Rivalidad, Año cinco


Severus Snape esperó pacientemente una tarde a comienzos de Octubre afuera de la sala que era usada por los Prefectos en sus reuniones mensuales. Sabía que Lily no estaría emocionada de verlo, pero tal vez encontrarla a solas luego de que la reunión acabara significaría que tendría una oportunidad para hablar de lo que ella había visto. Después de todo, él personalmente no le había hecho nada a ese chico de Hufflepuff, Avery y Mulciber lo hicieron. Él sólo había estado inconvenientemente con ellos, Lily le creyó. Sin embargo ella estaba menos paciente con su elección de otras amistades.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Una despreciable voz familiar apareció y la mano de Severus inmediatamente agarró su varita en su bolsillo trasero. Se giró para mirar a Sirius Black.

—No es de tu incumbencia, Black. —Lo miró fijamente. Estaba preparado para pelear si eso era lo que Black quería, pero el Gryffindor no hizo ningún movimiento por su varita—. No pensaría exactamente que te vería dando vueltas cerca de un grupo de autoridades. Estoy seguro de que cada uno tiene al menos veinte razones para enviarte a detención.

Black sonrió, apoyándose contra la pared frente a Severus.

—Parece que me he comportado mejor estos días. —Los ojos grises del chico lo examinaron de pie a cabeza—. Tú, por el otro lado… —Chasqueó la lengua, sacudiendo la cabeza—. Escuché que has estado haciéndole bullying a niños nacidos muggles. ¿Qué piensa tu novia Evans sobre eso?

La mano de Severus se apretó en su varita y sus ojos se estrecharon aun más.

—Ella no es mi novia y yo no hice nada.

Sirius rio.

—Culpable por asociación, Snivellus.

La puerta del salón sonó, se abrió lentamente y los Prefectos salieron. Lily y Remus estaban conversando en voz baja entre ellos y riendo. La postura de Black cambió inmediatamente, como un perro que acababa de ver a su amo luego de un largo viaje.

—¡Moony!

Lupin sonrió y se disculpó con Lily para unirse al otro chico. Severus pensó que lo habría imaginado, pero estaba seguro de ver al delgaducho chico discretamente tocar sus labios con los de Black antes de que ambos se alejaran por el pasillo. Sacudió la cabeza.

—Hola, Severus —dijo Lily, pero su voz no sonaba tan alegre como normalmente lo hacía cuando le hablaba a él. Sonaba ligeramente forzada, como si prefiriera no estar ahí. Él trató de actuar como si no lo hubiera notado.

—Hola, Lily. Pensé que podría acompañarte a tu sala común —ofreció, manteniendo el tono casual.

Lily alzó una ceja roja perfectamente formada.

—¿No tienes algún lugar donde estar con Mulciber? —Pudo sentir su sarcasmo y se mordió la lengua—Además —continuó Lily—, conozco el camino a mi propia sala común. —Se echó su largo cabello por encima del hombro.

—Bueno, obviamente sé eso —Severus suspiró—. Solamente… ya sabes, quería asegurarme de que llegaras a salvo.

Las dos cejas de Lily se alzaron y soltó una breve y aguda risa.

—Sí, bueno. Soy suficientemente capaz de arreglármelas sola, Severus. Soy una Prefecta por una razón. Y se supone que debía regresar con Remus.

Severus frunció el ceño.

—No puedo creer que hayan hecho a uno de esos un Prefecto.

Lily sacudió la cabeza.

—Resulta que Remus es mi amigo, Severus. Al igual que tú. Y sabes que él no es como sus amigos.

—¿Cómo se supone que cumpla con sus deberes de Prefecto cuando está desapareciendo una vez al mes y casi desmayándose al día siguiente? —murmuró Severus con amargura. Definitivamente había algo mal con Lupin y todos lo sabían. Severus tenía sus propias teorías sobre el chico.

—Sabes que está enfermo —la pelirroja gruñó, claramente cansándose de la discusión.

Severus bufó

—Sí, bueno. Es por eso que esos arrogantes amigos suyos desaparecen también, ¿no? Y lo tratan como si fuera a romperse. Especialmente Black. Ya ni siquiera puedes respirar en la dirección de Lupin sin que Black prácticamente se convierta en un tipo de perro guardián y te rasgue la garganta.

