Manos rotas, whiskey de fuego y Juegos Muggle
—¡Chicos! ¡Pasamos por esto cada mes! —Madam Pomfrey explicó a través de la dolorosa exasperación a los tres jóvenes Gryffindors que habían estado golpeando la puerta de la Enfermería desde el amanecer— Pueden volver después del desayuno para ver al Sr. Lupin. Es demasiado temprano para dejar entrar visitas a la enfermería. ¡Ustedes ni siquiera deberían estar fuera de la cama a estas horas!
—Seremos muy silenciosos —Peter prometió esperanzado—. Sólo queremos verlo…
—Ni siquiera está despierto todavía, Sr. Pettigrew.
—No vamos a molestar a otros pacientes. Sólo…
—Sr. Potter, mi respuesta, como siempre, es no. Y Sr. Black, antes de que siquiera se moleste, mi respuesta ¡aún es no!
Sirius parecía ligeramente ofendido.
—Ni siquiera dije na…
—Pero lo iba a hacer —dijo Pomfrey severamente—. Ahora, a menos que alguno de ustedes se sienta enfermo o tenga alguna herida, vuelvan a su dormitorio inmediatamente.
Durante un momento Sirius parecía querer discutir, y James y Peter estaban preparados, como siempre, para apoyarlo. Pero en vez de eso, para su sorpresa, Sirius se dio la vuelta, pareciendo haberse dado por vencido.
James frunció el ceño.
—Sirius… qué…
Y entonces sin pensarlo dos veces, Sirius dejó salir un grito de frustración, formó una bola con su puño y golpeó la muralla de piedra del pasillo tan fuerte como pudo.
—¡Señor Black! —Pomfrey se quedó sin aliento, puso una mano en su pecho en estado de shock, al mismo tiempo que James y Peter simplemente se miraban, las mandíbulas y los ojos bien abiertos.
Sirius tomó una respiración profunda y se volvió, sosteniendo su mano ensangrentada con la buena. Miró a la bruja curadora directo en los ojos y dijo, a través de los apretados dientes:
—Estoy herido.
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—¿Que hiciste qué? —El rostro de Remus tenía una mezcla de horror y desconcierto mientras su amigo le explicaba qué estaba haciendo en la cama de al lado —Qué demonios te llevo a que…
Sirius se encogió de hombros.
—Ella no nos iba a dejar verte. —Su mano estaba vendada en alto. Se había roto tres dedos, pero nunca lo notarías por la sonrisa de satisfacción en su rostro.
—¿Así que te rompiste la mano? —Remus rio.
—Técnicamente sólo sus dedos —Peter le corrigió, tratando de controlar su diversión.
—Y se ganó dos semanas de detención —se quejó James, situado en el borde de la cama de Remus—. Te estarás perdiendo la final de Quidditch, amigo. Te vas a perder verme aplastar a Slytherin. —Sacudió la cabeza con disgusto.
—Pequeños sacrificios, Jamie —Sirius sonrió, inclinándose nuevamente sobre sus almohadas—. Estoy seguro de que jugarás igual de bien sin mí allí para animarte entre la multitud. Te lo compensaré, ¿eh?
Remus estaba aún en estado de shock.
—Todavía no entiendo por qué…
—Lo hice por ti, Moony —dijo Sirius, como si fuera la cosa más obvia en el mundo. Como si cualquiera fuera por ahí rompiéndose los huesos sólo para tener el permiso de entrar a la enfermería para ver a su amigo.
Remus rodó los ojos por el sobrenombre, pero se había dado por vencido de pelear meses atrás. Suspiró.
—Sirius, no puedes sólo ir golpeándote a ti mismo cada mes para que te deje verme. —Por alguna razón no pudo evitar la sonrisa tensándose en sus labios. Tonto, como podía ser, no podía creer que alguien haría algo así por él.
—Ah, ¡pero ya no tendré que hacerlo! —Sirius le informó orgulloso— Porque ha accedido a permitirnos privilegios especiales para visitarte después de la luna llena —le dio a James un gesto cuando enfatizaba una vez más—. Pequeños sacrificios.
—Bien —James reconoció, aun luciendo un poco indignado—. Pero me debes una.
Sirius le hizo un gesto con la mano buena.
—Por supuesto, sí. No te preocupes, James. Sólo porque hice algo bueno por nuestro pequeño Moony no significa que a ti te ame menos.
James sacudió su cabeza y Remus se quejó.
—En serio, ¿por qué soy el único con un sobrenombre estúpido?
Sirius se rio.
