Este capítulo contiene contenido explícito.


El cumpleaños de Sirius –año cinco


—No entiendo por qué estás tan estresado. —James se apoyó contra uno de los postes de la cama de Remus, mirando al hombre lobo con una alegre sonrisa—. Sabes que a Padfoot le importa una mierda eso de su cumpleaños. En especial desde que su mamá le envió un vociferador en segundo año diciéndole que era un día decepcionante para ella.

Remus hizo una mueca con eso último, recordando la manera en la que Sirius había palidecido e intentado actuar como si no le hubiera importado. Suspiró y continuó hurgando entre sus cosas por algún galeón o sickle extra que pudiese encontrar.

—Lo sé, Prongs. Pero esto es distinto. Es mi novio, debería hacer algo lindo por su cumpleaños número dieciséis.

—Entonces dale una mamada mañanera y sigue con tu día —rio James mientras Remus rodaba sus ojos. James dejó de reír y se sentó al borde del colchón—. Pero en serio, no te vuelvas loco. Sirius te ama, no necesitas conseguirle nada grande. Yo ya he robado un poco de whiskey de fuego. Probablemente sólo va a querer emborracharse y drogarse y armar alguna travesura en el castillo toda la noche.

Peter asintió con justicia, sentado frente a ellos en su propia cama.

—Eso suena como una fiesta de Padfoot para mí.

Remus bufó, sacudiendo la cabeza. Probablemente tenían razón. A Sirius le encantaría pasar su cumpleaños completamente ebrio y drogado. Remus sabía que a Sirius no le importaría recibir algún regalo tonto por su cumpleaños, pero para Remus era más complicado que eso. Sirius había hecho tanto por él, y continuaba haciéndolo cada día. Remus quería hacer algo que le demostrara a Sirius que lo amaba tanto como él, incluso si no era tan bueno demostrándolo a diario.

—Es distinto —dijo nuevamente, buscando dentro de los bolsillos de un par de jeans que había sacado debajo de la cama y sacando dos knuts doradas y el envoltorio de La Mejor Goma de Mascar de Drooble. Lanzó los knuts al patético montón de monedas en su cama—. Ustedes no están en una relación. No lo entienden.

James se encogió de hombros.

—Buen punto… Pero es Sirius de quien estamos hablando. Ustedes han sido amigos desde siempre.

Remus se detuvo y arqueó una ceja.

—Cierto… y ahora somos… ya sabes, más que amigos… —mucho más, agregó mentalmente.

James bufó e hizo un gesto con la mano.

—No quiere decir que ahora tengas que mimar al hombre, Moony. Ya te tiene a ti, ¿no es así? Estoy bastante seguro de que eso es todo lo que de verdad quiere, en serio. Créeme, tuve que lidiar con este asunto por dos años. No hay nada que puedas regalarle que lo haga más feliz de lo que ya está.

Remus sonrió y se rascó la cabeza mientras sentía las mejillas enrojecer.

—Supongo que tienes razón…

—La tengo —insistió James—. Así que deja de jugar a ser un escarbato buscando knuts y sickles en tu cajón de calcetines, lleva a Pads a un armario de escobas y bésalo hasta que quede inconsciente. Luego drógalo, dale una mamada y que probablemente se desmaye. ¡Voila! No tendrás que preocuparte hasta el próximo año.

Remus obedeció de mala gana, sacando las monedas de su cama y guardándolas en una caja de Bertie Botts vacía. James tenía razón y él lo sabía. Pero eso no hacía que Remus cambiara de opinión respecto a lo que quería hacer. Nada lo haría, ya había tomado una decisión. Solamente necesitaba el dinero.

Lily había sido más útil que James y Peter, sorpresivamente. Él le había contado de lo frustrado que estaba una noche mientras estaban haciendo una de sus rondas de Prefectos.

—¡Bueno, por supuesto que tú querrás hacer algo lindo por él! —dijo ella incrédula— Mis simpatías con quien sea que Potter termine casándose si no entiende que las cosas cambian cuando tienes una pareja —ella sacudió la cabeza—. Obviamente conoces a Black mejor que yo… ¿Tenías una idea de qué podrías…?

