Algún día, en algún lugar (Someday, Somewhere).

Los personajes de Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Ésta es una historia construida con la única intención de esparcimiento, sin fines de lucro, casi toda pertenece a mi imaginación, sin embargo, reconozco que hay pasajes de libros que he leído por aquí y por allá, como aquel que da nombre (en inglés) a esta historia.

Si desean subir esta historia a otro portal, por cortesía háganmelo saber, y por favorrrrr siempre citen al autor en la historia, recuerden que es un trabajo no pagado y el reconocimiento es lo único que pedimos.


Capítulo 18: Revelaciones (2ª parte).

Nueva York, 1925

– Cada vez que te veo actuar, pienso que nunca podrás hacerlo mejor... y siempre lo haces – murmuró Candy abriendo la puerta del camerino de Terry.

Terry se rio y dándose la vuelta la recibió en sus brazos.

Habían ideado y escenificado una dramática escena en la mansión de los Ardlay en la cual él llegó a pedir su mano en matrimonio, a pesar de las amenazas de Eliza. La Tía abuela haría lo suyo mostrándose ofendida por la idea de ambos, lo rechazaría y se alarmaría al ver a Candy, que entraría a la fuerza en la habitación donde ella y Terry hablaban, y entonces en la escena final, Candy terminaría por elegir al Hogar de Pony sobre Terry y le pediría que la deje de buscar ante el regocijo de Eliza.

Terry se marcharía de ahí con el orgullo y el amor heridos convenciendo incluso a Archie de que esa farsa casi podía ser algo real.

Por supuesto, engañar a Eliza no era fácil, la pelirroja había enviado a un espía que siguió a Terry hasta que abordara solo, aparentemente borracho y derrotado, el tren que lo llevaría de regreso a Susana Marlow. Cosa que él había previsto, así que sobornando al espía, posó para fabricar toda la evidencia fotográfica que aquella mujer envenenada de odio requería para saberse triunfadora.

Días después, el mismo Archie ayudaría a Candy a escabullirse para ir rumbo a Nueva York, mientras Eliza creía que se había marchado llorando al Hogar de Pony como siempre hacía cada vez que algo sucedía.

Candy había enfrentado muchas dudas antes y durante la ejecución de ese plan, sin embargo, en cuanto subió al tren que la llevaría a reunirse con Terry, todo se disipó. No había algo que se negara a hacer si de eso dependía su amor definitivo.

Con una peluca castaña y unos anteojos anchos, ella se había presentado en el teatro donde la compañía Stratford alojaba permanentemente a su director y los camerinos de las grandes estrellas que en poco tiempo comenzarían el trabajo de una nueva puesta en escena.

.

– Es la mejor actuación que he hecho en mi vida – dijo Terry y se dio la vuelta, tomando a Candy del brazo para presentarla a Robert que también se encontraba allí. Candy inmediatamente se sonrojó al recordar cómo se había arrojado a sus brazos sin percatarse de la presencia de aquella leyenda del teatro.

– Señor Hathaway...

– Encantado señorita, basta ver el rostro de Terrence para saber que es usted la misteriosa mujer que ha inspirado a este terco hombre y me ha hecho desear ser partícipe de este descabellado plan. En el cual insisto, deberían notificar a Eleanor.

– Estaré bien Robert, un hombre tiene que forjarse su propio destino. Necesitaré hacer algunas cosas a distancia...

Candy se llenó de orgullo viendo aquel hombre en el que su Romeo se había convertido, hablando con una seguridad absoluta. El rostro de Terry se iluminaba cada vez que hablaba de los planes que tenía para ambos, de cómo a pesar de que momentáneamente tendrían que separarse para convencer a todos de haber logrado su meta de separarlos, pronto estarían juntos para siempre.

Habían acordado dejar de depender de otros, era el momento de tomar sus propias decisiones. De alguna manera los Ardlay se quedarían tranquilos pensando en que Candy estaría en el Hogar y luego viajaría a Londres para continuar su formación. Eso les daría una ventana de tiempo para arreglar el asunto de la madre de Susana, que temía perder el apoyo de Terrence, si él se marchaba ya que no tendría a nadie a quién culpar y sobre todo, no tendría quien se hiciera cargo de los gastos de su hija.

