El sótano de Honeydukes —Año dos
—Oficialmente creo que este camino no lleva a ninguna parte —refunfuñó Peter, arrastrando los pies detrás de los otros. James y Sirius intercambiaron idénticas miradas de culpabilidad, preguntándose en silencio si era tal vez hora de tirar la toalla… Hogwarts estaba lleno de esos.
—Muy bien —suspiró Sirius derrotado—. Bien, vámonos…
—¿Huelen algo? —preguntó Remus repentinamente.
—¡Ugh, Peter! —gimió James.
—¡No eso! —Remus rodó los ojos— Huelo chocolate.
—Está bien, es tiempo de una intervención —dijo Sirius—. ¡Eres un adicto!
—Yo no huelo nada —murmuró Peter.
—Tengo un mejor sentido del olfato que todos ustedes. —Remus apretó el puente de su nariz en frustración con un exasperado suspiro.
James bufó.
—¿Cómo sentidos de súper hombre lobo?
—Sí —dijo Remus inexpresivo antes de empujarlos para llegar a la cabeza del grupo, lo que no era una tarea fácil en espacios tan reducidos. Manteniendo su varita en alto, el túnel estaba por completo iluminado con la luz azul plateada y sólo a unos pasos más allá Remus vio la trampilla de una puerta en lo alto. Una vez que estuvieron directamente debajo, James —el más alto, era el único que podía alcanzarla y tirar la pequeña escotilla de madera para abrirla y uno a uno la trepó.
Hubo un gemido colectivo desde los cuatro y un silencioso "¡Maldición!", de un asombrado Remus cuando miraban hacia la pila de cajas y cajas alrededor de ellos, todas con la etiqueta de Dulces de Honeydukes.
—¡Debemos estar en Hogsmeade! —dijo James, sonriendo de oreja a oreja en la forma más retorcida que sólo se igualaba a la de Sirius— ¡Esto es condenadamente brillante! ¡Sirius, está la tienda de bromas en el pueblo! ¡Piensa en todas esas bombas fétidas!
—Los Slytherins no sabrán qué los golpeó. —Sirius estaba prácticamente saltando antes de que los dos se dirigieran a los extremos opuestos de la bodega y sumergieran sus manos dentro de los barriles de dulces.
—¡Woah, esperen un momento! —Remus agarró la parte trasera de la camiseta de Peter antes de que el más pequeño pudiera unírsele a los otros dos—. No estamos aquí para robar.
—¡Aw, vamos, Remus! —gimoteó Sirius, rellenando sus bolsillos de ratones de helado— Nadie lo sabrá. Además, me terminé tus ranas de chocolate hace dos noches atrás. Necesitas tu reabastecimiento.
Remus resopló.
—¿Tú qué?
—Estoy buscando una carta de Morgan La Fay… Estoy relacionado con ella por el lado de mi madre. ¡Aw, Re, no pongas mala cara!
—¡No puedes sólo comerte mi chocolate cuando no estoy cerca, Black!
—Mamá y papá están peleando de nuevo —murmuró James cerca del oído de Peter y ambos resoplaron.
—¿Qué se supone que significa eso? —Sirius se giró hacia ellos.
James se encogió de hombros.
—Nada. Ustedes dos discuten como un matrimonio —él sonrió.
—¡No lo hacemos!
—Sí lo hacen. Pero detengan sus quejidos, estamos rodeados de suficiente chocolate que durará hasta la graduación… Excepto Remus. Sólo será suficiente por una semana en su caso —Peter sonrió.
Cuando sus bolsillos estuvieron llenos, saltaron de vuelta por la trampilla hasta el túnel y tomaron la vía larga de vuelta al castillo y, debajo de la capa, de vuelta a la sala común.
—No estoy bromeando —James iba diciendo cuando arrojaban sus reservas sobre sus camas—. De verdad deberíamos crear algún tipo de mapa del castillo… ¡Piensen en todos los otros caminos secretos que podríamos encontrar! ¡Piensen en lo mucho que podría ayudar en las bromas! ¡Podríamos encantarlo también! ¿Crees que eso sea posible, Remus?
Remus asintió con la cabeza.
—La verdad es que sí. —Lanzó algunas grageas de Bertie Botts dentro de su boca—. Buscaré algunos hechizos. De verdad no es un plan tan malo.
—¡SÍ! —Sirius casi saltó de su cama, sosteniendo una carta coleccionable en su mano.
—Si esa es tu maldita carta de Morgan La Fay, te mataré mientras duermes —Remus refunfuñó.
—Er, nop… Para nada —Sirius guardó la carta debajo de su almohada—. ¡Bueno, estoy hecho polvo! ¡Buenas noches, chicos! —Y cerró sus cortinas.
-o-
Ninguno de ellos estaba particularmente hambriento a la mañana siguiente, habiéndose llenado por completo con dulces. De todas formas, estaban contentos de haber decidido ir a desayunar porque la escena que tomó lugar era para no perdérsela. Comenzó, como la mayoría de las escenas lo hacen, con Bellatrix gritando desde la mesa de Slytherin.
Todos en las otras tres casas se giraron para mirar a Sirius, preguntándose si él y los otros chicos, ahora conocidos como Los Merodeadores, habían hecho algo para contribuir con la evidente angustia de la chica, pero Sirius simplemente suspiró pesadamente y se levantó para caminar hasta donde sus primas y hermano.
