Sólo un sueño —Año cuatro
Se sentía caliente por todas partes…
Casi como esa sensación que tuvo cuando tenía ocho y se contagió con la viruela de dragón, pero más agradable. Había suaves y tibios labios en su cuello, sintiendo un hormigueo en su piel y el vello de sus brazos ponerse de punta. Gimió cuando esos labios encontraron los suyos y dejó sus manos vagar por las estrechas caderas. Dientes atraparon su labio inferior y se quedó sin aliento, permitiendo un sabor dulce y una hábil lengua entrar en su boca. Podía sentir el sabor a té, y miel y chocolate. Luego los labios se fuero y se sintió más vacío de lo que se sintió en toda su vida. Hasta que los vio… Esos brillantes e inhumanos ojos color ámbar…
Sirius Black despertó sobresaltado, jadeando y cubierto de sudor.
—Mierda…
-o-o-o-o-o-
Había estado teniendo esos extraños sueños por semanas, y había estado intentando negar lo que eran. Decidió atribuirlo a la poción haciéndole cosas extrañas a su mente. Eso debía ser. Las típicas hormonas de un chico de catorce años, mezcladas con una intensa poción que estaba destinada para provocar cambios extraños en el cuerpo y la mente humana, más todo el enfoque en Remus para motivarse a sí mismo con dicha poción.
Era normal, ¿cierto?
—¿Alguno de ustedes ha estado teniendo sueños raros desde que tomamos la poción? —Sirius preguntó en voz baja mientras seguían al Señor y Señora Potter a través de King Cross a la plataforma.
James y Peter se miraron y luego volvieron a Sirius.
—No.
—¿Por qué? ¿Qué clase de sueños estás teniendo? —preguntó James, ajustándose los lentes. Sirius nunca había estado tan feliz de ver la barrera entre las plataformas 9 y 10 antes, y tomó la oportunidad de correr delante de sus amigos y cruzar a través de la 9 y ¾.
No le dio mucho tiempo para pensar en una respuesta, cuando James y Peter aparecieron detrás de él en cosa de segundos. Se despidieron de los padres de James y caminaron hacia el tren.
—Entonces —James sonrió y le dio un golpe a Sirius con el codo –, ¿son sueños buenos? Porque tengo que decirte, Sirius, esa no es la poción. Es la pubertad, amigo. —Movió las cejas y Peter rio.
Sirius les frunció el ceño.
—¿Quieren parar? Olviden que dije algo.
—Oh, ¡entonces sí son esa clase de sueños!
—Lo digo en serio, Potter —Sirius gruñó.
—¿Eran sobre McKinnon? —preguntó Peter ansiosamente—. Tienes que decirnos, Sirius. Para eso son los amigos.
Sirius resopló.
—Literalmente son los peores, ¿lo sabían? Honestamente ¿no tienen sus propias jodidas fantasías para pensar sin meterse en las mías? ¿Y qué…? —Frunció el ceño. Ambos ojos de los otros chicos se habían agrandado y sus mandíbulas se habían caído— ¿Por qué se han sorprendido?
—¡Remus!
Sirius sintió su corazón detenerse. ¿Lo había soltado de alguna forma?
—¿Qué hay con Remus?
Hubo una risa detrás de él y una familiar pero distinta voz.
—Estoy detrás de ti, imbécil.
Sirius se dio vuelta para encontrarse cara a… el pecho de Remus Lupin.
Su propia boca se abrió por completo y de verdad tuvo que levantar su cabeza para encontrarse con los ojos de Remus. Dio un paso hacia atrás. El otro chico era ahora una cabeza más alta que él, su mandíbula se había puesto más fuerte y lucía como si hubiera pasado un decente periodo de tiempo en el sol este verano, dándole un brillo mucho más saludable que Sirius haya visto en él. No estaba ayudando a Sirius en su situación actual en lo absoluto.
Remus se estaba riendo para sí mismo, sin duda, divertido por sus sorprendidos amigos.
—Er… Hey, chicos.
—¡Aw, nuestro pequeño Moony tuvo un crecimiento acelerado! —James bromeó con una sonrisa— ¿Ves, Sirius? No eres el único que está siendo atacado con la vara de la pubertad.
Remus rodó los ojos hacia James y le dio a Sirius una curiosa mirada.
—¿Estás bien, Sirius? Estás mirando fijamente.
Finalmente, sacudiéndose de su estupor aturdido, Sirius miró al bastante alto y de repente muy ancho hombre lobo.
—¿Qué demonios hiciste este verano? ¿Te inyectaste sangre de… gigante o algo? ¿Qué…? ¿Cómo…?
Remus alzó una ceja.
—¿Mi altura te ofende personalmente, Sirius? —Sonrió.
