p class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;"strongspan style="font-size: 12.0pt; line-height: 107%;"03: La Tercera Noche: El dulce sabor de la traición./span/strong/p
p class="MsoNormal"El sonido era ensordecedor. Varias docenas de caballos galopando, medio centenar de perros corriendo a la saga y ladrando, las alegres trompetas de reclamo, que parecían querer romper la quietud monacal de la mañana, el sol, que estaba brillante y el aire limpio. Respiré con fruición. En un día así, era un crimen permanecer encerrado en mi oficina; por un breve segundo compadecí a Karl, atrapado entre cuatro paredes, preparando una montaña de documentos para que yo los firmara… Reí. En un día así, ni la más oscura nube del pasado o del presente podría obscurecer mi ánimo. La excitación era evidente. Había ofrecido un saco de 20 monedas de oro a quien reclamar la pieza mayor, aunque obviamente, ése pensaba ser yo… Y lo fui. Pero no de la forma que esperaba. Oh no./p
p class="MsoNormal"Tras cazar un zorro, un venado y cuatro patos, comenzaba a preocuparme. En cualquier momento, un oso podría irrumpir en la floresta y quedar a merced del que le viera primero. Y ése, debería de ser el Emperador. No cualquier noblecillo de marras./p
p class="MsoNormal"Una conmoción, más adelante, vino a sacarme de mis felices cavilaciones./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad, Su Majestad! – Varias voces clamaban mi presencia./p
p class="MsoNormal"-¿Qué sucede ahora, Conde Pirnu?/p
p class="MsoNormal"- Su Majestad – dijo el Conde, que parecía tener los pelos de punta – ¡Se escuchan gemidos casi humanos! Parecen venir del lugar donde vuestra merced instaló sus trampas, esta mañana./p
p class="MsoNormal"Me agarré la frente con malestar. Las trampas estaban destinadas a coger un ciervo, un oso, o tal vez un jabalí… ¿Por qué demonios?/p
p class="MsoNormal"-¿Quiere que vayamos a revisar, Señor? ¿Mando un lacayo?/p
p class="MsoNormal"-Descuida, iré yo mismo – La verdad se había despertado mi curiosidad, y quería ser el primero en verlo – tal vez sea un animal, o algún pobre sirviente que tuvo la mala suerte de pasar por ahí, pero, sería extraño, debido a que es una parte deshabitada, que ha pertenecido a los cotos de caza del Emperador por decenios…/p
p class="MsoNormal"-Como usted ordene, Su Majestad – exclamó el Conde, haciendo una leve reverencia contrariada./p
p class="MsoNormal"Aparté unas matas con impaciencia, cuidando de no ensuciar mis botas en la parte más pantanosa del terreno. Había llovido hace un par de días, y la arcilla estaba blanda y resbaladiza. Desde ahí los quejidos se hacían más evidentes. Al cinto llevaba mi mejor cuchillo para reclamar la pieza, cualquiera que fuera el animal sufriente./p
p class="MsoNormal"-Todo lo malo le pasa a Rashta… - Decía una voz suave, en medio de sollozos - ¡Ay, mi pierna! ¡La pierna de Rashta duele mucho! ¡Ay!/p
p class="MsoNormal"No podía creerlo. En medio de un charco húmedo, una criatura muy joven y delicada, con larguísimo aunque enmarañado cabello color de plata, y los ojos más oscuros, tristes y enormes, se lamentaba con voz lastimera. Su tobillo había quedado cogido en la trampa, y un débil hilillo se sangre resbalaba hacia la planta del pie. De pronto, ella me vio y me miró directamente a los ojos como si de su igual se tratara. Sus facciones angustiadas se relajaron de inmediato./p
p class="MsoNormal"-¿Vas a ayudar a Rashta? ¿Has venido a rescatarme? – Su rostro se iluminó con una dulce sonrisa, llena de esperanza -¿Eres tú el noble héroe que salvará a Rashta?/p
p class="MsoNormal"-¡A mí, caballeros, ayudantes! – Di voces- Rápidamente varios hombres se acercaron con celeridad, Pirnu entre ellos, y luego, de observar de hito en hito, y con gran curiosidad a la mujer desconocida, se pusieron de inmediato a mis órdenes. Abrieron la trampa y pusieron a la muchacha en unas parihuelas de campaña, donde se quedó tendida, aún dando lastimeros suspiros o quejándose de tanto en tanto. Ésta no me quitaba la vista de encima, y parecía creer que yo era una especie de héroe o salvador. Le hicieron un vendaje provisorio para que su tobillo dejara de sangrar y le dieron un sorbo de cordial, para fortalecer y entibiar su cuerpo debilitado y frío, tras arroparla con una manta./p
