N. de A.: Dedicado a todas las seguidoras de nuestro querido lobito de peluche ^^, en especial a Nura. Pasaos por Lovewolf para ver pics muy chulos de él.

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Ojos dorados en la noche

- ¡Bragh! -.

Un montón de chillidos femeninos alertaron a Longbottom que, antes de llegar al centro del alboroto, ya estaba gritando los nombres de Black y Potter.

- Frank, ¿tan predecibles somos? – inquirió Sirius, quitándose la horrorosa máscara que Fletcher le consiguiera en Zonko.

- Sólo un poco – rió el prefecto – Por hoy os lo perdono, Halloween son fechas para desmadrarse un poco -.

- Ellos están desmadrados todo el año – protestó una de las chicas, desde la otra punta de la Sala Común.

La ingeniosa réplica de James murió en sus labios al ver quien bajaba las escaleras cargando una mochila.

- Remus, ¿te vas? -.

- El tratamiento – . Se encogió de hombros bajo la túnica.

- Sea lo que sea lo que te dan te hace más mal que bien, ahora hasta estás cogiendo peso – dijo Sirius.

- Eso es porque no me habéis dejado ni moverme – sonrió Lupin y sacó un paquete de su bolsa – Esto es para ti, no estoy para tu cumpleaños -.

Sirius desgarró el papel y sacó una gorra azul marino con dos juncos dorados cruzados en su parte frontal, el emblema del Puddlemere United, su equipo favorito de quidditch; se la puso sobre su brillante pelo negro y adquirió una pose con los brazos cruzados.

- ¿Qué os parece?, a que molo -.

- Cada día estás peor – sonrió Peter.

- Gracias, Remsie, esperaremos a que vuelvas para celebrar mi cumple – dijo el niño mientras le atizaba una colleja a su regordete compañero.

Remus se marchó, y también casi todos los alumnos mayores de 13 años para visitar Hogsmeade durante el día.

- Me aburrooooooo – bostezó Sirius, tirado en uno de los sillones de la Sala.

- Pues piensa en cómo hacer brotar las dichosas judías de Mazzard -. James tenía precisamente entre las manos un manual sobre plantas mágicas – Sólo nos quedan tres días y son treinta puntos, ¡treinta! -.

- Prefiero preparar alguna sorpresa para la noche, lo de la ilusión mágica está muy visto -.

- Siempre podemos soltar algunos de los bichos que Frost guarda en su despacho –.

- Me abruma tu entusiasmo, Jamie -.

- Si te aburres, haber ido con Pete a por provisiones a la cocina -.

- Nah, dejémosle un rato solo, a veces tengo la sensación de que tengo dos sombras en lugar de una -.

- ¿Se te ha ocurrido algo respecto a Remus? -.

Sirius se puso de rodillas en el sillón y apoyó los brazos y la barbilla en el respaldo para mirar a su amigo.

- Nada – suspiró agitando su flequillo – La semana pasada cogí el Vade Mecum Magicum y ninguna enfermedad se corresponde con todos sus síntomas -.

- Imposible, todas las enfermedades están en ese libraco -.

- Lo sé, James, pero parece que nuestro amigo es más rarito de lo que pensábamos -.

Potter se revolvió los cabellos, desordenándolos más si cabe.

- Algo se nos escapa, sé que algo se nos escapa -.

- Eso es obvio, sino sabríamos lo que tiene Remus -.

James tiró el libro de plantas sobre la mesa y se acercó al calendario que tenían en la Sala Común para señalar las visitas a Hogsmeade, fiestas y exámenes. Echó cuentas con los dedos mientras Sirius le observaba en silencio, éste sabía que algo se cocía detrás de aquellas gafas.

- Veintiocho -.

- ¿Qué dices Jamie? -.

Sirius fue junto a su amigo.

- Remus desaparece exactamente cada veintiocho días -.

- Vale, la teoría de la menstruación cobra fuerza, ¡auch! -. Black se llevó una mano a la cabeza, donde James le había golpeado.

- El problema es que no siempre se marcha el mismo tiempo, varía entre una semana y cuatro días -.

- Ahora nos toca saber qué significado tiene eso -.

