Autocontrol – Año cinco


Querido primo,

Por supuesto, estuve tan triste como estuve al escuchar sobre las desafortunadas circunstancias detrás de tu inevitable alejamiento de La Noble y Ancestral Casa de los Black, como también tan aliviada de saber que finalmente tomaste una posición por quién eres de verdad. Yo, por mi parte, estoy muy orgullosa de ti.

Estoy muy contenta de saber que has encontrado un grupo tan maravilloso de apoyo dentro de tu casa de la escuela, y que tus amigos hayan podido hacer de este suceso tan limpio y completo como pudo ser posible. Sólo puedo imaginar lo mal que pudo haber sido si no hubieses tenido a alguien como James Potter a quien acudir.

Sirius, entiende que esto no va a ser fácil. Independientemente de cuán correcto pienses tú que fueron tus acciones, no es una tarea fácil separarse de tus propios lazos de sangre. La gente hablará. Te dirán cosas, o cosas sobre ti, pero por favor no dejes que nadie te haga dudar que lo que crees es correcto. Hiciste la decisión correcta. Eres un verdadero Gryffindor, Sirius Black. Eres muy valiente.

Espero que sepas que si necesitas algo, lo que sea, siempre estaré aquí para ayudarte en lo que pueda. Por favor sigue en contacto.

Tuya,

Andrómeda Tonks.

Sirius dobló la letra nuevamente y la guardó en su bolsillo.

—De verdad está embarazada —comentó Peter con asombro, mirando la fotografía de Andrómeda y Ted que venía en el sobre—. ¿Para cuándo?

—En seis semanas —dijo Sirius, tomando de vuelta la fotografía y observando mientras el hombre besaba el sonriente rostro de su prima. Nunca había visto a nadie de su familia luciendo tan feliz como Andy se veía en esa fotografía con su esposo y su vientre hinchado. Metió la foto en su bolsillo también. Estaba sentado con su espalda hacia la mesa de Slytherin, pero podía sentir los ojos sobre él desde el pasillo.

Había sido una semana desde que habían regresado a la escuela luego de las vacaciones, y aunque ninguno de los Slytherins había ido directo hacia él y dicho algo, todos se aseguraban de murmurar y reírse cuando pasaban por el pasillo o lo miraban fijamente en el Gran Comedor hasta que finalmente él les enviaba una mirada y ellos rápidamente miraban hacia otro lado.

Estaban saliendo de las mazmorras después de Pociones, Sirius manteniendo sus ojos firmemente en el suelo mientras caminaban, cuando fue golpeado por una maldición que lo hizo tropezar con sus pies y caer pesadamente al suelo. Se rehusó a recibir la ayuda que James, Remus y Peter le ofrecieron y se levantó solo, girándose para mirar al pequeño grupo de Slytherins que se estaba formando entre ellos.

—¿Qué vas a hacer, Black? —Rudolphus Lestrange se burló— ¿Decirle a tu mami? Oh, es cierto… Ella no te quiere, ¿verdad?

—¡Arrancarte del árbol familiar! —chilló Bellatrix con alegría— ¡Pobre bebé Siri!

—¡Vete a la mierda, Lestrange! —gritó Sirius, sus puños apretados a sus lados— ¿Quieres pelear conmigo? ¡Baja tu jodida varita y pelea conmigo entonces!

Lestrange sonrió, alejándose del grupo y mirando a Sirius de arriba abajo.

—¿Crees que estoy asustado de un patético y pequeño marica que le da la espalda a su familia?

—¿Cómo me llamaste? —Sirius gruñó. James lo agarró por el brazo— Déjame, amigo…

—¿Creíste que Regulus no le diría a todos por qué escapaste? —Rio Rudolphus— No era como si estuviésemos sorprendidos de enterarnos de que te gustara morder la almohada. Con razón Regulus está tan avergonzado de…

Antes de que alguien pudiese hacer algo, Sirius había saltado y golpeado a Lestrange directamente en el rostro. Una pequeña multitud se formó alrededor de los dos chicos mientras se transformaba todo en un alboroto.

—¿No deberías detenerlos? —Peter le preguntó a Remus mientras miraban a Sirius inmovilizar al chico mayor en el suelo y golpearlo de nuevo— ¡Eres un Prefecto! —Remus se mordió el labio. Si detenía la pelea, tendría que darle a Lestrange y a Sirius detención. Favorecer a su novio empeoraría las cosas en este caso en particular. Estaba a punto de decir algo cuando Slughorn salió de su sala.

