Un pequeño Riesgo


El cálido sol de Julio estaba golpeando fuertemente el patio de la propiedad detrás de la hacienda de los Potter, James y Sirius hacía mucho que habían olvidado su juego de uno contra uno en Quidditch, dejando sus escobas en algún lugar del patio junto a sus playeras y shorts y en vez de eso, escogieron jugar a las luchas en el frío lago a las orillas de los jardines. Habían pasado la mayor parte de la tarde empujándose y luchando entre ellos en el agua, viendo quién podía resistir la respiración por más tiempo. Debió ser cerca de las tres cuando ambos caminaron empapados y jadeantes de vuelta al césped y colapsaron ahí en el jardín. Sirius se levantó y sacudió su pelo de una manera perruna antes de atarlo en un moño y cayendo fuertemente para descansar sobe el pecho de su mejor amigo.

—¡Uuf! —El aire salió de los pulmones de James con una fuerza impresionante y apartó la cabeza del otro chico—¿Te molesta? Tienes una gorda cabezota.

—No es cierto. —Sirius se rio entre dientes, acomodándose y estirando sus extremidades.

—Lo es. Es por ese maldito cráneo grueso y todo ese ego. —James golpeó suavemente la cabeza de Sirius para hacer énfasis.

—Creo que me has confundido contigo ahí, amigo. Pregúntale a cualquiera. ¡Pregúntale a Evans!

James rodó los ojos y le dio a Sirius otro empujó para quitárselo de encima.

—¡Hace demasiado calor para tenerte sobre mí! —James tomó sus gafas de la hierba a su lado y volvió a ponérselas— No vengas a hablarme de Evans hasta que le hayas dicho a Remus que estás patéticamente enamorado de él.

Sirius continuaba riendo como loco, acostado de espaldas.

—Oh, vamos, eso no es justo. Y de todas formas, al menos Remus no odia toda mi existencia. Evans apenas puede soportar estar contigo en la misma habitación sin hechizarte.

James sonrió y se encogió de hombros.

—Hay una delgada línea entre el amor y el odio, Padfoot.

—Sí. Eso y una orden de restricción —Sirius resopló, volteando sobre su estómago y evitando por poco el flojo balanceo del puño de James. Se quedaron en un incómodo silencio por un rato, disfrutando del cálido sol de verano sobre su ya bronceada piel. Ambos casi se habían quedado dormidos cuando el sonido de la Sra. Potter llamándolos hizo a Sirius levantar la cabeza del césped.

—¡James, Sirius! ¡Remus y Peter están aquí!

Ambos chicos se pusieron de pie en un brinco y corrieron de vuelta a la casa, apenas a la mitad se dieron cuenta de que estaban desnudos a excepción de sus bóxers aún húmedos. Los dos esquiaron sobre los pisos de mármol y casi chocaron con los otros dos que estaban de pie en la puerta junto a sus cosas. Los cuatro comenzaron a reírse, intercambiando emocionados holas mientras la Sra. Potter sacudía su cabeza, sonriendo cariñosamente y agitando su varita en los charcos fangosos de su piso que recién había sido refregado.

Los chicos subieron a la habitación de James para guardar sus cosas, charlando sobre cómo habían estado sus veranos hasta ahora y haciendo sus planes para el resto.

—¿Cómo has estado, Moony? —preguntó James una vez que estuvieron a salvo detrás de las puertas cerradas.

Remus se encogió de hombros.

—Honestamente, estoy bien. Quiero decir, no me malinterpreten, estar encerrado en una celda solo, no se compara a correr a través de los bosques con mis amigos pero… Padfoot, de verdad, no me des esa mirada. Estoy bien. Es una precaución necesaria…

Los ojos de Sirius se entrecerraron y bufó, volviéndose para mirar por la ventana.

—Además —Remus continuó, el comienzo de una sonrisa rara tirando de sus labios —, he estado dándole pena a mi papá, me ha dado algo para ayudarme después con el dolor, me hizo jurar que no le diría a mamá o que nadie del personal de la escuela se enteraría.

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—Tienes que estar bromeando. —Los ojos de James estaban tan abiertos que casi eran más grande que el marco de sus gafas, mirando con la boca abierta la bolsa de plástico que Remus sostenía frente a ellos.

Los cuatro estaban sentados alrededor de un fuego rugiente junto al antiguo cobertizo en el patio detrás de la casa. El señor y la señora Potter habían sugerido que los ruidosos chicos aprovecharan el tiempo y pasaran la noche al aire libre con sus sacos de dormir. Esto estaba bien para ellos, especialmente con la sorpresa que les había dado Remus.

—¿Y tu papá sólo te dio eso? —Sirius se rio, sonriendo de oreja a oreja— Eso es jodidamente fantástico, Moony.

Peter parecía ligeramente más incómodo que los demás.