p class="MsoNormal"-Creo que ha ganado la Cacería, Su Majestad – Susurró un Vizconde, por lo bajo, cerca de mi oído -span style="mso-spacerun: yes;" /span¡Es la pieza más grande y más insólita que alguien ha conseguido hoy, y en muchos años! -Agregó con un ligero dejo de sorna y celos./p
p class="MsoNormal"Lo dejé estar. En cierta forma, me sentía halagado. Era una muchacha realmente joven y hermosa. Con un no se qué de pureza etérea y angelical. Claro, no dejaba de ser desconcertante. ¿Qué hacia esa muchacha en mi coto de caza? La interrogaría apenas se sintiera mejor, a profundidad./p
p class="MsoNormal"Recordé que Navier, mi esposa, había estado ausente un par de días en una misión de Inspección diplomática. Mejor así, me dije. Las cosas estaban tensas desde hace algún tiempo, ya casi no podíamos hablar sin lanzarnos veladas saetas hirientes. Ella había aprendido a disfrazar de respeto su furia y su desacuerdo, y yo había aprendido a ignorar estas señales y a seguir conversando de cosas pueriles como si nada, pero era agotador. Me cansaba mantener la Pantomima del matrimonio feliz. Me pesaba la culpa de tantas cosas que ella no sabía, y que nunca le diría… Tal vez por cobardía, o tal vez, porque no quería perturbar la ilusión de nuestro acuerdo perfecto, ni perder la dignidad indiscutida de mi posición en el Imperio./p
p class="MsoNormal"De vuelta al Palacio, tras darme un baño caliente relajante, ideal para mis músculos, y ponerme ropa limpia, ordené que las Doncellas y Damas de compañía de la Emperatriz se encargaran de bañar y vestir a la muchacha desconocida. Karl me miró con sorpresa, pero no dijo nada, al fin y al cabo, mis órdenes son ley y nadie osa discutirlas./p
p class="MsoNormal"Cuando estuvo debidamente instalada, decidí hacerle una visita en la recámara para visitantes ilustres que se le había asignado provisoriamente. El barón Lant, a quien había ordenado encargarse del bienestar de Rashta, salió de la habitación, cerrando la puerta./p
p class="MsoNormal"-Es una hermosa y vivaz jovencita. Me recuerda a mi hija, que en paz descanse – añadió, sacando su pañuelo y enjugándose una lágrima./p
p class="MsoNormal"Entré, cogiendo con decisión el pomo de bronce dorado de la puerta. Asentí en silencio. Habían limpiado y refrescado debidamente la habitación. Estaba muy agradable, iluminada, olía bien y un alegre fuego chisporroteaba con brío en la chimenea. Me acerqué al lecho donde yacía la muchacha enferma. Pensaba interrogarla, pero las cosas no salieron como había proyectado./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad! – exclamó con dulzura - ¡Gracias por visitar a Rashta – Una gran sonrisa le iluminó el rostro. Sus diáfanos cabellos de plata brillaban, ahora que estaban limpios, cepillados y perfumados, y enmarcaban perfectamente sus delicadas facciones./p
p class="MsoNormal"-¿Cómo has estado? – No pude evitar dejar de lado las formalidades y seguirle el juego. Como al desgaire, cogí un sedoso mechón platinado y lo enrosqué entre mis dedos./p
p class="MsoNormal"-¡Rashta está mejor que nunca en su vida! – dijo con entusiasmo – La comida es deliciosa y le han puesto a Rashta un vestido muy bonito, ¡Mire, mire, Su Majestad! Levantó las mantas, descubriendo su ropa para que yo pudiera verla./p
p class="MsoNormal"Reprimí una risa, ante tanta elocuencia y locuacidad espontánea. Aunque para mis ojos no pasó desapercibida la figura curvilínea apenas velada por el vestido. ¿Qué me pasa? ¿Será que ha pasado tanto tiempo desde que estuve con Navier? Hacía mucho que no sentía un ramalazo de deseo. De pronto mi garganta se sentía seca. Cogí un vaso de agua de la mesita de arrimo y la bebí, apresuradamente./p
p class="MsoNormal"-A Rashta también le da sed, algunas veces – Aseveró con voz cantarina, aunque había algo en sus ojos, cierto conocimiento, madurez o ironía… Casi experiencia… Sacudí la cabeza, confundido. Sólo eran palabras inocentes, no una muda invitación – El Emperador es un humano también, aunque un humano magnífico./p
p class="MsoNormal"-Debo irme ahora, Rashta. No te agites y cuida de tu pierna./p
p class="MsoNormal"-Así lo haré. Su Majestad… ¿Vendrá a verme más tarde? -Ahí estaba de nuevo, ese brillo velado… Sacudí la cabeza, para despejarme y me alejé a paso vivo hacia la puerta./p
p class="MsoNormal"-Tal vez…- respondí rápidamente, y salí de allí./p
