Domingo después de las vacaciones de Semana Santa. Lily acababa de regresar de pasar esos días con su familia, y ahora conversaba con sus compañeras de habitación sobre lo que cada una había hecho, tiradas frente a la chimenea de la Sala Común. Ahora se daba cuenta del poco trato que tenía con ellas, a excepción de Thea, y eso que resultaban unos especimenes muy singulares.
Kathleen McBride era una irlandesa de crespo pelo castaño y pequeñas gafas, mezcla de mago y muggle, sincera hasta llegar a resultar desagradable, rápida a la hora de reírse y que adoraba Transformaciones.
Deyanira Danforth parecía salida de una agencia de modelos (brillante pelo rubio, piel marfileña y ojos grises), además adoraba la ropa cara y todo lo que pudiera asociarse al pret-a-porter; hija de magos, veneraba Pociones y el quidditch y muchos decían que su cara de diosa ocultaba un monstruo del averno.
Selina Goldblum era hija de muggles igual que Lily, lacio pelo moreno, algo rellenita, era muy tranquila y tímida; tras la ayuda que le prestó Remus, había descubierto su pasión por DCAO, ahora le fascinaban todos esos engendros del mal y sucedáneos.
- Os lo habéis perdido – dijo Deyanira, cepillando su pelo dorado – La tropa Potter dejó a unos slytherins de 1º encerrados en el baño del segundo piso con Peeves. ¿Cómo pueden dominar al poltergueist ese? -.
- Seguramente le ofrecieron la oportunidad de pasárselo bomba y Peeves no pudo rechazar la oferta – razonó Althea.
- Mientras no la tomen con nosotras – comentó Selinda.
- Están locos, pero no harían daño a alguien de su propia Casa – apuntó Kath – Excepción hecha de la señorita Evans y el señor Potter, que están a tortas todo el santo día -.
- Eh, que Thea y Sirius no se quedan atrás -.
- Pero yo no he hecho volar por los aires el zumo de Black – sonrió la chica griega.
La pelirroja frunció el ceño y sus amigas estallaron en carcajadas. El retrato de la entrada se abrió.
- ¡Lisa, hola! – saludó Lily, agitando la mano.
Morley se acercó a las niñas.
- ¿Qué tal en el mundo muggle? -.
- Muy bien, metí una decena de sapos en la cama de mi hermana – rió la pelirroja – Todavía debe estar chillando. ¿Y qué tal tú? -.
- Me quede a terminar un par de trabajos, pero he bajado a Hogsmeade a menudo... -.
Morley tuvo que agacharse bruscamente para evitar un libro volante, no es que nadie lo hubiera arrojado, ¡es que literalmente volaba!. Daba volteretas y hacía bruscas caídas en picado en un intento de golpear a los presente.
- ¡Cuerpo a tierra! – gritó una voz, que Lily reconoció como la de Sirius.
- ¿¡Quién ha cogido de la biblioteca el Libro Volador del Quidditch!?... ¡Potter! – bramó Longbottom.
El chico, tumbado sobre el piso igual que todos los de la Sala Común, miró aprensivo al prefecto aunque conservó la sonrisa.
- Lo siento Frank, Peter me empujó y se me escapó de las manos -.
- ¡Eh!, a mí no me culpes – protestó Pettigrew, pálido.
Entre Morley y Longbottom consiguieron atrapar el libro y echarle el cierre de seguridad a las tapas.
- No tienen remedio -.
Lily echó un vistazo a Lupin que sonreía de oreja a oreja, llevaba en brazos un grueso volumen tipo enciclopédico.
- ¿Y eso?, ¿acaso quieres romperle la cabeza a alguien? -.
- No lo digas muy alto, o Sirius me lo quitará para tirarlo desde las escaleras a algún slytherin – respondió divertido – Es un estudio sobre las investigaciones en pociones de los últimos diez años -.
- Pensé que no te gustaba Pociones – dijo Thea, metiéndose en la conversación.
- No se me da bien, pero hay cosas muy interesantes – dijo Remus.
Morley volvió donde las niñas para recoger la mochila que había dejado caer por el incidente. Algunos dulces se resbalaron de un bolsillo.
- ¿Y eso? – preguntó Lily.
- Son de Honeydukes, una tienda de chucherías de Hogsmeade -.
- ¿Si te doy dinero me podrías comprar algunos dulces la próxima vez que vayas al pueblo? -.
