- Ah, la vuelta a clases, qué felicidad -.
- Definitivamente Sirius, estás loco -. Peter echó mano de un par de tostadas y se montó un emparedado de mermelada.
- Y a mucha honra -.
- ¿Vais a presentaros a las pruebas para el equipo de quidditch? – preguntó Remus.
- Sí, yo ya tengo asegurado el puesto de cazador y Sirius quiere el de golpeador – dijo James, desaparecido tras su revista de quidditch.
- ¿Tú no quieres probar, Remus? -.
- Te he dicho mil veces Sirius que a mí no me va el quidditch -. El licántropo bajó la voz - Además mi enfermedad me impide pertenecer al equipo, imagina que me toca ese día del mes antes de un partido –.
- ¿Qué tenemos a primera hora? – preguntó Peter.
- Pociones –. La acritud de Remus era patente.
- Tranquilo Remsie, ahora que echaron al viejo Dempsey seguro que se te da mejor -.
- Lo dudo Sirius, lo mío es irremediable -.
- Viva el optimismo – rió Black – Bueno, en seguida lo averiguaremos -.
Cuando los chicos abandonaban el Comedor, justo en ese instante, Lily y Thea se cruzaban al pie de las escaleras con Snape y éste golpeaba a la pelirroja en el hombro haciéndola caer sentada al suelo.
- ¡Mira por dónde vas, sangre sucia! -.
- ¡Tú eres el cegato, pelo grasiento! -.
Lily apretó en la mano el papel que Severus le había pasado al chocar y se incorporó con ayuda de Althea, escondiendo una sonrisa.
- ¡Eh, deshecho de basura slytherin! -. James y Sirius se acercaron furibundos con Remus y Peter detrás mucho menos exaltados.
- No metas tus gafotas donde no te llaman, Potter – gruñó Snape.
- Yo hago lo que me da la gana, y más cuando molestas a gente de mi Casa -.
- Nadie te ha pedido ayuda – protestó Lily.
- Te ha tirado al suelo – objetó él.
- No soy de porcelana y ya soy mayorcita para cuidarme sola -.
- Vale Evans, la próxima vez que tengas problemas a mí ni me mires -.
- Eso intento, Potty, pero tú y el señor Black parece que tenéis complejo de caballeros andantes -.
- Serás borde, pelirroja que tienes el mal genio reconcentrado -.
- Y tú engreído, no sé como vuestra habitación no ha reventado de tanto ego como duerme allí metido -.
- Chicos... -.
- ¿¡QUÉ!? -.
Remus retrocedió un par de pasos, alejándose de sus dos iracundos compañeros.
- Que es muy divertido veros discutir, pero llegamos tarde a clase – terminó Althea por él y agarró a Lily de la túnica – Andando, señorita Evans -.
- ¿Y Snape? – inquirió James.
- Se ha largado cuando habéis empezado a gritaros – dijo Peter, disimulando bastante mal una sonrisa.
Entraron al aula justo cuando el profesor llegaba a su escritorio y pronto se repartieron en sus sitios habituales. James le lanzó una mirada a Snape del tipo "te vas a enterar".
- Buenos días, soy el profesor Alfred Myther y os impartiré Pociones, como todos ya sabréis -. El mago lucía una de sus túnicas plagadas de estrellas, esta vez rojo intenso – El señor Dempsey me explicó lo que os ha explicado hasta el momento y creo que deberíamos continuar con un tipo de poción muy útil, aunque un poco difícil, conocida como "El Don de Aracne" -. Tocó la pizarra con su varita y aparecieron los ingredientes y cómo emplearlos – Tengan cuidado con las tarántulas que les voy a entregar, han de arrojarlas vivas a su caldero y su mordedura es letal -.
- Profesor -.
- Sí, señor... -.
- Snape; quería saber para qué sirve esta poción -.
- Cierto, no se lo he dicho; bueno, ¿alguien conoce el mito de Aracne?... sí, señorita... -.
- Willow; hace referencia a Aracne, una muchacha muy hábil hilando, tanto que creyó que era mejor que Atenea y retó a la diosa a un duelo, por su orgullo desmedido Atenea la castigó convirtiéndola en araña para que hilara eternamente -.
- Muy bien, cinco puntos para Gryffindor – sonrió Alfred – Nuestra poción otorgará a cualquier tela la fuerza y elasticidad de una tela de araña. Ahora, pueden empezar. Cualquier duda, no teman en preguntarme -.
James se había sentado con Remus para ayudarle, idem Sirius con Peter. El profesor fue paseando entre las mesas, haciendo correcciones y aconsejando de manera afable. Se detuvo ante Lily y Althea.
- ¿Algún problema? -.
- No, profesor – sonrió la pelirroja y preguntó en voz baja - ¿Cómo has acabado de maestro en Hogwarts? -.
- Cuando Dempsey decidió jubilarse, Dumbledore recordó a un muchacho bastante aventajado en Pociones que actualmente trabajaba para la Oficina de Adaptación al Mundo Mágico, en el Departamento de Educación. Hacer de tutor de hijos de muggles es muy gratificante, pero siempre desee ocupar una plaza en Hogwarts, algo harto difícil -.
Mientras el profesor estaba ocupado conversando con la que prácticamente era su sobrina adoptiva, James dio un toquecito en la espalda a Sirius.
- ¿Cuándo? – preguntó este último.
- Al entregar la poción, será sencillo con el ajetreo -.
Remus les miró aprensivo, Peter emocionado; una nueva trastada estaba a punto de desencadenarse.
- Chicos, ¿qué vais a hacer? -.
- Tranquilo Remsie, nadie saldrá herido -. Sirius destapó el bote que contenía la tarántula y lo sacudió sobre el caldero hasta hacer caer al bicho dentro, un vapor rojizo emanó de la poción con un suave ¡plop!
- Ah, excelente -. Alfred se acercó a la mesa de los niños - ¿A quién más le ha salido el vapor rojo? -.
Deyanira, James, dos chicos slytherins y Snape levantaron las manos y cruzaron miradas de odio.
- Bien, diez puntos para cada uno. Rellenad una probeta con vuestra poción y poned el nombre. Los deberes serán conseguir hacer bien la poción el próximo día, así que practicad -.
James dejó que Remus llevase la probeta a la mesa del profesor con Peter; se agachó junto a su mochila, como guardando sus apuntes, y sacó la varita. Sirius, maestro de la elocuencia y la mentira, entretuvo a Myther con una pregunta respecto a la poción.