p class="MsoNormal"Acto seguido, me dirigí a mis oficinas. Ya había torturado lo suficiente a Karl, y los documentos oficiales se habían acumulado de forma alarmante. No me quedaba más remedio que ponerme a trabajar por un rato… ¡Pero cosa extraña! Mis pensamientos me traicionaban, pensando a cada rato en la muchacha herida, su sonrisa, su candor… Hasta sentí que me sonrojaba, cosa que había quedado en el olvido hace muchos años. Hasta mis secretarios notaron algo diferente en mí, y me sugirieron un retiro temprano antes de cenar./p
p class="MsoNormal"-Se ve cansado y distraído, Majestad – dijo Karl, amablemente – Mañana puede retomar sus actividades rutinarias, hoy puede acostarse temprano, después de un buen vaso de Cognac./p
p class="MsoNormal"Acepté la sugerencia, pero no pude comer con apetito. Tenía una mesa repleta de exquisiteces frente a mis ojos y al alcance de mi mano, como era habitual y acostumbrado… pero el hambre me rehuía. Tomé un par de copas de vino blanco, con el pescado a la plancha y el venado con trufas y ensaladas ligeras, rechazando comer más. Sentía la cabeza pesada - Estás cansado - me dije./p
p class="MsoNormal"Cuando iba a entrar a mi dormitorio, recordé la mirada ansiosa de Rashta. Esos ojos enormes y profundos como pozos de oscuridad – No debería – Musité para mí mismo – Pero ¿qué demonios? No soy un crio… Y soy el Emperador – me justifiqué. Los caballeros de la guardia de honor quedaron estupefactos cuando me vieron volverme sobre mis pasos, sin haber entrado al dormitorio, y se vieron forzados a seguirme en mi paseo nocturno./p
p class="MsoNormal"-Monten guardia en este pasillo – Ordené./p
p class="MsoNormal"-Como usted ordene, su Majestad./p
p class="MsoNormal"-Mi señor – La anciana doncella que había quedado a cargo de cuidar a Rashta, hizo una reverencia profunda, sin atreverse a levantar la vista./p
p class="MsoNormal"-Vuelve mañana temprano. Quiero conversar en privado con esta dama./p
p class="MsoNormal"-Como desee, Su Majestad – se marchó medio encorvada, sin volverse atrás./p
p class="MsoNormal"Hablamos un poco, y bebimos algo de vino aromático con especias. Su diáfano rostro parecía una rosa sonrojada. Terminamos por sentarnos en un cómodo sillón acolchado, juntos. Mis dedos jugueteaban con el lazo que ceñía su cintura. Era un vestido de tela muy delgada y vaporosa, blanco como la nieve, que combinaba con su cabello de plata, y acentuaba su aspecto angelical./p
p class="MsoNormal"-Rashta se siente muy honrada con la compañía de su Majestad… Es como el mejor regalo del mundo para Rashta – Dijo la joven, con ojos húmedos y expresión de arrobamiento./p
p class="MsoNormal"Era impresionante que admitiera una cosa así, sin disimulo ni cálculo de beneficio alguno./p
p class="MsoNormal"-¿Y qué opinas de mí? – Pregunté, sonriendo./p
p class="MsoNormal" style="tab-stops: 411.1pt;"Rashta me miró reconcentrada, fijando sus ojos en mi cara por un largo período de tiempo, mordiéndose el labio de vez en cuando./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad Sovieshu es el hombre más hermoso del Imperio!/p
p class="MsoNormal"Solté una carcajada, ante tamaño comentario imparcial. Claro, aún soy joven y guapo, por supuesto./p
p class="MsoNormal"-Rashta nunca había visto un hombre tan elegante y hermoso como usted, Majestad -la muy atrevida, deslizó sus dedos helados y un poco ásperos por mi rostro, enmarcándolo con las manos./p
p class="MsoNormal"De pronto nos quedamos sin palabras. Estábamos demasiado cerca… Una oleada de deseo me sacudió de nuevo. El aliento de la muchacha me cosquilleaba las mejillas y podía sentir el aroma perfumado de su cuerpo. Decidí salvar la distancia que nos separaba, besando sus labios melifluos que sabían a fresas. Ella se dejó hacer. Aceptó la invasión repentina de mi lengua. El interior de su boca era sedoso, me perdí en la sensación deliciosa de tomar algo nuevo, y casi prohibido… Pero que me pertenecía por derecho propio. Era claro que Rashta no era de noble cuna. Plebeya o Esclava Liberta, bien podía convertirse en una posesión más del Emperador./p
p class="MsoNormal"-Su Majestad… - Susurró, mientras recobrábamos el aliento./p
p class="MsoNormal"-Shhhh – Volví a besarla, mientras desataba los lazos que ceñían su vestido, y desabotonaba los diminutos botones de perlas que lo cerraban en la espalda. Era una labor tediosa, pero grata, que tendría su recompensa. La delicada prenda se deslizó hasta el suelo, con un susurro de sedas, cuando perdí los estribos y terminé por romperla./p