—¿Qué es esto? Sepárense, ahora. Vamos. Black, Lestrange, ¡eso es suficiente! Todos de vuelta a sus clases, ¡ustedes dos vengan conmigo!

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—No puedo creer que me diera detención —Sirius refunfuñó, arrojando su mochila a su cama y subiéndose a la de Remus donde se acostó con la cabeza en el regazo del otro chico.

—Sí diste el primer golpe —suspiró Remus, pasando los dedos por el cabello de Sirius—. No importa lo mucho que el imbécil lo mereciera.

—¿Por cuánto en detención? —preguntó James cautelosamente.

—Una semana —suspiró Sirius—. Fregando calderos con el jodido Lestrange.

—Tenemos que encontrar otra salida para tu enojo, amigo —dijo James, hojeando el último número de Quidditch Today—. Golpear a Slytherins está muy bien, y créeme, me da mucho gusto, pero eventualmente tendrás algo peor que una semana en detención.

—Bueno, sé de una cosa que ayuda —Sirius le dio a Remus una mirada sugerente, ganando un fuerte tirón en su cabello.

—Suficiente —el chico de pelo más claro lo regañó suavemente, pero había una sonrisa aún en sus labios.

—Demasiada información, chicos —gruñó Peter—. Aún no supero lo que me encontré en las duchas el otro día.

—¡La corbata en la puerta, amigo! ¡Es un símbolo universal! —Sirius argumentó a la defensiva.

—¿Ustedes dos no tienen el baño de Prefectos para ese tipo de travesuras? —James rio sin apartar la mirada del artículo que estaba leyendo.

Remus suspiró y negó con la cabeza.

—No me siento cómodo explotando mis privilegios para ese tipo de cosas. Se siente mal.

James resopló.

—¿Vendiste marihuana en tus rondas por un mes para pagar la chaqueta de cuero de tu novio, pero no le darás una mamada en el baño de Prefectos? Tienes unas jodidas prioridades, amigo mío.

Sirius rio, mirando a Remus de manera engreída.

—¿Ves? James me entiende.

—Mmm, puedes salir con James entonces.

—De ninguna manera, Moony —James sacudió la cabeza—. Quiero a Sirius, pero es todo tuyo. Además, Evans va a caer cualquiera de estos días.

—Ah, sí —dijo Peter—. Justo como toda historia de amor comienza, "¡ella finalmente colapsó y no pudo seguir negándose!" —Se rio hasta que James le lanzó una almohada.

Aún pasando los dedos por el cabello de Sirius, lo miró hacia abajo.

—Aunque en serio, tienes que controlar tu temperamento, Sirius. Sé que es difícil y claramente están intentando provocarte, pero no puedes darles esa satisfacción. Eres mejor que eso.

Sirius gruñó, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Remus, yo…

—Vas a escoger una pelea con la persona equivocada o decir algo incorrecto y terminar lastimado o… No lo sé, más problemas que sólo tener que fregar calderos —Remus suspiró—. Sólo quiero que seas cuidadoso. Aléjate de ellos, mantente ocupado.

Sirius asintió, sin mirar a Remus.

—Bien… Tienes razón. Voy a intentarlo.

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Patrullar en las mazmorras tan tarde en la noche hizo que Lily se sintiera más inquieta de lo que ella hubiera querido admitir. Parecía que el grupo de estudiantes molestando a los nacidos muggles estaba creciendo, y sus tácticas se estaban volviendo más crueles. Sólo unos días antes Mary MacDonald terminó en el hospital después de que fuera acorralada por Mulciber y algunos de sus amigos.

Se estremeció.

Severus había estado ahí, era lo que sabía, pero no sabía qué tan envuelto había estado. Había decidido no preguntarle a Mary cuando fue a verla en la enfermería.

Nunca se había sentido tan afligida antes. Por un lado, Severus siempre había sido bueno con ella. Había sido su amigo más cercano por una gran parte de su infancia.

Siempre había sabido que tenía una fascinación por las Artes Oscuras, pero nunca había creído que alguna vez iba a poner ese interés en práctica. Estos días ya no estaba tan segura.

Entre más se juntaba con gente como Mulciber, Avery y Nott, ella menos aprobaba su comportamiento. Y aunque él nunca la hubiese tratado distinto por el estado de su sangre, ella veía la manera con la que él miraba a otros estudiantes que venían de familias muggles, y eso no le gustaba.

