La Revelación —Año cuatro


Remus a abrazó su capa de invierno contra su cuerpo. Era comienzos de diciembre, a la mitad de la noche y estaba jodidamente frío aun cuando él y sus amigos estaban acurrucados debajo de la capa de invisibilidad de James. Lo que fuera que estuviese emocionando a sus amigos, debía distraerlos del helado frío del aire de la noche de otoño, porque ninguno de ellos parecía estar ni cerca de estar preocupados como él lo estaba. Todo lo que él quería era su cama, maldición.

—¿Adónde estamos yendo? Preguntó irritado por la cuarta vez. Ya estaban bastante lejos del lago y se dirigían al borde del bosque y los otros chicos aún se negaban a decirle qué pasaba. Dejó de caminar, haciendo que los otros se detuvieran también— Chicos, vamos, estoy cansado y tengo frío y sólo…

—Un poco más, Remus —Sirius lo miró, sus ojos grises implorando, incluso a través de la anticipación vertiginosa que parecían estar sosteniendo—. ¿Por favor?

El corazón de Remus se detuvo. Maldito Sirius y esos ojos y maldito él mismo por caer por ellos.

—Yo… —suspiró— ¿De verdad no pueden decirme a dónde vamos?

—Un poco más allá del borde del bosque. Necesitamos un lugar donde nadie pueda vernos —explicó James mientras continuaban caminando.

—Es sólo que estoy jodidamente congelado.

—¿Quieres mi capa? —Sirius le ofreció, sin esperar un segundo.

—¿Qué? No. Entonces tú te congelarías.

—Nah. Estoy muy emocionado con la adrenalina —sonrió—. Además, se está acercando la luna llena, tu sistema inmunológico es una mierda. —Se encogió de hombros, quitándose su propia capa pesada y sosteniéndola—. Toma.

Remus dudó por un segundo, una pequeña sonrisa formándose en sus labios y tomó la oferta, llevándose la capa de Sirius sobre los hombros.

—Gracias, Sirius.

Sirius lo miró de arriba abajo, su sonrisa ensanchándose cuando cruzaban el bosque.

—No hay problema. —Le guiñó un ojo—. No la necesitaré.

Remus estaba a punto de preguntar qué había querido decir con eso cuando James les quitó rápidamente la capa de invisibilidad y él y Peter se deshicieron de sus propias capas invernales, apilándolas sobre el suelo y tomando unos pasos frente a él.

Con sus tres amigos frente a él, todos igualando sus expresiones de excitación y orgullo, Remus nunca se había sentido más confundido en toda su vida.

—¿Qué está…?

Sirius habló primero.

—¿Recuerdas cuando pensaste que estábamos escondiéndote algo? ¿Y te dije que estábamos trabajando en algo que iba a ayudarte?

El corazón de Remus se sintió como si estuviera a punto de saltar de su pecho.

—¿S-sí?

—Lo hicimos —dijo James, orgulloso.

Remus sacudió la cabeza, todo su cuerpo estaba temblando y estaba bastante seguro de que no era por el frío.

—¿Hicieron qué?

Los tres chicos asintieron con la cabeza entre ellos y Remus contuvo el aliento hasta que las formas de los cuerpos de sus amigos comenzaron a cambiar. Sintió como si sus ojos fueran a saltar fuera de su cabeza cuando los chicos frente a él fueron reemplazados por una rata, un ciervo y un gran perro negro.

Estaba soñando. Debía estar soñando, porque esto no podía ser real.

—Mierda… —suspiró, su voz rompiéndose mientras sintió unas punzantes lágrimas en sus ojos— ¿Por qué…? ¿Cómo…? ¿Por qué harían…?

El ciervo y la rata volvieron a ser James y Peter y se tambalearon por un momento, no acostumbrados obviamente a la sensación de cambiar una y otra vez, aún.

El perro ladró alegremente y fue sobre Remus, saltando para poner sus patas sobre sus hombros y efectivamente llevándolos a ambos sobre el suelo donde comenzó a lamer la cara de Remus descuidadamente. Remus no pudo contener la mitad risa y mitad sollozo que dejó escapar. La forma del perro comenzó a cambiar sobre él y en cambió se encontró a sí mismo clavado debajo de un alegre y sonriente Sirius Black.

