N. de A. : Dedicado a todos aquellos que adoran a los Merodeadores y que quieren matar a Rowling por el capi "A través del Velo". ^^
"Operación Remus"Había transcurrido la primera semana de colegio cuando Lupin se integró a las clases. Fue durante Transformaciones y la profesora McGonagall le recibió con una ternura que sorprendió a más de uno.
- ¿Cómo estás? – inquirió James, cuando Remus se sentó a su lado.
- Bien, me alegro de veros chicos -.
- Y nosotros a ti, no nos han dejado visitarte en la enfermería y eso que viniste inconsciente en el mismo compartimiento del tren que nosotros – dijo Sirius - ¿Seguro que estás bien? -.
- Sí, mucho mejor... sólo fue el tratamiento, probaron algo nuevo y me hizo más mal que bien -.
- Señores, por mucho que todos hallamos extrañado al señor Lupin, me gustaría que prestasen atención en clase, no quiero restarles puntos -.
Los alumnos se centraron entonces en convertir sus ratones en cálices de agua.
Era cierto que muchos habían extrañado al taciturno Remus. Para empezar su compañeras de curso que le achucharon durante un buen rato, aunque también bastantes alumnos de cursos superiores se acercaron a darle la bienvenida.
- Vaya Remsie, al final vas a ser don famoso – rió Sirius.
El pobre Lupin, abochornado, balbuceó algo que intentaba, como siempre, restarle importancia al interés que todos sentían por él.
- Deberías dejarte de tonterías Remus y aceptar los elogios, no puedes esconderte eternamente – dijo James.
- Lo sé, pero no estoy acostumbrado a ser el centro de atención – replicó aún sonrojado.
Llegaron a la clase de DCAO justo cuando salían los de 7º. Lisa Morley y Mundungus Fletcher se detuvieron a saludar al enfermo con los demás gryffindors. Las orejas de Remus seguían rojas por el bochorno, pero el niño consiguió devolver las sonrisas y agradecerles su interés sin tartamudear.
Entraron al aula y tomaron asiento haciendo caso omiso de los insultos de los slytherins, aunque Thea tuvo que agarrar a Sirius del cuello de la túnica y medio estrangularle para que no echara mano de la varita.
- Eres una bestia, Willow – renegó el niño.
- Mejor eso que perder puntos por tu estupidez, Black-.
La entrada de Alexander Frost evitó una riña entre ambos. Vestía de blanco, si no fuera por su pelo rubio hubiera parecido una estatua de mármol.
- Bienvenido señor Lupin – dijo con su perenne frialdad, y fríos los dejó a todos cuando sonrió – Me alegra tener de vuelta a una de las pocas mentes que merecen de mi atención. Ahora, si todos abren sus libros por la página 60, podremos empezar con los dragones -.
Sirius escribió una nota y se la pasó a James y Peter que se sentaban delante de él y Remus: "Propongo a Remsie como patrono de los milagros. ¡Ha hecho sonreír al señor iceberg!". Potter se la pasó a Lily y a Thea, reprimiendo la risa.
Una mano se alzó entre los pupitres de los slytherins.
- ¿Señor Snape? -.
- Profesor Frost, sé que le disgusta que no atendamos en clase, y por eso creo que debo avisarle que Black, Potter y Evans se están pasando notas -.
Lily, que tenía el trocito de pergamino en la mano, se quedó blanca del susto.
- Señorita Evans, deme ese papel -.
- Yo... -.
- Deme la nota -.
- No puedo -.
Un espeso silencio se abatió sobre la clase. La pelirroja sabía que se arriesgaba a un duro castigo, pero también era consciente que ni de lejos sería tan terrible como el que le aplicarían a Black por la travesura. No era ningún secreto que Frost se la tenía jurada a Sirius desde que, no se sabe si por accidente, al niño se le cayó desde el 2º piso una bolsa llena de bombas fétidas sobre la cabeza del profesor.
- Señorita Evans, está desafiando mi autoridad – amenazó Frost.
- No le desafío profesor, en serio, aceptaré el castigo que quiera imponerme por la notita pero su contenido es personal -.
