Los días del Colegio
Disclaimer:
Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Algunos párrafos e ideas pertenecen a la traducción del italiano al español de CCFS que maravillosamente han hecho en wattpad (vol. 1, segunda parte).
Este capítulo tiene escenas que pudimos ver en el anime, que por supuesto no me pertenece, sino a sus autoras; y lo he mezclado con un par de ideas mías para celebrar el cumpleaños de Terry con el único fin de pasar un rato agradable.
Capítulo 6.
Feliz Cumpleaños Terrence.
¡Demonios!
Terrence salió de la biblioteca aburrido y frustrado.
Ni un solo día fue como lo imaginó, pensaba que tal vez esas sesiones podrían haber sido por lo menos divertidas… Sin embargo, eso de haber usado el argumento del "salvador" para mofarse de Candy, parecía haberse vuelto en su contra y ahora la vida se reía de él, convirtiéndolo realmente en su rescatador una y otra vez, hasta que la situación fue insalvable.
Esas sesiones podrían haber sido… Bueno, él esperaba que fueran… Que fueran… ¿Qué?
En realidad, no sabía para qué había armado todo ese lío de las sesiones en la biblioteca.
Lo único que Terrence sabía, es que cuando Candy estaba cerca, él se sentía tranquilo. No podía explicarlo, simplemente el dolor y la soledad paraban momentáneamente durante esos breves encuentros. Pero todo había salido mal, y ahora él sólo quería fumar un cigarrillo y quizás cabalgar un rato. Eso era lo que hacía para sentirse mejor, así que decidió dirigirse hacia los establos.
Comenzó a caminar en esa dirección cuando vio a Archibald y Alistear arrastrándose detrás de los arbustos que rodeaban el jardín de la biblioteca. – "Pero ¿qué rayos les pasará a esos dos? Deben estar tan locos como esa Tarzan ¿Será una cosa de americanos?"
Y es que Candy era un misterio. Día tras día, durante esas cuatro sesiones, la sorprendió mirándolo; eso no le era extraño en lo absoluto, Terrence sabía que llamaba la atención de las damas, pero Candy no parecía mirarlo de esa manera.
No.
Por lo general las chicas de su edad lo miraban con insistencia esperando algo de él, hacían evidentes sus miradas y sus sonrisas, batían sus pestañas pesada y "seductoramente", o reían tontamente de cualquier simpleza, con el único fin de que él las notara.
Pero Candy no, a Candy parecía importarle un comino que él notara o no, que lo miraba.
A eso se le unía una serie de confusos gestos. Lo miraba detalladamente por minutos y después simplemente arrugaba la nariz o achicaba los ojos; otras veces la veía sacudir la cabeza como si descartara alguna idea que se le ocurría ¿Qué rayos podría estar pasando por la mente de una mona con pecas, combativa y entrometida?
Definitivamente parecía ser de otra especie. No se parecía a ninguna chica que hubiera conocido jamás.
Finalmente llegó al establo, aún indeciso acerca de si ir hacia los dormitorios para vestir su traje de equitación, o mejor subir a un árbol y fumar un cigarrillo mientras caía la tarde.
Decidió hacer algo distinto, abrió la puerta donde se encontraba Teodora y acarició cariñosamente a su yegua, hasta que lentamente dejó de preguntarse qué había, o qué no había sucedido, en esas sesiones educativas en compañía de Candy… Y de la Hermana Clara.
Habían pasado ya unos días del desafortunado encuentro de la biblioteca y Candy por fin se sentía un poco más confiada para salir y dar un paseo por el bosque. Había intentado no pasar por allí para evitar volver a sentir esas cosas extrañas que la atacaban en presencia de ese chico que, por su parte, parecía divertirse sobremanera metiéndola en problemas y burlándose de ella. Por fin había vuelto a dormir plácidamente y no estaba dispuesta a regresar a esas noches de insomnio haciéndose preguntas que no podía contestar.
Fue así como esa mañana del quinto domingo del mes, se animó a dar un paseo a pesar de que la Hermana Margaret le había aconsejado invertirla estudiando las lecciones de la semana dentro de su habitación. Todo se veía tan solitario.
El resto de los estudiantes habían sido convocados por sus familias para salir del Colegio. Por supuesto, a Candy no la había convocado ni su tutor legal, ni ningún otro familiar Andley por lo que no había logrado salir de allí. De forma contraria, Archie, Stear y los chicos Leagan, habían sido llamados por la Tía Abuela Elroy que había llegado a Londres ese fin de semana.