Los slytherins empezaron a abandonar el aula, entre ellos Snape bastante absorto en unos pergaminos. James hizo levitar la redoma de poción que se había guardado y, con un giro de muñeca, la volcó sobre la grasienta cabeza del slytherin.
Severus se volvió hacia el gryffindor con sus oscuros ojos inyectados de pura cólera, sin embargo Sirius había cortado su conversación con el profesor y no pudo cobrarse venganza.
- Y ahora DCAO con Slytherin – dijo Black, echando elegantemente su cabello hacia atrás.
- Aprenderá a no meterse con nuestros compañeros – asintió James.
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Parecía que la vuelta de vacaciones no le había sentado bien a Frost. El jefe de Slytherin irrumpió en el aula con una de sus expresiones más intimidadoras.
- Tercer año... considero que todos ustedes han recibido, por lo que a mí respecta, una inmejorable enseñanza contra las Artes Oscuras. Se encuentran, por tanto, capacitados para aplicar esos conocimientos – esbozó una gélida sonrisa – Quiero que salgan todos del aula y vayan entrando de uno en uno según yo les llame. Si arman el mínimo alboroto en el pasillo aténganse a las consecuencias -.
No les dejó llevarse las mochilas, así que todos se sentaron en el suelo o hicieron corrillos de pie para hablar en voz baja sobre qué sería lo que aquel sádico les tenía preparado.
- Examen sorpresa – suspiró Remus – Justo lo que necesitaba -.
- ¿Cómo te encuentras?, ¿quieres ir a la enfermería? -.
El licántropo sonrió divertido. La despreocupación de Sirius era sustituida por una seria ansiedad cada vez que él se encontraba mal; Lupin suponía que se debía a aquella vez que sufrió una crisis tras la broma del armario el año anterior, el susto todavía no se le había pasado al rebelde muchacho.
- Estoy todo lo bien que puedo estar a cinco días de la luna llena, no te preocupes -.
- Díselo al señor Iceberg y vete –.
- Sirius, usaré las mismas palabras que mi muy sabia compañera Lily Evans, no soy de porcelana y puedo cuidarme solo, aunque agradezco sinceramente tu preocupación -.
Su amigo no pudo replicar. Frost se asomó en ese momento y llamó a Lupin el primero.
- Remus tiene razón – dijo James – A veces agobias un poco -.
Los ojos grises le devolvieron una mirada furibunda.
- No la tomes ahora conmigo, reconoce que te pasas de protector con todo el que conoces -. El niño de gafas sonrió y señaló con un ademán al solitario Snape - ¿Qué te parece si ponemos en marcha nuestra pequeña venganza? -.
- Ah, vale, pero que conste que sigo enfadado -.
- ¿Preparado Pete? -.
- Siempre, jefe -.
- ¡Eh, pelo grasiento! -.
El slytherin se puso tenso al ver acercarse a James y Sirius, y mantuvo la mano cerca de la varita. Empezaron a insultarse recíprocamente, pero en voz baja.
Lily vio la escena y su primer impulso fue ayudar a Severus, la mano de Althea reteniéndola por el brazo le hizo entrar en razón. No podía mostrar su amistad delante de toda la clase. Sus ojos verdes se abrieron airados cuando vio a Peter escabulléndose por detrás del slytherin para coger su pelo, elástico por la poción derramada, y lo ataba a la barandilla de piedra del corredor.
La puerta del aula volvió a abrirse y Frost convocó a Snape. Cuando Severus estaba a dos pasos del profesor, su pelo decidió que ya no se estiraba más y que le apetecía volver a su sitio; el slytherin literalmente voló hasta que su espalda se estrelló contra la barandilla, dio una voltereta y quedó colgado por el pelo a cuatro pisos de altura del recibidor del colegio.
Pensando en su propia salud, los estudiantes reprimieron las carcajadas que pugnaban por brotar incluso entre los propios slytherins. Frost se puso lívido de ira. Subió a Snape con un hechizo y le dijo que esperara dentro de la clase.
- ¿Quién ha sido? -.
Nadie respondió a la pregunta.
- Si los culpables no confiesan, haré que todos ustedes vayan al Bosque Prohibido esta misma noche a buscar una cesta de hongos fantasma y sin supervisión de ningún tipo -.
James y Sirius intercambiaron una breve mirada y después avanzaron un par de pasos.
- Ah, Potter y Black, debí suponerlo -. Frost entrecerró los ojos – Por lo pronto Gryffindor tiene veinte puntos menos gracias a ustedes. Esta tarde vengan a mi despacho para conocer su castigo -.
El examen sorpresa continuó sin más contratiempos.
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- ¡Un boggart! -.
- Tan mal se te dio Lily -.
La pelirroja dejó que su cabeza colisionara con la mesa del Comedor.
- Supongo que sí – sonrió Deyanira.
- Yo pasé una vergüenza horrible – suspiró Selinda – Mi boggart se convirtió en Frost -.
- No veo el problema, debió sentirse feliz al ser el peor terror de un alumno – dijo Althea.
- Es que yo sabía el hechizo para enfrentar al boggart, Remus me enseñó, y yo... le puse el pelo naranja y le vestí de payaso -.
Selinda escondió el rostro entre las manos mientras sus amigas estallaban en sonoras carcajadas.
- Lily, dinos el tuyo – pidió Kathleen - ¿A qué no pudiste enfrentarte? -.
- Un lethifold – gruñó sin levantar la cabeza – Ese sádico me ha dejado traumatizada de por vida -.
- El mío fue una banshee – replicó Kath – Mi hermano se disfrazó de una para Halloween cuando yo tenía cuatro años, no he podido quitarme esa imagen de la cabeza -.
- Yo me he enfrentado a un... -. Althea dudó un instante – Uno de esos locos que asesinaron a mi padre. ¿Y tú, Nira? -.
La guapa gryffindor parecía reticente a confiarles su mayor temor.
- La oscuridad -.
- ¿El qué? -.
- Que tengo miedo a la oscuridad ¿vale? – les espetó.
Lily, escuchando a medias a sus amigas, vio como alguien se levantaba de la mesa de Slytherin.
- Chicas, voy a descansar un rato, os veo en Transformaciones -.
Antes que nadie pudiera oponerse, la pelirroja había salido corriendo mochila al hombro. Cruzó las puertas del colegio y fue hasta el campo de quidditch. Allí, entre la estructura de madera que sustentaba las gradas, Lily encontró a Snape con un libro entre las manos como siempre.
