Especial San Valentín

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"Flores y chocolates"

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*Esto no sigue la historia principal*

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ADVERTENCIA:

Contenido lime

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—Te amo.

—Y yo a ti, King~

Eran, aquellas palabras tan dulces, las que provocaban una suave descarga eléctrica por todo el cuerpo de la de ojos violetas. Su corazón palpitaba tan rápido y en su estómago podían sentirse las mariposas revoloteando en su interior.

Era un día muy bonito, con el cielo despejado y los pajaritos cantando una agradable melodía salida de sus pechos emplumados.

Diane agradecía que aquel día, era su día de descanso, de igual manera para su esposo. Un precioso día catorce de febrero… Tenía varios planes que no dejaría que nadie los echara a perder.

Diane tenía todo fríamente calculado, o eso pensaba cuando se encontró con que King iba a salir un rato con Helbram… O se le olvidó que día era o le tenía una sorpresa a su esposa… Diane esperaba que fuera la segunda opción o si no se enojaría mucho.

No le dijo nada más a King, de cualquier manera, Diane necesitaba tiempo para arreglar todo para ese día tan especial.

Rápidamente sacó varias cositas del refrigerador, las dejó en la barra de la cocina y las analizó todas, verificando que nada faltara.

Había varios chocolates, bastantes, a decir verdad, pero no fue solo eso, sacó de un cajón de la cocina una botella de vino para brindar y para…muchas cosas más que podría suceder aquel día tan bonito.

Miró la hora, viendo que faltaba bastante tiempo para cuando llegara su marido… Iba a ser una cena romántica, algo super usado, pero no le importaba, iba a ser la primera desde que se casaron. De tan solo pensar en eso, se emocionó y comenzó a ponerse manos a la obra.

Por otro lado…

—Helbram, ¿a qué vinimos aquí? —Preguntó, curioso un castaño, mirando a su mejor amigo. —Creí que iríamos a otro lado…

El peli verde lo miró unos segundos, mientras su sonrisa crecía lentamente.

—King, si te cité aquí, fue por algo, ¿acaso no quieres sorprender a tu mujer, hoy?

El de ojos claros lo miró unos segundos, se rascó la nuca. No entendía nada.

Helbram rodó los ojos y soltó un suspiro pesado.

—Hoy es catorce de febrero.

—Ah.

"Espera, ¿qué?"

—King… se te olvidó el día de hoy, ¿cierto? —Helbram lo miró con una ceja alzada, mientras el castaño se sonrojaba y desviaba la mirada a otro lado, no queriendo mirar a su amigo, quien lo miraba con reproche.

—Tal vez. —Soltó, sin ver a su mejor amigo.

El peli verde solamente rodó los ojos… a veces King podía ser tan despistado.

—Escucha, King. Lo más seguro es que Diane esté preparando algo super elaborado y espere algo de tu parte. —King lo miró sorprendido.

—¿Cómo sabes?

—Yo sé cosas… quiero decir, mi esposa me corrió por lo mismo ¿Ahora lo entiendes?

King frunció la boca, pensativo.

—Pero no es necesario que vengamos a esta tienda, Helbram, podemos ir a otro lado…

—Lo que pasa es que le tienes miedo al éxito.

King frunció el ceño, pero luego suavizó su rostro y soltó un suspiro, no quedaba de otra… tenía que convencer a su amigo de ir a otro lado.

Mientras tanto…

Diane ya estaba preparando todo, ya casi siendo la hora en la que, probablemente llegaría su esposo.

Ya se imaginaba, llegando con un ramo de flores, tan bonitas y una enorme caja de chocolates.

Amaba los chocolates, y su boquita comenzó a salivar al pensar en los chocolates que se comería. Solo no se comía los que ella trajo, nada más porque eran para este día especial… debía mantener su fuerza de voluntad intacta y no caer en la tentación.