Frost avanzó con la clara intención de quitarle el pergamino por la fuerza y Lily se lo metió en la boca y se lo tragó, aunque casi se ahoga en el proceso. La clase dejó de respirar al ver la cara del profesor.
- Muy bien, señorita Evans, por lo pronto le resto treinta puntos a su Casa y ya hablaremos del castigo al concluir la clase -.
Nadie osó moverse en el tiempo restante. Todos recogieron sus cosas en silencio y salieron del aula, dejando a Lily sola frente al peligro. La niña permaneció sentada en su pupitre, observando como Frost terminaba de hacer unas anotaciones y ordenar sus papeles.- Señorita Evans, acérquese -.
Ella obedeció y fue junto a la mesa del profesor. Éste alzó por fin la mirada y, cruzando las manos, encaró a la asustada pelirroja.
- ¿Por qué ha hecho semejante estupidez? -.
- Debía un favor -.
- Ah, el maldito código de honor de los leones, siempre os trae más quebraderos de cabeza que beneficios – comentó Frost – He meditado el castigo que merece su desobediencia. Para cumplirlo, vaya a mi despacho en cuanto termine sus horas lectivas -.
- Sí, profesor Frost -.
En el descanso entre clase y clase, Black y Potter se acercaron a la triste pelirroja.
- Lily, gracias por lo de antes –. Sirius le dio uno de sus enérgicos abrazos.
- Ha sido la hazaña más espléndida y la estupidez más grande que jamás he visto, gracias Evans – sonrió James - ¿Qué te ha puesto de castigo? -.
- Aún no lo sé, tengo que ir a su despacho luego -.
- Si te manda a las mazmorras apela a McGonagall – añadió Althea – Aunque no creo que sea tan sádico de imponerte un castigo físico -.
- Eso creo yo, por eso cargué con la culpa –. Lily señaló a Sirius – Si le llega a pillar a él seguro que lo azota -.
- Y no le vendría mal – gruñó Thea.
- Le debía lo de salvarnos de la armadura – dijo la pelirroja – Bueno, ya sólo quedan dos horas de clase, así que pronto saldremos de dudas -.
Lily desapareció al concluir las clases y sus compañeros se recluyeron en la Sala Común con el ánimo por los suelos. Sirius se puso a hacer crucigramas junto con Peter, ambos echados frente a la chimenea. Remus decidió hacer los deberes atrasados con ayuda de James, Thea y Selinda.
Había más gente por la Sala y muchos estaban tan impacientes como los de 2º por saber qué había sido de la muchachita que había plantado cara al jefe de Slytherin.
El retrato se abrió. Longbottom lucía una expresión de lo más catastrofista.
- Frank, ¿qué sucede? -.
- Frost ha llevado a Lily a las mazmorras del pasillo Oeste, justo donde están trabajando los de 7º -.
- ¿¡Qué!? – chilló Morley - ¡Frost es un psicópata! -.
- Lisa, ¿qué estáis estudiando? – inquirió Remus, alarmado.
- Tenemos a tres lethifolds en esas mazmorras, son nuestro examen de fin de año, todos debemos dominar el hechizo Patronus para superar el curso – gimoteó ella – Pobrecita Lily -.
- No irá a echarle una cosa de esas, ¿verdad? – intervino James, recordando las descripciones de sombras que devoraban a magos – La mataría en medio segundo -.
- Creo que le hará pasar la noche allí abajo en compañía de los lethifolds, no es tan sádico como para azuzarle un bicho de esos a una niñita de 2º – dijo Longbottom.
- Aún así el castigo es excesivo – protestó Thea - ¿Qué dice McGonagall? -.
- Que Frost está en su derecho a poner el castigo que desee mientras el alumno no corra peligro -.
James frunció el ceño, sus gafas resbalaron por su nariz y se las colocó con parsimonia. Lily estaba allí abajo por su culpa y Snape pagaría caro su actuación.
Encogida bajo su capa, Lily corría intentando mantener el frenético paso del profesor Frost. Sus ojos verdes miraban a uno y otro lado, a las mazmorras y lugubres pasillos de antorchas apagadas hacía siglos.