Lily dejó de caminar y se giró para mirarlo por completo.

—¿Por qué te importa tanto? —gritó, tomando a Severus por sorpresa. Aunque Lily no estaba necesariamente muy contenta con él recientemente, nunca le había hablando así antes. Él parpadeó, su boca quedándose abierta mientras trataba de pensar en cómo responder.

—Yo… Yo no…

—Te importa —insistió Lily, descansando su mano sobre su cadera—, cada vez que Remus aparece en la conversación o lo ves en los pasillos, comienzas con este discurso de lo raro que crees que es. —Se mordió el labio—. Sabes, Severus, me estoy cansando de defenderte frente a mis amigos cuando todo lo que tú haces es hacer acusaciones sobre otras personas y juntarte con un grupo de matones que atacan a nacidos muggles. —Ella comenzó a caminar más rápido que antes y él se apresuró para alcanzarla.

—No le hice nada a ese chico de Hufflepuff —añadió, tratando de seguir su ritmo.

—Pero tampoco los detuviste —dijo ella, sonando desesperada.

—¡No tuve elección, Lily!

Lily dio un profundo respiro cuando por fin habían llegado al retrato de La Señora Gorda. Exhaló lentamente y lo miró apenada.

—Todos tienen una elección, Severus… ¿Así que cuál será la tuya? —Antes de que él pudiera responder, ella se giró hacia el retrato—Godwottery —el retrato se abrió—. Buenas noches, Severus —dijo Lily tranquilamente sin mirarlo y atravesó la barrera, dejando a Severus solo en el pasillo.

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En las semanas que siguieron, el estado de ánimo de Lily se calmó un poco y Severus evitó juntarse con Mulciber y Avery en un esfuerzo por arreglar lo que temía que pudiese ser el fin de su amistad. Había hecho su vida en las mazmorras de Slytherin un poco más difícil, como sus compañeros se habían vuelto bastante desconfiados de su repentino desinterés, especialmente cuando parecía que los abandonaba sólo para complacer a alguna chica sangre sucia. Severus decidió que Lily Evans lo valía.

Se había vuelto un poco solitario, especialmente cuando Lily estaba con su trabajo como Prefecta o pasando tiempo con sus amigos que no se llevaban bien con él, pero intentaba pasar más tiempo en la biblioteca. Al menos podía terminar sus deberes.

El sol comenzaba a ponerse una tarde y era demasiado temprano para ir a cenar al Gran Comedor, por lo que decidió dar vueltas por los pasillos, esperando encontrarse con Lily durante sus rondas. Estaba doblando una esquina cuando de la nada, sus pies fueron barridos por completo debajo de él y cayó de espaldas, los libros y los pergaminos volaron desde sus brazos y una botella de tinta se derramó sobre sus manos y en su uniforme escolar.

No necesitaba mirar para reconocer las voces detrás de él.

Con un gruñido se levantó y se giró, sacando su varita en un rápido movimiento, apuntándola hacia Black y Potter. Ninguno de los dos pareció sentirse amenazado.

—Demasiado tiempo portándote bien, Black —le gritó al más pequeño de los dos—, ¿o sólo es para cuando tu novio, el Prefecto, puede verte?

Sirius se encogió de hombros indiferente, girando la varita en su mano.

—Bueno, Snivelly, el problema que tenemos aquí, es que tus desagradables amigos fueron escuchados hablando sobre una de nuestras amigas… Mary MacDonald, ¿te suena? Así que, como yo lo veo, es justo… Lo que Remus no ve no le hará daño, supongo. Sí le prometí a Remus que me comportaría… pero ¿qué es lo que dicen de los perros viejos y los trucos nuevos, Prongs? —Le sonrió a su amigo, quien rio con él.

—Toda la razón, Padfoot —Potter dijo, mirando a Severus con un claro odio en su tono de voz.

Severus frunció el ceño, hirviendo por dentro.

—¿Y exactamente dónde está Lupin ahora? ¿Enfermó de nuevo? ¿Qué curioso…? ¿Qué es lo que dicen que tiene?