Para ese entonces Susana ya ni siquiera lo recordaba y vivía en un eterno sopor gracias a los medicamentos para controlar las constantes infecciones que atacaban su cuerpo. Sin poder resistirlo, Candy había leído mucho sobre su enfermedad, pero una vez que ésta alcanzaba el sistema nervioso, no había esperanzas de que sus recuerdos volvieran, solo restaba cuidar su cuerpo. Ella pensó que quizás en algún futuro la medicina podría hacer algo más por la actriz, sobre todo cuando llegara la etapa final de su enfermedad.

Robert por su parte, conocía bien el precio que Terry había tenido que pagar cuando Susana tomó su lugar en aquel accidente. Cuando el pasado otoño le pidió un tiempo para viajar a Londres jamás imaginó el cambio radical que operaría en él; el hombre melancólico se diluyó tras un semblante distinto, y aunque Terrence no permitía que sus emociones se mostrasen en el rostro, sus ojos brillaban de una manera que nunca antes había visto, ni siquiera cuando obtuvo el papel de Romeo hace más de diez años atrás.

Y ese cambio tenía que ver con esa misteriosa mujer a su lado, de la cuál desconocía la mayor parte de su historia.

No estaba muy convencido de la idea de dejar ir a una estrella de la talla de Terrence, pero entendía sus motivos y aprovecharía el tiempo que él permanecería en América para ayudarlo a comenzar su camino como director. A Robert le parecía que era demasiado joven para ello y por esta razón, respaldaría algunos de sus trabajos, al menos de inicio. Secretamente guardaba la esperanza de que la pareja resolviera sus problemas y decidiera establecerse en Nueva York.

Al verlos marcharse del teatro por caminos separados, Robert deseó que ese loco plan de viajar constantemente entre Nueva York e Inglaterra funcionara.

Candy regresó unos días después a Londres sintiendo la añoranza de separarse de Terry solo unos minutos después de que él la abrazara con fuerza, besara su mano y la llevara hacia la puerta de embarque.

Jamás imaginó la sorpresa que seguiría a esa despedida.


Nueva York, época actual

– No pensé que me llevarías a conocer Central Park...

– Ya te lo he dicho, si me conocieras te enamorarías de mí sin remedio – dijo Blake encogiéndose de hombros con pesar mientras lucía una sonrisa agradable y una mirada cálida

Lilian suspiró resignada.

Aunque era temprano el parque estaba concurrido. Los corredores se entremezclaban con los ciclistas que recorrían Central Park y ascendían y descendían por sus numerosos senderos.

Tras haber sido sorprendida hablando a solas con Julia, Lilian creyó que él estaría a la defensiva sintiéndose traicionado al mirar como ella invadía la intimidad de la historia familiar y de su propia historia y, en cambio, era ella la que sentía la necesidad de poner una barrera. Tras esa cercanía que experimentó la noche anterior cuando la acompañó a su habitación, se sentía nerviosa estando a solas con él, estaba segura de que ese hombre con esos peligrosos ojos azules y esa profunda voz, que le resultaba en extremo sensual, estaba acostumbrado a encontrar el modo de esquivar cualquier barrera que ella pudiera poner.

– Terry me traía consigo aquí cuando yo era muy pequeño, le gustaba sentarse justo frente a este enorme árbol, solía decir que sería el mejor regalo para Tarzan y reía entre dientes. Nunca entendí esa frase, con el tiempo pensé que era alguna excentricidad o un chiste de un actor clásico shakesperiano burlándose de los actores de cine, como Johnny Weissmüller¹. Ahora entiendo tanto...

– Blake, no quiero cuestionarte, pero ¿en verdad no tienes ningún recuerdo de Candy? Eras muy pequeño, lo entiendo. Quizás tú...

– Recuerdo a una mujer rubia de ojos muy verdes en varias situaciones en las que estaba presente Terry, pero nunca creí que ella fuera la mujer que amó toda su vida. Ahora entiendo que esa imagen de solitario se debía únicamente a los momentos que pasaba lejos de ella, y no a que no tuviera a quién amar. Terry fue muy afortunado, lo envidio profundamente, quisiera amar como lo hizo él.

El rostro de Blake mostraba cierta melancolía, admitir que su modelo a seguir había amado profundamente le había hecho cuestionarse todo lo que siempre había creído sobre sí mismo.

Para Lilian, esa revelación hizo saltar por los aires todas las ideas preconcebidas que se había formado sobre él. Había dado por hecho que era la clase de persona que solo se preocupaba por sí mismo y que no deseaba en absoluto que eso cambiara. Era guapo y mordaz, pero no había duda de que añoraba el mismo cariño que cualquier ser humano.