Arregló la mesa lo más bonita que pudo, hizo una comida algo sencilla, con algunos ingredientes que ya tenía en la casa (y había comprado con anterioridad), puso velas y dos copas para servir el vino tinto, el cual dejó en medio de la mesa.

Diane sonrió, orgullo con su trabajo. Los chocolates que compró, los tenía en el congelador, esos sería el postre de la cena romántica… se sentía sumamente emocionada, ya quería que su esposo llegara y ver su expresión cuando viera todo eso.

Sin más, y con su trabajo cumplido, la castaña se fue a arreglar. Se duchó, y cambió por unas bonitas prendas; las cuales, había comprado, cuando fue con Elaine hace un tiempo a tiendas de ropa.

Diane se dejó su cabello suelto, se colocó perfume y un poco de labial. No usaría más maquillaje, esta vez se dejaría al natural.

Cuando estuvo lista, y bajaba las escaleras, se escuchó como la puerta se abría. Rápidamente apagó las luces, agradecía haber dejado las velas encendidas y se quedó parada detrás de una silla. Su corazón latía algo rápido, por un momento se sintió algo nerviosa.

King finalmente había llegado a la casa, se encontraba algo frustrado, ya que su plan de convencer a su amigo no resultó y … compró algo que jamás pensó comprar. Sin embargo, ya estaba hecho, además había conseguido unas bonitas flores y una gran caja de chocolates.

Cuando abrió la puerta, todo se encontraba oscuro, y buscó el interruptor para poder ver por donde caminaba sin tropezar en el intento, cerrando la puerta tras de sí.

Cuando las luces se prendieron, los ojos del castaño parpadearon un par de veces, hasta que estos pudieran acostumbrarse; recorrió la mirada como buscando o a alguien y cuando sus ojos localizaron su objetivo, los abrió grandes y una enorme sonrisa se cruzó por su boca.

—Diane…

Una castaña se encontraba de pie, con sus brazos tomados por detrás en una posición adorable. King no pudo evitar echar una mirada rápida a su esposa, notando como esta se había arreglado… algo se comenzó a sentir caliente dentro de él.

—Hola, King~. —Saludó la castaña, con una suave sonrisa adornando su boca, la cual tentaba a King a devorarla, ya que esta tenía un hermoso rojo adonando sus labios.

"Así que, Helbram tenía razón".

Pensaba King, mientras se acercaba a su esposa. Estando ya frente a ella, le extendió ambos obsequios a la peli castaña, a fémina sonrió como niña chiquita al ver los chocolates que le regaló su esposo. Tomó ambos regalos con sus ojitos brillantes y una perfecta sonrisa.

—¡Gracias, mi amor~! —Diane acercó las rosas a su nariz, embriagándose del olor que desprendían estas. —¡Que lindooo! —King sonrió, satisfecho, con la reacción de su esposa… ahora si supiera el otro regalo que tendría…Cerró los ojos un momento, no debía pensar en eso ahora, lo más seguro era que Diane tenía listo algo.

— Me alegra que te gustara tu obsequio, corazón. —King le sonrió, ahora un poco nervioso, ya que se acordó del otro regalito que había comprado, pero este lo tenía guardado en su pantalón. Suspiró en parte estaba nervioso, pero por otra… algo emocionado.

Diane le regaló otra genuina sonrisa y se dirigió al área del comedor, indicándole a su esposo que la siguiera. King quedó sorprendido con lo elegante que se veía todo, se notaba que su mujer se había esmerado. Diane estaba poniendo las flores en la mesa y los chocolates en la barra de la cocina, mientras King la observaba, le daba mucha ternura ver a su linda esposa así, distraída y con ese hermoso y sexi vestido que resaltaba sus curvas y mostraba casi toda su espalda… por un momento sintió apretado el pantalón.

—King~ ya es hora de cenar. —Habló Diane emocionada y tomando al mano de su marido para jalarlo e ir a la mesa, con los platos ya puestos con la cena de esa noche. Justo, cuando Diane se iba a levantar para servir el vino, el castaño lo hizo por ella, para ya no molestarla. Diane le agradeció, tomando un sorbo del vino, ya quería probarlo.

