Los días del Colegio

Disclaimer:

Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Algunos párrafos e ideas pertenecen a la traducción del italiano al español de CCFS que maravillosamente han hecho en wattpad (vol. 1, segunda parte). Otros capítulos serán de mi autoría e imaginación para llenar cada semana de un relato de la historia de amor en el Colegio San Pablo entre Candy y Terry.

Capítulo 7.

FEBRERO

Encuentros nocturnos.

Corría sin parar. Sus piernas se movían tan veloces que por momentos sentía como si no tocara el césped a sus pies. El frío viento de febrero le recordaba que aún quedaba más de un mes de ese invierno que la había recibido en el colegio de Londres. Sentía sus ojos llenos de lágrimas a punto de desbordarse y no quería ser vista por nadie. No estaba acostumbrada a dejarse ver herida ante los demás. Pero ese día... Ese día había sido tan malo...

Un día con múltiples estrellas de color negro, es lo que hubiera dibujado en su diario.

Con dolor rememoró, sin parar de correr, cómo Eliza le había arrebatado la carta que con tanta alegría recibió, aquella carta que olía a América. Después, podía recordar las horribles palabras que había pronunciado tras haberla abofeteado al insultar la humildad de las condiciones que rodeaban al Hogar de Pony, su hogar, el verdadero y el único.

A Candy nunca le importó la sencillez de su pasado, sabía del amor que sus madres le mostraban con cada detalle y cada palabra que enviaban desde el orfanato hasta Europa. No, eso no le había importado en absoluto, ni la reprimenda de la Hermana Margaret que le recordó que la agresión no era propia de una señorita educada, aunque reconoció que Eliza había comenzado todo esto al arrebatar su carta y por ello la había reprendido con mayor dureza que a Candy.

Fueron las palabras que pronunció al emboscarla, al salir del área de esparcimiento de las chicas, las que habían lastimado su corazón, recordándole esa profunda herida que aún no podía sanar.

Estúpida huérfana. Eres la única aquí que se da el lujo de sonreír. Parece que ya olvidaste que gracias a ti no estamos todos en este lugar. Tú... ¡Tú estás usurpando el lugar de alguien que sin ti estaría aquí! ¿En verdad una simple y sucia carta, escrita al reverso de un sobre usado, es suficiente para que olvides que eres una asesina? ¡Una usurpadora y asesina es lo que eres! Qué derecho tienes de ser feliz ¿eh?

Y con esto Candy se encontró preguntándose si tenía derecho de ser feliz, de reír, de estar con Archie y Stear, de sentir el viento en su cara mientras olía la frescura del bosque, de sentir los rayos del sol, de dormir y despertar, de respirar y tener un buen día, se preguntó si tenía derecho a estar viva... Sin él...

El dolorido corazón de Candy no lo pudo soportar.

Antes de salir despavorida tras escuchar las palabras de Eliza y verla marchar, su mirada encontró los ojos de Annie. Al igual que ella, se había quedado pasmada escuchando el veneno correr por sus oídos. Annie simplemente cerró los ojos, y bajó la mirada.

De nuevo… La soledad.

Con las fuerzas que le quedaban llegó a la Falsa Colina de Pony, finalmente permitió que sus piernas dejaran de correr y se desplomó en el pasto frente a su arbusto favorito.


La nube de humo que recién exhalaba, le daba una extraña sensación a sus ojos, como si estuviera soñando.

Los últimos días habían sido duros para Terrence. En su cumpleaños había recibido un inútil reloj que no podía importarle menos, aunado a ello su padre le había enviado una parca misiva para hacerle saber que estaba al tanto de su fugaz viaje a Nueva York, y que dado que había regresado, se imaginaba el buen resultado que había tenido, que por supuesto esperaba que hubiera aprendido la lección, y que le prohibía terminantemente hacer de nuevo una niñería como esa.

- "Niñería..." Exhaló una bocanada de humo...

Odiaba el regocijo que imaginaba que había sentido su padre al escribir esa dulce misiva. ¿Prohibirle hacer niñerías? Estaba harto de recibir ese tipo de órdenes de su parte.