La plática acerca del amor la incomodó un poco, ella misma se consideraba bastante inexperta, así que hizo lo mejor que pudo para embromarlo. El único amor profundo y eterno que conocía era el de Candy y Terry, y eso lo hacía real, pero no para ella.

– Debe de ser toda una experiencia nueva para ti, quizás debas comenzar con algo pequeño, como una planta. Si sigue viva después de unos meses de amor constante puedes subir un nivel y adoptar un gato.

– Muy graciosa. ¿Es así como tú practicas? ¿Después del gato qué nivel sigue?

– ¿Un perro?

– A ese ritmo acabaré por adoptar un zoológico entero antes de obtener el nivel necesario para buscarme una cita con un ser vivo con menos pelo, y de preferencia piernas en vez de patas.

Lilian se rio a carcajadas, su risa era algo que le gustaba a Blake, era abierta y cálida, como una caricia. Recordó a Terry riéndose igual que ella.

– Quizás deba saltarme algunos niveles y comenzar por invitarte a salir – dijo Blake percatándose de que eso fue algo que dijo en voz alta y de inmediato se levantó de la banca donde se habían sentado. – Traeré un par de cafés, hay un sitio genial allí enfrente, después iremos a Broadway. Hay algo que te quiero mostrar.

Lilian solo asintió sin atinar a decir una palabra.

El shock le duró tanto que en cuanto reaccionó y giró la cabeza, ya venía Blake de vuelta caminando hacia ella con un vaso en cada mano. Pensó que incluso de lejos era imponente. Una corredora que se cruzó con él aminoró el paso y lo volteó a ver con descaro sin siquiera disfrazarlo, pero él ni siquiera la miró.

Lilly se preguntó si llamar la atención femenina le era tan fastidioso como fue para Terry en su juventud, acorde a lo que narraba en su manuscrito. O sería que tal vez no se dio cuenta porque tenía la mirada clavada en ella.

Mientras se acercaba, ella casi podía oír los latidos de su propio corazón. Y era mejor ignorarlo, un corazón no se puede romper si no lo implicas en nada. Había venido a Nueva York con una misión, terminar de llenar los vacíos del manuscrito, después regresaría a Londres a publicarlo y seguir con su vida.

Ambos tomaron su bebida en silencio, él se terminó el café y se levantó. Ella era alta, pero aun así, él le sacaba más de una cabeza, su figura era elegante y relajada a la vez. Con gracia le extendió la mano para ayudarla a levantarse.

– Nuestra próxima parada es un antiguo teatro que en la década antes y después de los años 20 se le conoció como Teatro Stratford.

– ¿No es un poco temprano para ir al teatro?

– Tengo un permiso especial del dueño para entrar, hay algo que sé que te gustará ver.

– ¿Ese lugar es...?

– Sí, es el teatro en el que Terry debutó como actor y después como director. Su estado de conservación es increíble, ya lo verás.

Colocando su mano por encima de su brazo echaron a andar por Broadway Street. Cuando llegaron frente al antiguo edificio Blake los dirigió a una puerta posterior. Lilly casi podía imaginar a las celebridades saliendo a recibir a sus fanáticos y a los reporteros por aquella salida. Él tocó la puerta y en breves minutos un hombre que parecía ser un vigilante les abrió la puerta.

Blake la llevó tras bambalinas; algunos de los camerinos ya no existían, otros servían de bodega y algunos más se encontraban cerrados. Ella vio como él iba contando puertas hasta llegar a la penúltima de ellas.

– ¡Es aquí! – dijo él sacando una vieja llave de su abrigo, abriendo la puerta con trabajos tras forcejear con ella.

– ¿Aquí? No me digas... ¡Es el camerino de Terry! – dijo ella haciéndolo a un lado y entrando como un torbellino en una estancia completamente vacía.

Notando su desilusión Blake comenzó a relatar.

– ¿Ves aquella sombra más clara en la pared? Si sigues el contorno podrás adivinar que allí se encontraba un amplio diván. A Terry le gustaba descansar unos minutos antes de repasar su guion de manera incansable. Y por allá, ese viejo empotrado ya sin puerta era el lugar donde él se cambiaba, había un biombo en ese lugar. Finalmente aquí, – Blake señaló el centro de la estancia – era en este lugar donde se encontraba el espejo y la silla en donde lo caracterizaban.

– Blake ¿cómo sabes todo eso? cuando tú eras un niño, Terry ya era un aclamado director y estaba por retirarse.

– El abuelo Alexander era su más grande fanático, fue él quien me trajo aquí y me describió cada parte de este lugar, junto con un par de sus secretos...

