Si lo estuvieses - Año cuatro.


Remus despertó ante la sensación de pelaje cosquilleando su nariz, lo que no era algo a lo que estuviese particularmente acostumbrado. Por un segundo se preguntó si se las había arreglado para asesinar algún tipo de animal que se encontró en su camino de regreso a la vieja casa la noche anterior, pero entonces lo recordó...

Abriendo sus ojos lentamente, notó que estaba descansando su cabeza sobre un gigante perro negro del tamaño de un oso, el que estaba jadeando pesadamente. Sonrió y alzó una mano para rascar la barriga del perro.

—Hola, Padfoot —gruñó. El perro ladró tan silenciosamente como podía y lamió su rostro. Su cuerpo dolía, pero significativamente menos de lo normal, y en su estado de medio adormecido, estaba bastante seguro de que no había conseguido hacerse pedazos a él mismo como normalmente lo haría. Bostezó y sintió la húmeda nariz del perro husmear su hombro.

—Gracias... —murmuró, y volvió a dormirse.

—Sirius. —El perro se quejó suavemente en señal de protesta cuando James se arrodilló a un lado de él—. Padfoot, tenemos que irnos.

De nuevo el perro gruñó, mirando a James y luego volviendo al chico durmiente al que estaba abrazando protectoramente. Quédate. Mi Moony. Mantente a salvo.

—Sé que no quieres dejarlo, Pads, pero tenemos que irnos. El sol ya salió, Pomfrey estará aquí pronto.

Con una última mirada a Remus, y tratando lo mejor que pudo para no despertarlo, Padfoot se escapó de debajo de él y volvió a transformarse en Sirius. En su forma humana, usó la misma triste y dolorosa expresión cuando miraba al frágil chico en el suelo.

Peter se aclaró la garganta.

—¿Por qué no lo movemos hacia la cama, sí?

James y Sirius se miraron entre ellos y de vuelta a Remus. James parecía inquieto.

—¿Creen que deberíamos? No quiero lastimarlo...

—No podemos dejarlo aquí así. —Los ojos de Sirius estaban llenos con algo de desesperación y James sabía que no sería capaz de sacarlo de la casa sin hacer algo más por su amigo.

Con un suspiro, James asintió.

—Está bien. —Vio el alivio bañar el rostro de Sirius. Los dos se agacharon a un lado de Remus y Sirius amablemente sacudió su hombro.

—Hmmm... ¿Sirius? —murmuró, para nada despierto.

—Sí, Moons... Escucha, James y yo vamos a ayudarte hasta la cama, ¿está bien? —De nuevo, James le ofreció una mirada insegura, pero Sirius fue insistente— ¿Crees que puedas pararte si te ayudamos?

—Mnhmm... —Remus asintió con la cabeza, sus ojos aún cerrados. Los dos cuidadosamente pusieron sus brazos sobre sus hombros y lo ayudaron a levantarse. Sirius nunca había notado lo ligero que era Remus, considerando lo alto y delgado que el chico se había vuelto, fue muy sencillo de llevar.

Peter ya había echado la raída manta sobre la cama. No mantendría a Remus lo suficientemente abrigado, para el gusto de Sirius, pero aún era mejor que dejarlo sobre el suelo. Una vez que lo dejaron ahí, James agarró la capa de invisibilidad. Se giró para mirar a Sirius aun de pie a un lado de la cama, mirándolo fijamente.

—Ahora está bien, Padfoot —dijo Peter—. De verdad tenemos que irnos.

Sirius asintió, finalmente apartando la mirada, y cruzó la habitación hasta sus otros dos amigos. James echó la capa sobre ellos y así dejaron la vieja casa.

Ninguno de ellos habló en el camino de vuelta al castillo, tampoco en el camino a la Torre de Gryffindor, pero de vez en cuando James la lanzó una mirada a Sirius, quien aún parecía perdido dentro de su propia cabeza. Cuando estuvieron de pie, a salvo frente al retrato de la Señora Gorda, James tiró de la capa y le dio la contraseña.

