EYE FOR AN EYE
-Pecadora-
…
Vomitó sangre los siguientes tres días después de la pelea.
Todos estaban preocupados, al menos los que solían visitarla últimamente, pero, por su parte, no le daba mayor importancia.
Era un castigo, y lo aceptaba.
Después de la pelea con Yang cambiaron algunas cosas, y no solo la posición de sus costillas.
Su cabeza ya no ansiaba redención como antes, dolor, o como Weiss lo llamaba, su misión de autodestrucción. Si, merecía cosas buenas también, y eso era el tener más tiempo, el tener la libertad para existir, para planear, para buscar la forma de acercarse a la que sería su siguiente víctima, así que usaba todas sus energías en eso.
Era su nuevo objetivo, lo que la mantenía viva.
Si, era lo que evitaba que sintiese.
No sentiría hasta cumplir con su destino.
No había cambiado, no había vuelto a ser quien era, eso era imposible, pero si se sentía como antes de Cinder.
Lista para cumplir la venganza.
Así que mientras no tuviese a Salem al alcance de sus manos, iba a seguir viviendo normalmente, o eso se había propuesto, porque si seguía como hace unos días, muerta por dentro, no habría forma de que pudiese conseguir sus objetivos, nadie la acompañaría, nadie le daría el empujón de determinación que necesitaba para ganar la batalla.
Si, su actitud mejoró, o al menos volvió a ser quien era, ser la Ruby que parecía normal, que parecía ser la de siempre, pero rota, sedienta de venganza, y no el cumulo de autodesprecio que fue en esa camilla.
Ya no más.
Por supuesto, ahí estaba vomitando.
Jaune estaba presente, usando sus manos para ayudarla, para reactivar su Aura, para amplificarla, pero no mucho ocurría.
La sentía, su Aura, leve, un mínimo cosquilleo en su cuerpo, pero pareciera que no estaba ahí, al menos no visiblemente. Notaba los rostros preocupados de sus amigos ahí presentes, que le hablaban de nada y de todo, contándole sobre sus misiones, solamente para mantenerla distraída, y debía admitir que no estaba escuchando tanto como quería.
La más mínima información le sería útil para sus objetivos, sin embargo, cada vez que Jaune acercaba las manos a su cuerpo, sentía su cicatriz arder.
No había ningún pensamiento en su cabeza, nada que la hiciese sentir ese compulsivo deseo de rascarse, o de arder, por el contrario, se sentía en paz en esa tranquilidad, la tranquilidad antes de la tormenta, así que se sentía extraño el recibir ardor por algo físico.
Tal vez el Aura de su amigo era demasiado pura para su cuerpo. Su alma tan llena de bondad.
Si, él si era un héroe, y ahora podía entender porque todo ardía.
No podía soportar la pureza en su pecador cuerpo.
Sujetó a Jaune de las muñecas, alejándolo bruscamente.
La habitación se quedó en silencio, todos ellos notando su gesto, sus intenciones de frenar al hombre que estaba tan histérico intentando ayudarla. Obviamente iba a causar una mala reacción, pero ¿Qué les diría? Me arde la cicatriz cada vez que haces eso, me quema por dentro como el agua bendita ante el pecado.
No, no podía.
Intentó darle una sonrisa a Jaune, al menos así la tensión sería menor.
"Gracias, Jaune, ya me siento mejor."
Notó como los ojos azules se abrieron en sorpresa, y probablemente nadie en la habitación podía ver la expresión del rubio, lo cual era un alivio. Este asintió, tal vez entendiéndola, o eso esperaba. Pero él ahora estaba más experimentado con su habilidad, y podía notar que tan mal estaba su interior. Él sabía que su cuerpo estaba muerto por dentro, y también sabía que no sentir dolor al tener el cuerpo así era algo extraño, algo inaudito.
Pero, también se debió dar cuenta que su aura no reaccionaba como debería, así que rendirse era lo mejor, o estarían toda la vida ahí.
Ya se iba a solucionar, con tiempo, así como el sangrado se había detenido.
De todas formas, todo sanaría en su cuerpo, excepto su cicatriz, su marca, su cruz, su castigo.
Nada prevalecería en su cuerpo como el pecado que cometió.
…
A la semana, la situación mejoró, de cierta forma.
Unos oficiales de Atlas vinieron a darle una visita, a hablar con su doctor.
