Cuero – Verano 1975, parte 3
No había nada demasiado emocionante sobre el pueblo muggle que estaba cerca de la propiedad de los Potter, además del hecho de que fuera un cambio de paisaje para los chicos, que habían pasado las últimas semanas molestando a Euphenia y a Fleamont, corriendo alrededor de la mansión y el patio, causando los líos comunes que venían con chicos de quince años. Era en su mayoría tiendas familiares, una heladería y un pub. Pero a Sirius, a quien nunca se le había permitido estar cerca de áreas rodeadas de muchos muggles, era un mundo completamente distinto. Remus lo había observado divertido, mientras Sirius, James y Peter entraron a la tienda estacionaria, ojos bien abiertos y muy sorprendidos por la idea de útiles para escribir que no necesitaban ser sumergidos dentro de un poco de tinta cada pocas líneas.
—¿Pero cómo funciona?
—La tinta se almacena en su interior —explicó Remus, aguantando la risa mientras James inspeccionaba un bolígrafo común.
—Muggles —el sangre pura suspiró, completamente sorprendido—. De verdad piensan en las cosas más grandes.
—Supongo que no tienen alternativa —Sirius estuvo de acuerdo, tomando una engrapadora que Remus inmediatamente le quitó, murmurando entre dientes sobre cosas filudas y que no quería tener que ir al hospital si Sirius se sacaba un ojo—. Ya que no tienen magia, tienen que ingeniárselas para avanzar.
Le había tomado mucho tiempo poder sacarlos de la tienda y Remus, siendo el único de los cuatro que llevaba dinero muggle con él, había llegado al extremo de comprarles un pack de bolígrafos económicos a los tres para que pudiesen experimentar con ellos todo lo que quisieran, sin tener que molestar al vendedor ya mayor que continuaba mirándolos suspicazmente durante la última media hora. Se acercaba la hora de la cena e iban a dar el paseo por terminado cuando algo llamó la atención de Sirius, y sin decir una palabra, caminó rápidamente por la calle para presionar su nariz contra la ventana de cristal de la tienda.
—Te dije que le pusieras una correa —sonrió James, empujando a Remus con el codo mientras caminaban para encontrarse con Sirius afuera de lo que terminó siendo una tienda de ropa y discos. La tienda tenía escrito Sirius por todas partes.
—Voy a entrar —anunció Sirius sin esperar una respuesta abrió la puerta y se apresuró a entrar. James, Peter y Remus intercambiaron miradas y se encogieron de hombros antes de seguirlo.
Sirius había hecho una línea B directamente a la esquina delantera de la tienda donde se había detenido admirando un maniquí que llevaba una sencilla y elegante chaqueta de cuero negro. Al comienzo, estaba completamente quieto, mirándola como si fuera la obra de arte más hermosa conocida por el hombre. Luego, lentamente extendió la mano y tocó el material sorprendentemente suave.
—¿Todo bien, Pads? —preguntó Peter, levantando una ceja. Todos estaban un poco confundidos en por qué la chaqueta había desconcertado tanto a Sirius. Sirius no respondió, pareció estar contemplando algo mientras entrecerraba los ojos y mordía su labio inferior. Finalmente, y con un sorprendente cuidado, para el usualmente inquieto adolescente deslizó la prenda desde el modelo de plástico. Volvió a revisarla más de cerca, antes de girarse a mirar el espejo detrás de él y poniéndose la chaqueta encima de su playera negra. Sus ojos grises se agrandaron un poco mientras veía su reflejo, llevando las manos a sus lados y mirándose a sí mismo desde distintos ángulos.
—Entonces… ¿cómo se ve? Bastante rudo, ¿eh? —Sirius lanzó una sonrisa sobre su hombro, dirigiéndose a sus amigos como si recién hubiera recordado que estaban ahí. Parecía como si hubiera sido sacado directamente de la portada de una revista de motos.
—Ardiente —dijo Remus, mirando a su novio de arriba a abajo con la sombra de una sonrisa asomándose en sus labios. La de Sirius se tornó maliciosa y le guiñó un ojo al otro chico.
—¿Ah, sí? ¿Tanto así te gustó, Moony?
Remus bufó y rodó los ojos.
