Comerse las uñas era un acto repugnante para Sasuke.

Es decir, las manos son fuentes de suciedad, están en todas partes, tocando todo tipo de objetos y personas, y encima después llevarlas a la boca, para morder con sus dientes el mínimo ápice blanco de crecimiento, para después tragarlo o escupirlo… le parecía desagradable y asqueroso. Recuerda que cuando era más joven, los hombres de su padre consideraban afeminado su costumbre de lavarse las manos y cortarse las uñas.

Las mujeres se arreglan las uñas Sasuke, no tú. Un hombre no teme ensuciarse las manos. Sé un hombre, carajo.–

Pobre diablo el que lo llamara afeminado, porque Sasuke no tuvo problemas en ensuciarse las manos cuando tuvo que hacerlo, pero le seguía pareciendo jodidamente asqueroso comerse las uñas.

Pero ahora no tenía opción, era la única forma de descargo que encontraba, porque el viaje en el coche parecía que nunca terminaba.

Lastimando la piel de sus dedos con dientes, intenta mirar por la ventanilla para mantener la calma, pero no sirve y el propio repiqueteo con su zapato lo está sacando de sus casillas. El nivel de cordura que maneja no es bueno.

–Acelera Suigetsu.– ordena secamente. Siente ganas de vomitar de la impaciencia que tiene. El sabor metálico de la sangre se hace presente en su boca. No sabe si es de sus dedos, de sus labios o si es su mente jugándolo en contra. No sería la primera vez

–Ya casi llegamos, Sasuke.– Jugo está a su lado. Siempre está a su lado. Lo necesita como socio y como abogado, que haga pasar sus negocios sucios como legales. Calma a las fieras que le ponen precio a su cabeza.


Cuando a Sasuke le dan la noticia, siente un escalofrío corriendole por las piernas y por toda su columna vertebral.

Habían colocado una bomba en el coche que debía llevar a su esposa Sakura y a su hija Sarada, de tan solo cinco meses de edad, a su control médico pediátrico.

Sasuke siente que no ha escuchado bien porque un zumbido agudo se forma en sus oídos y su visión se torna borrosa. El equilibrio amenaza con abandonar su cuerpo, pero los brazos grandes y masculinos de sus hombres lo ayudan a mantenerse de pie.

No sabe lo que pasa, sólo que sale disparado de la reunión en la que estaba con otros capos y está en su auto, saltándose los semáforos rojos, dirigiéndose a su casa.

Pregunta unas veinte veces lo que sucede, pero sólo le dicen lo que saben. Que luego que ambas se subieran al coche, éste explota. No saben si están bien. O si siquiera están vivas. Sólo que llamaron a su ambulancia privada a su casa y por eso se dirigen hacia allí.

Sasuke sabe que esto es un ataque. Un mensaje. Ha jodido a alguien y ese alguien ha decidido mover una pieza en el juego. No las pueden llevar a un hospital porque saben que terminarían el trabajo allí. Si es que deben terminarlo. Se le revuelve el estómago de sólo imaginarlo.

Sabe que en este mundo no tienen piedad con una débil y tierna mujer como Sakura o una indefensa bebé casi recién nacida. Lo van a atacar por donde más le duele, para debilitarlo. Así se hacen las cosas en este negocio. El trato funciona o no funciona y si no funciona… bueno, te mandan un mensaje.

Fue bueno que lo sostuviera en lugar de desmayarse delante de esos tipos, hubiera mostrado debilidad. Un punto débil. Nunca debes mostrar debilidad, porque ahí es donde te atacan. Y ya lo habían atacado.

Pero estos tipos no saben que a Sasuke le falta un tornillo. Le han tocado lo único que jamás deberían haberle tocado.

¿Querían empezar una guerra? Perfecto. El mensaje había sido recibido.

Pero él respondería.

Oh, claro que lo haría.


–¿¡Dónde están!?– pregunta gritando, abriendo de un portazo, con Suigetsu y Jugo pisándole los talones.

–¡Sasuke!– exclamó su madre conmocionada por su entrada.

Puede divisar que en el living de su casa se encuentra su madre vendando a su otro hombre de confianza, Naruto, y a Kiba junto con Shikamaru, discutiendo con sus otros hombres.

Hay miles de papeles y documentos, y el aire de la sala está impregnado de olor a cigarrillo, whiskey, pólvora, sudor y sangre.

No puede ver a Sakura ni a la bebe ni a los putos doctores.

–¿¡Dónde están!?– grita de nuevo histérico porque parece que nadie quiere responderle.

Su madre esta a punto de hablar, pero un hombre con guardapolvo blanco y un maletin va bajando las escaleras, acompañado de una señorita con una pespecie de vestido blanco con una gabardina de color marron claro. Cuando la lógica de Sasuke resuelve que este es el doctor, en solo segundos está corriendo hacia las escaleras.

–¿Cómo están? ¿Cómo está ella?–

El doctor le dedica una mirada seria, frunciendo el ceño.

Sasuke sabe que no le cae bien.

La razón por la que sigue trabajando para la familia es por la sagrada memoria de su padre, que en paz descanse. A pesar de haber sido el propio doctor de Sasuke cuando era niño, no le agrada el hecho de que Sasuke sea el nuevo jefe de la familia. No lo aprueba ni a él ni a sus sanguinarios métodos.

Incluso más sanguinarios que los de su ya fallecido padre o su difunto hermano.

Han habido rumores de que incluso Sasuke traicionó a su propio hermano, enviado a matar para ocupar su lugar. El doctor quizás, creía un poco en ese rumor.

–Esta bien. Ambas están bien.– le aclara el médico con una mirada despectiva, resoplando. –La señora Uchiha sufrió algunas heridas leves, pero no es nada serio. La bebé está bien. Completamente sana.–

Sasuke lo escucha y una pequeña exhalación de alivio sale de él. Pero hay otra parte suya que todavía se mantiene alerta, porque, en este preciso momento, no confía en nadie. Y eso no es bueno.

Sasuke asiente con la cabeza, todavía algo receloso. –Gracias.– Sasuke busca con la mirada a su hombre más cercano. –Suigetsu, acompáñalo hacia la puerta.– indica.

Él no vuelve a dirigirle la mirada al doctor, porque sigue rápidamente su camino de largo hacia su habitación. No le importa nada más, sólo lo que está detrás de esa puerta.

Cuando la abre, es como si un baúl de plomo abandonara su cuerpo. Sabía que estaba nervioso, pero, Dios, sentía que se podía morir del miedo.

Nunca tuvo tanto, tanto miedo en su vida.

Y Sakura está ahí, frágil y hermosa como siempre lo fue, sentada en el borde de la cama, vistiendo su camisón blanco de dormir, con la pequeña bebe en sus brazos, aferrándose a ella como lo que era, la protectora de su vida.

Casi parecía una imagen inmaculada, como esas que expresan la pureza de la Santa Madre.

Ella alza la mirada para verlo y él sólo puede alegrarse de verla llorar. El verde de sus ojos está de un color oscuro, mezclado con lo rojizo del resto de su ojo. Normalmente debería ser balnco, pero eso sería imposible, ya que parecía haber estado llorando por un largo rato.

No lo malentiendan, no es que Sasuke disfrutara de ver llorar a su esposa. Eso lo desconcertaba o normalmente lo ponía de mal humor. Ella lloraba casi todo el puto tiempo y él nunca tenia idea de que hacer.

Pero ahora, ese llanto, significaba que estaba viva. Que estaba con él.

Su esposa llorona.

–Sasuke…– Sakura está algo sorprendida. No pensaba que Sasuke vendría tan rápido para verlas. Quizás la llamaría por teléfono para saber si está bien o mandaría a uno de sus monos. Así es cómo ella llamaba a los hombres que trabajaban para la familia.

–Estás bien…– le dice entrando al cuarto, caminando torpemente, para arrodillarse frente a ella. Los ojos de Sasuke tiemblan cuando observa a su bebé, semidespierta, moviendo sus pequeñas manos en el aire, haciendo esos tiernos sonidos de respiración. Una sola mano le es suficiente para acunar la cabeza de su hija, agachándose, y besando su coronilla, donde apenas si tiene cabello todavía. Se toma su tiempo al hacerlo, inhalando el suave y típico aroma que tienen los bebés, ya que, por un mísero momento pensó que nunca podría volver a hacerlo. Con su otra mano, acaricia el pecho y los bracitos de la infante, comprobando con sus propios ojos que está a salvo, que no le ha pasado nada.

Necesita verificarlo por su propia cuenta, porque no cree -no puede creer- en la palabra de terceros.

Después de ver el estado de su hija, Sasuke levanta el rostro hacia su mujer, deslizando de arriba a abajo las palmas abiertas por sus muslos, levantandole el camisón, necesitando sentir su piel en sus manos, como si el solo roce calmara la angustia que lleva por dentro pero que no puede expresar demasiado por fuera.

Ni siquiera con ella, no importa cuanto lo deseara.

Apenas llevan un año y algo de casados, y Sakura todavía es sensible al tacto de Sasuke, por lo que se pone un poco nerviosa ante el hecho de que la toque tan abruptamente, y más con su hija todavía en sus brazos.

Sasuke se inclinó, colocando un pronunciado beso en sus hombros, luego en su cuello –a lo que ella da un leve respingo– y finalmente la besa en la boca.

No mueve sus labios, solo los mantiene estampados contra los de ella, frunciendo el ceño y tomando su fino rostro con sus manos, aprisionandolo, manteniendolo con el suyo por un rato, hasta que pueda aplacar la inquietud que siente. La aterciopelada piel de la cara de Sakura contrasta con la piel partida y áspera de sus dedos, percibiendo la humedad de sus mejillas, producto de su sollozo. Él rompe este beso, limpiando las lágrimas con sus dedos pulgares, mirándola fijamente.

–Estás bien…– le dice en un susurro de alivio, bajando las manos por su cuello, sus hombros, acariciandolos, observándola, confirmando que está en sola pieza delante de él.

–¡Auch!– gimotea ella, cuando él baja su mano y le toca el antebrazo.

–¿Qué pasa?– pregunta alarmado, retirando la mano en un acto reflejo e inclinándose para verlo. Es un corte. De unos diez centímetros, uno grueso. Está cosido con puntadas, pero todavía se puede ver algo de sangre y un poco de la piel interna.

Sakura puede la furia en sus ojos negros y duda si contarle lo que paso o no, pero si no lo hace ella eventualmente alguno de sus gorilas lo hara, o quizas ya lo hicieron.

Mentirle a Sasuke, es algo que simplemente no puede hacer.

–Naruto nos salvó. Él se llevó la peor parte… Todavía no sé lo que pasó… Sólo… Yo.. la tenía en brazos… Nos subimos al auto y al minuto él nos empujo… y… y -ella traga con dificultad- el auto… el auto simplemente explotó… y cuando me di cuenta, yo estaba sobre ella… cubriendola –Sakura acerca a su hija a su rostro, acariciando su cabeza con su mejilla y besándola. –Y Naruto estaba detrás mío… cubriendome… después él estaba en llamas, no lo se… esto es de un vidrio que saltó y se me encrusto... – lágrimas empiezan a caer de nuevo por sus mejillas y no puede evitar abrazar a Sarada con más fuerza –Tuve tanto miedo Sasuke… Si Naruto no nos hubiera sacado… ella… ella… –ni siquiera puede terminar de hablar porque el horror de la frase no se lo permite y porque Sasuke la interrumpe.