Los Cornwell se habían sentido extremadamente molestos por dejar a Candy en el Colegio, pero no estaba en sus manos hacer algo al respecto. Acordaron intentar convencer a la Tía Elroy para que diera permiso a Candy de acompañarlos por la tarde. Con esa promesa se despidieron de su prima, no sabían que esa sería una misión imposible de cumplir.
Así fue que Candy terminó sola… De nuevo.
Aún triste y sintiéndose un poco abandonada, atravesó los jardines exteriores. Algo nerviosa llegó a la Falsa Colina de Pony, sintiendo un gran alivio al ver que Terrence no estaba ahí. El nerviosismo que sentía en su presencia era algo que no había comentado con nadie…. ¿A quién se lo podría compartir?
¡Qué difícil era no poder hablar con alguien de cosas como esa!
Stear y Archie jamás entenderían a qué se refería cuando decía que la presencia de Terrence la alteraba; y no sólo eso, ambos se alarmarían al saber que ella y ese aristócrata delincuente y fanfarrón – como Archie solía llamarlo –, compartían un lugar en común. Probablemente le aconsejarían no volverá a la Falsa Colina de Pony y eso sólo la haría sentir peor.
No, definitivamente no eran una opción.
Rápidamente sus pensamientos se dirigieron a Annie, sería tan agradable volver a tener cerca a su amiga.
Si ésta fuera la Colina de Pony y Annie estuviera conmigo como antes, sería tan feliz. ¿De qué me sirve un quinto domingo si no tengo a nadie con quien compartirlo?
De pronto un olor a tabaco la sacó de sus pensamientos.
- ¡Terrence!
Muy cerca del arbusto favorito de Candy, Terrence había decidido reposar entre la hierba, lejos de la mirada de cualquiera.
- "No tartamudees ni mires con envidia, si quieres puedo convidarte." Dijo él tratando de provocarla.
La mirada de desaprobación de Candy lo incomodó un poco, así que decidió desviar la conversación.
- "¿Qué haces aquí pudiendo salir a pasear en el quinto domingo? Me parece que tenías una cita con la Biblioteca Británica."
- "¿Por qué estás tú aquí?" Candy utilizó la misma táctica, no quería volver a recordar esos penosos momentos frente a él en la biblioteca.
- "Muy simple, estoy aquí porque me gusta mucho quedarme solo en el Colegio."
- "Estás loco. Ya te he dicho que no vengas aquí a fumar, es más, ¡No puedes venir aquí sin mi permiso! Este es un lugar muy especial para mí."
Dicho esto, Candy dio media vuelta y se fue.
Definitivamente esa mañana ya había sido suficientemente mala sin sus cada vez más frecuentes enfrentamientos con Terrence.
Él por su parte, simplemente apagó su cigarrillo y se marchó de la colina.
Ya en su habitación, Candy no podía dejar de sentirse sola.
Los abandonados somos ese chico rebelde y yo ¿Puede ser que haya alguien más que nosotros?
Pasaron algunos minutos cuando unos toques insistentes en su puerta la sacaron de su soledad.
¿Quién golpeará a mi puerta? ¿Será Terrence?
¡No pienso abrir!
- "¡Candy, ábreme! ¡Apúrate, hay un coche esperando por ti!" Era la Hermana Margaret quien llamaba.
Tropezándose con todo, y sin zapatos, Candy abrió la puerta.
- "¿Quién ha venido a buscarme?"
- "Por su acento, parecería ser alguien americano."
- "¿En serio? ¡No me diga más Hermana, prefiero guardarme la sorpresa!"
En menos de cinco minutos Candy se había puesto presentable y tocaba ya la puerta de la sala de visitas. ¿Quién sería la persona que la esperaba? ¿Al final el Tío Abuelo William habría venido a conocerla?
No había contestado una sola de sus cartas, y con la Tía Abuela reunida con sus primos y Annie, sería muy difícil que se tratara de él ¿Pero entonces quién…?
¿Sería alguien del Hogar de Pony?
Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras escuchaba el permiso para entrar en la habitación.
- "Hola Candy."
- "¡Señor Britter!"
- "Supe que estabas aquí sola en tu primer quinto domingo. Eso no está bien. Daremos un paseo."
