Todos tenemos nuestros demonios —año uno
Remus Lupin nunca se había sentido como un niño normal. Pero mientras avanzaban las primeras semanas en la escuela, se encontró a sí mismo olvidando la voz al fondo de su cabeza que burlonamente susurraba: eres un monstruo.
Y había más, tenía amigos.
James Potter, sin embargo, ligeramente desagradable y arrogante algunas veces, ya estaba demostrando ser un mago excepcionalmente talentoso e inteligente, si sólo no fuera un poco perezoso. Creciendo en una muy adinerada y respetada familia de sangre pura, era natural que James sobresaliera fácilmente en casi cada clase. Además era muy divertido, descubrió Remus una vez que pasara su ego. James parecía tener la necesidad de hacer que todos a su alrededor rieran, y a menudo tenía éxito. De hecho, la única persona que no tendía a encontrarlo divertido era Lily Evans, pero para James eso sólo parecía haber sido tomado como un reto personal. Si Lily estaba cerca, podías garantizar que James encontraría alguna forma para hacerse el centro de atención. También tenía el hábito de desordenarse el cabello. Hábito que todos encontraron ligeramente irónico ya que el dinero de su familia venía en gran parte por la invención de una poción que estaba hecha para domesticar el cabello rebelde. Remus se preguntó si eso sería un poco de rebeldía por parte de James, en una extraña manera.
La única persona que parecía coincidir con la gran personalidad de James era Sirius Black. En realidad, los dos disfrutaban mucho del otro y aunque apenas se habían conocido, Remus hubiera creído que eran hermanos. Sirius, sin embargo, no necesitaba tratar de llamar la atención de nadie. Fácilmente el más popular entre el grupo de estudiantes féminas en su año (y hasta mayores). Incluso los profesores no podían evitar caer con su encantadora sonrisa. La única falla que Remus podía encontrar en Sirius era su temperamento. Especialmente cuando tenía que lidiar con cosas de la sangre y su familia. La ira de Sirius parecía quitarle lo mejor de él. En apenas las primeras tres semanas de escuela, James, Peter y Remus habían alejado a Sirius de lo que podría haber terminado siendo una desagradable pelea con un Slytherin de segundo año.
Fue justo después del desayuno un sábado por la mañana y Sirius había recibido una carta de su hermano menor, quien estaba emocionado por escuchar sobre Hogwarts a pesar de en qué casa había sido seleccionado. Cuando caminaban de vuelta a la Torre de Gryffindor, Sirius habló entusiasmado sobre Regulus, diciéndole a los otros tres cuan aliviado estaba que sus padres aún no habían dañado la inocente mente de su hermano. Un grupo de Slytherin resultó escuchar por casualidad.
—Sólo espera hasta el próximo año, Black —el mayor se mofó—. Una vez que Regulus vea la vergüenza que eres realmente, puedes apostar que no va a querer tener que ver nada contigo tampoco.
Los puños de Sirius se apretaron a cada lado y Remus estaba sorprendido de que su cuello no se rompiera cuando se giró para encarar a los Slytherins.
—Lárgate, Lestrange.
—Eres patético. Te entregaron el mundo a tus manos en un plato de plata, y lo estás tirando a la basura por pasar el tiempo con traidores a la sangre y sangre sucias. Eres una desgracia. Regulus merece un mejor…
Con un grito de rabia, Sirius ya estaba encima de Lestrange, y James, Peter y Remus estaban inmediatamente tratando de quitarlo de ahí sin ser golpeados por sus puños voladores.
—Debieron haberme dejado pelear con él —argumentó Sirius una vez que estaban de vuelta en la sala común—.Me las pude haber arreglado.
—Es el doble de tu tamaño —Remus razonaba con él.
—El tamaño no importa, el patán no vio a Sirius acercarse —Peter sonrió. Peter ya había idolatrado a Sirius y a James, había notado Remus. Y Sirius y James lo sabían, y les encantaba. Si no había nadie ahí para alimentar sus egos, estaba Peter. La única preocupación de Remus era que ambos morenos subestimaban al pequeño y regordete chico. Peter también era divertido, pero no de la manera ruidosa que llamaba la atención de todo el mundo como el dúo dinámico que eran James Potter y Sirius Black. El humor de Peter era más sutil y consistía en comentarios sarcásticos seguidos de comentarios murmurados en voz baja que a veces sólo Remus oía.
—Tal vez —dijo Remus—. Pero aun así, no querrías meterte en problemas tan pronto, ¿o sí?
Sirius suspiró, dejándose caer en una de las mullidas sillas.
—Supongo que no.
—No dejes que te afecte, amigo —añadió James, palmoteando el hombro de Sirius. Después de eso, Sirius pareció recuperarse. Era bueno con eso. No importa qué le estaba molestando o qué tan molesto parecía estar en un momento, al siguiente se estaba riendo y perdiendo el tiempo. Remus lo admiraba por eso. Remus admiraba todo de sus nuevos amigos, y estaba feliz de tenerlos.
Hasta que descubran lo que eres en verdad.
Con la luna llena a una sola noche, Remus se encontró dando vueltas y vueltas en la cama mientras los otros dormían. Luchaba para pelear con la voz que lo llamaba por lo que era. Quizás si hubiera podido ignorarlo, estaría dormido para ese momento y no hubiera escuchado el sonido amortiguado en el oscuro dormitorio.
Asomando la cabeza desde detrás de las corinas de su dosel, Remus escuchó cuidadosamente. ¿Se lo había imaginado? Sonaba como si alguien estuviera… ¿Llorando?