—Oh, sé exactamente lo que quiero hacer. Es cosa de juntar todo el dinero. —Repentinamente levantó un dedo para pausar la conversación mientras sacaba la varita de su túnica y tocó la puerta de un armario— Alohomora —hubo un suave clic cuando la puerta se abrió y el sonido amortiguado de aterrorizados murmullos. Abrió la puerta y suspiró—. Cinco puntos menos para Hufflepuff, O'Donnell. Y también para Ravenclaw, Beckles. —Los dos de tercero, Sean O'Donnell y Brittany Beckles, salieron desaliñados y avergonzados. Ambos les ofrecieron disculpas a los Prefectos y comenzaron a escaparse cuando Remus captó un olor familiar e hizo una mueca—. Esperen.

Los dos jóvenes se detuvieron y giraron, luciendo increíblemente culpables. Remus sonrió y estiró su mano.

—Entrégalo, O'Donnell.

Sean se mordió el labio y se encogió de hombros.

—Er… Yo no…

Remus se rio y alzó una ceja.

—Puedo olerlo desde aquí y el armario está nublado. En serio, al menos deberían pensar en hacer este tipo de cosas en los invernaderos, como todos los demás… Sólo entrégalo, tienes suerte de que no te quité más puntos o que le diga al jefe de tu casa.

El chico más joven gruñó y buscó en su bolsillo trasero, colocando la pequeña bolsa de plástico en la mano de Remus.

—Muy bien —dijo Remus alegre—. Los dos a la cama. Y recuerden, los invernaderos la próxima vez.

Lily observó perpleja, mientras los otros estudiantes salían corriendo y Remus guardaba en su bolsillo lo que fuera que había confiscado.

—¿Es eso…? —Ella jadeó.

Remus asintió, apenas prestándole atención.

—Sí. En serio, ¿qué clase de idiota fuma en un armario? Merecen que se lo quitara sólo por su estupidez… —Rodó los ojos.

Lily estaba completamente desconcertada, sus verdes ojos abiertos de par en par sorprendida y sólo un poco de curiosa.

—¡Me pregunto dónde pudieron conseguir eso!

Remus le dio una mirada inexpresiva.

—Estamos en un colegio, Lily. Somos un grupo de adolescentes. Seguramente alguien está vendiendo marihuana.

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, hizo un clic en su cabeza…

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A la mañana siguiente en el desayuno, Remus se disculpó entre James y Sirius, quienes estaban discutiendo y prácticamente inclinados encima de él, sobre la Copa Mundial de Quidditch del año anterior. Se puso de pie, sacudiendo algunos restos de huevos revueltos que salían volando de la boca de su novio mientras le gritaba a su mejor amigo acerca del vuelo superior de los bateadores de Bulgaria (encantador, como de costumbre Padfoot), y se dirigió casualmente a la mesa de Hufflepuff.

Cuando se encontró con la mirada de O'Donnel, el más joven se ruborizó y miró su plato.

Remus bufó, divertido por la reacción.

—Tranquilo. Sólo tenía una pregunta para ti. —Señaló hacia la puerta del gran comedor—. ¿Saldrías afuera conmigo por un segundo?

Sean lo miró inseguro, pero se levantó y siguió al mayor hacia el pasillo.

—¿Qué quieres, Lupin? —preguntó el Hufflepuff, metiéndose las manos en los bolsillos y sin mirar a Remus a los ojos.

Remus levantó la bolsa que le había quitado a Sean la noche anterior.

—¿De dónde sacaste esto?

Sean abrió mucho más los ojos y negó con la cabeza.

—Woah, de ninguna manera. No soy un soplón, amigo.

Remus se apretó el puente de la nariz y gruñó.

—No era lo que quise decir. Mira, sólo dime y te devolveré esto.

Sean frunció el ceño.