- Hemos llegado -. Una gélida sonrisa acompañó el movimiento del maestro al abrir un tosco pero recio portón – Bienvenida a su suite por esta noche, señorita Evans -.
La niña se asomó al interior. Un escalofrío de auténtico pánico le recorrió el espinazo. Tres sombras pululaban de un lado a otro, como animales enjaulados, y Lily los identificó como lethifolds gracias al texto que Frost le había hecho copiar diez veces.
- Ellos se encargarán de que no se sienta sola -.
La mano del profesor se cerró en torno a su brazo como un grillete y la obligó a colocarse en el centro de la mazmorra.
- No se mueva de este punto, señorita Evans; me disgustaría mucho tener que comunicarle al director su desaparición accidental -.
- ¡No puede dejarme aquí! -.
- Puedo, creame – replicó Frost sin alterar su expresión – Así aprenderá a comportarse en mis clases, a no desobedecer una orden y a no encubrir delincuentes -.
El portón se cerró con un golpe ominoso, no muy diferente del que haría una tumba al ser sellada, dejando a Lily sumida en la oscuridad y en un silencio cargado con los susurros de los lethifolds. Muy despacio, se sentó en el suelo y escondió el rostro contra sus rodillas, llorando.
Algo le rozó el cabello. Gritó y un chisporroteo iluminó la mazmorra. Se atrevió a echar un vistazo y descubrió que el escaso mobiliario, dos mesas largas, estaban en llamas; había hecho magia incontrolada otra vez. Los lethifolds seguían dando vueltas en torno a ella, como buitres ansiosos, pero la luz le permitió a Lily descubrir un círculo rojo en el suelo. Se inclinó y examinó con detalle los trazos, eran una compleja red rúnica y, sin duda, su objetivo era servir como escudo contra los lethifolds. La niña sonrió, a pesar de todas sus amenazas Frost jamás la hubiera expuesto a un auténtico peligro.
El fuego terminó por extinguirse. Lily se tumbó en el frío suelo y cerró los ojos. Seguía sin ser demasiado agradable estar en semejante sitio con aquellos bichejos dando vueltas, pero ya no tenía miedo. Durmió a ratos, asustada por la idea de rodar sin querer fuera del círculo de protección, pero feliz de haber desmantelado el castigo de Frost.Cuando Lily se personó a la mañana siguiente en el Comedor, blanca y ojerosa, la mesa de Gryffindor estalló en aplausos. Ella, repentinamente tan roja como su pelo, se sentó entre Thea y Kathleen. Lo cierto es que no cabía en sí de satisfacción, más al recordar la sorpresa de Frost al encontrarla con síntomas de haber pasado un frío glacial en lugar de un terror insoportable.
- Jo con Evans – le dijo Sirius a James.
- Es valiente – asintió el niño de gafas, desaparecido dentro del periódico – Por eso el sombrero la puso en esta Casa -.
- ¿Desde cuándo te interesa leer el periódico? -.
- Tú es que eres medio troll y sólo te gustan los crucigramas -.
La colleja que recibió James casi le manda las gafas a la mesa de Ravenclaw.
- ¡Tampoco era para que me descoyuntaras! – protestó Potter.
- ¿Qué lees, Jamie? – inquirió Sirius.
- Lo de la calavera esa, últimamente aparece allí dónde se comete un delito grave; hay desapariciones y asesinatos casi todas las semanas. Parece que no vives en este mundo -.
Los ojos azules de Sirius se oscurecieron al ver la foto de la calavera con una serpiente brotando de su boca.
- En mi casa comentaron algo... algo sobre este símbolo -.
- ¿Qué? – masculló James.
- Mi madre decía que era la bandera de nuestra libertad, que había llegado alguien que pondría a los sangre sucia en su sitio -.
- La noticia dice que el Ministerio de Magia no tiene claro quien es el autor de los crímenes -.
El gesto de Sirius se tornó más serio. Nadie en su sano juicio se sentiría feliz al saber que su familia apoya a una tropa de asesinos.
- Te prometo James que en cuanto pueda me marcharé de casa -.