–No pasará de nuevo.– le corta serio. Él enrienda una mano en su cabello, y la atrae hacia su hombro. Con la otra sólo la acaricia el muslo, intentando consolarla, pero es más un consuelo a sí mismo. Puede sentir el cuerpo de su esposa temblando ante el recuerdo de su accidente y la escasa cordura que tiene lo abandona poco a poco.

–Ni siquiera puedo soltarla… tengo miedo que le pase algo…– sus lágrimas mojan el traje de su esposo, pero a él no le importa, deja que se desahogue todo lo que quiera.

–Tranquila… No pasará de nuevo, te lo prometo.– agradece que Sakura no pueda verlo, porque está seguro que su expresión no es la mejor en este momento.

Mantiene su mirada fija en la pared, apretando sus dientes con violencia y sus pensamientos se tiñen de sangre mientras una sola palabra aparece en su mente: vendetta.

"Si Naruto no nos hubiera sacado… ella… ella…"

El pestañeo nervioso de Sasuke se vuelve inconsistente, y sin poder evitarlo, algunas lágrimas se deslizan por las esquinas de sus ojos y se lleva su dedo índice a la boca para morderlo. Muerde con tanta ira que siente el dolor de lastimarse.

Quiere gritar, quiere maldecir, quiere sangre. Reafirma su agarre en el cabello de ella con fuerza intentando no lastimarla pero necesita tenerla más cerca. Es como si no tuviera la seguridad suficiente de que está ahí con él. Viva. Y sin embargo la oye sollozar con miedo. Y quiere al culpable de esas lágrimas.

Quiere la sangre y las cabezas de aquellos que atentaron contra la vida de su hija y de su esposa, de aquellos que se atrevieron a lastimarla y los que insultaron su nombre, tratando de dañarlo.

Como muchas otras veces, oculta su rostro de Sakura, porque sinceramente, no le gustaría lo que podría ver.


Esa noche, Sasuke se queda con Sakura hasta que se duerma.

Su pequeña bebé está al lado de su mamá, con su chupón color rosa pálido y su vestidito lleno de flores. Con sus brazos abiertos y su pequeña pancita siguiendo el ritmo de su respiración regular, la imagen de la niña es la paz misma. Sasuke la observa desde el costado de su cama, acariciandole el pequeño brazo con uno de sus dedos.

Piensa que podría arder en mil infiernos, con tal de velar por su sueño. Con tal de protegerla.

Sakura aún dormida, mantiene una mano sobre ella. Sasuke sabe que está descansando, pero también sabe que está alerta. Como una leona protegiendo a su cría. Esa es una de las cosas que le gusta de Sakura.

Esa bebé -su bebé- es su vida, y la va a proteger con uñas y dientes.

Le costó hacer que se durmiera, convenciendola de tomar un o dos tragos de la botella de coñac que guarda en su habitación, para ir cerrando sus ojos lentamente. Sasuke le da un beso en la frente a ella y a su bella hija, para luego levantarse de la cama y dirigirse hacia la habitación.

Hay demasiadas, demasiadas cosas que necesita arreglar. Y su sangre hirviendo de la furia no se va a calmar sola.

Al cerrar la puerta de su habitación, encuentra a su madre. Puede adivinar que estaba esperando que saliera, la expresión de impaciencia está dibujada en su rostro, frotando sus manos con nerviosismo.

–Hijo…– dice ella, abrazándolo con fuerza.

Sasuke le corresponde el abrazo, envolviendo sus brazos a su alrededor y apoyando su barbilla en su cabeza. Su madre es apenas un poco más alta que Sakura, y aún así, él le saca una cabeza. Con Sakura, necesita agacharse para abrazarla.

–El doctor dijo que ella está bien. Que ambas están bien.–

Sasuke la escucha mientras acaricia su largo cabello negro, pero realmente no esta prestando atencion. La abraza porque necesita sentir el calor del cuerpo de su madre. Sobre todo después que casi pierde dos de los tres miembros que le quedan de su familia.

–Mamá, necesito encargarme de esto. ¿Puedes quedarte con ellas, por favor?–

Su madre levanta la mirada y puede observar el rostro tieso de su hijo. Parece que hubiera envejecido diez años más por el evidente cansancio de sus ojos. Pero el color negro de sus ojos no brillan, y ella conoce esa expresion.

Es la misma expresión que solía tener su padre, cómo esa vez que intentaron secuestrar al pequeño Itachi o cuando ella casi sufre una balacera. Como si la calma imperturbable de su rostro fuera a romperse en cualquier momento.

Además, ella sabe a que se refiere el con "encargarse" de esto. Fue esposa de uno de los jefes de la mafia más importante de Konoha. Y ahora era la madre del que le seguía, su sucesor. Quizás ella soñaba con un futuro diferente para sus hijos, especialmente para Sasuke, pero no pudo controlar -

nadie, en verdad– el modo en que se dieron las cosas, y consecuentemente, para bien o para mal, Sasuke era el nuevo jefe de la familia.

Ella baja la cabeza y asiente tímidamente. –Claro, no te preocupes, hijo. Yo las cuido.–

Sasuke toma su cabeza, plantando un suave beso en su frente. –Gracias.– murmura, y sigue su camino, dejandola sola en el pasillo de la planta alta de su casa.

Lo observa caminar, y ella sólo puede ver al bebé que un dia estuvo en sus brazos o al niño que le gustaba andar descalzo en el pasto mojado. Pero ahora no puede hacer otra cosa más que apoyar el nombre de la familia, apoyarlo en lo que le pida, cuidar a su nuera y a su nieta. Evitaba enterarse de los negocios y de los "trabajos" de su esposo, manteniéndose al margen, y ahora también con su hijo. Era una forma de autoprotección. Es una de las pocas opciones que se tiene, cuando el dinero, la droga, la sangre y las armas aparecen de la nada en la mesa de la cocina.

Por favor, no la juzguen.

Después de todo, era una mujer en un mundo de hombres.


–¡Fueron los hijos de puta de los Subaku! ¡Estoy seguro de ello!–

–Eso no tiene sentido. Tenemos negocios con ellos.–

–Tenemos negocios con todos los putos clanes de esta puta ciudad, y sin embargo una puta bomba explotó en la puta casa.–

–¿Cómo mierda llego hasta acá? ¿Cómo mierda llego hasta el auto en el interior de la casa?–

Sentado en el escritorio de su oficina, Sasuke los escucha discutir mientras sus ojos negros van y vienen entre los hombres de la habitación. Estos hombres, estos sujetos, se supone que son los sujetos de su mayor confianza.

Se supone que confía en ellos para que dirijan ciertos "encargos", para que organicen las reuniones, para que se ocupen de las personas que ya no deben respirar, para enviar mensajes si había que enviarlos, pero sobre todas las cosas, estas son las personas en las que confiaba la seguridad de su familia, su pequeña familia. Y ahora Sasuke no confía en ninguno de ellos.

Con su cabeza apoyada en su mano y los dedos tapando sus labios, Sasuke examina meticulosamente a sus hombres.

Naruto, Kiba, Shikamaru, Suigetsu, Sai y Jugo.

A algunos los conoce desde la infancia, sus padres trabajaron para su padre y así. Otros empezaron a trabajar para él luego, cuando asumió el cargo. Una parte de Sasuke quiere creer que esto no puede ser, que esto no tiene sentido. Él mismo los eligió para trabajar con él, para sacar los negocios adelante cuando su hermano fallecio, y ellos jamás le habían fallado.

Por Dios Santo, ¡la esposa de Sai era madrina de su hija! ¡Y Naruto le había pedido que sea el padrino de su futuro hijo en camino! ¿Qué significaba todo esto?

–Hay un traidor. Alguien nos puso una trampa, alguien nos delató.–

Obviamente que había un traidor.

Sasuke ya lo habia pensado en el minuto exacto en que su cerebro empezó a trabajar una vez que comprobó con sus propios ojos que tanto su hija como su esposa estaban vivas. Estaba más que claro que la persona que quería atacarlo, tenía a alguien metido ahí mismo en su casa. Alguien que le había avisado el día y la hora exacta en que Sakura y la bebé utilizarían el auto, ese auto precisamente.

¿El motivo? Dinero. Mucho dinero, seguramente.

Tanto como para traicionarlo y apagar la conciencia de haber intentado matar a una bebé, si es que existe una cantidad para eso.

¿Es que acaso alguno de estos hombres, después de tantos años, fue capaz de hacerle eso?

Debería fingir ante el traidor. Dar la impresión que no sospecha de ellos, para así tenerlos cerca.

Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca. ¿No es lo que dicen?

Su mirada muerta está perdida en el líquido ámbar de la botella de whisky de su padre. Sasuke no era un predilecto del whisky, sinceramente prefería más el coñac, pero el whisky le hace doler la cabeza y lo pone de mal humor, y ahora mismo es lo que más necesita.

Necesita gritar. Necesita descargarse.

Tomando el último trago de su vaso, Sasuke arroja el vaso con una fuerza impresionante, estampandolo contra la ventana, haciéndolo añicos. Su acto provoca que los seis hombres que estaban discutiendo entre ellos se queden en total silencio. Saben que no debe interrumpirlo cuando habla, menos cuando parece no está totalmente en sus cabales.

–¿¡UNA BOMBA!?– él grita, levantándose apoyando los brazos en el escritorio. –¿¡Una puta bomba en el jardín de MI casa!? ¿¡En unos de MIS autos!?–

Los hombres sólo bajan la mirada, escuchando en silencio. Después de todo, Sasuke es un jefe al que le deben mostrar respeto, incluso el bastardo traidor entre ellos debía fingir.

–¡Mi hija tiene sólo CINCO meses! ¡CINCO!– exclama, alzando los cinco dedos de sus manos, pero luego se la muerde cuando se da cuenta que no puede dejar de temblar. Rodeando el escritorio, revolea una de las sillas contra la pared con violencia, para luego apoyar su brazos sobre la estantería de la chimenea y observar el fuego.

Fuego que le recuerda la explosion de la bomba. Puede imaginarse el auto en llamas y tiene que cerrar los ojos con tanta fuerza para que esas visiones abandonen su cabeza.

–Jefe, lo encontraremos.– dice Suigetsu. Es el más nuevo, el más joven y el único que lo llama Jefe. Naruto le da la mirada para que se calle. Nunca se calla la boca. Maldito mocoso.

–Tienes razón Suigetsu. Lo encontraremos.– responde Sasuke, con un tono calmado fingido, dándose la vuelta. Sus ojos inyectados en sangre. –Kiba, aumenta la seguridad de la casa. Mi esposa no va a salir en unos días. Shikamaru, quiero que uses tus contactos, averigua si alguna de las otras familias tienen antecedentes de represalias de esta magnitud. Intentar… –él traga en seco deteniéndose un momento– ...matar a una mujer y a una bebé es deshonroso y de cobardes… Jugo y Sai, ustedes investiguen con quienes hemos quedado en malos términos... obviamente alguien no está contento con nuestro servicio lo suficiente como para llegar a esto… Naruto, tú por ahora quédate de lado un tiempo hasta que sanes ese brazo.–

–Pero Sasuke…–

–Es una orden.–

Naruto lo observa unos segundos a los ojos y asiente con la cabeza, para luego desviar la mirada. Es él quien más conoce a Sasuke de todos, y sabe que está inseguro.