Se preguntaba una y otra vez si ese sería su destino, escuchar horas interminables de órdenes y deberes que no le importaba cumplir, sentir la soledad y el desprecio de su querida y noble familia, vivir cada día esperando que fuera el último... Al menos, el último rodeado de gente que no quería estar cerca de él, y que le despertaba un gran resentimiento en el corazón.

Lleno de intranquilidad había decidido pasar la tarde fumando arriba de uno de los árboles de la colina que, hasta hace un mes, había sido su refugio personal en soledad, y que ahora era visitado por una mona con pecas, parlanchina y curiosa.

Como si su pensamiento fuera un augurio, de pronto, una cabellera rubia apareció corriendo a toda velocidad, sollozando y murmurando palabras sueltas que no pudo entender y que, como una muñeca de trapo, repentinamente se había dejado caer en la suave alfombra verde que rodeaba la discreta colina.

- "Pero ¿Qué...?"

Sobresaltado, Terrence no atinó a mover un centímetro de su cuerpo. Su vida se había regido por la regla de no preguntar nada, para no tener que responder nada. Sus ojos quedaron enganchados a la espalda de Candy, que yacía sin moverse, congelada en un momento, en silencio.

Pasaron unos minutos que le parecieron los más largos del mundo. Comenzaba a preocuparse y se incorporó lentamente para iniciar el descenso, cuando la vio comenzar a mover un pie. Desconcertado miró cómo en cuestión de segundos Candy se levantaba, fuerte y ligeramente ¿sonriente?

La escuchó dejar salir todo el aire de sus pulmones de un solo golpe gritando a todo pulmón...

- "Gracias."

¡¿Gracias?! ¿Gracias de qué? Terrence no podía comprender qué había sucedido.

Como si Candy lo hubiera escuchado, comenzó a hablar con una voz tenue pero segura de cada palabra.

- "Tío Abuelo William... Yo estoy agradecida por esta gran oportunidad. Cualquiera sería inmensamente feliz de tener la vida que me ha sido dada sin pedirla. Yo prometo no llorar, seré fuerte hasta el final sin importar la crueldad de Eliza y Neal, ni la soledad, ni la lejanía de... ¡Mañana será un nuevo día! Hoy ya no queda nada más por hacer."

¿Agradecer la crueldad de una chica y un cobarde? ¿Estar agradecida por sentirse sola? Vaya, esta chica sí que debía estar loca, ser de otra especie o habitar en otro planeta.

Agradecer... Era una palabra que Terrence no recordaba haber tenido la necesidad de decir o pensar en los últimos años. Quizás en más de los que podía recordar.

La luz del atardecer comenzaba a envolver el horizonte con sus destellos. Candy y Terrence lo miraron sin perder detalle estando cerca, aún sin que ella supiera de su presencia.

Ese sería el primer atardecer que mirarían juntos en silencio, dejando simplemente pasar el dolor que había en ambos corazones.


Era tarde ya, pero Candy mantenía su promesa de escribir cada día unas hojas en su diario. No perdía la esperanza de algún día, podérselo mostrar al Tío Abuelo William, para que supiera todo lo que guardaba su corazón, y lo agradecida que estaba con él por haberla adoptado. Su vida había cambiado por completo a partir de ese capítulo y Candy sabía, que no volvería a ser la misma.

Había muchas cosas que contar. Revisó lo que había escrito en día anteriores, su primer quinto domingo y su primera carrera de caballos, la compañía del señor Britter, el encuentro con Terrence y el descubrimiento del día de su cumpleaños, su forma tan misteriosa de ser, a veces tan frío y otras tan cálido… como sus propias manos.

Terrence.

- "No, no… Debe haber algo más de lo que pueda escribir en mi diario." Candy sacudió graciosamente su cabeza y comenzó a morder nerviosamente su pluma antes de remojarla de nuevo en el tintero.

Candy aún no había escrito sobre Terrence en su diario, seguía sin entender por qué la intranquilizaba y cada vez que intentaba comenzar a hablar de él, algo más sucedía. Esta noche prefirió escribir sobre alguna otra cosa.