- Hola Severus -.
- Hola Evans -.
- Lo siento -.
El slytherin alzó la mirada, interrogante.
- Lo de la broma; mis compañeros la hicieron por vengar el supuesto empujón que me diste -.
- La tropa de Potter no necesita excusas, me habrían gastado la broma de todas formas, necesitan lucirse o de lo contrario se morirían -.
- Ya... ¿qué tal el verano? -.
- Como siempre -.
- ¿Te importaría ser más concreto? -.
- Sí -.
Lily frunció el ceño y puso las manos en jarras.
- Evans, no te gustaría... mi familia no es a lo que tú estás acostumbrada -.
- Somos amigos, así que habla -.
Severus apartó el libro, exasperado.
- Mi padre me enseña Artes Oscuras durante el verano, y si a mi madre se le ocurre protestar lo más mínimo él le chilla, e incluso ha llegado a golpearle, ¿satisfecha su curiosidad, señorita Evans? -.
Ella se mordió el labio, avergonzada, y se sentó en una viga frente al chico.
- ¡No me mires así! -.
- ¿Así cómo? – preguntó Lily, alarmada.
- Como si fuera un animal desvalido, ¡no quiero tu compasión! ¿entendido? -.
- Vale... si quieres volver a pasarme alguna nota será mejor que uses a Dusk, le puedes mandar a mi habitación y así no habrá problemas -.
La gryffindor se levantó con intención de marcharse, pero Snape le puso las manos en los hombros y le obligó a sentarse de nuevo.
- Es pronto – dijo sin mirarla - ¿Cómo has pasado tú el verano? -.
- En casa soportando a mi hermana, yendo a la piscina, haciendo deberes y quedando con Thea algún día en el Callejón Diagón... como siempre -.
Severus dio un respingo y Lily sonrió, una de esas sonrisas que Alfred Myther consideraba dignas de una auténtica hechicera.
- Tengo que irme – dijo ella – Mañana podremos combatir un rato, estoy deseando probar algunas maldiciones nuevas que he aprendido -.
- Lily -.
- ¿Sí? -.
- ¿Por qué eres mi amiga? -.
- No lo sé, es divertido conversar contigo y me ayudas con pociones -. La pelirroja se quedó pensativa – Supongo que es más fácil ser amigo de alguien al que puedes contarle todos tus secretos porque nunca podrá decírselos a nadie. De alguna forma sé que si un día tengo problemas, verdaderos problemas, podré pedirte ayuda, igual que tú a mí -.
- Si tú lo dices -.
Lily le dio un espontáneo abrazo y se echó la mochila al hombro.
- Hasta luego, Snappish -.
- Adiós, señorita sangre sucia -.
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Nadie podía creérselo, habían conseguido dar por fin con un castigo que realmente repateara a Potter y Black. El profesor Frost les había impuesto como sanción recoger y limpiar el Comedor sin magia tras la cena todas las noches de esa semana. Ante semejante panorama, los de Slytherin se aplicaban con insistencia a la tarea de ensuciar su mesa.
- ¡Qué asco! -. Sirius atacó a una masa gelatinosa de color verduzco con una gran bayeta.
- La próxima que organizamos es para el señor Iceberg – juró James, que se estaba planteando ir a por una espátula para rascar la porquería.
- Será la segunda, porque tenemos que ponernos ya a preparar la poción multijugos si queremos que esté lista para Halloween -.
- Es verdad, le recordaré a Evans que nos tiene que ayudar, ¿has hablado con Mercury? -.
- Olivier y tres amigos nos ayudarán, y de Huffle he conseguido a Alsop y Miller con otros cuatro amigos que no conozco. Andrómeda ha dicho que nos echará un cable hablando con Kingsley, es el único prefecto al que no tenemos comprado -.
- Sí, porque Frank, Mary, Grant y Gudgeon nos han dado vía libre; Davey dijo que por él podíamos incluso sellarles la puerta de su Casa para que jamás salieran de allí – sonrió James.
- Me encanta cuando todo el mundo está de acuerdo -.
Se apresuraron en su labor y, en cuanto terminaron, corrieron a la Sala Común. En una de las mesas se encontraban reunidos varios estudiantes: de 7º Frank, Hooch, Thomas McDonald y Charles Johnson; de 6º Maggie Boot y Wendy Anderson, de 5º los nuevos prefectos Mary Hume y Gideon Prewett; de 4º el hermano de Thomas, Michael, y tres amigos suyos; y todos los de tercer año.
- Esto es una confabulación en toda regla – sonrió Sirius - ¿Todos queréis ayudar? -.
- ¿Tú que crees, Black? – replicó Hooch – Aunque más nos vale que la jefa no nos pille -.
- ¿Temes por tu Premio Anual? – se burló McDonald y recibió un pescozón.
- Frank nos dijo que tenéis un plan pero no sabemos cual, ¿os importaría explicarlo? – pidió Prewett, entusiasmado. La prefecta, Hume, le miró como si acabase de cometer un sacrilegio.
James ocupó una silla y les contó el plan "Despedir a la serpiente".
- Nosotros cuatro no podíamos hacernos cargo de tantos calderos y necesitábamos que los prefectos no dierais aviso a los profesores del ajetreo en el baño de Myrthle -.
- ¿Estáis compinchados con los de las otras Casas? – exclamó Longbottom.
- Bueno, con los de Slytherin no, pero varios alumnos de Huffle y Raven van a echarnos una mano, incluidos los prefectos y premios anuales – respondió el niño de gafas – Hay mucha gente que no quiere que la banda de Malfoy se marche de Hogwarts sin recibir su merecido -.
- Esa poción tiene algunos ingredientes comprometidos –. Maggie releía la receta con el ceño fruncido, como cuando jugaba quidditch.
- Eso corre de nuestra cuenta, los conseguiremos a tiempo, sólo necesitamos vuestra cobertura y que remováis los calderos de vez en cuando – replicó James – Y no, Frank, no preguntes de dónde saldrán, no queremos mentirte -.
- Aquí tenemos una lista con todas las personas que desean participar y aquí están los horarios de cada Casa, ahora nos toca hacer una tabla de turnos de vigilancia y de control de los calderos – anunció Sirius – Propongo a Remus como coordinador de horarios, es un genio a la hora de organizarse sus horas de estudio -.
- ¿Alguien me ayuda? – preguntó el licántropo, resignado.