Naruto también lo está.

–¿Y yo?– pregunta el joven Suigetsu.

Sasuke lo observa con una expresión de aburrido. El ojo izquierdo le late, y la cabeza le zumba demasiado. Quizás ha bebido de más, y ahora no puede pensar correctamente. Quizás todavía tiene demasiada ira encima como para lidiar con esta situación. Quizás sólo necesita abrazar el cuerpo de Sakura de nuevo para calmar la bestia en su interior.

Quizás su hermano hubiera lidiado mejor con esta situación.

–Suigetsu, tú vigilarás la casa. Quiero tus ojos en cada espacio, en cada cuarto, en el jardín, en la calle. En todo. Quiero que estés atento a cualquier movimiento extraño. Lo que sea. Eres perspicaz para eso.–

–Lo tiene, Jefe.– le contesta algo entusiasmado, ante la idea que Sasuke confíe tanto en él.

Una falsa confianza claro está.

Sasuke asiente en respuesta y caminando lentamente por el estudio, agrega para todos:

–Quiero ser claro en esto. Necesito a todos alerta. Necesito a todos afilados como nunca. Necesito saber qué pasó aquí. Necesito saber cómo una puta bomba llegó a los terrenos de mi casa y casi mata a mi familia. No voy a dejar esto en vano. Voy a encontrar al culpable, y lo voy a hacer pagar. Ahora vayan a hacer lo que les pedí. Fuera de aquí.– Finaliza sentándose en una de sus sillas, frotándose la cara con ambas manos, en un inutil intento de eliminar su cansancio.

No los ve cuando sale, sólo escucha el sonido de sus zapatos y finalmente el de su puerta.

–¿Ya se fueron?– pregunta, aún con la mirada tapada.

–Si.–

Sasuke baja sus manos y alza la mirada a su amigo rubio sentado al frente de él. Su marcado torso moreno apenas está cubierto por una musculosa fina blanca. Todo su brazo derecho está vendado, producto de las quemaduras que sufrió en la explosion. Aún asi pudo salvar sus pantalones de vestir y sus zapatos, regalo de su esposa.

–Por un momento pensé que dudabas de mi.–

–Dudo de todo el mundo Naruto.–

–...–

–...–

–¿Entonces?–

–Entonces eres en el que menos desconfío.–

Sasuke y Naruto intercambian miradas unos segundos. Ambos se conocen de toda la vida. Los padres de Naruto murieron jovenes producto de un engaño en una reunion, que se suponia, era para poner fin a una disputa. La familia de Sasuke era su aliada y resguardaron al pequeño Naruto, por lo que crecieron prácticamente juntos. Naruto le dijo que llegado el momento, él trabajaria para Sasuke.

"Mi hermano será el Jefe. Yo no. Trabajaremos para él"

"Si es tu hermano, entonces bien. Pero si eres tú, entonces te apoyaré."

"Apoyar? Ja, tú trabajas para mí. Recibirias órdenes."

"Trabajaría para ti, pero no tomo órdenes de nadie."

Desde eso, cuando a Sasuke le tocó ser el Jefe, usaban este pequeño lenguaje secreto. "Es una orden" significaba "Necesitamos hablar a solas."

–¿Soy el que menos desconfías? Qué honor.- responde Naruto algo irónico.

–Acabo de besar a mi esposa con tanto dolor en mis labios para sentir que estaba viva enfrente mío porque no confiaba en mis ojos. Tuve que controlar la fuerza con la que acaricié la cabeza de mi hija para no lastimarla porque me habían dicho que el auto donde estaba explotó. Apenas si puedo dejarlas en mi habitación durmiendo, porque siento que si no estoy con ellas, pueden morir.– explica para volver a frotarse la cara y morderse los dedos de su mano.

Maldita costumbre heredada de su padre.

Sasuke se levanta de la silla, para volver al escritorio y Naruto lo sigue.

–Tú sabes que moriría por ellas. Jamás, jamás podría tocarlas. Tú me pediste que sea el padrino de Sarada… Sasuke… amo a Sakura porque es mi familia tanto como tú. Me quemé el puto brazo para sacarlas del puto auto, sino todos estariamos muertos. Confía en mí.– le pide, apoyando su mano sana en su hombro.

Y Sasuke quiere. De verdad quiere.

La lógica le juega a favor a Naruto, y por más que el lado controlador de Sasuke deteste admitirlo, en este negocios, a veces hay que arriesgarse a las corazonadas.

–Está bien. Confio en ti.–

Pero la inquietud en su pecho no se va.


Después de hablar con Naruto, Sasuke lo único que desea es ver a su pequeña familia de nuevo. Su pequeña familia, compuesta por las únicas tres mujeres de su vida, además de ser los únicos miembros vivos que quedan. Sabe que los demás clanes lo creen débil porque toda su familia ahora está compuesta por mujeres. Sabe -todos saben- que la muerte de su padre y de su hermano no fue ningún accidente. La idea de dejar al más joven de la familia a la cabeza, débil y sin demás hombres en el árbol sanguíneo, era demasiado tentadora para aquellos que querían acabar con el gran negocio que el padre de Sasuke había creado de la nada.

A las demás familias no les gustaba ver que unas de ellas se enriquecia y no compartía con los demás.

Pero no conocían a Sasuke.

Sasuke no sólo duplicó las ganancias, sino que logró ampliar su territorio en el plazo de tan solo dos años. También buscó, cazó y cobró venganza por la muerte de su padre y de su hermano.

Nunca les perdonaría la muerte tan deshonrosa que le dio a Itachi, una trampa en una maldita caseta de peaje. Ellos tan solo esperaron que el auto se frenara, bajaron las ventanillas y lo balearon hasta morir. Su cuerpo aguanto treinta y seis balas de pie, hasta que finalmente cayó.

Está bien. Él les hizo lo mismo.

Itachi apenas había asumido la cabeza de la familia cuando murió. Su padre había muerto una semana anterior, cuando lo mataron cuando bajó del auto a cubrir a su madre, que era el blanco de ese ataque. Además de los disparos, también sufrió un ataque al corazón que lo terminó de matar. Nunca le dijo a nadie de eso.

Sasuke abre lentamente la puerta de su habitación. Literalmente, todo lo que hay en este pequeño cuarto, es toda su familia. Toda.

–¿Mamá?– él susurra despacio, a la mujer que se encuentra sentada en la mecedora al lado de la cama. Su madre es una mujer joven. Sin embargo, Sasuke puede observar las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos, y el cansancio evidenciado en sus leves ojeras. No son por falta de sueño, Sasuke lo sabe. Es el cansancio eterno de tener que estar alerta siempre. Alerta que al llevar al pequeño Itachi al parque no apareciera un arma, alerta porque su esposo llegaba a casa con una herida de bala, alerta porque la policía no viniera a llevárselo.

También sabe que carga con la culpa de la muerte de su padre, y que no ha superado el dolor de la muerte de su hermano.

¿Su esposa tendría estas ojeras también?

–¿Mamá?– él repite suavemente, meciendole el brazo.

–¿Hmm?–

–Ve a descansar. Ya estoy aquí.–

–¿Estás bien?– ella pregunta todavía algo dormida acariciando su mejilla. Ella siempre lo hace desde que él tiene memoria. Quizás necesita tocar como él para asegurarse que la mente no los engañe.

–Estoy bien.– responde posando su mano sobre la de ella. –Ahora vete. Esta silla te dañará la espalda. ¿Quieres que te lleve?–

Ella se levanta negando con la mano. –No soy tan vieja como para eso, hijo. La bebé se despertó y parecía algo inquieta, así que la puse en la cuna, pero ya se debe haber dormido. Sakura se despertó un par de veces, se fijó en la bebé y preguntó por ti.–

–Está bien.– él se levanta y le abre la puerta. Cuando su madre la atraviesa, se da la vuelta de repente.

–¿Hijo?– susurra.

Él la mira curioso. –¿Sí?–

–No dejes que esto termine en más muerte. Sé que no debo entrometerme, y te prometo que no volveré a hacerlo… pero mi corazón no puede soportarlo más, Sasuke. Me he quedado callada demasiado tiempo y lo seguiré estando, pero por favor, por favor te lo ruego… no puedo con más de esto…–

Sasuke escucha el dolor de su madre, y una pequeña parte de él se alegra de no cargar con este sufrimiento de pérdida solo. Tomando las manos de su madre entre las suyas, él las besa prolongadamente, para luego mirarla a los ojos. Esos ojos negros que había heredado.

–No habrá más pérdida, te lo prometo.–

Ella solo asiente en silencio, para luego soltar sus manos e irse a su cuarto.

Cuántas veces tu padre me hizo esa misma promesa, Sasuke.–


La débil luz de la luna baña la cuna de la pequeña Sarada.

Sasuke se asoma para observarla dormir pacíficamente. Tan inocente y pura para este mundo. Tan inocente y pura para él. La paranoia le ha hecho una mala jugada en el pasado, creyendo ver vivo a su hermano muerto, por lo que sus ojos no son una fuente confiable.

El tacto.

El tacto si lo es.

No quiere despertarla, por lo que acaricia su suave mejilla con uno de sus dedos.

–Lo siento.– le susurra.

Sabe que Sarada no entiende lo que ha pasado, pero aun así una angustia interna le pica con la necesidad de pedirle perdón. Sasuke no pide perdón a nadie. Sabe que es muy orgulloso de hacerlo y que se vería débil, algo que no puede hacer. El hecho que Sarada no entiende nada de lo que sucede, ayuda a Sasuke a hablar con ella, aunque de respuesta sólo reciba sonidos inteligibles.

El roce de su dedo en la mejilla de la bebé hace que Sarada sienta cosquillas y se mueve dormida, más aun permanece dormida. Moviendo sus bracitos en el aire, ella atrapa el dedo meñique de Sasuke en su pequeña mano, apretándolo con fuerza. Él sonríe. Ella siempre hace eso con él. Cómo si supiera que Sasuke está ahí con ella.

A veces se pregunta, ¿Cómo hizo él para crear algo tan pequeño y tan hermoso?

Y la respuesta que siempre encuentra es una: Sakura.

Besando la mano de su hija, ella afloja su agarre dejándolo ir. Luego besó su cabecita, susurrándole lo mucho que la ama. Asegurándose de que está cómoda, Sasuke se vuelve a su cama, para encontrar a su dulce esposa dormida. Su madre la ha tapado con las mantas de su cama, algo que él no se dió cuenta de hacer al salir.

Gracias a Dios que su madre estaba con ellos, porque Sasuke era algo torpe en lo que respecta a ese tipo de detalles.

Quitándose el saco, y aflojandose la corbata, él se sienta en la cama para quitarse los zapatos.

No es tarde, y sin embargo toda la casa está en silencio.

Claramente ha sido un día agotador y todos están durmiendo o descansando desde temprano. Tanto el cuerpo de Sasuke como su cabeza no dan para más, y claramente el whisky no fue un buen agregado.