Tomándola nuevamente de la mano como si fuera algo natural entre ellos, echaron a andar por una puerta aledaña que conducía a un largo corredor y a unas escaleras que subían hacia un palco escondido en uno de los costados del escenario. Quien mirara el lugar de frente no podría adivinar la existencia de ese lugar.

– ¿Y esto? No sabía que un teatro tenía un lugar tan privado, ¡qué fantástica vista del escenario!

– Me parece que este lugar estaba reservado para una sola persona ¿no lo crees?

Lilian lo miró emocionada.

– ¿Crees que Candy podría haber venido a ver actuar a Terry desde aquí?

– No, no lo creo. Estoy seguro – exclamó él con seguridad mostrándole algunas fotografías de Terrence caracterizado sobre el escenario y completamente de perfil.

– ¡Vaya! ¿Más fotografías familiares? Definitivamente fueron tomadas desde aquí.

– Son los tesoros de mi abuelo. Alexander guardó todo esto en numerosos álbumes fotográficos, cuando él murió, mi madre los recuperó todos. Creo que es por ello que en la casa de Candy no encontramos tantas imágenes de Terry, su hijo debió haberse hecho cargo de guardar toda evidencia de su vida en ese lugar.

– No lo entiendo Blake, ¿por qué tu abuelo no se hizo cargo de aquel cottage? ¿por qué no se encargó el mismo de publicar el manuscrito de su padre?

– Creo que eso es precisamente lo que mi madre nos contará esta tarde durante nuestra reunión. Pero creo intuir por dónde va todo esto. ¿Sabes Lilly? La aristocracia no era la misma que conocemos en esta época, para heredar un título no podías ser hijo de un actor y una mujer de orígenes desconocidos. Si a eso le añadimos que el sueño de mi abuelo era ser parte de la política y las decisiones de una nación, tenemos la fórmula perfecta para entender por qué ellos mantuvieron a su hijo en secreto.

Ambos bajaron la escalinata para llegar al escenario.

– Terry tenía razón, el teatro es un maravilloso lugar, donde uno es quien quiere ser. Puedo imaginarme aquí como una mujer enamorada del hijo de sus enemigos o como una heroína que libera a un gran país. Gracias por traerme a este lugar.

– El recorrido aún no termina, ven aquí.

Blake se encamino hacia los camerinos pero esta vez tomó una dirección distinta de la puerta por la que habían entrado. Al lado del lugar que debió haber pertenecido al director, había una discreta entrada que conducía a un pasillo aledaño. Ambos caminaron por allí iluminados por la luz de su teléfono celular hasta que se encontraron en una calle paralela al teatro.

– Este lugar es un laberinto, me pregunto qué otras puertas esconde.

– Tener un amor secreto siendo una estrella del mundo del espectáculo no suena imposible – suspiró Blake – No debe haber sido fácil para Candy, que llevaba una vida tranquila y normal, entender lo difícil que es llevar una vida privada cuando estás en la mira de la opinión pública.

– Fácil no, pero toda esta vida llena de aventura y complicidad no debe haberle sido del todo desagradable. Puedo imaginarla alegre mientras se escabullían en este lugar. ¿Qué no harían dos personas que se aman para proteger su amor?

Estaba intentando encontrar una respuesta cuando empezó a llover; Blake maldijo para sí.

– Si corremos, nos podemos refugiar bajo aquél techo Lilly, no quiero que enfermes.

– ¿Refugiarnos? Son solo unas gotas. No seas llorón.

Los ojos de Blake mostraron un peligroso brillo.

– ¿Me estás llamando llorón?

– Sí, pero no te preocupes, es bueno saber que tienes una debilidad, tienes razón, deberíamos refugiarnos.

Ambos corrieron para alcanzar el lugar, en cuanto llegaron él se giró y la acorraló contra el muro; se detuvo frente a ella, tan cerca que Lilly se vio obligada a dar un paso atrás para no tocarlo, sintió el áspero enladrillado contra su espalda y supo que no podía retroceder más. O se quedaba quieta o se movía hacia delante.

–¿Qué estás haciendo?

– Protegiéndote de la lluvia – Blake esbozó una lenta y sexy sonrisa. – Mostrándote mi debilidad al ser un llorón que se preocupa por tu salud.

Ella, como hipnotizada levantó la mano para quitarle una gota de lluvia que colgaba de su mandíbula, y sintió la aspereza de su incipiente barba bajo sus dedos.