La varita de Black se levantó tan rápidamente que casi se cayó de su mano y dio un paso hacia adelante pero Potter lo tomó por la túnica y murmuró algo en su oído. Lo que fuese que haya sido, funcionó porque la varita de Black bajó inmediatamente. Severus bufó.

—¿Qué? ¿No me vas a hechizar por hablar de tu pobre amigo? ¿Juntarse con un rarito como él los hace sentirse mejor con ustedes mismos cuando tratan al resto de la escuela como un blanco de práctica?

Los ojos de Black se abrieron con furia, sus manos se formaron en puños a sus costados y Severus pudo ver incluso desde donde estaba parado que el chico temblaba. Potter se paró frente a él, su propia varita se levantó cuando se acercaba peligrosamente al rostro de Severus.

—Escúchame bien, Snivellus —dijo con sus dientes apretados—, mantén el nombre de Remus fuera de tu maldita boca, mantén tu nariz fuera de donde no pertenece, y dile a tus amigos que estamos detrás de ellos. Sabemos cómo lastimarte, Snape. Y sabemos cómo hacerlo sin siquiera se atrapados. Cuídate. —Bajó su varita se giró hacia Black, quien aun lucía furioso.

Los dos se giraron y la mano de Severus seguía agarrada tan fuertemente a su varita que sus nudillos estaban blancos. Podía hechizarlos a los dos…

—¿Qué está pasando aquí?

Los tres se paralizaron y se giraron para ver a Lily Evans parada ahí, con sus desconfiados ojos y brazos cruzados. Miró a Severus de pies a cabeza, notando la tinta en su ropa y los libros repartidos por el suelo. Se giró hacia Black y Potter.

—¿No tienen otro lugar donde estar en vez de causar problemas todo el tiempo? —Miró fijamente a los dos chicos.

—¿En este preciso momento? —Potter preguntó, sonriendo y pretenciosamente haciendo esa ridícula cosa que hacía con el cabello siempre que veía a Lily—. La verdad es que sí. Pero que conste, no estábamos armando ningún problema aquí. Sniv… Lo siento, Severus, aquí presente, se tropezó. —Le dio a Severus una maléfica mirada, sus ojos brillando amenazadoramente—. ¿No es así, Severus?

Severus contuvo un gruñido y asintió aún entrecerrando los ojos hacia Black y Potter.

—Así es —dijo a secas—. Todo aquí está bien, Lily.

James lanzó una encantadora sonrisa y se encogió de hombros.

—¿Lo ves, Evans? Todo bien.

Lily miró entre los tres, una ceja levanta escépticamente.

—Bien… —murmuró— De acuerdo. A ponerse en mancha. —Agitó una mano hacia sus compañeros y se giró para ayudar a Severus a recoger sus cosas.

—Sabes, Evans… —le dijo Potter. Ella suspiró y se giró. Él sonrió—, mi tiempo estaría en mejor uso si lo pasara contigo. Piensa en cuantos menos problemas causaría si tú pudieras tener esos lindos ojos verdes sobre mí todo el tiempo, asegurándote de que me comporte.

Lily lo miró.

—Ni siquiera en tus sueños más salvajes, Potter. Ahora, váyanse antes de les dé a ambos detención.

James y Sirius se rieron.

—¡Valía la pena intentarlo! —Potter le gritó mientras los dos se alejaban corriendo.

Lily suspiró, sacudiendo la cabeza mientras se arrodillaba para recoger algunos de los libros que Severus había dejado caer.

—¿Estás bien, Severus?

Él asintió brevemente.

—Estoy bien. Me las puedo arreglar con esos dos idiotas.

Ella dejó salir un "hmmm" suavemente mientras le ofrecía sus cosas.

—¿De verdad te tropezaste? —preguntó.

—Te dije que estaba bien, Lily —Severus repitió bruscamente—. No pasó nada. Me caí y esos dos imbéciles justo estaban aquí.

—De acuerdo —dijo ella suavemente—. Si tú lo dices.

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Peter los estaba esperando en el dormitorio, la capa de invisibilidad en una mano y el mapa en la otra. Suspiró aliviado cuando vio a James y a Sirius entrar corriendo.

—¡Diablos, estaba a punto de ir y buscarlos yo mismo! —El chico más pequeño dijo ansiosamente— Vi que se encontraron con Snivellus en el mapa y luego con Evans y estaba asustado de que los hayan metido a ambos en detención.