—¿De verdad ayuda?

Remus pareció pensativo por un segundo.

—Er… bueno, en su gran parte sólo hace que no me importe demasiado. Y me pone jodidamente hambriento… así que él usualmente baja conmigo en la mañana y fuma conmigo y me trae algún dulce que mi mamá cocinó. —Se frotó la nuca—. Como dije, no es nada comparado con lo que ustedes hacen por mí, pero…

—Oh, no, Moons. Esto es brillante —Sirius lo interrumpió emocionado —. Así que no lo vas a esconder de nosotros, ¿eh?

Remus bufó y rodó los ojos.

—No, lo traje conmigo para así poder restregárselo en sus caras y guardarlo para mí.

—Eres un santo, Moony —dijo James solemnemente, dándole un golpe en el hombro.

—Así que… —Comenzó Peter lentamente, aun mirando la bolsa con cautela— Er… Exactamente cómo… ya saben… ¿Lo hacen?

Sirius gruñó y sacudió la cabeza.

—Oh, vamos, Wormy. ¡Lo fumas!

—¡Sé eso, perro callejero! —replicó Peter irritado— Quise decir, cómo…

—Tranquilos. Los dos. —Remus suspiró mientras abría la bolsa y metió la mano en su bolsillo para sacar un pequeño paquete de papeles finos—. Honestamente, debí haber pensado en esto antes, tal vez los calle a los dos.

Todos observaron en silencio, sorprendidos mientras los largos y ágiles dedos de Remus rodaban una impresionante cantidad de hierba en una hoja de papel.

—En casa papá tiene una pipa, y prefiero eso para ser honesto. Tiene un sabor más limpio. Pero él no dejaría que la tuviese, así que… el papel funcionará. —Tanteó sus bolsillos y frunció el ceño—. Mierda…

—¿Fuego? —preguntó Sirius, buscando en sus propios jeans. Remus asintió y Sirius le ofreció su encendedor. Remus alzó una desconfiada ceja por un momento antes de llevarse el porro a sus labios y prenderlo. Tres pares de ojos lo miraron atentamente mientras inhalaba, lo contuvo por unos segundos y lo dejó salir.

—Yo sigo. —Sirius prácticamente saltó cuando Remus terminó, haciendo que el chico de cabello más claro riera y empezara a toser.

—Mierda, Padfoot… Tranquilízate. Aquí —le ofreció el porro.

Sirius, con demasiado entusiasmo, inhaló bastante y terminó tosiendo con Remus golpeándolo en la espalda. El hombre lobo suspiró y sacudió la cabeza.

—Te lo dije. No importa, estarás tan drogado como un hipogrifo* en cosa de segundos.

James le arrebató el cigarrillo a Sirius, quien seguía inclinado tosiendo, y fue capaz de mantenerse cuando dio su primera fumada, aunque su cara se arrugó un poco y sus ojos se humedecieron.

—Es un poco áspero en la garganta, ¿verdad?

—Nunca lo he notado —dijo Remus despreocupadamente—. Normalmente mi garganta ya está rasposa por los aullidos así que… No notaría la diferencia.

Cuando fue el turno de Peter, el chico dudó.

—Vamos, Wormtail —Sirius lo incitó, finalmente recuperando el aliento, aunque su voz se había desvanecido levemente—. Todos lo hemos hecho, no seas gallina.

—No lo presiones, Pads —Remus lo regañó—. Peter, sólo tienes que hacerlo si quieres.

Los llorosos ojos azules de Peter se lanzaron de un amigo a otro mientras debatía mentalmente.

—¿Cómo se siente?

—Mi cabeza da vueltas un poco —dijo James, luciendo como si estuviera buscando las palabras correctas para describirlo—. Y mi boca está seca. Pero se siente bien. Te gustará.

—Tengo hambre —murmuró Sirius. Se había dejado caer despreocupado para sentarse con las piernas cruzadas en el césped y estaba mirando el fuego con sus vidriosos ojos rojos—. Joder, tengo demasiada hambre —se rio un poco. Remus se echó a reír y sacó una rana de chocolate de su bolsillo, ofreciéndoselo al chico que ahora se reía de manera irregular—. Nunca he tenido tanta hambre. Jim, ¿comimos hoy?

Ahora James estaba riéndose también.

—Sí, amigo. Tuviste… un montón de panqueques para el desayuno y tres porciones de pollo de mamá en la cena y yo… Espera… ¿eso fue hoy? ¿Qué día es?

Las cejas de Peter se unieron preocupado y miró a Remus.

—¿Eso es normal?

—Sí —simplemente dijo Remus, tomando otra fumada—. No te preocupes por ellos. Están más que bien. Pero en serio, no es la gran cosa. No tienes que hacerlo si no quieres, Peter.

