Algún día, en algún lugar (Someday, Somewhere).

Los personajes de Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Ésta es una historia construida con la única intención de esparcimiento, sin fines de lucro, casi toda pertenece a mi imaginación, sin embargo, reconozco que hay pasajes de libros que he leído por aquí y por allá, como aquel que da nombre (en inglés) a esta historia.

Si desean subir esta historia a otro portal, por cortesía háganmelo saber, y por favorrrrr siempre citen al autor en la historia, recuerden que es un trabajo no pagado y el reconocimiento es lo único que pedimos.


Capítulo 12: Fabricando un reencuentro (parte 2)

Por fin tenía unos minutos para desplomarse sobre la hierba y descansar recargada sobre el tronco de un gran árbol que le recordaba aquél "Padre árbol" en su lejano hogar en América. Desde la primera vez que lo vio, supo que ese sería su lugar preferido para comer cuando tuviera un respiro después del medio día.

El primer bocado le supo a gloria; las papas rebosantes de salsa sabían aún más tiernas y dulces, y el Roast beef estaba más suave que nunca. Gracias a Dios tenía unos veinte minutos para disfrutar de aquello; si se daba prisa quizás podría pasar por un pedazo de torta de chocolate en su camino de vuelta al hospital en esa sencilla cafetería que recién había abierto sus puertas. La dueña del lugar le recordaba mucho a Mary, la cocinera de la casa Leagan.

Un par de bocados más y estaría casi por terminar.

- Sigues siendo una pequeña pecosa.

Candy tembló con solo escuchar aquellas palabras... Pequeña pecosa... Solo había una persona en el mundo que la llamaría así. Con el bocado a medio terminar se recargó sobre un brazo para darse la vuelta...

... Y ahí estaba él... A quien pensó que nunca volvería a ver...

Como si fuera transportada al pasado, recordó aquella primera vez que lo vio dentro del Colegio San Pablo. Había provocado un escándalo en la capilla y ahora uno de los alumnos lo llamaba a gritos a la entrada del bosque. Él la sorprendió apareciendo detrás del árbol que ella había elegido para descansar sus adoloridas piernas que, por culpa de su escena, habían sufrido arrodilladas el doble de tiempo en misa.

Mientras intentaba masticar tan rápido como podía, no dejaba de pensar que quizás estaba sufriendo alucinaciones; si no fuera porque al darse la vuelta no había visto a un jovencito enfundado en el traje de Romeo, sino que se topó con un hombre alto, de hombros anchos y con el cabello recortado, juraría que su comida tenía algo mal que la estaba haciendo delirar.

- Cualquiera diría que has visto un fantasma... – exclamó Terry aguantando la risa para no avergonzarla. Había escogido el peor momento para acercarse, pero simplemente le fue imposible verla y esperar más.

Candy pensó que en cierto modo sí estaba frente a un fantasma.

- Parece que con el tiempo eso de convertirse en una dama no funcionó – Terry se agachó hasta quedar en cuclillas, extendió su mano para tomar un pañuelo y limpió suavemente los labios de Candy.

Ella se echó a reír, con un sonido tan cálido y profundo como una caricia.

- Cruel, pero cierto – dijo muy suavemente.

Habría dado la mitad de su vida por besarla justo ahí. Nunca sabría que ella pensó exactamente lo mismo.

Él solo se sentó al lado de ella sobre el pasto y tomó castamente su mano blanca, tan suave y cálida, y cruzó sus dedos con los de ella.

La veía tan bonita.

Algo relacionado con el sentido común la llevó a soltarse de su mano.

- Terry, ¿qué haces en Londres?

A pesar de escuchar una frase tan directa, él cerró unos segundos los ojos, saboreando la manera en la que el diminutivo de su nombre sonaba pronunciado por aquella voz.

- Me enteré de que había llegado al zoológico de Londres una nueva especie y no podía perderme de ello.

- ¿Zoológico? – dijo Candy, recordando su última visita a éste y el encuentro con el viejo pintor. El retrato del hombre que se encontraba frente a ella descansaba dentro de su armario, era su pequeño y secreto tesoro. Terry no pararía de burlarse si supiera que ella guardaba su rostro con el mayor de los cuidados.

- Mmm – asintió él – Según escuché es un tipo de mona americana... Tiene pecas y parece que es peligrosa.

- ¡Terrence! ¿es que nunca dejarás de ser un grosero malcriado? – Candy rodó los ojos pensando en que algunas cosas nunca cambiarían.

- ¿No recibiste mi nota?

- ¿Nota? ¿cuál nota? – dijo ella sin recordar aquel sobre en el bolsillo de su uniforme.