—Te luciste, Diane, muchas gracias. Que linda. —La fémina se sonrojó, así que mejor tomó su tenedor enredándolo en el espagueti y lo metió a su boca para tratar, solamente, de no verse tan avergonzada. A King le pareció adorable esa acción.

Ambos siguieron cenando, y hablando de su día. El cómo Diane se la pasó acomodando todo para que quedara perfecto y su forzoso intento de no acabarse el postre de ambos; King rió con eso último, típico de la castaña. En cambio, cuando le tocó a King hablar, de repente miró a otro lado, tomando de su copa de vino, queriendo desviar el tema, pero como su esposa era alguien insistente, pues…

—Oh, ¡vamos! Cuenta, cuenta. —Diane lo miraba con los ojitos brillantes y poniendo toda su atención en el de ojos claros. King no podía con esa carita de ángel que solía poner su esposa… así que, habló.

—Pues…fui con Helbram y pasamos por varias tiendas, quería comprarte algo bonito y de paso el también para su esposa. Así que se me ocurrieron esas flores y los chocolates, nada más. —King se metió el espagueti a la boca, masticando lento, quitándose la vergüenza de su ser.

Dian lo miró fijamente, con esa mirada violeta profunda. Senta que había algo más que King no quería decirle.

—Ah, ya veo. Que lindo eres, amorcito~. Ahora, quisiera saber, ¿por qué te pusiste tan nervioso? ¿Te acordaste de algo o qué ocurrió? —Tan directa como siempre Diane lanzó la pregunta.

El rostro de King se coloreó de un suave rosado, tosió un poco con el puño en su boca, luego descansó ambos brazos en la mesa, miró el florero en medio de esta y las velas. Quería ganar tiempo, más la mirada de la castaña no ayudaba mucho.

King no quería decirle, al menos no todavía. Pero, no quería que Diane se hiciera ideas raras, así que mejor optó por decirle la verdad. La vergüenza se la guardaría para después.

—Ve…verás…—King mordió su labio, y bajó una mano al bolsillo de su pantalón. Diane lo miró atenta, sin decir alguna otra palabra. King tragó duro y sacó algo de su bolsillo. —También…—soltó un suspiro — compré esto.

Una pequeña botellita relucía en la mano grande de King, Diane la miró con atención; no sabía muy bien que era.

—¿Puedo ver eso más de cerca? —Alzó su mano, con la curiosidad latente. King se volvió a sonrojar, pero se la entregó. Diane la inspeccionó un momento. —Oh, ¡aww! ¿Un perfume con olor a canela? ¡Qué lindo! King~ eres muy lindo, aunque no se porque esto debería de ser vergonzoso.

King se volvió a poner rojito, así que, sin más rodeos, le dijo directamente lo que era, a su esposa.

—Es un perfume afrodisiaco…—Diane lo miró, mientras tomaba un mechón de su cabello, algo confundida al ver cómo, poco a poco, el rostro del castaño se volvía, nuevamente, en un tono rojizo — y lo compré en una sex shop.

La boca de Diane se abrió formando una "o" perfecta, ante lo dicho por su esposo… eso no se lo esperaba, para nada. Lo más seguro es que su amigo peli verde le haya insistido.

—Vaya. —Fue lo único que formuló Diane, antes de abrir la botellita y olerla. King iba a gritar cuando vio como su esposa no dejaba de olerlo, y… se rociaba un poco en su dorso derecho de la mano. —Oh, huele muy bien~.

—Ay, no. Aún no era la hora para usar eso. —Murmuró el castaño, notando como su esposa sonreía un poco más, y un tenue sonrojo se apoderaba de sus mejillas.