- Claro Evans, no hay problema -.
Lisa Morley se marchó y su lugar lo ocuparon los chicos de 1º.
- Es ridículo que sólo se pueda ir a Hogsmeade a partir de 3º - el comentario lo había hecho Potter, que llevaba bajo el brazo al rebelde libro de quidditch y había escuchado parte de la conversación.
- ¿Qué más hay?, a parte de Honeydukes – interrogó Althea.
- Zonko – gimoteó de forma exageradamente dramática Sirius – El paraíso de los artículos de broma -.
- Las Tres Escobas, dicen que tiene la mejor cerveza de mantequilla de toda Inglaterra – añadió James.
- Chicos, olvidáis lo que nos contó Fletcher, lo de la Casa de los Gritos – dijo Peter.
A Remus se le escurrió el libro de los brazos y por poco se queda sin pie.
- Estoy bien, estoy bien... – repitió ante la preocupación de Thea.
- Recuerdo lo que nos contó Fletcher, pero pensé que quería tomarnos el pelo – dijo Lily - ¿De verdad hay fantasmas? -.
- Sí, incluso salió un artículo en El Profeta – comentó Sirius – Al parecer son unos fantasmas muy bestias y montan unas broncas horribles, le han prohibido a la gente acercarse a la casa, aunque no creo que nadie en su sano juicio se acerque -.
- Eso te excluye, Black – sonrió James.
- Pues no fui yo quien propuso fugarse del colegio para visitarla -.
James tosió ligeramente. Peter, Sirius, Lily y Thea rieron. Y Remus... bueno, Remus parecía encontrarse al borde del colapso.
- Eh, Remsie, ¿te encuentras bien? -. Sirius apoyó su mano en el hombro de Lupin y le sintió temblar.
- Yo... creo que voy... a... arriba -.
Se escabulló como alma que lleva el diablo hacia los dormitorios.
- ¿Qué le pasa? – inquirió Lily.
- No sé, vamos chicos – dijo James y fue tras Remus seguido de Black y Pettigrew.
- A veces pienso que nos marginan, sería divertido que contaran un poco más con nosotras – dijo Thea, dejándose caer en el sofá – El otro día a Peter se le escapó no sé qué sobre una enfermedad que tiene Lupin -.
- Pobre, espero que no sea nada grave -.
- Con esos cuatro nunca se sabe -.
James, Sirius y Peter entraron a saco en el dormitorio. Las cortinas de la cama de Remus estaban echadas.
- Remus, colega, ¿te encuentras bien? – dijo Sirius.
- Sí -.
- ¿Seguro? -.
- S
- Te podemos acompañar a la enfermería -.
- No hace falta -.
- ¿Seguro? -.
- ¡No seas pelma, Sirius!, ¡no me pasa nada! -.
Black dirigió una confusa mirada a sus amigos. ¿Remus chillando?, aquí había algo raro.
- Como quieras Remus, estaremos en la Sala Común por si nos necesitas – dijo James, conciliador.
Ya estaban saliendo del cuarto, cuando Lupin asomó su rubicunda cabeza entre las cortinas.
- Eh, chicos... perdonad -. Se veía avergonzado – No quería gritaros... me toca irme dentro de dos días... a una de mis revisiones mensuales, ya sabéis, y estoy de mal humor -.
- ¿Mal humor?, ¿en serio?, no lo habíamos notado -.
- Sirius, no hace falta ser sarcástico, ya me he disculpado -.
- Pero eso no es suficiente, ¿a que no, chicos? -.
- Doy la razón a Black, has sido muy borde – dijo Peter.
- Exacto, ¿qué castigo le toca? – prosiguió James.
Los tres niños conferenciaron en voz baja mientras Remus los miraba preocupado. De repente, tres pares de ojos se volvieron hacia Lupin.
- Esto... chicos... me estáis asustando -.
- Esa es la idea – rió Sirius, en plan psicópata.
- ¡A por él! –.
Al grito de James los tres se abalanzaron sobre Remus y empezaron a hacerle cosquillas. El pobre estalló en carcajadas, incapaz de defenderse de semejante asalto.
- ¡So... jajaja... socorro! – alcanzó a gritar.
- ¿Te rindes, Remsie? – preguntó Sirius.
- Sí... jaja... ya... jaja... -.
