Cada Perro - Año cuatro


Las manos estaban enredadas en su cabello, tirando lo suficientemente gentil para que no fuese demasiado doloroso, pero aún con urgencia mientras arrastraba sus labios provocativamente hacia su delgado y ajustado pecho. Sonrió contra la cálida piel, escuchando un gemido y sintiendo los músculos del abdomen del otro chico agitándose debajo de él por la anticipación.

Sirius...

Escuchando a Remus decir su nombre de esa manera le envió cosquilleos en su propia espalda. Gimió en respuesta y continuó presionando abiertos y calientes besos sobre su barriga.

—...Sirius...

—¿Sirius?

Sirius dio un salto al despertar, jadeando y mirando fijamente los preocupados ojos de Remus.

—¿Estás bien, Padfoot? Sonabas como si estuvieras teniendo una pesadilla...

Sirius parpadeó un par de veces y tragó. Su boca se sentía increíblemente seca.

—Yo... —Se aclaró la garganta y asintió con la cabeza —Sí, estoy bien, Moony. Una pesadilla... Sí —Se obligó a mirar los ojos de Remus, dolorosamente consciente del problema debajo de las sábanas que podría probar que su sueño fue de todo menos una pesadilla, dependiendo del punto de vista, por supuesto—. Deberías estar dormido, Remus. Lo necesitas.

Una sonrisa se formó en las esquinas de los labios de Remus y se encogió de hombros.

—Estaré bien. Este mes no estuvo tan mal... No ha estado tan mal desde que han estado conmigo. —Se deslizó debajo de las sábanas a un lado de Sirius, quien se movió tanto como pudo hasta el otro extremo del colchón sin caerse. Miró directo hacia el dosel, recitando ecuaciones de Aritmancia en su cabeza, tratando de bloquear el hecho de que el muslo de Remus estaba presionado contra el suyo... ¿Estas camas habían sido tan pequeñas desde siempre?

—¿Quieres hablarlo? —Remus preguntó tranquilamente después de un momento.

—¿Q-qué?

Remus se giró sobre su lado para mirarlo. Las cortinas no estaban completamente cerradas alrededor de la cama y la pálida luz de la luna hacía sus ojos brillar, aun más lobo que chico en este momento.

—¿La pesadilla?

—Oh... Bien... No fue nada —Fingió una sonrisa. Remus no pareció convencido. Se movió debajo del cubre y Sirius creyó que se iba a morir.

—Lo siento —murmuró el hombre lobo, sonando un poco avergonzado —. No hay tanto espacio como antes, ¿eh?

Estúpido y maldito pendejo flacucho.

—¿Preocupado por regresar a casa en verano?

Técnicamente eso no era falso, razonó Sirius consigo mismo y asintió con la cabeza.

—Sí... Pero se supone que iré donde James después de una semana, de todas formas, así que no será tan horrible. —Tragó saliva nuevamente. Deseaba tener un poco de agua, su lengua se sentía como lija—. ¿Vendrás donde James, verdad?

Remus asintió.

—Lo haré. Por tres semanas en Julio y luego de nuevo a finales de agosto antes de la escuela... Me quedaría por el verano completo, pero... Bueno... Ya sabes.

—Lo sé, lo lamento —susurró Sirius.

—¿Por qué? No tienes que lamentar nada, Pads. No es tu culpa que yo sea un mons...

—¿La cortarás con eso, idiota? —Sirius dijo entre dientes. Ciertamente Remus no era un monstruo, ¿cómo se atrevía alguien a sugerirlo? Incluso el mismo Remus. ¡Especialmente Remus!— Sabes que no soporto que te llames así.

—¿Qué es lo que se supone deba pensar, Padfoot? —murmuró Remus tristemente —Cuando hay cuatro capítulos completos en nuestros textos de Defensa Contra Las Artes Oscuras que dicen que eso es lo que soy?

—Bueno, quien fuese que escribió eso nunca conoció correctamente a un hombre lobo —se quejó Sirius, resoplando molesto.

Remus se rio suavemente y sacudió la cabeza.

—Eres... Algo distinto, Pads. —Suspiró —. ¿Ya estás listo para volver a dormir?

—Sí. No tienes que quedarte si no...

—No seas tonto, Sirius. Siempre te has quedado conmigo luego de una pesadilla.

Probablemente no llevabas una erección por un estúpido sueño sobre mí. Pensó Sirius con amargura. Se giró sobre su lado, dándole la espalda al otro chico.