La llegada de Peter con una montaña de dulces dio por zanjada la discusión.

Después de un día bastante aburrido, las alumnas de 2º de Gryffindor subieron a sus habitaciones a vestirse para la cena de Halloween.

- Black es un cerdo, parece mentira con la familia a la que pertenece – gruñó Deyanira, mientras se quitaba la túnica llena de pastel de trufa.

- ¿Familia?, ¿no era hijo de mago y muggle? – inquirió Althea.

- ¿Black? -. La guapa niña se echó a reír – Es igual que Potter, ambos pertenecen a familias de magos de rancio abolengo. Los Black tienen tanta pasta que no trabajan, sólo realizan labores de apoyo para el Ministerio -.

- ¿Por qué mintió entonces? – inquirió Selinda.

Deyanira sacó una de sus revistas y les mostró un artículo sobre la poderosa familia Black haciendo alarde de poseer la casa con mejores sistemas de seguridad de toda la comunidad mágica.

- Son de esos que apoyan la pureza de raza y demás, slytherins totales, no me extraña que a Black no le guste presumir de familia – explicó Deyanira.

Mientras las otras niñas discutían sobre los Black, Lily revolvía su baúl en busca de su túnica para ocasiones especiales; al sacarla de un tirón algo cayó al suelo, el libro que sus padres le habían regalado por su cumpleaños. El título fue una auténtica revelación, "Jack y las Habichuelas Mágicas".

- ¡Lo tengo! -.

El grito de Lily sobresaltó a sus compañeras.

- ¿Qué? -.

- Ya sé cómo hacer germinar la judía -. La pelirroja cogió su capa – Voy a bajar un momento a los invernaderos, ahora os veo en el Comedor -.

- ¿Te acompaño? – preguntó Althea.

- No hace falta, además tú querías darte una ducha y no te daría tiempo -.

Lily desapareció a la carrera, deseando recuperar para su Casa los treinta puntos que le quitó Frost.

- ¡Qué moral! – dijo Kathleen – Como haga germinar la judía creo que la planta se va a quedar congelada, ahí fuera está cayendo una helada de las buenas -.

- Bueno, no creo que germine esta noche, esas cosas llevan tiempo – apuntó Selinda.

Las niñas se terminaron de preparar para la cena y fueron a la Sala Común. Las cuatro miraron extrañadas a la cantidad de gryffindors allí reunidos, se podía decir que toda la Casa estaba en la Sala. Longbottom entró en ese momento con otros ocho alumnos de distintas edades.

- Escuchad bien, la cena de Halloween ha sido suspendida -.

Un rugido de protestas llenó la habitación.

- No es por gusto – les acalló el prefecto – Un peligrosa bestia anda suelta por el colegio y hasta que la atrapen todos permaneceremos aquí, a salvo -.

- ¿Qué bestia es? – preguntó uno de 6º.

- Eso es lo de menos, Johnson. Es peligroso y punto. Se nos servirá aquí la cena y podremos estar de fiesta hasta las dos, entonces todos a dormir. La profesora McGonagall se pasará cada cierto tiempo para asegurarse que estamos bien -.

Althea sintió que todo aquello sólo podía ser una broma, Lily ahora estaba corriendo por los pasillos del colegio a merced de una terrible bestia asesina.

- ¡Potter, Black! -.

- ¿Qué pasa Willow? -.

La chica griega y sus compañeras parecían realmente preocupadas.

- Lily está fuera -.

- ¿¡Qué!? – exclamaron los niños.

- Salió a los invernaderos porque sabía cómo hacer brotar la judía, eso fue antes que Longbottom llegara con el aviso de la bestia y aún no ha vuelto -.

- McGo le ha dicho a Frank que han avisado a todos los alumnos, lo han gritado por todo el colegio usando el hechizo "sonorus" – dijo Sirius.

- Pero si Evans estaba fuera no lo habrá oído – repuso James – Voy a salir a buscarla -.

- Estás majara – le espetó Deyanira.

- Conozco todos los pasadizos secretos del castillo y no soy malo con la varita – replicó él.

- No es momento de hacerse el héroe, Potter -.