Dejaron de hacerle cosquillas y le ayudaron a sentarse. Ahora Remus tenía todo el pelo alborotado, la túnica descolocada y una luminosa sonrisa. Si sus amigos supieran hasta que punto estaban ayudándole con aquellas bromas.
- ¡Es domingo!, ¡salgamos un rato por ahí! – les instó Sirius, una vez Remus recuperó un poco la compostura.
- Ya le hemos gastado nuestra broma semanal a Snape, ¿qué otra cosa te apetece hacer? – dijo Peter.
- Juguemos un rato con el Sauce Boxeador – propuso James.
- Me niego – dijo Remus – Hay que estar loco para ponerse a su alcance -.
- Sí, como Black y Potter – apuntó Peter, recibiendo un coscorrón de ambos.
- ¿Y si intentamos ampliar un poco más nuestros conocimientos sobre el colegio?, aún nos faltan pasadizos por encontrar, estoy seguro – sugirió Sirius.
Los cuatro se mostraron de acuerdo. Al ponerse en pie, James echó un vistazo al libro abierto sobre la cama de Remus.
- ...pruebas mágicas para el control de licántropos en los Bosques de Bowland – leyó mentalmente – Intentos infructuosos... y muerte de los voluntarios para someterse a... -.
Remus cerró el libro y lo guardó en su baúl. James no pudo dejar de apreciar el nerviosismo de su compañero.
- ¡Vamos lentorros, que parecéis un par de gárgolas! – les llamó Sirius desde las escaleras – Thea y Lily dicen que vienen con nosotros -.
- No parece que a James le haga ilusión – señaló Peter, ya en la Sala Común.
La pelirroja miró fastidiada al desgarbado chico de gafas. Él le devolvió el mismo gesto.
- Cuando terminéis el concurso de mirada fija podremos irnos – gruñó un impaciente Sirius.
- No -.
- Vamos James, deja que vengan – le instó Peter.
- No -.
- Pero mira que es cabezón el tío – dijo Sirius.
- Y si te dijera que nosotras sabemos dónde está la entrada a las cocinas del colegio -.
Los niños miraron a Althea como si fuese una aparición.
- ¿Cómo? -.
- ¿Cuando? -.
- ¿Dónde? -.
- El día que me caí al lago durante las clases de vuelo – dijo Lily.
- ¡A principio de curso y no nos habéis dicho nada! – exclamó Sirius - ¡Argh! -.
- Bueno, nosotros tampoco les contamos muchas cosas ¿no? – razonó Remus.
- Os proponemos un pacto de información mutua – siguió Lily – Nosotras os hablamos de aquellas cosas que hemos encontrado por Hogwarts y vosotros nos contáis las vuestras -.
- A mí me gusta el trato – dijo Peter.
Sirius y Remus también se mostraban de acuerdo. Sin embargo, James seguía con la misma expresión pétrea.
- James, ¿te importaría dejar a un lado ese maldito orgullo tuyo?, sólo por saber la entrada a las cocinas yo estaría dispuesto a hacer lo que fuera -.
James también. Aunque no le cayese del todo bien Lily, lo cierto es que aquella oportunidad era demasiado buena.
- De acuerdo, aceptamos el pacto – cedió James.
Con ayuda de Fletcher, crearon un contrato mágico que los seis firmaron. Si alguno rompía el trato las consecuencias podían ser bastante serias.
Las niñas les guiaron hasta un corredor donde destacaba un cuadro que representaba un bodegón. Althea se acercó al cuadro y le hizo cosquillas a una pera hasta que, entre risitas, se transformó en un pomo verde.
Los seis niños entraron en una inmensa cocina. Cacharros, hornos, comida y elfos, un centenar de elfos domésticos en plena preparación de la cena.
- Es mejor de lo que imaginaba – dijo Sirius, con la misma expresión que tendría si la Navidad se hubiese adelantado.
Un elfo se acercó a ellos con una obsequiosa sonrisa.
- Hola jóvenes señores, ¿Hasty puede ayudarlos? -.
- Hola Hasty, estos son amigos nuestros – dijo Lily.
- Es un honor para Hasty conocer a los amigos de la señorita Evans, ¿quieren que Hasty les traiga algo?, ¿un té? -.
- Gracias Hasty, pero sólo estamos de paso – sonrió Althea.
- Si quieren algo, pídanlo, Hasty debe volver a su trabajo -.
El elfo regresó a los fogones.
