Huir, parte 2 – Navidad, 1975


James despertó temprano, su mente ligeramente confusa cuando notó que estaba en la habitación de invitados en lugar de la suya. El sonido de Sirius murmurando mientras dormía le trajo a la fuerza la comprensión de lo que había sucedido la noche anterior. El enfado lo invadió cuando recordó lo asustado y confuso que su amigo había estado, parado en su sala con moretones y ensangrentado gracias a sus propios padres.

Tomó sus anteojos desde la mesita de noche y se los puso antes de tocar el hombro de Sirius cuidadosamente.

—¿Padfoot?

Sirius se estremeció, pero no despertó, el cansancio manteniéndolo dormido. De verdad debía dejarlo dormir, decidió. Se levantó de la cama, con cuidado para no despertar al otro chico y dejó la habitación.

Podía oler a su madre preparar el desayuno en la cocina, usualmente hecho por su elfo doméstico, Trinket, a menos que Euphemia estuviese bajo estrés y necesitara distracción. Caminó por el suelo de baldosas y tomó asiento en uno de los altos taburetes.

—Buenos días, mamá.

Su madre le ofreció una agotada sonrisa, mirando sobre el tocino que estaba friendo.

—Buenos días, cariño. ¿Cómo está Sirius?

James se encogió de hombros.

—Aún dormido.

—Probablemente sea lo mejor —suspiró Euphemia, sacudiendo la cabeza—. Sabes que fui a la escuela con Walburga y… —Se detuvo y James pudo sentir su frustración—. Bueno, sólo digamos que al parecer no ha cambiado. —Miró a su hijo por sobre el marco de sus pequeños anteojos rectangulares—. La primera vez que nos dijiste a tu padre a mí que te habías hecho amigo de un Black, tengo que admitir que estuve un poco asustada.

James se rio un poco y asintió, mirando el mostrado frente a él.

—Sirius dejó bastante claro desde el comienzo que no quería ser agrupado con su familia. Quiso que todos supiesen que él era diferente.

—Lo sé. —Ella sonrió con ternura—. Y lo es, cualquiera podría notarlo.

—No creo que él siempre pueda, para ser honesto —admitió James, pensando en las constantes batallas de Sirius consigo mismo y sus ataques de ira y ansiedad.

—Ya lo hará. Separándose de ellos y con amigos como tú, Remus y Peter ayudándolo. —Ella cambió desde el tocino a romper unos huevos. Luego de unos segundos de cuidadosa consideración, volvió a mirar a su hijo—. Así que —continuó, manteniendo su tono ligero—, ¿supongo que esperaré a que Remus se aparezca pronto? —Le dio una mirada conocida y él casi se atoró con el pedazo de tocino que había sacado del plato. Ella rio—. Una madre siempre sabe.

James se las arregló para tragar, golpeando con su puño su pecho.

—Er… bueno, Sirius dice que no quiere preocuparlo.

Euphemia dejó escapar una risa y sacudió la cabeza,

—De acuerdo. ¿Así que sólo lo esconderá?

James bufó.

—No pretendo entender su lógica. —Se levantó del taburete—. Iré a revisar cómo sigue. —Su madre asintió, sus ojos aún sobre la cocina. De repente James sintió una gran apreciación por esa mujer. Era de verdad afortunado, se dio cuenta, de tener una madre que lo amara tanto, que amara tanto a todos, y hacía todo para mantenerlos felices y a salvo. Se acercó por detrás y la abrazó con fuerzas por el medio—. Te amo, mamá.

Euphemia giró su rostro sólo lo suficiente para besar su mejilla.

—También te amo, James. —Ella le dio unas palmaditas en su mano antes de que la soltara y dejara la cocina.

Cuando volvió a la habitación de invitados, Sirius seguía profundamente dormido, aunque no se veía demasiado tranquilo. Su rostro estaba arrugado y todavía murmuraba suavemente para sí mismo. James se mordió el labio y cerró la puerta. Esto no iba a ser algo de lo que Sirius se recuperaría de la forma que normalmente lo haría, y necesitaría más de una travesura para distraerlo. Cruzó la sala hasta su habitación y agarró uno de esas tontas plumas que habían conseguido en el verano y un pergamino.

Moony,

Tenemos un problema Sirius.

-Prongs.