—Espera… ¿en serio?

Remus asintió y Sean miró hacia otro lado por un momento.

—Eh… un chico de Slytherin. Parkinson. —Abrió la mano expectante. Remus sonrió y le ofreció la bolsa.

—Es una mierda, por cierto —le dijo al chico mientras se volteaba para irse—. Puedo conseguirte de mejor calidad y cobrarte menos.

O'Donnell se giró lentamente, mirándolo incrédulo.

—¿Tú? Pero eres un Prefecto…

Remus sonrió y se encogió de hombros, con un aire de apatía.

—Hey, si no quieres tomar mi oferta, está bien. Sigue siendo robado por ese mocoso de Parkinson. Estoy seguro de que además es un placer tratar con él.

Sean hizo una mueca y asintió, reflexionando los hechos.

—Buen punto. Sí, está bien, Lupin. Trato.

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Sirius estaba seguro de que continuaba soñando mientras sentía cálidos y suaves labios moviéndose por su cuello y pecho. Sonrió somnoliento y se movió, manteniendo los ojos cerrados mientras Remus besaba un punto particularmente cosquilloso debajo de su costilla.

—Hmmm… Moony… —Reprimió una risita cuando el hombre lobo lo hizo de nuevo.

Escuchó a Remus reír suavemente y sintió que su peso se desplazaba hacia arriba para que pudiera mordisquearle la oreja.

—Feliz cumpleaños, Padfoot.

Sirius sonrió, abriendo un ojo para ver a su novio revoloteando sobre él con una sonrisa astuta.

—Ciertamente mejor que el saludo de cumpleaños que normalmente recibo de Prongs.

Remus asintió con simpatía.

—Lo sé —ronroneó, acariciando el cuello de Sirius—. Pero, bueno… ya sabes cómo son los Merodeadores con las tradiciones.

Sirius parpadeó.

—¿Qué…?

En un movimiento fluido, Remus rodó fuera de él y las cortinas de su cama se abrieron de golpe, mostrando a James y a Peter sonriendo diabólicamente y antes de que Sirius pudiera entender qué estaba sucediendo, recibió un disparo con una corriente de agua helada de la varita de James.

Sirius gritó y se agitó, cayendo de la cama directo al húmedo y frío suelo.

James, Peter y Remus estaban todos riendo mientras Sirius se levantaba, gruñendo y apartando la gruesa cortina de cabello empapado de su cara.

—Esto se está haciendo viejo, ¿saben? —Se estremeció con furia, envolviendo sus brazos alrededor de su pecho desnudo.

James suspiró en auto admiración y asintió.

—Ah, lo está haciendo, Padfoot. Y también tú.

—Muy divertido —gruñó Sirius. Le lanzó a Remus una sucia mirada—. ¡Y tú! ¡Eso fue bajo, Lupin!

Remus se encogió de hombros inocentemente, todavía riéndose para sí mismo.

—Lo siento, Pads. No pude evitarlo. La verdad, fue idea de Peter.

—Y qué adición más brillante para el plan fue esa —dijo James entre lágrimas, todavía sonriendo mientras le daba unas palmaditas en la espalda a un orgulloso Peter.

—Lo siento, Padfoot —dijo Peter una vez que se las arregló para dejar de reír—. Feliz cumpleaños.

—Sí, sí… —Sirius resopló antes de sacudirse el pelo y rociar a los otros tres chicos con pequeñas gotas de agua helada—. Me daré una ducha caliente. —Tomó su toalla y entró al baño gruñendo.

Estaba menos malhumorado cuando salió mucho tiempo después, sólo con una toalla alrededor de la cintura y el vapor aún flotando en su ahora caliente piel. Remus y James habían usado un hechizo para secar sus sábanas y le ofrecieron sus más sinceras disculpas.

—La tradición es la tradición —dijo Sirius despectivamente—. Pero se las devolveré. Especialmente a ti —señaló a su novio, negando con la cabeza—. Eso fue sucio. Casi estoy herido, Moons.

