiendas de cada una de sus protegidas se unían al coro de los cientos de soldados alegres, cantando entre ellos.

–¡JAJAJAJA! –explotó de la risa Ryoga– ¡quien lo hubiera imaginado, cantas horrible Mousse! – a las risas de Ryoga se sumaron las de Ranma, no podían parar de burlarse de la voz extraña que le salía al chino cada vez que cantaba.

–Si la amazona te oyera de seguro la terminas por espantar– agregó Ranma bebiendo otro trago de su vaso.

Mousse solo bebía y bebía de a grandes tragos de su vaso mientras escuchaba las burlas y risas de sus compañeros con paciencia. Durante el último tiempo se habían vuelto realmente cercanos ya que los tres compartían el mismo deber, proteger a las anjanas. Cada uno se ocupaba y preocupada de la seguridad de una anjana en particular. Habían compartido los entrenamientos antes de partir y luchaban juntos en primera línea, lideraban las tropas y trazaban juntos la estrategia de cada batalla, no había forma en que no desarrollaran cierta complicidad y confianza con el tiempo.

–¡Ya dinos la verdad Mousse! ¿Cómo hiciste para que Xian-pu te aceptará como su protector? – le preguntó Ryoga, sintiendo como el alcohol bebido comenzaba hacerle efecto, su nariz ya se encontraba roja.

–Debes ser masoquista, te gusta ser golpeado por ella. – Comento Ranma riéndose una vez más junto a Ryoga quien le había colado uno de sus brazos sobre sus hombros.

–No me ha aceptado–confeso el chico poniéndose serio y con eso las risas de los dos hombres pararon por un momento. –solamente comencé a vigilarla y a estar cerca por si necesita cualquier cosa, aunque no es ningún secreto mi preferencia por Xian-pu-sama, ella nunca admitiría abiertamente que necesita ser protegida.

–Así que estas enamorado de la amazona– lo codeo Ranma.

–Xian-pu es hermosa, pero me siento inmune a su belleza, yo solo tengo ojos para Ukyo. – Suspiro Ryoga mirando directamente al fuego que se consumía delante de ellos.

–Siento lo mismo con respecto a Ukyo-sama y Akane-sama, sus bellezas son indiscutibles, pero no me siento atraído por ellas de ninguna forma.

–Te mataría si hubieras puestos tus ojos en Ukyo, ella es mía.

Ranma guardo silencio esta vez. No tenía nada que comentar ni tampoco lo hubiera compartido si tuviera. No le había contado a nadie lo que paso entre Akane y el y prefería mantenerlo en secreto. Era consiente que no era novedad para nadie la distancia que se había instaurado entre los dos, pero no estaba preparado para hablar de eso ni de sus sentimientos, incluso con aquellos dos extraños amigos que había hecho.

–Ranma– le llamo Mousse. El aludido levanto la mirada del fuego para observar a sus dos compañeros de batallas que lo miraban ahora en actitud confidente. – sabemos que estas enamorado de Akane.

–No sabemos que paso entre ustedes y Ukyo no me ha mencionado nada. – agrego Ryoga– si no quieres hablarlo esta bien, compañero.

–Pero si puedes arreglarlo, háganlo. Akane-sama confía en ti más que en cualquier otra persona y como su protector tu deber es también velar por sus sentimientos. – termino de decir Mousse.

–¡Vamos! ¡se les subió el alcohol a la cabeza! –les respondió Ranma entre divertido y resignado.

–¡Oh, por favor! ¡JAJAJAJAJAJ! Admítelo de una vez, ¡babeas cuando la ves! – Ahora fue el turno de Mousse y Ryoga de romper a reír y burlarse de Ranma. En respuesta el chico golpeo en la cabeza a sus dos amigos por la pésima broma. –tuviste suerte de que Akane-sama le ordenara a Shinnosuke quedarse en el Castillo del Monte Funji a custodiar y proteger la aldea y sus habitantes.

–¡Me importa un cuerno que hubiera venido, mi deber es proteger a la reina, nada más! –

–A todo esto, ¿no se están tardando mucho? ¿Qué estarán discutiendo con Happosai? – Ryoga volteo a ver hacia su izquierda donde se levantan las tres tiendas separadas por unos cuantos metros entre si. En cada una residía una anjana, pero sabía que la reunión de las tres hermanas se estaba llevando a cabo en la tienda de Akane.

–Xian-pu-sama menciono que hablarían sobre la forma más rápida de llevar a esta gente a la protección del Monte Fuji con Shinnosuke–

–¿Entonces porque no estamos participando de la reunión? – preguntó Ryoga preocupado. Generalmente las decisiones que Akane tomaba las precedía un consejo conformado por sus hermanas, los tres guardianes y Happosai.

–Lo más seguro es que Akane haya preferido mantenernos al margen para darnos un descanso. – le respondió Ranma.

–Las últimas anjanas…–dijo Mousse divagando.

–Es una cosa terrible. – añadió la voz sabia de Happosai en tono grave sorprendiendo a los tres de golpe.

–¿Terminaron la reunión? –

–Así es, sus altezas reales hablarán ahora–

Seguido de esas palabras salieron de la tienda de campaña las tres esperadas figuras. Unas al lado de la otra. Akane iba en el miedo, a su izquierda se encontraba Ukyo y a su derecha Xian-pu, las tres vestían kimonos elegantes para la ocasión. Era una noche para recordar. La primera de muchas victorias que vendrían en el futuro. Al verlas caminar entre las personas del lugar, los cantos, gritos y conversaciones cesaron. Los soldados voltearon a verlas esperando por escucharlas, al igual que las personas que habían salvado y habían decidido convertirse en parte de su pueblo, del pueblo libre que estaban creando.

