Algún día, en algún lugar (Someday, Somewhere).
Los personajes de Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Ésta es una historia construida con la única intención de esparcimiento, sin fines de lucro, casi toda pertenece a mi imaginación, sin embargo, reconozco que hay pasajes de libros que he leído por aquí y por allá, como aquel que da nombre (en inglés) a esta historia.
Si desean subir esta historia a otro portal, por cortesía háganmelo saber, y por favorrrrr siempre citen al autor en la historia, recuerden que es un trabajo no pagado y el reconocimiento es lo único que pedimos.
Capítulo 20: Lazos (parte1)
Nueva York, época actual
– ¿...ita White? ... ¿Señorita White? – una chica que trabajaba como parte del servicio de los Hartman llevaba minutos llamando a aquella mujer castaña que parecía hipnotizada. Estaba tentada a intentar moverla un poco, cuando finalmente reaccionó mirándola sorprendida.
– Discúlpame, ¿qué decías?
– Señorita White, la señora Hartman me ha pedido que la llame a la sala de estar, el joven Blake también está esperándola allí.
Lilian se sonrojó con solo escuchar el nombre de él, llevaba toda la tarde recordando la manera en cómo la había besado contra aquella pared en el distrito de los teatros.
¿Cómo iba a hacer para ver a Julia ahora?
Seguro se daría cuenta de que su hijo no le era del todo indiferente cuando notara que no podía mirarlo sin babear y sin desear que la acorralara nuevamente y la besara.
– ¡Maldición! Entre los pendientes de Candy no estaba por ningún lado seducir a su nieto... – ¡Buena la has hecho Lilian! – dijo ella riéndose debido a los nervios, de momento le preocupaba más encontrarse con Blake, que finalmente conocer la historia del Pequeño Duque.
Suspirando con fuerza, se dirigió al tocador para retocarse los labios y antes de salir abrió la ventana para dejar que el aire helado del invierno le ayudara a disminuir un poco el calor que sentía por dentro.
Al llegar al salón pudo apreciar lo hermosamente decorado que estaba, se veía alegre y sencillo, captaba sin dificultad la poca luz del invierno haciéndolo parecer un lugar cálido. En uno de los love seat estaba sentado Blake dando pequeños tragos a su taza de té, con los ojos clavados en un álbum de fotos.
– ¡Lilly! No te quedes ahí parada, ven aquí. Espero que te guste el té inglés tanto como a mí. Es una costumbre que no he querido abandonar a pesar de llevar tanto tiempo viviendo en América; nunca he podido tomar café por la tarde sin que me altere.
Lilian sonrió y se acercó a Julia. Era tan sencilla y espontánea que no era difícil acercarse a ella. Le parecía complicado imaginarla como la hija del Duque de Grandchester.
– Blake ha decidido ser un maleducado y no esperar por ti. Casi me ha arrebatado ese álbum de fotos que no deja de mirar.
Lilian intentó no ver a Blake, si lo hacía estaba segura de que recorrería su rostro hasta quedarse enganchada viendo fijamente sus labios, y eso no era una buena idea hacerlo delante de su madre.
– Julia, te agradezco mucho que me dejes participar en esta reunión, después de todo soy una extraña, y heme aquí, hurgando en la historia de tu familia. Pero te prometo que el manuscrito del señor Graham quedará impecable, le hará honor a su nombre y al de su familia.
– ¿Señor Graham? ¿Has decidido volver a llamarle así? – Blake frunció el ceño en señal de desaprobación sin mirar directamente a Lilian. Temía que en cuanto la viera buscaría algún pretexto para llevarla arrastrando hasta su departamento.
Este asunto de volver a casa para las fiestas y perder un poco de su privacidad nunca le había importado, hasta ahora que ansiaba estar a solas con esa mujer que había respondido a sus besos con una intensidad que no esperaba.
Inicialmente solo había querido incordiarla, después de todo le había llamado débil y eso no era algo halagador, pero jamás pensó que él mismo llevaría las cosas tan lejos. Si hubiera pasado junto a ellos un policía sin duda habría tenido que pagar una buena suma por una multa debida a faltas a la moral en vía pública.
Y eso que ni siquiera había hecho la mitad de lo que quería hacer...
Tratando de calmarse le dio un gran trago a su té meditando seriamente en cambiarlo por una copa de ginebra.
– Me imagino que estarán desesperados – dijo Julia dejando escapar una risilla burlona.