Esa tarde se declaró fiesta en la Sala Común de Gryffindor para celebrar la hazaña de Lily. Fletcher apareció cargado con dos mochilas repletas de chucherías variadas de Honeydukes, lo que le valió una ovación general y que Potter y Black le dieran la tabarra hasta que confesó la ubicación de un pasadizo que comunicaba Hogwarts con la tienda de dulces.
- ¿Sabéis dónde está la bruja tuerta y jorobada del corredor del tercer piso? -.
- Sí, desde allí fue donde les echamos a los slytherins de 2º un hechizo imantador la semana pasada – afirmó Sirius con cara de profesional – A Pringle casi le da un ataque al ver todas las armaduras de esa zona abolladas. Tardaron una hora en sacar a los serpientes de entre la chatarra -.
- Sigue Mundugus – dijo James.
- Bueno, pues si le das a la joroba de la bruja con la varita y dices "dissendio" se abre el pasadizo, os deja directamente en el sótano de Honeydukes -.
- Te debemos una, Mundungus – sonrió Sirius.
- El que le hagáis la vida imposible a los slytherins es suficiente – rió y sacó de su túnica dos cervezas de mantequilla – Para vosotros -.
Los dos niños las aceptaron encantados y le explicaron a Fletcher cómo acceder a las cocinas del colegio, convirtiéndole en el ser más feliz del planeta. Luego fueron a contarle a Remus, rodeado de envolturas de chocolatinas, y a Peter su descubrimiento.
Más tarde, ya en el cuarto preparándose para dormir, James y Sirius no hacían más que proponer trastadas que implicaban el pasadizo de Hogsmeade.
- Podemos ir un día a la Casa de los Gritos – dijo James – Johnson dice que él no ha oído ruidos durante las horas de sol, que sólo ocurre por la noche -.
- Fantasmas trasnochadores – rió Sirius – Yo me apunto -.
- Yo también – coreó Peter.
- Ni se os ocurra -.
Los tres joviales niños miraron perplejos a Remus, intentando descifrar si su expresión era de miedo, enojo o qué.
- Hasta Dumbledore ha advertido que la casa es peligrosa -.
- ¿Y?, también lo es el Bosque Prohibido y bien que nos acompañaste a por las doxys – arguyó Sirius, tirado boca arriba en la cama y dejando que su cabeza colgara fuera del colchón.
- ¡Si vais no pienso volver a dirigiros la palabra! – amenazó Remus – No sabéis a qué os arriesgáis... no... -.
- ¿Y tú sí? -.
La inquisitiva mirada de James fue más de lo que Lupin podía soportar y cerró las cortinas de su cama con un brusco movimiento. El niño de gafas se cruzó de brazos e intercambió con Sirius una mirada de complicidad; allí tenían una primera actitud fuera de lo normal, algo más a añadir a la lista de la "Operación Remus".
Se metieron en la cama y apagaron las luces, por respeto a Remus no comentaron nada. Sin embargo, ahora James recordaba que no era la primera vez que su afable amigo se ponía nervioso ante la sola mención de la Casa de los Gritos.
A la mañana siguiente, Remus fue el primero en levantarse y bajó solo a desayunar. Sus tres amigos estaban desconcertados y casi se caen de espaldas al ver que Lupin se sentaba en clase con Selinda en lugar de con ellos.
- ¿Qué le habéis hecho a Remus? – les preguntó Thea, al salir de Encantamientos – Lleva todo el día evitándoos, ni siquiera ha venido a comer para no veros -.
- Nada – protestaron al tiempo Peter y Sirius.
- Dijimos de ir a la Casa de los Gritos de exploración y empezó a chillarnos – explicó James.
- Disculpaos con él y no mencionéis más semejante idea – sugirió Lily – Sea lo que sea lo que le molesta de esa casa, no creo que os compense perder un amigo por hacer el idiota durante un par de horas en un edificio ruinoso -.
- Eso tiene sentido, ¿verdad? – sonrió Sirius.
- Qué harían sin nosotras – suspiró Althea.
- Nada – rió Lily.