Remus se burló haciendo un puchero.

—Aw, lo siento, cariño.

—Deberías sentirlo —dijo Sirius molesto, aunque rápidamente soltó su actuación cuando Remus lo agarró por sus caderas cubiertas con la toalla y lo jaló por un beso—. Me lo compensarás, ¿cierto? —dijo, arqueando su ceja sugestivamente. Remus se rio y asintió.

—Estoy seguro que podremos arreglar algo. Es tu cumpleaños después de todo.

Peter regresó de las cocinas con el tradicional desayuno de cumpleaños que los Merodeadores preparaban cada año. Un conjunto de dulces, pasteles, tartas y postres que se extenderían sobre la cama de quien sea que estuviese de cumpleaños y comerían juntos. Esa tradición había comenzado en el tercer año, cuando Sirius afirmó que no quería arriesgarse a que sus padres le enviaran un desagradable vociferador sobre el horrible día de la historia de los Black que era su cumpleaños. A partir de ese momento, tendrían su propio desayuno privado en todos sus cumpleaños.

Pasaron el resto de la mañana y la mayor parte de la tarde holgazaneando en el dormitorio y planificando las bromas que querían hacer antes de las vacaciones de Navidad. En la cena, la alegría del cumpleaños de Sirius desapareció. Apenas tocó su comida, empujándola alrededor de su plato y mirando ansiosamente entre de donde las lechuzas generalmente llegaban, y hacia la mesa de Slytherin donde ni Regulus ni su prima Bellatrix habían dado algún signo de que lo hubiesen notado. Su rodilla rebotaba sin descanso debajo de la mesa y se pasó la mano por el pelo y tiró del extremo.

Remus, Peter y James intercambiaron miradas. Peter se aclaró la garganta.

—Así que, Pads… Eh… después de la cena, estábamos pensando en escabullirnos afuera un rato, ¿eh?

Sirius asintió silenciosamente, su pierna aún se movía rápidamente y su puño seguía en su cabello. Remus suspiró y agarró un elástico negro de su propia muñeca, donde había empezado a dejarla recientemente para el otro chico.

—¿Qué te he dicho de tirar, Sirius? —Sacudió la cabeza— Estás perdiendo pelo, sabes. —Se levantó y juntó todo el cabello de Sirius a la altura de su cuello y lo aseguró con la banda de elástico, luego volvió a sentarse en su lugar y puso una mano en su pierna—. Estás bien, Padfoot.

James apartó su plato.

—¿Saben qué? Estoy lleno. ¿Alguien más?

—Sí. Además, tenemos otros planes —asintió Peter mientras él y James se levantaban. Los ojos de Sirius estaban pegados sobre la mesa de Slytherin y la parte trasera de la cabeza de Regulus. Remus se mordió el labio, apretando gentilmente la pierna de Sirius.

—Vamos, Pads.

—¿Adónde vamos? —Preguntó, sonando miserable.

James colocó un brazo sobre su hombro y sonrió.

—No puedo decírtelo. Pero tenemos whiskey de fuego.

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Menos de una hora después, los cuatro estaban sentados en el suelo de la casa de los gritos, pasándose una botella de licor.

—Miren, no es gran cosa —dijo Sirius, forzando una sonrisa y moviendo el licor en su mano—. Para los Blacks no son tan importante los cumpleaños de todas formas. —Dio otro trago de la botella y se lo pasó a James, quién parecía asombrado.

—¿Así que nunca te hicieron una fiesta o algo por el estilo? Eso es malo, amigo.

Sirius bufó.

—Oh, no dije eso. Simplemente no eran lo que uno normalmente esperaría para un niño, ya sabes. Eran más como grandes cenas extravagantes con comida que no podría ni pronunciar, y tías y tíos que me aterrorizaban diciéndome una y otra vez que me parara derecho y que debía presentarme como «El Heredero» que soy… —Rodó los ojos—. Ya saben, mierda de sangres pura. —Luego se rio—. Saben qué, creo que ni siquiera asistí a mi cumpleaños número once. Me castigaron por echarle una bolita de gomas de Droobles al cabello de Bellatrix.