James sonrió, sacudiendo la cabeza.

—Nah, Evans no me metería en detención. Puede actuar bien pero no puede resistirse a mis encantos.

Sirius rodó los ojos, agarrando su bolso y vaciándolo en su cama para así poder empacar una variedad de cosas al azar que sólo tenía sentido para él: una botella de agua, un puñado de ranas de chocolate, uno de los sweaters de Remus…

—Vamos, Pads. Se está haciendo tarde —lo apuró James, mirando por la ventana.

—Ya voy. Mantén tus bragas puestas —Sirius gruñó, cayendo de rodillas y mirando por debajo de su cama.

James suspiró, comenzando a ponerse impaciente.

—Sirius, ¿qué estás buscando?

Luego de otro segundo hurgando, Sirius salió sosteniendo un frasco de pócima. Tanto James como Peter sabían bien que no debían cuestionar las payasadas de Sirius en la noche de la luna llena, sabiendo muy bien que todo lo que hacía, lo hacía por Remus.

Sirius se llevó el bolso sobre su hombro y miró a los otros dos chicos expectantes.

—¿Listos?

Cuando llegaron a la casa de los gritos, Remus ya estaba dando vueltas nerviosamente, aunque se relajó un poco cuando vio a sus amigos.

—Por un momento creí que no vendrían —dijo temblorosamente, tironeando del cuello de su camiseta, el que ya estaba húmedo por el sudor.

—Disculpa, Moony —dijo James mientras doblaba la capa de invisibilidad y la dejaba lejos del alcance de la forma animal de cada uno, metiéndola dentro del cajón de uno de los polvorientos armarios—. Pads y yo tuvimos un encontrón con Snivellus cuando volvíamos de las cocinas.

Remus asintió con la cabeza, los ojos ligeramente más abiertos y no del todo presente. Sirius se sentó al borde de la cama y golpeó con suavidad a su lado.

—Ven a sentarte, Moony.

Remus hizo un sonido de queja en su garganta, claramente dejando de lado el pánico porque sus amigos se habían retrasado, pero no se movió.

—Remus —intentó Sirius nuevamente un poco más insistente—, ven aquí, cariño. —Se movió para estar sentado en el medio de la cama, esperando a que el otro chico se acercara. Remus tragó con fuerzas, los ojos se alejaron a la ventana por un instante antes de acercarse al crujiente y grumoso colchón. Sirius se sentó contra la cabecera, separando sus piernas para que Remus pudiera sentarse entre ellas, apoyándose contra el pecho de Sirius.

—¿Qué pasó con Snape? —Remus preguntó, cuando se las arregló para relajarse un poco mientras los dedos de Sirius recorrían su cabello y con sus labios pegados a su cuello.

James se encogió de hombros mientras tomaba asiento en la cama junto a ellos.

—Nos topamos con él en el pasillo. Hizo unos comentarios estúpidos y…

Remus gruñó.

—No lo hechizaron, ¿cierto?

—Sólo una pequeña amenaza —rio James—. No te preocupes. No íbamos a arriesgar no estar contigo, ¿no es así, Padfoot?

Sirius asintió solemnemente.

—Por supuesto. —Posó otro beso sobre el húmedo cuello de Remus y sus manos se encontraron con el dobladillo de su camiseta—. Levanta las manos, Moony. Estás empapado.

Remus obedeció y dejó que su novio le quitara la camiseta, agradecido del frío viento de Octubre.

Por un rato hablaron de pequeñeces como siempre para distraer a Remus. Cuando comenzó a pasar sus uñas por sus brazos, dejando notorias líneas rojas en su pálida piel, Sirius asintió hacia Peter, quien rápidamente le lanzó su bolso.

—Deja eso —murmuró Sirius suavemente, tomando ambas manos del hombre lobo y colocándolas a sus lados.

—Demasiado calor —Remus murmuró, moviéndose incómodamente.

—Hmm —dejó salir Sirius—. Bueno, arrancarte la piel no va a ayudarte. —Había abierto su bolso y sacó la botella de agua, la que tocó con su varita, cubriéndola en escarcha con algo que debió ser un encantamiento congelador. Puso la botella entre los omóplatos de su novio—. ¿Mejor?