p class="MsoNormal"Estrujé sus abundantes pechos por sobre la transparente y delicada camisa de batista, atento a los gemidos de placer que premiaban a mis oídos, volviendo a besar, de tanto en tanto, esa boca suculenta. Mis manos deshicieron el lazo de sus calzones y se deslizaron adentro. La piel satinada de su vagina estaba húmeda. Era muy suave y delicada, y respondía bien a la caricia de mis dedos, que se hundían en ella. El pequeño botón engordaba por momentos, hinchado y erizado como una cría de mochuelo./p
p class="MsoNormal"-Eres mi pequeña presa de cacería – Susurré quedo en su oreja – Sólo a mi perteneces por derecho, y a nadie más, Rashta./p
p class="MsoNormal"-Ahhh, Su Majestad Sovieshu… - La senté sobre mis rodillas para seguir haciendo lo mismo más cómodamente y también morder sus pequeñas orejas y cuello./p
p class="MsoNormal"Mi miembro estaba dolorosamente erguido e inquieto. Especialmente al sentir su redondo y firme trasero frotarse cada vez que se revolvía y conmovía con mis caricias./p
p class="MsoNormal"Ya era demasiado. Me puse de pie y me quité las botas de una patada, también los pantalones, la chaqueta y la camisa, que ya tenía entreabierta. Tomé a la mujer en mis brazos para depositarla en el lecho. Sus ojos enormes me miraron en la oscuridad./p
p class="MsoNormal"-Te deseo ahora – Susurré, mientras cogía su barbilla puntiaguda./p
p class="MsoNormal"_-Rashta pertenece a Su Majestad, desde hoy – Aseveró en un susurro./p
p class="MsoNormal"Le quité lo que le quedaba de ropa, y literalmente, devoré sus pechos suculentos. Ella gemía y temblaba como presa de una fiebre. Mientras mis manos volvían a adentrarse en sus cavidades, sentí la suya desatando los cordones de mi calzón. Mi masculinidad estaba tan ansiosa que saltó fuera como un muñeco de resorte, y ni siquiera esperé a quitarme la ropa interior. La penetré casi con furia y me dediqué de inmediato a poseerla, así sin más, sin más preámbulo. Sus uñas arañaron mi trasero, debido al paroxismo que le producían mis embates. Sus pequeños aullidos no hacían más que enervarme. Minutos después, todo había terminado./p
p class="MsoNormal"Escuadriñé el rostro de Rashta. Parecía agradecida y contenta, y sonreía con dulzura complaciente, como si hubiera sucedido todo a su total satisfacción. ¿Por qué mi esposa no podía actuar de la misma manera? Le había hecho el amor por años y era como abrazar un carámbano de hielo. Se levantaba con el mismo recatado y digno continente, como si nunca hubiera sido mía, y los minutos pasados en el lecho hubieran sido parte de un sueño lejano./p
p class="MsoNormal"Casi siempre parecía observarme mesuradamente y pasar a otro tema más trascendente, como un Tratado de Comercio o las próximas actividades imperiales a acontecer en los días venideros. Siempre era "La fiesta de la Cosecha", "La Premiación de los Magos Destacados", o el "Banquete Imperial de Invierno". Nunca un: "Su Majestad ha estado magnífico", que era lo que parecían expresar los ojos oscuros y húmedos de esta mujercita, aún tumbada en el lecho y respirando con agitación./p
p class="MsoNormal"Me vestí con celeridad. Por alguna razón, pensar en Navier, le había quitado un poco la brillantez a mi aventura. Un ligero regustillo a culpabilidad, que me apresuré en exiliar de inmediato de mis pensamientos, me estaba agriando los minutos pasados en la cama de mi recién estrenada concubina. Me vestí rápido, y caminé con premura hacia la puerta. Ni una queja vino de esos labios carnosos color de rosa. Afuera esperaban las Doncellas reales, con un ligero gesto contrito, que ignoré. Por supuesto./p
p class="MsoNormal"-Traigan ropas nuevas para Lady Rashta – Ordené y miré como bajaban la cabeza casi hasta el suelo, así que agregué con malignidad – Las últimas están rotas./p
p class="MsoNormal"-Como desee su Majestad…/p
p class="MsoNormal"Ignoré una diminuta lágrima que rodó en la mejilla de la anciana doncella. No la castigaría por tan poco… Pero tendría que estar acostumbrada a recibir órdenes del Emperador y a obedecer sin chistar. Nunca he sido cruel. Tal vez por esta vez vamos a pasar de los latigazos, estoy de un ánimo magnánimo./p
p class="MsoNormal"Me alejé, pues, camino de mi oficina con la cabeza en alto./p
p class="MsoNormal"Soy el Emperador. Sólo a Dios he de dar cuenta de mis actos – Reflexioné, y luego olvidé el asunto para ir a entretenerme con los papeles que me esperaban, en compañía de Karl, que de seguro se estaría, a esta hora, jalando el cabello./p