-o-o-o-o-o-

Le tomó menos de una hora luego de recibir la lechuza de James a Remus para salir tropezando de la chimenea en la sala de los Potters. Se sacudió el polvo de su jumper, sus ojos llenos de preocupación al ver la expresión cansada e igualmente ansiosa de James.

—¿Dónde está? —preguntó.

—Ha estado durmiendo toda la mañana —James suspiró, desplomándose con la parte posterior del sofá—. Estoy algo alegre con eso, la verdad. No creo que yo pudiese dormir si me hubiese pasado a mí.

Remus asintió, envolviendo sus brazos alrededor de sí mismo y mordiéndose el labio inferior.

—Ahora mismo probablemente esté demasiado cansado y conmocionado con toda la cosa. Es lo que pasará después lo que más me preocupa.

—También a mí —James dijo en voz baja. Se llevó una mano por su cabello—. No quiso que te dijera. Probablemente esté molesto… Pero pensé que este sería un trabajo de Merodeador.

Remus rodó los ojos.

—Típico —tragó con fuerzas, tratando de sacar la imagen mental de los padres de Sirius haciendo algo tan horrible fuera de su cabeza—. Me alegra que me dijeras. Gracias.

James asintió.

—Por supuesto, Moony… —James le indicó el asiento a su lado y Remus se sentó junto a él, frotándose las sienes para aliviar la tensión que comenzaba a formarse.

—Entonces… ¿cuál es el plan? —preguntó después de un rato.

James se encogió de hombros.

—No tengo idea…. Primero necesitamos que se levante y que coma, supongo. Pero no tuve suerte con eso. Traté de hacer que se levantara, pero no logré hacerlo. Aunque dijo tu nombre dos veces, ahí fue cuando pensé que a la mierda lo que dijo dejándote fuera de esto.

Remus dejó salir un lento y largo suspiro, su estómago revuelto, su mente pensando en un millón de cosas distintas al mismo tiempo, pero lo más importante siendo el futuro de la seguridad de Sirius.

—James… ¿Qué pasa cuando tenga que volver…?

El chico con gafas soltó una risa aguda.

—No va a volver, Remus. Puedo asegurarte eso. No volverá a esa casa jamás.

Remus se relajó un poco, inseguro de cómo James planeaba asegurarse de eso, pero conociéndolo demasiado bien para saber que conseguiría una forma.

—De acuerdo. Bien. —Se levantó—. ¿La habitación de invitados?

—Sí —James asintió, señalando con la cabeza hacia el pasillo—. Ve. Tal vez tengas mejor suerte que yo.

-o-o-o-o-o-

La sensación de otra persona que se envolvía a su alrededor sacó a Sirius de su profundo sueño.

—¿Moony? —preguntó, con voz ronca y dolorosamente cruda.

—Mhm.

Sirius sintió su cuerpo relajarse contra quién estaba detrás de él, perdiéndose por un momento en la calidez de los abrazos que lo sostenían alrededor de la cintura, acercándose aun más. Podía cerrar los ojos y dormir un poco más así.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—James me envió una lechuza. Viajé por la red flu hace poco.

Sirius suspiró y cuidadosamente se giró para mirar al otro chico, ignorando la forma en que los ojos de Remus se agrandaron al ver lo que debía haber sido un impresionante moretón en su mejilla izquierda por la sensación de ello.

—Le dije que no te molestara con esto —murmuró.

—¿Molestarme? —Las cejas de Remus se alzaron casi hasta la línea del pelo— Sirius, huiste de casa luego de que tus padres te… lastimaran —batalló en encontrar las palabras correctas, claramente molesto y enojado con la situación—. ¿Y tú crees que eso es molestarme? —Una de sus manos se acercó para acomodar el cabello de Sirius detrás de su oreja y su respiración se detuvo cuando Sirius se apartó de su toque.

—Soy una molestia para todos, Remus —dijo Sirius en voz baja, alejándose—. Ya tienes estrés suficiente en tu vida sin tener que agregarle mi basura. Me fui y arruiné las vacaciones de James y las tuyas…

—Sirius…

—No. —Se sentó a pesar del intento del hombre lobo para atraerlo hacia él—. Lo digo en serio. ¡Mírame, Moony! ¡Mira de dónde vengo! ¡Lo que ellos…!