- "¿Y Annie?" Por un momento Candy quiso creer que su amiga había venido a buscarla también.
- "Annie está con la Señora Elroy." El Señor Britter sintió cómo se encogía su corazón al ver la mirada de tristeza de Candy, parecía tan solo una niña pequeña.
- "Ahora entiendo por qué no me llamaron."
- "¿A dónde quieres ir? Te llevaré a pasear a donde tú quieras."
- "Quiero ir a un lugar abierto, tengo muchas ganas de gritar."
- "Muy bien. Vamos hacia Ascot.*"
¿Qué cosa será ese lugar?
¡No importa! ¡Cualquier lugar será mejor que estar aquí encerrada!
Ambos estaban tan entusiasmados que no notaron que eran observados por alguien.
Después de un ameno y largo recorrido el señor Britter y Candy llegaron a su destino.
- "¿El Hipódromo?"
- "Sí, aquí puedes gritar todo lo que quieras. Además, correrá un caballo que han traído de América. Debes conocerlo, proviene de un rancho muy cercano al Hogar de Pony. Es de los Stevenson."
- "¡Qué emoción! Seguro será el mejor, ¡Es del rancho de Tom!"
- "Veo que conoces a sus dueños. Se llama Pony Flash."
- "¿Podemos ir a conocerlo?" Candy sentía que un pequeño pedazo de su hogar había venido a visitarla a Londres.
- "Claro Candy, acerquémonos a verlos. La carrera comenzará en unos veinte minutos."
Dicho esto, se dirigieron a la planta baja donde se encontraban los bellísimos ejemplares.
- "Ese debe ser Pony Flash. Estoy segura que Tom lo preparó muy bien. ¡Se ve casi tan hermoso como veloz! ¡Vamos Pony Flash!"
Candy sintió una presencia a sus espaldas. El olor a tabaco comenzó a envolverla, se dio la vuelta molesta.
¡¿Qué acaso todos los ingleses confundían su humanidad con una chimenea?!
Sorpresivamente se encontró con los profundos ojos azules de Terrence y su sonrisa burlona.
- "¡Tú! ¿Qué haces aquí?"
Ignorando la pregunta, que honestamente le sería muy difícil de explicar, Terrence se dirigió a ella con altivez. – "Estás equivocada pequeña pecosa, ese definitivamente no es el nombre de ese caballo."
- "¿No?"
- "Claro que no, este caballo es un pura sangre; se llama Royal King y es el favorito en la próxima carrera. Por supuesto, es inglés."
Pero en verdad que es fanfarrón.
- "Entonces si ese es el nombre de ese caballo ¿Cuál es?"
- "Me parece que es ese burro de allá." Riendo Terrence agregó – "Se parece a ti, cubierto de pecas de la cabeza a los pies."
- "¡Terrence! ¡Arghhhh! ¡Seguro corre muy ligero y eso es lo único que importa!"
Una idea pasó por la cabeza de Terrence.
- "¿Quieres apostar conmigo?" dijo alzando una ceja maquiavélicamente.
- "¿Apostar?" Un escalofrío recorrió a Candy. Nunca le había gustado apostar, y tampoco sabía mucho de carreras de caballos. Terrence, por el contrario, se veía tan seguro de sí mismo, no había duda de que se la pasaba metido en lugares como éste, si no, ¿Qué otra cosa podía hacer cuando se saltaba las clases?
- "Sí. Mira, si ese jamelgo llegara a entrar tercero nunca más te llamaré Tarzan Pecosa, sino Señorita Candice White Andley, te lo prometo."
Candy no podía creer que él recordara su nombre… ¡Completo! ¡¿Por qué diablos si recordaba su nombre no lo usaba?! Se distrajo un momento pensando en la serie de apodos que ya tenía Terrence para ella, lo cual provocó que frunciera el ceño.
- "Es una promesa de inglés…" Terrence no comprendía a qué se debía el silencio de ella, nuevamente podía ver como su mirada se tornaba ausente y sus gestos no parecían ayudar.
Quizás no confiaba en su palabra, ese pensamiento lo incomodó. Por ello decidió incordiarla, eso siempre le sacaba una respuesta – "O ¿Es que no confías suficiente en él?"
- "¡Claro que confío en el caballo de Tom!" Respondió Candy con molestia.
