Manada - Año cuatro


—Tal vez no sea muy buena idea... —Remus dijo tranquilamente mientras sus amigos de vestían para ir a clases.

Era la mañana de la luna llena. Pasaría la mayor parte del día en la enfermería descansando como normalmente lo haría antes de que Pomfrey lo ayudara a pasar por el Sauce Boxeador en la tarde.

El plan era que una vez que los otros merodeadores terminaran con su horario escolar normal, se escaparían debajo de la capa de James y se encontrarían con Remus en la vieja casa antes de que la luna apareciera. Una vez que estuviesen ahí, se transformarían y tal vez, si todo lo que calcularon era cierto, la propia transformación de Remus no sería tan horrible mientras los tuviese a ellos como compañía.

Repentinamente, Remus tenía dudas.

—De ninguna manera, nosotros no vamos a echarnos para atrás ahora —dijo Sirius, quien había parado de anudar su corbata y estaba mirando a Remus como si le hubiese crecido otra cabeza—. ¿Por qué lo harías tú?

—¿Qué pasa si algo sale mal? —murmuró Remus, mirando fijamente sus manos sobre su regazo.

—¿Qué crees que podría salir mal? —preguntó James. Habían repasado el plan cientos de veces, estaban bien preparados y cómodos con transformase en sus formas animagas.

Remus apretó su labio inferior entre los dientes, rehusándose a toparse con los ojos de sus amigos.

—¿Qué pasa si lastimo a alguno de ustedes?

—Pero ése era el punto —dijo Peter—. No puedes lastimarnos si estamos en nuestras formas animagas.

—¡No sabemos si eso es cierto! —discutió Remus, finalmente mirando hacia arriba— ¿No lo entienden? Nada de esto se ha hecho antes, ¡no hay pruebas de que no los lastimaré sólo porque no son humanos y nunca podré perdonármelo si lo hiciera! Soy un monstruo, podría matar...

—Detente ya mismo —se interpuso Sirius. Sus ojos estaban endurecidos y sus labios presionados hasta ser una delgada línea mientras veía a Remus bajar su mirada—. No pienses en las cosas de esa manera. Y por la última vez, ¡no te llames así, joder!

Remus lo miró de vuelta, se sorprendió un poco por su tono.

—Yo... Yo sólo...

James sacudió la cabeza.

—Sirius tiene razón. —Su voz era mucho más suave que la de Sirius pero igual de firme. Tienes que confiar en nosotros, Moony.

—Sí confío en...

—Entonces tienes que confiar en ti mismo.

Eso era más fácil de decir que de hacer.

-o-o-o-

Las clases parecieron avanzar eternamente, y si cualquiera fuera a preguntarle a James, Sirius o Peter qué habían aprendido ese día, ninguno de ellos hubiese podido responder.

James de mantuvo mirando hacia al reloj durante toda Adivinación, no es como si eso fuera distinto a cualquier otro día en esa clase en particular, de la que aún no estaba muy seguro por qué seguía tomándola. Debía estar roto ese reloj, porque estaba relativamente seguro que había pasado una hora desde que la manilla apenas había hecho tick sobre la marca de las cinco. No ayudó que la niebla de la Profesora Astra, el aliento de una voz, le hizo querer cerrar los ojos y dormir. Especialmente cuando hablaba de los distintos significados detrás de los sueños que incluían cantos armonizados de escarabajos estiercoleros... De todas formas, ¿cuántas personas soñaron con ese tipo de cosas para que tuviera tantos significados?

En Aritmancia, Peter, que tenía problemas prestando atención en esa clase, pero accedió en intentarlo para ser una mejor ayuda con la fabricación del mapa, mantuvo los ojos firmemente pegados a su escritorio frente a él. Su mente continuaba yendo en el proceso de la transformación, intentando asegurarse a sí mismo de que estaba bien ejercitado y preparado para esa noche. Ocasionalmente murmuraba algo para sí mismo, ya fuera una palabra de motivación o un recordatorio de cómo cambiar su proceso de pensamiento a la de su contraparte animal.