- Avisemos a los prefectos, ellos se lo dirán a los profesores – propuso Selinda.

- Para entonces Lily puede haberse convertido en la cena de ese monstruo – dijo Sirius – Voy contigo James. Vosotras entretened a Longbottom y a Morley, no deben darse cuenta de nuestra ausencia. Si hace falta, Pete tienes mi permiso para usar las bengalas -.

Los niños fueron a por sus varitas y salieron disimuladamente de la Sala. No bien entraron en el primer pasaje secreto, James detuvo a Sirius.

- Tengo que contarte algo -.

- No hay tiempo -.

- Mira -. James sacó una capa plateada que había llevado oculta bajo la túnica – Nos hará invisibles -.

- ¿De dónde demonios la has sacado? – exclamó Sirius, perplejo.

- Ya te lo explicaré, nos ayudará en campo abierto -.

Los dos niños, varita en mano, fueron explorando sistemáticamente el colegio. La oscuridad y el silencio eran los reyes en Hogwarts esa noche, incluso Peeves parecía haberse tomado unas vacaciones. Sólo vieron pasar a Frost, seguramente en busca del intruso.

- Es una locura, no hay quien la encuentre – suspiró Sirius – Además no hemos visto ni rastro de la bestia que... -.

Un aullido profundo y prolongado les heló hasta la médula. Ambos se quedaron clavados en su sitio, viendo cruzar al fondo del pasillo una mole peluda de dos metros, con brillantes garras a la luz de la luna que entraba por los ventanales.

- Joder – jadeó Black – Se han pasado dando de comer a esa cosa -.

- Ha encontrado un rastro -.

- ¿Qué? -.

James agarró a su amigo de la túnica y tomaron otro de los atajos que conocían para salir a la entrada de la Sala de los Trofeos.

Lily bajó corriendo los escalones de la entrada y cruzó hacia los invernaderos sin necesidad de más luz que la luna llena. El alma se le vino a los pies cuando descubrió una planta abriéndose camino hacia las nubes, estirando sus raíces, ramas y hojas en todas direcciones. La niña buscó la cerámica con el nombre del alumno.

- "Remus J. Lupin"... bueno, al menos los puntos serán para Gryffindor -.

Depositó el fragmento en el suelo y fue a por su maceta. Fue exponerla a los rayos lunares y empezar a brotar a una velocidad asombrosa, casi no tuvo tiempo de ponerla cerca de la planta de Lupin.

- Esto ya está, será mejor que vuelva antes que me congele -.

El terreno helado crujía a cada pisada, eso fue lo que advirtió a Lily de otra presencia. Miró por encima de su hombro y la oscuridad le devolvió una mirada de ojos dorados. No lo pensó, echó a correr y subió los escalones de dos en dos con lo que fuera pisándole los talones.

Sin dejar de correr, Lily metió la mano en su bolsillo y sacó la varita. Apuntó a las armaduras, armarios, muebles... todo lo que había en el pasillo y lo hacía volar en dirección a su atacante. Un gañido demasiado cercano dio renovadas fuerzas a sus piernas. Torció por un corredor, atravesó un patio, cruzó salas... ¿¡dónde demonios estaba todo el mundo!?.

Un aullido le heló la sangre. Se volvió un instante y casi se le cae la varita del susto, las antorchas le dejaron ver un gigantesco ser de aspecto lobuno en el que destacaban especialmente las garras y los colmillos. Lily entró en la Sala de los Trofeos, pero el cazador ya la había olido y fue tras ella.

La niña, exhausta, tropezó y perdió la varita. Un ronco gruñido de satisfacción la paralizó. Vio al lobo rodearla, observándola con esos hipnóticos ojos ambarinos. Ella lloró en silencio y, no obstante, hizo un último intento de huir. La bestia fue más rápida, lanzó un zarpazo y Lily se golpeó violentamente contra la pared, cayó inconsciente.

- ¡Lily! -.

El lobo se giró, pero no había nadie... aunque había olores nuevos en el aire. Hambriento, decidió acabar con su primera presa de la noche, cual no fue su sorpresa al no encontrarla. Emitió un rugido de frustración.