Sin duda se había dado cuenta del ambiente tenso entre esos dos que habían llegado a encerrase en sus habitaciones como almas que lleva el diablo. En un principio creyó que algo había salido mal durante la visita al viejo teatro Stratford, pero cuando vio a su hijo llegar al salón de té e ignorarla mientras buscaba con la mirada a Lilian, supo que las cosas iban mejor de lo que imaginaba.
– Madre... – la miró Blake con seriedad. – Ya que comprendes tan bien cómo nos sentimos, bien puedes comenzar a contarnos por qué llevo todo este tiempo pensando que el tío Terrence era soltero.
Julia le sonrió con ternura y le guiñó un ojo a su gruñón hijo para tratar de hacer las pases con él, eso siempre le funcionaba.
– Bueno querido, si todo hubiera salido como deseaba Terrence, es decir mi abuelo, él y Candice hubieran cumplido casi trece años de matrimonio civil en 1939, cuando la mayoría de esas fotos que ves ahí en el álbum fueron tomadas; pero al parecer, su padre no había estado del todo de acuerdo.
– ¿¡Ellos se casaron en 1925!?... Pero nosotros no encontramos ningún registro de ese documento – exclamó Lilly a pesar de sus intentos por no involucrarse en la plática entre madre e hijo.
– Eran épocas muy distintas Lilly, las familias pertenecientes a la aristocracia solían decidir los destinos de sus hijos, sobre todo de los primogénitos. El bisabuelo Richard nunca abandonó su idea de que Terry regresaría y se dedicaría a lo mismo que él, después de todo era su primer hijo. Su otro hijo mayor, nacido de la Duquesa y que conocen como Richard II, nunca resultó hábil para la política; de hecho existen rumores muy vergonzosos sobre su comportamiento antes de que desapareciera durante la Segunda Guerra. Y el tío Carlton... – Julia suspiró – Él era muy distinto, desde que supo que Terry había dejado todo para irse a América a perseguir su sueño de actuar, se convirtió casi en su ídolo y cuando supo que había vuelto fue como si aquella estrella lejana llegara de gira a visitar a sus fanáticos. Jamás buscaría usurpar su lugar en la vida de su padre, pero eso era algo que jamás podría decir frente a la Duquesa y sus dos hermanos mayores, ellos odiaban a Terry profundamente y no dejaban de culparlo de la frialdad con que eran tratados por el Duque.
– ¿Qué fue lo que hizo el Duque cuando supo que Terry había regresado a Londres para casarse con Candy?
– Anuló el matrimonio por supuesto – dijo Julia. – Ese papel no podría encontrarlo nadie, pues el Duque se hizo cargo de desaparecer cualquier evidencia de ello, incluyendo a los testigos del juzgado y al mismo juez, a los cuales ofreció una cuantiosa suma por reubicarse y cambiar de profesión.
– Pero Terry tuvo que haber hecho algo, él jamás permitiría que su matrimonio le fuera arrebatado de las manos – respondió Blake impactado.
– Desafortunadamente hijo, él no tenía manera de saberlo. Sin embargo, fue mejor así, eso permitió que él terminara de consolidar su carrera como director viajando incasablemente entre Nueva York y Londres hasta que en 1931 llegó a vivir definitivamente en Inglaterra. Fue una época en la que ellos vivieron en una aparente tranquilidad y fue durante ese tiempo que Alexander nació. Para el abuelo Richard debió ser como si su historia con Eleanor se repitiera, un amor ardiente entre un noble y una plebeya, que tenía como evidencia un hijo. Me imagino que vivió debatiéndose entre irrumpir en sus vidas y ver como Terrence volvía a marcharse, o esperar un momento, una señal.
– Cielos, además de vivir en secreto eran acechados y ni siquiera lo sabían... – murmuró Lilian pensando en que a los aristócratas les faltaba un tornillo.
– No creo que haya sido fácil para ninguno de ellos Lilly, pero estaban juntos, eso era lo único que les importaba. Papá nació en el verano de 1926 y te puedo asegurar que su infancia fue por demás feliz, basta verlo en todas estas fotos.
Julia tomó la mano de Lilian y la hizo sentarse en el love seat junto a Blake. – Necesitas ver estas imágenes de cerca querida Lilly.
Julia tuvo que morderse los labios para no reír a carcajadas cuando vio a los dos jóvenes tan tensos como si fueran muñecos de madera.
A Candy le hubiera enternecido verlos, y Terry no hubiera podido evitar avergonzarlos más de lo que ya estaban.
– Fue alrededor de 1936¹, mi padre cumplía diez años cuando la vida de los tres tuvo que cambiar...
Londres, 1936
– ¿Ale? ¡Alexander! ¿eres tú el que ha entrado? – habló Candy desde la cocina escuchando claramente la puerta de la entrada azotarse.