Hooch, Maggie, Selinda y Kath se ofrecieron.
- Qué suerte tienes, viejo lobo, cuatro chicas a tu disposición – rió Sirius mientras la cara de Remus no se decidía si por el rojo vergüenza o el blanco susto.
James le dio una patada a su mejor amigo por debajo de la mesa, la enfermedad de Lupin no era para burlarse, al menos no delante de medio Gryffindor.
Esa misma noche, durante la cena, alumnos de diferentes Casas y edades trasladaron al baño de chicas del segundo piso una decena de calderos junto con probetas y cajas con los ingredientes que habían sido fáciles de conseguir, como las sanguijuelas.
- ¿¡Qué es todo esto!? -.
La súbita aparición que surgió de uno de los lavabos les sobresaltó tanto que casi se les caen la mitad de las cosas.
- Hola Myrtle – saludó Peter – Necesitamos tu ayuda -.
- ¿Mi ayuda? -. El lloroso fantasma escrutó a cada uno de los presentes - ¿Para qué? -.
- Estamos organizando una broma para los de Slytherin, pero necesitamos sitio para preparar las pociones y pensamos que te gustaría participar, eres la mejor vigilante que podríamos desear –. El regordete chiquillo sonrió – Además, todavía recuerdo cómo asustaste a aquellos psicópatas que me persiguieron hace dos años -.
Los halagos parecieron convencer a Myrtle, que se apartó y les dejó instalarse con expresión satisfecha mientras Peter le detallaba el plan.
- ¿Nos podemos fiar de ella? – preguntó Lily en voz baja, colocando con Thea y Susan un caldero en uno de los retretes.
- Por supuesto – afirmó James, desde el servicio de enfrente – Este baño ha sido un refugio muy útil y Myrtle es muy maja si sabes manejarla... al contrario que otras que yo conozco -.
Previendo lo que iba a suceder a continuación, Althea le quitó a Lily la varita en el momento de desenfundarla y otro tanto hizo Remus con James.
- No queremos que provoquéis un cataclismo y tengamos a todo el colegio aquí metido para ver qué ha pasado – explicó Lupin, antes de apartarse para que Frank dejara la caja con ingredientes.
Los mejores alumnos en pociones llenaron de agua los calderos y pusieron a hervir a fuego lento los crisopos.
- Necesitamos un saco entero de descurainia sophia -. Andrómeda estaba sentada en uno de los lavabos con el pelo liso, largo y de un furioso azul – Y la centinodia hay que añadirla a los diez días -.
- Primita, deja de repetir cosas que ya sabemos – sonrió Sirius – Dentro de cinco días mis compañeros, aquí presentes, y yo saldremos a recoger la descurainia al Bosque Prohibido -.
- Os acompaño -.
- No, Gideon -. James sacudió su despeinada cabeza – Preferimos ir solos. Nosotros hemos concebido el plan y nosotros correremos los riesgos, no queremos que nadie más sea castigado por nuestra culpa -.
- Esta sí que es buena, delincuentes con sentido de la responsabilidad – fue Hooch quien hizo la observación - ¿No será que queréis llevaros toda la gloria? -.
- Para nada, si quieres podemos hacer pública una lista de implicados en la broma al día siguiente de hacerla – se burló Sirius.
- Te ha pillado, Hoochie – rió McDonald.
- Por cierto, ¿no habría que ir pensando en qué bichos vamos a coger para completar las pociones? – apuntó Deyanira, removiendo uno de los calderos.
- Tranquilo Sirius, podrás echarle calamar a Lucius -.
- James, te odio cuando haces eso -.
- Lo sé, yo me reservo a Snape, le tengo algo especial preparado -.
Lily miró de refilón a Potter. No podía advertir a Severus porque él se lo diría a todo Slytherin.
- Ni se te ocurra -. Althea susurró junto al oído de su amiga – Ya sabes que los asuntos de la batalla entre Casas quedan excluidos de tus conversaciones con Snape. La broma seguirá su curso y tú no vas a intentar ayudarle -.
- ¿Por qué?, puedo evitar que tome la multijugos esa misma noche y así no podrá dar aviso -.
- Lily, ¿no te das cuenta?, cada día que pasa tu relación con ese slytherin es más peligrosa. Le has ayudado a librarse de muchas bromas. ¿Recuerdas cuando el año pasado Black y Potter quisieron echarle el maleficio con el que sólo puedes decir palabrotas y él se defendió de los dos con facilidad?, les oí hablar y empiezan a sospechar que algo raro pasa. Si ellos se dan cuenta que sois amigos... -. Los ojos amatista reflejaron una genuina preocupación – Aunque no será comparable a lo que le ocurrirá a Snape si sus compañeros se enteran -.
- Es mi amigo, no puedo dejarle de lado -.
- Si realmente fueras su amiga no le pondrías en peligro -.
- Es más difícil que eso Thea, no puedes entenderlo -.
- ¡Pues explícamelo! -.
Algunos de los presentes se giraron para ver qué les pasaba a aquellas dos, ellas pusieron expresiones inocentes y fingieron escuchar cómo Potter discutía con Kingsley los riesgos del plan.
- Thea, si le doy la espalda se quedará sin amigos -.
- No me extraña, es un bicho raro, no le soportan ni los de su Casa -.
- No es eso, él no quiere tener amigos -. La pelirroja frunció el ceño – Tiene una vida más complicada de lo que aparenta, creo que por eso odia tanto a los demás -.
- Eso no le excusa de ser un chivato crónico -.
Ninguna añadió nada más. Althea apoyó la espalda en una de las puertas abiertas de los servicios, observando como Olivier Mercury terminaba de añadir crisopos a su caldero y lo removía. De repente, en la espiral del agua se formó una imagen, una serpiente devorándose a sí misma. La muchacha griega respiró hondo... su primer amago de una visión auténtica que la confirmaba como hija de Delfos, su primera visión y no auguraba nada bueno.
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Severus jugueteaba con la comida de su plato. No tenía hambre. Ignoraba las conversaciones en torno suyo. Sus apagados ojos negros iban más allá de Nott y McCallum, hasta la mesa de Gryffindor donde esa noche había tantas ausencias. Muchos achacaban la desaparición de tantos estudiantes a que Frost había pagado su enojo poniendo una escandalosa ristra de deberes a todas las Casas, incluso a Slytherin por dejarse poner en ridículo.