Durante la última clase, Transformaciones, mientras la profesora McGonagall les mostraba cómo transformar una pluma en un cojín, la pizarra pareció cobrar vida. Los alumnos siguieron los trazos blancos sobre el fondo negro como hipnotizados, tanto que hasta McGonagall se dio cuenta que algo extraño sucedía y se volteó extrañada. En grandes letras ponía: "RL, lo sentimos. PP,SB,JP". La profesora, dado que había pocas dudas sobre la autoría del mensaje, castigó a los tres alumnos firmantes a limpiar sin magia las cinco clases que había en aquel corredor.
- ¡Argh!, me duelen hasta las pestañas – gimoteó Sirius, al entrar por fin al dormitorio con sus dos compañeros de castigo sin siquiera haber cenado – Hola Remsie -.
- Chicos... esto... -. Remus les observó desplomarse sobre sus respectivas camas – No teníais que haber hecho lo de la pizarra... yo también estuve muy borde ayer -.
- Bueno, ya sabes que nosotros siempre hacemos todo de manera muy espectacular – rió James – Las chicas van a tener razón, somos adictos a llamar la atención -.
- Yo me niego a seguir llamándola delante de un profe – anunció Peter – Longbottom dice que te puede caer de castigo limpiar la lechucería o los baños -.
- Mañana. Mediodía. Segundo piso. Snape y compañía tienen clase. Pregunta: ¿qué vamos a hacerles para vengar lo de Evans? – preguntó Sirius.
- ¿Bombas de "rascate cuanto puedas"? -.
- Demasiado soso, Pete – negó James – Ha de ser más desagradable -.
- Echémosles pus de bubotuberculo desde la escalera -.
- Queremos vengarnos de ellos, no matarlos Sirius -.
- El armario negro del primer piso – sugirió Remus.
- ¿Un armario? – dijeron simultáneamente sus tres amigos.
- El otro día se le escapó a Hagrid, me contó una historia de cuando él era estudiante y mencionó de pasada el armario que hay en el corredor izquierdo del primer piso. Resulta que si metes algo dentro el armario lo desaparece y nunca sabes dónde reaparecerá -.
Distintas imágenes de Snape colgando de la lechucería o de cabeza en los lavabos hicieron sonreír malignamente a los cuatro niños. James sacó papel y pluma.
- De acuerdo, caballeros, esto es lo que haremos... -.
Lily abandonó el confortable calor de la cama una hora antes de lo necesario para asistir a clase. Se vistió rápida y silenciosamente, tomó su mochila y salió de la torre.
En el aula convenida aguardaba alguien enfundado en su capa negra. Los oscuros ojos de Snape no reflejaron nada en particular cuando la pelirroja irrumpió con el ceño fruncido anunciando tempestades.
- Te has lucido con lo de la notita – le recriminó la niña - ¿Acaso no pudiste chivarte antes, o mejor, no hacerlo? -.
- Pensaba que serías lista y culparías a Black – dijo Severus – Frost es muy desagradable pero está chafado a la antigua, no le gusta castigar a las alumnas y hubiera sido feliz de descargar su ira contra el perrito faldero de Potter -.
- Sí, lo sé, el profesor me lo dijo. El problema es que yo le debía una a Sirius, fue mi manera de compensarle por evitar que me partiera la crisma en las escaleras -.
El slytherin enarcó una ceja.
- Es una larga historia -. Lily se sentó en el pupitre frente al del niño – Severus, esto de ser amigos no funciona muy bien -.
- Se clara, si no quieres ser mi amiga dilo -. A pesar de su frialdad, Snape no pudo esconder un fugaz gesto de decepción.
- No quiero dejar de ser tu amiga – afirmó la pelirroja – Pero, tienes que reconocer, que es difícil. Mis compañeros y tú os odiáis y os hacéis las trastadas más horribles que se os ocurren, lo que me deja a mí en medio -.
Snape cruzó los brazos sobre la mesa y miró hacia un lado, pensativo.
- Prometo dejarte al margen -.
- ¿Qué? -.
- Lo que has oído – gruñó, volviéndose hacia ella nuevamente – Nadie notará nada. La guerra entre mis compañeros y la tropa Potter es tan... "intensa" que todos pensarán que no tengo tiempo para desperdiciar con una niñata -.
