Los días del Colegio

Disclaimer:

Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Algunos párrafos e ideas pertenecen a la traducción del italiano al español de CCFS que maravillosamente han hecho en wattpad (vol. 1, segunda parte). Otros capítulos serán de mi autoría e imaginación para llenar cada semana de un relato de la historia de amor en el Colegio San Pablo entre Candy y Terry.

Capítulo 1

Los primeros encuentros.

Enero.

Amanecía, y por primera vez en días, Terrence Grandchester despertaba habiendo podido dormir unas horas. No podía recordar cuándo fue la última vez que pudo cerrar los ojos y abandonarse a un sueño profundo.

Antes del viaje, la emoción de imaginarse viviendo una vida distinta reencontrándose con su madre, lo había mantenido despierto por horas. Después, rechazado y adolorido, resignándose a seguir viviendo la misma vida bajo la autoridad de su padre, había regresado al mismo insomnio de antes. Pero esa noche algo pasó.

La última hora del año había permanecido de pie, anclado a un costado del barco; la oscuridad de la noche parecía ser un reflejo de la oscuridad que sentía en su interior.

La nada.

El vacío que sentía parecía haberse vuelto permanente.

Atrapado en su resentimiento, no escuchó los ligeros pasos que se acercaban hacia él, al mismo tiempo en que finalmente una lágrima comenzaba a salir en contra de su voluntad, dibujando un camino en su rostro. Se había jurado no llorar.

Sí, fue justo en ese momento que algo sucedió... Cerró los ojos evocando cada escena de la última noche...

Fue entonces cuando la vi... Entre la bruma, un rostro pálido, unos ojos fijos en mí me observaban con una mezcla de... ¿Temor...? ¿Duda...? Parecía mirarme como si me conociera.

Al darme la vuelta la figura entre la bruma se sobresaltó y comenzó a alejarse.

- ¿Hay alguien ahí? Mi voz resonó entre el silencio.

Tras unos segundos la dueña de esa mirada transgresora dio la cara.

- Lo siento... Yo no quería molestarte... Me pareció que estabas muy triste, respondió ella.

... Me había descubierto...

- ¿Que estaba muy triste? ¿Yo? respondí apuntándome con el dedo - ¡No es verdad! "Estoy muy triste" Ja ja ja ja…

Comencé a reír sin control, como si hubiera oído la mejor broma de mi vida. Ella me miraba confundida... Me estaba burlando de ella, con eso bastaría para ahuyentarla... ¿O no?

¡¿No?!

Seguía parada, mirando, casi sin pestañear. Me había escuchado, de eso estaba seguro. ¿Habría comenzado a dudar de las lágrimas que había visto?

- ¡Esa estuvo buena! Así que yo estoy triste... ¿Como si me quisiera lanzar al mar?

Silencio.

Lo mejor sería cambiar de tema.

- ¿Qué estás haciendo aquí caminando sola? En el salón hay una gran fiesta de Año Nuevo. Dije sonriendo con ironía, esperando cualquier respuesta.

- No me gustan mucho las fiestas.

- ¡Claro! Di mejor que nadie te ha invitado a bailar.

- ¡Te equivocas! Gruñó.

Me acerqué observando detenidamente su rostro, y fue entonces cuando las vi...

- ¿En qué estás soñando, pequeña pecosa?

¡Vaya! ... Había dado en el blanco. En segundos su cara confundida comenzó a mostrar una franca molestia. Así que... Las pecas ¿eh?

- ¿Pecosa...yo?

- Sí pequeña, siento decírtelo, pero eres muy pecosa. Me acerqué y silbé – Pero mira, en verdad hay una cara detrás de tantas pecas. ¡Pobrecita!

Comenzaba a verse realmente molesta, en su rostro ya no había confusión, probablemente ya no recordaba cómo había comenzado todo esto.

- No te ofendas Señorita Pecas, si te enojas se verán aún más.

Ella me lanzó una mirada cortante y respondió finalmente.

- ¿Y qué? Lo siento mucho por ti, pero a mí me gustan mucho mis pecas.

