Algún día, en algún lugar (Someday, Somewhere).
Los personajes de Candy pertenecen a sus respectivas autoras K. Mizuki y Y. Igarashi. Ésta es una historia construida con la única intención de esparcimiento, sin fines de lucro, casi toda pertenece a mi imaginación, sin embargo, reconozco que hay pasajes de libros que he leído por aquí y por allá, como aquel que da nombre (en inglés) a esta historia.
Si desean subir esta historia a otro portal, por cortesía háganmelo saber, y por favorrrrr siempre citen al autor en la historia, recuerden que es un trabajo no pagado y el reconocimiento es lo único que pedimos.
Capítulo 23: Sueños que se hacen realidad (parte 2)
Stratford-upon Avon, 1938
– ¿Cómo que estudiar en Londres?
– Sí, he decidido que eso es lo que quiero como regalo de cumpleaños.
– Alexander, tenemos una vida aquí, tu madre tiene responsabilidades y yo también... No podríamos mudarnos repentinamente.
El chico se removió incómodo en su asiento, pero finalmente respondió mirando directamente a los ojos de Terry.
– Padre... yo no he dicho que tengamos que mudarnos los tres.
– ¿¡Piensas irte a Londres solo!? – los ojos de Terry se abrieron completamente. Su hijo había enloquecido.
– No papá, viviré en un Colegio – dijo él bajando cada vez la voz hasta que murmuró. – Tú lo conoces bien, es el Real Colegio San Pablo.
Terry tuvo que sentarse para digerir la noticia.
– ¿Tienes algo que ver con esto? – dijo lanzando una mirada asesina a Carlton que había tomado la costumbre de estar más tiempo en casa de Terry de lo que a él le gustaba.
El rostro regordete de Carlton palideció al mismo tiempo que negaba enfáticamente sacudiendo ambas manos.
– ¿Por qué quieres ir a ese Colegio, hijo?
Alexander trago con dificultad. Su padre podía mostrar un rostro ensombrecido cuando algo no le gustaba.
– Porque quiero prepararme bien para ser parte del Parlamento inglés y esa es la mejor escuela para poder lograrlo.
– Alexander, es un colegio muy... peculiar. Yo también estudie allí y no puedo decir que haya sido la mejor experiencia de mi vida – relató Carlton mientras acariciaba la cabeza del chico.
Recordaba perfectamente las burlas de sus aristócratas compañeros que enfatizaban su rechoncha figura y su carácter débil. Jamás le gustaron los enfrentamientos, así que durante sus tres años de educación se concentró en asentir y alejarse para no meterse en problemas. Algunos de los hijos de la gente rica podían tener la afición de pisotear a los demás sin compasión, solamente porque estaban aburridos. No podía darse el lujo de pelear, su madre le repetía que ellos serían más adelante importantes contactos.
¡Ja! Tan importantes que nunca los había necesitado, ni una sola vez.
– Te aseguro que no es como te lo imaginas, querido sobrino...
– Seguramente es aún mejor – agregó el chico con el rostro iluminado por una sonrisa. – Si tengo suerte, además de terminar mis estudios como un estudiante sobresaliente, podría encontrar allí al amor de mi vida como les sucedió a mis padres.
Terry casi se atragantó con su té.
¿Cómo discutir que el Colegio San Pablo había sido el lugar donde floreció su amor?
Con los años él pensó que si no hubiera visto a la Señorita Pecas en ese lúgubre lugar al que regresó tras desembarcar, de todas maneras la habría buscado por toda Inglaterra hasta encontrarla. Pero el destino había sido moderadamente amable y la puso en su camino de inmediato.
Su hijo en el Colegio San Pablo...
¿Cómo se le metió esa idea en la cabeza?
– No lo sé Alexander, hablaré de ello con tu madre, pero esto no es una promesa. Aun estando de acuerdo nosotros, entrar a ese Colegio no es fácil.
– Yo me encargaré de ser aceptado, y por el costo...
– Eso no es ningún problema sobrino, si tus padres acceden yo escribiré una carta pidiendo a las religiosas que te acepten y que me permitan pagar la porción que tu terco padre que no acepta favores me permita.
Los ojos azules de Terry lo traspasaban como dagas clavándose en su mejilla, pero ya se había acostumbrado a ello y cada vez le sobresaltaba menos.
– ¿Carlton, de nuevo haces refunfuñar a Terry? – dijo Candy al entrar por la puerta principal.