—Remus, te lo prometo. El día en que nosotros repentinamente comencemos a convertirnos en animales una vez al mes, tú nos puedes llamar como quieras.
—Muy gracioso, imbécil.
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—¡DORCAS MEADOWS HA ATRAPADO LA SNITCH! ¡GRYFFINDOR GANA LA COPA DE QUIDDICTH!
La multitud aplaudió salvajemente alrededor de ellos cuando el equipo de Gryffindor aterrizó sus escobas y seguían a Dorcas.
Remus y Peter empujaron en el camino más allá de las hordas de estudiantes y profesores en la dirección de los vestuarios.
—Sirius va a estar molesto por perderse este —dijo Peter, su rostro aun enrojecido por el viento en la parte superior de las gradas—. ¿Crees que ya esté de vuelta de detención?
Remus asintió con la cabeza.
—Estoy seguro de que lo estará una vez que entremos al dormitorio. James lo ha estado haciendo sentir culpable por no estar aquí, y esto ha sido casi un empate. Va a estar dolido. —Se rio ante el recuerdo de James fastidiando al otro chico sobre lo injusto que era para él que se perdiera su victoria de la Copa. Pero había algo en el fondo de la mente de Remus, un extraño, orgulloso pequeño susurro, que no podía evitar ser presumido por ser él la razón. Que Sirius hubiera arriesgado estar ahí por algo que era importante para su mejor amigo en todo el mundo, James Potter, así Remus no tendría que despertar solo en el ala de la enfermería después de luna llena.
Después de que James apareció, sonriendo como un hombre loco de oreja a oreja, caminaron de vuelta a la torre de Gryffindor.
—¿Y vieron el entrometimiento de Malfoy? ¡Un total cretino! ¡Estoy seguro que se siente como un completo pendejo tratando de sacar esa y aun así perdiendo! —Iba prácticamente saltando mientras atravesaban el retrato —¡Oye, Black! Te perdiste… ¿Sirius?
Sirius no estaba ahí. Y tampoco estaba en el dormitorio.
—Ese pendejo. No puede ser que aún esté en detención —dijo James malhumorado, lanzando su túnica de Quidditch, la que salió volando y aterrizó en la cama de Remus.
—Grosero —murmuró el hombre lobo con una ligera molestia. Movió su varita y envió la túnica dentro del cesto de James.
—Probablemente esté en las cocinas o algo —sugirió Peter con un suspiro de anhelo—. Espero que esté en las cocinas. Muero de hambre. Espero que traiga algo bueno.
—Bueno, será mejor que no nos perdamos la fiesta de la victoria —James resopló antes de agarrar su toalla y dirigirse a la ducha.
No fue hasta horas más tarde, cuando la fiesta estaba en su apogeo, que Sirius finalmente entró a la sala común con una sonrisa y su bolsa de libros, la que parecía más llena de lo que ninguno de ellos haya visto.
—¿Y dónde demonios has estado todo el día? —preguntó James, tomando a Sirius en una llave de cabeza—. Te perdiste mi gran juego por la detención, ¿y luego desapareces? Debería arruinar tu maldito cabello perfecto, Black.
Sirius rio y lo empujó.
—Me estarás agradeciendo en un minuto, amigo. Echa un vistazo. —Abrió la bolsa para que James viera.
—¡Mierda, Sirius! —Jadeó James —¿Dónde en Merlin…?
Sirius sonrió y sacudió la cabeza.
—No te diré. El punto es que lo tengo. ¿Listo para hacer de esto una verdadera fiesta de victoria?
Remus y Peter intercambiaron miradas confusas, hasta que James se inclinó sobre la bolsa y sacó lo que parecía una de muchas botellas de licor.
Los dos morenos se giraron hacia el resto de la sala común y James silbó fuertemente para llamar la atención de todos.
—¡Gryffindors! Para celebrar la, me atrevo a decir, legendaria derrota de Slytherin esta tarde, rompiendo su racha de tres años y probablemente sus pequeños y grasientos corazones —algunas personas vitorearon y gritaron de alegría por eso—. ¡Mi increíblemente generoso y lleno de recursos mejor amigo nos ha provisto de suministros! —Alzó la botella —¡Whiskey de fuego! —La sala común se llenó fuertes y emocionados aplausos—. Chicas, siéntanse libres de agradecerle a Sirius apropiadamente, ¿sí? —James lanzó con un guiño y Sirius bufó y golpeó su brazo.