¡¿En verdad esta chica me había contestado?! Con ese comentario más de una ya habría amenazado con llorar. Bien, veamos hasta dónde consigue llegar.

- ¡Ya veo, por eso las coleccionas!

- Sí, y últimamente estaba pensando en cómo conseguir más. Imagino que tienes envidia porque no tienes ninguna.

Cielos.

- ¿Entonces también estarás orgullosa de tu naricita chata? Dije burlándome mientras hacía un recuento de cada una de los detalles que pudieran causarle alguna molestia.

- ¡Claro que sí!... Piensa que para tenerla así la aplasto a propósito todos los días. Dijo presionando su nariz con un gesto que jamás le había visto a ninguna chica.

Finalmente la había hecho rabiar, era difícil no reírse, sus caras eran tan divertidas. Había organizado mi siguiente ataque cuando...

- "Señorita Candy... ¿Es usted la que está ahí?"

Vaya momento de aparecer. El fiel guardián de cualquier señorita de sociedad viene por ella, por... ¿Candy?...

- Mejor me escapo antes de que me muerdas. Adiós... Señorita Pecas, ha sido divertido conocerte. Y me retiré silbando.

- ¡Mocoso atrevido!...

Una inexplicable sonrisa se dibujó en el rostro de Terrence mientras caminaba hacia su camarote.

Fue así como por fin pudo dormir.

Los tres días que siguieron, antes de llegar a puerto, no fueron iguales; el temor a ser descubierto por los ojos vigilantes de quien fuera que su padre haya encomendado a espiarlo, podrían estar en cualquier lado. Confinado en su habitación voluntariamente, recordaba la curiosa expresión de esa chica.

"¡Vaya que tiene pecas!" Pensó sin poder evitar sonreír al recordarla.

Finalmente, el Mauritania llegó a su destino; Terrence permaneció unos últimos instantes en el muelle con la mirada perdida. Candy pudo verlo a lo lejos, había algo tan triste en su imagen de espaldas que le oprimía el corazón. Él también la miró, simulando indiferencia mientras se marchaba.

Había vuelto. Quizás esperaba un recibimiento distinto. Entró a la mansión del Duque en Londres sin ningún cuestionamiento, hasta que sufrió un altercado con la Duquesa ante el silencio típico de su padre. Volver al colegio no sería tan malo después de todo. Pero eso representaba aceptar un destino que él no podía admitir. El destino del hijo bastardo de un duque.

Esa mañana la rabia que Terrence sentía buscaba salir generando turbulencias en la rígida disciplina del Real Colegio San Pablo.

El resto de los chicos estaba en misa, como cada inicio de mes. Había pasado tantos años ahí, que incluso sin haber participado, era fácil saber las actividades del día.

¿Qué tal una entrada triunfal?

Tratando de hacer el mayor ruido posible entró en la capilla y se recargó en una de las bancas.

- "Terrence G. Grandchester... ¡No sólo llegas tarde, sino que además tu comportamiento impide que otras personas puedan orar! ¡Es inadmisible! ¡Siéntate!" grito la hermana Gray haciendo temblar al resto del alumnado.

Terrence simplemente se cruzó de brazos y con aire burlón los contempló.

- "¿De qué te ríes Terrence?" Iba a volver loca a la hermana Gray.

- "Nada en particular. Sólo encuentro gracioso verlos a todos ustedes aquí rezando, a primera vista muy devotos, pero quién sabe en qué estarán pensando realmente..." Sonrió con un brillo desafiante en la mirada.

Candy nunca había visto a alguien así, la sola presencia de Terrence había provocado en ella un temblor incontrolable, si hubiera querido ponerse de pie y huir de ahí, no habría podido dar un paso sin parecer un venadito recién nacido, torpe y temeroso. Era difícil creer que era el mismo chico que vio de espaldas en el barco y que confundió con Anthony.

- "¡Terrence...!" Dijo la hermana Gray con tono amenazador.

- "¿Quiere decirme que me vaya? No se preocupe, no es necesario. No tengo nada por qué rezar.