Cuando él bajó la cabeza, ella se puso de puntillas y acercó la boca. Se encontraron a medio camino, o eso se dijo ella. Lo cierto fue que desde el momento en que la boca de Blake tocó la suya, la besó con determinación. Hubo algo brusco pero también algo infinitamente delicado en la presión de su boca sobre la suya. Ella hundió los dedos en su suave cabello y lo acercó más a sí.

Con cada roce de sus labios y cada caricia de su lengua, avivó el fuego hasta que ella estuvo temblando y mareada, rodeada de una electricidad desconocida. Todo iba bien, muy bien, hasta que hizo consciente que estaba besando al bisnieto de Candy y empezó a reír llena de nerviosismo.

– Esa reacción nunca la había provocado en nadie a quien estuviera besando – dijo él separándose apenas un poco de sus labios.

Ambos sonrieron y tomándose de la mano pararon un taxi para dirigirse hacia la reunión con Julia Grandchester.


Londres, enero de 1925

– Candy... ¿Candy? – una joven enfermera trataba de llamar su atención sin hacer demasiado alboroto, pero no estaba funcionando. – ¿¡Qué pasa mujer!? Desde que regresaste de tus vacaciones en América estás más distraída de lo común. Me parece que olvidaste empacar tu cabeza, ¿pasó algo?

Ella trató de restarle importancia con un gracioso gesto dándose un golpecito en la frente.

– ¿No te pasa de pronto que sueñas despierta? ¡Es fantástico! Justo ahora me imaginaba cómo sería mi vida como una gran actriz de Broadway.

– Sí que eres rara... ¿Estarás trabajando las guardias de doce horas diurnas? ¿Qué pasó con aquello que pregonabas acerca de que disfrutar el sol y la naturaleza eran lo más importante para inyectar alegría?

– Hay algo más importante que el sol... – balbuceó Candy concentrándose para no sonrojarse al pensar en Terry.

La enfermera la miró achicando los ojos, lo único que podría justificar que Candy sacrificara el aire libre sería...

– ¡Has conocido a alguien! ¡Tienes que contármelo todo! ¿Quién es? ¿Dónde lo conociste? ¿Es guapo?

– ¡Claro que no! ¡Yo no he conocido a nadie! ¡Lo juro!

Y en verdad no estaba mintiendo, técnicamente no había conocido a nadie, solo había recuperado al amor de su vida.

– ¡Hmm! Está bien si no me quieres contar ahora, pero prométeme que seré la primera en saber si algo importante sucede. Después de todo somos compañeras de cuarto.

Efectivamente sería difícil ocultar permanentemente sus salidas con un hombre sospechoso que se presentara en la residencia prácticamente todas las noches. Después de todo no podría volver a usar una cuerda blanca que se extendiera en la noche como si tuviera vida para aferrarse a ella y lograr escapar a hurtadillas del edificio.

Y más importante aún, no podía permitir que Terry la volviera a llamar chica Tarzan.

Tendría que ingeniárselas mejor que antes cuando él la visitara al llegar la primavera.

Había querido cambiar su turno desde antes para no generar sospechas y para provocar que los turnos con su compañera de habitación no coincidieran. En Nueva York había aprendido una tonelada de artimañas para pasar desapercibida, se había divertido inmensamente disfrazándose con aquella peluca castaña y los anchos lentes que ocultaban casi por completo sus pecas, todo ello la hacía recordar con añoranza aquél festival de mayo en el que primero fue Romeo y luego Julieta.

Y ya en el teatro, con emoción en los ojos descubrió como Terry le había pedido a Robert adecuar uno de los balcones aledaños que no se usaba más, para que ella pudiera asistir a las funciones de la nueva puesta en escena en completa privacidad. Candy sería la mujer misteriosa que acompañara al actor en sus momentos importantes, nunca más miraría una invitación en la que Terrence Graham fuera el actor principal como una intrusa que no debía aparecer allí.

Su amor quedaría protegido por ellos dos, en complicidad, y a pesar del secreto, había una sensación liberadora en ello.

Era una trama tan rebuscada que debía recordarle a Terry escribir un guion sobre todo ello.

Al terminar su turno, se dirigió hacia la residencia con la intención de pasar por la calle principal para buscar un regalo para Terry. En unos días más sería su cumpleaños y aunque el regalo no llegara a tiempo a su dueño, no quería dejar pasar la ocasión.