Metiéndose entre las sábanas, Sasuke piensa que su cama nunca se sintió tan cómoda y tan necesitada. Así cómo la necesidad de él por el cuerpo de su esposa. Él se acomoda detrás de ella y la atrae suavemente hacia él, abrazándola por la cintura con fuerza, para sentir su calor consolante, hundiendo su cara en el cuello de ella, para respirar el embriagador aroma de su cuerpo, junto con su característico perfume de cerezos. Cierra los ojos cuando lo hace, para dejarse llevar y quizas, sólo quizas lograr conciliar el sueño.

–¿Sasuke?– murmura ella en voz baja.

–Estoy aquí. Sigue durmiendo.– responde él.

–¿Has bebido?–

–Un poco.–

–...–

–...–

Sakura no responde. Sasuke sabe que a Sakura no le gusta mucho que tome, pero no le dice nada, solo pasa los brazos por sobre los de él, juntando sus manos para reforzar el agarre de su abrazo. Ambos siguen despiertos, aunque el sueño les gana, la necesidad de sentir el calor del otro les da seguridad, algo que les hace falta a los dos desesperadamente.

–¿La viste a Sarada?– le susurra ella.

–La vi. Ella está bien.–

–...–

–...–

–Tuve mucho miedo hoy. Tuve miedo por ella.–

–Lo sé, yo también.–

–Sarada pudo…– Él la corta inmediatamente.

–No lo digas. He intentado borrar esa imagen de mi cabeza todo el día. Ya te prometí que no volverá a suceder.–

Silencio de nuevo.

–...–

–...–

–No pensé que vendrías hoy.–

–¿Cómo no podría? Ustedes son mi familia.–

–Pero siempre estás ocupado.–

–Estoy trabajando, Sakura.–

–...–

–...–

–¿Sasuke?–

–¿Mmh?–

–¿Tuviste miedo por mi?–

–...–

–...–

–Estuve aterrado como nunca en la vida.–

–...–

–...–

–¿Sasuke?–

–Dime y duérmete ya, Sakura.–

–...–

–...–

–Te amo.–

–...–

Él no responde. Nunca lo hace. Sólo la besa en el cuello y la aprieta más contra él, para finalmente quedarse dormidos.

Sasuke nunca le ha dicho "te amo" a Sakura.

Y ella nunca se lo ha pedido, ni nunca se lo ha reprochado.

Lo conoció de esta forma y se enamoró de esta forma de él, a la joven edad de dieciocho años, cuando Sakura terminaba los estudios secundarios y Sasuke, varios años mayor que ella, ya trabajaba para su padre. Claro que a Sasuke le hubiera gustado especializarse en ciencias políticas o quizás unirse al ejército. Esas eran sus ambiciones de joven, cuando apenas era un adolescente. Después tuvo que enfrentarse a la realidad de que debía ser uno de los hombres del Clan Uchiha. Uno de los clanes más importantes de la ciudad, un clan que impone respeto, que impone presencia.


Es un viaje de negocios junto a su padre que conoce a Sakura.

El padre de Sakura solía ser un abogado importante en todo lo que tuviera que ver con comercio internacional, y el padre de Sasuke, en ese momento estaba interesado en no tener problemas con exportar un gran cantidad de… producto, y el padre de Sakura parecía ser el hombre indicado para ayudarlo.

Bienvenido, Sr. Uchiha.– dice el hombre, saliendo a recibirlos en la entrada de la casa.

Gracias, Fugaku. Es una hermosa casa.– responde, admirando la gran entrada del jardín.

Se hace lo que se puede. Oh, ¿no vino sólo?– pregunta, al ver que otra persona salía del auto.

Permíteme. Este es mi hijo menor, Sasuke. Está trabajando para mi ahora. Aprendiendo el negocio.– El hombre mayor estrecha manos con el joven y los conduce por la entrada de la casa.

Van a tener que disculparme, mi esposa está con su madre el día de hoy, estoy solo con mi hija.– explica, mientras que los otros dos lo siguen por el corredor hasta el living.

No sabia que tenias una hija, Fugaku.–

No hablo mucho de ella… Ya sabes, para protegerla.–

Haces bien. ¿Y tu hijo?–

Ese bueno para nada… debe estar gastándose mi dinero con alguna ramera por ahí, quien sabe. Ese chico sólo me da problemas. Problemas y deudas.– explica para luego suspirar. –Pero no hablemos de él. Por favor, tomen asiento. Llamaré a mi hija.–

En lo que los tres caballeros se sientan, el viejo abogado sólo grita "¡Sakura! ¡Ven, cielo!" mientras se acomoda el cuello de su camisa. La sala de estar de los Haruno era bastante iluminada, con decoración en cristal y paredes blancas, todo ese ambiente contrastaba con la casa de los Uchiha, que se caracteriza por un entorno sobrio y lúgubre.

¿Me llamaste, papá?-

Y ella aparece.

La joven Sakura se presenta en la sala con un vestido algo acampanado en rosa pálido, con unos zapatos de tacón bajo color blanco. Tiene un delantal atado junto a la cintura, y viene limpiándose las manos con un repasador, probablemente haciendo algo en la cocina. Tiene el cabello por los hombros, una especie de colorado rosado, y unos brillantes ojos color verde, que parecieran brillar como si fueran esmeraldas reflejadas en el sol de primavera.

Sasuke la observa precisamente tres segundos para luego parpadear y levantarse, tal y como lo hacen los demás. Acomodándose los botones del saco, el la vuelve a observar, dándose cuenta que la joven se ha quedado mirándolo.

Permítanme presentarles a mi hija, Sakura. Sakura, él es el señor Fugaku Uchiha y este es su hijo, Sasuke.–

Es un placer, bienvenidos.– dice la jóven tímidamente, extendiendo su mano al hombre más grande.

El placer es mío jovencita, eres muy hermosa.– observa el capo, con el mayor de los respetos, sacudiendo su mano suavemente, devolviéndole el saludo.

Muchas gracias.– ella sonríe, para luego guiar sus ojos al Uchiha más joven.

Bienvenido.–

Gracias.–

Sakura extiende su mano una vez más, pero Sasuke no se la sacude, apenas si le la sostiene, rozando sus dedos.

Ambos se observan. Ella alzando la cabeza y él bajándola.

Sus dedos son finos y delgados entre los dedos gruesos del pelinegro. Una mano tan delicada, cuidada y femenina, acoplada con otra seca, áspera y maltratada. Cuando se separan, él voltea la mirada acomodándose la corbata despreocupado y ella está sonrojada, con el corazón latiendo a mil.

Papá, ¿desean que les traiga algo?– ella pregunta, con la excusa de salir de esa habitación. Necesita aire.

Traenos café cielo, por favor. Y después quédate en el piso de arriba, ¿sí?– Esa era la forma cordial de decir "vete arriba, porque vamos a discutir temas que tú no deberías oír por tu propio bien."

Claro, papá. Con permiso.– ella se excusa, no sin antes darle una última mirada a Sasuke, para desaparecer del salón. Una vez que se va, su padre resopla y dice:

Esa niña es lo mejor que tengo. Un sol. Completamente diferente al estúpido de su hermano.–

Una vez que la reunión entre los hombres termina, los hombres Uchiha están entrando en el auto, y Sasuke, por un impulso, se le ocurre mirar hacia al balcón.

Ahí estaba Sakura. Lo había estado observando.

Cuando Sasuke la descubre, ella se sobresalta y simula estar arreglando las plantas. Sin embargo, la pelirosada alza tímidamente una mano para saludarlo, ondeandola avergonzada.

Sasuke la estudia y sólo le da un asentamiento de cabeza serio.

Después de eso, no vuelven a verse en un tiempo.


Estuve hablando con Haruno de nuevo. Le gustas a su hija.–

Sasuke y su padre estaban en su estudio, haciendo arreglos para la seguridad de su madre en la próxima reunión.

¿Y qué con eso?–

¿A ti no te gusta?–

Es bonita, pero es muy… llamativa. Todo en ella llama la atención.–

¿Entonces no te gusta?–

Sasuke lo piensa antes de contestar.

Preferiría a alguien más discreta, quizás.–

Su padre sonríe antes de continuar.

Eso no contesta si te gusta o no.–

Cansado de este interrogatorio, Sasuke apoya los papeles sobre la mesa hastiado.

¿Y a qué viene todo esto? ¿Se puede saber?–

Su padre lo mira a los ojos un momento, para luego servirse un vaso de whisky. Sasuke sólo observa entre expectante y curioso.

Mi negocio con Haruno es muy importante, y necesito que me ayudes.–

¿Cómo?–

Sal con la hija.–

¿Qué?– Sasuke frunce el ceño ante tal idea. ¿Qué tramaba su padre?

Tú lo conociste. Sabes que la niña es la luz de sus ojos. Si ella es feliz, él es feliz. Y necesito que él esté feliz para que me ayude con este negocio.–

Suspirando ante su explicación, Sasuke no cree que sea buena idea. Él y la chica son muy diferentes, a simple vista se nota y se lo hace saber a su padre.

Sasuke, no te pido que te cases con ella. Sólo sal. Llevala a cenar o al cine, algo de eso. Después de eso, si no la quieres volver a ver, entonces bien, todo queda ahí. Pero hazme este favor, ¿sí? No te lo pido como tu padre, sino como tu jefe.–

Esta sería la primera vez que su padre se refería a él como tal, y Sasuke le tiene tanto respeto y admiración que no lo piensa dos veces.

Una vez que acepta, el Uchiha mayor se lo agradece con un asentimiento de cabeza, y ambos se meten de lleno al trabajo de nuevo.

Y por cierto, ¿Sasuke?–

Dime.–

Esta niña Sakura, es una niña decente, de buena familia. La respetas y la cuidas, está bien?–

Sasuke asiente mirándolo a los ojos, sin saber que esas palabras serían su mantra en el futuro, y uno de los primordiales objetivos de su vida.


La cita entre ellos es totalmente un desastre.

Incluso el chofer que los lleva en el auto puede darse cuenta.

Cuando recogen a Sakura en la puerta de su casa, Sasuke no se siente muy cómodo.

Ella habla demasiado para él.

Le cuenta la historia de su vida, lo que le gusta, lo que no le gusta, sus colores favoritos, cómo decoro su casa después que su madre muriera, lo que puede cocinar, etcétera, etcétera. Ella es aniñada, gritona y siempre parece feliz por todo. Todo lo contrario a su personalidad callada, seria y juzgante.

Ël sólo asiente con la cabeza cómo si estuviera interesado en la conversación, pero la realidad es que para Sasuke esto es un trabajo.

Su padre dijo que la mantuviera contenta y eso es lo que está haciendo.

O al menos eso intenta.

Cuando van a cenar, se quedan un rato en un silencio incómodo.

Sasuke está realmente aburrido, y lo peor que se le puede ocurrir a Sakura, es empezar a hacerle preguntas.

¿Te gustan los postres?–

No me gustan los dulces.–

¿Cuál es tu color favorito?–

No tengo uno.–

¿Qué música te gusta–

No escucho música.–

¿Te llevas bien con tu hermano?–

Eso no es de tu incumbencia.–

Los ojos de Sakura empiezan a aguarse, y disimuladamente se limpia una lágrima que cae por su mejilla. Sasuke lo nota y se pone incómodo.