Peter les dio a los chicos que continuaban riendo otra mirada y sonrió, cediendo.

—Muy bien, bien.

Remus le pasó el porro.

—Sólo no lo inhales como si estuvieras tomando un maldito batido o terminarás como este par de hienas.

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—No, no, espera… ¿En serio? —Rio Sirius, agarrándose sus lados— ¡Nunca me dijiste que te besuqueaste con Alice! Amigo, eso está jodido. Frank ha estado interesado en ella.

James rodó los ojos.

—Fue por eso que no te conté, idiota. Tienes una gran bocota. —Le lanzó un puñado de pasto al otro chico—. Fue una vez en tercero y yo no había besado a nadie y tampoco ella, así que lo hicimos.

—¿Han hecho algo más? —preguntó Peter con curiosidad, tendido sobre su estómago y atizando las brasas ardientes del fuego.

La mano de James se disparó a su cabello nerviosamente y tosió un poco.

—Er… Digo, he tenido mi mano sobre algunas faldas por aquí y allá.

Sirius bufó.

—Impresionante.

James lo miró.

—Oh, por favor. ¿Y qué tan lejos has conseguido llegar en todos tus viajes nocturnos al armario de escobas?

Sirius se rio entre dientes y sacudió la cabeza.

—Ustedes, muchachos, no quieren saber dónde he puesto qué partes.

—¿Así que me estás diciendo que lo has hecho? —dijo James, alzando una escéptica ceja y apoyándose en sus codos— ¿Con cualquier chico al azar que se cruzó en tu camino esa semana?

Sirius le lanzó una sucia mirada y suspiró.

—He dado… y recibido… una buena cantidad de mamadas en esos armarios de escobas si de verdad quieres saber. Entre otras cosas, y saben qué, ¿qué hay de Peter? ¿Qué tan lejos ha llegado nuestro pequeño Whiskers? Empujó al chico más pequeño, deseando desesperadamente quitar la atención de sí mismo.

Peter chilló sorprendido al ser llamado tan repentinamente y soltó una risa ansiosa.

—Yo… Quiero decir… Besé a Emmeline un par de veces el año pasado.

Sirius rio fuertemente.

—Muy bien, Peter. Es una chica guapa. —Sus ojos se dirigieron a Remus, quien se había mantenido en silencio durante toda la discusión—. ¿Qué hay de ti, Moony?

—¿Hmm? —Remus pareció salir de su propio aturdimiento— ¿Yo?

James sonrió.

—Sí, Rem. Estoy seguro de que tienes muchas chicas detrás de ti, a ellas les gusta esa cosa tonta e inocente. —Echó un rápido vistazo a Sirius, quien convenientemente había fijado su interés en lo que debió haber sido una muy fascinante tarjeta de la rana de chocolate.

Remus puso una cara extraña y peleó con sus pensamientos por un momento. El retraso hizo que Sirius rompiera su fingida concentración en su tarjeta, mirando al otro chico por el rabillo del ojo, mordiendo el interior de su mejilla.

—Nadie… —Suspiró— Nadie va a querer estar conmigo una vez que sepan la verdad. Así que no… No me molesto con esto —murmuró.

Ninguno de ellos habló. Por algunas veces James pareció como si tuviese algo que decir, pero lo cubrió con una incómoda y forzada tos. Entonces Sirius se levantó.

—Necesito… sólo necesito… Humo en mis ojos, por el fuego —murmuró, pateando la tierra bajo sus pies antes de dar la vuelta y alejarse en dirección al lago.

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Sirius se sentó con fuerzas a la orilla del agua, tomándose la cabeza entre sus manos. No debería estar tan molesto, lo sabía. No era asunto suyo si Remus quería estar con alguien o no. Sólo era que no podía soportar la manera en la que el otro chico siempre se menospreciaba. Lo odiaba, porque para él, Remus era todo lo bueno en el mundo y el hecho de que fuera tan rápido al ponerlo en duda sólo porque algún loco decidió atacarlo de niño hacía a Sirius querer gritar. Gruñó frustrado y metió la mano en su bolsillo trasero por su paquete de cigarrillos. Se llevó las dos manos a su cabello y lo tiró.

—Esas cosas son terrible para ti, ya sabes… —La voz de Remus lo reprendió suavemente. El corazón de Sirius dio un salto y tragó con fuerzas.

—Viviré —dijo tranquilamente.

Lentamente Remus tomó asiento a su lado y podía sentir los ojos del chico desnudándolo.

—¿Sirius?

—¿Qué, Remus? —gritó en respuesta, arrepintiéndose inmediatamente cuando vio a Remus encogerse un poco. Exhaló lentamente y miró el humo gris arremolinarse frente a sus ojos— Lo siento… No quise gritarte.

Remus se encogió de hombros.

—Supongo que todos ya estamos acostumbrados.