Se negaba a seguir pensando en ese difícil día. Podría escribir de Annie, sin embargo, era también un tema que le traía enorme tristeza. La actitud que le había visto hoy no era algo nuevo, para desilusión de Candy, la había podido observar en cada ocasión en que se topaban; ella trataba de evitarla a toda costa, sus ojos atemorizados huían de cualquier encuentro.

Candy decidió comenzar a escribir, era la única manera en la que había podido desahogarse en estos días de soledad.

¿Será posible comenzar de nuevo con una nueva identidad?

Annie ha ingresado a este mismo colegio y a pesar de que lo deseo con todo mi corazón, no puedo acercarme a ella.

¿Algún día podremos hablar como en los viejos tiempos?

Annie, yo no he cambiado y recuerdo mi promesa de cuidarte por siempre.

Si te tuviera frente a mí podría contarte todo lo que ha pasado:

Querida Annie.

Ahora me llamo Candice White Ardley, ese es el cambio más grande. Finalmente he sido adoptada pero no, no soy como tú Annie, tú tienes una mamá y un papá... Yo no los tengo. Mi tutor es el Tío Abuelo William, me gustaría hablarte de él y describirte cómo es, pero nunca lo he conocido ¡Increíble! ¿Verdad?

Un día sé que podré…

De pronto la puerta del balcón se abrió de golpe…

- "¡¿Qu… Quién está ahí?!" Un sudor frío recorrió la espalda de Candy.

Temerosa dejó la pluma sobre su diario para en seguida levantarse. Vio la sombra oscura de alguien que se tomaba de las cortinas para ponerse de pie sin éxito y se desplomaba dentro de su habitación.

Temblando acercó su vela hacia aquello que permanecía tirado en el suelo, sorprendiéndose y asustándose al mismo tiempo al descubrir que era…

- "¡Te… Terrence!" Candy contuvo el aliento y corrió hacia él - "¡¿Qué te ha sucedido?! ¡Estás sangrando!"

- "¿Qué haces aquí?" Terrence respondió confundido y desubicado. Miró el resto de la habitación, todo estaba distinto ¿Qué estaba pasando?

No, definitivamente no era su habitación.

- "Ya entiendo, es tu habitación Señorita Tarzan Pecosa, lo siento… Debe haberse equivocado."

- "¡Terrence estás todo cubierto de sangre! ¿Pero, qué hiciste? ¿Es grave?"

- "No es nada, sólo fue una pelea por algo estúpido. Eran muchos contra mí. Un tipo que iba pasando me ayudó y me trajo hasta aquí."

Terrence intentó levantarse, pero no tuvo éxito. Candy lo tomó del brazo para ayudarlo a recargarse en ella ¡Vaya que era pesado! Lentamente caminaron hacia el sofá de dos plazas. Permanecer en el balcón con las puertas abiertas era una llamada de atención para cualquiera de las rondas nocturnas.

Al llegar a éste, Candy lo acomodó lo mejor que pudo. Se quedó mirándolo, parecía que sufría. Terrence de inmediato se acurrucó en el sofá; tenía la camisa desgarrada, el labio partido y mostraba heridas que sangraban en brazos y piernas.

Dios mío ¿Y si tiene alguna fractura?

Candy se acercó a él con la intención de revisarlo. Cuando notó un peculiar olor.

- "¡Hueles mucho a alcohol, Terrence!" Lo reprendió mientras tapaba su nariz y boca con la mano.

- "¿Te parece?" Terrence río mientras soplaba sobre el rostro de ella – "¡A mí no!"

- "¡Eres un verdadero granuja! ¡Violaste las reglas!" Candy gritó mientras lo empujaba – "¡¿Hasta cuándo seguirás comportándote como un bribón?!"

- "¡Ay! Shhhhh" Se quejó mientras ponía un dedo sobre sus labios silenciándola – "Me iré pronto, sólo déjame descansar un momento aquí." Dijo Terrence sin intención de contestar su pregunta mientras cubría con su otra mano la pierna que había recibido la mayor de las heridas.

- "Dios mío ¡¿Eso fue con un cuchillo?!"

- "Sí, por supuesto…"

- "Trataré de curarte" Candy tomó una de sus sábanas y las rasgó tal y como hacía para fabricar su cuerda. Algo sabía de primeros auxilios, la Señorita Pony y la Hermana Lane procuraban siempre instruir a los niños mayores, en caso de que algo sucediera cuando ellas estaban ausentes.