—Son malas personas, Sirius —Remus fue a tomar su mano pero Sirius rápidamente se alejó, llevando sus piernas hasta su pecho y envolviendo sus brazos alrededor suyo. Remus lo miró con una expresión dolorida—. No eres como ellos, Padfoot. Te lo prometo.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Sirius con amargura—. Si pueden tratar a su propio hijo de esa forma, ¿qué te hace estar seguro de que no me transformaré así y terminaré haciéndote algo horrible también? ¡No puedo controlarme, Remus! ¡No puedo controlar las cosas que digo, joder! Esta es mi maldita culpa, ¡yo y mi estúpida y jodida boca! —Sus manos se cerraron con fuerzas en su cabello mientras las lágrimas quemaban sus ojos una vez más. Remus se arrodilló frente a él, tomándolo suavemente por ambas muñecas.

—Eso no es cierto, Sirius —dijo firmemente, bajando sus manos hasta sus lados—. No eres así. Eres bueno, Padfoot. Tan bueno. ¿No lo ves? —Suavemente secó debajo de los ojos de Sirius con los pulgares— Mira lo que has hecho…

Sirius se encogió de hombros miserablemente.

—¿Inundar las mazmorras? ¿Llenar la oficina de McGonagall con arena para gatos? ¿Ser una inconveniencia para casi todos los que he conocido?

Remus bufó y rodó los ojos.

—No, idiota. Lo que has hecho por mí… Seguiste siendo mi amigo luego de descubrir que era un hombre lobo. Tú, James y Peter rompieron una docena de leyes y probablemente cincuenta reglas en la escuela para convertirse en animagos para que yo no me lastimara más. Tú… Todo lo que has hecho por mí. —Sonrió—. ¿Crees que alguien tan horrible y malvado como tus padres haría algo así? ¿Por un « mestizo» como yo? Incluso algunos de los magos más agradables se habrían apartado de mí una vez que supieran lo que yo era. Tú no eres una mala persona porque naciste en una mala familia.

La puerta se abrió y la desordenada cabeza de James apareció.

—¿Todo está bien?

Remus sacudió la cabeza y James entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de él y uniéndose a los otros chicos en la cama. Remus suspiró y volvió su atención hacia el chico frente a él.

—Te amo, Sirius Black. Y James te ama. Y Peter lo hace también. Nunca serás como tu familia.

—Que se joda tu familia —gruñó James enojado—. Nosotros somos tu familia, Sirius. No ellos. Eso no es lo que las familias hacen. Esto. —Puso un brazo sobre los hombros de Sirius y el otro sobre los de Remus— Esto es lo que las familias hacen. Nos cuidamos entre nosotros. Nos amamos. Ellos no son capaces de eso. Tú sí. Joder, Padfoot… No conozco a otra persona más capaz de eso que tú. Tu forma animaga es un perro, ¡por el amor a Merlin! ¡Leal! ¡El mejor amigo del hombre y todo eso!

Sirius se rio, levantando una mano para secar sus lágrimas.

—De acuerdo, lo entiendo. —Sacudió la cabeza—. Ustedes dos deberían crear afiches motivacionales o algo por el estilo. Son los dos unos tontos patéticos. —Vio el alivio en sus expresiones, alegres de ver la pequeña pizca de humor en él. Su estómago gruñó, haciéndolos reír y James golpeó suavemente su espalda.

—Bien. Mamá ha estado preparando el desayuno desde el amanecer y no ha estado alimentándote a la fuerza todavía—se bajó de la cama para decirle a su madre que finalmente bajarían.

Sirius le dio a Remus un rápido beso.

—Bajaré en un momento. Sólo iré a lavarme la cara. Me siento como un demonio. —Vio a Remus dejar la habitación y caminó hacia el baño de invitados. Dejó el agua fría correr y se echó un poco en la cara. Se miró a sí mismo en el espejo. Había un desagradable moretón amarillento en su mejilla que rodeaba una herida profunda donde los anillos de su padre lo habían golpeado. Jodido bastardo

Se estremeció. Las palabras de sus amigos dando vueltas en su cabeza.

No eres como ellos.

Eres tan bueno, Sirius.

Nadie es más capaz de amar.

Los perros son leales.

Pero hasta los perros tenían el riesgo de atacar a quienes amaban.