Aun así, ella no tenía prueba de que Severus estaba haciendo algo físicamente además de juntarse con el grupo incorrecto, que según él le había dicho, era necesario para asegurar su bienestar en la casa de Slytherin. Ella supuso que tendría que considerarlo inocente hasta que se probara lo contrario.

O al menos eso era lo que ella pensaba con tanto anhelo.

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Cada noche de la detención de Slughorn ponía a Sirius más molesto. Aparente Lestrange estaba saliendo con Bellatrix ahora, y ella había compartido con él las maneras exactas para presionarlo. Dos veces durante una tarde, había tirado a propósito el agua sucia de su propio caldero directo a Sirius.

Sirius sólo mantuvo los ojos en lo que estaba haciendo, recordando la manera en la que Remus le había dicho que respirara siguiendo los latidos en su pecho y recitando cada letra de las canciones de Bowie que se sabía, una y otra vez en su cabeza hasta que Slughorn los dejara ir.

Estando en las mazmorras, solo y a esas horas de la noche, hizo a Sirius sentir más incómodo de lo que estaría dispuesto a admitir. Caminó con sus ojos firmemente sobre el suelo, sus pies moviéndose tan rápido como podía para poder volver a la torre de Gryffindor. Podría prometerle a Remus y a James que se comportaría hasta que se convirtiera en azul, pero ellos parecían tener más fe en él, que él mismo se tenía. Había ciertas cosas que él sabía no podría dejar pasar.

—Sirius.

Se detuvo en seco y se encogió. Tomó un respiro profundo. Podría seguir caminando. Debería seguir caminando.

—¿Puedo hablar contigo? —La voz de Regulus era tensa, reprimiendo cualquier tipo de emoción, tal y como le habían enseñado desde su nacimiento. Las emociones no eran para los Blacks.

Lentamente Sirius se giró para mirar a su hermano.

—¿Ahora quieres hablar? —Sus ojos se estrecharon— ¿Qué podrías querer decirme ahora?

Regulus parpadeó. La culpa, ¿tal vez? Sirius no estaba seguro, y no le importaba. Observó mientras Regulus echó los hombros hacia atrás y conscientemente hizo un esfuerzo para pararse más derecho. Buen heredero

—Quería decirte que lo que Rudolphus dijo no era cierto —explicó el menor lentamente—. Nunca dije que estaba avergonzado de ti.

Sirius se encogió de hombros, aún mirando a su hermano con frialdad.

—¿Crees que eso significa algo para mí? —Se acercó un paso más y la perfecta postura de Regulus vaciló por un segundo cuando se hundió debajo de la sombra de su hermano— Te quedaste parado ahí, Regulus —sus puños se apretaron con tanta fuerza que sus nudillos sonaron—. Te quedaste parado ahí y observaste cómo nuestro padre me golpeó. —Dio otro paso y la espalda de Regulus estaba contra la pared de piedra—. Observaste a nuestra loca madre usar una maldición imperdonable ilegal sobre mí. Me viste, en el suelo sufriendo. —La mano de Sirius se lanzó para sostener a su hermano contra la muralla por su garganta—. Y no hiciste nada. —La mirada altiva y sin emoción en los ojos de Regulus se había ido y en su lugar, los orbes grises estaban llenos de un distintivo miedo. Sirius sintió los músculos en la garganta del menor trabajaban contra su mano mientras tragaba nerviosamente.

—S-Sirius…

—¿Sabes cómo se siente la maldición cruciatus, Reggie? —preguntó Sirius, su voz baja y profunda y casi irreconocible para sus propios oídos. Pero no podía detenerse.

—Sirius… por favor…

—Vete a la mierda, Regulus —gritó Sirius, apretando su mano—. No tienes ninguna idea de lo que he tenido que pasar, carajo. Nunca has sentido ni una pizca de dolor. Nadie ha golpeado nunca tu linda carita. El Preciado Príncipe de la Casa Black…

Finalmente Regulus se alejó con una fuerza que de verdad hubiera sorprendido a Sirius si la adrenalina y la furia no hubiese estado contralando cada parte de su mente consciente.

—¡¿Qué se supone que debía hacer, Sirius?! —gritó Regulus, aún contra la pared incluso sin Sirius sosteniéndolo ahí.

Sirius se rio con fuerzas.

—¡¿Qué se supone que debías hacer?! ¡Cualquier cosa! ¡Pudiste haber dicho algo! ¡Hacer algo! ¡Puede que no haya hecho ninguna diferencia, pero al menos lo hubieras intentado!