Sirius no estuvo seguro de en qué clase estuvo todo el día, pero sí estuvo seguro de sentarse a un lado de la ventana si había una. Se pasó casi todas las clases mirando hacia el cielo, calculando la posición exacta del sol y la luna y calculando exactamente cuánto tiempo faltaba hasta el anochecer. Podía ver el Sauce Boxeador desde... cual fuera la clase en la que estuviera... Era Historia de Magia, ¿tal vez? ¿Runas Antiguas? Esperen... ¿tomó Runas Antiguas? ¿Cuándo firmó por...?

—¿Sr. Black?

Sirius casi saltó cuando la Profesora McGonagall dijo su nombre. ¡Transformación! Ahí era donde estaba... mierda.

—Lo siento, Profesora. ¿Qué fue eso?

Las fosas nasales de McGongall se ensancharon y frunció los labios, alzando una ceja hacia él.

—¿Había algo afuera que fuese más importante que mi lección de Conmutación de Hechizos?

Sirius sonrió encantadoramente.

—¿Más importante que tú, Minnie? Nunca. —Apoyó la silla en sus patas traseras.

—¿Entonces tal vez quiera unírsenos de vuelta aquí en nuestra clase? —Ella había decidido ignorar el tonto coqueteo del chico, pero los otros estudiantes rieron.

—Querida mía, me uniré a ti donde sea que me necesites.

—Qué bueno de tu parte.

—Ciertamente lo creo.

Ella suspiró y lo miró por sobre el borde de sus lentes.

—Presta atención, por favor.

Sirius dejó caer su silla hacia adelante y la miró hacia arriba, como pidiendo perdón.

—Lo siento, profesora.

Al finalizar la clase, los tres se levantaron y salieron de la sala tan rápido que casi golpearon a Lily cuando corrieron en el vestíbulo.

—¿Qué pasa hoy con ustedes? —preguntó, casi sonando preocupada.

James se volteó hacia todos lados, fingiendo confusión e inocencia.

—¿Quiénes ustedes? Lo que sea que quieres decir con eso.

Su ceja se levantó y ella se encogió de hombros.

—Han estado agradablemente silenciosos en casi todas las clases, eso es todo. Sin sus comentarios sarcásticos o su usual actitud de "sé más que tú" —Sus ojos se fruncieron ligeramente—. Sé cuándo traman algo. Están planeando algo.

La mano de James se disparó hacia su cabello y sonrió.

—Aw, Evans... No sabía que me prestabas tanta atención de cerca. Me siento halagado. De verdad, absolutamente deslumbrante.

Lily no parecía para nada contenta. James dejó la actuación de lado y rodó los ojos.

—Por única vez, Evans, no. No estamos planeando ni tramando nada. Puedes decirle al querido Snivellus que puede descansar tranquilamente esta noche, sabiendo que los grandes y malvados merodeadores no lo estarán molestando, si es eso lo que tanto te preocupa.

—No específicamente, ¿pero es esa una confesión de que él es su blanco usual? —Lily cruzó sus brazos.

James se encogió de hombros, quitándose los lentes de su rostro y pellizcándose el puente de su nariz.

—Honestamente, Lily... No tengo ni el tiempo ni el interés en este preciso momento para discutir contigo de nuevo, la mierda que esa bola de grasa es. Cualquier otro día, me sentaré y te diré por qué tu amiguito Snivelly es la perdición de mi existencia -tal vez durante una cena algún día- será mi regalo, pero ahora, de verdad no es el momento. —Giró su espalda hacia ella antes de que pudiera responder y se alejó.

—Qué sutil invitación lanzaste ahí, Potter —Sirius se rio cuando se dirigían en dirección a la Torre de Gryffindor.

James se carcajeó.

—Impresionante, lo sé.

