Jackpot - verano 1974


Sirius,

¿Estás bien, amigo? No he escuchado de ti en semanas. Estoy comenzando a preocuparme un poco. Supongo que tu mamá no aceptó cuando le preguntaste para quedarte conmigo el verano. Mamá y papá dijeron que podían ir y traerte si necesitaban… Intenta responderme, ¿sí?

Lo mejor,

James

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Sirius,

¿Está todo bien? James está enloqueciendo porque no le has respondido. Creo que tal vez se muestre en tu puerta si no le escribes pronto. Para serte sincero, tal vez hasta lo haya retado para hacerlo. Espero que estés bien. Espero que estas cartas no te causen problemas o algo.

Espero escuchar de ti.

Remus

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J,

¿Crees que tus padres te puedan llevar al Callejón Diagon el próximo sábado?

S.

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Sirius,

Sí, amigo. Definitivamente.

James

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Remus,

Tengo una respuesta de él. Me pidió que nos encontráramos en el Callejón Diagon el sábado pero eso fue todo lo que dijo. Pero hey, al menos sabemos que está vivo, ¿cierto? Me mantendré en contacto. No te estreses a ti mismo tan cerca de la luna. Ya pasas por mucho sin tener que preocuparte por Sirius.

Saludos,

James

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Sirius siempre odió ir a Borgin y Burkes con su padre.

La tienda le daba miedo y los pequeños y brillantes ojos negros del señor Borgin puso su piel de gallina. Creía que el hombre podía a través de su mente o algo así. Él y Regulus siempre se quedaban inusualmente cerca del otro y trataban de no moverse mucho cuando sus padres los obligaban a entrar por cualquiera fuera la razón desconocida que tenían que estar ahí.

—Mierda —Regulus respiró mientras miraba en una de las vitrinas hacia la parte delantera del piso—. Sirius, mira esto.

Sirius hizo una mueca.

—Preferiría no hacerlo. Aléjate de eso, nunca sabes lo que está maldito en este lugar, Reg.

El hermano menor rodó sus ojos.

—Está detrás del vidrio, Sirius. Honestamente, pensé que se suponía que los Gryffindors debían ser valientes.

—Sí. Valientes, no ingenuos —murmuró Sirius, dejando que sus ojos se perdieran. No había estado ahí desde que era un niño pequeño, pero el lugar era tan escalofriante como lo era en ese entonces. Estaba a punto de excusarse para salir a esperar afuera, independientemente de la charla que sus padres le darían sin duda después sobre ser grosero, cuando repentinamente una señal atrapó su ojo que leía "Boticario". Miró a las espaldas de sus padres, quienes estaban hablando en voz baja con el señor Borgin y casualmente se acercó a la pequeña sección de la tienda que contenía raras y potencialmente peligrosos ingredientes de pociones. Sus ojos se agrandaron.

Jackpot.

Una mano apretada en su hombro lo alejó de su entusiasmo.

—Vamos, Sirius —dijo su madre. Le estaba dando una suspicaz mirada, como si supiera que estaba conspirando en ayudar a un hombre lobo mestizo con los productos en los que se había interesado repentinamente, y lo guio fuera de la tienda.

Una vez que estuvieron en la estrecha calle del Callejón Knocturn, Sirius se aclaró la garganta.

—Er, ¿madre? La verdad necesito algunas cosas del Callejón Diagon para mi tarea… Ya que estamos aquí —contuvo su respiración, silenciosamente rogándole a cualquier deidad que pudiera hacer que su excusa fuera lo suficientemente creíble.

Regulus frunció el ceño y lo miró interrogante mientras sus padres se tomaban un momento considerándolo.

—Muy bien, Sirius —Orion concedió, aunque un poco escéptico y Sirius había concentrado toda su energía en retener el suspiro de alivio que desesperadamente quería escapar de él.

Mientras cruzaban el Callejón Diagon y las calles se abrían, Sirius caminó un poco más rápido y escaneó la multitud.

¿Dónde estás, Potter?

—¿Qué es lo que necesitas, Sirius? —preguntó Walburga impacientemente cuando Sirius pasaba por cada tienda en el callejón.

—Er… el lente de mi telescopio se rompió. Sólo necesito…

¡Sirius!

Esta vez no pudo controlarlo y sintió todo su cuerpo caer por un momento, el estrés aliviarse en él, cuando su mejor amigo se acercó brincando hacia él, envolviéndolo en un abrazo de oso tan fuerte que sintió el crack en sus articulaciones.

—¿Todo bien, amigo? —James murmuró en silencio antes de dejarlo ir, sus ojos escaneándolo brevemente para comprobar cualquier signo de algo yendo terriblemente mal.

—Sí, bien. —Podía ver a los padres de James acercándose a ellos y sabía que los suyos miraban toda la escena con absoluta desaprobación y desdén.