—No, idiota. Quise decir que te ves como si estuvieras hirviendo. Es Agosto y esa cosa luce como si pesara toneladas. Quítatela, morirás de un golpe de color.
James y Peter escondieron su risa mientras la sonrisa de Sirius desaparecía.
—Yo creo que me queda muy bien —dijo él, levantando la barbilla ligeramente con confianza—. No mientas, Moony. Sabes que estás de acuerdo.
La expresión de Remus se suavizó y rio.
—Sí, Pads… Digo…Sí se ve bien en ti. Pero poco importa, no tienes dinero muggle y, además —se inclinó hacia adelante y tomó la etiqueta que colgaba de la manga—, es muy cara. —Se estremeció al ver el precio.
Sirius se desanimó, mirando nuevamente su propio reflejo y luciendo tan ilusionado que Remus de verdad encontró bastante entrañable. Se veía como un cachorro al que acababan de decirle que no tendría los restos de comida de la mesa.
—Vamos, Padfoot —dijo James, espabilándose un poco al ver la mirada de decepción en el rostro de su amigo—. Estoy seguro que podrás conseguir una como esa eventualmente. Y como dijo Remus, es Agosto. No la necesitas ahora.
Sirius suspiró y se quitó la chaqueta, dejándola cautelosamente donde estaba y dándole una última mirada esperanzada antes de seguir a sus amigos fuera de la tienda.
Mientras caminaban de vuelta a la casa de los Potter, Sirius no dijo mucho. Después de un rato de dejar al muchacho malhumorado, Remus gentilmente lo agarró por el brazo y le sonrió suavemente cuando los tristes ojos grises se encontraron con los suyos.
—Sí te veías bien con esa chaqueta, Sirius. De verdad. Como si estuviese hecha para ti.
Las comisuras de los labios de Sirius se alzaron en una sonrisa maliciosa.
—¿Sí?
Remus asintió, un tinte rosa piuntado en sus mejillas mientras agregaba:
—Pero para ser sincero… Creo que te ves extremadamente bien con casi todo —admitió tímidamente cuando sus manos se encontraron y sus dedos se entrelazaron. El rostro de Sirius se levantó y los dos ralentizaron su caminar sólo un poco para poder quedar detrás de James y Peter por unos pocos pasos. Remus se mordió el labio inferior mientras sus ojos se fijaban por un momento en la boca de Sirius e inclinó su cabeza para besarlo. Había pretendido que sólo fuese un pequeño roce pero cuando Sirius suspiró contento, no pudo contenerse y dejó que su lengua se deslizara lentamente entre los labios separados de su novio. Habían dejado de caminar por completo, olvidando a sus amigos por un momento mientras los brazos de Remus se envolvieron alrededor de la cintura de Sirius y Sirius deslizó sus manos hasta la parte trasera del cuello para dejarlas descansar en la parte superior de la espalda del más alto, donde sus dedos comenzaron jugar con los suaves cabellos de ahí. No había nada más que ellos dos por un momento, sus labios y lenguas moviéndose entre ellas, sin importarles que estaban parados en una calle relativamente pública.
El sonido de James aclarándose la garganta los trajo de vuelta a la Tierra y terminaron el beso de mala gana, aunque se quedaron por un momento más, sus frentes descansando contra la otra y sonriendo con timidez.
—¿Terminaron ustedes dos de comerse la cara? No tendrán hambre para la cena, saben —James bromeó cuando él y Peter se rieron de la pareja. Los dos se alejaron del otro, recuperando la compostura y Sirius le lanzó una sucia mirada a James y le levantó el dedo. Remus se sonrojó, pero sonreía mientras tomaba la mano de Sirius y continuaron su caminata de regreso a la casa de los Potter.
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Lily mordió el labio inferior entre sus dientes mientras observaba el pin que yacía en la palma de su mano. Una Prefecta. De verdad la habían nombrado a ella Prefecta. Su estómago se sintió mareado.
—¿No estás contenta? —preguntó Marlene, el ceño fruncido, confundida— Es algo muy importante, Lil. Y piensa en cómo se verá en tu expediente.
Lily suspiró, girando el pin entre sus dedos, agitándolo nerviosa.
—Sí estoy contenta —trató de sonar confiada, pero sabía que estaba fallando. Dejó salir una ráfaga de aire que hizo que su fleco se levantara y se sentó con fuerza en su cama—. Muy bien, estoy un poco… nerviosa.