Tengo que detener la sangre con un torniquete.

Pero ¿Por qué se comporta así? ¿Rebelarse hasta el punto de arriesgar su vida? Es un chico de una familia noble ¿Qué es lo que sucede con él? La última vez que lo vi parecía muy abatido a pesar de ser su cumpleaños y tener ese hermoso regalo en sus manos.

- "Más suave, por favor pecosa… Me haces daño" Dijo Terrence con una voz aterciopelada.

- "Hago lo que puedo ¿No ves que estás herido?" Dijo Candy mientras apretaba el torniquete en su pierna, ejerciendo un poco más de fuerza de la necesaria.

- "¡Ayyyyyy! ¿Estás segura de que no estás vengándote de mí Señorita Pecas?"

- "Soy Tarzan Pecosa, no te equivoques ¿Ya olvidaste lo que tú mismo dijiste el otro día?" En cuanto terminó la frase Candy enrojeció de vergüenza, pero ¿qué estaba diciendo?

- "¡Gracias por recordármelo, Tarzan Pecosa! Te aprendiste tu nombre. Debes tener buena memoria, eso fue hace semanas." Sorprendentemente Terrence recordaba perfectamente cada vez que se habían encontrado y cuánto tiempo había pasado desde aquella vez. Notándolo se removió incómodo en el sofá. – "Déjame un momento aquí. No te habría molestado si él no se hubiera equivocado…"

Candy comenzaba a preocuparse, la herida en la pierna de Terrence sangraba mucho y temía que se hubiera infectado.

¿Qué más puedo hacer?

Los primeros auxilios no parecían ser suficientes, además Candy no tenía ningún tipo de medicamentos en su habitación, y como si no bastara, Terrence olía tanto alcohol que sería imposible pensar en llamar a alguna de las Hermanas.

En ese momento Candy lo decidió, se metió en el baño unos minutos y se cambió de ropa.

- "Terrence, saldré a buscarte medicamentos."

- "¡¿Qué?! ¡Espera! … ¡Detente!"

- "No hables." Candy tomó una de las vendas improvisadas y la presionó contra su labio sangrante obligándolo a sentarse en el sillón. Suavemente tomó la mano de él y la colocó correctamente haciendo presión sobre su rostro.

Terrence se sintió mareado, debía ser la pérdida de sangre… O quizás era el toque de esa chica que, sin tener relación alguna con él, le brindaba cuidados que no había recibido jamás, no sin pedir algo a cambio.

- "Espera un momento aquí. Regresaré pronto, tienes suerte de que no sea una chica que se desmaya al ver sangre."

- "No… No lo hagas, te descubrirán." Terrence usó sus últimas fuerzas para hablar tan firme como pudo.

- "Deja de hablar… ¡Eres una especie de borracho transgresor de reglas! Sí ¡Un rebelde preocupado porque yo rompa las reglas y que, sin embargo, es algo que no para de hacer él mismo! Espera aquí y no te metas en más líos ¿Entendiste?"

Pensándolo bien, no era la primera vez que esta chica le daba una orden. Descolocado, Terrence guardó silencio unos minutos y la observó. Era toda una comandante pecas.

Candy le colocó una almohada detrás de la espalda y puso un dedo sobre los labios indicándole que se mantuviera callado… Y que guardara el secreto, ya que después de eso sacó su cuerda, enlazó una rama y desapareció en la oscuridad de la noche. (*1)

- "¡Qué chica tan... entrometida!" murmuró Terrence haciendo una mueca.

Habría que verla, ella es más Tarzan que el verdadero de las novelas… ¡Qué desastre haber terminado justo en su habitación! Si él no se hubiera equivocado, ya estaría descansando, y no provocándole problemas a una "chica mono" … Aunque si no hubiera llegado aquí…

Terrence no quiso pensar más, algo en el fondo de su ser le decía que lo mejor que le pudo haber pasado era haber llegado precisamente a esa habitación. Se tomó unos minutos para descansar, pero no puedo evitar quedarse profundamente dormido.