No sabe qué hacer.

Ni siquiera habla con otras mujeres además de su madre, a lo que, muy estúpidamente, no le pidió un consejo antes de salir. Es que había estado tan concentrado en ayudar a su padre y a su hermano que nunca se puso a pensar en el tema.

En ciertos aspectos, todavía se sentía como un niño.

Me gustaría irme, por favor.dice Sakura cabizbaja, evitando mirarlo a los ojos.

Él sólo asiente con el ceño fruncido, y llama al camarero para pagar la cuenta.

Una vez pagada la cena, Sakura se levanta y Sasuke la sigue, apenas llegando a la puerta para abrirla para ella.

El auto para ambos está esperándolos, y ella está a punto de entrar, pero no lo hace. Se detiene justo en la puerta y se da la vuelta para enfrentarlo. El pelinegro la mira expectante con las cejas fruncidas. Sus ojos derraman lágrimas y se siente débil, más aún así no lo parece.

Yo… sé que soy irritante… sé que hablo mucho… que puedo ser cansadora… que… no lo sé… tú… tú me gustas mucho, Sasukeella admite avergonzada, limpiándose las lágrimas con ambas manos. y sólo… sólo quería una oportunidad contigo… pero no deberías hacer esto por obligación… o por un arreglo de nuestros padres… ya me quedó claro que no te intereso…agrega con una risa algo sarcástica no quiero hacer esto si tú no quieres tampoco.–

Y ella llora de nuevo.

Más fuerte.

Y no para.

Sakura, ya detente.– le dice él en voz baja, mirando hacia ambos lados de la calle, dándose cuenta que el llanto de la chica llama la atención de los transeúntes.

Lo siento...– dice ella con la voz acongojada entre lágrimas, pero no se detiene.

Sakura…– él quiere decir que lo siente, pero nunca le ha pedido perdón a nadie, y el lamento de la muchacha lo pone más nervioso sin facilitarle las cosas.

Sasuke se siente terriblemente mal e incómodo. Sabe que ha sido una pésima compañía, grosero y maleducado, lo suficiente como para hacer que su pareja se deshidrate en lágrimas, y ahora necesita que pare de llorar para hablar con ella.

No sabe lo que hace cuando lo hace.

Sólo toma su nuca y pega sus labios contra los de él.

Pensando que sería una buena forma para que parara de llorar, ella sorpresivamente lo hace. En el momento que Sasuke la besa, Sakura se queda quieta, abriendo sus ojos como platos y sonrojándose. Con sus manos tildadas en el aire por la repentina acción, la joven pelirrosa sólo las deja caer a sus costados como si fueran peso muerto. Ella entrecierra sus ojos, pero no del todo. Todavía quiere ver si el muchacho que tanto la ignoro, que fue grosero con ella, que parece haber salido con ella por obligación, con el que tanto soñó después de esa primera vez que se vieron, es el mismo que la está besando.

Impulsivo pero estático a la vez cómo sólo puede ser Sasuke, mantiene sus labios quietos, escuchando la respiración agitada de la muchacha. Lo hace el tiempo suficiente, para luego separarse lentamente.

Había planeado besarla para callarla, pero no había planeado que le gustara.

La sensación de sus suaves labios húmedos contra los de él, le había enviado una carga nerviosa de placer que no esperaba sentir. Haciendo que el tétrico ritmo de su corazón se acelere.

Sus serios ojos oscuros van y vienen entre sus labios rosados y sus ojos verdes agua. Como una persona podía tener tanto color y aun así verse tan hermosa? Ella es puro color y luz donde se la vea, y Sasuke es sólo blanco y negro.

Pero aún así, desea volver a hacerlo.

Eres molesta.– le susurra, sosteniendo ambos lados de su cabeza, fijando sus ojos en ella una última vez, para volver a besarla. Esta vez es más suave y se toma el tiempo en hacerlo, pasando una mano por su cintura para abrazarla.

Lo disfruta.

Sakura lo disfruta también. Cerrando sus ojos completamente, y abrazándolo por el cuello, para dejarse llevar. Claro, debe pararse en puntillas de pie, pero eso solo sirve para que ambos estén más juntos.

A Sasuke le gusta cómo Sakura lo hace sentir.


Después de eso, ellos tienen dos citas más donde esta vez ambos hablan dentro de lo que habla Sasukey ambos se escuchan.

Sasuke descubre que le gusta Sakura, y le gusta que despierte un poquito de luz en su vida sombría de sangre, armas y venganza.

Él está seguro que ella no es indiferente a los negocios de su padre, pero no habla de eso. Internamente se pregunta si sabe que hay un Sasuke siciliano que siente un profundo orgullo y respeto por su familia, pero que también hay un joven Sasuke introvertido, que le gustaría seguir otro camino en la vida.

Desafortunadamente no puede.

Tienen una tercera cita, dónde se ven por última vez.

El padre de Sasuke lo envía a Italia a realizar un trabajo. No era demasiado, pero era su primer encargo. Estaba muy entusiasmado con la idea que su padre confiara en él, aunque claro no lo demuestra.

¿Cuándo volverás?

No lo sé.

¿Me escribirás?

No puedo. Nadie debe saber dónde estaré.

Llevame contigo...

No puedo, Sakura. No son vacaciones, es trabajo, y es peligroso. No puedo ponerte en riesgo.

...

...

Volverás… ¿verdad?

Quizás.

Después de eso, pasan tres años hasta que vuelven a verse.

El trabajo había salido bien, y Sasuke debería haber regresado al mes, pero al poco tiempo que partió, ocurre la tragedia de su padre. Cómo sospechosamente Sasuke había desaparecido en el mismo momento, ahí comienza a correrse el rumor que él mismo había tenido algo que ver con su muerte.

Su hermano, ahora jefe de la familia, lo obliga a quedarse exiliado un tiempo. Al menos hasta que los rumores se callen sólos.

Todas las noches de esos tres años pensó en Sakura, y deseó, desde lo más profundo de su corazón, que lo esperara.

Cuando Sasuke se entera de la muerte de su hermano, decide volver. Además se entera que no encontraron a los culpables de ambas muertes, y que ahora, le correspondía a él, ser el jefe de la familia.


Un mes después, se encuentra tocando el timbre de la casa Haruno.

Tal y como esperaba, es Sakura la que abre la puerta.

Sasuke…–

Hola, Sakura.–

-...-

-...-

Te ves bien.–

G-gra-gracias…–

-...-

-...-

¿Quieres caminar?–

Dan una vuelta en el barrio de Sakura. Él camina con las manos en los bolsillos, mientras que ella tiene los brazos cruzados. No es un ambiente incómodo, es un hermoso día de otoño, y el paisaje de los árboles color café tiñen la escena con un cálido tono.

Aunque tampoco es cómodo del todo.

¿Cuando volviste?–

Hace un mes.–

¿Un mes? Y… ¿no me buscaste?–

Tenía asuntos que resolver Sakura, mí padre y mí hermano… murieron.–

Lo sé… lo siento mucho…–

Gracias. Supe lo de tu padre. También lo siento.–

...–

...–

Me hubiera gustado… estar ahí… para ti, sabes…– dice ella, enredando sus dedos nerviosamente.

Lo sé… me hubiera gustado eso también…–

...–

...–

¿Y entonces…? ¿Qué harás ahora?–

Soy el nuevo jefe de mí familia. Sin mí padre o mí hermano, me toca a mí dirigir su negocio y cuidar de mí territorio.–

Sabiendo lo que significa, Sakura baja la cabeza, y con una sonrisa melancólica le dice: -Entiendo.-

Él puede tener una pista de sus pensamientos, y sin más rodeos, decide hacer lo que vino a hacer. Deteniéndose en su caminata, se da cuenta que su compañera pelirrosa está tan ensimismada en sus pensamientos, que da unos pasos delante de él, antes de voltearse a observarlo.

Quiero que te cases conmigo, Sakura.–

¿Qué?–

Lo que oíste.–

Sakura abre y cierra la boca como diez veces antes de siquiera poder decir algo.

Sasuke, tú no puedes sólo volver y pedirme que me case contigo. Volviste hace un mes… y no… ¡no sabes nada de mí! ¡Yo no he sabido nada de ti en tres años!–

Sé todo de ti, Sakura. Sé que acabaste de estudiar y estás trabajando de maestra. También sé que te propusieron matrimonio, fue un idiota que se lo propuso a tu padre antes de siquiera hablarlo contigo. Lo rechazaste. También sé que sigues sintiendo cosas por mi.–

¿Cómo lo sabes?–

Estás temblando ahora mismo.– el pelinegro señala con la cabeza a sus piernas, que estaban en evidente temblor.

Sakura se mira sus propias piernas debajo de su vestido, y ladea la cabeza avergonzada.

No esperaba sentirse tan débil ante el hombre que, ella misma se había jurado haberlo superado.

Aquel por el que lloró tantas noches en su cama, rogándole al cielo que no la olvidara dónde quiera que estaba.

Sakura…- la llama, tomándola de la barbilla para que la mire a los ojos. –Volví exactamente como me fui.– dice, haciendo referencia a sus sentimientos, aunque nunca lo diría en forma explícita. –Y te quiero conmigo.–

Sasuke...– la joven Sakura no puede evitar que sus ojos se pongan vidriosos mientras algunas lágrimas se acumulan en las esquinas de estos. El pelinegro ante la evidente señal de que, está por llorar, la toma suavemente de las mejillas para besarla.

El sabor de sus labios era el mismo que había dejado atrás, y su corazón volvía a latir con pasión.

La resistencia de Sakura flaquea, y se sujeta de él como si su vida dependiera de ello, de ese beso, de ese calor recorriendole el calor.

Lo sujeta con fuerza porque no soportaría perderlo de nuevo.

Cuando ambos se separan, Sakura todavía se sostiene de los hombros de él, sus piernas continúan en un temblor constante, y ahora sus manos lo hacen. Con la cabeza agachada por la agitación, Sakura levanta sus ojos hacia él. Sólo se miran el uno al otro, el siempre con el ceño fruncido y ella siempre con los ojos aguados.

No se dicen nada, pero no hace falta.

Unos segundos después, Sasuke levanta su mirada sobre la cabeza de Sakura. Hace una especie de seña con la cabeza, y al instante un auto aparece al lado de ellos. Él se separa de ella, pasando por delante, para abrirle la puerta trasera y extenderle la mano.

Sakura lo observa. A su mano, al auto, y a él.

Sabe lo que Sasuke hace, sabe a qué se dedica su negocio. Sabe que su vida cambiará completamente en el momento en que se sube a ese auto.

Ella avanza hacia él, alzando su mano para recibir la suya.

"Está bien, lo amo."— ella piensa mientras se sube al auto.

Una semana después, se casan bajo el manto de la Iglesia Católica, y un año después, la pequeña Sarada llega al mundo.

Sí, a Sasuke no le gusta perder el tiempo.


A Sasuke no le gusta perder el tiempo.

Pasa una semana del incidente de la explosión, y él podría jurar que si no fuera por Sakura a su lado, él no dormiría de nuevo.