—Eso no hace que me sienta mejor —gruñó Sirius molesto. Suspiró—. Lo siento… de nuevo. —Finalmente miró al otro chico— ¿Qué querías decir?

Remus se mordió el labio inferior por un momento, mirando su regazo.

—¿Estás enojado conmigo?

Sirius exhaló bruscamente en una casi-risa.

—¿Enojado contigo? ¿Por qué estaría enojado contigo?

—Por irte así de enojado. —Remus distraídamente tomó la hierba que estaba a su alrededor—. Sé que no te gusta escucharlo, Padfoot. Pero así es cómo es. El mundo no es un lugar muy acogedor para personas como yo. Ni siquiera sé qué va a pasar conmigo después del colegio. Nadie va a contratarme… —Se giró y vio a Sirius deshacerse de su cigarrillo—. He sabido esto toda mi vida y lo he aceptado. Nunca voy a tener una relación o lo que sea… No todos van a estar tan dispuestos a aceptar a un monst…

—¡Cállate, Remus! —Sirius gritó, poniéndose de pie—. Merlín, sólo cierra la maldita boca y deja de hablar de ti como… ¡como si ni siquiera importaras!

Remus lo miró, sin parpadear.

—Sirius, yo…

—¡No! ¡Jódete, Remus! ¡Dioses! ¡No tienes idea lo mucho que quiero estrangularte cada vez que dices esa mierda estúpida sobre ti o cómo nadie nunca va a quererte! ¡Lo odio! ¡Odio escucharte llamarte a ti mismo un monstruo porque no lo eres! Eres… Eres amable y divertido e inteligente y… Merlín, jodidamente hermoso… y mereces a alguien que vaya a amar cada jodida parte de ti, ¡incluyendo al lobo! Así que sólo deja de decirte que nadie va a amarte porque, por la puta madre, ¡yo te amo, joder! Te he amado desde que tengo memoria, pero estás tan jodidamente lleno de lástima por ti mismo para notar…

—Sirius… —Remus susurró, sus ojos se abrieron por el shock, pero Sirius continuó vociferando.

—¡Y lo he intentado! Lo he intentado con tantas fuerzas para que esos sentimientos desaparezcan pero…

—¡Sirius! —Remus se levantó.

—¡No lo harán! Así que puedes irte y odiarme por esto, pero yo… —Sirius jadeó cuando Remus agarró su rostro con ambas manos y estrelló sus bocas juntas. El tiempo se detuvo. Ambos se quedaron paralizados y, después de un momento, Remus se apartó, horrorizado por lo que acababa de hacer.

—Yo… —Se lamió los labios— Lo siento… No debí…

Sirius tragó con fuerzas, los ojos grises buscando los de oro antes de inclinarse, agarrando un puñado de cabellos de Remus y cerrando la distancia entre sus bocas de nuevo. Esta vez estaban preparados, y cuando los labios de Remus se separaron, Sirius tomó la oportunidad para deslizar su lengua dentro de la boca del otro chico. Las manos de Remus cayeron desde el rostro de Sirius y lentamente viajaron hasta descansar sobre sus caderas, tirando de él más cerca mientras sus lenguas se deslizaban unas contra otras y sus dientes chocaban.

Bajaron hasta hundirse en el suelo sin apartarse, y Sirius gimió sorprendido cuando Remus, de una manera poco usual, se sentó a horcajadas sobre él y gentilmente lo empujó hasta quedar de espaldas, profundizando el beso. Sirius podía sentir su corazón latir contra su pecho mientras sus sentidos eran completamente abrumados con Remus. La esencia de pergamino y fuego y bosque y el sabor de chocolate y té de hierba y lo que Sirius supuso era el porro que habían fumado…

Finalmente se separaron, ambos jadeando fuertemente y mirando fijamente los ojos del otro.

—Tú… —Remus se lamió los labios— ¿Tú me amas?

Sirius asintió con la cabeza.

—Creo que siempre lo he hecho, Moony. —Levantó una mano para peinar el cabello de Remus fuera de sus ojos.

Remus casi rio, casi se ahogó.

—Yo también te amo, Sirius.

Se besaron suavemente de nuevo, apenas un toque de sus labios juntos.

—…Si hacemos esto… nosotros, de verdad… —Remus apenas susurró, con los ojos fijos en los de Sirius, con determinación—. Podríamos estar arriesgándolo todos, sabes…

Sirius sonrió, descansando su mano contra la mejilla de Remus y llevando su pulgar con gentileza de un lado a otro sobre los labios del chico. Se encogió de hombros.

—¿Qué es la vida sin un pequeño riesgo?


N/T estarás tan drogado como un hipogrifo: drogado en inglés es High, que también significa alto, es decir, el chiste era que estará tan alto como un hipogrifo, pero bleh, drogado al fin y al cabo…