- ¡Oye! – protestó Lily – Lo de niñata te lo guardas, ¿o quieres que yo también empiece a llamarte "pico de loro"? -.
- Eso es un grave insulto -. Severus esbozó una media sonrisa – Te reto a duelo -.
- Acepto -.
Con un rápido movimiento ambos se pusieron en pie y desenfundaron las varitas.
Althea estaba plantada ante los invernaderos con una cara tal que ni siquiera sus compañeras de cuarto se atrevían a dirigirle la palabra.
- Danforth, McBride -.
- ¿Qué tripa se te ha roto, Black? – inquirió Deyanira.
- A mí ninguna, pero ¿y a Willow? -.
Las niñas se encogieron de hombros. Lo único que se les ocurría era que estaba enfadada porque Lily había desaparecido sin decirle nada.
Por fin, justo cuando entraba el profesor Mazzard, Lily hizo acto de presencia. Corriendo soltó su mochila y preparó sus instrumentos para la clase de Herbología.
- Señorita Evans, ¿se encuentra bien? -.
La pregunta del profesor se produjo a raíz de ver el brazo de la pelirroja vendado y un par de cortes en su pecosa mejilla.
- No se preocupe, profesor – sonrió la niña.
El anciano asintió y procedió a explicar cómo debían enfrentarse a lo que tenían ante ellos, ¿un puñado de judías?.
- Bien, bien... ¿qué son? -.
Los gryffindors y los ravenclaws se miraron desconcertados. Peter le susurró algo a Remus.
- Señor Pettigrew, comparta con nosotros su opinión – pidió Mazzard sin mala intención.
- ¿Son alubias? – aventuró el crío, abochornado.
- ¡Exacto! -.
- ¿Y qué hacemos cultivando judías? – intervino Sirius, impaciente.
- Ah, señor Black, pero esto no son judías normales -. El profesor cogió una entre dos dedos – Su color es absolutamente blanco, excepto por esta línea roja ¿la ven?... bien, ahora quiero que tomen una cada uno porque sus deberes van a ser cultivarla -.
Hubo muchos gestos de estupefacción.
- Han de descubrir cómo hacerla germinar – aclaró el anciano con gesto afable – No basta con abono, agua y mimos como hasta el momento. Pueden acudir a la biblioteca o experimentar por su cuenta, como gusten. Las macetas con vuestros nombres estarán al lado de los invernaderos, para que podáis visitar vuestra judía cuando queráis y experimentar con ella. Ah, y el que primero lo consiga de las cuatro Casas logrará treinta puntos -.
- ¿De cuánto tiempo disponemos para conseguirlo? – preguntó Olivier Mercury de Ravenclaw.
- Un mes. Aunque mientras seguiréis asistiendo a mis clases para aprender de otras plantas – respondió el profesor – Bien, como os veo muy revolucionados, concluiremos la clase por hoy -.
Los niños fueron al lado de los invernaderos y buscaron la maceta con su nombre para plantar la judía antes de irse a vaguear.
- Ey, Evans, ¿qué te ha pasado? -.
- ¿Dónde has ido esta mañana? -.
- Althea está que trina... ¡ay!, pero si es verdad -.
La pelirroja enarcó las cejas al descubrir a todos sus compañeros de Casa observándola.
- ¿Acaso una no puede tener sus pequeños secretos? – gruñó ella, al tiempo que se sacudía la tierra de las manos.
- Una advertencia Evans – sonrió Sirius – Nunca digas ante nosotros que tienes un secreto -.
- ¿Por?, ¿me vas a echar veritaserum en el desayuno? -.
- No es necesario – le apoyó James – Nos encanta resolver problemas y averiguar secretos, y siempre lo conseguimos -.
Casi como por casualidad, Black y Potter posaron sus ojos en Remus, que se encogió de forma involuntaria. Después se echaron a reír a lo loco y se largaron seguidos de un confuso Peter y de un cabizbajo Remus.
- Cada vez están peor – opinó Kathleen.
- Deberían hacer pruebas mentales a los alumnos – coreó Deyanira.
- Pues a mí me parecen divertidos – apuntó Selinda.