—Asombroso, podría decirse —Sirius dijo sonriéndose a sí mismo.

—Sí —sonrió Peter—. Es una lástima que siga mandándote al rebaño.

Sirius resopló y alzó su mano por un choque de cinco con el más bajo.

—A su rebaño. Esa es buena, Pete.

Aún era temprano. Demasiado temprano para dirigirse al Sauce Boxeador, así que se cambiaron de sus uniformes escolar y decidieron ir a las cocinas por una cena más temprana, ya que no estarían para cuando los otros estudiantes se sentaran a comer en el Gran Comedor. Estaban a punto de llegar a la esquina cerca del pasillo del retrato del bowl de fruta que ocultaba las cocinas, cuando escucharon unas voces que hicieron que se detuvieran.

—Honestamente, Regulus, es algo que sería inteligente de tu parte considerar. Sé que no eres particularmente un admirador de cómo Mulciber lidera las cosas, pero estaría a tu favor que estés de su buen lado. Tiene conexiones que podrí...

—¿De verdad crees que Mulciber tiene mejores conexiones que yo, Severus? —La voz arrogante de Regulus hizo que Sirius olvidara cómo respirar por un momento—. Mi prima y su prometido ya han conocido a...

James sintió a Sirius tensarse a su lado y agarró del brazo, forzándolo a mirarlo a los ojos. Sacudió la cabeza.

—Sirius, no —le advirtió tranquilamente.

—Es sólo una sugerencia —continuó Snape—. Obviamente tienes todo el tiempo del mundo para decidir qué harás luego de finalizar la escuela.

—También tú. Sólo eres un año mayor que yo —Regulus replicó—. ¿Ya tomaste tu decisión?

Severus estuvo en silencio por un segundo mientras discutía internamente por su respuesta.

—He decidido que estaría en mi mejor interés tener amigos en altos lugares, eso es todo.

—Eso, Severus, es algo que yo tengo en abundancia. Puede que tú necesites besar a Mulciber para mantenerte en el lugar correcto, pero si me preguntas a mí, creo que ese idiota debería estar rogando por mi alianza.

El puño de Sirius se cerró e hizo un movimiento hacia adelante, sólo para que James apretara más el agarre sobre su brazo.

—¡Sirius! —siseó —No puedes meterte con ellos ahora. No puedes permitirte una detención esta noche.

Sirius estaba prácticamente temblando. Su respiración era dura y desigual, y su mandíbula estaba firmemente apretada.

—¿No sabes de lo que están hablando, Prongs?

—Sí. —James sostuvo su mirada. Sabía exactamente por qué Sirius quería más que nada en el mundo, girar la esquina y golpear a Snape hasta dejarlo inconsciente. Si era honesto, él también quería hacerlo. Pero no esa noche.

—Sirius —murmuró Peter, suplicándole—. Piensa en Remus. Él te necesita.

La mirada en los ojos de Sirius se suavizó y su cuerpo se relajó. Tragó fuertemente y se giró.

—Ya no tengo tanta hambre. Vámonos. Se está haciendo tarde de todas formas.

-o-o-o-

El sonido de la raquítica y vieja puerta de la casa de los gritos cerrándose casi hizo que el corazón de Remus saltara fuera de su corazón. Fue completamente incapaz de calmar sus nervios en todo el día y apenas pudo dormir en la enfermería. No estaba seguro de que pudiera hacer esto. ¿Tal vez todavía convencerlos para retractarse?

Escuchó tres pares de pies subiendo las escaleras y segundos después ahí estaban, parados debajo del umbral de la puerta. Remus los miraba fijamente desde donde estaba sentado en la vieja cama. No podía hacer esto.

—No luzcas tan emocionado por vernos, Moony —James intentó bromear entre la incomodidad y el terrible silencio. Remus se forzó a sí mismo a ofrecerles una débil sonrisa.