p class="MsoNormal"FIN./p
p class="MsoNormal"El sonido era ensordecedor. Varias docenas de caballos galopando, medio centenar de perros corriendo a la saga y ladrando, las alegres trompetas de reclamo, que parecían querer romper la quietud monacal de la mañana, el sol, que estaba brillante y el aire limpio. Respiré con fruición. En un día así, era un crimen permanecer encerrado en mi oficina; por un breve segundo compadecí a Karl, atrapado entre cuatro paredes, preparando una montaña de documentos para que yo los firmara… Reí. En un día así, ni la más oscura nube del pasado o del presente podría obscurecer mi ánimo. La excitación era evidente. Había ofrecido un saco de 20 monedas de oro a quien reclamar la pieza mayor, aunque obviamente, ése pensaba ser yo… Y lo fui. Pero no de la forma que esperaba. Oh no./p
p class="MsoNormal"Tras cazar un zorro, un venado y cuatro patos, comenzaba a preocuparme. En cualquier momento, un oso podría irrumpir en la floresta y quedar a merced del que le viera primero. Y ése, debería de ser el Emperador. No cualquier noblecillo de marras./p
p class="MsoNormal"Una conmoción, más adelante, vino a sacarme de mis felices cavilaciones./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad, Su Majestad! – Varias voces clamaban mi presencia./p
p class="MsoNormal"-¿Qué sucede ahora, Conde Pirnu?/p
p class="MsoNormal"- Su Majestad – dijo el Conde, que parecía tener los pelos de punta – ¡Se escuchan gemidos casi humanos! Parecen venir del lugar donde vuestra merced instaló sus trampas, esta mañana./p
p class="MsoNormal"Me agarré la frente con malestar. Las trampas estaban destinadas a coger un ciervo, un oso, o tal vez un jabalí… ¿Por qué demonios?/p
p class="MsoNormal"-¿Quiere que vayamos a revisar, Señor? ¿Mando un lacayo?/p
p class="MsoNormal"-Descuida, iré yo mismo – La verdad se había despertado mi curiosidad, y quería ser el primero en verlo – tal vez sea un animal, o algún pobre sirviente que tuvo la mala suerte de pasar por ahí, pero, sería extraño, debido a que es una parte deshabitada, que ha pertenecido a los cotos de caza del Emperador por decenios…/p
p class="MsoNormal"-Como usted ordene, Su Majestad – exclamó el Conde, haciendo una leve reverencia contrariada./p
p class="MsoNormal"Aparté unas matas con impaciencia, cuidando de no ensuciar mis botas en la parte más pantanosa del terreno. Había llovido hace un par de días, y la arcilla estaba blanda y resbaladiza. Desde ahí los quejidos se hacían más evidentes. Al cinto llevaba mi mejor cuchillo para reclamar la pieza, cualquiera que fuera el animal sufriente./p
p class="MsoNormal"-Todo lo malo le pasa a Rashta… - Decía una voz suave, en medio de sollozos - ¡Ay, mi pierna! ¡La pierna de Rashta duele mucho! ¡Ay!/p
p class="MsoNormal"No podía creerlo. En medio de un charco húmedo, una criatura muy joven y delicada, con larguísimo aunque enmarañado cabello color de plata, y los ojos más oscuros, tristes y enormes, se lamentaba con voz lastimera. Su tobillo había quedado cogido en la trampa, y un débil hilillo se sangre resbalaba hacia la planta del pie. De pronto, ella me vio y me miró directamente a los ojos como si de su igual se tratara. Sus facciones angustiadas se relajaron de inmediato./p
p class="MsoNormal"-¿Vas a ayudar a Rashta? ¿Has venido a rescatarme? – Su rostro se iluminó con una dulce sonrisa, llena de esperanza -¿Eres tú el noble héroe que salvará a Rashta?/p
p class="MsoNormal"-¡A mí, caballeros, ayudantes! – Di voces- Rápidamente varios hombres se acercaron con celeridad, Pirnu entre ellos, y luego, de observar de hito en hito, y con gran curiosidad a la mujer desconocida, se pusieron de inmediato a mis órdenes. Abrieron la trampa y pusieron a la muchacha en unas parihuelas de campaña, donde se quedó tendida, aún dando lastimeros suspiros o quejándose de tanto en tanto. Ésta no me quitaba la vista de encima, y parecía creer que yo era una especie de héroe o salvador. Le hicieron un vendaje provisorio para que su tobillo dejara de sangrar y le dieron un sorbo de cordial, para fortalecer y entibiar su cuerpo debilitado y frío, tras arroparla con una manta./p
p class="MsoNormal"-Creo que ha ganado la Cacería, Su Majestad – Susurró un Vizconde, por lo bajo, cerca de mi oído -span style="mso-spacerun: yes;" /span¡Es la pieza más grande y más insólita que alguien ha conseguido hoy, y en muchos años! -Agregó con un ligero dejo de sorna y celos./p