Mientras Candy tenía su reencuentro con Albert en las calles de Londres, Terrence volvía en sí, menos adolorido y con un poco más de fuerza.

¿Cuánto tiempo habré dormido? Parece que he dejado de sangrar, esa Tarzan Pecosa sí que es toda una pequeña enfermera… Terrence aflojó un poco el torniquete y volvió a intentar ponerse de pie. Con mucho trabajo logró llegar al balcón.

– "¡Vaya Tarzan! Apretaste tanto este torniquete que cualquiera pensaría que querías obligarme a permanecer en tu habitación… En realidad, si eso deseabas sólo tenías que pedirlo en lugar de tratar de amarrarme con una de tus lianas."

Terrence río para sí mismo, tendría que recordar esa frase para decírsela a Candy la próxima vez que la viera. Seguro le provocaría unos cuantos gruñidos, algunos gritos y más gestos, de esos divertidos que solía hacer cuando la hacía enojar.

- "¡Adiós Candy! … Y… Gracias." dijo Terrence a la habitación vacía, como si esperara que algo en ese lugar le comunicara su agradecimiento a Candy cuando volviera. Era muy arriesgado seguir ahí, y de ninguna manera quería causarle problemas a ella. No quería ni imaginarse lo que sucedería si alguna de las monjas llegara a entrar en la habitación.

Tomó aire, siendo consciente de que al final pudo recordar la sensación de un agradecimiento sincero, y se aventuró hacia el jardín.

Un par de horas después las coletas de Candy hacían su aparición en la entrada de su balcón.

- "Terrence… He regresado… ¿Terrence?" Candy lo llamó en voz baja.

No obtuvo ninguna respuesta. Cerró las puertas del balcón y se dirigió al sofá, pero no había rastros de él, ni siquiera una nota, nada. Iluminando la habitación vio el rastro de sangre que conducía al exterior.

- "¡Y pensar que le dije que se quedara quieto!" dijo arrojando la bolsa con remedios y echándose sobre la cama. – "¡Qué tipo!"

- "Me arriesgué tanto por ir a comprarle remedios ¿Y él qué hace? ¡Se va! ¡Así nada más! ¡Se fue sin siquiera despedirse! ¡Es un grosero!" Candy no paraba de refunfuñar mientras se acercaba al balcón.

Candy se sintió de pronto muy cansada, del otro lado del bosque todo era oscuridad. El edificio de los chicos tenía la misma apariencia que el de las chicas, debió haber sido por esa razón que Terrence se había desorientado y había terminado justo en su habitación. Si esto era así, él debía tener también una habitación especial.

¿Habrá llegado a su habitación sano y salvo? ¿Qué le pasará? ¿Por qué se habrá comportado así?

Candy recordaba perfectamente el semblante serio de Terrence cuando alguien sacaba a colación a su padre, recordaba el desdén con el que trató ese hermoso reloj con la dedicatoria y el escudo de su familia, y por unos instantes apareció frente a ella su triste silueta observando el océano.

Se quedó observando un momento más la oscuridad, estaba muy cansada, pero decidió continuar su desahogo un momento más en su diario.

He tenido la noche más impredecible. Después de un inconveniente que me llevó a las calles de Londres ¡He encontrado al señor Albert! Todavía me parece un sueño, pero es verdad, él está aquí

¡Qué alegría!

Me contó que luego de ser descubierto por el guardabosques de los Andley tuvo que dejar la cabaña, sus animales fueron enviados al zoológico de Londres, él se embarcó secretamente… ¿Será que fue un polizón? ¡Vaya! Sin embargo, me alegra que lo haya hecho.

La cabaña, la cascada, los animales del bosque… Si pienso en eso siento que las lágrimas comenzarán a salir por la nostalgia. El señor Albert no sabe nada sobre lo que habrá pasado con la mansión y el portal de las rosas.

Todas las personas que conocí en esa época han abandonado Lakewood, Anthony se sentirá muy solo allá… Cuando él estaba, esos lugares estaban llenos de vida.

¡Basta! Hoy no quiero recordar esas cosas tristes. Hoy es un día feliz y yo me he reencontrado con el señor Albert.

Señor Albert, ¡Le prometo que iré a visitarlo al zoológico Blue River!