La señora bostezó y los miró.

—Es un poco temprano para ustedes, chicos, ¿no es así?

—Tarde, la verdad —Peter le corrigió—. Apenas estamos entrando.

Ella chasqueó la lengua en desaprobación, pero se movió y les permitió pasar. Cuando entraban a la Sala Común, su adrenalina finalmente murió y el cansancio los golpeó como una tonelada de ladrillos. Las escaleras hacia el dormitorio se sintieron como escalar una montaña y todos gruñeron cuando lograron llegar a la cima.

—Lo hicimos —dijo Peter con temor mientras miraba hacia los doseles de su cama—. En verdad lo hicimos.

James se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa a un lado de su cama, refregándose los ojos.

—Lo hicimos. Y fue jodidamente brillante.

No tomó mucho tiempo antes de que el sonido de los ronquidos de Peter llenase la habitación. James se giró sobre su lado, dándole la cara a la cama de Sirius. Tuvo que mirarlo borroso, pero podía ver a su amigo acostado y despierto.

—Estás enamorado de él, ¿verdad?

La cabeza de Sirius se azotó contra su lado.

—¿Qué?

—De Moony —James dijo tranquilamente. Se levantó para apoyarse sobre su codo—. Siempre lo has estado.

Podía ver la ligera imagen borrosa de su amigo sacudiendo la cabeza.

—¿Qué dices, James? —Sirius forzó una risa —No estoy enamorado de Remus, idiota. Yo sólo...

—Sirius...

—No —el otro chico lo cortó—. No es así, ¿está bien? Lo amo de la misma manera que te amo a ti o a Peter y si cualquiera de ustedes pasara por lo que vimos anoche, estaría igual. Joder, Potter. Sólo porque me gusten los chicos y me importe Remus no significa... No significa nada.

James lo miró fijamente sin pestañear por un momento.

—Está bien. Si tú lo dices.

—Bueno, sí lo digo —Sirius se quejó, y se giró sobre su otro lado.

—Pero a favor de los argumentos —prosiguió James con sequedad—, si estuvieses enamorado de él, y no estoy diciendo que lo estés, de verdad deberías decirle, porque toda esta cosa del sufrimiento en silencio que llevas aquí... Los va a dañar más a ambos que hacerles bien.

—No estoy...

Si lo estuvieses.

—Cállate, Potter. No sabes de lo que hablas.

James suspiró.

—Lamento haberlo mencionado entonces.

Sirius alcanzó detrás de él las cortinas de la cama y las cerró sin decir otra palabra.

-o-o-o-

—No sé qué hiciste distinto este mes, cariño, pero debes seguir haciéndolo. —La Sra. Pomfrey sacudió la cabeza incrédula mientras inspeccionaba el cuerpo de Remus en busca de cualquier señal de alguna herida seria. Algunas magulladuras y arañazos por aquí y allá, pero la mayor parte del cuerpo del chico estaba en una buena y perfecta salud para alguien que normalmente volvía a la enfermería a pulgadas de la muerte.

Remus se encogió de hombros.

—Tal vez sólo tengo mejor control del que pensé.

—Hmmm... Pareciera que sí. —La curadora le ofreció una poción para el dolor en sus huesos y la bebió rápidamente.

—¿Entonces eso significa que puedo volver a mi dormitorio pronto? —preguntó, tratando no parecer muy esperanzado. Sólo prefería su propia cama ya estaba muriendo por hablarle a sus amigos.

Pomfrey suspiró.

—Quizás. Aunque no ahora, quiero mantener un ojo sobre ti por un momento. Ahora, descansa —insistió. Él no discutió, sólo se acostó nuevamente contra las almohadas e intentó juntar algunos destellos de recuerdos de la noche anterior.