- Lily, ¿cómo encontrasteis este sitio? -.
Ella se quedó perpleja por lo amable que había sonado la voz de James.
- Después que la señora Pomfrey me atendió en la enfermería, me envió a dormir un rato. De camino a la Torre me tropecé con Hasty, como era la primera vez que veía un elfo doméstico le quise hacer muchas preguntas; él se ofreció a llevarme a la cocina y a seguir hablando allí en compañía de un té bien calentito y unas pastas -.
- Por eso Willow se permitía el lujo de dejarse la comida que no le gustaba, luego os pasabais por aquí y hacíais que los elfos os prepararan algo – sonrió Sirius – Propongo que adoptemos a Evans y a Willow -.
- Nos conformamos con un poquito más de confianza por vuestra parte – replicó Thea – Y que dejes eso de "Evans" y "Willow", tenemos nombres, "señor Black" -.
- ¡Sin problema! -. Sirius las abrazó a ambas a la vez y les dio un sonoro beso a cada una en la mejilla. – Sois geniales chicas -.
- Siempre es tan... -.
- ¿Efusivo? – terminó Remus por Thea – Me temo que sí -.
Salieron de las cocinas y los cuatro chicos les mostraron a sus compañeras los atajos y pasadizos secretos más útiles. Al llegar la hora de cenar, los seis entraron en el Comedor con evidentes muestras de una camaradería recién forjada.
Los meses pasaron rápidamente. Entre clases y luchas Slytherin-Gryffindor, llegaron los exámenes.
- ¡AAAAHHHH! -.
Thea, Remus y Peter miraron con cara de susto a su amiga pelirroja. Acababan de salir de la biblioteca y Lily se había puesto a chillar como una loca.
- ¿Lily? -.
Ella les miró y se rió.
- Ya está, ha pasado, es la primera víctima del stress de los exámenes – dijo Peter, escudado tras sus libros.
- Nada de eso Pete, es que estar tres horas estudiando las Revueltas de los Duendes hace que necesite desahogarme – sonrió divertida.
- Ya es suficiente por hoy, ¿qué os parece si robamos algunos pasteles en las cocinas y nos vamos a respirar aire libre? – sugirió Thea.
- Me apunto – dijo Remus. El chico había regresado de su desaparición mensual el día anterior y se parecía mucho a un espectro, demacrado y ceniciento.
Poco después los cuatro estaban tirados en la hierba, debajo de un árbol, disfrutando de la cálida brisa de principios de Junio.
- Me da pena terminar las clases – comentó Althea – Quitando los exámenes, me encanta Hogwarts -.
- A todos nos pasa igual – dijo Remus, bostezando – Van a ser las vacaciones de verano más aburridas de mi vida -.
- Podríamos quedar algún día en el Callejón Diagón, o invadir la casa de James, si es tan rico como dice Sirius tendrá una mansión o algo parecido ¿no? – sugirió Peter.
- Hablando de esos dos, ¿dónde andan? – preguntó Lily.
- Estudiando no, eso te lo aseguro – sonrió Remus – Dicen que son demasiado inteligentes para perder el tiempo de semejante manera -.
- Tendrían que haber nacido hermanos – dijo la pelirroja.
De repente, la atención de los cuatro gryffindors fue atraída por una chica que pasó corriendo.
- ¡Susan! -.
Ella se detuvo en seco.
- ¡Lily, Thea!, ¡venid conmigo, deprisa! -.
- ¿Qué ocurre? -.
- No hay tiempo, venid -.
Picados por la curiosidad, siguieron a la rubia hufflepuff. Susan les llevó hasta una pequeña multitud que se había congregado cerca del Sauce Boxeador, Lily distinguió emblemas de Slytherin y Hufflepuff en la mayoría de las túnicas pero también había algún ravenclaw y gryffindor.
- Nott ha retado a Gudgeon – explicó Susan – Se han apostado 10 galeones a ver quien es el primero que toca el tronco del sauce -.
- Es una locura – dijo Thea.
- No tanto -.
Lily frunció el ceño ante el comentario de James Potter.
- ¿Y de dónde salís vosotros dos? -.
- Diggle nos contó lo de la apuesta y decidimos pasarnos a ver el espectáculo – dijo Sirius.
- Deberíamos irnos, como venga un profe se nos va a caer el pelo – musitó Peter.