Faltaba tanto tiempo para volverlo a ver que su corazón se sintió pesado de añoranza. Lo echaba ya de menos y no habían pasado más que un par de semanas sin él. ¿Cómo haría para soportar el par de meses que faltaban hasta la primavera?

Estaba completamente ensimismada, cuando notó en un escaparate una hermosa bufanda blanca que de alguna manera le recordó aquél pañuelo con las iniciales T.G.G. que celosamente guardó como uno de sus tesoros hasta que lo perdió aquella noche en que vio a escondidas a Terry como el rey de Francia durante las funciones del Rey Lear. Se le vería muy bien a Terry, había encontrado el regalo perfecto.

Mientras revisaba si traía consigo suficiente dinero, vio en el reflejo del escaparate a alguien que parecía observarla desde la calle de enfrente, pero en cuanto se dio la vuelta, la persona se giró y entró en un callejón. Quizás había sido su imaginación.

Entró a la tienda y compró el regalo de Terry, después se encargaría de añadir una tarjeta y de envolverlo personalmente. ¿Le gustaría aquél regalo? Posiblemente él no entendería el significado que había asociado a él.

Al salir de la tienda, se dirigió a la panadería y compró algunas cosas para acompañar la cena. Aún se consideraba un desastre en la cocina, tendría que ensayar si quería prepararle a Terry algún platillo decente, pero no tenía idea de cómo hacerlo. En la residencia ni siquiera contaban con una cocina y dudaba mucho que la gruñona encargada la dejara acercarse a su comedor. Ser la señora de la casa no sería fácil.

Solo imaginarse así la hizo sonrojar. En algo así como un año, comenzaría a vivir con Terry, al menos ese era el plan.

Un ruido extraño a sus espaldas llamó su atención.

Se escuchaban pasos.

Tratando de no alarmarse, se dirigió con mayor rapidez hacia la residencia, al llegar a la esquina de la calle principal todo estaría bien y si se trataba de un asaltante perdía su tiempo, no tenía una sola moneda encima, tendría que conformarse con el pan y los bocadillos que compró porque de ninguna manera le daría el obsequio de Terry.

La última vez que alguien la siguió, Niel ² estaba involucrado... pero no podía ser nadie ligado a los Leagan, ¿verdad? De todas maneras no tenía nada que ocultar, Terry estaba en América y ella no debía nada a nadie en ese lugar.

Conforme aceleraba el paso, escuchó como la persona que venía detrás aumentaba la velocidad.

A unos metros de la esquina prácticamente ambos corrían, sabiendo que la alcanzaría antes de llegar, Candy frenó bruscamente y se giró para encararlo.

– ¿¡Puede decirme qué es lo que se le ofrece!? – dijo ella con firmeza, dejando caer la bolsa de la panadería para quedar con las manos libres.

Era alto, tenía que ser hombre, vestía una gabardina con capucha que le cubría la cabeza; estaba tan oscuro que no podía ver su rostro, pero casi pudo jurar que sonrió.

Con pasos lentos continuó acercándose a ella en completo silencio.

– ¿No me ha escuchado? ¿Qué necesita? – Candy comenzaba a ponerse en guardia, llevaba años sin pelear con nadie, pero estaba segura de no haber olvidado sus movimientos de autodefensa – Deténgase, si se acerca se arrepentirá.

Candy comenzaba a adquirir un tono amenazante, aquel hombre no parecía tener intenciones de hablar, tendría que defenderse.

– Si se acerca más, es muy probable que acabe golpeado.

Ah, cuando está enojada es maligna y furiosa [...] y aunque puede que sea pequeña, ella es feroz...³ – recitó él riéndose y hablando entre dientes.

– ¿Pequeña? ¡Verá lo que esta pequeña puede hacer!

Sin darle oportunidad el hombre pasó por uno de sus costados y la levantó como si fuera un bulto.

– ¡Argh! Suélteme o lo muerdo – Candy manoteó de tal manera que le arrancó la capucha de la cabeza.

El hombre volvió a reírse, no cabía duda de que estaba frente a una fiera.

– Me temo que no puedo permitirte que me muerdas, aún no he sido vacunado contra la mordida de los monos. ¡Cielos! Y menos aún de la mordida de una mona pecosa. Debes pertenecer a una especie realmente rara.

Esa voz profunda y esa audacia capaz de agitar cualquier corazón no podían ser de nadie más.

Se quedó sin aliento, él la bajó y le devolvió la mirada. Era la última persona que esperaba poder encontrar. Su expresión dura y enfadada al creer que se enfrentaba a un extraño se suavizó dejando gradualmente lugar a una sonrisa.