–¡Soy Akane Tendo, bendecida de los dioses, de las tres últimas anjanas– comenzó la joven de cabellos azulados. Su voz se escuchaba fuerte y clara, resonando en el silencio –protectora de los hombres libres y hoy celebramos la primera de muchas victorias! –los hombres comenzaron a vitorear alzando sus espadas, sus lanzas y arcos hacia las reinas regentes. –¡Hoy dimos el primer paso al destino que hemos escogido! – por el costado izquierdo se acerco una joven doncella con una bandeja que contenía tres copas de vino y fue entregando una por una a cada una de las anjanas. Akane levantó su copa junto a sus dos hermanas– ¡Hoy celebramos el pronto retorno de la paz, de la justicia y la libertad!

Las tres hermanas chocaron entre sí sus copas, y luego el eco de miles de vasos y copas chocando unas con otra inundo el paraje. Los aplausos, las risas, los gritos, los cantos, volvieron sin hacerse esperar.

Iba a ser una noche larga, de alegría, descanso y fiesta.

–¡Por la paz! –propuso Mousse.

Los tres hombres chocaron sus vasos con el del extranjero.

–¡Por la paz! –gritaron los cuatro al unísono siguiendo la celebración de la noche.

–¡Hombres! Se conforman con cualquier cosa que tenga alcohol– dijo Xian-pu apareciendo de pronto junto con su hermana anjana.

–Ukyo. – Ryoga se levanto de golpe al ver a su amada llegando a su lado. La joven mágica se acerco a el, poso una de sus manos en su rostro y le dio un corto beso en los labios a su amante y protector.

–Muchachos–saludo cordial dirigiéndose a los otros jóvenes– Mi hermana quiere decir que en nuestra tienda hay mejor vino para beber.

–¿Es una invitación real? –preguntó Ranma en tono sarcástico. Busco con la mirada a los alrededores al ver que su protegida no se encontraba junto a sus hermanas, pero no se atrevió a preguntar, de hecho, no quiso seguir mirando.

–¿Akane-sama donde esta? – dijo Happosai.

Ukyo y Xian-pu se miraron entre ellas preocupadas sutilmente. Habían tratado de convencer Akane para que se uniera a la celebración, pero por mucho que lo intentaron no hubo caso. Su hermana, después de mucho tiempo se volvía a mostrar amorosa y cercana a ellas por eso pensaron que era buena idea que disfrutaran de esta noche juntas, pero la anjana azulada se excuso diciendo que se encontraba cansada y necesitaba dormir. Ninguna pudo decir nada contra eso pues sabían que hasta cierto punto no les estaba mintiendo. Akane se había esforzado más que nadie desde que habían entrado al gran juego, a la gran guerra, por eso, aunque no estaban convencidas del todo de su negativa, no querían presionarla.

–Dijo que necesitaba descansar–respondió la amazona.

–No es de extrañar entrena a diario, pelea en primera línea y discute constantemente estrategias para seguir avanzando. – contestó Ranma. Podía estar resentido con su reina, pero siempre estaba al pendiente de ella.

–No creo que este sea el lugar adecuado para hablar de Akane-sama. Hay cosas que debemos discutir, nos acompañaran a nuestra tienda. –

Ryoga sabia distinguir con claridad cuando en el tono de su amada iba acompañado de una orden explícita. Los hombres se miraron entre si y sin mediar palabras se levantaron de sus puestos siguiendo a las dos anjanas que los esperaban en la entrada de la tienda que compartían Ukyo y Ryoga.

Se sentaron alrededor de una mesa de madera redonda de finos grabados. Se acercó una de las doncellas de Ukyo con una garra de oro con vino, sirviendo a los presentes, para luego dejar la garra a un costado encima de una repisa. Se inclino levemente sin decir nada y salió de la tienda de campaña.

–De que se trata esto– fue el primero en hablar Ranma.

–Seré directa–comenzó ukyo–¿Qué pasó entre Akane-sama y tu?

El joven guerrero se quedo en silencio mirando fijamente un punto indefinido entre las personas que estaban a su alrededor. Entonces, sin quererlo, comenzó a recordar aquel día y el tiempo que fue pasando sin poder hacer nada, absolutamente nada.

Flash back

Sus ojos lo tenían que estar engañando. Se estaba volviendo loco o estaba sumergido en un de esos sueños que desafían la realidad. ¡JA! Como si la sola existencia de ella no desafiará la mismísima realidad.

La jovencita dulce, de carácter e inocente que había conocido, de la que se había enamorado en primera instancia se desvanecía ante aquella mujer que se levantaba orgullosa entre cientos de personas. Desnuda y soberbia. Sin pudor ni vergüenza. Su desnudez había pasado a un segundo plano, lo supo cuando ella desde la lejanía posaba su mirada en el.

Supo lo que ella estaba esperando.

Le sostuvo la mirada por un momento que pareció eterno queriendo interrogarla con la mirada. Gritándole con sus ojos azules ¿QUE DEMONIOS ESTAS HACIENDO? Pero ella, ojos avellanas, profundos e imponentes le miraban impacientes, lejanos, distantes e incluso, podría decir que amenazantes.