—¡Son nuestros padres! No podría sólo haberles faltado el…

—¡MALDITO COBARDE! —gritó Sirius, acercándose al rostro de su hermano—. Dame una buena razón para no lastimarte en este momento.

—¡Soy tu hermano!

Sirius negó con la cabeza.

—Ya no —levantó su puño.

—¡Oigan! Ustedes dos están fuera del límite, ya ha pasado el toque de queda y… ¡Oh! —Sirius se paralizó con el sonido de la voz de Evans. Con una última mirada venenosa hacia su hermano, se apartó. Lily se aclaró la garganta—. Uhm… Regulus, vuelve a tu dormitorio, por favor, o tendré que quitarle puntos a Slytherin —su voz tembló ligeramente cuando se dirigió a ellos. Regulus vaciló, sus ojos se dirigieron a su hermano casi anhelante. Suspiró y asintió sin palabras antes de girar sobre sus talones y volver al dormitorio de Slytherin.

—Sirius… —Lo llamó Evans suavemente. No la miró, solamente se llevó una mano por el pelo y apoyó la frente contra la fría pared de piedra.

—¿Qué, Evans? Vamos, anda y dame esa detención que has estado muriendo por darme desde que te dieron esa linda insignia, ¿eh?

Lily se quedó en silencio por un momento. Dejó salir un tembloroso suspiro.

—No… No haré eso, Sirius.

Sirius frunció el ceño y se giró para mirarla finalmente.

—¿Por qué? Me has atrapado, ¿no es así? ¿Fuera de los límites y peleando? No me digas que tu primer pensamiento cuando supiste que te habían nombrado una Prefecta no fue que por fin podrías darnos lo que James y yo merecemos…

La sombra de una sonrisa se dibujó en la cara de Lily e inclinó la cabeza.

—Tan cierto como eso puede ser… No voy a hacerlo por esto.

Sirius se burló de ella.

—No necesito tu maldita lástima, Evans.

Ella sacudió la cabeza, acercándose para apoyarse contra la pared, a su lado.

—Tengo una hermana, sabes —dijo suavemente, los ojos en el mechón de pelo rojo que estaba girando alrededor de su dedo.

Sirius no respondió. Sabía eso. Recordaba a Lily mencionando eso una o dos veces en el pasado. Su nombre era ¿Posey? ¿Polly?

—Su nombre es Petunia —continuó Lily—. No me ha dirigido la palabra las últimas dos veces que he ido a casa.

Él frunció el ceño, el interés mesclado con la confusión lo llevó a preguntar:

—¿Por qué? ¿Qué le hiciste? —Seguro, él personalmente pensaba que Lily era una maldita aguafiestas, pero era suficientemente buena con sus amigos y casi todos que no fueran él ni James.

Lily sonrió tristemente y se encogió de hombros.

—Lo mismo que tú. Nacimos distintas —ella suspiró—. Fuimos realmente cercanas cuando éramos pequeñas. Hacíamos todo juntas, yo la admiraba… ya sabes, típicas cosas de hermanos… Hasta que nos dimos cuenta de que yo podía hacer cosas que ella no. Podía hacer que las flores crecieran tocándolas… Si lo pensaba demasiado, podía hacer que los objetos se movieran.

—Tempranos signos de magia —murmuró Sirius.

—Exactamente —dijo Lily suavemente—. Sin importar lo que hiciera, no lograba hacer lo que yo podía y eso la volvía furiosa. Me dijo que era malo, lo que yo podía hacer… Me llamó una anormal, dijo que era rara… Entonces recibí mi carta a Hogwarts y ella no… —Ella envolvió sus propios brazos alrededor de ella—. Las cosas no volvieron a ser iguales después de eso. Y ahora es como si sólo coexistiéramos en la misma casa cuando sea que estoy allí. Apenas me mira. —Cerró sus ojos y Sirius vio dos lágrimas caer de sus pestañas—. Es horrible, ¿verdad? —preguntó entre lágrimas— Saber que no importa lo que hagamos, o lo mucho que queramos amarlos, ellos nunca nos aceptarán por lo que somos.

Sin pensarlo dos veces, Sirius agarró a la chica y la abrazó fuertemente.

—Lo siento mucho, Lily.

—Yo también, Sirius.

Se quedaron así, aferrándose el uno al otro en el oscuro pasillo de las mazmorras durante un buen rato. Tanto, que el turno de Lily terminó y Sirius la acompañó de vuelta a la torre de Gryffindor.