Aquellas disquisiciones le daban lo mismo a Snape. Se sentía molesto consigo mismo, es más, se aborrecía. No podía quitarse de la cabeza su conversación con la pequeña sangre sucia, en realidad no podía olvidar ni una sola de las palabras que aquella maldita niña había pronunciado desde la primera vez que se cruzaron en el Callejón Diagón, cada una de sus sonrisas... Se mordió la lengua y sintió como el dolor le devolvía un poco la cordura.
- Severus -.
Alzó la mirada y tropezó con los escrutadores ojos grises de Malfoy.
- Estás muy serio. Deja de preocuparte por lo de hoy, ya les devolveremos la jugada a esos cuatro retacos de basura traidora -.
- Bien -.
- ¿Te preocupa algo más? -.
- Es personal -.
- Si necesitas ayuda sólo has de pedirla, ya lo sabes -.
Sí, lo sabía. El señor Malfoy había trabado amistad recientemente con su padre, ambos frecuentaban las mismas compañías y habían sido admitidos en ese cerrado círculo de colaboradores de un tal Voldemort. Lucius, como todavía era un colegial, se limitaba a labores de recadero, pero todo eso cambiaría a partir de Junio cuando tuviera la mayoría de edad; se sometería a los ritos convenientes y entraría a formar parte de los Caballeros de Walpurgis. Aquel era el mismo destino que le aguardaba a Severus, convertirse en servidor y dueño de las Artes Oscuras.
Volvió a mirar fugazmente la mesa Gryffindor antes de abandonar su sitio.
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- Tened cuidado -.
- Remus, no va a pasar nada -.
El rubicundo muchacho miró aprensivo a sus tres amigos.
- No os acerquéis al Sauce por si acaso -.
- Quieres dejar de dar la lata, llevas tres años yendo a transformarte allí y nunca has podido escaparte, no vas a hacerlo justo hoy -. Sirius le dio una palmada en la espalda y le pasó un brazo por los hombros.
- Tienes que tranquilizarte Remus, no queremos que por nuestra culpa vuelvas a tener una mala noche y llegues mañana hecho un asco – dijo James.
- He traído esto de las cocinas -. Peter le pasó un pequeño hatillo a Lupin – Es tarta de manzana, puedes comerla mientras esperas -.
- Gracias -.
- Venga, una sonrisa -. Sirius le tiró a Remus de la comisura de la boca.
- ¡Ya vale, Black! – protestó el licántropo, zafándose de su compañero pero con una irremediable y luminosa sonrisa.
- Mucho mejor – asintió James.
La enfermera Pomfrey apareció en el corredor en ese momento. Los gryffindors se despidieron de su compañero y éste marchó a su recluimiento mensual con expresión animada.
- Cada vez es más difícil – suspiró Sirius – Me gustaría acompañarle un día y ver cómo se transforma -.
- No hasta concluir el plan "Animagos Power" -.
- Jamie... ¿de dónde sacas esos nombres? -.
- Otro año más de estudiar a escondidas -. Peter miró a sus amigos - ¿Nos vamos al Bosque ya? -.
- No; vamos al pasadizo, esperaremos allí hasta que sea de noche, no queda más de una hora – decidió James.
Con la radiante luna llena ya en el cielo, los tres niños cruzaron los terrenos del colegio escondidos bajo la capa invisible hasta llegar a la linde del Bosque Prohibido.
- Lumos -.
- ¿Por qué no seguimos con la capa? -.
- Porque dificulta mucho los movimientos, Pete -. James alumbró un senderillo – Por aquí -.
Minutos después encontraron un pequeño claro en aquella maraña de vegetación, unos tenues rayos lunares se colaban entre el ramaje y señalaban el lugar dónde crecía la descurainia sophia. Sirius abrió el saco y los tres se pusieron manos a la obra cortando las pequeñas plantas.
- Es un bonito lugar si descontamos los engendros asesinos que lo habitan –.
- Estás loco, Blackie – rió, en voz baja, James.
- Pues a mí no me hace gracia -.
- Vamos, Pete, se supone que un gryffindor no le teme a nada -.
- Ja, ¿en qué se convierte tu boggart, Sirius? -.
Él se pasó una mano por la cara para apartar el cabello que le caía sobre los ojos, y masculló algo inaudible. Sus dos compañeros no llegaron a reírse. Varios crujidos atrajeron su atención hacia un margen del claro, allí, en las sombras, una enorme figura se movió entre la floresta. James y Sirius sacaron las varitas con gesto alarmado, jamás reconocerían ser víctimas del pánico.
La luna por fin incidió en el intruso revelando el barbado rostro del Guardián de Llaves de Hogwarts.
- ¡Por Merlín, Hagrid!, casi nos matas del susto – protestó James.
- ¿Y vosotros qué hacéis en el bosque? –. Miró a los tres niños frunciendo el ceño - Sabéis que está prohibido, os vais a meter en un lío muy serio -.
- Necesitábamos algunos ingredientes y es más divertido recogerlos cuando sabes que infringes normas – respondió Sirius – No vas a chivarte, ¿verdad? -.
- Supongo que no – suspiró él – Bueno, ya que estáis aquí me echaréis una mano -.
- ¿A qué? -.
- Acompañadme y lo sabréis -.
Los tres amigos siguieron a la carrera los pasos de Hagrid a través de aquel laberinto vegetal durante lo que a ellos les pareció una eternidad. En determinado momento, se percataron de una extraña luminosidad que empezaba a filtrase entre troncos y arbustos procedente del lugar al que se dirigían.
La vegetación se tornó más rala, dando paso a una pequeña cañada cubierta por una bóveda de verdes hojas y atravesada por un riachuelo; una catedral hecha por la naturaleza. En el centro se hallaban las criaturas fuentes de aquella luminosidad plateada, una manada de unicornios. Uno de aquellos hermosos animales estaba tumbado con evidentes muestras de estar sufriendo, por sus espasmos y ocasionales relinchos.
- ¿Qué le ocurre? – susurró James.
- Va a tener un potro, para ella es el primero y su vida corre peligro, si el parto se demora demasiado su cuerpo no soportará permanecer tumbado tanto tiempo – explicó Hagrid – En ese caso intervendré para ayudarla, si el jefe de la manada me lo permite -.
- Son hermosos, sería una pena que muriera – apuntó Sirius.