Sin quitarle la vista en un ningún momento se agacho lentamente hasta posar sus rodillas en el suelo y luego, con un sutil pero innegable resentimiento, agacho su cabeza, inclinándose ante ella.

Luego, el tiempo se movió de manera tan deprisa mientras se acumulaban las preguntas dentro de el. ¿Por qué Akane se había acostado con el? ¿lo amaba o simplemente lo había utilizado? Pero si ella lo amaba, entonces ¿Por qué Kazuto seguía existiendo? ¿Fue por el que sus alas de ángel se manifestaron? ¿de donde demonios salió un dragón como último guardián? ¿Por qué Akane se mantenía distante con todos? ¿Qué mierda estaba sucediendo? ¿Por qué mantenía su compromiso con Shinnosuke? ¿Se arrepentía de haberse entregado a el?

Desde ese mismo día Kazuto no dejaba a su dueña ni a sol ni a sombra, la seguía transformado a todo lugar que ella fuera y tampoco dejaba que nadie se le acercará lo suficiente para mantener una conversación cercana con ella, interponía su cuerpo y si era necesario mostraba sus dientes amenazante, incluso a el.

Ni hablar cuando el majestuoso dragón azul estaba con ella.

Akane no dio tregua a nada ni a nadie.

Convirtió a los tres guardianes de las anjanas en comandantes generales del ejército. Cada uno con la orden de preocuparse de un área en específico. Mousse se preocupaba de entrenar y reforzar el manejo de la espada y armas de alto alcance, Ryoga de la caballería y la arquería y por último Ranma entrenaba a los soldados en el combate cuerpo a cuerpo y con armas de corto alcance. Entre sus filas de alumnos se encontraba la mismísima Akane que le había ordenado entrenarla junto a los demás soldados en el arte que el tan bien manejaba. Había sido implacable y una de sus mejores alumnas. La determinación que veía en ella en cada entrenamiento, la concentración y la fuerza en que ponía en cada movimiento, podía llegar a él la emoción que causaba verla así, luchando. Con una destreza, elegancia y belleza, Akane mejoró su técnica. Se volvió más fuerte, más ágil y más rápida. Pero ni siquiera con los constantes entrenamientos le dieron un solo momento a solas con ella, un solo momento donde ella pudiera explicarle que estaba pasando por su cabeza, ella no bajo su guardia en ningún momento.

Por otro lado, nombro a Happosai consejero real y ordeno a Shinnosuke a quedarse a proteger al pueblo que dejaban atrás y las futuras personas que ella eventualmente enviaría para que tuvieran un lugar seguro a donde llegar. El pueblo que había prometido liberar.

La mujer que amaba seguía cambiando pero el amor que sentía por ella no parecía disminuir. Durante todo ese tiempo se sorprendía así mismo observando ensimismado la forma en que su cabello se movía con cada nuevo ataque, como su piel brillaba bajo el tenue sol de invierno por el sudor del esfuerzo cubriendo su cuerpo, la expresión imperturbable y serie, la forma en que sus ojos se fijaban directamente en la persona que hablaba frente a ella, sin miedo. Admiraba el esfuerzo que ponía en cada entrenamiento y para posteriormente descubrirse admirándola en cada batalla, en como sus alas se teñían de rojo y la sangra salpicaba en su rostro contrastando con su blanca e inmaculada piel.

Esa admiración era uno de sus peores miedos, pues durante mucho tiempo se vio cuestionando las decisiones que ella tomaba. La frialdad con la que ella iba al campo de batalla y lo peor de todo, era que sabía que la seguiría al infierno de ser necesario porque no le importaba si ella se convertía en un monstruo, el la seguiría amando.

No importaba que faceta ella le mostrará, el seguía bajo su hechizo.

Así, fue pasando el tiempo. Los cálculos de Akane no resultaron ser los esperados así que después de un mes recién pudieron partir del Monte Fuji, contando con el factor sorpresa ingresaron al gran juego de guerra. La chica alada se había mostrado lejana a todas sus personas cercanas, se había mantenido al margen escuchando y liderando en cada travesía, y mantenía a sus hermanas más protegidas de lo que ella misma se protegía, sin embargo, la dulce Akane seguía encerrada en si misma.

Fin Flash Back

Fue así durante dos meses. Hasta que por fin hoy había podido vislumbrar que la joven que había creído perdida en el dolor e impulsada por el deseo de venganza, seguía ahí, viva y latiendo, pero sus preguntas seguían tan vivas como ella.

–Nada, realmente–

–Ranma, tu deber es…–comenzó Xian-pu, más se vio interrumpida por el aludido.

–Mi deber es con mi reina. –

–Tu reina también es Xian-pu-sama. –le recordó Mousse poniéndose de pie– y le debes respeto.

–Hablar a las espaldas de mi reina no me parece una muestra de tu respeto, extranjero. – Ranma también se puso de pie con los puños cerrados. –no nos hagamos los tontos, sabemos que cada quien tiene su preferencia.

–Ranma– le hablo Ryoga colocando una mano sobre su hombro, tratando de disipar la tensión. – escucha a Ukyo, ellas son tan anjanas como Akane.

–Solo quiero saber si paso algo que pudo haberla cambiado. Akane no nos ha dicho nada de la manera en que Hydra se convirtió en su último guardián ni porque sus alas florecieron de un momento a otro.