Sirius y James se estremecieron debajo de la capa invisible, acurrucados para evitar en lo posible al lobo y cubrir bien a su compañera pelirroja. Ambos asían con fuerza sus varitas, buscando mentalmente los hechizos más poderosos que conocían.

El animal, o lo que fuera, se detuvo a escasos dos metros de los niños, aparentemente confundido al no poder encontrar el rastro de Lily. Alzó su cabeza, olisqueando, y miró hacia ellos; los niños se encogieron involuntariamente, sabían que no podía verles pero no por ello dejaba de ser menos terrorífico... y fascinante. James observó aquellos grandes ojos de un ámbar llameante y vio en ellos una inteligencia realmente peligrosa, pero también algo familiar que no pudo concretar.

Con un brusco giro, el animal desapareció de la Sala de Trofeos justo antes que McGonagall y Dumbledore entraran por la otra puerta.

- Albus, no dejes que Alexander lo haga -.

- Minerva, es un peligro para sí mismo y para los demás... Vamos a tener que hacerle un poco de daño y yo soy el primero en lamentar la situación -.

Los profesores se marcharon y dos perplejos niños y un niña inconsciente surgieron de la nada.

- ¡Lily! -.

Thea abrazó a su amiga en cuanto entró por el retrato.

- Gracias por vuestra ayuda, chicos – dijo la pelirroja, con la túnica de James enrollada en el brazo que había recibido el zarpazo.

- ¡Bah!, ¿para qué estamos si no es para rescatar a nuestras compañeras de monstruos hiperalimentados? – bromeó Sirius.

- Chulo -.

- Siempre amable, Nira -.

- Señorita Danforth para ti, Black -.

- Os habéis cruzado con la bestia –. Thea examinó los cortes de su amiga que, por suerte, solo eran superficiales.

- Sí – reconoció James – Por suerte no nos vio y pudimos sacar a Lily por uno de los pasajes secretos -.

La pelirroja asintió. No sabía qué habrían hecho para salvarla de aquel monstruo y no pensaba preguntárselo, estaba agotada, dolorida y con los nervios de punta y quería olvidar el incidente lo antes posible.

- Estoy agotado, ¿te vienes a dormir, Jamie? – preguntó Sirius.

- Sí -.

Los dos subieron a su cuarto con Peter pidiéndoles que le contaran lo sucedido. Sirius se lo explicó todo, porque James aún se negaba a creer lo que aquellos ojos dorados le habían revelado.

Cuando tuvieron Herbología, dos días después, había dos matas a varios metros de los invernaderos tan grandes y altas que se perdían entre los nubarrones.

- Bien, bien, parece que hubo dos alumnos listos al final -. El profesor tenía en las manos los trozos de cerámica con los nombres – Lily Evans y Remus J. Lupin -.

Los gryffindors estallaron en vítores. Sirius miró de refilón a James, pálido como cuando a Remus le daba uno de sus desmayos.

- ¿James? -.

- Profesor Mazzard -. Lily levantó la mano – Remus fue el que lo consiguió primero, su maceta estaba ya aquí cuando traje la mía -.

- Muy honorable, señorita Evans – sonrió el anciano – Por eso me place anunciar que Gryffindor recibirá 60 puntos -.

Los gritos arreciaron, mientras los ravenclaws ponían caras mustias. En este punto James ya estaba casi translucido y Black pensaba en llevarle a la enfermería.

- No es nada, atiende a la clase -.

Durante el descanso de media mañana, Potter llevó a sus dos desconcertados amigos a la Biblioteca y cogió un libro.

- Chicos, mirad esto -.

El libro tenía ilustraciones de un animal idéntico al que vieron en los pasillos dos noches atrás.

- "Hombre-lobo", ¿cómo lo has sabido? – inquirió Sirius.

- Lee – indicó misterioso su amigo.

Peter y Sirius leyeron las cuatro primeras hojas. Para Peter no significaban nada en especial, pero para su rebelde amigo caían como una losa tras otra.

- James... esto... –. Se pasó una mano por el pelo – Tienen que ser coincidencias -.

- ¿El qué?, no me entero – protestó Peter.