Eso era distinto. Normalmente no tenía recuerdos de sus noches como un lobo, pero ahora tenía estos pequeños retazos de pensamientos claros.

Ciervo. Rata. Perro. Mi Pack. Correr. Jugar.

Recordaba el aire fresco y ser capaz de correr. Nunca era capaz de correr.

Persecución. Jugar. Correr. Ciervo.

¿Había estado afuera?

Bosque. Persecución. Rata.

La idea de eso. Que se le había permitido salir, no estando atrapado, solo y sin nada que hacer excepto hacerse pedazos...

Jugar. Lucha. Perro. Acorralado. Moony es alfa. Mío. Mío. Perro.

Se sofocó ligeramente. Bien, eso era interesante. Tal vez eso no significaba lo que en su mente humana creía que significaba. Ambos eran caninos después de todo. Moony sólo estaba manteniéndose a sí mismo por sobre Padfoot. Padfoot era un amigo de su manada... Porque Sirius definitivamente no era suyo, y entre más temprano aceptara que nunca lo sería, mejor.

—¿Estás bien, cariño? —llamó Pomfrey desde su oficina.

—Sí, estoy bien —respondió Remus, sintiendo esa estrechez en su pecho de nuevo Esa sensación que siempre tenía cuando Sirius lo tocaba o lo miraba de esa forma que él nunca había visto que mirara a nadie más... Tan intensa y profunda, como si estuviese mirando dentro de su maldita alma.

—Estoy tan jodido... —murmuró.

o-o-o-o-o

—¿Cómo mierda consiguieron sacarme? —preguntó Remus sonriendo, a pesar de que la idea fuera tan demente y loca. Estaba sentado contra la cabecera su propia cama de cuatro postes con doseles con James, Sirius y Peter sentados alrededor de los pies de la cama.

—Sacarte no fue difícil —explicó Peter—. No fue muy complicado convencerte una vez que abrimos la puerta. Tú simplemente saliste por ella. —Los ojos de Remus de abrieron un poco más, ligeramente aterrorizado por el pensamiento de haberse perdido y Peter rápidamente añadió—: Estuvimos justo detrás de ti. Y parecías bastante interesado en tener el rastro de todos nosotros... así que no creo que quisieras salir corriendo a atormentar una aldea o algo así.

—Definitivamente no —James estuvo de acuerdo, tranquilizadoramente. Le pasó a Remus una rana de chocolate—. Parecías bastante feliz... Convencerte de volver fue una historia totalmente distinta.

Remus estaba completamente fascinado por todo lo que le dijeron. Era mucho más sencillo juntar sus recuerdos vagos con ellos rellenando los espacios en blanco. Se lamió los labios.

—Yo no... Digo... Sirius, no te lastimé, ¿verdad? ¿Cuándo estábamos jugando?

Sirius se encogió de hombros y sacudió la cabeza.

—Para nada, ¿por qué?

—Recuerdo haberme puesto un poco difícil contigo, eso es todo... —Sintió sus mejillas enrojecer un poco. Definitivamente no quería que Sirius supiera lo que estaba pensando, pero él no parecía para nada molesto.

—Nah, Moony Sólo estaba haciéndole saber a Padfoot que él estaba a cargo, eso fue todo. No hiciste nada malo... quiero decir... es un comportamiento básico entre caninos, ¿cierto?

Remus asintió.

—Sí, lo siento, es sólo que... No estoy acostumbrado a recordar nada. Ni pensar en algo bueno o... O divertido. —Sonrió un poco—. Esto es... De verdad no puedo decirles lo increíble que es, chicos. De nuevo, gracias.

—Deja de agradecernos, idiota. —Sirius sonrió, mordiendo la cabeza de una rana de chocolate—. Nosotros nos divertimos... Sólo estamos contentos de ayudar a que no te hicieras pedazos por una vez.

Los otros asintieron de acuerdo.

Pasaron el resto del día holgazaneando en el dormitorio, planeando juntos las aventuras de los próximos meses.