–¿Realmente crees que cambio? – la interrogo suspicaz y taciturno Ranma.

–No estamos segura pero Akane-sama siempre fue gentil y dulce, me preocupa que este soportando algo que le este causando dolor sola…–termino de decir la amazona preocupada. La Akane que ella conocía era joven atenta, amable y preocupada por los demás.

–¿Es eso? –volvió a preguntarles Ranma desconfiado. –¿o les preocupa que realmente no sean necesarias?

–¿Qué estas insinuando? –Respondió Ukyo. La conversación que se estaba volviendo tensa, pues no solo el se encontraba a la defensiva sino que Ryoga y Mousse, de pie cada uno, comenzaban a perder la paciencia.

–Ustedes mismos lo vieron hoy. – en eso Ranma apunta con una de sus manos hacia afuera de la tienda de campaña, enérgico– ¡Estas personas que están afuera no están aquí por ti o por ti! –señalo con un dedo acusatorio a Xian-pu y Ukyo. –Están aquí por Akane. La aman y la reconocen como su reina.

–¡Discúlpate! – lo atajo por el cuello Ryoga y volviendo a pronunciar apretando los dientes. – discúlpate.

Ranma lo miro con el ceño fruncido. No se sentía intimidado y no tenía miedo. Si Akane no había querido compartir que se habían acostado, el no sería quien revelaría las intimidades de su maestra, así tuviera que pelearse con ellos de ser necesario.

–En eso el muchacho tiene razón–intervino Happosai sereno. – Ella tiene el apellido, el derecho de nacimiento al igual que ustedes–el anciano dio tres sorbos a su bebida teniendo la atención de los presentes– pero tiene algo más, no solo va a ser respetada y temida, va a ser amada y cuando llegue el momento, no podrán gobernar las tres.

Silencio.

–¡A mi no me interesa gobernar! –explotó Xian-pu con ambas manos sobre su pecho, agitada. –¡Yo solo quiero cumplir mi deber pero más que nada quiero cuidar y atesorar a las personas que amo y Akane-sama es mi hermana y se aleja cada vez más de nosotras!

–Si Akane tuviera que alzarse como única reina estaré junto a ella. No te equivoques Ranma–Ukyo era una personas amable y tranquila. Tan templada que nunca parecía molesta, pero esta vez ella si lo estaba–No eres el único que ama Akane. No somos tus enemigos, si no puedes confiar en nosotros, ¿entonces en quien?

Ranma evaluó en silencio la situación. Ella tenía razón, si no podía confiar en las personas que Akane quería, ¿entonces en quien iba a confiar? Puede ser que la preocupación que habían mostrado todo este tiempo no haya sido por sus dudas por lo que hacía la chica sino por una real preocupación de que estuviera sufriendo y esa no fue una posibilidad que el se planteó, en ningún momento desde que tuvieron 'ese' encuentro.

Realmente era lento para entender Akane.

El guerrero se paro derecho ante las dos anjanas y luego se inclino en perfectos noventa grados.

–¡Perdón! –trato de sonar lo más solemne posible, no estaba acostumbrado a disculparse. Sin decir nada más, salió de la tienda.

Ambas mujeres votaron al mismo tiempo el aire contenido en sus pulmones. Luego se miraron y se sonrieron cómplices.

–Fue menos difícil de lo que imagine–sonrió Xian-pu.

–Me alegra que por fin se dispusiera hablar con ella. –

Los dos guardianes se miraron entre si no entiendo nada de lo que estaban hablando sus protegidas.

–Ukyo, ¿planearon esto? –

–Lo siento, cariño. Pero si les decíamos la verdad no hubiera sido creíble. – se disculpo Ukyo tomando la mano de su guardián.

–Tonto Mousse no sabe mentir– fue todo lo que dijo Xian-pu sin dignarse a mirarlo. De cierta manera se sentía culpable por haberlo engaño, pero no podía decírselo.

–Entonces, ¿saben lo que paso entre Akane-sama y Ranma?

–Claro si, Akane nos cuenta todo, además, no podemos mentirnos entre anjanas. –

–¿¡Happosai, tu también!? – preguntaron al mismo tiempo los guerreros.

–No–respondió tan tranquilo como siempre bebiendo de su copa–pero ya me hago una idea de que fue lo que paso.

–Queremos evitar el compromiso de Akane y Shinnosuke, Ryoga. –comenzó a explicar Ukyo–Tiene que dejar de sacrificarse por los demás.

–Shinnosuke…–suspiro Happosai–quisiera que las cosas fueran distintas pero las anjanas se marchitan cuando son obligadas al amor.

–¿la idea de que Shinnosuke se quedará en el Monte Fuji fue de…?–pregunto Ryoga comenzó a comprender el plan de las reinas.

–Fue nuestra –respondieron juntas. – cuando llegue el momento Akane deberá gobernar pero no podrá hacerlo sin la persona correcta a su lado. Tuvimos que obligarla a dejar a Shinnosuke en el castillo y a cambio le prometimos que no dejaríamos que Ranma se acercará a ella. –termino de explicar Ukyo.

–Bien, con todo dicho, sigamos celebrando y esperemos que nuestro comandante pueda arreglar las cosas con Akane–

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La chica de azulados cabellos suspiraba mientras su cuerpo se encontraba sumergido en la bañera improvisada que habían hecho sus doncellas. Observaba sus manos con una mezcla de repulsión y dolor. Volvió a meterlas dentro del agua y refregó con más fuerza tratando de sacarse el olor a sangre, a muerte.