Diane se encontraba embelesada con esa deliciosa fragancia de canela. De repente, sintió como "algo" le hacía cosquillas en su estómago hasta su parte baja, y estas cosquillas se hacían un poco más fuertes. Luego, se sintió bastante acalorada, miró a King, quien la observó con sorpresa y nervios. Diane dejó el frasco a un lado y se acercó a su marido, por alguna razón, tenía ganas de comérselo a besos ahora mismo.

—King~, —soltó una risita, acercándose más a su marido, hasta que se sentó en sus piernas. King volvió a tragar duro. —Gracias por el perfume, ha sido algo super bonito y no importa que lo hayas comprado en una sex shop, me gusta.

Diane estaba mordiendo su labio, mirando al castaño sonrojado, penetrándolo con la mirada. De repente, la mano traviesa de Diane agarró la grande de King, y la posó en su pecho, King, ya algo acalorado la miró con los ojos muy abiertos.

—Di…Di…Diane… —Tartamudeó, sin poder mover su mano del pecho de su esposa, Diane solo sonrió, tenía muchas ganas de besarlo en ese preciso instante, no sabía porque no lo hacía de una buena vez. —No…no hemos terminado la cena.

—¿Y? Yo ya quiero jugar un rato~. King, me siento demasiado acalorada, ¿me quitas el calor? —Diane lo miró con sus ojitos de borreguito, sacando levemente su labio inferior… King no podía resistirse a eso.

En cambio, el castaño estaba usando toda su fuerza de voluntad para no caer en la "Dianetentación". El quería terminar su cena, no terminar cenándose a su esposa. Pero, ganas no le faltaban para quitarle ese vestido rojo que se pegaba a su perfecto cuerpo y resaltaba todas sus curvas… ¡Maldita sea!

Diane bajó la mano de King, ahora, a su cintura y la otra igualmente la colocó ahí; fue acercando su rostro lentamente, al contrario, rozando su nariz con la del otro. King soltó un profundo suspiro cuando el aroma a canela rozó sus fosas nasales, ¿en qué momento se echó del perfume? No estaba seguro, estaba muy nervioso como para saberlo.

—Vamos, King, sé que quieres~.

Y vaya que, si quería, quería arrancar ese vestido de Diane y comérsela entera. Quería explorar su precioso cuerpo mientras ella rasguñaba su espalda y gritaba su nombre varias veces… Una pequeña excitación fue asomándose en sus pantalones, y, ya sin tener tanto control en si mismo, fue cuando decidió apoderarse de los labios rojos de su mujer.

Diane, contenta con que su esposo la tomara de la cintura y sucumbiera a sus encantos, siguió el beso, el cual se volvió algo más demandante. King tomaba firmemente de la cintura a la castaña, recorriendo con sus manos la suave espalda de la fémina. Diane enrolló sus brazos por le cuello de King, tomando su cabello y acariciándolo, mientras el beso se volvía más candente.

Las leguas de ambos jugaban sin cesar con la del otro.

A Diane se le ocurrió algo, así que, cuando sintió como la excitación de su esposo crecía un poco más, la castaña comenzó a dar pequeños brinquitos ahí, provocando los gemidos del castaño.

Ambos se separaron después de varios segundos, mirándose fijamente, comiéndose con la mirada, Diane se encontraba mordiendo su labio y King sonrió… ya no podía contenerse más tiempo.

—A…amor ¿Te parece si mejor vamos arriba?

La respuesta de Diane fue inmediata, y sin más, ambos guardaron todo, rápidamente para irse arriba y seguir. Sin más, King la esperaba al inicio de las escaleras. Diane corrió hasta a él y el castaño la atrapó, mientras ella rodeaba sus piernas en la cintura del contrario. Sin más, ambos se fueron directo a su habitación.

Segundos después, ambos se encontraban en la enorme cama, besándose y acariciándose. Las enormes manos de King recorrían con tanta lentitud las piernas de Diane, mientras, la fémina abría ese frasquito con olor a canela.

