Cicatrices - año uno


—Lo que hicieron en el banquete esta noche fue increíblemente irrespetuoso, por no mencionar potencialmente peligroso. No tengo más remedio que darles detención. —Las fosas nasales de la profesora McGonagall se ensancharon mientras miraba hacia abajo a los cuatros estudiantes que estaban sentados delante de ella en su oficina—. Estoy muy decepcionada.

—Sí, profesora —murmuraron los chicos.

—Siendo realista, debería quitarle puntos a cada uno de ustedes también —ella continuó—. Sin embargo, debo admitir que no estoy interesada en la idea de perder la Copa de la Casa por sexto año consecutivo. ¡Pero les estoy dejando una advertencia!

—Gracias, profesora —dijo Remus, siendo el único que no sonreía como un tonto.

La profesora McGonagall frunció los labios.

—No hagan que me arrepienta de mi decisión. Se pueden ir. Pero los veré a los cuatro todas las noches de esta semana para la detención.

Caminaron de vuelta a la torre de Gryffindor sintiéndose más orgullosos de lo que se habían sentido la noche anterior.

—¡Vale la pena una semana de detención! —declaró James —Remus, eres un completo y absoluto genio.

Remus sonrió modestamente.

—Bueno no fue todo por mí…

—Tú lo lograste —dijo Peter—. Realmente fue todo gracias a ti.

—Sólo porque ustedes estaban siendo vistos. Sólo estoy contento que llegara justo a tiempo.

—¿Así que cómo se está sintiendo tu mamá? —Preguntó Sirius.

—Está bien —contestó Remus cortamente.

—¿Se está mejorando?

—Yo… No es exactamente tan simple, Sirius… Car Fortium. —El retrato giró para abrirse y ellos entraron.

—¿Por qué tu papá no sólo la lleva a St. Mungus? —preguntó Sirius cuando se dejó caer en una de las sillas a un lado de la chimenea.

—Ella es una muggle.

—Entonces a uno de esos sanadores muggles…

—Doctores, Sirius.

—Sí, eso.

—Sirius —rompió Remus con rabia, de una forma que ninguno de ellos había oído de él antes. Sirius lo miró fijamente con los ojos abiertos. Tomando una respiración profunda, el chico más pequeño trató de relajarse a sí mismo antes de dirigirse a sus amigos de nuevo—. Estoy muy cansado, lo siento. Estoy contento de haber logrado volver a tiempo para ayudarlos esta noche. Nos vemos en la mañana. —Se dio la vuelta y se dirigió al dormitorio.

James se dio vuelta hacia Sirius.

—¿Por qué estás tan atrapado con esto?

Sirius se encogió de hombros.

—No sé. Sólo es raro, eso es todo… Nunca menciona a su mamá enferma hasta que de repente necesita ir a casa.

—Tal vez no quiere hablar de eso —dijo James de forma significativa mientras empujaba sus gafas sobre el puente de la nariz.

—Tal vez es de verdad muy malo —agregó Peter—. Se molesta mucho cuando le preguntas sobre eso.

Sirius lució frustrado.

—Sí, pero…

—Déjalo, Sirius —James dijo con severidad.

Pero Sirius no podía dejarlo. Una vez al mes Remus se iría y cuando regresaba, Sirius lo molestaba con eso hasta que James o Peter lo golpeaban con una maldición de bloqueo de labios. La mayoría de los meses no duraron mucho y eventualmente Sirius se rendía. Hasta principios de primavera cuando Remus tuvo que irse dos veces en un mes, regresando a la segunda luciendo más enfermo y débil que nunca.

Sirius no sabía exactamente por qué le molestaba tanto, pero algo simplemente no estaba bien con él. Era tan persistente en su mente que no pudo dormir esa noche. Estaba lloviendo muy fuerte afuera y Sirius estaba despierto escuchando el sonido e intentando no pensar por qué Remus no se abriría y contara qué pasaba con él cada mes. Estaban en su séptimo mes de escuela y todos sabían lo horrible que era la familia de Sirius. No podía imaginarse por qué Remus sentía que tenía que ser tan reservado con lo suyo. Como Remus le había dicho, todos tenían sus demonios.