—¿Qué? ¿Por qué deberías tener nervios? —Marlene se sentó a su lado, cruzando sus piernas debajo de ella, tomando la carta de la escuela que anunciaba el nuevo título de Lily.
—Es… —Lily se calló y rio suavemente—. Probablemente es tonto, pero… soy de padres muggles —murmuró la última parte. Marlene frunció el ceño.
—¿Y?
—Y —suspiró nuevamente, evitando sus ojos—, que con la manera que otros estudiantes han estado molestando a otros con padres muggles yo sólo… supongo que me siento un poco intranquila de obtener una posición de autoridad. Hay… algunas personas… que estoy segura no respetarán nada de lo que yo diga —le molestaba admitirlo en voz alta pero era la verdad.
—Mentiras —dijo Marlene bruscamente, la furia en su tono de voz hizo que Lily alzara la vista sorprendida—. Esa no es la Lily Evans que conozco —dijo firmemente.
—Marl…
—No. —Marlene alzó una mano para callarla—. Eres la chica más brillante en nuestro año, Lily. Y tienes un malvado talento con la varita y más de unos buenos hechizos debajo de la manga. Mereces esto. No dejes que algún estúpido partidario de los sangre pura te quiten eso.
Lily sonrió débilmente y se encontró con los intensos ojos azules de su amiga.
—Tienes razón, te dije que era algo tonto.
Marlene sacudió la cabeza sonriendo.
—Yo diría eso. Deberías estar muy orgullosa de ti misma, Lil. Yo estoy orgullosa de ti. Tus padres están orgullosos de ti. Esa maldita hermana tuya probablemente esté revolcándose de celos pero en mi opinión, eso lo hace más una victoria.
Con eso, Lily de verdad rio.
—No es divertido, Marlene.
—No tenía que serlo. Lo digo en serio —la rubia sonrió y en broma empujó su amiga—. Está este otro lado positivo, puedes darle a Sirius y a James detención, ¿eh?
Lily rodó los ojos y rio.
—¿Creí que habías dicho que no eran tan malos?
Marlene dio un pequeño encogimiento de hombros.
—No me preocupan. Pero eso tiene que darte un poco de emoción, ¿eh?
Una sonrisa apareció en el rostro de Lily y ella sacudió su cabeza.
—Está bien, puede ser un poco satisfactorio —admitió. Luego algo hizo clic en su cabeza—. Nunca me contaste por qué Sirius y tú terminaron. Quiero decir, personalmente, no puedo imaginar por qué comenzaste a salir con él en primer lugar, pero siempre pareció como si ustedes dos se llevaran muy bien.
Marlene puso una extraña cara que Lily no pudo leer.
—Nosotros no estábamos… ya sabes, bien juntos. —Saltó de la cama—. Además, no es como si fuera algo más que escabullirnos para besarnos. Solamente era una tontería, en serio.
—Mhmm —tarareó Lily pensativamente—. Dorcas y Mary piensan que a él no le gustan las chicas en lo absoluto, sabes. —Miró con atención a su amiga mientras ella parecía tensarse un poco.
—Eh, Dorcas dijo eso, ¿eh?
Lily asintió con la cabeza, observando a Marlene con cuidado.
—Dicen que debe gustarle mucho Lupin. La manera en la que lo protege y todo… ¿tú crees…?
—Creo que ése es un asunto de Sirius —Marlene dijo rápidamente. Se aclaró la garganta y comenzó a jugar con un mechón rubio de cabello entre su dedo—. ¿Y qué tiene si le gusta? ¿Dorcas… o ellas tienen un problema con ello? ¿Si Sirius hubiese sido de esa manera?
Los ojos de Lily se abrieron y se llenaron de preocupación. Sacudió la cabeza.
—No. Claro que no. Sólo fue un comentario. Eso es todo.
Marlene se lamió los labios, bajando la mirada a sus pies.
—¿Y tú? No tienes problemas con eso, ¿cierto?
Lily sacudió la cabeza nuevamente.