—Hola Sirius, querido. —La Señora Potter le sonrió cálidamente. Sus coloridas túnicas eran un gran contraste contra las prácticamente tristes que su propia familia usaba. Había visto a los padres de James unas cuantas veces en King Cross y cuando habían asistido a un par de juegos de su hijo en Quidditch. Siempre eran amables y acogedores con él, ni una sola vez le habían dado esa inicial mirada de fastidio que la mayoría de los magos le daban una vez que escuchaban el apellido Black—. Orion, Walburga —dijo ella, encontrándose con la mirada de la otra mujer—. Qué bueno verlos. Estábamos tan decepcionados cuando no recibimos una respuesta de Sirius acerca de quedarse las fiestas con nosotros. —Había algo en su tono que Sirius no podía descifrar, pero era intensamente desafiante. Arriesgó una mirada sobre su hombro hacia sus padres, quienes parecían ofendido sólo ante la escena de los Potters, a pesar de que eran una de las familias de sangre pura más respetadas en Gran Bretaña. Sirius sintió una brusca descargar de vergüenza.

—Euphemia, Fleamont —dijo Walburga cortante—. Qué curioso. No recuerdo haber recibido la invitación.

Sirius deseaba ser lo suficientemente grande para aparecerse, así podía desaparecer del lugar en el que estaba. Apartó la vista de James.

—Oh. —La madre de James mantuvo un burbujeante aire de una conversación educada, pero Sirius podía notar que estaba haciéndolo a propósito para irritar a Walburga—. Bien, debió haberse perdido entonces. Ya sabes qué tan poco serio que puede ser el Correo de las lechuzas.

—Sí —dijo Walburga, apenas moviendo sus labios—, poco serio.

Sirius estaba congelado de absoluto terror, pero sus ojos estaban fijos en los de Regulus por todo un segundo antes de que el menor intencionalmente bajara su mirada.

—Entonces —el Señor Potter dijo energéticamente, dejando una mano en el hombro de James y Sirius—, ya que pasó que nos encontramos, ¿qué dicen? ¿Creen que podamos robar a Sirius por unas pocas semanas?

Valientemente, Sirius se arriesgó a mirar a sus padres, quienes estaban rígidos como estatuas con el rostro casi inexpresivo. Por fin, Orion asintió levemente con la cabeza.

—Sí. Por supuesto —dijo finalmente, aunque cuando sus penetrantes ojos grises se posaron sobre su hijo, Sirius sintió como si sus entrañan se hubiesen convertido en hielo.

—Excelente —Euphemia sonó con un destello de una sonrisa excesivamente alegre—. Enviaremos a alguien por sus cosas entonces.

—Bien entonces. —La mano de Fleamont Potter sobre el hombro de Sirius lo apretó gentilmente—, Sirius, despídete de tus padres y nos vamos.

Sirius se tragó un gemido de absoluto terror y dio un paso adelante. Besó la mejilla de su madre, le dio un breve movimiento de cabeza a su padre y murmuró un gracias a ambos. Se giró hacia Regulus.

—Reg, yo…

—Te veo en la escuela —murmuró Regulus, sus ojos firmemente plantados en el suelo, y él y sus padres se fueron.

Sirius sintió su corazón sacudirse en su pecho mientras el peso de las palabras de Regulus se hundían. Entonces el brazo de James estaba sobre su hombro.

—Hey —lo animó—, ¿estás bien?

Sirius asintió y miró de vuelta a los Potters.

—Lo siento —dijo en silencio. Su voz sonó pequeña y ajena para él—. Sí les escribí y les pregunté. Sabían sobre esto, ellos sólo…

La Sra. Potter sacudió su cabeza.

—No necesitas explicarlo, cariño. Ahora, ¿por qué no van y consiguen un poco de helado? Podemos encontrarnos en el Caldero Chorreante en una hora, ¿sí?

James tomó a Sirius por el brazo y lo guio para alejarse. Ninguno de los dos dijo nada cuando pasaban entremedio de la multitud, pero una vez que estaba lo suficientemente lejos de los padres de James, Sirius se detuvo y empujó a su amigo a un lado.

—Lamento no haber escrito. Han estado observado cada uno de mis malditos movimientos. —Movió una mano a atrás vez de su cabello sobre su hombro y lo empujó ligeramente—. No sé qué demonios pensaron que planearía pero la idea de pasar las festividades con tu familia los llevó a pensar que comenzaría una revolución en contra ellos o algo así. Yo no…

James lo tomó por los hombros.

—Amigo, está bien. Pensé que era algo parecido, sólo me tenías preocupado. Tú estás bien, ¿cierto? No te…

—¡No! —Sirius insistió, casi muy rápido. Suspiró—. No. Sólo un pequeño arresto en la casa como forma de amenaza. Pudieron también haberme enviado a Azkaban, aunque honestamente creo que tendría más oportunidad de escaparme de ahí por mi propia cuenta.