Volvió a mirarlas agitada y se las llevo a su nariz para olerlas, nuevamente. Todavía podía sentir el olor nauseabundo de la muerte entre sus dedos. No pudo aguantarlo, hundió su cabeza hasta el fondo y con el agua amortiguando el sonido, grito dentro de esta lo más fuerte que pudo. Se abrazo con fuerza así misma y se dispuso a dejarse caer, a dejarse llorar.

Nada le hubiera gustado más que evitar la muerte de todas esas personas, de haber evitado batalla tras batalla pero sabía que no existía otra opción, el mismo Happosai se lo había dicho.

''–La gran guerra es aterradora, solo los más fuerte sobrevivirán y ustedes, mi queridas niñas, son la última y mejor elección de construir un mundo mejor, pero necesitan una líder, alguien fuerte que pueda representarlas y que inspire tanto temor como devoción en partes iguales, alguien dispuesta a sacrificarse''

No había dudado en ningún momento cuando escucho la palabra ''sacrificio'', miro a sus hermanas y supo, que era ella quien tomaría ese rol. Ukyo tenía su vida casi resuelta, enamorada y a su ritmo, estaba segura de que formaría una familia maravillosa junto con el noble de Ryoga y Xian-pu, por otro lado seguía confundida y aunque les había prometido seguirlas donde fuera y hacer lo que fuera necesario pedirle algo más cuando no sabía ni siquiera que sentir al respecto, pedirle que tomará el rol de liderar era mucho más de lo que podría soportar, entonces, fue ella quien se ofreció a hacerlo.

Desde que tomo conciencia de la muerte de su familia, algo en ella ardió como si su mismo cuerpo se estuviera quemando, y supo con certeza absoluta que era lo que se debía hacer, como y cuando. No permitiría que más gente muriera por ella, por su culpa, y no se perdonaría jamás si alguna de las mujeres con las que soñé toda su vida, murieran por sus miedos infantiles.

Esto era una guerra y debía hacerse lo necesario.

Pero era difícil, ocultar sus sentimientos, mantener a raya sus emociones y llorar en silencio. Se sentía sola, aunque supiera que contaba con el apoyo de los demás, de todas esas personas que habían decidido seguirlas. Sin embargo, había algo que le devolvía la paz suficiente para seguir adelante, la sonrisa de las personas que pudieron ser salvadas, eso era suficiente para mantenerla de pie.

Salió de la bañera y se acerco a la yukata delgada que usaba para dormir. Se miro en el enorme espejo de cuerpo completo y cepillo sus largos cabellos húmedos, esperando que el frío de la noche los secara lo antes posible.

Se miraba hermosa y…solitaria. Podía palpar su tristeza a través de la mirada que le devolvía el espejo. Suspiro sabiendo que esa era la única imagen que proyectaba el espejo desde hace tiempo, casi dos meses para ser más exactos.

Desde aquel día en que se había entregado a Ranma, se juro así misma que nunca más volvería a estar con el porque aunque sabía que tenía que ser fuerte, seguía siendo una cobarde que no había sido capaz de enfrentarlo y desde ese día se había dedicado lo mejor que había podido a evitarlo, a no tener la oportunidad de estar a solas con el, aunque el recuerdo de aquella noche seguía latente dentro de su memoria, dentro de su piel, dentro de sus entrañas.

A veces despertaba llena de sudor, con la boca seca y con el recuerdo vívido de un sueño erótico en que los protagonistas no eran nada más que Ranma y ella, compartiendo lecho, en una apasionada danza que parecía no tener fin. El recuerdo la atormentaba y sus deseos por el seguían creciendo cada día más y con ello cada día trataba de alejarse más y más de el tratando en un intento desesperado por disipar sus fantasmas.

Se llevo ambas manos al rostro cubriéndolo con estas y suavizando las líneas de expresión que se formaban en sus facciones cada vez que pensaba en aquel asunto.

–¿Hace cuanto tiempo que las estas ocultando? –Akane se sobresalto, no tuvo tiempo de controlar sus emociones cuando dirigió una mirada asustada hacia el dueño de aquella voz que la ponía a temblar. Ranma la miraba apoyado a un costado de la tienda con los brazos cruzados sobre su pecho.

Como pudo la peliazul trato de recobrar la compostura, se irgió tratando de parecer lo más solemne y digna posible.

–¿Qué estas haciendo aquí Ranma? No recuerdo haberte mandado a llamar.

–Soy el comandante de tus tropas, tengo derecho a solicitar una audiencia con la reina.

Akane lo miro entrecerrando los ojos, con los dientes apretados, levantando la barbilla orgullosa.

–Deniego la solicitud, me encuentro cansada, mañana Ranma.

Ranma exhalo por la nariz mientras sonreía de lado en actitud burlesca, actitud que no paso desapercibida por Akane, que lo conocía lo suficiente para saber que de cierta forma se estaba burlando de ella.

–Tus deseos son ordenes mi reina–Su forma de hablar era educada pero el tono de su voz no dejaba lugar a dudas el sarcasmo destilado en cada una de sus palabras. – pero hay un problema.

Akane lo miraba seria y lejana, guardando las distancias entre ellos. Manteniendo el rol que había decidido adoptar, incluso con el único hombre que era capaz de intimidarla de esa manera. Seguía siendo débil ante su presencia.