– ¡Mamá no te imaginas lo que sucedió hoy en la escuela! ¡Nos llevaron de visita al Parlamento, estuvimos en la Cámara de los Lores! ¡Es donde se toman todas las decisiones importantes del país!
Alexander no paraba de dar brincos y hablar mientras gesticulaba, Candy apenas le podía entender.
– ¿Entraron a la Cámara de los Lores? ... Que... peculiar – ella sabía lo raro que era el ingresar a ese lugar, sobre todo para una escuela que no estaba relacionada en nada con la nobleza o con los hijos de ésta. Ninguno de los compañeros de Ale podría soñar ni remotamente en ser parte de ese lugar, no a menos que fuera como parte del servicio o si acaso de algún puesto administrativo de menor importancia.
– Algún día me verás ahí trabajando por Inglaterra – Dijo el niño sacando el pecho con seguridad.
Su madre se lleno de ternura y orgullo.
Todo en él era distinto. Su manera de hablar parecía la de adulto, su forma elegante de caminar y su personalidad firme y dominante y esa clara determinación que siempre había mostrado hacia lo que amaba en la vida.
Si no fuera por su cabello rubio y esas pecas Candy dudaría de que sus genes hubieran sobrevivido a esa mezcla abrumadora con la herencia Grandchester. Y no solo eran los genes, Terry se había encargado de darle a su hijo un amplio entrenamiento en diversas artes; a sus diez años Alexander tocaba el piano relativamente bien, sabía montar a caballo - cosa que aún atemorizaba un poco a su madre,- leía a los clásicos del renacimiento, declamaba poesía y por supuesto conocía a fondo muchas de las obras que su padre había representada y adaptado al teatro.
Era un niño difícil de pasar desapercibido.
– Y estando allí ¿alguien se te acercó?
Alexander la miró con extrañeza sin entender a qué se refería.
– Quiero decir, ¿te encontraste con... alguien? ¿Alguno de los Lores?
– ¡Eso quisiera! Por supuesto, ningún Lord estaba allí – dijo él con decepción. – Aunque es un día típico, no había ningún personaje de la aristocracia. Es un lugar increíble, por momentos sentí que algunas personas me miraban como si fuera alguien importante.
Candy trató de no alarmarse, Alexander siempre llamaba la atención, eso no era algo raro.
– Debe ser porque eres tan pecoso como tu madre. – Terry acababa llegar a casa cuando escuchó la última parte de esa charla.
– ¡Papá! Algún día verás como mis pecas y yo haremos grandes reformas para este país.
– Bien, pero mientras eso sucede, ¿qué te parece si visitamos a Theo?
Terry había conseguido un pase especial para las caballerizas de uno de sus colegas actores y le había dado el nombre de Theo a uno de sus nuevos inquilinos que por su carácter amable le recordaba a su antigua compañera con la que cabalgaba por las mañanas en el Colegio San Pablo.
– De acuerdo, pero después tendrás que escuchar mi ensayo sobre el Parlamento inglés, en la escuela habrá un concurso y nos han prometido que el premio será propuesto por nosotros.
– Un intercambio por demás justo su señoría – exclamó Terry haciendo una reverencia que le sacó una risita a su hijo.
– Seré un líder justo padre ¡Quisiera que el tiempo pasara muy rápido para que llegue ese momento! – dijo Alexander desapareciendo en una alocada carrera y dirigiéndose hacia la escalera de aquella hermosa casa victoriana donde llevaban ya tantos años viviendo.
– ¡Alexander, no corras!
Cuando Candy no lo escuchó más, dejo el tazón de harina que llevaba en las manos y se dirigió a su marido.
– Terry...
– Lo sé Pecosa, yo tampoco me siento tranquilo, pero quizás con el tiempo Ale se enfoque en algo diferente.
– No es solo eso Terry, en este tiempo no hemos sabido nada de Él... sería ingenuo pensar que ignora que su hijo está aquí, que los tres lo estamos.
– ¿Y no has pensado que eso se debe a que se ha olvidado de que soy su hijo? – dijo Terry mientras acariciaba con la punta de los dedos la mano de aquella rubia pecosa.
– Nadie se puede desprender de un hijo totalmente.
– No lo conoces Candy, para él librarse de mí fue una bendición, solo me veía como un problema qué resolver.
Candy suspiró resignada, nunca ganaría algo discutiendo sobre el carácter del padre de su marido
– Demos gracias por estos años de paz – dijo ella refugiándose en los brazos de él. Desde hace días tenía un presentimiento.