Una calidez encendió su corazón.

– Terry, sigues siendo un granuja – dijo ella acomodándose la falda y recogiendo su bolsa de pan para ocultar la enorme emoción que sentía al saberle allí – Ya me parecía raro que no usaras ese feo apodo para referirte a mí en todo este tiempo.

– ¡Feo apodo! Pero si siempre he admitido que me gustan las pecas – dijo él fingiéndose herido –Incluso creo haber desarrollado una fuerte adicción hacia ellas, una semana en abstinencia y supe que no sobreviviría; no me quedó otro remedio que embarcarme nuevamente... es la tercera vez que viajo en menos de cuatro meses, creo que romperé un récord.

Terry la abrazó por la espalda acercando su cara a su cuello y respirando profundamente su esencia murmuró a su oído.

– Extrañé tus pecas...y te extrañé a ti.

Una emoción abrumadora llenó a Candy, quería quedarse así toda la noche, todas las noches, todos los días, toda su vida. ¿Por qué tenían que esperar...? ¿Esperar qué? Candy se rio de sí misma.

Solo cuando estaba en sus brazos ella sentía que estaba en casa.

Y a partir de esa noche, Candy no volvió más a la residencia.


Notas:

¹ Johnny Weissmüller Actor de Tarzan en los años 30 .

² Neal o Niel, elegí Niel porque en la traducción que leo el nombre es Daniel aunque en los cuentos que tengo suele aparecer Neal. Así como Eliza es diminutivo de Elizabeth y no la Elisa que solemos tener como nombre en el español.

³ Diálogo de Helena, Actos IV y V, Sueño de una noche de verano, William Shakespeare.


Agradecimientos:

Ay chicas, qué les digo, sí, sí, sé que hoy no es martes sino ya sábado y bueno casi domingo. Entre el desastre de mi computadora y todo lo que me quedó pendiente, hasta hoy pude sentarme a escribir. Pensé que lo lograría. Estoy trabajando para ver si consigo la segunda meta de publicar la siguiente parte el martes para celebrar a Terry. Espero las musas no se den a la fuga y que mi computadora no decida tomarse más vacaciones o borrarme algún archivo.

Espero este capítulo no las confunda con todo el brincoteo en el tiempo. Algunas partes son diciembre y otras enero de 1925 y luego Blake y Lilly en la época actual.

En fin... gracias por su apoyo incondicional, sentí muy bonito tantos comentarios de comprensión por demorarme en escribir. A veces en otras historias que solía leer, vi muchos comentarios de reclamo por tardar en escribir, y me sentí sumamente afortunada de que quienes están por aquí me entienden, no cabe duda de que quienes han llegado a esta historia son lo máximo. Gracias queridas lectoras por ser lo mejor de mi comienzo de año.

Y para cada una, un poco en desorden para lograr escribirles a todas:

Phambe Me encanta, me encanta, me encanta. Eres tan reflexiva que siempre me diriges hacia nuevos análisis. En efecto pienso como tú, Terry no ama como su padre y por ello para él nada ha cambiado. Efectivamente, nada a medias tintas, nada de hipocresía. Sobre la frase "Candy lo ha hecho muy bien..." es Julia quien se la dice a Blake cuando él llega exigiéndole respuestas acerca de Candy White y Terry, y luego cuando él llega a buscarla a Stratford para convencerla de acompañarle (pues Julia se niega a hablar sin ella presente), es Blake quien se la menciona a Lilian diciendo que eso fue lo único que su madre estuvo dispuesta a mencionar al respecto. De las teorías sobre el padre de Lilly no puedo negar que han pasado por mi cabeza, es aún un punto que no sé si sea relevante atar mmmm. Recibe un fuerte abrazo hasta tu frío París.

Carolina Jimenez mi querida Caro de Chiapas, ojalá fuera yo la que anduve de vacaciones, pero solo se fue mi computadora al taller. Se volvió loca y de plano un día ya no prendió, supongo que es rebelde como su dueña jajaja. Abrazos igualmente apretujados para ti. Bendiciones para tu familia, tu tigre y para ti.

Yelani: Sí, el anterior fue regalo de reyes y luego... bueno ya qué te digo. Ahora espero poder lograrlo para el 28 y celebrar a Terry.

Luz Reyna: Como verás esta historia sigue. A veces me retraso pero de que acabo todas mis historias ¡las acabo! Jajaja. Ojalá sigas por aquí.