Caminando en puntillas por la habitación, Remus fue muy cuidadoso de no despertar a Peter, James o a Frank.
—¿Sirius? —Murmuró, y el ruido se detuvo. Remus frunció el ceño y lentamente abrió las cortinas en la cama del otro chico.
—Demonios —dijo Sirius en voz baja, limpiando furiosamente su rostro.
Remus se sintió inmediatamente culpable.
—Lo siento. No debí… Lo siento, no fue mi intención asustarte. Yo… Sólo… No se lo diré a nadie.
Sirius sorbió la nariz y se echó hacia atrás contra la cabecera.
—Nah, está bien. No debí estar llorando como un maldito infante de todas formas. —Miraba a Remus a través de sus hinchados ojos inyectados en sangre—. Probablemente pienses que soy completamente patético. —Se forzó a reír.
Remus sacudió la cabeza.
—No lo hago. —Se movió incómodamente, sus huesos comenzaban a doler con el sufrimiento familiar del acercamiento de la luna.
Sirius le dio una mirada de preocupación.
—¿Por qué estás de pie? Luces como si estuvieras a punto de desmayarte.
—Estoy bien.
—Aquí, siéntate —insistió Sirius moviéndose. Remus lo consideró por un momento antes de tomar la oferta. Los dos se sentaron en un silencio incómodo, el único sonido eran los ronquidos de Peter y el ocasional hipo de Sirius, quien intentaba ocultarlo tosiendo.
—Debe ser difícil con tu familia esperando tanto de ti —dijo Remus.
Sirius negó con la cabeza.
—No es lo mucho que esperan, es lo que esperan. Dicen que van a venir cambios en el Mundo Mágico… Que hay alguien afuera que va a deshacerse de las brujas y magos que no sean puros… Están seguros que yo debería pensar de igual manera —cubrió otro sollozo tosiendo—. Nunca he sido lo que ellos han querido que fuera… Pero son mis padres. ¿No debería querer que fueran felices?
Remus sacudió la cabeza.
—No si lo que los hace feliz está mal. Tal vez sólo eres una mejor persona.
—Pero, ¿qué pasa si no soy una mejor persona?
—No estarías tan triste si no lo fueras.
—Siento como si no importara lo que haga, sigo siendo un Black. Y aún tengo esta oscuridad en mí… No importa qué tanto intente pelear, terminará saliendo a la luz de todas formas. Como si fuera un tipo de demonio o algo así —suspiró—. Eso probablemente suena muy estúpido.
—La verdad, no —dijo Remus, sonriendo ligeramente—. Todos tenemos nuestros demonios, Sirius.
-o-
Ninguno de los dos habló de lo que pasó al día siguiente. De hecho, apenas habían hablado algo porque Remus no estaba en ninguna parte.
—Escuché que su mamá está enferma —dijo Peter, entre mordiscos a su salchicha.
—¿Por qué no dijo nada? —Sirius preguntó en voz alta.
—Se fue algo apurado. Aún estabas dormido —dijo James –. ¿Estás bien, por cierto? Tus ojos están todos rojos.
—Sí… Alergias.
James y Peter intercambiaron una mirada de incredulidad.
—¡Soy alérgico a… el polvo! —Insistió Sirius— Escuchen, no importa. Sólo desearía que Remus hubiera dicho algo sobre tener una mamá enferma, eso es todo.
James se encogió de hombros.
—Son sus propios problemas, Sirius. Déjalo ser. Si quiere hablar de eso cuando vuelva seguro lo hará.
Sirius murmuró algún tipo de acuerdo y comió sus huevos.
-o-
Remus no volvió por dos días completos, y cuando lo hizo se veía más enfermo que nunca. Escaló lentamente por el hueco del retrato la tarde del lunes después de que el resto de ellos hubiera vuelto de la clase de Encantamientos. Lily se acercó a él antes que cualquiera.
—¡Remus! Tomé notas en clases para ti. ¿Cómo está tu mamá?
—Gracias, Lily. Ella está mucho mejor.
—Escuché que está muy enferma, lo siento mucho.
—Oh… Está bien, la verdad. Gracias por tomar notas para mí —dijo Remus apresuradamente.
Lily parecía preocupada.
—No te ves muy bien, Remus. ¿Tal vez deberías ir a la enfermería?
—Sólo estoy cansado.
—¿Estás segu…?
—Él dijo que sólo está cansado, Evans —Interfirió James desde su asiento a un lado de la chimenea donde él y Peter jugaban ajedrez. Sirius miraba por sobre el hombro de Peter intentando ayudarlo—. Por los calcetines de Merlin, ¿dejarías al hombre pasar al menos por la entrada antes de que lo fastidies hasta la muerte?
—¡Sólo estaba preguntando porque no se ve bien! No los veo preocupados ¡y es su amigo!
—Por supuesto que estamos preocupados —dijo James—. ¡Oye, Remus! ¿Estás bien, amigo?
Remus sonrió.
—Bien, James.
—¿Ves, Evans? Está bien. Ahora déjalo ir.
Lily resopló y se fue con Marlene y Dorcas y Remus se relajó visiblemente. Sin una palabra a los otros chicos, se dirigió directamente al dormitorio.
—Él de verdad no se ve bien —comentó Peter—. Digo, siempre se ve un poco fuera de combate. Pero ahora luce como si hubiera pasado por un molinillo.
—Lo he dicho antes y lo volveré a decir —suspiró James—, es un chico extraño… Jaque Mate.