Remus negó con la cabeza, sus ojos se centraron en el porro que estaba armando en su regazo y tratando de no permitir que la furia sobre la familia de Sirius lo distrajera.

—Bueno, eso es bastante ridículo, Padfoot —lamió el papel y se lo ofreció a su novio para que lo encendiera—. El cumpleañero va primero.

Sirius murmuró un "gracias" y sacó el encendedor de su bolsillo, colocando el porro entre sus labios.

—¿Y qué hay de los regalos? —preguntó Peter, haciendo una morisqueta por el sabor a alcohol, al que aún no se acostumbraba—. Con todo el dinero que tu familia tiene, ¿al menos deberías tener un montón decente?

El humo voló de la nariz de Sirius mientras negaba con la cabeza y tosía un poco.

—Nah. Nada que un niño quisiera, de todas formas. Reliquias familiares que no puedo tocar hasta que cumpla diecisiete, probablemente estén malditas, y donaciones hechas en mi nombre a grupos elitistas de sangre pura. —Dio una segunda, y particularmente larga calada antes de pasárselo a James.

Remus se levantó y cruzó la habitación en silencio mientras Peter le ofrecía a Sirius la botella de whiskey de fuego.

—Aunque en serio —levantó la botella—, esto es todo lo que querría para mi cumpleaños. Gracias. —Sonrió y se acabó el resto que quedaba justo a tiempo para que Remus se reuniera al círculo, sosteniendo una gran caja envuelta en papel rojo y dorado. Sirius casi se ahogó.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó, sus ojos bien abiertos y secándose el licor de su barbilla.

Remus se rio suavemente y le acercó la caja un poco más.

—Es tu regalo de cumpleaños, idiota.

Sirius miró a James y a Peter, quienes se mantuvieron inexpresivos.

—¿Vas a abrirlo o qué? —preguntó James, exhalando una bocanada de humo y sonriéndole. Podía sentir los ojos ansiosos de Remus sobre él mientras quitaba el envoltorio, inseguro de por qué su corazón latía tan fuerte en su pecho. No era como si sus amigos no le hubiesen dado nada para su cumpleaños antes. Cuando abrió la caja blanca su respiración se detuvo y lo miró fijamente, sus ojos y boca bien abiertos en estado shock.

—Yo… —Tragó el nudo que se formó en su garganta y sacudió la cabeza—. Moony… De verdad no tenías que… ¿Y cómo lo pagaste? —Miró hacia arriba para encontrarse con la adorable y delicada mirada del otro chico.

Remus sonrió.

—La querías, ¿no es así?

—Bueno, sí —dijo Sirius, aún sin poder creerlo—. Pero…

—Pero nada —insistió Remus firmemente, con una sonrisa en sus labios—. Póntela.

Dejando que la emoción se apoderara de él, Sirius sonrió y dejó que sus manos recorrieran la chaqueta de cuero que estaba dentro de la caja. No pudo evitar el sonido de alegría que se le escapó de la boca cuando la sacó y se la puso.

—No creo que le haya gustado tanto, Moony —rio James.

—Sí, parece decepcionado para mí —dijo Peter, pero Sirius no le prestó atención a ninguno de los dos, sonriendo tanto que casi le dolía, incluso cuando tiró de Remus para besarlo y murmurar un "gracias" sobre sus labios varias veces.

—Puedes agradecerle como se debe después, Padfoot —dijo James finalmente cuando los cariños de la pareja comenzaron a ser más entusiásticos. Sirius levantó el dedo de en medio hacia James, continuando con su ataque a la boca de Remus, a pesar de las risas del hombre lobo y de la mano en su pecho que trataba de alejarlo.

—Está bien, Sirius —rio Remus, mientras se las arreglaba para quitar a su novio de su regazo—. De nada, ¿de acuerdo? No es la gran cosa.