¿Tom? Él aún estaba lidiando con la exaltada defensa que hizo del nombre "Anthony" y ahora la veía igualmente apasionada defendiendo al caballo de ¿Tom…?
Terrence se irritó de repente y decidió extremar su apuesta. – "Ya he dicho qué pasará si ganas, pero si el caballo pierde… ¡Serás mi esclava!"
- "¡¿Esclava?!" Candy abrió grandemente los ojos.
- "Así es, cuando quiera fumar en "tu" colina me encenderás el cigarrillo, si no tengo ganas de ir a clase me dejarás en paz, si tengo sed me servirás el té…"
- "¡Pfff! ¡¿Quién querría hacer algo así?!" lo interrumpió Candy.
Definitivamente este tipo está loco.
- "Si le tienes tanta confianza al caballo no tienes nada que perder ¿No lo crees?" Terrence la miraba con un gesto tan burlón como desafiante. Si era la mitad de orgullosa que el Elegante, no podría negarse a esa apuesta.
- "¡Apostado!"
- "De acuerdo pecosa." Terrece sonrió confiado.
Dicho esto, y viendo cómo se aproximaba el acompañante de Candy, él dio media vuelta y se dirigió a su palco.
¡Ay! Corre Pony Flash… ¡Corre por favor!
Pony Flash arrancó en el último puesto y Candy se llevó las manos a la cabeza.
Terrence desde su palco la observaba riéndose por lo bajo. – "¡Pobre!"
Candy era terriblemente ingenua si creía que tenía una oportunidad. Él había apostado en varias ocasiones y sabía que por lo menos tres caballos eran mucho más veloces que la mejor marca anual del caballo americano.
- "¡Mira Candy! ¡Pony Flash logró recuperar algunos lugares y llegó al cuarto puesto! Gritó animado el señor Britter logrando que Candy levantara la cabeza.
- "¡Ah! ¡Síííí! Casi los alcanza ¡Faltan tres lugares! ¡Tú puedes Pony… Hazlo por Tom! … Qué digo por Tom, ¡Por mí! ¡Vamos Pony Flash!"
El Señor Britter la miraba admirado por su entusiasmo, pero sin entender cuál era la urgencia de que ganara.
Finalmente, Pony Flash entró en cuarto lugar. Candy se veía bastante desanimada.
El Señor Britter había apostado doble a otro caballo que entró segundo, por lo que dejó a Candy unos momentos mientras iba a recolectar su propia apuesta.
Ella resignada se dio la vuelta buscando a Terrence. Si algo la describía, era su honestidad y su humildad para afrontar consecuencias. Con la cabeza baja caminó hacia las escaleras. Terrence la alcanzó bajando la larga escalinata que llevaba a los palcos; su cara de sufrimiento lo confundió: ¿Era en verdad tan malo acercarse a él?
Al menos, así había interpretado él la apuesta, no se trataba de servirle sino de… ¿De qué se trataba realmente esta apuesta?
- "¡Ahhh!" Suspiró Candy. – "Perdí la apuesta ¿Primero te lustro los zapatos?"
Molesto por sus propios pensamientos Terrence decidió renunciar a su premio. – "Desde aquí lo vi llegar tercero." Dijo indiferente.
- "Pero…"
- "Digamos que fue un empate, eh." Una vez dicho esto, y como era su costumbre, desapareció.
- "Terrence…"
- "Qué pena, cinco metros más y Pony Flash llegaba tercero." El Señor Britter le había aclarado cualquier duda al respecto; Terrence se había comportado como… Como un verdadero caballero inglés por segunda ocasión, quizás… Quizás Terrence no era tan malo como podía aparentar.
- "Gracias por todo Señor Britter, grité tanto que ya no tengo pensamientos tristes."
- "Candy, a veces pienso que, si hubieras entrado tú a la familia Britter, habríamos cambiado mucho…" Viendo la cara angustiada de Candy, el señor Britter prefirió no continuar esa idea. – "En realidad te invité para pedirte que cuides a Annie Candy; he preferido saludarte y pasar tiempo contigo porque sé que puedo confiar en ti."
- "La envidio un poco, por tener un padre tan bueno como usted. Haré todo lo que pueda por ayudarla."
Un silencio los envolvió a ambos en el camino de regreso.
Era casi de noche cuando Candy volvió al Colegio, el quinto domingo estaba llegando a su fin y antes de que regresaran a la rutina, quiso ir a la Colina de Pony a ver el atardecer.