Había olvidado que les debía una visita, que seguía siendo quien había matado a Cinder Fall.
Si, fue ella, nadie más.
Mientras ellos le hablaban de los daños que la mujer había causado y como se habían solucionado algunos de los problemas que tenían debido a la amenaza constante, como se habían librado de un enemigo más del mundo, su mente vagó, recordando ese día, una vez más.
La satisfacción.
Decirle a Cinder, durante toda la pelea que tuvieron, mano a mano, las armas de ambas chocando, que era el momento para que acabaran con eso, que tomase lo que le pertenecía, se sentía estimulante. Por supuesto que no dudó en decirle el poder que significaba tener los ojos plateados, decirle que Salem le tenía miedo por tener esos ojos, y que, por lo mismo, si los tenía, si lograba quitárselos, sería aún más poderosa.
Obviamente Cinder cayó en su trampa.
¿Cómo no hacerlo? De todas formas, su cuenca vacía ansiaba tener algo que sostener.
Y estaba claro que iba a dejarla viva, que le iba a quitar el ojo, pero manteniéndola respirando, para que sintiese el mismo dolor que sintió esta cuando le arrebató parte de su cuerpo.
Sintió dolor, por supuesto, el sentir las garras atravesando su Aura, su piel, su carne, sintiendo como estas se enterraban dentro de su parpado con rapidez, pero con cuidado, con cuidado de no lastimar aquel preciado órgano. Se vio sangrando, más por las heridas que por la ausencia de su miembro, lo sentía ahí, faltante, y el dolor agudo que se sentía era agobiante. Su carne pretendía sujetarse a su ojo, pero no había nada dentro de su cuenca.
Absolutamente nada.
Vacío.
Pero no el de Cinder. Su carne de inmediato aceptó su ojo, el aura de la mujer curando la zona, sujetándose a los nervios, haciéndolo parte de su cuerpo. Tardó un poco, pero luego ya estaba todo conectado, como si siempre hubiese estado ahí.
Ahí fue donde su poder hizo la magia.
El poder natural de los ojos plateados.
Le encantaba recordar la mirada llena de pánico de Cinder, como el ojo plateado no miraba hacia ningún lado, mientras comenzaba a inyectarse en sangre, sin poder contener tal cantidad de oscuridad del recipiente en el que estaba. Los gritos de la mujer le causaron escalofríos, pero eran sin duda los mejores escalofríos que sintió en su vida.
Intentó seguir seria, que esta no lograse percatarse de que todo fue con esa intención, de verla tomar su ojo y morir lentamente, pero no contuvo su risa, no contuvo su éxtasis.
Era exactamente lo que quería ver.
Era exactamente lo que quería escuchar.
Y no pudo contener el regocijo.
Había ganado.
Se vio soltando una risa, ahí, en su habitación del hospital, con los oficiales aun presentes.
Estos se quedaron en silencio, mirándola, incluso su doctor, ahí presente, también se quedó callado.
Ellos le habían dado un ojo para que pudiese seguir siendo una heroína, era una especie de regalo según ellos, que estaban orgullosos de tenerla y por eso le habían otorgado la más alta tecnología en Atlas.
Pero ya no era una heroína.
Era una pecadora.
Eso también le daba gracia.
Habían malgastado su gran tecnología en una mujer que había perdido la total cordura, que se había contaminado, cuyo cuerpo estaba pereciendo en más de una forma.
Habían cometido un grave error.
El peor error.
Le dieron fuerza a un villano.
Ahora iba a usar ese ojo para cumplir sus egoístas objetivos, e iba a destruir todo a su paso, inclusive a los que tan cordialmente le dieron una segunda oportunidad.
Ese ojo era oportuno para sus objetivos.
Su castigo sería una bendición.
La puerta sonó, alguien golpeándola.
Ahí recién su risa se detuvo.
Miró hacia la puerta, pero podía notar de reojo como los oficiales la miraban, estupefactos, sin tener ni idea de lo que acababa de ocurrir, de que era lo tan gracioso que habían dicho para que se riese así. El doctor abrió la puerta, saliendo de su trance, y quien estaba al otro lado era su compañera, Weiss. Se veía firme en su posición, pero notó la confusión en su rostro al ver a los oficiales presentes en la habitación.