—Es la gran cosa, Moony —insistió Sirius, abrazando el suave cuero con fuerzas alrededor suyo—. Pero tienes razón, habrá tiempo para agradecerte luego. Ahora mismo es tiempo para celebrar. ¿Quién tiene el porro, eh?

—Se acabó —suspiró Peter, lanzando el resto quemado de lo que quedaba alrededor del círculo con pereza—. ¿Tienes más, Moony?

Remus se mordió el labio, sus mejillas volviéndose rosa mientras aceptaba la botella de licor que James le estaba ofreciendo.

—Er… —rio nerviosamente—. La verdad es que eso era todo lo que tenía.

—Pensé que habías dicho que tu papá te había dado suficiente hasta Navidad por tus transformaciones… —Dijo James, medio decepcionado y medio preocupado.

Remus asintió.

—Sí… Lo hizo… eh… —Las comisuras de sus labios se alzaron—. Así fue… cómo pagué la chaqueta.

Hubo un largo silencio que resonó en el grupo mientras los otros tres chicos lo miraban boquiabiertos, sin palabras.

Sirius se aclaró la garganta.

—Tú… Moony, ¿vendiste drogas por mí?

Remus se estremeció. Eso lo hizo sonar mal, pensó. Prefería no pensarlo así.

—Bueno, cuando lo pones de esa manera.

Pero Sirius lo había agarrado por su camisa y lo besó con fuerzas en la boca, sonriendo de oreja a oreja cuando finalmente lo soltó.

—Remus Lupin, nunca me había sentido más atraído hacia ti, mi pequeño delincuente.

—Ah, nuestro Prefecto Corrupto —suspiró James, con la mano en el pecho—. Un momento de orgullo, ¿no es así, Padfoot?

—El más orgulloso —Sirius estuvo de acuerdo, mirando a Remus en completa adoración—. Me siento casi incorrecto en comparación, Prongs. Tendremos que mejorar nuestro juego para estar a la altura de nuestro pequeño Moony, ¿eh? ¿Qué crees, inundar las mazmorras mañana?

James asintió.

—Oh, definitivamente. Myrtle la llorona me debe un favor de todas maneras.

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Era tarde cuando los Merodeadores volvieron finalmente a su dormitorio. James y Peter le dieron sus felicidades de cumpleaños a Sirius una última vez y le dijeron a él y a Remus sus buenas noches, recordándoles una vez más en silenciar las cortinas si pretendían continuar con las festividades de su cumpleaños por su cuenta.

—No puedes usarla para dormir, ¿sabes? —bromeó Remus mientras Sirius se recostaba sobre su cama sólo con sus bóxers, camiseta y la chaqueta.

Sirius sonrió y se estiró felizmente.

—No quiero quitármela. —Pero suspiró y se levantó, quitándose la chaqueta y colgándola cuidadosamente. Volvió a subirse a la cama y cerró las cortinas, uniéndose a Remus debajo de las mantas—. En serio, Remus… De verdad no tenías que hacer algo como eso por mí.

Remus se encogió de hombros.

—Te hizo feliz, ¿verdad?

Sirius rodó los ojos.

me haces feliz, idiota. —Su mano encontró la cadera de Remus y lo acercó para que estuvieran uno contra el otro—. Pero gracias… de nuevo.

—De nada… de nuevo —Remus le sonrió. Extendió la mano y quitó el flequillo de los ojos de Sirius antes de inclinar su cabeza ligeramente y atrapar sus labios en un suave beso.

No tomó mucho tiempo para profundizar el beso, y cuando la lengua de Sirius se encontró con la suya, Remus gimió. Las manos de Sirius comenzaron a recorrer su cuerpo, acariciando sus lados y deslizando una mano sobre su trasero para apretarlo. Remus se movió sobre su espalda, tirando del otro chico encima de él y sus caderas comenzaron a moverse lentamente una contra la otra.