p class="MsoNormal"Lo dejé estar. En cierta forma, me sentía halagado. Era una muchacha realmente joven y hermosa. Con un no se qué de pureza etérea y angelical. Claro, no dejaba de ser desconcertante. ¿Qué hacia esa muchacha en mi coto de caza? La interrogaría apenas se sintiera mejor, a profundidad./p
p class="MsoNormal"Recordé que Navier, mi esposa, había estado ausente un par de días en una misión de Inspección diplomática. Mejor así, me dije. Las cosas estaban tensas desde hace algún tiempo, ya casi no podíamos hablar sin lanzarnos veladas saetas hirientes. Ella había aprendido a disfrazar de respeto su furia y su desacuerdo, y yo había aprendido a ignorar estas señales y a seguir conversando de cosas pueriles como si nada, pero era agotador. Me cansaba mantener la Pantomima del matrimonio feliz. Me pesaba la culpa de tantas cosas que ella no sabía, y que nunca le diría… Tal vez por cobardía, o tal vez, porque no quería perturbar la ilusión de nuestro acuerdo perfecto, ni perder la dignidad indiscutida de mi posición en el Imperio./p
p class="MsoNormal"De vuelta al Palacio, tras darme un baño caliente relajante, ideal para mis músculos, y ponerme ropa limpia, ordené que las Doncellas y Damas de compañía de la Emperatriz se encargaran de bañar y vestir a la muchacha desconocida. Karl me miró con sorpresa, pero no dijo nada, al fin y al cabo, mis órdenes son ley y nadie osa discutirlas./p
p class="MsoNormal"Cuando estuvo debidamente instalada, decidí hacerle una visita en la recámara para visitantes ilustres que se le había asignado provisoriamente. El barón Lant, a quien había ordenado encargarse del bienestar de Rashta, salió de la habitación, cerrando la puerta./p
p class="MsoNormal"-Es una hermosa y vivaz jovencita. Me recuerda a mi hija, que en paz descanse – añadió, sacando su pañuelo y enjugándose una lágrima./p
p class="MsoNormal"Entré, cogiendo con decisión el pomo de bronce dorado de la puerta. Asentí en silencio. Habían limpiado y refrescado debidamente la habitación. Estaba muy agradable, iluminada, olía bien y un alegre fuego chisporroteaba con brío en la chimenea. Me acerqué al lecho donde yacía la muchacha enferma. Pensaba interrogarla, pero las cosas no salieron como había proyectado./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad! – exclamó con dulzura - ¡Gracias por visitar a Rashta – Una gran sonrisa le iluminó el rostro. Sus diáfanos cabellos de plata brillaban, ahora que estaban limpios, cepillados y perfumados, y enmarcaban perfectamente sus delicadas facciones./p
p class="MsoNormal"-¿Cómo has estado? – No pude evitar dejar de lado las formalidades y seguirle el juego. Como al desgaire, cogí un sedoso mechón platinado y lo enrosqué entre mis dedos./p
p class="MsoNormal"-¡Rashta está mejor que nunca en su vida! – dijo con entusiasmo – La comida es deliciosa y le han puesto a Rashta un vestido muy bonito, ¡Mire, mire, Su Majestad! Levantó las mantas, descubriendo su ropa para que yo pudiera verla./p
p class="MsoNormal"Reprimí una risa, ante tanta elocuencia y locuacidad espontánea. Aunque para mis ojos no pasó desapercibida la figura curvilínea apenas velada por el vestido. ¿Qué me pasa? ¿Será que ha pasado tanto tiempo desde que estuve con Navier? Hacía mucho que no sentía un ramalazo de deseo. De pronto mi garganta se sentía seca. Cogí un vaso de agua de la mesita de arrimo y la bebí, apresuradamente./p
p class="MsoNormal"-A Rashta también le da sed, algunas veces – Aseveró con voz cantarina, aunque había algo en sus ojos, cierto conocimiento, madurez o ironía… Casi experiencia… Sacudí la cabeza, confundido. Sólo eran palabras inocentes, no una muda invitación – El Emperador es un humano también, aunque un humano magnífico./p
p class="MsoNormal"-Debo irme ahora, Rashta. No te agites y cuida de tu pierna./p
p class="MsoNormal"-Así lo haré. Su Majestad… ¿Vendrá a verme más tarde? -Ahí estaba de nuevo, ese brillo velado… Sacudí la cabeza, para despejarme y me alejé a paso vivo hacia la puerta./p
p class="MsoNormal"-Tal vez…- respondí rápidamente, y salí de allí./p