- Tranquilo Pete -. Sirius le dio una palmada en la espalda – Nosotros sólo somos el público -.
Slytherins y hufflepuffs se dedicaron a intercambiar insultos, mientras Nott y Gudgeon se ponían en posición. Lily contempló la mole de tronco y ramas que formaban el sauce y el estómago se le contrajo.
- Tengo un mal presentimiento - musitó Thea.
Los dos chicos de 4º se lanzaron simultáneamente contra el sauce. El árbol tembló y empezó a atacarles, sus ramas golpeando como látigos. Retrocedieron ante semejante ofensiva, pero ninguno se rindió. Así fue como una rama más gruesa alcanzó a Nott de lleno y le hizo volar varios metros antes de aterrizar bruscamente. Gudgeon no tuvo tan buena suerte, cayó al suelo y quedó a merced de los golpes del Sauce.
- ¡Dios, que alguien le saque de ahí! –. El grito de Susan fue el eco de muchos otros.
- ¡Remus! -.
Todos, boquiabiertos, contemplaron como el frágil Remus se colaba con relativa facilidad entre las agresivas ramas. Nadie supo como, pero el sauce se quedó paralizado de repente.
- ¡Cogedle! – gritó Lupin - ¡Antes de que ataque de nuevo! -.
Sirius, James, un chico de Hufflepuff y una ravenclaw agarraron a Gudgeon y le alejaron del alcance del árbol. Remus se apartó corriendo del tronco del sauce, aún así no puedo evitar un par de latigazos.
Gudgeon tenía un aspecto horrible, lleno de sangre, y lo peor era una herida que le cruzaba toda la cara a la altura del ojo derecho.
- Llevémoslo a la enfermería -.
Los compañeros del herido se hicieron cargo de transportarle en brazos. La multitud se fue disolviendo poco a poco.
- ¿Estás bien, Remus? – preguntó Lily.
- Sí – asintió él, aunque no podía disimular un ligero temblor y la palidez.
- ¡Colega, eres un héroe! – saltó Sirius.
- Deberíais llevar a vuestro amigo a la enfermería -.
Los niños miraron con curiosidad a la chica de ravenclaw.
- Soy un idiota, chicos ella es mi prima Andrómeda – sonrió Sirius.
Por fin conocían a la tan renombrada prima de Sirius; una joven de largo pelo rubio, dulce rostro y los brillantes ojos azules que parecían tan característicos en la familia Black. Estrechó sus manos uno por uno, insistiendo en lo mucho que le agradaba ver que su querido primito había hecho tan buenos amigos en el colegio.
- Sirius, a pesar de sí mismo, siempre ha tenido sus pequeños defectos, ser vengativo y algo sádico, y tenía miedo de que acabase en Slytherin con las 3/4 partes de nuestra familia -.
- A veces incluso a nosotros nos sorprende que acabase en Gryffindor – bromeó James.
- Sirius, recuerda que este verano puedes venir a casa si fuese preciso – dijo Andrómeda, completamente seria – El abuelo ha insistido en que le pidas cualquier cosa que necesites. Te lo digo ahora porque con los exámenes puede que no te vea hasta la partida en el tren -.
- Vale – gruñó Black, incómodo con el cambio de tema – Nosotros también debemos irnos a estudiar -.
La joven ravenclaw se despidió de ellos y desapareció en el interior del castillo. Sirius le propinó una patada a una piedra y se encaminó al lago. Lily hizo el amago de sujetarle para saber qué le ocurría, sin embargo James se plantó ante ella y negó con la cabeza.
- Cuando Sirius se pone así lo mejor es dejarle tranquilo, en cuanto se le pase el enfado volverá a ser el loco bromista de siempre – explicó.
- ¿Qué es todo eso de irse a casa de su prima y de pedir ayuda a su abuelo? – inquirió Althea.
- Yo no soy quién para contároslo, preguntarle a Sirius y, si le apetece, quizás os lo cuente -. El chico de gafas miró a la figura que se alejaba – Vayamos a comer -.
Los exámenes llegaron. Los gryffindors de 1º se desenvolvieron bastante bien, las excelentes notas en determinadas asignaturas compensaron los tropiezos, como el de Lupin con Pociones. Sin embargo, Black y Potter sacaron unos inmejorables resultados, esto sumado a la victoria de su equipo en quidditch le dio a Gryffindor la Copa de las Casas de ese año.