Sus respiraciones se hicieron más pesadas y Sirius rompió el beso para sentarse y quitarse la camiseta, lanzándola a un lado y suspiró cuando sintió las manos de Remus moverse desde su pecho a su abdomen. Se inclinó hacia adelante nuevamente, acariciando con la boca el punto debajo de la oreja de Remus y besando el lado de su cuello.

—Te amo, Moony.

—También te amo, Padfoot —jadeó cuando los dientes de Sirius rozaron el lugar donde su cuello se encontraba con su hombro.

Una vez que ambos estuvieron sin camiseta, Sirius comenzó a besar la parte delantera de Remus, sus dedos danzando burlescamente sobre el elástico de sus bóxers y haciendo que Remus se arqueara, desesperado por más contacto.

—Sirius… —Gimió suavemente cuando la mano del chico bajó para tocarlo por sobre la delgada tela—. Hey… Sirius, espera.

Sirius lo miró, sonriéndole.

—Estoy tratando de agradecerte como se debe, Moons.

Remus se rio.

—Puedo verlo… pero —Se relamió los labios—… Creo que quiero intentar algo más…

La sonrisa en el rostro de Sirius se desvaneció y pareció confundido por medio segundo antes de darse cuenta y abrir aun más los ojos.

—Espera, ¿en serio?

—A menos que tú no…

—¡Quiero! —dijo Sirius rápidamente, sentándose—. Joder, Remus, sabes que lo quiero, sólo quiero asegurarme de que tú de verdad… ¿lo quieres?

Remus asintió lentamente.

—Sí, quiero —sonrió—. Te amo, Sirius. Quiero hacer esto contigo. —Tiró del chico de cabello oscuro para volver a besarlo.

Mientras se besaban, las manos de Remus se deslizaron hacia los bóxers de Sirius para bajarlos y se levantó para deshacerse de los suyos. Sirius gimió, presionándose contra su cuerpo y sintiendo la piel contra la suya.

—¿Cómo quieres…?

—No… No lo sé, la verdad no pensé en tanto —Remus se sintió repentinamente nervioso—. Er… ¿Exactamente cuántas veces tú lo has…?

—Dos —respondió Sirius con honestidad—. Una cada una.

Remus frunció el ceño.

—A veces James lo hace sonar como si te hubieras cogido a cada chico de la escuela.

—James es un imbécil, Remus. Sabes eso. —Sirius rodó los ojos—. Lo hice dos veces con el mismo tipo… al menos, hice eso dos veces. Otras cosas… James no está tan equivocado con eso… —Se mordió el labio—. ¿Quieres que yo sea el que…eh…? —Hizo un movimiento para cambiar sus posiciones pero Remus lo detuvo rápidamente.

—¡No! —El tono urgente que usó hizo que Sirius se detuviera de inmediato. Remus tragó. La verdad, tenía demasiado miedo para estar en control. No confiaba en sí mismo. O más bien, no confiaba en la parte del lobo dentro de él… La parte de su mente que se volvía absolutamente salvaje cada vez que tocaba a Sirius, con la que peleaba para mantenerla contenida. La que quería sostener a Sirius debajo de él y tomarlo, violentamente, cada vez que estaban en la cama juntos. No sabía que haría teniendo la oportunidad de tener a Sirius debajo suyo, sumiso para él. Se estremeció y sacudió el pensamiento fuera de su cabeza—. Tú deberías hacerlo. Sabes mejor que yo lo que haces.

—De acuerdo… —Sirius asintió—. Es sólo que… Duele un poco… No quiero que…

—Tengo bastante tolerancia al dolor, Padfoot.

—Cierto —Sirius dejó escapar una nerviosa risa—. Por supuesto… Está bien. —Lo besó brevemente, una mano deslizándose entre sus cuerpos para tocar la excitación del otro chico—. ¿Confías en mí?

—Más que nadie —Remus suspiró, sus ojos cerrándose mientras los dedos de su novio se cerraban alrededor suyo—. Te amo.