p class="MsoNormal"Acto seguido, me dirigí a mis oficinas. Ya había torturado lo suficiente a Karl, y los documentos oficiales se habían acumulado de forma alarmante. No me quedaba más remedio que ponerme a trabajar por un rato… ¡Pero cosa extraña! Mis pensamientos me traicionaban, pensando a cada rato en la muchacha herida, su sonrisa, su candor… Hasta sentí que me sonrojaba, cosa que había quedado en el olvido hace muchos años. Hasta mis secretarios notaron algo diferente en mí, y me sugirieron un retiro temprano antes de cenar./p
p class="MsoNormal"-Se ve cansado y distraído, Majestad – dijo Karl, amablemente – Mañana puede retomar sus actividades rutinarias, hoy puede acostarse temprano, después de un buen vaso de Cognac./p
p class="MsoNormal"Acepté la sugerencia, pero no pude comer con apetito. Tenía una mesa repleta de exquisiteces frente a mis ojos y al alcance de mi mano, como era habitual y acostumbrado… pero el hambre me rehuía. Tomé un par de copas de vino blanco, con el pescado a la plancha y el venado con trufas y ensaladas ligeras, rechazando comer más. Sentía la cabeza pesada - Estás cansado - me dije./p
p class="MsoNormal"Cuando iba a entrar a mi dormitorio, recordé la mirada ansiosa de Rashta. Esos ojos enormes y profundos como pozos de oscuridad – No debería – Musité para mí mismo – Pero ¿qué demonios? No soy un crio… Y soy el Emperador – me justifiqué. Los caballeros de la guardia de honor quedaron estupefactos cuando me vieron volverme sobre mis pasos, sin haber entrado al dormitorio, y se vieron forzados a seguirme en mi paseo nocturno./p
p class="MsoNormal"-Monten guardia en este pasillo – Ordené./p
p class="MsoNormal"-Como usted ordene, su Majestad./p
p class="MsoNormal"-Mi señor – La anciana doncella que había quedado a cargo de cuidar a Rashta, hizo una reverencia profunda, sin atreverse a levantar la vista./p
p class="MsoNormal"-Vuelve mañana temprano. Quiero conversar en privado con esta dama./p
p class="MsoNormal"-Como desee, Su Majestad – se marchó medio encorvada, sin volverse atrás./p
p class="MsoNormal"Hablamos un poco, y bebimos algo de vino aromático con especias. Su diáfano rostro parecía una rosa sonrojada. Terminamos por sentarnos en un cómodo sillón acolchado, juntos. Mis dedos jugueteaban con el lazo que ceñía su cintura. Era un vestido de tela muy delgada y vaporosa, blanco como la nieve, que combinaba con su cabello de plata, y acentuaba su aspecto angelical./p
p class="MsoNormal"-Rashta se siente muy honrada con la compañía de su Majestad… Es como el mejor regalo del mundo para Rashta – Dijo la joven, con ojos húmedos y expresión de arrobamiento./p
p class="MsoNormal"Era impresionante que admitiera una cosa así, sin disimulo ni cálculo de beneficio alguno./p
p class="MsoNormal"-¿Y qué opinas de mí? – Pregunté, sonriendo./p
p class="MsoNormal" style="tab-stops: 411.1pt;"Rashta me miró reconcentrada, fijando sus ojos en mi cara por un largo período de tiempo, mordiéndose el labio de vez en cuando./p
p class="MsoNormal"-¡Su Majestad Sovieshu es el hombre más hermoso del Imperio!/p
p class="MsoNormal"Solté una carcajada, ante tamaño comentario imparcial. Claro, aún soy joven y guapo, por supuesto./p
p class="MsoNormal"-Rashta nunca había visto un hombre tan elegante y hermoso como usted, Majestad -la muy atrevida, deslizó sus dedos helados y un poco ásperos por mi rostro, enmarcándolo con las manos./p
p class="MsoNormal"De pronto nos quedamos sin palabras. Estábamos demasiado cerca… Una oleada de deseo me sacudió de nuevo. El aliento de la muchacha me cosquilleaba las mejillas y podía sentir el aroma perfumado de su cuerpo. Decidí salvar la distancia que nos separaba, besando sus labios melifluos que sabían a fresas. Ella se dejó hacer. Aceptó la invasión repentina de mi lengua. El interior de su boca era sedoso, me perdí en la sensación deliciosa de tomar algo nuevo, y casi prohibido… Pero que me pertenecía por derecho propio. Era claro que Rashta no era de noble cuna. Plebeya o Esclava Liberta, bien podía convertirse en una posesión más del Emperador./p
p class="MsoNormal"-Su Majestad… - Susurró, mientras recobrábamos el aliento./p
p class="MsoNormal"-Shhhh – Volví a besarla, mientras desataba los lazos que ceñían su vestido, y desabotonaba los diminutos botones de perlas que lo cerraban en la espalda. Era una labor tediosa, pero grata, que tendría su recompensa. La delicada prenda se deslizó hasta el suelo, con un susurro de sedas, cuando perdí los estribos y terminé por romperla./p