– Debo admitir que esta vez no he sido yo querida Candy – respondió él pensando en que no sabía lo que le esperaba. Ese chico rubio y pecoso era dinamita pura, tenía una hermosa pero peligrosa mezcla de determinación y orgullo. No pararía hasta convencer a sus padres de cooperar en sus planes.
Era un jovencito admirable, pero...
Estaba seguro de que el Duque tenía algo que ver con toda esta idea aunque afortunadamente lo había hecho de manera muy sutil, de lo contrario Terry y su familia ya se habrían mudado al extremo opuesto del mundo.
Candy supo entonces que el único implicado que restaba era Alexander, pero antes de escuchar de qué se trataba esta vez, ella decidió cortar un trozo de tarta a cada uno y servir el té.
Su hijo había insistido en no hacer una celebración de cumpleaños especial y se empeñó tercamente en compartirlo solo con ellos y su recién adquirido tío Carlton.
Era un espectáculo ver cómo a su esposo, a pesar de ser un actor espectacular, se le subían los colores al rostro cuando Carlton lo llamaba hermano mayor. La broma se había hecho vieja y aun así no dejaba de divertirla.
– Candy, tu hijo ha pedido un inesperado regalo de cumpleaños. No puedo esperar para ver tu cara.
Ella parpadeó un par de veces, dio un trago a su té y respiró profundamente antes de escuchar a Alexander decir que quería ir a Londres a estudiar en el Real Colegio San Pablo.
Su cara fue efectivamente épica, ella se recargó en Terry que continuaba mudo y pasmado, y tuvo que comer un par de trozos de su deliciosa tarta para evitar abrir la boca dándose unos minutos para pensar qué decirle a su hijo.
Evitó mirar a Terry para no ponerse más nerviosa y terminó respondiendo lo mismo que él: Necesitaba hablarlo con su padre y juntos le avisarían su decisión.
Durante el resto de la tarde no se habló más del asunto, Alexander recibió los regalos de su tío y sus padres y al terminar la velada se ofreció a acompañar a Carlton a su auto en el que ya lo esperaba su chofer.
– Tío, quiero darle las gracias por su apoyo. No creo que el dinero sea un problema pero la carta de recomendación seguro me sería de gran ayuda.
– No creo que sea tan útil como la carta que debes tener ya por parte del Duque de Grandchester – murmuró Carlton muy cerca del oído del muchacho para evitar que alguien más pudiera oír sus palabras.
El chico lo miró tratando de simular sorpresa pero pareció no poder convencerlo.
– Alexander si algo he aprendido en todos estos años es a detectar cuando mi padre ha metido la mano en algo. Y esto, huele a él por todos lados. Asegúrate de que el precio de dejarlo entrar a tu vida lo vale.
– No es por mí por quien lo hago Tío Carlton...
– El matrimonio de tus padres... – dijo el hombre suspirando. – Me enteré por casualidad, desafortunadamente yo no puedo hacer nada al respecto, un edicto por parte del Duque de Grandchester solo puede ser removido por él.
– Eso es justamente lo que haré como primera tarea cuando sea Duque de la casa Grandchester – los ojos de Alexander brillaron con una especie de ansiedad y firmeza. – ¿Podrías ayudarme a que esto se mantenga en secreto?
– El problema será mantener la boca del Duque cerrada.
– Él cree que ya tiene lo que desea, un heredero, pero yo tengo mis propios planes. Ya verás Tío, todo saldrá bien.
A Carlton le pareció ver reflejados los genes de su antiquísima familia en el rostro de aquél chico que ese día, frente a sus ojo, pasó de ser un inocente adolescente, a una mente maestra.
Ojalá tuviera razón y todo saliera bien para esa familia.
Cuando llegó la noche y Candy y Terry se abrazaron acostados en la cama, él fue el primero en hablar.
– No quiero que Ale entre a ese u otro internado.
– Terry, ¿has pensado que quizás él nos está poniendo al tanto de sus planes más que pidiendo permiso?
– Él aún no tiene edad para decidir.
– Tiene la misma edad que yo cuando fui enviada a casa de los Leagan para ser la "dama de compañía" de Eliza.
– Y a esa edad yo ya bebía y me peleaba en los bares pero eso no es lo que deseo para él. Él no es como nosotros Candy, no tendría por qué serlo y tampoco desearía que viva nada de lo que yo viví.