Ahí se encontraba Terrence, recostado sobre el césped en silencio y, para su sorpresa, sin su típica nube de humo alrededor de él.
Candy ya no se sintió tan intimidada, decidió acercarse a él silenciosamente.
Por supuesto, Terrence ya la había escuchado aproximarse. Seguía un poco molesto por su actitud al perder la apuesta, pero ya nada de eso le importaba.
Ella lo observó detenidamente, de nuevo tenía ese aspecto tan triste y melancólico que le provocaba punzadas en el corazón. No sabía qué decir. De pronto, algo llamó su atención. Tenía un hermoso reloj de bolsillo en la mano.
- "No me digas que has decidido adquirir un reloj para ver cuánto tiempo pasas fuera de clase." Candy trató de sonreír un poco.
Terrence no se giró para verla, secamente respondió – "Es un tonto e inútil regalo."
- "Dios, Terrence… ¡Debes haber provocado que todos tus antepasados se retorcieran en su tumba! Ese definitivamente tiene que ser un muy preciado regalo inglés."
- "¿De qué estás hablando?" Terrence se incorporó un poco para mirarla sin entender qué había querido decir.
Candy lo había logrado, captó la atención del muchacho que la veía con cierta molestia y curiosidad en la cara.
- "Me parece que los ingleses son muy puntuales… Deben tener toneladas de relojes por todos lados recordándoles cada minuto que pasa."
- "¡Eso no es verdad!" gruñó Terrence, "¿Qué clase de ingleses conoces tú?"
- "Pues… He visto muchos, pero conocerlos… Hmm pues te conozco a ti."
- "¡Tú no me conoces!" una chispa de enojo se mostró en sus ojos.
- "¡Cielos! Cambias de humor como de ropa ¡¿Cómo haces para ser tan increíblemente insoportable?!" Candy esperaba una respuesta, finalmente había conseguido hacerla enfadar. Ante su silencio, continuó.
- "¡A los chicos como tú en el Hogar de Pony se les corregía con un par de noches sin las maravillosas galletas de la Hermana Lane! ¡A los más rebeldes se le sumaba una seria plática con la Señorita Pony! Pero Tú… ¡Oh, no! ¡Tú, mocoso malcriado! ¡Definitivamente sólo te arreglarías con un par de palmadas en el trasero!"
De inmediato Candy se sonrojó tanto como una roja manzana, y se llevó las manos a la boca ¡No podía creer que había dicho eso!
Los ojos de Terrence se abrieron enormemente y brillaron con picardía, definitivamente esas últimas palabras merecían una serie interminable de incordios.
- "¿Así que "palmadas en el trasero"? ¡Vaya Tarzan Pecosa! ¿E imagino que eres tú quien desearía estar a cargo de semejante castigo?" Terrence comenzó a reír sin parar, era lo más gracioso que había escuchado en su vida.
- "Nunca imaginé que quisieras hacerle eso a mi persona ¡Sí que me has sorprendido esta vez!" Continuó riendo tanto, que lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, ante una inmutable Candy que sólo atinaba a mirarlo sin nada que decir.
- "¡Ay! No puedo más Tarzan… ¡Mi estómago me duele!"
- "¡Pues deja de reírte y te dejará de doler!" Candy comenzaba a molestarse.
- "Muy bien Señorita Pecas… ¡Me has alegrado este día! Aunque sería aún mejor si se me ocurriera un nuevo apodo para ti… Definitivamente vale la pena agregar esta nueva mmm… Actividad a tu repertorio de mona." Terrence comenzó a carcajearse nuevamente, tanto, que dejó caer el reloj que sostenía.
Candy lo tomó con cuidado, era muy bello, tenía una serie de piedras preciosas de color azul y otras que parecían ser diamantes rodeando el escudo de los Grandchester. Lo reconoció de inmediato gracias al tomo que consultaba poco antes de que Terrence la sorprendiera mirando la historia de su familia. Lo abrió suavemente para verlo por dentro y alcanzó a leer la inscripción en la tapa:
A Terrence Graham
En el día de su cumpleaños
28-I-1913
Candy abrió grandemente los ojos.
¡Era el cumpleaños de Terrence!
Pero… ¿Por qué lo había pasado solo en un Hipódromo? ¿Por qué su familia no lo vino a ver?
¿Ese hermoso reloj había sido un regalo del Duque? Debía serlo, pesaba tanto como una piedra.