–¿Cuál? –Pregunto ella. El se fue acercando lentamente hasta que estuvieron frente a frente. Ella, como la reina que era no podía huir ante nadie, menos ante quien juraba protegerla.

–No solamente eres mi reina, también eres mi mujer y ya va siendo hora de que hablemos de eso. –Dijo el tajante atravesándola con sus ojos azules, enturbiados y decididos a hablar con ella después de un largo tiempo de silencio.

Akane se quedo de piedra, sosteniéndole la mirada sin saber que decir.

–Si, Akane, porque eso has sido desde el día en que te entregaste a mi, mi mujer y como mi mujer vamos a tener la conversación que tuvimos que tener hace mucho tiempo. – Ranma tomo con una de sus manos la muñeca de Akane, acercándola a el. La chica tembló al escuchar las palabras de Ranma, tembló del placer que esas palabras le causaban.

–¿¡Tu mujer!? – le grito Akane, zafándose de su agarre. – ¿¡yo y cuantas más!? Me recuerdo haberte visto haciendo a Hikari tu mujer, eso en que me convierte ¿en la concubina real?

–Esto es diferente y lo sabes.

–¿en que es diferente? – Akane le dio la espalda alejándose de el, luego, volvió a mirarlo a una distancia prudente de su cuerpo. –Soy tu reina me juraste tu vida y de esta manera me faltas el respeto.

–Si, eres mi reina, te jure mi vida y así será ahora y por siempre. – Ranma se volvió a acercar a ella, esta vez más lento para no asustarla, alzo una mano hacia el rostro de aquella mujer que anhelaba más que cualquier cosa que hubiera deseado jamás. Ansioso de tocarla, su mujer, porque el la sentía así, suya.

Akane tembló y cerro los ojos al contacto cálido de la mano de Ranma sobre su mejilla. Abrió los ojos y le permitió ver la angustia que albergaba dentro de ella.

–No…–dijo Akane al verlo acercarse a su rostro, a su boca. No tenía la fuerza de voluntad suficiente para negarse, para separase. Se sentía encadenada al suelo que pisaba mientras sentía la calidez del cuerpo de su guerrero cada vez más cerca de ella.

–Si…– respondió el cada vez más cerca de su boca, tomando su cintura con una de sus manos, deleitándose con la fragancia de reina y la curva que formaba su cintura y cadera.

–¡No! – le alejo Akane abruptamente rompiendo el contacto entre ellos. –Fuera.

Ranma se quedo en silencio observándola sintiendo la rabia consumirlo lentamente. Su pecho subía y bajaba. Se dio la vuelta dispuesto a irse.

–Ranma. –el aludido paro un segundo escuchando a su reina. Volteo su rostro para verla– no vuelvas a decirlo, yo no soy tu mujer– le dijo dándole la espalda, no podía mirarlo porque sabía que estaba mintiendo, pero debía dejarlo en claro ella se casaría con Shinnosuke y el secreto no podía ser revelado.

–Al demonio– susurró dándose la vuelta completa hacia a ella.

Volteo su rostro hacia él justo en el momento en que sintió las manos de Ranma apoderarse de su cintura y su boca adueñarse de la suya. Sintió la lengua de ese hombre poderoso encontrando su lengua y jugando con ella, recorriendo su cavidad con ansía salvaje como la primera vez que la había besado y sus piernas temblaron por lo que estaba sintiendo.

Por otro lado, el apretaba con sus manos la cintura delicada de su protegida, de su reina. Sabía que estaba siendo más que irrespetuoso y que el castigo por aquella falta de respeto era la muerte, pero no le importaba. Le cabreaba como se sentía cerca de ella, como le hacía perder la paciencia, no habían tenido ni diez minutos de una conversación normal después de dos meses y el ya se lanzaba como un animal sobre ella, sediento y hambriento.

La delicia se deshacía en su boca al tocar sus labios con los suyos, su corazón latía incluso más rápido que en las batallas que enfrento a su lado y sus manos no podía parar de apretar a cada tanto la calidez de su cintura, picando por bajar más y más y volver a descubrir su cuerpo desnudo.

–No…no…–susurraba cada tanto Akane sobre sus labios, posando sus manos en su pecho, tratando de alejarlo de ella–basta…no.

Ranma la acallaba besando su boca, una y otra vez, sintiendo el sabor, la suavidad y la calidez de la misma. No se cansaría nunca, nunca de esa boca suya. Por otro lado, Akane luchaba contra sus sentimientos, con las sensaciones que crecía dentro de ella a cada momento en que Ranma la besaba. Se sentía ceder a cada segundo que pasaba, como sus labios correspondían al compas que el chico marcaba con los suyos, pero sus manos se negaban a dejar de ejercer fuerza contra su pecho, en un intento inútil de querer resistirse a él.

De un momento a otro dejo de besarla sin soltarla ni por un segundo. Solamente dejando que sus ojos azul oscuro en tormento y cargados de deseo observarán sus ojos avellana cristalizados por las emociones y sus mejillas cubiertas de ese tono sonrosado que también conocía. Azul y avellana chocaron con las respiración agitadas, confundiendo sus alientos.

–Te entrene a Akane, si no quisieras que te tocará…no tendría oportunidad.