Tanto Narcissa como Bellatrix estaban mirando positivamente horrorizadas y parecían estar consolándose entre ellas mientras Regulus miraba hacia abajo a una carta de sus padres. Ninguno pareció notar a Sirius de pie ahí.
—Er… Bien, morderé el anzuelo. ¿Cuál es el problema? —preguntó Sirius sintiéndose extrañamente vulnerable sin sus amigos detrás de él.
—¡Oh, es terrible! —Bellatrix prácticamente se lamentó— ¡Absolutamente horrible!
—¿Ha… Ha muerto alguien? —Sirius de verdad sintió una punzada de pánico, mirando a su hermano por respuestas.
Regulus bufó.
—Alguien podría. La tía Druella podría sólo soltar…
—¡REGULUS NO DIGAS ESO! OH CISSY, ¿QUÉ HAREMOS?
Regulus rodó sus ojos.
—¡Ella no morirá, Bellatrix! Mantén tus bragas bien puestas —suspiró y le pasó la carta a Sirius —Andy se casará. Con ese tipo Tonks.
—Merlín, ¿sólo es eso? ¡Maldición, creerías que el maldito mundo estaba terminando con Bella chillando como una maldita loca!
Los pequeños y brillantes ojos de Bellatrix lo miraron directamente a él.
—¡Es un muggle! ¡Y es POBRE!
—No es un muggle, estaba en Hufflepuff. Sus padres eran muggles…
—¡LA MISMA COSA!
—Y no es pobre. Es sólo que no posee la mitad del mundo mágico… Más o menos porque entre nosotros y los Malfoys no queda mucho que tener…
—Bueno felicidades, Sirius —Narcissa suspiró, sonando como alguien asesinado por su mejor amigo—. Parece que ya no eres la mayor decepción de la familia.
Sirius se encogió de hombros.
—Nah, sólo son las diez y media de la mañana. Estoy seguro que encontraré mi manera para regresar a la cima de esa lista. Siempre lo hago, ¿eh, Reg?
Pudo habérselo imaginado, pero podía haber jurado que vio un indicio de una sonrisa sobre los labios de Regulus.
—De todas formas, los dejo volver a su duelo. Envíenle mis condolencias a mami y a papi, ¿sí? —Y se giró sobre sus talones y se apresuró a la mesa de Gryffindor antes de que lo pudieran detener.
—¿Está todo bien? —pregunto Remus, moviéndose así Sirius podía sentarse entre él y James.
—Sí. Mi prima Andrómeda se casará con un hijo de muggles. Parece que tendré que mejorar un poco mi juego si quiero pertenecer como el mayor jodido desastre de la familia.
—Estoy seguro que te las arreglarás para cumplir sus expectativas. Te doy una semana —dijo James.
—Le doy once minutos —bufó Remus.
-o-
Sirius estaba en la puerta de las mazmorras de Slytherin esa noche, en silencio repasando en su cabeza lo que había planeado decir. No estaba en la naturaleza de la familia Black disculparse, tampoco estaba el perdonar. Pero Sirius, se recordaba a sí mismo, estaba intentando duro no ser como el resto de su familia y esperó que Regulus lo encontraría en sí para seguir su ejemplo.
—Recibí tu nota —la voz de su hermano menor de verdad lo sorprendió un poco, y Sirius casi saltó antes de encararlo.
—No creí que de verdad vinieras —Sirius admitió. Metió la mano en el bolsillo y le tendió un pequeño paquete de varitas de regaliz—. Tu favorita.
Regulus lo miró, sin expresión.
—¿Es una ofrenda de paz?
—Yo… Sí, más o menos. —El mayor suspiró—. Escucha Reg, lo siento por cómo te traté. Yo sólo… Tú tenías razón, no me quería sentir diferente a ti. Eres mi hermano, y yo…
Esta vez Regulus no escondió la sonrisa.
—También yo, Sirius —ambos sintieron cómo el alivio se apoderaba de ellos mientras Regulus tomaba el dulce de su hermano—. ¿De dónde diablos conseguiste todo esto?
Sirius sacudió la cabeza con una sonrisa.
—No te lo puedo decir. Sólo di gracias y olvídalo.
—Gracias. —Mordió una varita—. Entonces… Andy se va a casar.
—Bien por ella, digo yo. Si es feliz, ¿por qué importa con quién sea? ¿Qué crees tú?
—No creo que importe —Regulus dijo, apoyándose contra la pared y masticando pensativamente—. Quiero decir, no es como que ella… Er, olvídalo,
Sirius alzó una ceja.
—¿No es como que ella qué?
—No es como que ella es… La heredera —Regulus murmuró, mirando hacia otro lado incómodamente.
Sirius frunció el ceño.
—¿Entonces importaría si fuera yo casándome con una hija de muggles?
—Quiero decir… Importaría más, supongo.
—¿Por qué?
—No lo sé, Sirius, ¡tengo once años por el amor de Merlin! —Regulus la verdad se rio— Quiero decir que no tienes que casarte prontamente, así que, ¿cuál es el problema?
—… Tienes razón. Lo siento.
—Tal vez… Tal vez no deberíamos hablar de asuntos familiares —dijo Regulus cautelosamente—. Sólo estoy contento de que nosotros estemos… ya sabes… hablando.
Sirius sonrió y en broma sacudió el pelo de su hermano.
—También yo.