- Remus no es un licántropo -.

Un pesado silencio se abatió sobre los tres niños.

- Tenemos lo de sus desapariciones cada 28 días, justo con la luna llena, también sus cambios de humor, su necesidad de ingentes cantidades de azúcar para reponer la energía que gasta en su transformación, las heridas; todo encaja Sirius, ¿no lo ves? -.

- ¡No quiero verlo! -.

Su grito hizo que Pince les echara a patadas de la Biblioteca, aunque por lo menos les dejó llevarse el libro. Salieron a los terrenos del colegio y tomaron asiento en un lugar alejado junto al lago, se estaban saltando la clase de Pociones y Encantamientos pero aquello era muchísimo más importante.

- Entonces Remus no se va para recibir tratamiento – comenzó Peter, al ver que sus amigos no hablaban.

- Se queda en Hogwarts pero oculto durante su transformación en licántropo – explicó James – La pregunta es ¿dónde lo encierran? -.

- La Casa de los Gritos -. Sirius tiró una piedra al lago con toda su rabia y se giró con los ojos azules echando chispas – Por eso no quería que fuésemos -.

- ¡Por las barbas de Merlín!, hasta eso coincide -.

- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Peter – ¿Le decimos que lo sabemos o nos lo callamos? -.

- Yo pienso estrangularle por no contárnoslo, ¡es nuestro amigo, maldita sea! – bramó Sirius.

- Piensa que no debe ser fácil para él, horrible a decir verdad teniendo en cuenta la marginación que sufren los licántropos en la comunidad mágica – dijo James.

- Hay que obligarle a que nos lo diga, podemos ayudarle a ocultar su secreto – propuso Black.

- Lo haremos – sonrió James – Tengo un plan -.

Remus observaba fascinado todos los artilugios que componían el despacho del director de Hogwarts. Iba allí a menudo, casi siempre después de su problema mensual, pero esta vez era diferente. Se hundió un poquito más en la silla, había quebrantado el confinamiento y la confianza de Dumbledore.

El director apareció de improviso, como siempre, y le ofreció un tazón de chocolate con ralladuras de vainilla y canela. Él bebió un sorbo, sintiendo como le calentaba el débil cuerpecito y animándole a levantar la vista. Dumbledore no sonreía.

- Me van a expulsar – soltó en voz alta, compungido.

- Tú falta ha sido muy grave, Remus, podías haber herido a alguien -.

- Lo sé – sollozó él – Quería ayudar a mi Casa. Cuando ya había cruzado el Sauce Boxeador se me ocurrió lo de la luna llena para hacer crecer la judía que nos dio el profesor Mazzard, por un cuento que me contaba mi madre, y pensé que me daba tiempo de ir y volver antes que saliera la luna... -.

- Pero te equivocaste -.

- Lo siento, aunque no sirva de nada, lo siento -.

- Termina el chocolate y ve a tu habitación, la enfermera Pomfrey dice que reposes unas horas – ordenó con voz átona el director – Hablaremos por la tarde -.

Cuando dejó atrás la gárgola con forma de ave, Remus quería morirse. Sus amigos debían estar dando las últimas clases del día y él lo agradeció, no tenía ganas de hablar con nadie. Se arrastró hasta su cama y allí se desplomó.

Se negaba a pensar en nada. Simplemente se limitaba a estar. Sin embargo, las imágenes de su transformación hacía ya diez días volvían una y otra vez, el pánico y la desesperación de ver que no podría llegar a la Casa de los Gritos antes de transformarse, y luego la bruma que llenaba su mente mientras era un lobo. De alguna forma sabía que había estado de cacería, que había perseguido a alguien por pasillos alumbrados en plata de luna y oro de las antorchas, que había estado a punto de matar.

La entrada de alguien en su cuarto le arrancó de su contemplación, era Peter, que le miraba inseguro.

- Hola Pete – sonrió él.

- Ah, esto hola – dijo el regordete niño.

Remus enarcó una ceja.

- ¿Pasa algo?, ¿y los otros? -.

- No, nada – respondió Peter, quizás demasiado rápido – Estarán en la Biblioteca, llevan allí metidos desde Halloween -.