Ella sabía que en estos años algunas cosas extrañas habían ocurrido, durante algunas tardes notó cómo un elegante auto se detenía frente a su casa y permanecía allí hasta que Terry salía; con frecuencia ella misma sentía que era observada y estaba segura de que Terry también lo había experimentado, pero ambos trataban de mantener la calma hasta que algo contundente sucediera.
Después de todo no tener noticias, era una buena señal ¿O no?
Tras algunas semanas de rutina, llegó a su casa una notificación de la escuela para obtener el permiso de los padres para que Alexander acudiera, junto con otros dos afortunados niños, a una audiencia con algunos representantes de la aristocracia inglesa. Decía que los ensayos de estos pequeños habían sido lo suficientemente sobresalientes como para provocar dicha invitación que fue realizada a petición del mismo Alexander.
A Candy se le detuvo el corazón, ¿un niño con apellido Grandchester acudiendo por invitación a una audiencia sin levantar sospechas?
Imposible.
Alexander haría una rabieta monumental si sus padres le impedían acudir a la cita, así que Terry fue directamente a la escuela a investigar en qué consistía tal visita, quiénes estarían allí y sobre todo, quién estaba detrás de semejante evento.
Lo único que consiguió fue obtener un nombre y una dirección a la que se dirigió esa misma tarde. Él conocía ese lugar y sabía que lo esperaban cuando nadie lo detuvo a pesar de presentarse sin cita.
– Me imaginé que vendría señor Grandchester ¿O sigue usando su segundo nombre como apellido?
Era el secretario del Duque de Grandchester quien salió a recibirle.
– No puedo decir que sea un placer, Sir Miles – contestó Terry mostrando su hartazgo. – Quiero dejar un mensaje...
El secretario sonrió pensando que ese hombre no había cambiado nada, aún recordaba cómo siendo un jovencito había entrado a la oficina de su padre hecho un demonio y vociferando que le urgía verlo hace más de veinte años. Luego el Duque le relataría que aquella urgencia era una tontería menor con la que Terrence se había ensañado para evitar que expulsaran a una compañera del Colegio.
Quién diría que aquél sería el detonante que provocaría que el hijo de un Duque huyera del país abandonándolo todo. En su momento le había parecido algo muy valiente, sin duda estúpido, pero requería valor.
– Sabes bien que su Excelencia siempre ha tenido una condescendencia especial hacia tu comportamiento imprudente. Sin embargo, él no se encuentra en este momento.
Haciendo uso de todo su autocontrol, Terry miró al hombre que siempre fue la mano derecha de su padre pensando por un momento cómo obtener la información que buscaba.
– Es una lástima, pensé que nos vendría bien una reunión familiar, después de todo creo que necesito disculparme por haber tomado prestado su apellido... Me imagino que sabe en dónde encontrarme, recuérdele que esto es entre nosotros. – Terry se dio la vuelta, tenía claro que tenía un asunto pendiente entre su padre y él, Alexander solo había sido el anzuelo para atraerlo a su territorio.
– Terrence, ¿no has pensado en que la fortuna podría haberte puesto exactamente en el lugar en el que alguna vez estuvo su Excelencia?
– Eso jamás sucederá – dijo él cerrando la puerta con fuerza tras él.
Candy dio gracias a la buena fortuna cuando uno par de días después Alexander despertó lleno de un típico salpullido de la edad conocido como varicela. Por supuesto él se negaba a quedarse en cama y perderse de la audiencia en el Parlamento, sin embargo ésta fue pospuesta indefinidamente y sin razón.
El Duque no contactó a Terry a pesar de su frontal declaratoria de guerra.
Unos meses después Candy y Terry decidirían mudarse a Stratford-upon Avon, con el pretexto de una maravillosa oportunidad para Terry en el Royal Shakespeare Theatre que en 1932, con una fantástica puesta en escena, se inauguraría como reemplazo para el Shakespeare Memorial Theatre que había sufrido un terrible incendio en 1926.
Pero nada evitaría que el destino los alcanzara.
– Siento mucho interrumpirlos, querida, es hora de preparase para la cena.
La voz de Ryan Hartman sorprendió a Lilian que permanecía en total silencio junto con Blake.
– Bien chicos, dejemos el desenlace para mañana. ¿Lilly me acompañas? Esta noche tenemos algunos invitados del Patronato a cenar, me gustaría que adoptaras alguno de los vestidos que piden a gritos que una chica joven y hermosa les dé una nueva oportunidad.