Tal y como dijo, su esposa y su hija no salen de su casa. Sakura no está muy de acuerdo con eso, pero accede a quedarse con su bebé con tal de mantenerla segura. Ella siente que no puede despegarse de Sarada, y eso preocupa un poco a Sasuke, pero decide que es debido al miedo de la explosion.

Si pudiera meter en una caja blindada a su hija, a Sakura y a su madre, probablemente lo haría.

Incluso contempló la posibilidad de enviarlas fuera del país, pero sabe que el dolor sería demasiado grande para todos, y no está seguro de poder seguir el día a día sin ver la hermosa cara de su pequeña bebé.

Durante esa semana, Sasuke intenta seguir la rutina de sus negocios y reuniones con sus hombres, aunque aún no haya descubierto al traidor.

Está de un pésimo humor. Terriblemente pésimo.

Y su humor no mejora cuando el estúpido hermano de Sakura abre la puerta de su estudio sin avisar.

-¡Cuñadito!- entra eufórico el joven de cabello colorado, haciendo un alboroto, sentándose en la silla al frente de su escritorio, apoyando los pies sobre el mismo.

La cara de Sasuke es un monumento a la muerte misma.

Lo odia. Lo detesta. Nunca le agradó ni siquiera un poco.

Hasta el día de hoy, duda de que un ángel como Sakura estuviera relacionada con este imbécil.

–Al fin apareciste, Sasori.– le dice bebiendo un vaso de coñac. Su mandibula esta tensionada y sus ojos parecen no tener brillo alguno, sólo un profundo negro sin fin. –Baja los pies de mi escritorio.–

El muchacho lo hace, sentado derecho y mostrándose repentinamente sorprendido.

–Pero Sasuke, tú me habías enviado a Estados Unidos a resolver las negociaciones en Akatsuki. Eso hice y ahora volví.– explica, cómo señalando lo más obvio del mundo.

–Tu hermana y tu sobrina sufrieron un accidente.– estirándose sobre el escritorio, quedando a centímetros de su cara, remarca: –casi mueren.– a lo que Sasori sólo desvía la mirada nervioso, acomodando en su asiento.

–Mande a que te avisaran que el negocio en Estados Unidos quedaba cancelado, que podías volverte, porque tu hermana te necesitaba. Y ni siquiera fuiste capaz de enviar un puto telegrama, una puta llamada, ni una una puta maldita carta.–

Él puede observar cómo Sasori traga, y mueve los pies inquieto. Siempre le dio asco lo cobarde que era frente a él.

–¡Pero Sasuke! ¡Te juro que si iba a venir! ¡Pero me llegaron noticias de que todo estaba bien! ¡A ninguna les pasó nada!–

–Me encanta la preocupación que sientes por tu familia.– reprocha él sarcásticamente, a lo que el joven resopla cansado.

–A ver cuñado, que podía hacer yo aqui?–

–¡ESTAR CON ELLAS!– le grita parándose ruidosamente de su silla, a lo que el otro sólo se encoge asustado.

No puede ser tan cobarde.— piensa el hombre Uchiha, totalmente decepcionado con la persona al frente suyo.

–Sabes que si no fuera por qué Sakura me lo pidió, ni siquiera estarías trabajando para mí, ¿verdad?– le escupe.

Sasori sólo lo mira furioso, más no hace nada que retorcer los dedos en los apoyos de la silla, clavando sus uñas en él.

–Tu padre estaría avergonzado de ti, de cómo cuidas a tu hermana, a tu familia.–

Es cuando él va a contestar, que la puerta de su estudio suena. Es Naruto. Su único hombre de confianza por el momento.

–¿Qué pasa?– preguntó él.

–Lamento interrumpir, Sakura desea hablar contigo.–

Suspirando y cayendo rendido en su silla, Sasuke asiente con la cabeza, dándole permiso.

Desearía que no los viera en esos términos.

Desearía que Sasori fuera distinto con ella.

Desearía que la cuidara más.

Desearía que él no existiera.

–Hola… permiso…- saluda la pelirrosada asomando su cabeza por la puerta. –No deseo molestarte Sasuke, pero me dijeron que Sasori había venido.– pregunta ilusionada.

Desearía que Sakura no tuviera en un altar a su hermano menor.

Él asiente cansado. –No hay problema, pasa.–

Ella sonríe y pasa.

–¿Sasori?– ella pregunta al joven en la silla, que ni siquiera había volteado a verla.

Acercándose un poco más, ella lo vuelve a llamar pero el pelirrojo sólo parece estar sumido en sus pensamientos oscuros, y Sasuke lo sabe porque lo reconoce en sus ojos.

Sakura lo llama una vez más, pero al no haber respuesta, comienza a inquietarse y su esposo lo nota.

Nadie ignora a su esposa y menos en su presencia, maleducado desagradecido.

Sasuke golpea su escritorio con el puño de su base, haciendo a los dos Haruno pegar un salto de susto. Sasori le levanta la mirada y ahora es el esposo de su hermana el que lo observa con odio.

Levántate y saluda a tu hermana de una puta vez.– le está diciendo con la mirada.

Sasori resopla con bronca, y poniendo los ojos en blanco, se levanta con pereza y fastidio de la silla para enfrentar a su hermana.

–Hola Sakura…– saluda el pelirrojo en evidente malestar, pero es totalmente interrumpido por el cuerpo femenino de la pelirrosada sobre el de él, llorando a más no poder.

–¡Te extrañé demasiado! ¡No sabes cuánta falta me hiciste!– ella solloza, aferrándose en puños a la tela del traje del joven, descansando la cabeza en su hombro.

Las manos de Sasori tiemblan y Sasuke está atento a eso. No sería la primera vez que le pegaba a Sakura, pero si juró que sería la última vez el día que se casaron.

También amenazó con romperle las piernas si lo volvía a hacer, y la única razón por la que no está flotando en el río, es por qué Sakura se lo imploró.

Cómo así también le imploró que lo dejara trabajar para él, ya que el muy estupido había gastado casi la totalidad del patrimonio de su padre.

Sasuke salvó eso también.

Lo hizo sólo por Sakura.

El joven levanta una de sus inquietas manos, y en un acto sorprendente para Sasuke, se dedica a acariciar el cabello de su hermana.

–Lo siento...– él susurra, mientras lágrimas repentinas resbalan por sus mejillas y con su otra mano, la abraza por la espalda. –Lo lamento tanto...– repite una y otra vez, aferrándose a ella, lamentándose, cómo siempre lo hacía después de que la sometía a sus gritos y a sus golpes.

Y Sakura siempre lo perdonaba.

Siempre tan inocente y benévola.

Sasuke no.

Desde el momento en que se enteró de los maltratos de esta basura a la chica, Sasuke no perdía el tiempo en amenazarlo. Los moretones y las marcas cada vez eran más evidentes, y él no se lo iba a permitir.

Primera advertencia.

Días después, Sakura aparece con un moretón en la mejilla.

Segunda advertencia.

A una semana de su boda, Sakura aparece con un labio partido.

Sasuke no iba a dar una tercera advertencia.

Él mismo lo muele a golpes, y sólo teniendo la imagen de Sakura llorandole y rogándole que por favor no lo mate, al menos por ella; es que para y lo deja inconsciente en el piso.

Decide que es mejor tenerlo lejos de ella, ya que no puede deshacerse de él, y lo tiene trabajando en los negocios extranjeros. De esa manera todos serían felices.

O algo así.

Pero Sasuke nunca le creyó sus patéticos lloriqueos, ni sus berrinches, ni sus lamentos.

Ni hablar que ni siquiera se presentó al nacimiento de su sobrina, o de los pésimos chistes que hacía sobre que habían tenido una niña y no un niño.

Puto imbécil.

Sasuke observa a ambos hermanos abrazados, y desearía que su cuñado fuera otra persona que protegiera a Sakura, no de quién protegerla.

Extrañamente, estás lágrimas de Sasori le parecen reales, y no entiende por qué.


Sasuke y Sakura hacen el amor esa noche por primera vez desde el accidente.

Él es tan apasionado con ella y ella siente que podría morir de placer en esa cama.

Nunca lo habían hecho así, nunca a este ritmo, nunca de esta forma.

Ella está debajo de él, y Sasuke la mira intensamente mientras entra y sale de ella a un ritmo tan lento que podría hacer perder la locura a cualquiera, pero no a ella.

O al menos no por un rato, hasta que empieza a impacientarse.

–Por favor… por favor… – ella le susurra jadeante en voz baja.

La bebé Sarada se encuentra en la habitación de su abuela con ella, dado que ella misma se había ofrecido a cuidarla con el pretexto de que Sakura y Sasuke hacía rato no pasaban tiempo juntos.

Sakura se muestra medio reacia a no dormir con su hija, pero Sasuke le insiste y le dice que todo va estar bien. Era necesario que se separara un poquito de Sarada, para que después no se vuelva algo más difícil de tratar.

Además que el dormitorio de su suegra estaba cruzando el corredor, y no es como si Sasuke dejara a su bebé fuera de su protección.

–"Por favor", ¿qué?– él pregunta, mientras que su musculoso cuerpo blanquecino la embiste suavemente. A él le gusta así a veces, sintiendo a su propio miembro siendo apretado por la estrechez de su esposa.

–¡Más rápido! ¡Por favor!– súplica tirando de los mechones de cabello negro de su esposo, para después tirar sus brazos sobre su cabeza. Su visión está tan llorosa que no puede verlo bien y su propia excitación la hace sentir necesitada. Muy necesitada. Intenta mover sus caderas hacia arriba, pero él es tan pesado para ella.

–¿No te gusta?– bromea agitado, y las gotas de sudor se acumulan en su frente, sintiendo sus músculos tensionarse ante la falta de una buena fricción. Ya había se había complicado demasiado, ahora él también lo necesitaba.

–¡Me estás matando así!–

Arrodillándose en frente de ella, Sasuke pasa sus brazos debajo de las rodillas de su mujer, dejando sus pies flotando en el aire y a ella abierta como una flor. Colocándose sobre ella, la mira a los ojos con la boca abierta y su rostro colorado, y empieza a machacarla rápidamente, justo como ambos necesitaban. Sakura sólo responde sujetándose fuertemente de su cuello, cerrando los ojos con fuerza con un grito ahogado y silencioso.

Quiere gritar, porque se siente demasiado bien, pero no lo hace. No están solos en la casa.

En su lugar, jadea y gime por lo bajo. Es todo lo que se oye en el cuarto, junto con el sonido chapoteador de sus cuerpos chocando.

–No digas eso.– le pide el. Sus brazos están colocados encima de su cabeza, y su nariz roza con la de ella en el vaivén de su cuerpo y sus caderas.

–¿Qué?– ella está tan enfocada en su coño siendo machacado por la dureza de su pareja y en lo bien que se siente que ni siquiera lo escucha. Había estado jugando con ella y ahora necesita liberarse.

–Que te estoy matando… que te vas a morir...–

Sakura abre los ojos al entender a qué se refiere, y lo observa con la mandíbula tensa y una expresión de enojado, pero al mismo tiempo doliente.

Uno podría decir que es porque está excitado y desea venirse, pero no es ese el caso.

Ella asiente al encontrar una pizca de dolor en sus ojos, y lo toma del rostro para besarlo. Si pudiera besarle su alma dañada, lo haría sin dudarlo.