—También te amo —Sirius gentilmente empujó las piernas de Remus para separarla con sus rodillas, sus ojos estaban pegados en el rostro del otro chico mientras continuaba acariciando y jugando. Adoraba cómo se veía Remus cuando lo tocaba; los ojos cerrados, el ceño fruncido y sus labios ligeramente abiertos, respirando en pequeños jadeos y suspiros. Sin detener lo que estaba haciendo, Sirius sacó de debajo del colchón el pequeño tubo de aceite que guardaba ahí. Le quitó la tapa con los dientes.

Los ojos de Remus se abrieron y arqueó una ceja.

—Lo estabas planeando, ¿verdad?

Sirius se encogió de hombros.

—Por si acaso. Quería estar preparado… —Vertió un poco del aceite en su mano y volvió a tapar el tubo, poniéndolo a un lado—. ¿Estás seguro?

—Lo estoy —dijo Remus, sin dudarlo. La mano de Sirius se movió debajo de ellos nuevamente, esta vez continuando más abajo.

—Relájate —dijo Sirius suavemente, sintiendo que el otro chico se tensaba cuando cuidadosamente presionó un dedo contra él—. Y respira —añadió, riéndose suavemente. Remus lentamente dejó salir la respiración que no sabía estaba conteniendo y sonrió temblorosamente.

—Lo siento… ¡Oh! —Jadeó cuando el dedo de Sirius comenzó a moverse. Se sentía muy extraño. No necesariamente bien o mal, sólo diferente. Sirius continuó recordándole que se relajara, de vez en cuando se inclinaba para besarlo mientras continuaba trabajando con cuidado para abrirlo, agregando un segundo dedo. Entonces, algo que Sirius hizo, envió una sacudida a través de todo su cuerpo—¡Joder!

Escuchó a Sirius reír.

—Estamos en eso —los dedos desaparecieron, y Remus se encontró sintiéndose un poco decepcionado ante la pérdida hasta que se dio cuenta que Sirius se estaba moviendo entre sus piernas. Sintió algo más presionando contra él y contuvo la respiración.

Sirius tenía razón. Definitivamente dolía, a pesar de que se movía tan lento como podía, deteniéndose cada ciertos segundos para permitir que Remus se adaptara y asegurándose de que estaba bien. Después de lo que pareció una eternidad, Sirius se detuvo completamente.

—¿Listo?

—Sí —dijo Remus sin aliento, sus ojos apretados al igual que sus manos en las sábanas debajo de él. Sirius gimió cuando se deslizó por completo y Remus se mordió el labio tratando y fallando de contener un quejido.

—¿Es… Estás bien? —La voz de Sirius tembló.

Remus asintió.

—Sí… Sólo… muévete.

Y lo hizo. Sirius comenzó con lentos empujes y finalmente el dolor empezó a disminuir. Remus gimió y dejó que su cuerpo se relajara. Sus manos soltaron las sábanas y se movieron hacia los brazos y hombros de Sirius y en su cabello, tirando de él para besarlo ansiosamente mientras comenzaba a mover sus caderas para encontrarse con las de su novio. Sirius gimió contra sus labios y su mano volvió a estar entre ellos para acariciar al otro chico.

—Remus… Oh, joder… Remus…

Sirius

El cuerpo de Sirius se estremeció y sus caderas se movieron hacia adelante al mismo tiempo que Remus sintió su propio clímax azotándolo. Ambos colapsaron, sudorosos y aún enredados juntos, tratando desesperadamente de recuperar el aliento.

Sirius se alejó de él y agarró su varita debajo de su almohada, lanzando un hechizo de limpieza sobre los dos. Besó los labios de Remus.

—¿Estás bien?

—Mhm… —Remus sonrió y asintió cansado—. Sí. Estoy un poco adolorido pero… Estoy bien. Eso fue…

—¿Increíble? —ofreció Sirius, descansando su cabeza sobre el pecho de Remus y cubriéndolo con un brazo— ¿Absolutamente perfecto?

—Algo por el estilo —Remus estuvo de acuerdo felizmente, besando la cabeza de Sirius—. Feliz cumpleaños.