Terry suspiró. Parece que nunca tendría suerte cuando se trataba de escribirle a Candy para confesar sus sentimientos.

- Ya no importa... estoy muy feliz de verte señorita Pecas.

Candy bajó la mirada avergonzada, no se atrevía a mirarlo de frente, todo esto parecía un sueño, quizás en cualquier momento despertaría.

- Feliz... ¿estás seguro Terry? Después de todo he sido una muy mala amiga. Han pasado tantos años y yo he sido una ingrata que jamás envió siquiera una tarjeta de Navidad. ¿Podrás perdonarme por todos estos años de silencio?

Terry la miró frunciendo el ceño, la mente de esa chica era una cosa extraña; notó en aquella frase con bastante claridad la palabra "amiga", pero eso no lo desalentaría.

- Aunque lo dudes, pecosa. En este momento estoy feliz.

- ¿Cómo supiste que yo...? – Candy se interrumpió a sí misma. Era algo muy presuntuoso pensar que este encuentro fuera más que una hermosa casualidad.

- La Hermana Lane me lo dijo cuando fui a buscarte al Hogar de Pony – la voz de Terry sonó aún más firme y profunda de lo que era.

Cuando fui a buscarte...

Aquella frase resonó en los oídos de Candy con toda su fuerza; Terry la había ido a buscar. Su corazón empezó a latir tan fuerte que le dio miedo que él fuera capaz de escucharlo.

- Yo tengo que... Tengo que regresar al hospital, tengo algunas clases aún. El Hospital Saint Mary's ha resultado un lugar fantástico, todos los días aprendo muchas cosas nuevas, ¿sabías que los hongos pueden servir para curar enfermedades? Yo no lo sabía, pero hay una eminencia médica que se encuentra haciendo experimentos acerca de ello...

Dicho esto, Candy se levantó sacudiéndose el uniforme, recogió sus recipientes aún con comida y estuvo a punto de salir corriendo si no fuera porque Terry se había puesto de pie y aunque no la tocaba, sentía como si le bloqueara el paso. Su presencia seguía siendo avasalladora.

- Candy, hay algo que debo decirte. ¿Quizás esta noche?

- Tengo guardia nocturna, Terry – dijo ella muy suavemente con un tono de resignación.

¡Malditas guardias nocturnas! Siempre arruinando el que pudiera reunirse con ella.

- Está bien, he esperado mucho tiempo, puedo soportar un día más – dijo él con una mirada intensa que hizo que a Candy le temblaran las rodillas. – Pero solo puedo prometerte esperar un día, de lo contrario tendré que hacerme pasar por un paciente urgente de la enfermera Pecas.

Candy tragó con dificultad, nunca había visto a Terry en una actitud tan... tan... ¿decidida?

- Eso no será necesario, te veré mañana aquí Terry, a esta misma hora – contestó ella con una firmeza que estaba muy lejos de sentir, pero ella no era ninguna cobarde, fuese lo que fuese, le haría frente.

Ella le sonrió y en un impulso, antes de irse, se paró sobre las puntas de sus pies inclinándose hacia él y le besó la mejilla. Fue un breve roce, pero lento; ambos habían cerrado los ojos allí, porque el tiempo se detuvo nuevamente en un instante infinito. Ella tembló, él lo sitió, pero ya no se miraron.

Candy siguió sonriendo y echó a correr, brincando como una niña, dos ancianas que estaban en un banco contemplando a la gente que pasaba ante ellas, la miraron recordando épocas pasadas de viejos amores.


El resto de la tarde y buena parte de su guardia nocturna ella se convirtió en la mejor practicante, sorprendiéndose incluso a sí misma. Pensó que el encuentro con Terry la pondría torpe y distraída, pero no fue así.

Fue de madrugada, al terminar su turno y subir las escaleras de la residencia de enfermeras, cuando un sonrojo abrumador la invadió.

Habían dejado de verse por más de diez años, él le decía que la había ido a buscar al hogar que compartía con sus madres ¿y qué hizo ella?

¡Hablarle de hongos!

¡De hongos!

Argh... seguro él había notado lo nerviosa que estaba, no dejaría de burlarse de ella y sus dichosas historias sobre hongos.

Dándose un golpecillo con el puño en la cabeza, abrió el armario y miró el retrato de él.

Casi había pasado un año desde que aquel pintor lo plasmara con esa mirada llena de melancolía.

Dejando abierto el armario para poder admirar su rostro, desfalleció sobre la cama; se dio unas palmadas en las mejillas para dejar de pensar y un masaje para aliviar sus adoloridas piernas. Al pasar su manos sobre el muslo se dio cuenta de que su bolsillo contenía un papel.