¡La próxima vez hablaremos con más calma!

- "Odio admitirlo, pero nuestro encuentro se debió a ese malagradecido de Terrence… ¿Cómo estará con esas heridas?"

Candy sacudió la cabeza, nuevamente revisó su diario. Así era, no había escrito aún sobre Terrence. La primera vez que lo vio se dedicó a incordiarla, estaba tan molesta con él, justo como lo estaba ahora, que decidió no hablar de él. Sin embargo, sabía que le sería más fácil escribir sobre Terrence que sobre Anthony.

Después de su muerte, Candy lo pensaba incontables veces y podía llegar a mencionarlo vagamente, pero nunca había podido escribirle como si estuvieran hablando.

Increíblemente cansada, Candy se cambió y se metió a la cama. Al cerrar sus ojos sus pensamientos la llevaron hacia la imagen del señor Albert y su amable rostro ya sin barba.

Mientras se iba quedando dormida, poco a poco, esa imagen fue cambiando hasta transformarse en el rostro de Terrence.

Al mismo tiempo Terrence se encontraba recostado en su cama, esta vez, dentro de la habitación correcta. La ayuda que Candy le había brindado había sido suficiente para mantener sus heridas bajo control, hasta que amaneciera y pudiera hacerle una visita al médico que ya antes lo había atendido. No era la primera vez que Terrence desahogaba su frustración metiéndose en líos, pero definitivamente era la primera vez que alguien le brindaba cuidados sin habérselo pedido siquiera.

Arropado y ya sin fiebre, Terrence permitió que ese día terminara mejor de lo que había comenzado.

Una sola frase proveniente de su corazón apareció en su cabeza antes de volver a quedarse profundamente dormido.

Gracias, Señorita Tarzan Pecosa.


Notas:

(*1) La base del encuentro nocturno en la habitación de Candy lo he tomado de CCFS, ahí podrán leer el término de "borracho transgresor de reglas" y la mayor parte de la narración. El resto lo he completado con las escenas que me dicta la imaginación.

Agradecimientos:

Aunque este capítulo lo conocemos todas las que hemos leído el manga o visto el anime, he decidido no dejar nada fuera. Cada encuentro de Terry y Candy es parte de la historia, así que como imaginarán nos acercamos a la escena en que Candy descubre el secreto de Terry, y que para mí es uno de los más importantes junto con éste. Aquí Terry descubre la nobleza y la caridad de su corazón, y más adelante, aprende a confiar, habilidad que nuestro querido rebelde tendrá que recuperar; así como, a su vez, Candy aprende a dejar atrás el recuerdo de su amor de niña, para dar paso, al amor de la juventud (y que se tiene que ir transformando en eso) como dice Eli, al amor de Anohito que mi corazón también lo ha nombrado como Terry.

Creo que Terry aprendió mucho de Candy, entre tantas cosas, a agradecer los pequeños detalles, saber que, aunque las cosas van mal, podemos optar por ver la vida desde una perspectiva agradecida. Hasta en la más fea tormenta hay algún destello de luz ¿o no?

El que Candy no escriba sobre Terry en su diario al inicio es parte de CCFS y lo iré llevando hacia aquella zona en la que es abreviado T.G. pero ella lo hace hasta que comienza a conocer esta parte noble de Terry y a entender lo mucho que ha tenido que pasar su alma gemela. ¡No desesperen! Sé que en nuestro tiempo, muchas habríamos llenado hojas y hojas de Terry de principio a fin, pero eran otros tiempos, Candy aún tiene el corazón lastimado y el recuerdo de Anthony encima, eso sin hablar de la incertidumbre que la presencia de Terry le causa.

Les agradezco a todas las que me leen y dejan reviews, créanme que leo TODOS y cada uno y los tomo en cuenta.

Annie y Eliza, y obviamente Albert, sólo tendrán partes mínimas pues mi base son los encuentros entre Terry y Candy.

Les dejo esta vez un agradecimiento general que espero que les llegue a todas. Por supuesto, bienvenidos los comentarios, sugerencias, etc. Tomaré nota de cada uno de ellos... Próximamente viene más romance.

Feliz inicio de semana a todas, y a quienes me han permitido soñar juntas :)