—No, Marly. —Luego sonrió suavemente—. Puedo nombrar cerca de veinte problemas en la cima de mi lista que tengo en la cabeza sobre Black. Pero esa ciertamente no es una de ellas… —continuó estudiando el nervioso comportamiento de su amiga—. Marlene —esperó a que la otra chica la mirara —. Nunca reprocharía eso de alguien. Amas a quien amas. Lo sabes, ¿cierto?
Finalmente Marlene asintió.
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—¿Sólo soy yo —dijo Peter, asomándose afuera de la ventana de su compartimento hacia la multitud de gente que se movía a lo largo de la plataforma de Kings Cross—, o los de primer año son cada vez más pequeños?
Sirius rio y se estiró sobre su asiento, apoyando la cabeza en el regazo de Remus, donde los dedos del hombre lobo instintivamente comenzaron a acariciar su cabello.
—No, definitivamente son más pequeños. Parecen infantes.
—Es relativo —comentó Remus suavemente, sin quitar los ojos del libro que sostenía con la mano que no estaba acariciando a Sirius—. Nosotros hemos crecido así que ellos se ven más pequeños, eso es todo.
James frunció el ceño, mirando a unos pequeños de primero correr a un lado de la puerta del compartimento.
—No sé. Ni siquiera creo que nosotros fuéramos tan pequeños… He visto duendecillos de Cornualles más grandes que esos.
Remus bufó y negó con la cabeza.
—Disparates. Tú eras muy pequeño. Merlín y Sirius aún lo es.
—¡Oi! Estoy aquí, sabes —Sirius gruñó—. Además, soy más alto que Pete. ¿Por qué no te burlas de él, maldito larguirucho?
Remus tiró suavemente el cabello de Sirius para calmarlo.
—Porque tú te burlas demasiado de Peter y alguien necesita ponerte en tu lugar.
—Hablando de ponerme en mi lugar. —Sirius levantó la mano y tiró de la túnica de su novio—, ¿no deberías estar usando tu nueva y brillante insignia, Señor Prefecto? —Remus alejó la mano, sus ojos aún pegados a las páginas de su libro.
—Te he dicho que no lo haré. —El músculo en su quijada se tensó en irritación. Sirius se sentó tan rápido que lanzó el libro del chico en un movimiento.
—Espera, ¿lo dices en serio?
Remus se agachó para recoger el libro, dejando salir un gruñido frustrado.
—Por supuesto que sí.
—¿Pero por qué? —preguntó Peter su voz tan sorprendida como la de Sirius. James también lo estaba mirando confundido ahora que el tren había comenzado a moverse y se había sentado a un lado de Peter. Remus miró entre sus amigos y frunció el ceño.
—Ustedes se pasaron estas tres semanas molestándome con eso, en primer lugar. —Los tres comenzaron a protestar pero él los calló—. Y, como dije, no necesito más estrés. Consume demasiado tiempo y no lo vale. Fue estúpido por parte de ellos en dármela de todas formas. No es como que haya hecho algo para merecerla. No tengo las mejores notas y puede que no mantenga un record en la escuela por tener detenciones, como ustedes dos, pero no tengo el historial de mejor comportamiento tampoco.
—Bueno, claro, pero sólo porque nosotros…
—James, he participado voluntariamente en el 90% de las bromas que hacemos, y lo sabes. Es completamente ridículo. No lo haré. —Examinó las hojas de su libro, tratando de encontrar dónde estaba antes de que fuera lanzado, pero entonces fue arrancado de sus manos—. Devuélvemelo, Sirius.
Sirius, quien estaba de pie en el asiento y sosteniendo el libro sobre su cabeza y fuera del alcance de Remus, lo miró furiosamente.
—No. Eso es estúpido. Tienes que hacerlo, Moony.
Remus resopló, su enojo creciendo cada vez con mayor fuerza.
—¿Por qué? ¿Para que ustedes puedan quedarse con todos los beneficios?
Sirius lo golpeó, no muy suavemente con el libro en la cabeza, por suerte de tapa blanda, y rodó los ojos.