—Yo... No es que no... —No podía ni siquiera fingir que estaba feliz. Podía ser el inicio de su peor pesadilla. En qué estaba pensando, dejándolos venir, así como si nada...

Sintió una mano sobre su hombro y miró hacia arriba para encontrarse con los ojos de Sirius.

—Oye —su mano le dio un gentil apretón—, todo estará bien. Va a funcionar, Remus. Te lo prometo, ¿confías en mí, Moony? —Las comisuras de los labios de Sirius se levantaron. Remus asintió con la cabeza.

—Confío en ti, Padfoot —dijo temblorosamente.

—Va a salir bien. Estamos aquí por ti. —La mano en su hombro bajó por su propio brazo y cubrió su otra mano. Su respiración se dificultó y tragó, asintiendo nuevamente. Entonces se levantó y caminó hasta el medio de la habitación.

—Uhm... Yo sólo. —Se aclaró la garganta, tratando de detener su voz de temblar—. Cuando pase... tal vez ustedes no deberían estar aquí en la habitación...

James, Peter y Sirius intercambiaron miradas y sacudieron la cabeza.

—Ya hablamos de eso.

Remus no podía notar si era por la impaciencia de la llegada de la luna que lo hacía sentirse tan furioso o el hecho de que estuviera aterrorizado. Se llevó una mano por el cabello, el que ya estaba húmedo por el sudor, a pesar del frío aire de diciembre que entraba por la casa.

—No lo entienden. Es de verdad terrible.

—Lo sabemos —insistió James, de una manera que Remus sabía no podría discutir—. Remus, lo sabemos todo. Hemos repasado esto un millón de veces. Nadie va a hacer que nos arrepintamos, nadie va a cambiar de opinión. Lo haremos y nada de lo que digas va a hacer que nos vayamos ahora.

Después de un rato Remus dejó de discutir. Todos se sentaron en un círculo en el sucio suelo y nadie dijo mucho por un buen rato. Cada ciertos minutos, Remus se levantaría y caminaría alrededor cuando sentía a su cabeza lentamente perder el control. Sentía calor por todas partes y ya se había quitado su camisa. Volvió a sentarse y de repente habían unas manos frías y heladas en la parte trasera de su cuello. Oh, eso de sintió bien. Cerró sus ojos y su cabeza cayó hacia adelante.

—Todo está bien, Moony —Sirius murmuró detrás de él.

Después de poco tiempo sintiéndose más relajado de lo que nunca se sintió en una transformación, sintió su cuerpo cambiar.

—Yo... Us-ustedes tienen que cambiar —logró decir—. Vayan, háganlo ahora. —Las manos en su nuca desaparecieron y Sirius, James y Peter se levantaron sobre sus pies, alejándose de él. James y Peter estaban apartando la mirada, incapaces de ver a su amigo, el que ya estaba sufriendo mucho dolor, pero Sirius no podía apartar la mirada.

Remus estaba caminando alrededor nuevamente, sus brazos abrazándolo a sí mismo firmemente mientras su piel picaba y comenzaba a sentirse como si ya no fuera propia. Sus uñas se enterraron con fuerzas sobre la piel.

Peter ya se había transformado y estaba encaramado sobre el mugriento y viejo piano, sintiéndose más seguro a esa distancia. James se estaba alejando, pero Sirius estaba congelado, sus ojos de agrandaron.

—Sirius, vamos... —James lo apuró, sonando alarmado —¡Sirius! ¡Ahora! —Agarró al otro chico por el hombro, eficazmente llevándolo de vuelta a sus sentidos y ambos se transformaron también.

Un aullido penetrante llenó por completo la casa.

Probablemente, el momento más horrible de sus vidas, el lobo gimió y se volvió, entrecerrando los ojos hacia los otros animales que estaban en su territorio.

Por primera vez, y apenas allí, Remus tuvo un pensamiento consciente en el fondo de su mente del lobo.

Amigos. Manada. Familia.