- ¿Desde Halloween? –. Remus se maldijo al escuchar el temblor de su voz.

- Ah, es verdad, tú no estabas -. Peter sacó unos cuantos comics y se sentó en su cama – Te lo perdiste. Resulta que algún tipo de bestia se coló en el colegio y nos arruinó la fiesta -.

- ¿Bestia? -. Remus empezaba a tener problemas para tragar.

- Sí, James y Sirius la vieron porque tuvieron que salir a buscar a Evans – explicaba Peter a medida que su amigo perdía color – Resulta que a Lily se le ocurrió cómo hacer germinar la dichosa judía y no oyó los avisos de volver a nuestras Casas. Si no llega a ser por nuestros colegas, el animal ese se la merienda en la Sala de Trofeos -.

Remus se aferró a la cama hasta que sus nudillos se pusieron blancos, de tener algo en el estómago habría vomitado. ¡Había estado a punto de comerse a Lily!

- ¿En qué trabajan? -.

- ¿Sirius y James?, ni idea -. Pettigrew señaló la cama de Black – Creo que se han dejado algunos apuntes por ahí encima si sientes curiosidad -.

El demacrado niño consiguió incorporarse y recorrer los escasos cinco pasos que le separaban del lecho de Black. Dejó de respirar. En medio de un revoltijo de pergaminos con anotaciones, el libro de DCAO parecía burlarse de él abierto por el capítulo de los hombres-lobo.

- Dios mío – gimió, horrorizado.

- ¿Remus? -.

Tenía que salir de allí. Correr, desaparecer y no volver jamás. Ellos lo sabían, sus amigos lo sabían y no soportaría ver en sus ojos el asco y el odio. Dio media vuelta y huyó de la habitación.

James y Sirius surgieron de la nada, sentados en la cama del primero, con la capa de invisibilidad en su regazo.

- ¿Qué tal lo he hecho? – inquirió Peter.

- Perfecto – sonrió James.

- Nos estamos pasando – opinó Sirius – Parecía que le iba a dar un ataque cuando ha visto el libro, ya sabes que su salud es muy frágil -.

- Tranquilo, sólo es una pequeña revancha por habernos ocultado su licantropía -. James le palmeó el hombro – Ahora vayamos a las cocinas a por provisiones. Remus tendrá que volver a su cuarto antes o después -.

Fue en las cocinas dónde se enteraron hasta qué punto se habían pasado. Hasty se acercó a saludarles como siempre, pero traía una expresión preocupada.

- Hola, jóvenes señores -.

- No tienes buena cara, Hasty, ¿algún problema? – inquirió Sirius.

- Hasty piensa que sí, ¿y el señor Lupin? -.

- No sabemos -.

- Eso es malo. Hasty llevó chocolate al despacho del director Dumbledore y oyó... -. El elfo doméstico parecía plantearse si hablar de aquello era correcto o no – El director está enfadado con el señor Lupin, muy enfadado -.

- ¿Dumbledore enojado? – se extrañó Peter.

- Sí, el señor Lupin hizo algo que no debía y cree que lo van a expulsar -.

Sirius se dio una palmada en la frente y James se llevó una mano a la despeinada cabeza.

- Somos subnormales – exclamó Black – Remus acaba de pasar su transformación, piensa que le van a expulsar y vamos nosotros y empeoramos la situación -.

- Hasty, ¿puedes averiguar dónde se encuentra Remus? – preguntó James.

El elfo asintió y se desapareció. Pocos minutos después se apareció con la respuesta.

- El señor Lupin se encuentra en su habitación haciendo el equipaje muy deprisa, señor Potter -.

- Gracias Hasty -.

Los tres niños usaron sus pasadizos secretos y llegaron en segundos a la Torre Gryffindor. Los alumnos que rondaban por la Sala Común se preguntaron qué les pasaría al trío de delincuentes.

- ¡Remus! -.

- ¡Aaay! -.

Abrieron la puerta tan bruscamente que casi golpean a su rubicundo amigo. Lupin había retrocedido tropezando con el baúl que arrastraba y ahora les miraba horrorizado desde el suelo a través de lágrimas no derramadas.