Remus suspiró y se relajó. Asintió.

—Sí. —Su respiración se tranquilizó y sus puños se aflojaron—. Gracias, Sirius.

Sirius sonrió y James se encontró con su mirada y con una sonrisa sorprendida.

Y era de verdad impresionante, pensó James, que Sirius estuviera en tan buena sintonía con las necesidades de Remus durante las noches de luna llena. Era casi natural para Sirius, quien parecía saber exactamente cómo calmar los dolores pre-transformación al hombre lobo cuando ni siquiera Remus lo había hecho antes.

—¿Cómo haces eso? —preguntó Peter asombrado, expresando la propia curiosidad de James en voz alta.

Sirius sacudió la cabeza, sonriendo un poco.

—No sé. Solamente hago… lo que creo que va a servir, supongo. —Remus hizo un alegre sonido estando de acuerdo y Sirius besó su hombro.

Por supuesto, nunca duraba mucho. Y pronto ya no importaba los trucos en los que Sirius pudiese pensar, la luna se alzaría en alto sobre el cielo y su tirón sobre Remus comenzaría a hacerse más fuerte. Remus se pondría inquieto y ya no podría quedarse tranquilo por más tiempo, dando vueltas por la habitación. Uno de los otros, usualmente James o Peter, pero James la mayoría de las veces, mantendría un ojo sobre la ventana para asegurarse del momento exacto en el todos deberían transformarse.

—Prepárense —les ordenó James, la voz brevemente tensa mientras observaba cómo se elevaba la enorme esfera.

Peter siempre era el primero en transformarse, queriendo estar a una distancia segura de Remus y sin dejar nada al azar. Mientras tanto James pondría sus varitas y otras pertenencias en algún lugar seguro, dándole más tiempo a Sirius y Remus.

El cuerpo de Remus comenzó a temblar y Sirius lo tomó del brazo con una mano, dejando la otra debajo de su barbilla y obligándolo a verlo a los ojos.

—Va a estar bien, Moony —dijo en un tono que a Remus se le hacía imposible no creerle. Remus asintió y Sirius juntó sus labios firmemente. Remus lo besó de vuelta desesperadamente, necesitando sentirse conectado al suelo… necesitando sentirse humano…

—Sirius —le advirtió James y Sirius rompió el beso, sosteniendo la mirada de Remus nuevamente.

—Te amo, Remus.

—También te amo, Sirius —respondió Remus, temblorosamente cuando Sirius lo soltó y se alejó.

—Te veré en la mañana, ¿de acuerdo?

Sirius y James se transformaron tan solo unos segundos antes de que el dolor se apoderada de su propio cuerpo

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Cuando salía el sol a la mañana siguiente, James siempre se encontraba con la misma escena una vez que se transformaba y buscaba sus anteojos en su lugar seguro.

Wormtail, acurrucado en la parte superior del piano, una bola de color gris dormida, roncando más fuerte de lo que James creía que cualquier rata fuera capaz.

Remus, luciendo frágil y algunas veces cubierto con nuevas heridas, pero de alguna manera todavía parecía tranquilo mientras dormía en el duro suelo de madera.

Y Padfoot, encima del dormido hombre lobo, manteniéndolo abrigado con su gran pelaje negro y protegiéndolo de lo que fuese que el perro creía que podría dañarlo a esa altura de la mañana.

Con un gran bostezo, James se acercó al piano y tocó a la rata.

—Vamos, Wormy —murmuró cansado. La cabeza de la rata se levantó y dio un gran bostezo y se estiró antes de saltar hacia abajo y transformarse en Peter,

—Toma la capa y el mapa, yo despertaré a Sirius —siempre era un mejor plan, como Sirius tenía menos probabilidades de golpear a James que a Peter al ser despertado. Peter asintió adormilado y fue al armario.

—Oye, pulgoso —dijo James en voz baja, dándola con la punta del pie a Sirius en las costillas—. Tenemos que irnos antes de que Pomfrey llegue.

El perro abrió los ojos y resopló obstinadamente, pero luego de una mirada molesta por parte de James, se quitó de encima de Remus y se transformó.

—Ustedes adelántense, yo los alcanzaré —insistió Sirius.