p class="MsoNormal"Estrujé sus abundantes pechos por sobre la transparente y delicada camisa de batista, atento a los gemidos de placer que premiaban a mis oídos, volviendo a besar, de tanto en tanto, esa boca suculenta. Mis manos deshicieron el lazo de sus calzones y se deslizaron adentro. La piel satinada de su vagina estaba húmeda. Era muy suave y delicada, y respondía bien a la caricia de mis dedos, que se hundían en ella. El pequeño botón engordaba por momentos, hinchado y erizado como una cría de mochuelo./p
p class="MsoNormal"-Eres mi pequeña presa de cacería – Susurré quedo en su oreja – Sólo a mi perteneces por derecho, y a nadie más, Rashta./p
p class="MsoNormal"-Ahhh, Su Majestad Sovieshu… - La senté sobre mis rodillas para seguir haciendo lo mismo más cómodamente y también morder sus pequeñas orejas y cuello./p
p class="MsoNormal"Mi miembro estaba dolorosamente erguido e inquieto. Especialmente al sentir su redondo y firme trasero frotarse cada vez que se revolvía y conmovía con mis caricias./p
p class="MsoNormal"Ya era demasiado. Me puse de pie y me quité las botas de una patada, también los pantalones, la chaqueta y la camisa, que ya tenía entreabierta. Tomé a la mujer en mis brazos para depositarla en el lecho. Sus ojos enormes me miraron en la oscuridad./p
p class="MsoNormal"-Te deseo ahora – Susurré, mientras cogía su barbilla puntiaguda./p
p class="MsoNormal"_-Rashta pertenece a Su Majestad, desde hoy – Aseveró en un susurro./p
p class="MsoNormal"Le quité lo que le quedaba de ropa, y literalmente, devoré sus pechos suculentos. Ella gemía y temblaba como presa de una fiebre. Mientras mis manos volvían a adentrarse en sus cavidades, sentí la suya desatando los cordones de mi calzón. Mi masculinidad estaba tan ansiosa que saltó fuera como un muñeco de resorte, y ni siquiera esperé a quitarme la ropa interior. La penetré casi con furia y me dediqué de inmediato a poseerla, así sin más, sin más preámbulo. Sus uñas arañaron mi trasero, debido al paroxismo que le producían mis embates. Sus pequeños aullidos no hacían más que enervarme. Minutos después, todo había terminado./p
p class="MsoNormal"Escuadriñé el rostro de Rashta. Parecía agradecida y contenta, y sonreía con dulzura complaciente, como si hubiera sucedido todo a su total satisfacción. ¿Por qué mi esposa no podía actuar de la misma manera? Le había hecho el amor por años y era como abrazar un carámbano de hielo. Se levantaba con el mismo recatado y digno continente, como si nunca hubiera sido mía, y los minutos pasados en el lecho hubieran sido parte de un sueño lejano./p
p class="MsoNormal"Casi siempre parecía observarme mesuradamente y pasar a otro tema más trascendente, como un Tratado de Comercio o las próximas actividades imperiales a acontecer en los días venideros. Siempre era "La fiesta de la Cosecha", "La Premiación de los Magos Destacados", o el "Banquete Imperial de Invierno". Nunca un: "Su Majestad ha estado magnífico", que era lo que parecían expresar los ojos oscuros y húmedos de esta mujercita, aún tumbada en el lecho y respirando con agitación./p
p class="MsoNormal"Me vestí con celeridad. Por alguna razón, pensar en Navier, le había quitado un poco la brillantez a mi aventura. Un ligero regustillo a culpabilidad, que me apresuré en exiliar de inmediato de mis pensamientos, me estaba agriando los minutos pasados en la cama de mi recién estrenada concubina. Me vestí rápido, y caminé con premura hacia la puerta. Ni una queja vino de esos labios carnosos color de rosa. Afuera esperaban las Doncellas reales, con un ligero gesto contrito, que ignoré. Por supuesto./p
p class="MsoNormal"-Traigan ropas nuevas para Lady Rashta – Ordené y miré como bajaban la cabeza casi hasta el suelo, así que agregué con malignidad – Las últimas están rotas./p
p class="MsoNormal"-Como desee su Majestad…/p
p class="MsoNormal"Ignoré una diminuta lágrima que rodó en la mejilla de la anciana doncella. No la castigaría por tan poco… Pero tendría que estar acostumbrada a recibir órdenes del Emperador y a obedecer sin chistar. Nunca he sido cruel. Tal vez por esta vez vamos a pasar de los latigazos, estoy de un ánimo magnánimo./p
p class="MsoNormal"Me alejé, pues, camino de mi oficina con la cabeza en alto./p
p class="MsoNormal"Soy el Emperador. Sólo a Dios he de dar cuenta de mis actos – Reflexioné, y luego olvidé el asunto para ir a entretenerme con los papeles que me esperaban, en compañía de Karl, que de seguro se estaría, a esta hora, jalando el cabello./p
p class="MsoNormal"FIN./p