- Remus -.

El niño retrocedió a trompicones, alejándose de los otros, hasta que su espalda encontró el obstáculo de una cama.

- ¡Dejadme! – suplicó – Van a expulsarme y ya no tendréis que soportar mi presencia. Sé que lo sabéis y no os culpo por odiarme, todos lo hacen cuando descubren que... -.

- Remus, avísanos cuando termines de soltar tonterías – dijo James.

Lupin enmudeció.

Sirius se arrodilló junto a él y extendió una mano en su dirección. Remus se encogió y rehuyó el contacto, como un animalito asustado. Peter y James también se sentaron en el suelo, cerrando el círculo en torno al trastornado chiquillo. Nadie dijo una palabra. Remus les miraba con sus dulces ojos color miel enmarcados por profundas ojeras, los mismos que se tornaban de un dorado llameante las noches de luna llena.

- Soy un licántropo -. Aquélla sencilla frase estaba cargada con toda la tristeza, el miedo y la desesperación que había acumulado desde que había despertado encadenado en la Casa de los Gritos esa mañana.

- Un poco tarde, pero gracias por decirlo – sonrió James.

Incapaz de creer lo que esa sincera sonrisa le decía, Remus escondió el rostro en sus rodillas y se echó a llorar. Esta vez, Sirius sí consiguió pasarle un brazo por encima de los hombros y estrecharle en uno de sus efusivos abrazos.

- Vamos Remsie – dijo con la voz ligeramente tomada – Que como sigas así vas a hacernos llorar a todos -.

- No... no puedo... evitarlo... -.

- Quizás esto ayude -. Peter se sacó del bolsillo algunas chocolatinas – Son de esas con sabores que tanto te gustan -.

Remus cogió una y empezó a comérsela mientras gruesos lagrimones seguían rodando por su pálido rostro.

- ¿Mejor? – interrogó James – Nos tenías preocupados -.

- Sí... -. Lupin se pasó la manga por la cara - ¿No os importa que yo... que sea un monstruo? -.

- ¡Eh!, para empezar los únicos monstruos que hay en Hogwarts son los de Slytherin – protestó Sirius – Tú no eres ningún monstruo y, si quieres, se lo preguntamos a las chicas de tres Casas -.

James y Peter soltaron la carcajada y Remus esbozó una tímida sonrisa.

- Eso te lo dejo a ti, vas a conseguir que Anne y Guinevere suspendan Encantamientos -.

- Bueno, ya tenemos de vuelta a nuestro Remsie – rió Sirius y le despeinó el pelo.

- Sí, por un momento pensé que ya me dejabas solo con estos dos psicóticos – dijo James.

- ¿A quién llamas psicótico, señor "mis planes son geniales"? -.

- Mis planes, de hecho, son geniales, yo no tengo la culpa si los llevan a cabo ineptos -.

- ¡Esto es la guerra! -.

La primera almohada se estrelló contra la despeinada cabeza de James llenando todo de plumas. Un par de golpes de varita convirtieron las plumas en más almohadones, es decir, más armamento. Los cuatro niños la emprendieron a porrazos entre incontroladas carcajadas.

Sirius tomó dos almohadas y las hizo oscilar en sus manos en plan artes marciales antes de abalanzarse sobre James. Éste y Peter ya le estaban esperando con otras en plan golpeadores de bludgers.

- Menos mal que no somos alérgicos a las plumas – rió Remus con la pinta de un pollito a medio desplumar.

La puerta se abrió y se escuchó un grito de sorpresa.

- Creo que alguien ha sufrido una avalancha – se burló Sirius.

- ¿¡Qué demonios pasa aquí!? -.

- Estamos aquí Frank -. James se agarró a uno de los palos de su cama y saludó al prefecto en plan pirata subido al puesto de vigía.

- Estoy replanteándome eso de entrar a vuestro cuarto, empiezo a pensar que es peligroso para mi salud – comentó Longbottom, abriéndose paso en la esponjosa masa blanca que le llegaba hasta la cintura – Lupin, el director quiere verte en su despacho. Mientras vosotros tres me vais a contar qué ha pasado aquí y recogeréis todo esto -.