– Aunque no nos guste, es más parecido a nosotros de lo que creemos Terry, yo tampoco quisiera que esté lejos y menos aún que se rodeé de aristócratas, pero quizás sea su única oportunidad de encontrar su camino.
– ¿En ese lugar? Candy, ¿Has olvidado el tipo de gente que encontrará allí? ¿Qué pasará cuando hable de sus padres? El sabe que su apellido oficial es Grandchester aunque siempre nos presentemos como Graham.
– No lo sé, creo que algunas cosas pueden haber cambiado en este tiempo. La hermana Gray ya no dirige el colegio y según supe ahora es la hermana Margaret quien está a cargo. Ya no existe la torre de castigo ni el cuarto de meditación. Los chicos forman clubes y se pueden desarrollar en el área que más les interese. Terry, ¡hay un club de teatro! Hubiera sido magnífico verte en él.
– Jamás me hubiera unido, mi día ya estaba completo durmiendo una siesta en la capilla y fumando mi cigarrillo diario en cierto pastizal escondido al que llegó a habitar una mona salvaje.
Ambos sonrieron recordando aquella hermosa época del colegio.
– Lo pensaré Candy, eso es todo lo que te puedo decir en este momento.
No mucho tiempo después llegarían los papeles de ingreso de Alexander al Real Colegio San Pablo y él estuvo seguro que nada lo detendría.
Agradecimientos:
Queridas todas (y todos por sí hay por ahí alguno):
Hace casi un mes mi vida se puso de cabeza, mi computadora volvió a colapsar y después empecé con un exceso de trabajo aún estando desde casa (como que los jefes piensan que como no tienes que salir tienen derecho de pedirte mil cosas más).
Pero con todo eso podía lidiar, el problema fue que un día desperté con una sensación de ahogo en el pecho y dolor de garganta. Nunca tuve tos y la verdad que no sé si tuve temperatura, si así fue no debe haber sido mucha. De inmediato mi mente voló, unos días antes tuve contacto con personas que habían ido a un concierto, soy profesora en una universidad, en fin, contactos miles con muchas personas. Al día siguiente se dio la noticia de una persona contagiada (y creo que fue el primero que murió) por este virus que ha venido a llenar mis pesadillas.
Me dio terror haber contagiado a mi madre que ronda la edad de mayor mortalidad, y a mis sobrinos. Esa semana los había visto un par de veces pues yo le hago el super para que ella no salga. Para no hacerles el cuento largo, me metí en una cuarentena voluntaria lo cual implicaba no salir ni ver a nadie, y no deambular por mi hogar regando gérmenes (ahora me autonombro la policía del jabón). Esa tarde me pedí unos analgésicos a la farmacia por si la temperatura y el dolor se me disparaban, y un jarabe de propóleo para la garganta. El repartidor ha de pensar a la fecha que estoy loca porque bajé con la cara tapada (nariz y boca) con una bufanda porque no tenía otra cosa, a la distancia conté el dinero frente a él y lo metí en una bolsa para que lo tomara cuando yo me alejara y le pedí que dejara las cosas en el suelo y se distanciara para poder tomarlas.
Total que nunca podré decir qué tuve... algo fue sin duda, pero así como llegó, se fue... Me siento en una película de ciencia ficción cada vez que despierto y leo las noticias. Como sea solo quiero decirles que he vuelto, mis musas inspiradoras andan medio rebeldes pero incluso ya idearon una nueva historia, solo que primero hay que terminar ésta. Me he dado cuenta de que me va más el romance que el misterio.
En estos días de Semana Santa tengo pensado adelantar capítulos para que no me vuelva a atrasar. Calculo en unos 4-5 más terminar la historia. Me ayudará a distraerme y espero que a traerles un poco de distracción feliz a ustedes. Por favor cuídense mucho, no se guíen por las engañosas cifras el contagio es real, y a mis amigas de Francia, Italia y España, la mitad de mi corazón vive en México con mis queridas mexicanas y la otra mitad está con ustedes.
Un agradecimiento especial a Kamanance que me escribió en esta ausencia, gracias linda, me trajo un apapacho virtual que hayas pensado en mí. Siento mucho esta larga temporada sin escribir y como verás, algo de razón tenías.
Espero que en un tiempo podamos abrazarnos nuevamente todos y que no nos falte nadie, es lo que más deseo en este momento.
ClauT