—No, aunque aún creo que podemos darle un buen uso a los baños de Prefectos. —Esquivó la mano de su novio que había lanzado para recuperar la novela que todavía tenía como rehén—. Porque sí lo mereces, Remus —dijo seriamente—. Te esfuerzas más que cualquiera en el colegio y, sí, puede que no tengas las notas más altas pero están muy cercas para alguien que pasa por tanto como tú. Eres responsable y siempre estás ayudando a los estudiantes menores que lo necesitan y… bueno, estoy orgulloso de ti, Remus. Deberías ser premiado por lo que logras hacer. —Su rostro se ruborizó un poco y dejó caer el libro en el regazo de Remus—. Además… si no lo haces, probablemente asignen a alguien que nos fastidie o algo y no vamos a tener ninguna diversión en absoluto… Así que… de verdad deberías hacerlo, sabes —terminó diciendo de mal humor, tomando asiento nuevamente. Remus lo miró fijamente, sin palabras, aunque sentía que su enojo se aliviaba.
—Sirius tiene razón, Moony —dijo James, mientras Peter asentía con la cabeza a su lado—, si alguien en toda la escuela merece que premien su esfuerzo, ese definitivamente eres tú.
Remus sintió que su rostro se calentaba y sonrió, mirando hacia su regazo.
—Gracias. De verdad… Agradezco que sientan eso.
La puerta del compartimento se abrió y los cuatro levantaron la vista para ver a una ligeramente nerviosa Lily Evans de pie frente a ellos. James sonrió, poniéndose de pie y llevando su mano por su cabello.
—Hey, Evans. ¿Me extrañaste en el verano? —Había bajado su voz a la fuera en una octava, haciendo que Sirius, Remus y Peter ahogaran sus risas. Lily no le hizo justicia y le tomó unos quince segundos para recomponerse.
—Oh, lo siento —suspiró con alegría y sacudió la cabeza—, lo siento, eso fue un nuevo nivel, incluso para ti, Potter.
James frunció el ceño y se sentó de nuevo.
—¿Qué quieres, Evans? —preguntó irritado.
—La verdad, buscaba a Remus —dijo Lily, volviendo su atención a él—. Er… hay una reunión para todos los nuevos Prefectos en otro carro. Te estaban buscando, así que… dije que te traería.
Remus parpadeó hacia ella por un momento, sus nervios estaban volviendo.
—Oh… Uhm… Bueno. —Se levantó y se giró hacia sus amigos—. Supongo que los veré después, ¿no? No puede durar mucho…
Los otros asintieron con la cabeza, alentándolo, luego Sirius sacudió la suya.
—¿Ven? Como dije, estaremos atrapados con alguien que nos fastidiará y dejaremos de tener diversión. Evans la Prefecta… Justo lo que necesitamos.
—Es Prefecta lo sea él o no —señaló Peter.
—Sí —Sirius se encogió de hombros—, pero es una amenaza menor cuando tenemos a Moony dentro, como si fuera alguien más.
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Remus la siguió de cerca mientras Lily se apresuraba caminando por los carros para llegar al compartimento de los Prefectos. Él y Lily nunca habían sido particularmente cercanos, en parte por su disgusto por James y Sirius, pero sí estaban en términos amigables entre ellos y Remus podía notar que definitivamente algo no andaba bien.
—Hey, Lily.
—¿Hmm? —respondió ella distraída, sus ojos mirando los compartimentos mientras los pasaban.
Remus tomó su brazo amablemente y los dos se detuvieron.
—¿Por qué tengo el presentimiento de que estás tan infeliz como yo con esto de ser Prefecto?
Todo el cuerpo de Lily pareció relajarse con alivio.
—¿También tú?
Él asintió, ofreciéndole una amigable sonrisa.
—No es que no esté, ya sabes, agradecido con el Profesor Dumbledore por creer que puedo manejar esto o…
—¡También yo! —estuvo de acuerdo Lily claramente contenta de ver que no era la única que se sentía con un poco de presión—. Estoy emocionada, en serio… Quiero decir, a nivel personal, seguro, estoy orgullosa de mí, pero —sacudió la cabeza—, no puedo evitar pensar que puede ser…
—¿Más estrés del que valga la pena? —Remus sonrió con ironía y la chica rio, asintiendo.
—Exactamente —suspiró—. Aunque, ¿te soy sincera?
—Claro.
—Estoy muy contenta de que, si tengo que hacer esto, al menos eres tú el que está conmigo. —Ella le ofreció la mano—. Trabajaremos juntos, ¿no?
Remus tomó su mano y las sacudieron.
—Hecho.