Se sentaron a esperar sobre el suelo cubierto de hojas, musgo y helechos. Los unicornios de tanto en tanto emitían una especie de canto; no relinchaban como los caballos, era más una especie de trino. Entonces parte de la luz que les rodeaba se vertía sobre la yegua yaciente, como si intentaran sanarla.
- Tarda mucho – musitó Peter.
- ¿Hagrid? – inquirió James.
El Guardabosques contemplaba a la manada con evidente preocupación.
- Esperadme aquí -.
Los gryffindors obedecieron, aquel no era momento para rebeldías. Hagrid avanzó muy despacio, pero en el instante en que cruzó el arroyo uno de los unicornios se volvió hacia él y sacudió las patas en el aire.
- Tranquilo, tranquilo, sólo quiero ayudar a tu yegua -.
El poderoso semental ignoró los intentos conciliadores de Hagrid y cargó violentamente contra él, su cuerno dorado llameó un instante y lanzó volando a su adversario varios metros.
- ¡Hagrid!, ¿estás bien? -.
- Sí -. Se medio incorporó y sacudió de su abrigo las ramas y trozos de corteza adheridos tras el batacazo – No quería matarme. Ha sido una advertencia -.
- Pues menos mal – comentó Sirius - ¿Por qué no deja que te acerques? -.
- Ningún hombre debe tocar jamás a un unicornio, es la ley – dijo Hagrid – Sólo las doncellas. Tiene que ver con el hecho de que son criaturas absolutamente puras, son magia blanca en estado puro -.
- ¿Y qué hay de los niños? – preguntó James.
- ¿Los niños? -.
- Claro, a nosotros todavía no se nos puede considerar hombres, ¿crees que el jefe haría una excepción? -.
- No lo sé, y es demasiado peligroso, no quiero que os acerquéis, ya es bastante malo que os escaparais del colegio, si encima os hacéis daño... -.
- Tranquilo Hagrid, diremos que te seguimos, tú no tendrás ninguna responsabilidad – sonrió Sirius.
James y Sirius avanzaron los primeros con Peter más o menos parapetado tras ellos. El semental no parecía muy contento con su presencia, pero al menos no era manifiestamente hostil.
- Hagrid, ¿entienden lo que decimos? – preguntó Pettigrew.
- Sí -.
- Mucho mejor, dejadme hablar -. Sirius se adelantó y miró a los ojos plateados del colérico semental – Queremos ayudarla -. Entonces alternó su mirada gris entre el garañón y su yegua a modo de petición.
El unicornio sacudió la cabeza y les cedió el paso, aunque fue tras ellos como para asegurarse que no hacían algo incorrecto. James acarició la testa de la yegua y se arrodilló a su lado.
- Hagrid, ¿qué hay que hacer? -.
- Tienes que meterle la mano dentro y averiguar si el potro está bien colocado -.
El muchacho arqueó las cejas y se decidió por otro sistema que irritara menos al semental y al él le diera menos asco. Sacó la varita e invocó el hechizo de "la túnica invisible", al momento el interior de la yegua quedó al descubierto. Peter hizo un ruido de repugnancia.
- Está del revés, por eso no puede salir -.
- ¿Cómo lo hacemos? – inquirió Sirius – A mano no creo que le guste al jefe -.
- Es la única forma, no podemos aplicar ningún hechizo al potro mientras esté dentro de su madre -. James miró al semental y luego procedió a intentar voltear a la cría.
Sirius le daba indicaciones a su amigo, qué pata agarrar y hasta donde tirar. Peter se sentó al otro lado y se dedicó a acariciar el cuello y lomo de la yegua.
- Un poco más, un poco más... ¡ya! -.
- Ahora le toca a ella – jadeó James, agotado por el esfuerzo.
- Venga amiguita, tienes que hacer un último esfuerzo – la animó Peter.
La manada de unicornios emitió uno de sus cánticos y la yegua empujó con las pocas energías que le quedaban. En cuestión de segundos, James se encontró con un potrillo en su regazo, pateando para enderezarse.
- Levantad a la yegua, rápido -.
Sirius anuló el hechizo anterior y apuntó de nuevo.
- ¡Wingardium leviosa! -.
Despacio, el niño puso a la hembra de unicornio en pie y no retiró el encantamiento hasta estar completamente seguro que no iba a desplomarse. El resto de la manada empezó a hacer cabriolas de alegría y a lamer al potro a modo de bienvenida.
Los gryffindors decidieron que era momento de apartarse y regresaron junto a Hagrid. James se sujetaba el brazo contra el pecho.
- ¿Estás bien? – le preguntó el Guardabosques.
- Sí, no imaginaba que las contracciones iban a hacer puré mi brazo -.
- ¡Eh!, ¡que viene! -.
Todos miraron donde apuntaba Peter. El semental trotaba hacia ellos con un porte altivo pero relajado, en su boca portaba algo que dejó a los pies de James: un cuerno de unicornio.
- De nada – dijo el niño, inclinando la cabeza ante el poderoso señor de la manada.
- Nos ha dado una fortuna – exclamó Peter.
- Negativo, se la ha dado a Jamie -. Sirius se agachó a recoger el cuerno dorado y lo puso en la mano sana de su mejor amigo.
- Debéis tener cuidado con eso, los poderes de un cuerno de unicornio son peligrosos, magia salvaje sin domesticar -.
- Lo sabemos Hagrid, nos lo explicaron en Encantamientos y en Pociones – sonrió James, e intercambió una mirada de mudo entendimiento con Sirius.
Durante la ceremonia para convertirse en animago se recomendaban varios talismanes de protección, el mejor de todos era un cuerno de unicornio.
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Esa semana los de 3º terminaron de conocer a sus nuevos profesores. Cuidado de Criaturas Mágicas lo impartía el señor Kettleburn, un mago que parecía hablar para el cuello de su túnica y que nunca miraba a sus alumnos, pero sus clases era realmente interesantes; en la primera les llevó de excursión al lago a conocer al calamar gigante y les pidió que hicieran un trabajo sobre criaturas mágicas enormes.
En Aritmancia Kathleen se encontró con el profesor Aristóteles Grant, un hombrecillo estirado, más obsesionado con los números que James con el quidditch.
Runas Antiguas era la disciplina de Melibea Fraser, una de las profesoras más jóvenes y afables, lo que sumado a su belleza la convertía inmediatamente en el amor platónico de medio cuerpo estudiantil masculino. Sirius resultaba el más escandaloso, llenando de flores el escritorio de la maestra todos los días.