Se sintió inesperadamente avergonzada, sabiendo que esta pudo haberla oído reír desde el otro lado de la puerta.
Pero no importaba.
Weiss la entendía.
Eran pecadoras, ambas.
Los oficiales no se demoraron en dar por terminada su conversación y se retiraron, deprisa.
Pobres, aun no entendían que ocurría.
Pero que iban a saber ellos, solo eran soldados entrenados que solo hacían deberes sin importancia, no como ella, que había visto cosas horribles desde niña, que vio el mundo arder cuando llegó a la adolescencia, y ahora en su adultez era ella quien ardía, cuyo cuerpo se embargaba en pecado ante sus pensamientos vulgares.
Ellos jamás entenderían.
El doctor también se retiró, ya sin nada que hacer ahí, más que hablarles a los tipos de su estado de salud. Ni siquiera lo había escuchado, pero si sabía que sus órganos estaban bien, al igual que las costillas que su hermana le rompió. Estaba sanando rápidamente para supuestamente no tener Aura, así que si, debía tenerla ahí, protegiéndola del mal, del dolor.
Era el mal vestido de víctima.
Y hablando de su hermana…
Yang no había vuelto, ni creía que fuese a volver, notó la culpa en esta y probablemente estuviese intentando digerir lo ocurrido. Por una parte, esperaba que esta volviese por la revancha, por el castigo, por hacerla arder en su fuego, pero no creía que su hermana fuese capaz. Aun no era capaz de perseguir sus más profundos deseos, no era como ella después de todo.
Eran diferentes.
Su sangre era cobarde, no como la propia, la sangre de alguien que corría al peligro, que arriesgaba todo para conseguir sus objetivos.
Era superior.
Weiss parecía confundida cuando se sentó en la silla al lado de su camilla, sus ojos yéndose hacia la puerta. Debía explicarle, pero no les había puesto demasiada atención a los policías para saber exactamente cuál era la razón de su aparición, y lamentaba ser una mala compañera y no tener la información necesaria.
Tenía que aprender a mantener su papel a pesar de su inestabilidad.
"Gracias por interrumpir, ya no sabía qué hacer para que se fueran."
Weiss la miró, y notó algo de sorpresa en su rostro, pero rápidamente le sonrió, esa sonrisa que parecía iluminar todo su alrededor. Si, Weiss había sufrido mucho, pero ahora, con su padre incapaz de moverse, parecía sonreír mucho más.
Le gustaba verla así, tranquila, libre.
Ella misma se sentía así, liberada, así fue cuando se libró de Cinder, y esperaba que esas sensaciones en su estómago, esa rabia, esa incertidumbre que sentía por la culpa de Salem, desaparecieran cuando al fin la matara, cuando al fin tomase venganza de su madre.
Iba a poder hacerla pagar, de una vez por todas.
"¿A que vinieron?"
Weiss preguntó, pero solo pudo levantarse de hombros.
"No les puse atención."
Esta frunció el ceño en respuesta, y sintió la mano ajena en su rostro, sujetándola del mentón, moviéndole el rostro hacia ambos lados, como si estuviese haciéndole una revisión. Parecía que iba a regañarla por no poner atención, pero sabía que no dormía lo suficiente, así que era de esperarse que no pudiese enfocarse demasiado, bueno, eso decía, pero normalmente más que simple cansancio, era su cabeza desviándose del tema en discusión.
Escuchaba una palabra, y su mente vagaba, normalmente con un final repulsivo, pero así era ahora, repulsiva.
"¿Es necesario que sigas usando vendajes?"
Oh.
Eso.
No. No lo era.
Su herida no estaba curada, o sea, si, lo estaba, la vio la última vez. Ya no estaba su carne húmeda en la intemperie, aferrándose a la tela, no, ahora estaba curada, aun así, aun la sentía arder, aun la sentía como el día que la obtuvo. Aun sentía el aire ardiendo, quemando, a pesar de que solo hubiese una marca, seca, ya solo una cicatriz en su rostro.
Pero aún no se sentía lista para llevarla a la vista.
Aun no se sentía preparada para llevar aquel ojo en su rostro, aquella imagen.
No lo entendía, porque era su cruz, era su marca, su castigo, y sabía que debía cargar con ese peso, pero no quería. ¿Era el mismo egoísmo el que la forzaba a evitar tal situación?