—¿Estás loco? —Lo miró Peter fijamente— Te atraparán.

Sirius rodó los ojos.

—No lo harán. Me iré antes de que ella llegue aquí. Déjenme el mapa o la capa. Puedo arreglármelas.

James suspiró, sabiendo que no tenía sentido discutir con él. Le ofreció la capa.

—Ten cuidado, idiota.

Sirius asintió, despidiéndose de ellos con la mano.

—Sí, sí… Tranquilo. Llegaré pronto.

Una vez que James y Peter se fueron, Sirius volvió a sentarse a un lado de Remus en el suelo. Sí se veía tranquilo, aun cuando el suelo de la casa de los gritos era demasiado incómodo. Por un momento consideró volver a transformarse en un perro y acomodarse detrás de él, pero lo pensó mejor. Con mucho cuidado, sacudió el hombro de Remus.

—Moony.

—¿Hmm? —murmuró Remus, mientras comenzaba a despertar—. Debes irte, Sirius…

Sirius rio suavemente.

—Sí, no aún… —Sus ojos examinaron a Remus, revisando si había alguna herida digna de mención. Un par de rasguños, uno en su clavícula, donde tenía un poco de sangre, pero nada horrible—. No puedes estar cómodo. ¿Te ayudo a ir a la cama?

Remus murmuró algo inteligible, quejándose un poco cuando sus articulaciones sonaron. Bostezó y se sentó demasiado rápido, haciendo que Sirius se quejara.

—Idiota, déjame ayudarte —lo reprimió un poco, posando una mano alrededor de su novio y levantándolo.

—Estoy bien, Sirius —insistió Remus, aunque sí se apoyó sobre el otro chico para sostenerse.

—Terco imbécil —bromeó Sirius, ayudándolo hasta la cama.

—Mira quién habla —el hombre lobo logró articular una cansada y débil sonrisa antes de volver a bostezar. Sirius tomó su bolso del armario y se metió dentro de la cama a un lado de Remus. Buscó dentro de su bolso y sacó dos ranas de chocolate y una pequeña botella de poción.

—¿Tienes hambre?

—Estoy muriendo —admitió Remus, agradecidamente aceptando el chocolate y abriéndolo, observando a Sirius descorchar la botella—. ¿Qué es eso?

—Lo robé del almacén de Pomfrey —dijo Sirius sonriendo, ignorando la mirada de desaprobación que el otro chico le dio—. Aquí, déjame ver la herida que tienes ahí… —Remus no discutió ni hizo otra pregunta mientras Sirius limpiaba y desinfectaba con un encantamiento la herida, aunque siseó suavemente cuando puso una generosa cantidad de poción ahí. Quemó por un segundo mientras la herida se cerraba sola.

—Estoy sorprendido —dijo Remus, mirando a Sirius, quien en verdad pareció sonrojarse un poco.

—Sí, bueno… He estado leyendo algunos hechizos de curación simple y esas cosas… —dijo el moreno tímidamente.

El corazón de Remus se hinchó en su pecho. Sirius de verdad hacía lo extraordinario para cuidarlo, y nunca pedía nada a cambio. Sacudió la cabeza.

—No te merezco, Padfoot.

Sirius se rio.

—Tonterías. No… No digas eso. —Sacó el sweater de Remus y se lo pasó—. Ponte esto antes de que te congeles.

Remus se sentó, más lento esta vez y se puso el sweater.

—Lo digo en serio, Sirius —dijo, tomando su mano—. Tú… eres increíble, ¿lo sabías?

Sirius se encogió de hombros.

—Es sólo que… Me preocupo mucho por ti —murmuró, mirando hacia abajo—. Y sólo quiero asegurarme de que lo sepas, eso es todo…

Remus sonrió, inclinándose sobre él, besando la comisura de la boca de Sirius.

—Te amo, Sirius.

Sirius giró la cabeza para besar a Remus correctamente.

—Yo también te amo —suspiró, mirando por la venta—. Debo irme antes de que Pomfrey llegue.

Con un último beso de despedida, Sirius se levantó y se echó la capa sobre su cabeza, observó por otro momento, mientras Remus se acomodaba entre el montón de almohadas antes de dejar la casa de los gritos y volver al castillo.