Henry Fisher era el loco profesor de Estudios Muggles, su clase sufría más cataclismos que la de Pociones, un verdadero record teniendo en cuenta que esta última solía explotar un par de veces por semana.
La sorpresa llegó en Adivinación. No tenían quien la impartiera por baja laboral del anterior profesor hasta que, diez días después de empezar las clases, se les anunció durante el desayuno el aula al que debían acudir.
- Vaya, encontraron profe, ¿quién tiene Adivinación? – preguntó Sirius.
Remus, Peter, James, Lily y Althea dieron diferentes respuestas afirmativas.
- Será mejor que nos pongamos en marcha, el aula está en la otra punta del colegio, en el quinto piso – sugirió Remus, observando el plano que incluía la nota.
Recogieron sus cosas y abandonaron el Comedor, los cuatro niños por un lado y las dos niñas un poco por detrás conversando.
Había una buena cantidad de estudiantes esperando ante la puerta del aula, la fama de Adivinación como asignatura pájaro parecía que era bien merecida.
- ¿Por qué no entráis? – preguntó James, a otro alumno.
- Esperamos al profesor -.
- ¿Y si está dentro? -. Sirius se pasó una mano por el cabello y fue el primero en abrir la puerta - ¡Qué pasada! -.
Los estudiantes se arremolinaron a espaldas del rebelde muchacho para ver qué había al otro lado. Lo que debería haber sido un aula con pupitres era en realidad un espacio porticado de forma redonda, estatuas de aspecto clásico puestas ante cada columna miraban al centro de aquel patio donde un estanque lleno de peces centelleaba por el sol que se colaba entre las ramas de los sicomoros.
- Bienvenidos, niños -.
Una mujer, vestida con una túnica azul de corte griego y negra cabellera rizada recogida con un cordón dorado, les sonrió al tiempo que subía los escalones del pórtico. Lily abrió la boca y miró a Althea, ésta tenía una expresión horrorizada.
- Soy Sofía Marinatos, vuestra nueva profesora de Adivinación -.
Centenares de ojos se clavaron en la muchacha de ojos amatista que tanto se parecía a la maestra, mientras Althea deseaba que se la comiera la tierra.
- Acompañadme -.
Un movimiento de varita llenó de confortables almohadones el patio, uno por alumno, en tanto la profesora se sentaba en el borde del estanque.
- Bien, ahora que estamos cómodos podemos empezar -. Sofía volvió a sonreírles – Esta asignatura está pensada para que ustedes aprendan los sistemas de adivinación, algo realmente difícil sin el Don de la Segunda Vista. Haremos prácticas, por supuesto, pero yo me centraré sobre todo en la Historia de la Adivinación, las falsedades en este ancestral arte y cómo los verdaderos videntes han ayudado a la Humanidad -.
- ¿Profesora Marinatos, usted es vidente? – preguntó una chica.
- Soy una servidora del Templo de Delfos, una sibila, pero ahora trabajo para el Ministerio de Magia Inglés debido a ciertas circunstancias que no voy a explicar aquí -. Los ojos amatista chispearon divertidos – Si no hay más interrogantes sobre mi persona, empecemos la clase. Hoy conocerán un antiguo sistema de adivinación, la Ictiomancia, ¿alguien sabe lo que es? -.
Althea alzó la mano.
- Se predice el futuro por el comportamiento de los peces -.
- Muy bien, cinco puntos -. Sofía se levató y con un gesto les invitó a que se acercaran – Asómense al estanque y les explicaré cuales eran los movimientos y qué significaban -.
Fue realmente divertido, pues salían predicciones de lo más locas, como que Peter acabaría de cazador de bestias malignas en Rusia.
Le llegó el turno a Remus, y Sofía, igual que con los anteriores alumnos, posó su mano en el hombro del muchacho. La profesora se quedó rígida, sus ojos amatista clavados en el vacío, su mano aprisionando como una garra al sobresaltado Lupin.
- Remus, tranquilo – intervino Thea – No te muevas, por favor -.
- ¿Qué? -.
- Está viendo algo, pasará en seguida -.
La niña tenía razón. Sofía volvió en sí y sonrió a Remus.
- Lo lamento, a veces ocurre que cuando toco a alguien llegan a mí imágenes sobre él o ella -. Mojó la mano en el estanque y la pasó por su rostro – Por hoy hemos terminado. Mis deberes no son obligatorios, pero sería interesante que buscaran formas de adivinación que les llamen la atención para comentarlas aquí -.
Los alumnos cogieron sus mochilas y salieron del patio cuchicheando emocionados.
- Lupin, quisiera hablar contigo unos minutos -. Sofía hizo un gesto a los otros gryffindors de 3º - Adelantaos, él irá enseguida -.
Remus se giró hacia la profesora con un nudo en el estómago; sólo sus amigos, McGonagall y Dumbledore conocían su secreto, si empezaba a extenderse pronto lo sabría todo el personal docente incluido Alexander Frost, y que lo averiguaran los slytherins sería cuestión de tiempo.
- Remus, por favor, no pongas esa cara – suplicó Sofía.
- ¿Sobre qué quería hablar? -.
- Cuando te he tocado te has puesto muy tenso y tu mente ha ido instintivamente a fijarse en ciertos recuerdos desagradables, una emoción demasiado intensa para que mi Don la ignorara -. La mujer fue a cogerle de las manos pero retrocedió en el último instante – Quería disculparme por haberme inmiscuido en tus recuerdos sin permiso -.
- Ha sido un accidente, no se preocupe – dijo Remus.
- Sin embargo, tú estás preocupado. Lo que he visto no voy a contárselo a nadie Remus, lo prohíben las leyes de aquel a quién sirvo -. Le tomó de la barbilla y le obligó a mirarla – Y jamás traicionaría un secreto semejante -.
- Gracias -. Parte de la angustia abandonó al joven licántropo.
- Aunque quisiera que me prometas algo -.
- ¿El qué? -.
- Que vas a dejar de pensar que fue culpa tuya -.
Remus miró hacia abajo, a las manos que aferraban la mochila hasta ponerse blancas.
- Remus, he visto a grandes rasgos lo que sucedió, y sé que un niño de apenas seis años no es consciente del peligro -. Sofía se arrodilló para poder mirar el pálido rostro de su alumno – Fue un desgraciado accidente, nadie tuvo la culpa. Por eso, quiero que entiendas, que alejándote de la gente no conseguirás nada; temes el contacto físico tanto como el emocional, lo que da más poder al lobo que habita en tu interior. Créeme cuando te digo que hay gente que daría su vida por ser tú, por tener una familia que te quiere y unos amigos leales como los que te esperan tras esa puerta –. Una triste sonrisa cruzó el rostro de la mujer – Sé feliz, Remus Lupin -.