Nally Graham: Jajaja me encantó el patidifusa, hace mucho que no lo leía. Me inspiré en este capítulo y como verás Blake no se nos queda solito... Es la suma de amenazas lo que lleva a estos chicos a decidir vivir su vida en paz, aunque no públicamente. Y bueno Eliza y la tía son lo que son, la historia necesita algunos villanos por aquí y por allá, pero no habrá drama excesivo... Bendiciones para ti también.

Alessandra Narcizo: Carissima Alessandra, È passato tanto tempo, ma alla fine questo fragile equilibrio di attività è tornato e posso scrivere. In effetti, volevo dargli alcuni tragi-comico al capitolo, ma volevo chiarire che Candy non è la stessa è più forte. Per Albert, non volevo dargli un ruolo di "salvatore" in questa storia, lo trovo toccante quello che ha già fatto (Nella CCFS costringere la signora Leagan a scusarsi, dare César e Cleopatra a Candy), volevo interpretare Terry e Candy personaggi indipendenti, maturi che risolvono i loro problemi. Non escludo di parlare un po 'di Albert nel prossimo capitolo ma allo stesso modo. Grazie per il tuo riconoscimento, è un onore saperlo. Abbracci forti per te!

Rosi Kary: Espero no te hayas acabado las uñas después de tanto tiempo Yo también Adoro a Stear, me parece un personaje precioso, me da mucha tristeza que haya poquito de él pero en las cartas de Final Story, la manera en la que hablan de él y lo recuerdan, las cartas que escribe a Candy en la retrospectiva, etc., son lindísimas. ¡Abrazo!

Australia77: I hope the anger has subsided, it is the magic of emotion and this story needs some villains. Don't worry, they will have their punishment. Enjoy this chapter meanwhile.

Yessenia: Gracias linda por tan bonitos comentarios. Respecto a lo que preguntas me parece que te refieres a aquella época en la que Misuki afirma que al inicio de la historia ella había pensado en tres amores para Candy, el tierno en la infancia, el ardiente de la adolescencia y el definitivo de la madurez. Bien, alrededor de ese tiempo y ligando el final de la historia, antes de la novela de Final Story, se liga que ese amor definitivo es el príncipe de la Colina pues la escritora creía en el amor predestinado y ese sería en efecto el Príncipe de la Colina. Pero insisto, eso fue antes de Final Story donde se conocen los detalles donde vive Candy y con quien ella vive y por lo menos a mí me parecería una locura irte a vivir a un lugar donde todo te recuerda a tu ex...cerca del que fue hogar de Shakespeare a orillas del río Avon, tener la colección de Shakespeare, guardar los recortes, las cartas de Terry, etc... Y mil detalles más que no me suenan a que es Albert. Pero bueno, cada quién es libre de soñar a su galán favorito. Cuídate linda y con toda confianza pregunta, Phambe es una experta jajaja así que seguro que algo comentará por aquí.

Ster Star: Jajaja me reí tanto de la "desgraciada", sí, sí que lo es. En el tema de Albert, mira es que no he querido darle un protagónico aquí. Me parece que Terry a sus casi treinta y Candy igual tienen que ser personajes más independientes, de toda maneras para honrar a quienes extrañan al güero, en el próximo capítulo lo haré meter la cuchara pero será aparición única jajaja. ¿Qué te parece Blake? Si ya olía a amor... imagínate ahora.

Villa: Espero que ahora sí te puedas leer este capítulo junto con un buen cafecito.

Letty Bonilla: Besos querida Letty, me gusta platicar contigo de nuestras ideas Candiescas jajaja.

Torpe: Tarde pero seguro, aquí viene lo nuevo.

Kamanance: No fue en martes pero ahora mi compu se ha comportado y mis pendientes aunque no terminan, me dejarán ya seguir con la historia. Yo estaba con la angustia loca de no poder escribir y con mis archivos secuestrados en mi compu que no prendía... imagínate, casi me da el patatus a mí. Eliza tendrá su merecido, lo estoy tramando y quizás el tiempo no le alcanzó para estar cerca del bisnieto pero le dejó algo igualmente hermoso... ya verás. Que bonito que al ver mi Nick te acuerdes de alguien a quien recuerdas... 3 Siempre que me retraso pienso tanto en ti... tarde pero con cariño, he aquí otro capítulo.

CandyNochipa2003: Aquí viene lo nuevo y espero que se ponga aún mejor.

Abrazos y bendiciones para todas las que se dan una vuelta por aquí.

ClauT