James sonrió, luciendo aliviado porque Sirius había encontrado su sentido del humor de nuevo.

—De todas formas, cuando empezaron a hablar de ir a Knockturn, pensé que era mi mejor oportunidad para encontrarme contigo —explicó Sirius.

La sonrisa de James se esfumó y arqueó una ceja.

—¿Por qué necesitarían ir a Knockturn?

Sirius se encogió de hombros con desdén.

—Como si supiera una mierda. Siempre entran y salen de Borgin. —Sus ojos se agrandaron cuando repentinamente recordó—. ¡Borgin y Burkes! ¡James, he encontrado los ingredientes que necesitamos!

James pareció confundido y su cabeza cayó ligeramente hacia un lado.

—¿Qué…?

—Lo que necesitamos para la poción de la parte de convertirse en Animago, ¡idiota! —La emoción de Sirius fue reemplazada completamente por horribles sentimientos de la ansiedad que lo había atormentado desde que regresó a casa por el verano— ¿Recuerdas que era un montón de estúpidas cosas raras que no pudimos encontrar en el almacén de Slughorn? ¡Los encontré en el maldito Borgin y Burke's!

—Genial —James dejó salir, dándole una tensa mirada.

Sirius parecía decaído.

—Mira, yo tampoco quiero regresar ahí. Pero no sé cuándo o dónde encontra…

—Whoa —James levantó sus manos a la defensiva—. Nunca estuve en desacuerdo. Obviamente no tenemos alternativa, necesitamos esos ingredientes. Pero a la mierda si crees que voy a ir saltando por el Callejón Knockturn de alegría.

Sirius lanzó un puchero.

—¿No irás saltando conmigo, Jamie? Estoy herido, en serio.

James sonrió y lo golpeó suavemente en la cabeza.

—Pendejo. Terminemos con esto. Será mejor que Remus aprecie por lo que estamos pasando por él.

—Una vez que pare de darnos una charla de qué tan irresponsables y locos estamos, estoy seguro que estará posiblemente encantado con la idea. Vamos.

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—Maldición, este lugar es espeluznante —James hizo de todo menos murmurar cuando entraron a la tienda.

—Lo sé —dijo Sirius, una vez más, suprimiendo el temblor involuntario que parecía inundarlo cada vez que entraba ahí. Caminaron como si estuvieran pegados juntos por el brazo, cautelosamente evitando los objetos fantasmales que parecían irradiar oscuridad pura. Esto le recordó a Sirius cuando él y Regulus eran niños y ambos asustados, en lugar de este nuevo Regulus que lucía más intrigado. Guio a James al Boticario.

—¿Qué era lo que necesitábamos? —preguntó en voz baja, mirando los diferentes frascos y viales.

—Er —James pensó por un momento, también mirando todo en frente de ellos. Señaló—. Ahí. Ojos de Acromantula fermentados.

Sirius tomó un frasco vació y midió la cantidad correcta. Ambos hicieron una cara de disgusto con el largo chorro de baba que no parecía querer romperse.

—Es asqueroso —James se estremeció—. Bleh.

—Tenemos que ingerir esta mierda, amigo —Sirius hizo una mueca.

—Ugh. Remus estará haciendo mi tarea de Runas Antiguas por todo un maldito año.

—Eso mismo —Sirius estuvo de acuerdo—. ¿Qué sigue?

—Escamas de dragón en polvo.

Una sombra oscura apareció sobre ellos y una voz aceitosa los interrumpió.

—¿Puedo ayudarlos, caballeros?

Ambos se giraron lentamente para encarar al Sr. Borgin, cuyo rostro pasó de un ceño suspicaz a una oscura sonrisa cuando sus pequeños ojos brillantes aterrizaban sobre Sirius.

—Ah, joven Amo Black —el anciano arrastró las palabras—, qué inesperado tenerlo de vuelta.

Le tomó a Sirius un minuto para componerse, pero tragó y enderezó su postura para que fuera más conveniente para alguien que acababa de ser llamado "joven amo".

—Sí —se aclaró la garganta—. Yo… Yo necesitaba algunos ingredientes —explicó débilmente.

La sonrisa del hombre se agrandó.

—Ya veo. ¿Y qué es lo que está elaborando, Amo Black?

El rostro de Sirius cayó, pero mantuvo su postura.

—No creo que eso sea asunto de nadie más sino mío, Sr. Borgin.

Borgin la verdad parecía impresionado por un momento cuando consideró al joven en frente de él.

—Por supuesto, Señor. —Sus ojos fueron hasta James, quien hizo todo lo posible para no encogerse bajo la inquietante mirada—. Bien entonces, caballeros. Si tienen alguna consulta, sólo pregunten. —El anciano los dejó y ambos soltaron un largo suspiro, compartiendo una mirada de alivio entre ellos antes de reunir el resto de lo que necesitaban. Le pagaron por la reserva con la menor conversación posible con Borgin y salieron de la tienda.