Terrence echó su saco sobre su hombro y caminó lentamente hacia la salida. Candy no podía quitarle la mirada de encima, a pesar de haber desafiado abiertamente la autoridad y de esa pose arrogante, le seguía pareciendo que se veía muy triste.

- "Terrence..." Nuevamente la voz de la hermana Gray rompía el silencio que había causado la intromisión.

- "No se moleste hermana, ya sé que debo presentarme en la dirección, iré. ¡Adiós queridos estudiantes!" Y con una elegante reverencia se dio la vuelta.

Estaba por cruzar la puerta cuando por el rabillo del ojo algo llamó su atención. Había alguien vestido diferente. Un par de coletas y una cara graciosa complementaban su imagen... ¿Sería posible que fuera…?

La chica simplemente bajó la mirada.

Tan pronto como salió, las voces de los estudiantes resonaron como hervidero de grillos.

- "¿Quién es ese Terrence?

- "Es el hijo del Duque de Grandchester, pertenece a la nobleza..."

- "Es guapo ¿verdad? A todas nos lo parece, pero él no aprecia la compañía femenina. Es un tipo educado pero cínico, no asiste a clases pero obtiene las mejores notas y..."

- "¡Silencio!" La hermana Gray golpeó el altar tan fuerte que más de uno sintió un gran sobresalto. – "Si se han dejado llevar tan fácilmente por una distracción banal, quiere decir que sus mentes son débiles ante la tentación de dispersarse ¡La lectura de esta mañana será del doble! ¡No permitiré más interrupciones!"

Dos horas y media después Candy, completamente entumida, buscaba alejarse del tumulto. Si había podido soportar esa interminable lectura llena de sutiles amenazas para quien osara comportarse como Terrence, fue sólo gracias al recuerdo de Anthony.

Terrence G. Grandchester, ese era el nombre del chico que conoció en el barco. No había pensado volver a ver a ese chico de nuevo. Tan parecido y tan distinto de Anthony.

Eliza continuaba interrogando con un bombardeo de preguntas acerca de él al numeroso grupo de señoritas que la rodeaban. Sólo Candy se encontraba fuera de ese grupo. Eliza se las había ingeniado una vez más para convertirla en un elemento no grato; ninguna chica desafiaría a Eliza acercándose a ella. Sin embargo, Candy estaba feliz de que Eliza tuviera otra cosa en la cabeza.

Gracias a ese Terrence quizás Eliza se olvidará de mi por un tiempo…

Comenzó a adentrarse en el bosque pensando en las rígidas reglas que la rodeaban ahora, ni siquiera había podido acercarse a sus primos, en cuanto las hermanas detectaron que les agitaba la mano saludándolos con alegría a la distancia, la habían reprendido para el enorme regocijo de Eliza. No sería fácil convertirse en una dama.

Los árboles que la rodeaban parecían darle la bienvenida, definitivamente ese lugar comenzaba a transformarse en su favorito. Se sentó sobre una piedra y se quitó las botas para descansar sus pies. Sería tan agradable disfrutar de la paz del bosque con Stear y Archie… Y…

Si sólo Anthony estuviera todavía… Si nada hubiera ocurrido estaríamos los dos juntos caminando por este bosque. Si él estuviera…

- "¡Terrence!" Un grito se escuchó a la distancia.

- "¡Terrence! ¿Dónde estás?"

- "¡Terrence! La hermana Gray te ha mandado buscar ¡Está furiosa!

Terrence... ¿Qué acaso la gente de este colegio no habla de nadie más?

De repente un rumor… Detrás de un árbol apareció la figura de Terrence. Distante e imponente, con una mirada fría que pareció atravesarla, mirando más allá de ella.

Candy sólo atinó a incorporarse mientras lo veía alejarse con rumbo al edificio principal.

Ni una sola palabra ¿No me recordará?

Las campanadas que anunciaban el inicio de las clases comenzaron su repicar. Candy debía llegar antes de que dejaran de sonar. Pesadamente se levantó y se dirigió hacia la clase con un suspiro de resignación.