No lo sabía.
Se sentía perdida.
Weiss se le quedó mirando, esperando, pero leyendo su mente, comprendiéndola sin la necesidad de mayor palabra. Esta se removió luego de unos momentos, buscando algo tras su espalda. Cuando llevó las manos hacia adelante, en estas tenía un paquete pequeño.
Se le quedó mirando, sin entender.
"Cuando estés lista para salir de aquí, para confrontar el mundo, quiero que abras esto. Lo hice para ti."
Levantó una ceja, siendo consiente que su expresión no se notaría al tener la mitad del rostro cubierto en vendas. Tomó el paquete, y se vio en la intención de romperlo, de verlo en ese preciso instante, sus impulsos siendo incontrolables en ciertas situaciones, y tal vez Weiss logró leer sus intenciones, posando sus manos sobre las propias, deteniendo cualquier momento.
"Nada de hacer trampa. Quiero que estés segura primero."
La miró, y asintió.
Se sentía injusto, pero lo entendía.
Quizás no estaba preparada en ese segundo de abrirlo, de ver el contenido, y debía ser así si Weiss lo decía, no estaba lista aún y como se dijo hace solo unos momentos, confrontar el mundo con su castigo, con su pecado visible, se sentía extraño y Weiss lo sabía, así que iba a esperar.
Quería estar lista.
Quería sentirse lista para iniciar el nuevo camino, para seguir un nuevo plan, y sabía que Weiss estaría ahí cuando llegase el momento.
Sintió los dedos apretarse contra los propios, y ahí recién se dio cuenta de la mueca pensativa de la mujer.
Cuando los celestes la miraron, había cierta resolución en su rostro.
"Probablemente los oficiales querían hablarte de Neopolitan, la trajeron a la ciudad para tenerla mejor resguardada, ya que intentó huir del lugar donde estaba antes."
¿Neopolitan?
Cierto, esta también estaba ahí, ese día, tuvieron una pelea antes de que pudiese llegar donde Cinder, y fueron sus compañeras de equipo quienes le abrieron el paso de todos los presentes en ese momento, así poder ser ella quien saboreaba su venganza.
Le sorprendió el ver tanta ira en la pequeña mujer, cuando los ojos de ambas chocaron, como se le tiró encima con una rabia, con una sed de venganza que le recordó su propia reacción al ver a Cinder.
Ahora lo entendía.
Eran parecidas.
Dio un salto, las tuercas de su cabeza moviéndose rápidamente.
Neopolitan conocía a Cinder, conocía a Salem, tuvieron momentos cruciales trabajando para el mismo bando, debía saber algo que pudiese servirle, algo que pudiese darle las pistas que necesitaba, y no solo eso, esos ojos, esas ganas de matar, esta vivía en pecado, tal y como ella, con la misma intensidad.
Ambas deseaban matar, ambas deseaban destruir, mutilar.
Si, perfecto, era perfecto.
Si lograba tener a Neopolitan de su lado, iban a destruir todo.
Era el pecado que necesitaba, la contaminación que necesitaba, que no podría conseguir de su propia hermana. Si, esa era la determinación, eso era lo que necesitaba para embargarse en un camino de corrupción.
Estaría más cerca de Salem, y más cerca de la redención.
Miró a Weiss, esta sorprendida con su actitud.
"¿Crees que podría darle una visita?"
Weiss pestañeo, confusa, pero la observó, por varios segundos, y creyó que esta de nuevo le leyó la mente, y adoraba eso, no tenía que hablar, no tenía que darle forma a sus pensamientos repulsivos, porque Weiss los podía leer desde su cabeza.
Nadie se enteraría de sus objetivos si sus labios permanecían sellados.
Era un secreto, un código entre ambas.
"No creo que permitan algo así, pero puedo encontrar la forma de lograrlo."
La sonrisa que la mujer le dio, la dejó en calma.
No estaba sola, podía conseguir sus objetivos, paso a paso, y lo iba a lograr, y para eso, necesitaba más adeptos, más aliados, gente con la que pudiese confiarle su espalda, y su venganza.
Gente que no tuviese miedo de ensuciarse las manos, de mancharse de sangre, de envenenar sus almas.
Eso era perfecto.
Tendría más pecado de su lado, más pecadoras, y así lo conseguiría.
Su pase al infierno.