Cerró sus ojos e intentó concentrarse en el ruido sordo de un trueno exterior, pero un ruido, entonces le llamó la atención.

Era muy suave, pero alguien estaba murmurando en su sueño. No le tomó mucho tiempo a Sirius para darse cuenta de quién era, y tan rápido y tan silencioso como podía caminó en puntillas a través del dormitorio hasta la cama de Remus y cautelosamente abrió las cortinas.

Los ojos de Remus estaban firmemente cerrados y estaba haciendo ruidos apenados. Sus piernas estaban enredadas con su manta y su camiseta se había levantado dejando su pecho y estómago expuestos.

Sirius de pronto se hizo muy consciente del hecho que nunca había visto a Remus Lupin sin camisa. Y ahora no podía apartar la mirada.

El pálido chico estaba cubierto en cicatrices y moretones de varios tamaños y severidad. La peor fue una cicatriz en forma de media luna plateada que parecía envolverse alrededor de su cadera. La ira surgió dentro de Sirius y sus puños se apretaron, pero otro suave sonido de Remus lo sacó de sus pensamientos.

—Remus —susurró Sirius, gentilmente sacudiendo a su amigo—. ¡Hey, Remus, despierta!

Los ojos de Remus se abrieron de golpe, sorprendiendo una vez más a Sirius con lo forma que parecían brillar, y miraba alrededor frenéticamente.

—¿Estás bien, amigo? —preguntó Sirius.

Todavía respirando con dificultad, Remus asintió. Entonces se dio cuenta en la forma en que los ojos de Sirius parecían permanecer en su pecho y estómago y rápidamente se cubrió, sonrojándose violentamente.

—Sólo una pesadilla —murmuró.

Sirius ladeó la cabeza hacia un lado.

—Muévete.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Mueve tu huesudo trasero hacia un lado —repitió Sirius. Remus obedeció y Sirius se subió a la cama con él, cerrando las cortinas—. Regulus solía tener pesadillas cuando pequeño —explicó Sirius—, y venía hasta la cama conmigo y lo hacía sentir mejor. ¿Tienes muchas de ellas?

Remus no respondió. Sólo se quedó mirando fijamente la oscuridad en silencio.

—Rem, no es un gran problema —empujó al chico jugando con su codo—. No le diré a nadie.

De mala gana, Remus le devolvió la sonrisa.

—Las he tenido desde que era pequeño.

—¿Quieres hablar de eso?

—No realmente.

Después de un momento de silencio, salvo el sonido de truenos y el ronquido de Peter, Remus suspiró.

—¿Abrirías el cajón de ahí?

Sirius abrió el cajón a un lado de la cama y abrió los ojos.

—Merlín, Remus, has escondido suficiente chocolate para alimentar un ejército. ¿Esperando una escasez mundial o algo así?

Remus rio.

—Me hace sentir mejor. ¿Quieres un poco?

—Claro.

Remus le pasó una rana de chocolate y comieron en silencio. Después de un rato Sirius lo miró nerviosamente, mordiéndose el labio.

—¿Puedo mostrarte algo?

Remus lo miró confuso,

—Er, seguro…

Sirius se levantó sobre sus rodillas dándole la espalda a Remus y se levantó la camiseta. Escuchó a Remus jadear silenciosamente mientras revelaba la larga y delgada cicatriz que cruzaba su espalda en diagonal a través de su columna vertebral. Sirius bajó la camiseta y se dio vuelta.

—Es de la última Navidad cuando fui a casa por vacaciones. Al parecer, no lamenté lo suficiente por no haber sido seleccionado en Slytherin y traicionar a mi familia. El cinturón de papá. —Se rio oscuramente antes de encontrarse con los ojos de Remus—. No tienes que decirme cómo obtuviste las tuyas, Remus. Y no te preguntaré por casa nunca más. Pero sólo quería que supieras que no estás solo.