-Te amo, te amo, te amo.- le susurra en los labios, pero está tan cerca que su respiración se acelera de repente y se sujeta fuerte de su cuello, de sus hombros como puede. –¡Te amo! ¡Por favor, no pares! ¡No pares, Sasuke!– levanta la voz, más no grita.

Él está yendo tan fuerte que la cabecera de la cama choca contra la pared un par de veces y los resortes del colchón empiezan a hacerse oír.

-¡Oh Dios! ¡Por favor! ¡No pares! ¡No pares!- ella le chilla al oído, acunándolo contra su cuello y abrazándolo como si no hubiera un mañana.

-Nunca pararé… eres mi vida… eres mi amor… te amo…- confiesa él, pensando en la posibilidad de que Sakura hubiera muerto y él no nunca hubiera podido decírselo, en la posibilidad de nunca volver a estar así con ella.

Sin su calor, sin su piel, sin su sonrisa… sería como la muerte misma.

Claro que sólo puede decírselo en la comodidad de su cuello, sin mirarla a la cara, pero al menos es algo.

Sakura, por otro lado, sólo sonríe con los ojos cerrados mientras las lágrimas vuelven a resbalar por sus mejillas, sintiendo el placentero orgasmo cerca.

Esta era la primera vez que Sasuke decía que la amaba.

La primera de muchas futuras veces.

También te amo, Sasuke.–


Dos días después, Naruto le pide a Sasuke que sea el padrino de su futuro hijo.

Al principio se muestra incómodo al hacerlo, pues todavía no confía en él al cien por ciento, pero por insistencia de Sakura y de su madre, termina aceptando.

Se siente raro sosteniendo a otro bebé que no sea el suyo, por lo que le pide a la respectiva madrina —la hermana de la esposa de Naruto— que lo haga.

Él piensa que su nuevo ahijado llora mucho. Lloró mucho cuando lo separaron de los brazos de su madre, lloró mucho cuando el agua bendita cayó en su cabeza y llora mucho cuando el cura habla.

Sonríe al recordar que Sarada no lloró ni una sola vez, y que hasta le sonrió al párroco.

Internamente se pregunta si este niño, tendrá el mismo futuro que ellos, porque ni por un demonio dejaría que su hija lo tuviera.


Después de la ceremonia, Shikamaru lo está esperando en la entrada. Como su expresión no es la mejor, Sasuke le pide a Sakura que ella y su bebé sigan a la casa, él entrará eventualmente.

Sakura se toma un momento para mirarlo, pero como lo que recibe a cambio es una mirada fría, ella sólo entra en la casa.

Sin preguntas no hay respuestas.

Pero con Sasuke nunca había respuestas.

–¿Qué averiguaste?– le pregunta, prendiéndose un cigarrillo. No le gustaba que Sakura lo viera fumar.

–No soy estupido, sé que desconfías de mí. De todos nosotros. Y no estaría mal… probablemente cualquiera en tu lugar haría lo mismo.–

Sasuke se dedica a observar fijamente, en lo que le da una larga calada a su cigarrillo en silencio, y solamente el ruido del viento llena la escena.

–Te pregunté qué averiguaste.– repite.

Shikamaru suspira pesadamente ante la impaciencia y desconfianza de su jefe.

–Al parecer nuestros negocios en el extranjero han molestado a algunas personas.–

–¿Cuál de ellos?–

–Nuestro punto de tráfico más alto ahora es en los Estados Unidos, nuestras ganancias han crecido un setenta por ciento, eso nos ubica más arriba que otros clanes.–

–Eso ya lo sé, yo mismo propuse ese negocio Shikamaru, y Sai junto con Naruto se encargaron de cerrarlo. ¿Eso que tiene?– ¿Por qué este tipo nunca va a punto? ¿O es que vino a decir cosas obvias?

–¿Sabías que nuestros negociadores del casino Akatsuki, antes tenían otros socios? ¿Con los cuales dejaron de negociar por nosotros? Negocios que sabemos que superan los veinticinco millones de dólares, tú lo sabes.–

Sospechando el camino que está tomando está conversación, Sasuke necesita asegurarme.

–Explicate.–

–Los socios anteriores ni siquiera eran un clan. Los juntó un tipo, un tal Óbito. Formaron una especie de delegación dónde él sería el capo, pero no tiene un ápice de respeto. No tiene códigos, y se dice que anda metido en el ambiente de trata de personas y lo peor, trafico de niños.–

La reacción del pelinegro es instantánea que no llega a disimularla, frunciendo el ceño y quedándose estático.

¿De verdad dijo tráfico de niños?

–¿Por qué nunca oí hablar de él?–

–El tipo andaba muy metido en las sombras. Apenas si todavía tienen relación con la gente de Akatsuki por negocios que valen monedas.–

–Dime lo que piensas.–

–Bueno, poniéndolo de este modo, es un tipo que trafica niños y al que le hemos arruinado negocios de millones de dólares. Un tipo que no tiene escrúpulos o empatía alguna, ¿Crees que tendrías piedad para con una bebé y su madre yendo al pediatra?–

Sasuke analiza la teoría en su cabeza.

La respuesta es obvia.

Shikamaru nunca se equivoca en estas cosas. Incluso acertó en quienes habían sido los responsables de la muerte de su hermano, cuando habían sido tan cuidadosos como la mierda.

Pero…

¿Podría ser la verdad o una estratégia para disuadirlo del verdadero culpable?

Dios, está tan paranoico que no confía ni en su propio reflejo.

–Necesito confirmacion de primera mano, saber si fueron ellos y lo más importante Shikamaru, cómo diablos se metieron a mí casa.–

–Entendido.–


Sasuke utiliza la vieja técnica de la infiltración.

Decide mantener esto entre Naruto y Shikamaru. Decide que son los únicos en lo que medianamente confía, más no del todo.

Siendo Naruto el cebo, y con la información de la ubicación de una posible reunión entre hombre de Akatsuki, el plan salió perfecto.

Todo sucede en un bar de mala muerte. Naruto se acerca a ellos con la falsa intención de ofrecer su amistad, de intentar hacer negocios con ellos. Incluso los invita a seguir la noche en otro bar a cuenta suya. Y los tipos están tan borrachos y son tan estúpidos que caen.

Es ahí cuando salen del bar, que un auto frena de repente frente a ellos y Naruto alcanza a taparle la cabeza a uno, y meterlo en el auto, para salir huyendo a toda prisa.

Sasuke, por otro lado, se encontraba en el sótano de su casa, esperando alguna noticia. Cuando siente el ruido de la puerta del fondo, y los ve a Naruto y a Shikamaru forcejeando con el tipo, obligándolo a caminar.

–¿Quién es?– pregunta, observando como lo sientan y lo atan a la silla.

–Uno de los hombres de Óbito. Pudimos atraparlo antes de que huya. Los otros huyeron. Es uno de sus más allegados.– responde el rubio.

–Perfecto.–

El pelinegro toma una de las sillas de ese oscuro, húmedo y frío lugar, y la voltea para sentarse de horcadas. Le da una seña a Naruto para que le saque el costal de la cabeza y lo pueda ver a la cara. Necesita ver la verdad en los ojos de esta basura.

Cuando Naruto lo hace, se da cuenta que este tipo no es tan grande, debe ser de su edad similar. Con la cara magullada, y la vista cegada por la repentina luz. Está un poco ebrio todavía, por lo que sería fácil hacerlo hablar.

Pobre diablo.

–Eres de la banda de Óbito, ¿verdad?– pregunta él. Pero no recibe respuesta. –Contesta.– insiste él.

Pero el imbécil no habla, sólo lo mira a los ojos con una expresión de burla.

Está bien, Sasuke tiene todo el tiempo del mundo.

–Naruto.– lo llama.

Y Naruto entiende la señal. Quizás un par de golpes y unos dientes menos lo hagan hablar.

Después de diez minutos, la cara desfigurada del hombre parece una pintura de horror, donde la mayor decoracion, es la sangre. Sasuke observa la escena de brazos cruzados, con asco y repulsión, la sangre del tipo ha salpicado el rostro de Naruto, y se está mezclando con el sudor de su frente. Eso le revuelve el estómago. Apoyado en una de las paredes, decide que tal vez ahora el tipo quiera hablar.

–Suficiente.–

Él vuelve a tomar la silla, y se coloca en la misma posición. Hay dos dientes del tipo colgados en los pliegues de la camisa de su pecho y uno de sus ojos está tan hinchado que probablemente se le haya reventado el ojo.

No le importa

–Te preguntaré de nuevo. ¿Fue Óbito el que mandó el atentado contra mí familia?–

El tipo a duras penas asiente con la cabeza.

–Ustedes se metieron en terreno Uchiha. Sólo dime de una vez, ¿quién nos vendió?–

Pero la cabeza del sujeto recae hacía atrás, entre inconsciente y moribundo.

Y Sasuke necesita respuestas.

Impaciente, se levanta de la silla, arrojándola al piso y lo toma del cuello de su camisa. Poco le importa ahora el sudor mojado y la sangre de la prenda del hombre. Lo zarandea un par de veces, para después golpearlo él mismo un par de veces más. Necesitaba descargarse.

-¿¡QUIÉN ME VENDIÓ!?- le grita casi ahorcandolo, con la frente sudada y los nudillos lastimados. Siente que se le van a salir los ojos tenerlos tanto tiempo abiertos y sus dientes van a partirse de tanto apretarlos.

-El pequeño…– apenas susurra el tipo, mientras saliva y sangre resbala de sus labios.

¿Quién? ¿Suigetsu?

-El pelirrojo…-

No.

No puede ser.

Sasuke siente que toda la sangre del cuerpo se le fuera.

Parpadea un par de veces, intentando digerir lo que el tipo le dijo.

Tambaleándose hacía atrás y tropezandose con su misma silla, Shikamaru se apresura a ayudarlo a sostenerse, pero Sasuke se separa de él a los manotazos.

Necesita aire. Necesita procesar esto.

¡Pero Sasuke! Te juro que si iba a venir! Pero me llegaron noticias de que todo estaba bien! A ninguna les pasó nada!–

Ahora todo tenía sentido.

–Ni siquiera lo forzamos… el solito se ofreció...– añade el tipo con un intento de risa en su cara deformada. Con las manos cubriendo su rostro por el shock de la noticia, Sasuke se da la vuelta y lo observa con la mirada muerta.

–Naruto, encargarte de él.–


No es que Sasuke lo pensara demasiado.

En el momento en que supo la verdad, supo su respectiva consecuencia.

Arregla el tema con sus hombres, y ahora solo queda actuar.

Su cuñado se encuentra en su casa, en la otra ala, tomando un whisky y leyendo una revista no apta para la hora del día.

El Uchiha entra sin golpear, acompañado de Yuugo y Shikamaru. El joven pelirrojo ni siquiera se da cuenta de su presencia. Cuan irrespetuoso.

–Tienes que responder por Sakura, Sasori.– lo llama, a lo que Sasori se voltea a observarlo y se pone pálido de repente.

–Estas equivocado, Sasuke.–

–Siempre has estado celoso de ella, de que tu padre la prefiera más a ella que a ti… ese maldito juego del hermanito desamparado… ¿Creíste engañar a un Uchiha?–

–¡Sasuke, soy inocente! ¡Lo juro por Sarada!–

–No. Te prohíbo que vuelvas a decir el nombre de mi hija en vano.– le alza la mano.