—Buenas noches, Moony.

—Buenas noches, Padfoot.

-o-o-o-

El resto del año voló. Entre planear cada luna llena y estudiar para los exámenes, fue como si hubiesen parpadeado y estuviesen de vuelta en el tren de Hogwarts de vuelta a casa.

Remus podía sentir el nerviosismo y la energía que rodeaba a Sirius mientras el tren se apresuraba. Estaba demasiado callado y sus ojos estaban pegados a la ventana mirando todo pasar rápidamente y contando los minutos para estar atrapado en casa. Aunque fuera por unos días hasta que pudiese escapar donde los Potter, todos sabían que esos días serían eternos para él.

—¿Sirius? —preguntó Remus suavemente, debajo de la animada conversación de James y Peter sobre Puddlemere United.

—¿Hmmm? —Fue la distraída respuesta de Sirius, aún mirando la oscuridad fuera de la ventana. Sus ojos, los que Remus podía ver en el reflejo del vidrio, parecían tristes y aburridos y no llevaban el travieso y desafiante brillo que normalmente tenían. También estaba jalando un mechón de cabello que había caído del desordenado moño en su cabeza, como comúnmente hacía cuando estaba ansioso o triste. Remus se mordió el labio por un momento, tratando de pensar en su próximo movimiento. Todo dentro de él quería tomar al otro chico, besar sus labios hechos un puchero y hacerlo sonreír con esa sonrisa burlona que era tan de Padfoot. Eso, por supuesto, estaba fuera del plan... Pero había otra forma d calmar la tormenta que había aparecido dentro de la mente de Sirius. Una que sólo se había hecho conocer una vez que Sirius se convirtió en animago y partes de su forma animal se metían en su personalidad humana. Con una rápida mirada hacia James y Peter, aún demasiado concentrados en su conversación para notar algo más, Remus suspiró y tentativamente se inclinó hacia adelante, liberando el cabello de Sirius de su amarre, dejándolo caer como tinta derramada sobre su espalda. Comenzó a llevar sus dedos por las suaves ondas.

—Deja de tirarlo —lo regañó —. Terminarás calvo y yo seré el que tenga que decirte que aún te ves apuesto. Tu ego es demasiado delicado para la calvicie, Padfoot.

Vio la tensión en los hombros de Sirius calmarse casi instantáneamente cuando se acercó, los dedos aún peinando los delgados mechones negros, juntándolos todos en el cuello de Sirius, donde comenzó a torcerlos en una compleja trenza. Sirius exhaló y se apoyó hacia atrás, prácticamente sobre el regazo de Remus y sus ojos se encontraron brevemente con el reflejo de la ventana antes de que Sirius los cerrara, finalmente relajado.

—Oye, Pete —dijo tranquilamente James, mirando a los otros dos de reojo—, ¿qué crees?

Peter bufó y sacudió la cabeza.

—Creo que cada perro tiene su propio dueño y Padfoot siempre le ha pertenecido a Remus... Aun cuando ellos no lo sepan todavía.

James asintió.

—Eres un hombre inteligente, Wormy.

El tren llegó a Kings Cross y estudiantes corrieron fuera del tren para abrazar y besar a sus familias. Los Merodeadores se tomaron su tiempo, aún no muy listos para separarse. Sirius pudo ver a sus padres saludar a su hermano desde lejos, sintiendo un nudo formándose en su estómago. Remus no quiso decir nada para no molestar más a Sirius, pero su propia ansiedad no estaba exactamente muy tranquila tampoco y de verdad estaba atemorizado de su regreso a casa para las próximas tres lunas llenas sin sus amigos ahí para hacerle compañía.

James llegó detrás de ellos, con un suave golpe en sus espaldas.

—Sirius, te veré la próxima semana, ¿verdad? Remus, ¿el próximo mes?

—Sí... —Los dos chicos murmuraron en respuesta. Ambos recibieron un fuerte abrazo del chico con gafas, quien luego los dejó para reunirse con sus padres.

—Todo estará bien, Sirius —le aseguró Remus mientras estaba de pie, hombro con hombro, mirando la multitud de estudiantes y sus padres—. ¿Verdad?

Sirius asintió.

—Por supuesto que sí —entre ellos, sus dedos se tocaron y con una oleada de coraje, o tal vez estupidez, Sirius tomó la mano de Remus y la apretó—. Somos Merodeadores. Estaremos bien.