Recordando la historia de ese sobre lo revisó con curiosidad, sorprendiéndose al encontrar su nombre escrito en la parte posterior y la ausencia del remitente. Sin levantarse de la cama lo abrió y sacó una pequeña nota escrita por ambos lados. Lo que encontró en uno de ellos la hizo resbalar de la cama hasta el suelo:

.

Querida Candy,

¿Cómo estás?

Ha pasado un año desde entonces...

Transcurrido este lapso de tiempo, me había prometido a mí mismo buscarte, pero luego, dominado por la duda, dejé que pasaran otros seis meses.

Sin embargo, ahora me he armado de valor.

Nada en mí ha cambiado.

No sé si alguna vez leas estas palabras, pero quería que al menos tú supieras esto.

T.G.

.

Desplomada en el suelo, Candy observaba esas breves pero sólidas palabras que había escrito Terry. Tenía la vista nublada y, por temor a mojar aquella nota con sus lágrimas, la alejó de ella. Sin embargo, casi le pareció alejar al propio Terry e inmediatamente después la estrechó contra su pecho dejando rastros de humedad en ella.

¿Cuántas veces soñó con él sin decírselo nunca a nadie? Tantas que ni siquiera las podía recordar.

Candy pensó que tendría que ser más cuidadosa con lo que deseaba.

Aún sintiendo las lágrimas atravesando sus mejillas, le dio vuelta a la nota.

.

Hoy me encuentro en Londres.

No he tenido suerte, pero quisiera verte.

.

Volvió a levantar la vista hacia el retrato de Terry, sus ojos parecían observarle con una mirada cada vez más profunda, la miraba serio desde el cuadro, como si a través de su tristeza intentara decir: "¿Has querido olvidarme?"

No soportaba esa mirada dibujada y, sin embargo, viva.

Candy cerró el armario para dejar de verlo y se hundió en la cama con un sentimiento de pavor extraordinario, a punto de desfallecer y, sin embargo, traspasada por una misteriosa dulzura. Se puso a recordar ansiosa todo lo pasado, lo que había vivido con él desde el primer momento, y todo, incluso el detalle más insignificante, se iluminaba con el resplandor del reconocimiento. Llevaba tantos años aprisionando este sentimiento ...

Sin embargo, en lo más profundo de su ser, todavía había algo que se resistía como una piedra, algo que no podía aceptar y que impedía que su amor se pudiera derramar con completa libertad.

Ya sabía de qué se trataba y, sin embargo, no quería penar en ello en este momento. Quería disfrutar la idea de saberse amada por Terry. No obstante, no conseguía dejar de pensar en "ella" y aquel dolor se agitaba en lo más hondo de su ser.

Así se quedó sobre la cama, desconcertada por aquella amalgama de sensaciones, tal vez una hora o dos, hasta que, de repente el sueño la venció.


Al mediodía el cielo estaba terriblemente nublado, seguramente él no vendría. Candy había dejado a medias la clase de "cuidado de enfermos quirúrgicos por parte de la familia" del Dr. Simon para poder llegar a tiempo al parque. Sin ánimos se sentó en una de las bancas para arrojar pedazos de pan a las aves.

- Debí haberme quedado con el Dr. Simon – murmuró, mirando como dos palomas se arrebataban una misma miga de pan

- ¿Quién es el doctor Simon? – era él.

Terry no estaba seguro de que llevarle un ramo de flores a Candy fuera lo más adecuado. Sabía que las rosas le gustaban, especialmente aquellas que cultivara aquel debilucho jardinero de su adolescencia. Al final llegó al lugar con las manos vacías. Solo esperaba que no hubiera cambiado de opinión sobre pasar tiempo con él.

- Terry, pensé que no vendrías, sé que no te gusta la idea de estar bajo la lluvia.

- Lo puedo soportar – dijo él deseando poder agregar un "por ti" pero no quería atemorizarla, aún no habían hablado con claridad. – Pero no has respondido a mi pregunta.

Terry tomó brevemente su mano para ponerla de pie, colocándola sobre su brazo para iniciar la caminata.

Candy contuvo el aliento tratando de frenar el sonrojo que amenazaba con mostrarse en toda su cara incluyendo sus orejas, ¿cómo era posible que solo el toque de su mano tuviera ese efecto sobre ella? Debía ser el calor... ¿del otoño?

- El doctor Simon es mi tutor aquí en Londres.

Terry pareció no haberla escuchado, ella estaba a punto de repetir esa frase cuando él se adelantó a romper el silencio que se había creado.

- ¿Eres feliz? – preguntó de pronto él, con un ligero temblor en la voz. No podía esperar más.