Las niñas rieron y siguieron los pasos de sus compañeros. Sin embargo, Thea sujetó a Lily para que caminase más despacio.
- Desembucha – ordenó tan amenazante como una Furia de su patria griega.
- Severus – resumió la pelirroja.
- Esos... -. Althea señaló cuatro puntitos que entraban al castillo – Van a devolverle la jugarreta a pelo grasiento por lo de Frost -.
- Las bofetadas que se den entre ellos no me incumben, estoy al margen, si necesitan freírse a hechizos que lo hagan -.
- No, Lily, te equivocas. Algo malo saldrá de todo esto, lo presiento, haz caso a una hija de Delfos -.
Después de la soporífera clase de Hª de la Magia con Binns, se llegaba a la hora de comer amodorrado perdido. Lily estaba tan abstraída que no se percató que algo sucedía hasta que oyó los gritos. Sus ojos verdes se abrieron de par en par al descubrir el pelo y parte de la túnica de Snape llenos de zumo de calabaza; Remus, aún copa en mano, intentaba disculparse arguyendo que su objetivo era un hilarante Sirius mientras varios slytherins se medio incorporaban. Remus, de repente, soltó la copa con un golpe sordo de metal y salió corriendo; al instante sus tres amigos fueron tras él.
En la mesa de Slytherin todos procuraron calmarse al ver aparecer a tres profesores. Lucius, con un giro de varita, eliminó hasta el último resto de zumo de calabaza de Snape y se inclinó para hablar con él.
- ¿Ves a qué me refería? – inquirió Althea.
- Sí -. Lily jugueteó con la verdura de su plato.
Mientras, en un pasillo de la primera planta, cuatro niños reían a carcajadas.
- Buena puntería, Remsie -. Sirius dio una palmada en la espalda a su compañero.
- Ahora viene lo arriesgado – dijo James – Has de llamar la atención de Snape y que te siga hasta el armario -.
- Vosotros encargaos de que no me fulmine, que yo haré mi trabajo – aseveró Remus.
Un rato después vieron salir a Snape y dos compañeros del Comedor. Remus, abrazando con fuerza algunos libros, cruzó a paso rápido de un pasillo a otro. Los slytherins le siguieron como polillas atraídas por la luz.
El gran armario negro esperaba en una parte estrecha del corredor. Remus lo abrió justo antes que una desagradable voz le interpelara.
- ¿Has perdido a tus amiguitos, Lupin? -.
- Ah... no... yo – balbució él, como si le sorprendiera la presencia de Severus.
- ¿Qué haces con ese armario? -.
- Seguro que es donde guarda su alijo de chucherías – sonrió uno de los slytherin.
Tres varitas apuntaron a Remus, éste se tiró al suelo justo cuando tres voces infantiles gritaban "propello remotus". Tres cuerpos pasaron volando por encima del niño rubicundo y se estrellaron en el interior del armario, Remus se levantó y cerró las puertas.
- Un trabajo magnífico, caballeros – se felicitó James, poniendo la voz grave.
- Sí, jamás creí que a Pete le iba a salir el hechizo – rió Sirius.
- Lo estuve practicando mucho, además Lily lo hace a todas horas y a la fuerza tenía que aprender el movimiento de vari... ¡Remus! -.
El grito de Peter les hizo fijarse en su amigo; éste había caído de rodillas, pálido, respirando con dificultad. Los tres niños fueron junto a él y le sujetaron a tiempo de evitar que se desplomara del todo.
- Remus, ¿qué te pasa? -.
- ... cansado... – musitó él.
- A la enfermería – decidió James.
Sirius cargó con Remus a caballito hasta la enfermería. Allí la señora Pomfrey les recibió y les indicó una cama donde dejar al débil chiquillo, para después suministrarle una poción y obligarle a comer algo de chocolate.
- Ustedes deben irse a clase – les ordenó a los otros tres.
- Pero... -.
- Nada de "peros" señor Potter, a clase -.
Cruelmente expulsados, los tres gryffindors llegaron tarde a clase de Encantamientos. Cuando le explicaron el motivo, el profesor Flitwick pareció alarmarse y mostró una genuina preocupación por Remus.