—¿Qué harás? —Preguntó King, parando lo que estaba haciendo.

—Quiero rociarte con esto… además, traje algunos chocolates~.

King la miró divertido. Luego de eso, Diane roció el cuello de King con ese perfume, haciendo lo mismo para con ella.

Justo cuando Diane estaba por quitarse su vestido, King la detuvo, queriendo hacerlo el mismo. La fémina no refutó, y se dejó hacer.

El castaño fue removiendo la prenda del cuerpo de su esposa, dejando un suave beso en el cuello de esta, estremeciéndola un poco. Luego, removió por completo el vestido de Diane, hasta que cayo al suelo, dejándola en ropa interior… notando que no llevaba nada tapando su zona íntima.

—Diane, que traviesa~.

Diane se sonrojó, al saber que su esposo notó que no llevaba la parte inferior de su ropa interior, solo se tapó su rostro con su cabello, no pudiendo decir nada más. Solo soltó un quejido cuando sintió como su marido besaba sus hombros y desabrochaba el sostén de su mujer, dejando que este cayera al suelo. Hizo que la fémina se diera la vuelta, estando vulnerable y desnuda frente a su esposo, frunció el ceño, quería que esto fuera parejo. King, notando sus intenciones, el mismo comenzó a desnudarse, quedando, ambos, desnudos.

Diane, lentamente, se recostó en la cama, pero, antes, alzó el brazo a un lado tomando una cajita de chocolates, entregándosela a King. El castaño la miró curioso, hasta que entendió todo.

Cundo hubo formado una línea de puro chocolate, en el cuerpo de Diane, King se relamió los labios.

Sn más, comenzó a comer cada trozo de chocolate, mientras iba besando a su pareja, pero se entretuvo más en besar los botones de los pechos de Diane, haciéndola soltar algunos gemidos por la tremenda excitación que aquello le provocaba.

King lamía y mordía ese botón rosado que tanto le encantaba, mientras Diane se retorcía de placer en la cama debajo de King.

Después, el castaño recorrió con su boca todo el torso de la fémina, hasta llegar a su ombligo, probando otro chocolate, dejándolo entre sus dientes, decidió darle un poco a su esposa posando aquel pedazo en sus labios, mientras, King, bajaba hasta la parte íntima de la castaña.

—¡King~! —Gimió, Diane, cuando el castaño introdujo un dedo en la entrada de su esposa, y lo comenzaba a mover lentamente para tortura de la contraria. Diane también quería jugar con él. Más no pudo, ya que, un segundo dedo fue introducido nuevamente, dejándole el doble de placer, provocando que arqueara su espalda.

Luego de jugar un poco, King se hizo hacia adelante, rozando su miembro erecto contra la entrada de la castaña, gimiendo ambos, luego, los labios de King fueron a parar a la boca de Diane, después bajó su boca besando el cuello de la oji violeta, apretando un poco su cintura, mientras la fémina rasguñaba la espalda de su esposo.

Jadeantes del más puro placer, ambos, aquella noche de San Valentín, consumaron su amor, entre besos y caricias, más la flamante llama de deseo que pudo haber existido en sus cuerpos.

Aquella noche, ambos, durmieron abrazados y desnudos entre las cobijas, con sonrisas adornando sus bellos rostros.

Qué bonito San Valentín.

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Fin del especial.

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(…)

Hola, banda. Hace mucho que no actualizaba para esta historia y lo lamento, la he dejado muy abandonada. Pero, como dije anteriormente, la voy a terminar si o sí.

Por esto mismo, les traigo un pequeño especial por este día. Espero les haya gustado. No me odien qwq por no actualizar en mucho tiempo, pero lo haré, pronto lo haré, ¿sí?

Ah, aunque siento que esto quedó medio escueto, pero quería hacer algo bonito y no dejar tan abandonado esto.

En fin, espero lo hayan disfrutado y por favor, ténganme paciencia qwq

Bye, bye.