– Julia, no, yo no podría aceptar algo así. Me parece que no tendría una oportunidad de volver a lucirlos y...
– El vestido azul que usaste en Navidad se te veía fantástico, seguramente necesitará un compañero – insistió la señora Hartman.
Lilian se sonrojó pensando en quién le había obsequiado ese vestido y no pudo discutir más pero al llegar la hora del evento insistió en permanecer en un puesto algo alejado de los anfitriones.
Mientras se servía una copa, Blake pudo verla sentada junto a la ventana del comedor. Por fin había bajado después de que su madre la tomara como rehén, pero había valido la pena, se veía muy guapa enfundada en un elegante vestido negro, y para su sorpresa estaba mirándolo.
Saludó a algunas personas y charló brevemente mientras se acercaba con lentitud hacia donde se encontraba ella. Al llegar a su lado, la tomó suavemente por el codo y simplemente le dijo al oído:
– ¿Quieres salir de aquí?
– ¿Para ir a dónde? ¿Iremos de nuevo al teatro?
– No, conozco un mejor lugar.
Ella le sonrió con complicidad.
– De acuerdo.
– Iré a decirle a mis padres que nos vamos.
Lilian le echó un último vistazo al salón lleno de gente y se encaminó a la puerta. Después de que ella desapareciera por la puerta, Blake escaneó el lugar en busca de sus padres. Ambos estaban sentados en un rincón en compañía de uno de los directivos del patronato de museos y otras personas. Se acercó entre ambos y les murmuró:
– Lilian y yo nos vamos.
– ¿Cómo que se van? – Ryan Hartman se dio la vuelta en su asiento. – ¿Irse a dónde...?
Julia puso su mano sobre su hombro interrumpiendo a su esposo.
– Diviértanse hijo, dile a Lilly que se lleve mi abrigo, me parece que no vino preparada para estas temperaturas tan bajas.
– Se lo diré madre – Blake se dio la vuelta con prisa y partió rumbo a la puerta principal.
Su madre lo miró sonriente.
– ¿Qué es lo que le pasa a tu hijo? Nunca había abandonado una posible reunión de negocios como ésta.
– ¿En verdad no te lo imaginas?
– No tengo idea.
– Tu hijo... está enamorado.
– ¿¡Cómo dices!? – Ryan volvió a mirar incrédulo la entrada del salón por donde había desaparecido Blake. – ¿Desde cuándo lleva sucediendo esto?
– Me parece que fue desde que regresó gruñendo y vociferando acerca de la mujer que lo había hecho viajar a Londres en un santiamén.
– Pero ¿no decía él que quería ser un solitario como el abuelo Terrence?
– Parece que en algún momento eso cambió.
– ¿Y ella? ¿Crees que esté interesada?
– Eso no lo sé, no sé si se haya dado cuenta de lo que Blake siente; pero parece que se las ha ingeniado para convencerla de salir a algún lado con este frío. Me suena a que nuestro hijo no le es del todo indiferente.
El señor Hartman miró hacia el corredor y vio pasar a Lilian poniéndose el abrigo de su esposa y entregarle el suyo a su hijo; éste se lo puso y ambos se dirigieron a la salida.
– Ya veo... – dijo él recordando lo que sintió la primera vez que vio a Julia Grandchester en una cena de gala. – Bueno, siempre deseé en el fondo tener un par de nietos, me parece que esto me acerca un poco a ese plan.
Julia se rio alegremente y besó con suavidad la mejilla de ese hombre que casi tres décadas atrás, le había robado el aliento con solo mirarla.
Notas:
¹ En el capítulo 14 puse que Terry, Candy y Alexander comenzarían a vivir en Stratford a finales de los años 20 pero para un ajuste de las cuentas lo cambiaré a los últimos años de la década de los 30 para que los años cuadren mejor. Ustedes disculparan, al ser una historia que se va construyendo, requiere algunos ajustes sobre el camino.
Agradecimientos:
Mis queridas todas, me desaparecí una semana... lo sé, entre el lío de mi computadora y los atrasos que provocó en mis trabajos no he tenido un respiro para escribir hasta hoy que finalmente puedo sentarme a hilar algunos cabos sueltos. Quiero dar un poco más de velocidad pero hay tanto que explicar que a veces me complico la vida... ¡qué envidia me dan los escritores que llegan a la parte culminante desenredándolo todo! Yo estoy en eso y de pronto siento que me enredo más jejeje.
Les debo nuevamente los comentarios a cada una, pero que sepan que las llevo conmigo y siempre las pienso como mi motivación para escribir.
Que tengan un domingo lleno de amor y amistad.
ClauT