Los días siguientes Candy continuó realizando su nueva rutina. Se levantaba, se aseguraba de usar el uniforme correcto, se dirigía a clases y en cada oportunidad que tenía, corría al bosque para pasar un rato de tranquilidad lejos del rechazo de sus compañeras de clase. Esa tarde no era la excepción, caminó lentamente internándose en el bosque.

Repentinamente, desde el fondo de la vegetación llegó el sonido de unos cascos. Candy contuvo el aliento. ¡Oh no! No se había equivocado, era el mismo sonido… De aquel día, un caballo galopando. El sonido se iba haciendo más y más intenso, se acercaba hacia donde ella se encontraba con más y más rapidez. En un segundo la mente de Candy regresó velozmente al pasado, a ese fatídico día que cambió todo.

¡No! ¡No vayas tan rápido! ¡No, Anthony!

Un caballo corría justo frente a ella. No pudo ver al jinete, sintió que tenía que cerrar los ojos, no quería verlo a él cabalgando. No otra vez.

¡Detente por favor!¡Hay una trampa! ¡No vayas por ahí! ¡Anthony!

Candy corrió hasta que logró rebasarlo y ponerse frente al animal, abrió los brazos, pero éste parecía no disminuir su paso.

- "¡Detente!"

En ese momento Candy gritó fuera de sí, perdiendo el sentido.

¿Qué ha sucedido?

Candy se sentía envuelta en una nube de ensueño. Alguien la observaba con aire de preocupación, una mirada casi bondadosa y transparente. Se parecía mucho a Anthony, era como Anthony.

- "¿Anthony?"

Aún aturdida pronunció en voz alta ese nombre y cuando por fin tuvo el valor de abrir los ojos, sintió cómo su cuerpo se estremecía y sus ojos se abrían como dos enormes platos, cuando descubrió que quien la observaba era nada menos que Terrence G. Grandchester.

- "En realidad mi nombre es Terrence" dijo con altanería en su voz – "No me llames con un nombre tan banal y común como ese." Rápidamente se incorporó y miró a Candy con cierto desdén.

Candy se puso de pie con rabia en el rostro.

- "¿Banal? ¡Es un nombre bellísimo! ¿Terrence dices? ¿Qué clase de nombre es ese?" respondió intentando provocar una reacción de desagrado en el muchacho que acababa de insultar el nombre de su querido Anthony.

- "Es el nombre de tu salvador" dijo Terrence sonriendo burlonamente.

- "Mi… ¿Mi salvador?"

- "Así es, me hice cargo "tiernamente" de ti desde que te desmayaste."

- "¿Te hiciste… cargo? ¿De... Mí?" Candy se dio cuenta que era verdad, todo se había oscurecido después de escuchar el trote del caballo, cuando lo tuvo a unos metros de sí. Con las mejillas enrojecidas alegó – "¡¿Qué cosa hiciste?!"

- "Pues verás, te abracé fuertemente ya que no podías mantenerte en pie, y entonces…" Terrence entornaba los ojos poniendo cara de inocencia.

Candy comenzó a manotear incrédula.

- "¡Eso no puede ser!"

Terrence comenzó a reír tal y como lo hizo esa noche en el barco.

- "Estoy bromeando por supuesto… Mis principios me permiten únicamente ser amable con chicas hermosas." Dijo aun riendo y saltando sobre su caballo blanco. Poco después desapareció de la vista de Candy.

Candy se quedó parada viendo cómo se alejaba.

Demonios, debí haberle respondido algo como "Menos mal que no soy hermosa" "¿Quién quisiera tus atenciones? ¡Yo no!" "Mucho mejor quedar desmayada en el bosque que recibir una gentileza tuya" pero era demasiado tarde, tan rápido como llegó, Terrence había desaparecido.

Lo que realmente la enfadaba es que nuevamente había creído que se trataba de Anthony. ¡Nadie podía ser como él! Bueno, sólo el príncipe de la Colina, pero él estaba muy lejos, cerca de su hogar en América junto con el verdadero Anthony. De ellos la separaba un inmenso mar y varios días en barco.

Suspirando pensó que Terrence parecía no recordarla, quizás no había registrado su encuentro esa fría y brumosa noche. Desafortunadamente, ella sí que lo recordaba.