Sabía que había amado a aquella mujer desde su primer encuentro, pero, a pesar de la irresistible intensidad que dominaba sus sentimientos filtrándose en sus sueños, necesitaba tomar conciencia de que, al margen de excusas, ella era quien tenía la última palabra.

Ella no supo qué decir. Durante años Candy se dijo a sí misma que era feliz.

¿Por qué no iba a serlo?

- Vayamos a esa panadería, ¿quieres? Hay una torta de chocolate que merece que la conozcas – cortó ella, entrando por la puerta del local que galantemente Terry sostuvo.

Él se estremeció al contemplar su cabello que caía suavemente sobre su espalda; llevaba un vestido sencillo, que sin embargo, no alcanzaba a disimular su cuerpo. Y definitivamente ya no era más el de una niña.

Mientras la observaba, pensó que ella lo había amado también, pero él no había hecho lo suficiente, primero porque en su vida había otra pasión: el teatro, y después, por aquella responsabilidad que nunca deseó. Sin embargo, él no estaba allí para rememorar el pasado, sino para dejarlo atrás y afrontar el futuro.

Candy se había dado cuenta perfectamente de que la observaba, ¿qué había querido decir con esa mirada?

Durante todo el camino hacia el lugar lo había sorprendido con una expresión indescifrable, y cada vez que ocurría su pulso se aceleraba. Sería mejor concentrarse en los pasteles del mostrador mientras Terry apartaba una de las mesas del rincón.

De inmediato apareció una mujer mayor que colocó dos tazas sobre la mesa que había elegido él y sonrió visiblemente al ver aquellos dos jóvenes nerviosos. Conocía a Candy desde que llegó a Londres, recordaba verla siempre sola durante el tiempo que trabajó como cocinera en el comedor del hospital, y una vez que dejara ese empleo, la veía frecuentemente en la que ahora era su propia cafetería.

- Joven, temo decirle que ella es una mujer obstinada, le han hecho muchas ofertas y todas las ha rechazado.

Terry la miró sorprendido y desconfiado ante la intromisión; aquella mujer lo miraba con ternura y condescendencia.

En su juventud le habría contestado con un comentario sórdido, o simplemente habría desmotivado sus ganas de meterse en asuntos de terceros con una mirada glacial. Pero él no era más un chiquillo. Esa mujer parecía conocer bien a Candy.

- Pero ninguna de esas ofertas será como la mía – respondió él volviendo su vista hacia Candy que reía alegremente frente a la chica del mostrador.

La mujer miró a Terry a los ojos.

- ¿Le va a ofrecer algo que no pueda rechazar?

- Algo así. – suspiró él. – Le voy a pedir que se case conmigo.

Ella abrió los ojos sorprendida y emocionada, pensando en que Candy no tenía idea de lo que le esperaba a la vuelta de la esquina.


Agradecimientos:

Queridas todas, nuevamente me ha sorprendido el final del fin de semana y no he logrado terminar el capítulo... una gripa de esas que no avisan me sorprendió y he estado en condiciones que solo sirven para espantar el romance. Espero esta semana poder concluir el capítulo con toda la fuerza que amerita un reencuentro entre nuestros personajes favoritos, para después regresar a los misterios que descubren Lilian y Blake.

Hay algunas partes en las que me inspiro en gente real, tengo un amigo que se dedica a hacer investigaciones históricas y me ha sorprendido diciéndome que hay muy pocas cosas que no se puedan saber si fueron escritas o contadas alguna vez, así que ya veremos de qué se trata el documento del Duque que Taylor encontró.

Les agradezco profundamente sus reviews, en verdad me alegran el corazón con cada palabra, con cada pregunta, con sus hipótesis sobre lo que puede pasar, sus sugerencias, etc. Jamás hubiera imaginado que mis historias serían leídas con tanta dedicación y que conocería gente tan maravillosa en este foro. Cada día le agradezco a mi padre por haberme sugerido esta loca idea de escribir, aunque al final la vida no nos alcanzó para que pudiera mostrarle un pedacito de este mundo de fantasía en el que él me inició.

Muchas gracias a Tete, Gladys, Villa, Ster star, CandyNochipa2003, Kamanance, Yessenia (qué bellas palabras linda, gracias a ti), Guest, Perth77, AyameDV, Yessy, Letty Bonilla, Phambe, Granchesterandre, Torpe, Nally Graham, Yelani, Alessandra Narciso, y en especial con mi enorme agradecimiento a Laura GrandChester que me ha dejado una cantidad maravillosa de reviews en mis otras historias y ahora inicia leyendo ésta. Laurita espero hayas recibido mi mensaje de agradecimiento por PM.

Y a quienes visitan esta historia y leen silenciosamente, abrazos a la distancia.

Hasta pronto.

ClauT