- Es culpa nuestra – dijo Sirius, al salir del aula y dirigirse a la siguiente clase – Con lo débil que estaba no debimos someterle a tanta presión, ¿y si le ocurre algo? -.
- Tranquilo Sirius – replicó James – No podíamos saber que pasaría algo así -.
Compungido, Peter caminaba entre ambos.
- Debe ser muy serio lo que tiene Remus, ¿has visto la cara que ha puesto Flitwick cuando se lo contamos? – prosiguió Black – Los profesores deben saberlo, por eso también Frost es amable con él -.
Ninguno se acordaba ya de la broma a Snape y no hubieran vuelto a pensar en él si no fuera porque, durante la cena, el director anunció su desaparición. Muchos miraron a los tres enemigos del slytherin, pero estaban tan deprimidos que ignoraron completamente los elogios y las miradas furibundas de la mesa de las serpientes.
Regresaron arrastrando los pies hasta su cuarto. Echando miradas de reojo a la cama vacía, se pusieron los pijamas en silencio hasta que llamaron a la puerta.
- ¿Están presentables? – era la voz de McGonagall.
- Sí, profesora – respondió James.
La severa maestra entró en la habitación con la enfermera Pomfrey y con Dumbledore que, ¡oh, sorpresa!, llevaba en brazos a Remus.
- Chicos, aquí tienen a su compañero – sonrió el director, depositando al niño en su cama – El señor Lupin ha insistido en regresar aquí esta misma noche a pesar de su delicado estado. Se lo hemos permitido a cambio de una promesa, que no hará esfuerzos de ningún tipo: correr, subirse a una escoba, travesuras varias, pelearse con otros alumnos... -.
- Le ataremos si es preciso – afirmó Sirius.
- Empiecen por ustedes mismos, señor Black – le reprendió McGonagall – Sus actos delictivos son los que están poniendo en peligro la salud del señor Lupin, por... -.
- Minerva, creo que los muchachos han captado lo que esperamos de ellos a partir de ahora -. Dumbledore les miró por encima de sus lentes de media luna - ¿Verdad? -.
Los tres niños asintieron repetidas veces, Peter incluso se mareó. Los adultos les dieron algunas recomendaciones con respecto a cómo cuidar del enfermo y les dejaron solos.
- Nos tenías muy preocupados Remus, ¿de verdad te encuentras bien? – preguntó al instante James.
- Sólo estoy cansado -. Sus ojos color miel chispeaban divertidos al ver tan serios a sus alborotadores compañeros.
- Entonces todos a dormir – ordenó James – Remus, cualquier cosa que necesites pídela -.
- Vale -.
Sirius, muy serio, se encargó de tapar a conciencia a su rubicundo compañero bajo las sorprendidas miradas de los otros.
- A la mínima tontería te ato, ¿ha entendido bien, señor Lupin? -. La imitación que el niño hizo de la postura y la voz de McGonagall les hizo estallar a todos en carcajadas.
Los días siguientes fueron muy tranquilos. La tropa de los de 2º de Gryffindor habían pasado de practicar la delincuencia de manera activa a una inmovilidad casi absoluta, casi, porque no pudieron evitar que toda la clase de Encantamientos acabase pegada al techo o la explosión en cadena de todos los calderos en Pociones. Hay que decir que estas últimas acciones se debieron a que James necesitaba desahogarse después que le comunicaran que ese año no necesitaban más jugadores de quidditch en Gryffindor. El enfado se le terminó de pasar cuando, por fin, Snape y sus amigos reaparecieron justo en la mesa de profesores durante la cena.============================================================
N. de A.: Lamento el retraso, he andado desaparecida por tierras sevillanas con una panda de tolkiendili ^^ Espero que la longitud del capi compense.
Gracias a Hikaru in Azkaban, Alba, Nariko y Mayu por sus reviews, también a los que me leéis pero sois tan vagos que no me decís na. ;_; Por fi, dejadme un review chiquitín. (carita de perrito abandonado tipo Sirius) O;-D
Prometo meter romance en cuanto pueda, pero es que los niñitos todavía tienen 12 años, quizás meta algo ya para 3º año.
Un besote y tenna rato!!!