Terrence, notando el silencio, y anticipándose a la serie de preguntas que cruzaban la mente de esa chica, se levantó, tomó el reloj de sus manos y comenzó a alejarse.
Candy rápidamente reaccionó y corrió detrás de él.
- "¡Terrence!"
- "¿Qué quieres?" Contestó él, dándose la vuelta de manera amenazante.
- "¡Feliz Cumpleaños!" Dijo Candy alegremente, y le tendió su mano.
Terrence, confundido, vio la blanca y pequeña mano de Candy extendida a todo lo largo, y por un minuto dudó; bien podría ignorarla y retirarse sin decir una palabra. Sin embargo, esa no era la manera en la que había sido educado, un caballero no podía dejar a una chica con la mano tendida; finalmente suspiró resignado, y la tomó.
Una corriente eléctrica proveniente de ese suave toque los sacudió a ambos por unos instantes.
La mano de Candy era pequeña, tan suave, tan delicada y cálida.
La mano de Terrence, con sus lagos y elegantes dedos, era tan fuerte y agradablemente tibia.
Confundidos, mirándose fijamente a los ojos, sin saber qué otra cosa hacer, se soltaron lentamente y comenzaron a caminar hacia los dormitorios en forma automática. Ni siquiera les importó si eran vistos, por alguna de las hermanas, caminando juntos.
Cuando llegaron al patio exterior, cada uno tomó su camino sin decir una sola palabra.
Ambos, ya en sus habitaciones, recostados en sus respectivas camas, durmieron profundamente esa noche recordando la calidez de sus manos.
Notas:
*Ascot (Hipódromo).
El Hipódromo de Ascot es uno de las más antiguas sedes de los grandes premios de los circuitos ecuestres ingleses. Se localiza en Ascot, en el real condado de Berkshire a unas dos horas de Londres (en esos tiempos). Ha albergado en sus trescientos siglos a los caballos pura sangre y a la realeza británica que acude a sus prestigiosos eventos (Incluso existe un código de vestimenta y la entrada se permite a grupos selectos de invitados).
Como lo dice el nombre de este capítulo ¡Feliz cumpleaños Terry!
Sé que el capítulo anterior fue muy chiquito, lo escribí para poder encajar éste justo en la fecha exacta que, para mi buena suerte, cae en sábado y es en fin de semana cuando puedo publicar
Me inspiré en varios de los comentarios para la introducción de este capítulo pues sé que a varias les provocó duda tanta insistencia en la mirada de Candy y decidí escribir algo de lo que Terry estaba pensando.
Efectivamente, algo que hizo posible este cariño y complicidad entre ambos es que los dos son distintos, en un mundo de falsas poses e intereses. Así que, aunque Terry se dio cuenta del registro visual que hizo Candy de él, al final entendió que no es como otras chicas, lo intriga y lo sorprende con sus otras conductas.
Y es que creo que no todas miramos en forma embobada a la gente por ser bobas, lo que quise expresar es esa duda de Candy de por qué si Terry era tan "desagradable" podía serle atractivo y esas dudas existenciales de cuando somos adolescentes. En mi interpretación Candy era una soñadora empedernida, distraída, pero jamás tonta. Espero ir aclarando ese punto, agradezco los comentarios que me dicen que no les gusta mucho esta versión para irlos afinando.
Mis agradecimientos:
Dianley (este sí va un poquitín más largo), Dalia (aquí el festejo), Terry780716 (espero este capítulo te guste más), ELISA LUCIA V 2016 (me mataste de risa jajaja, creo que así lo miraría yo también), Phambe (gracias a ti por tu comentario, me encantaría poder escribir en francés, espero que no tengas muchos problemas en la traducción), Eli (gracias por tu review, espero haber dejado una idea más profunda al inicio del capítulo), skarllet northman (creo que a mí también me pasaría), Wendy Alfaro (ya irá descubriendo qué tanto es eso que siente), Stormaw, Vane W. G, Maquig (gracias chicas espero que les siga gustando el fic).
Gracias a mis visitantes anónimas, y a las invitadas (Guest) que me dejan un review. Por favor, no dejen de opinar, me ayudan a darle sentido a la historia, aclarar dudas, inspirarme, etc.
Sólo me resta decir feliz día, en el cumpleaños de Terry, para todas nosotras.
¡Buen fin y mejor semana!