Ambos guardaron silencio sin hacer ningún movimiento, mirándose a los ojos buscando respuestas a sus preguntas sin formular, a sus deseos más ocultos. De un momento a otro Akane agarro con una de sus manos la trenza de Ranma tirándola sin dejar de mirarlo, sin decir una sola palabra.

Akane acerco su boca, rozando sus labios con los de Ranma, aún sin soltar su trenza, manteniéndola tensa para que bajará su rostro hacia ella, sin embargo, aun así el no la soltó y no despejo su vista de ella.

–Mantén caliente a tu reina.

Fue todo lo que ella dijo para luego besar con toda la pasión contenida la boca de Ranma. El guerrero no tardo ni siquiera un instante en responder a la pasión de su reina besándola con la misma intensidad contenida. Las manos de Ranma recorrieron su figura con fuerza y ansiedad, abrió levemente la yukata de la chica y esta escurrió por sus hombros dejándolos al descubierto, llevo su boca hambrienta a la nueva piel al descubierto y beso, lamió y succiono con ahínco la suave piel de Akane que gemía sin perder la oportunidad de que sus manos se abrieran paso entre la vestimentas de su amante, dejando su torso bien formado desnudo, y luego enredando sus manos en la cabellera negra del hombre.

Ranma alzó a su mujer de la cintura mientras ella enredaba sus piernas en las caderas del chico sintiendo por primera vez su erección, restregándose contra ella, anhelante y deseosa, gimiendo su nombre y disfrutando de las descarga de placer que recorrían su cuerpo sin importarle que su yukata se deslizaba por su cuerpo dejándola completamente desnuda.

Sostuvo los muslos femeninos con sus manos y camino por la tienda de campaña hasta acostar el cuerpo desnudo de la alada joven sobre una de las mesas del lugar. Su largo cabello azulado se esparció por la madera brillando con el fuego que iluminaba el lugar y aún no terminaba de consumirse. Ranma observo desde su posición el cuerpo desnudo de Akane sobre la mesa, sus rodillas se flexionaban hacia arriba cubriendo su intimidad, sus brazos estirados sobre su cabeza, su pecho subiendo y bajando acelerado y sus ojos mirándolo, invitándolo a seguir.

–Eres hermosa. – le susurró el joven embelesado.

Se arrodillo ante ella tomando sus piernas y abriéndolas lentamente hasta quedar de cara a su intimidad. Acerco su rostro hasta que su aliente y respiración podían sentirse en ese lugar tan sensible de la anatomía de la chica.

Akane gimió al sentir los labios y la lengua de Ranma posarse sobre su intimidad y recorrer con tortuosa lentitud su cavidad, abriéndose paso entre sus labios íntimos y tomando su clítoris con sus dientes, para luego succionarlo con suavidad. La joven exhala un suspiro con los ojos cerrados y su espalda se arqueo levemente ante el contacto. Las piernas la chica apresaron la cabeza del joven apretándola suavemente a cada movimiento placentero que su boca hacía en su lugar más sensible.

El joven volvió a subir hasta quedar de pie frente al cuerpo desnudo de la reina. Akane al verlo subir se inclino y estiro su mano hasta alcanzar la trenza del joven y tirar de ella para que su boca besará la suya, demandante, sintiendo su sabor en la boca de él. Las manos de ella viajarán hasta llegar a su pantalón y con rapidez lo bajaron de un tirón. Volvió a recostarse sobre la mesa de madera llevándose con ella el cuerpo de Ranma que se inclino sobre el suyo, ambos desnudos, por fin, sintieron como nuevamente sus intimidades hacían contacto directo y se rozaban ansiosas, sin poder esperar más.

Ranma se separo de ella y estiro los brazos para verla nuevamente a los ojos.

–No voy a detenerme. – le dijo el.

–No quiero que te detengas. – le gimió ella en respuesta apresando las caderas del chico con sus piernas y acercándola aún más.

Entonces las manos de él viajaron por su cuerpo hasta posarse entre el fin de la cadera y el comienzo de su cintura femenina, con fuerza, se acomodo entre sus piernas y la penetro de un solo movimiento.

Ambos gimieron sonoramente, extasiados, al sentirse uno una vez más. Akane se alzo sobre la mesa y se acomodo mejor sobre el miembro de Ranma, sintiéndolo aún más adentro suyo, sosteniéndose de los hombros del guerrero, buscando su boca para besarlo entretanto el se movía dentro de ella una y otra vez, entrando y saliendo, correspondiendo su beso y apretando sus glúteos entre sus manos excitado y embotado en las sensaciones que recorrían su cuerpo.

Ninguno nunca se había sentido así. Era más que sexo, lo sabían. Ambos lo sabían. La piel parecía quemarse en cada parte que el otro tocaba, el movimiento que generaban entre los dos los hacía sentir fuera de este mundo, conectados a niveles que solo un alma gemela podía entender. A veces no necesitaban las palabras, eran demasiado orgullosos para eso, pero su cuerpo, su cuerpo podía hablar con ellos con la sinceridad necesaria para hacerle saber al otro que era lo que quería.

–¡Ranma! –Gimió entre el dolor y el placer al sentirlo gruñir contra su cuello y morderla en la clavícula, perdido entre las embestidas que le daba al precioso cuerpo que estaba poseyendo.

–Er-es…–Jadeaba el chico contra su cuello, pasando su lengua por la cálida piel, llegando a su oído y mordiéndolo suavemente– mía.