—Sirius sólo está celoso porque tú eres más alto y él sólo consiguió sus sueños húmedos —Peter sonrió, haciendo que James casi se doblara de la risa.
El rostro de Sirius se calentó y la vergüenza se enroscó en su estómago. Sus ojos se entrecerraron hacia los otros chicos.
—¡James aún duerme con su león de peluche en su casa!
La risa de James murió inmediatamente, pero Peter y Remus rugieron.
Sirius sonrió, cruzando sus brazos con satisfacción.
—Su nombre es Gordy y a veces cuando James está dormido… ¡le chupa la oreja!
El aire fue eliminado de él cuando James le dio un puñetazo en el estómago.
Remus secó las lágrimas de sus ojos.
—Está bien, está bien… Vamos a perder el tren. Vámonos. —Caminó delante de ellos y se subió al tren. Los cuatro encontraron su compartimento usual y tomaron asiento justo a tiempo para que el tren partiera.
—Entonces, además del acompañante en la cama de James y los sueños… especiales de Sirius —dijo Remus con timidez—, ¿cómo estuvo su verano?
James y Sirius se burlaron y se hundieron en sus asientos.
Peter le dio a Remus un rápido resumen de su verano en la casa de los Potter, evitando abordar los detalles de la elaboración de una peligrosa e ilegal poción en el cobertizo, por supuesto. Remus les contó de su propio verano. Se había ido a un corto viaje a la playa con sus padres, pero pasó la mayor parte de las vacaciones ayudando a su vecino de avanzada edad en su huerto. Eso explicaría el bronceado, pensó Sirius, y el… bueno, digamos que Remus ya no era tan delgado como antes. Observó los labios de Remus mientras hablaba y su lengua salió para humedecer los suyos cuando los sueños de las últimas semanas inundaban su mente.
—¿Sirius?
Él saltó.
—Te pregunté si habías escuchado algo de Marlene durante el verano —preguntó Remus, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Estás bien? Te ves ruborizado.
Él asintió.
—Oh, sí. Estoy bien, sólo…
—¿Algo del carrito, chicos? —Sonrió la bruja rechoncha, empujando el carrito de golosinas.
—¡Sí! —Sirius dijo, prácticamente saltando de su asiento y metiendo las manos a los bolsillos para sacar algo de dinero. A salvo.
-o-o-o-o-o-
Cuando el tren llegó a la estación, Sirius sintió el temor inundarlo. Llegar a la escuela significaba asistir al banquete, y asistir al banquete significaba sentarse en la mesa de Gryffindor. Y Marlene obviamente lo vería y querría saber por qué no había respondido ninguna de sus cartas en el verano.
—¿Estás seguro que estás bien? —le preguntó Remus por tercera vez cuando subían al carruaje —Te ves un poco decaído.
Sirius mordió ansiosamente su labio.
—Yo… No le respondí ninguna carta a Marlene en todo el verano —admitió.
Remus juntó sus cejas.
—¿Por qué no?
—He intentado conseguir que hable del tema todo el verano, Remus —dijo James, sacudiendo su cabeza—. Seguí diciéndole que esto pasaría. No es como que puedas evitarla estando de regreso en la escuela, Sirius.
—Lo sé, ¿sí? —escupió Sirius— La jodí, lo entiendo. —Miraba tristemente por la ventana del carro—. Tal vez no estoy hecho para ser el novio de alguien.
—No seas tonto —dijo Remus, dándole una sonrisa tranquilizadora—. Apenas fue tu primera oportunidad. No significa nada.
Supuso que Remus tenía razón. Pero no lo hizo sentir mejor. Saltaron del carruaje en frente del castillo y con la suerte que tenía, ahí estaban de pie Lily, Mary, Dorcas y por supuesto, Marlene. Contuvo la respiración, preparándose para lo peor, pero la chica le sonrió alegremente.
—Hola, Sirius.
Sirius parpadeó.
—Er… Hola, Marls. Uhm… ¿Tuviste un lindo verano?
Se metió un mechón de pelo sucio y rubio detrás de la oreja y Sirius notó un destello de metal plateado a través de la carne pálida ahí. Eso era nuevo.
—Sí, estuvo genial. ¿Te llegaron mis cartas?
Él tragó y asintió, cambiando torpemente sobre su pie y frotándose el cuello.
—Sí, escucha, Marlene… Lamento no haber respondido, es sólo que…
Ella rio alegremente y sacudió la cabeza.
—Está bien, Sirius. En serio, lo entiendo. Sin resentimientos, lo prometo. Ella se inclinó y besó su mejilla y lo hizo sentir a sí mismo relajado—. Te veo en el banquete, ¿sí?
Los labios de Sirius formaron una sonrisa.
—Sí, nos vemos. —Y vio cómo ella y las otras chicas entraban en el castillo.