–Sasuke, no me hagas esto.– llora –¡Sasuke, no me hagas esto! ¡Por favor!–

Sasuke toma una silla, y se sienta de la misma manera que con el tipo que interrogaron. Le hace señas al joven colorado que se sienta en el sillón.

–Todos esos tipos de esa banda han muerto. Kisame, Deidara, Hidan, Yahiko… Te suenan esos nombres, ¿verdad? Bueno, todos están muertos. Incluso el mismo Óbito. Hoy arregle este asunto, y no me digas que eres inocente Sasori. Admite que lo hiciste.–

El joven se toma del cabello y empieza a llorar desconsoladamente. Todo es una confirmación sobre otra confirmación.

–Dale una copa.– le dice a Yuugo, a lo que este le sirve.

–Anda, bebe.–

Pero las manos del joven tiemblan tanto que no puede beber correctamente.

–No tengas miedo Sasori. ¿Crees que mataría al hermano de mí esposa? Eres el tío de mí hija.–

No responde, sólo lo observa con terror.

–No Sasori, estás fuera de los negocios. Ese es tu castigo.– explica. –Acabaste. Te enviaré en avión a Las Vegas, y no volverás a tener contacto con Sakura nunca más.– Observa a Shikamaru. –Dale el pasaje.–

Shikamaru toma de su chaqueta un pasaje y se lo entrega.

–Quiero que te quedes allí, ¿entiendes?– un alivio repentino corre por el cuerpo del muchacho, pero sólo es momentáneo. Asiente con la cabeza al pedido de su cuñado.

–No digas que eres inocente. Eso insulta mí inteligencia y me molesta bastante.–

Sasori baja la mirada.

Vamos Sasuke, ¿qué otra confirmación necesitas?

–Tú pusiste la bomba. Conocías los terrenos de mí casa, cómo entrar y salir sin ser visto. Volviste antes de lo previsto de los Estados Unidos, después de que estos tipos te lo propusieran, lastimar a mí esposa y mí hija para debilitarse por arruinar su negocio.–

–¡Te juro que no sabía que la bebé estaba ahí! ¡Debía ser sólo un susto!– interrumpe, intentando excusarse. Sasuke cierra los ojos y se coloca el dedo índice en los labios.

–Shhhhh. Estoy hablando. Me molesta que me interrumpan cuando hablo.–

Sasori vuelve a bajar la mirada llorosa.

–Estuviste ahí cuando la bomba explotó, y viste como Naruto las sacó a ambas, por eso sabías que no habían muerto.–

Silencio.

–¿Fue así o no?– pregunta finalmente, mirándolo a los ojos

Silencio.

–...–

–...–

–… sí.–

–...–

–...–

–Bien.–

Simplemente, eres un maldito crío estúpido Sasori.

Sasuke se levanta de la silla, y la coloca en su lugar.

–Afuera hay un auto para llevarte al aeropuerto. Naruto te llevará. Yo hablaré con tu hermana para avisarle que te vas.–

–Sasuke… yo...– intenta hablar con él de nuevo, en lo que Yuugo le coloca el saco y lo lleva a la puerta.

–Retírate de mi vista.– pide sin mirarlo.

Una vez que ha salido de la casa, Yuugo lo acompaña hasta el auto, abriéndole la puerta y todo.

–Hola, Sasori.– saluda Naruto desde el asiento de atrás.

Para cuando el joven pelirrojo se da cuenta, ya es muy tarde, porque Naruto lo está estrangulando desde atrás con un cable.

Lo hace con tanta fuerza, que arrastra el cuerpo de Sasori hacía su asiento, y este debido a la falta de oxígeno, comienza a dar patadas aleatorias, rompiendo los vidrios del auto.

Sasuke lo observa todo desde la ventana.

Se asegura que la mierda que casi lo deja sin familia, deje este mundo de una vez y para siempre.

Lo observa hasta el final.


Él hace correr el rumor que Sasori tuvo un accidente.

Conoce mucha gente que le deben favores y que lo ayudan a camuflar todo.

Sakura permanece todo el velorio abrazada a su hija, mientras ignora a Sasuke.

Está bien. Él no le reclama nada.

El tema surge cuando vuelven a la casa. Sakura entra con la bebé en sus brazos y sube directo a su habitación, sin siquiera mirarlo. Sasuke la observa con su vestido negro y el cabello apenas recogido con alguno mechones sueltos. Le gustaría acompañarla, pero quizás necesite llorar sola.

Se dirige a su estudio junto con Naruto para revisar algunos… asuntos.

Dos horas después, Sakura baja la escalera corriendo y llorando a los gritos, abriendo de un portazo sin tocar.

–¡SASUKE!–

Nunca había entrado así.

Ambos hombres la observan sorprendidos por su actitud.

–¡¿Es cierto?! ¡¿Tú mataste a mí hermano?!– ella pregunta con el rostro colorado y los ojos inyectados en sangre de tanto llorar. Él nunca la había visto así.

-Tranquila, Sakura…- intenta calmarla Naruto, tomándola de los hombros y abrazándola contra su pecho. Sakura se aferra a él y llora. Llora, llora, llora.

Sasuke los observa levantándose de su silla, e intercambia miradas de reversa entre ambos.

El juez y el verdugo.

-¡No! ¡Suéltame! ¡Tú también eres parte de todo esto! ¡Te odio!- grita ella, revolcándose de los brazos de su amigo rubio, pegando en el pecho. Naruto sólo puede quedarse quieto mientras la sujeta de las muñecas. Él nunca la lastimaría.

Ante eso, Sasuke la sujeta por la espalda, ahora es él el que la sujeta de las muñecas ya que el rubio la ha soltado.

– Llama a un doctor– le pide serio a Naruto.

–¡No! ¡No! ¡No quiero un maldito doctor, quiero la maldita verdad! ¡Era mí hermanito!– Sakura tira su cabeza hacia atrás, apoyándose en el pecho de su esposo. Incluso sus cuerdas vocales están dañadas.

–Déjanos solos.– le dice a su compañero, él cual los abandona con un dejo de tristeza.

Ella se siente sin fuerzas en el cuerpo, por lo que se apoya en él totalmente. Es cómo si casi se desmayara pero aún estaba consciente.

–Siéntate.– le pide, mientras la ayuda a sentarse en su propia silla. –Eso es cielo, siéntate.–

Nunca le había dicho "cielo".

Una vez sentada, siente su cuerpo como si fuera un peso muerto, y apoya su frente en sus manos. Sasuke le sirve un vaso de coñac y se lo hace tomárselo todo.

Cuando parece que se ha repuesto un poco, Sasuke se levanta y se prende un cigarrillo, no sin antes tomarse un vaso también.

Sakura lo observa con una expresión de cansancio. De harta. De dolida.

Este hombre es el amor de su vida. En verdad, ¿podría haberle hecho esto?

Sasuke puede observar el mismo rostro cansado de su madre en ella, ese que tanto no quería ver. También observa el amor por él, y el sufrimiento de pérdida.

Se miran el uno al otro antes de empezar a hablar.

–Estás… histérica… shockeada por la noticia...– dice él, apoyado en el escritorio, con una mano el bolsillo y la otra con el cigarrillo.

–Sé las cosas que haces… y te amo a pesar de eso… a pesar de todo… pero dime la verdad… – pide desesperada mientras nuevas lágrimas caen por sus mejillas sonrojadas.

–No preguntes por mis negocios, Sakura.– Sigue apoyado sin verla.

–¿Es verdad?–

–No preguntes por mis negocios, Sakura.–

–¡Estoy cansada!–

–¡Ya basta!– levanta la voz él, agotada su paciencia.

Sakura lo observa con el ceño fruncido, y Sasuke sabe que no dejará este tema. O se cierra el tema ahora o se cerraria el corazón de ella para con él, y eso no se lo iba a permitir.

Resoplando audiblemente y despeinando el cabello, Sasuke se agacha al frente de su esposa. Al igual que cuando la encontró después del accidente, le acaricia los muslos debajo del vestido. Sabe que ella es sensible a su tacto y que posiblemente eso la calmaria, pero no lo hace en un acto seductor, sino en un intento de confortarla.

–Esta bien.– le susurra con suavidad. –Esta vez y sólo está vez, puedes preguntarme por mis negocios.–

La mirada triste de ella nunca rompe contacto visual con la dura de él.

–¿Es verdad? ¿Lo mataste?–

–...–

–...–

–...–

–...–

–No.–

Ella se muerde el labio inferior llorando, y se lanza a los brazos de su esposo, necesitandolo más que nunca, abrazándolo con todas sus fuerzas.

–¡Oh, Sasuke! ¡Te amo, te amo mucho! ¡Por favor, perdóname!–

–Lo sé, lo sé.– responde él, acariciándole el cabello y la espalda. –Yo también te amo.–

Él se levanta con ella, poniéndola de pie, y apoyando su barbilla sobre su cabeza. Se queda allí un rato, sólo abrazándola, dándole el cariño que necesita.

–¿Por qué no te tomas un trago?– le pregunta, rozando sus dedos por su brazo. –Y te recuestas un rato con la bebé.–

Sakura se separa de él, aun con las manos en su pecho y asiente tímidamente con la cabeza agachada. –¿Puedes venir con nosotras? Te necesito.–

Él la toma de la barbilla para levantarle el rostro y darle un casto beso. –En un minuto voy.–

Sakura lo mira una vez más antes de salir por la puerta, y él la observa mientras se va, mientras sus pensamientos lo abruman.

Te amo Sakura.

Amo a nuestra pequeña hija.

Por eso tengo que mentirte para protegerte. Para protegerlas. Nunca sabrás que tu propio hermano intento matarte. Que casi mata a nuestra hija. No podría soportar que cargaras con ese dolor. Para eso estoy yo.

Nuestra vida estará bien. Yo seguiré haciendo lo que tengo que hacer, y lo haré aunque me quite el sueño por las noches, porque tu estás a mí lado. Cargo con los fantasmas de esta familia, de mí padre, de mí hermano, de los enemigos que tenemos, pero el orgullo de ser la cabeza de esta familia es más grande.

Pero está línea termina aquí, o por lo menos para nosotros.

Porque no quiero que Sarada pertenezca a este mundo, y porque, por más que ambos lo deseemos, no creo que deberíamos tener más hijos. Más miedo, más blancos, más víctimas, y no estoy seguro que mí corazón, ni el tuyo aguante eso.

Para cuando ella sea grande, estaremos viviendo otra vida.

Hay lados de mí que no conoces y tampoco quiero que los conozcas, por la egoísta razón que no puedo vivir sin ti.

Pero, todo, todo, absolutamente todo lo que hago, es para protegerte.

Y si, mataría a una docena de personas, si eso significa mantenerte a ti y a Sarada a salvo.

Te amo.


HOLAAAAAA, COMO ESTÁN?

Bueno, aca les traigo esta historia inspirada en una de mis peliculas favoritas, "El Padrino".

Obviamente tuve que adaptar los personajes a la trama y viceversa.

El final puede ser interpretado como ustedes lo deseen. Saludos!

PD YA VOY A ACTUALIZAR MI OTRO FIC NO ME ODIEN xd