Akane arqueo su espalda al escucharlo, excitándose aún más, porque era justamente eso lo que quería, ser suya como quería que el fuera suyo. Sintió como sus paredes intimas apretaban con más fuerza el miembro de Ranma y aumento la fricción de sus cuerpos sintiendo como el orgasmo acercándose cada vez más. Enredo sus manos en la cabellera negra de su amado, con su trenza a medio desarmar, beso su boca y dejo que el orgasmo la arrastrara sintiendo las manos de Ranma apretar su cuerpo, queriendo, si era posible, acercarla más a el.

El chico cerró los ojos y volvió a gruñir al sentir como su amada apretaba alrededor de su miembro y el grito de su orgasmo inundaba sus oídos, entonces, el también sintió como su cuerpo pedía la liberación que necesitaba, depositando su esencia dentro del cuerpo de la mujer que amaba.

Ranma cayó sobre el cuerpo de Akane, exhausto y medianamente saciado. Se dejo estar, apoyando su cabeza entre el cuello y hombro de su mujer, nuevamente su mujer, recuperando el aliento y las fuerzas perdidas. Ella por otro lado recibió agitada el peso del cuerpo de Ranma, se quedo quita, sin decir nada, esperando a recuperar el aliento al igual que él.

Cuando ambos normalizar sus respiraciones, Akane sintió como el joven guerrero tomaba nuevamente sus muslos entre sus manos y la alzaba contra el, sin decir nada, ella rodeo su cuello con sus brazos y acomodo su cabeza en su cuello, mientras era llevaba por él hacia el futon de la habitación. En silencio se acostó sobre el futon llevando el cuerpo de Akane con el. Se puso de costado, apoyando su cabeza con su mano y con la otra acariciaba con delicadeza, recorriendo las curvas del cuerpo femenino con lentitud, sin decir nada, mirándola, disfrutando del silencio y de su compañía.

Akane por su lado, se acomodo de frente a él, a su lado, abrazándose al cuello del chico y enredando sus níveas piernas con las del joven. Disfrutando de las suaves caricias que las manos grandes y callosas de aquel guerrero eran capaz de regalarle a su cuerpo suave y delicado. Cerro los ojos disfrutando e inhalando el aroma de hombre que se desprendía de su espectacular cuerpo.

Se mantuvieron así, despiertos, abrazados y en silencio. Deleitándose de las mutuas caricias y la compañía que tanto tiempo habían deseado sentir. El la acariciaba y ella llenaba de cortos y dulces besos la piel del pecho masculino.

–No voy a consentir despertar otra vez y no verte al lado mío, Akane. –Le dijo Ranma abrazando con fuerza el cuerpo desnudo y delicado de su amada. La chica se acurruco en su pecho sintiéndose protegida y a salvo.

–No esta vez– le respondió ella, sonriéndole y acercando su rostro al suyo para besarlo suavemente en los labios, disfrutando de la paz y la tranquilidad que sentía en los brazos de aquel hombre, de como su piel junto la suya se sentía suave y placentera. –no puedo seguir huyendo de ti, Ranma.

–Me amas–confirmo el, paseando sus dedos por la espalda desnuda de su amante. Ya no tenía dudas. Sonrió para si mismo cuando se dio cuenta que ninguno sabía hablar mejor que con actos. Ella movió su cabeza asintiendo.

–y tu, ¿me amas a mi? – preguntó Akane con aquel tono dulce y avergonzado que el conocía tan bien.

La miro desconcertado por un momento. No podía creer que ella le estuviera preguntando eso después de todo lo que habían vivido juntos, de todo lo que el le había prometido y sobre todo, después de lo que habían compartido. Tomo su rostro entre sus manos y la beso con pasión, tratando de transmitirle sus sentimientos por ella.

–Akane, te he amado tal vez desde el primer golpe que dirigiste contra mi–El chico de la trenza no pudo evitar reír al recordar el momento en que ella iba directamente a golpearlo en el Dojo Tendo. – eres mía y yo soy tuyo, ahora y para siempre, mi reina. – La chica le regalo una de sus mejores sonrisas al escuchar su respuesta.

–Pensé que me encontrabas poco atractiva, cada vez que me tocabas me soltabas como si quemará. –Ranma suspiro, sintiéndose culpable.

–Era todo lo contrario Akane, me causabas tantas cosas que tenía miedo de que pensaras que era como esos hombres que tanto daño quisieron hacerte. – le dijo Ranma posando un beso en su frente.

–Eres el único hombre que he querido que me mirara así.

–Yo siempre te he mirado.

Akane se revolvió entre los brazos de Ranma para echar su cuerpo encima de el, poso sus manos y mento sobre su pecho fuerte, marcado y desnudo, enredando sus piernas con las del, y lo miro directamente a los ojos desde su nueva posición.

–Puedes mirarme todo lo que quieras ahora– le dijo ella coqueta, sonriéndole, el le sonrió de vuelta, posando ambas manos sobre sus glúteos blancos.

–Antes de eso, necesito que me cuentes, que fue lo que paso ese día– Ranma tomo uno de los mechones de sus cabellos jugando con ellos, entrelazando su azulado cabello en sus dedos. –No quiero que haya más secretos entre nosotros Akane, déjame compartir el peso de lo que te duele juntos.

–De acuerdo, no más secretos mi amor. – le susurro Akane, besándolo nuevamente. – Esto fue lo que sucedió…

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Se despide con cariño oshinsaotome12.