James y Sirius dispusieron las botellas sobre la mesa de refrescos. Remus estaba sorprendido de las muchas botellas que Sirius se arregló de conseguir y tuvo que preguntarse exactamente dónde se las había arreglado para conseguirlas. Nadie le estaría vendiendo alcohol a un chico de catorce años. Pero sacudió el pensamiento fuera de su mente cuando Sirius vino y pasó un brazo casualmente por sus hombros.
—¿Qué dices, Rem? ¿Quieres emborracharte?
Remus rio.
—No, emborracharme no. Pero tomaré un poco, supongo —tomó la botella abierta de la mano de Sirius y dio un sorbo. Quemó e hizo sus ojos agua y se ahogó un poco—. Es desagradable.
Sirius asintió, aun sonriendo como el Gato de Cheshire y agarró la botella de vuelta. Echó la cabeza hacia atrás y tomó un gran trago. Remus hizo una mueca.
—¿Has hecho esto antes?
—Nope —Sirius prácticamente rio cuando finalmente bajó la botella—. ¡Oye! —Gritó sorprendido cuando dicha botella era abruptamente robada de su mano por Marlene McKinnon.
—Impresionante, Black —sacudió la botella en broma antes de llevársela a sus propios labios.
—¡Marlene! —dijo Lily, en lo que supuso Remus debía ser un tono de regaño, pero la pelirroja parecía ligeramente intrigada también.
Marlene rio.
—Oh, vamos, Lily… ¡Tú sabes que también quieres! —Tomó un trago casi tan largo como Sirius y se la ofreció a su amiga. Lily aún parecía insegura.
—Sí, Evans. ¡Vive un poco! —gritó James desde el otro lado de la sala. Le estaba pasando su propia botella a Dorcas.
Lily miró a Sirius con recelo.
—¿Dónde conseguiste esto?
Una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de Sirius.
—Si te digo, ¿te sacarás el palo de tu trasero y tendrás una maldita y buena merecida diversión con nosotros, Evans?
Los ojos esmeraldas se fruncieron hacia el moreno por un momento.
—Fingiré como si no acabaras de insultarme, Black —sonrió un poco—. Pero sí.
—Me las robé de las pertenencias de mi prima. Es bien sabido que mi querida Tía es una alcohólica y que no se da cuenta cuando Cissa saca algunas botellas para el año escolar. —Sirius se encogió de hombros.
Lily frunció los labios.
—Y… ¿Cómo te las arreglaste para entrar al dormitorio de Slytherin y robarte dicho licor?
Sirius agitó un dedo hacia ella.
—Uh, uh, Evans. Me preguntaste de dónde vino y te lo dije. —Le quitó la botella—. Un trato es un trato. Quítate el palo.
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No estaban seguros de qué hora era. La mayoría de sus compañeros ya se habían retirado a sus dormitorios.
Sirius, James, Remus y Peter se sentaron en el piso en frente del fuego, apoyándose uno contra otro.
—Pero me alegro tanto que todos seamos amigos —Sirius iba diciendo, sus palabras ligeramente mal articuladas y con la cabeza apoyada en la cabeza de James.
—Estás ebrio, amigo —James resopló.
—También tú —Sirius discutió con un ligero puchero antes de cambiar al hombro de Remus en su lugar—. Remus… Remus… Tú también estás contento de que todos seamos amigos, ¿verdad?
Remus asintió solemnemente, podía sentir lo grande que sus ojos estaban. Qué pregunta.
—Sí. Sí, por supuesto que lo estoy. ¿Jamie, por qué estás siendo tan malo con Sirius? Dile que te alegras que seamos amigos.
Peter rio.
—Ustedes… Todos ustedes están... hip.
—Peter, te daré cinco galeones si siquiera puedes terminar esa frase —dijo James, sólo arrastrando al final de las palabras. Todos ellos rieron.
—Bien, miren el gran desastre que tenemos aquí —una voz canturreando interrumpió. Marlene se dejó caer a sí misma para sentarse con las piernas cruzadas delante de ellos, seguida por Dorcas, Lily y Mary McDonald—. Los Merodeadores están completamente reventados, ¿verdad?
—¿Y tú no, McKnickers? —desafió Sirius.
La chica rio, casi volcándose.
—Oh, lo estoy.
Lily puso una mano sobre el hombro de su amiga para afirmarla.
—¿Les gustaría jugar, chicos?
James se levantó un poco más derecho y llevó una mano a su cabello.
—¿Qué tipo de juego?
—Es un juego muggle —dijo Lily, manteniendo en alto una botella vacía—. Verdad o consecuencia.