Remus miró un instante a sus compañeros; ahora sabía que ocurriera lo que ocurriera, ellos siempre estarían a su lado. Una amplia sonrisa iluminó su pálida cara.

Fue corriendo hasta el despacho, sintiéndose bien por primera vez en mucho tiempo. Era feliz y ni aún expulsándole podrían arrebatarle esa sensación.

- ¿Profesor Dumbledore? -.

Se asomó al estudio lleno de cuadros y cachivaches maravillosos. Sólo estaba Fawkes; el fénix lucía sus más resplandecientes plumas y saludó al niño con un musical trino. Remus fue junto al ave y le acarició, disfrutando de su calidez y las chispas rojizas que despedía su plumaje.

- Le caes bien -.

- Hola, profesor Dumbledore -.

El anciano traía algunas cartas que depositó sobre la mesa. Seguía serio, pero de alguna forma, Remus intuía que no era por él.

- Longbottom me ha dicho que deseaba verme -.

- Cierto, esta mañana dejamos pendiente el tema de tu castigo -.

- Haré lo que sea, incluso limpiar la lechucería a mano lo que me queda de colegio, todo con tal de que no me expulse, por favor – se apresuró a decir Remus.

Dumbledore por fin sonrió.

- No voy a expulsarte Remus – aseveró afable – Todos tenemos derecho a cometer errores y el tuyo estaba motivado por la buena voluntad. Pero – añadió al ver que el niño se entusiasmaba – como tú bien has dicho, debes recibir un castigo -.

- ¿Cuál? -.

- El que has estado impartiéndote a ti mismo durante todo el día -.

Remus parpadeó, confundido.

- Mi severidad de esta mañana no era del todo fingida, Remus, esperaba que recapacitaras sobre lo que habías hecho y sus consecuencias, y tu propio sentido de la culpabilidad es el que ha hecho el resto -. Le posó una mano en el hombro – Tu última transformación ha sido de las peores, si te impusiera trabajos forzados como a tus amigos la señora Pomfrey me mataría -.

- Entiendo, pero no quiero privilegios – afirmó el niño – Usted me dijo que en Hogwarts sería un alumno más -.

Esa noche Remus no volvió a su habitación. Preocupados, sus compañeros salieron a buscarle ocultos bajo la capa invisible. Dieron con él en el pasillo de las armaduras de gala subido a un taburete, limpiando el metal con un cubo, un trapo y la sonrisa más radiante que jamás le habían visto.

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N. de A.: ¡Os quiero!¡Me habéis dejado muchos reviews! ^^ La autora es happy happy.

Abajo contesto a los reviews. Pero antes quería exponer una tª con respecto a algo que puede pasar en el 6º o 7º libro y saber qué opináis. Al final del 4º Peter se corta una mano y tito Voldy le da otra plateada, ¿qué es lo único que puede matar a los hombres-lobo?... exacto, la plata; yo me estoy temiendo una escena bastante macabra de Peter matando a Remus ;_;

Mayu: sólo te ha faltado decir "Remus, Sirius, son sólo míos, mi tesssoorooo" XD Un besote Mayu "la que tiene más nombres que Galadriel".

Nariko: tienes razón, los nenes son muy majos, lástima que no existan XP Tu fic chachi, ya verás mi review ^^

Hikaru: pues ya ves que miman mucho a Remsie. Sirius sigue siendo mi favorito pero Remus es el ser más tierno y entrañable que existe ^^.

Zefi_chan: ciertamente no faltaba mucho para que descubrieran el secreto de Lupin ^^. Pienso seguir el fic, lo que pasa es que ando escasa de tiempo (como siempre ¬¬U). He subido un Ameria-Zel en la sección Slayers, si te aburres échale un vistazo.

Sara_Ginny: ¡q entusiasmo! aquí tienes el siguiente capi, y espero no tardar con el prox. ^^ Gracias por eso de que capto bien a los Merodeadores, sigo pensando que James me salió demasiado buenecito y Peter demasiado listo.

Besotes y tenna rato!!!

Elanta, Rian Black, Naga_Chan (je, como siga así no recuerdo ni mi nombre XD)