—Te lo prometí —dijo Sirius tranquilamente—. Te dije que encontraría la manera para que no estuvieras solo.

Vio la punta de la lengua de Sirius salía para humedecer sus labios. Estaban tan cerca. Apenas necesitaba elevar su cabeza para besar esos labios por sí mismo.

—Muy bien Sirius, perro callejero. Déjalo respirar, ¿quieres? —James rio rompiendo el aturdimiento en el que Remus había caído y con eso, Sirius rodó lejos de él y se levantó, ofreciéndole una mano para ayudarle también, la que Remus tomó.

Se limpió los ojos con el dorso de su mano.

—Están completamente locos, ¿lo saben? —dijo con lágrimas en los ojos— ¡Es una locura! E ilegal e… Increíblemente brillante. —Sacudió la cabeza—. No puedo creer que ustedes hicieran esto por mí.

—Bien, no te vayas adelantando, Remus. Esto no es todo sobre ti. Todos sabíamos que Sirius moría por una manera en la que pudiera lamerse sus partes privadas —dijo James de broma y los dos comenzaron a luchar hasta caer al suelo.

Remus le sonrió a ambos y tomó asiento a un lado de Peter.

—No merezco amigos como ustedes —murmuró.

Peter rio y sacudió la cabeza, mirando a James y a Sirius, quienes ahora se molestaban en su forma animaga.

—Eso es tonto, Remus. Por supuesto que sí.

—¿Quién demonios iría tan lejos sólo para ayudar a un hombre lobo? —dijo Remus, aún con temor.

Peter se encogió de hombros.

—Los merodeadores.

Remus no pudo discutir.

-o-o-o-o-

Por primera vez en su vida, Remus no podía dormir porque no podía parar de sonreír.

Los sucesos de la noche continuaban apareciendo dentro de su cabeza y no podía creer que fuera verdad. Sus amigos habían trabajado incansablemente aprendiendo magia altamente avanzada y peligrosa y haciendo un esfuerzo de más para mantenerlo en secreto, todo para ayudarlo a él.

Nunca en su vida se habría imaginado algo así.

Tenía sus preocupaciones, por supuesto, no estaba seguro al ciento por ciento de cómo funcionaría esto en una noche de luna llena. Pero podía preocuparse de eso luego. El punto era, que James, Peter y Sirius se preocupaban por él lo suficiente como para hacer lo imposible.

Estaba tan perdido en sus alegres pensamientos que no notó las cortinas de su cama moverse hasta que de repente había un gran perro negro brincando para acompañarle.

—¡Sirius! —Se rio y rascó la cabeza del perro—. Vas a dejar pelos de perro por todas mis sábanas, amigo.

El peso en su cama cambió y la forma de Sirius tomo el lugar del perro.

—Lo siento —sonrió—. Estaba demasiado emocionado para dormir.

—También yo —admitió Remus. Después de un momento de silencio entre ellos, Remus se aclaró la garganta—. Sirius, de verdad… No sé cómo podría agradecerles…

—No seas ridículo —dijo Sirius seriamente—. No tienes que hacer nada para agradecernos. Somos amigos.

—Bueno, sí —Remus rio suavemente—. Pero vamos, es una amistad extrema.

—Por supuesto que lo es. —Sirius se encogió de hombros—. Porque te quiero… te queremos, quiero decir. Todos nosotros.

—Sí… —Remus tragó tensamente —Yo también los quiero.

Nuevamente hubo un silencio. Remus quería decir algo pero no estaba seguro qué.

—¿Moony?

—¿Qué?

—¿Aún crees que estamos demasiado viejos para subirnos a la cama del otro si yo soy un perro?

Remus bufó y rodó los ojos.

—No tienes que ser un perro para que venir a mi cama, Sirius. Lamento haber dicho eso el año pasado…

Sirius sonrió.

—Bien. —Le dio a Remus un empujó juguetón—. Muévete. Ahora estás todo larguirucho. No hay espacio.

Remus se movió para permitir que su amigo se acostara.

—Sirius…

—¿Sí, Moony?

—Voy a darte el más estúpido jodido nombre.