El rubicundo muchacho contempló a su profesora y asintió. Ella le dio un fugaz abrazo antes de permitirle abandonar el patio.
Como Sofía había dicho, cinco personas le esperaban en el pasillo y le miraron expectantes nada más cruzar la puerta.
- ¿Qué te ha dicho? – preguntó Sirius.
- Quería disculparse por haber entrado en mi mente – sonrió Remus – Y, de paso, me ha recordado un par de cosas que olvido a menudo por mucho que me las repitan mis padres -. Los ojos color miel se clavaron en Thea – Tienes una madre estupenda -.
- Ah, vaya, gracias -.
- Y vosotros dos vais a llegar tarde a Runas -.
James y Sirius se despidieron y corrieron por el pasillo hasta desaparecer detrás de un tapiz.
- ¿Os conocéis todos los pasadizos secretos del colegio? – preguntó Lily.
- La mayoría – dijo Peter – Aunque se nos resiste el que conecta el pasillo de los espejos con la torre de astronomía -.
- Hogwarts es muy grande, dudo que nadie conozca todos sus secretos – apuntó Remus – Hay un montón de leyendas sobre habitaciones que se mueven, tesoros ocultos, e incluso esa sobre Slytherin -.
- ¿Cuál? -.
- Bueno, ¿qué os parece si vamos a las cocinas a por el almuerzo y os la cuento allí? – propuso el licántropo.
Los otros tres aplaudieron la idea. Remus fue hasta un cuadro que representaba a una antigua dama y realizó una reverencia, al momento el marco se abrió revelando unas escaleras.
- Por aquí tardaremos menos -.
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Las semanas siguieron su curso. Llegaron las pruebas para los equipos de quidditch y en Gryffindor aceptaron a James como cazador y a Sirius como golpeador, quitándole el puesto a Deyanira Danforth por muy poco.
Los turnos para atender la Poción Multijugos funcionaban a la perfección, ni profesores ni slytherins imaginaban lo que se estaba, literalmente, cociendo en el baño de chicas del segundo piso. Myrtle se volvió más ruidosa que nunca, tanto que hasta Dumbledore advirtió durante una cena que nadie se acercara a ella por que estaba atravesando una etapa de crisis.
Para alejar sospechas, los cuatro gryffindors de 3º prepararon una broma lo suficientemente espectacular para que Slytherin dejase de estar a la defensiva. Averiguaron, otra vez, la contraseña de la Casa de las serpientes y les metieron una docena de mofetas en la Sala Común; el resultado, un montón de estudiantes apestados y los cuatro culpables lavando ropa por orden de Frost. La pobre McGonagall ya no sabía que hacer con ellos.
Y entonces...
- ¡Primera visita a Hogsmeade! – exclamó Sirius una tarde de miércoles – Este finde -.
- Magnífico – sonrió James y dijo en voz baja – Mandaré una lechuza a Fletcher y quedamos con él en Las Tres Escobas -.
- Sí, y yo voy a gastarme algunos ahorrillos en Zonko -.
- Temblad slytherins – rió su amigo.
Lily estaba con Thea en una mesa practicando los hechizos convocadores que les acababa de enseñar Flitwich; habían puesto cinco animales de peluche, así evitaban salir lastimadas si el objeto era atraído con demasiada fuerza.
James entrecerró los ojos tras sus gafas y desenfundó la varita con disimulo, un segundo después el león que pertenecía a Lily era una araña grande y peluda.
- ¡Accio... Potter!!! – chilló la pelirroja.
El resultado fue que el hechizo lo recibió James por accidente, salió volando e impactó contra Lily y los dos se metieron el costalazo padre al caer de la silla, uno encima de la otra. El muchacho de gafas se apoyó en los brazos, aturdido, y se encontró con un par de brillantes ojos verdes a escasos centímetros de los suyos; esa broma no había salido demasiado bien. De un empujón, Lily apartó a James y se puso en pie con ayuda de Thea, roja de ira y vergüenza. Hubo algunas risas y comentarios.
- ¡Eres un maldito cretino, Potty! – le gritó.
- Lo siento, Evans, ¿te he hecho daño? -.
Aquello desarmó completamente a la pelirroja, ¿engreído-Potter pidiendo perdón?.
- Las personas suelen hacerse daño si las tiran de una silla – replicó ella, frotándose el brazo.
- Sólo quería gastarte una pequeña broma, como la de primer año – sonrió James, conciliador – Perdona -.
- Intenta controlar tus instintos sicóticos la próxima vez -.
- Prometo intentarlo, pero seguramente no sirva de mucho – señaló a Sirius – Ya sabes, las malas compañías -.
Thea rió y Lily no pudo evitar sonreír.
- Jamie, deja de ligar -. Sirius le agarró de la túnica y le arrastró hacia el cuadro – Que tenemos entrenamiento y vamos a llegar tarde -.
- ¿De qué vas?, ¿a qué viene eso de ligar?, yo no estoy ligando – protestó James, una vez fuera de la Sala Gryffindor.
- Ah, estás en la fase de negación – sonrió Sirius – Yo me salté esa fase -.
- ¿Qué? -.
- ¿Por qué no invitas a Evans a tomar algo en Hogsmeade?, es un buen comienzo -.
- Sirius, a ver, ¿cómo te lo explico?... ¡A MÍ NO ME GUSTA EVANS! -.
El rebelde muchacho estalló en escandalosas carcajadas.
- Dame una excusa y te estampo el bate en la cabeza, seguro que Frank me lo presta encantado -.
- Tranquilo, Jamie, sólo me divertía un poco... pero reconoce que tengo razón, estabas tan rojo como su pelo cuando te has dado cuenta de donde habías aterrizado -.
- Ya cállate -.
Mientras, en la Sala Común, Thea se reía de su mejor amiga.
- Ya basta, Thea – protestó Lily.
- Tendrías que haber visto la cara que has puesto cuando él se ha disculpado –.
- Potty nunca pide perdón, es normal que me sorprenda -.
- Claro -.
- ¿Qué estás insinuando? -.
- Nada, sólo que los dos estabais muy alterados tras el encontronazo -.
- Thea... a mí no me gusta Potter – dijo muy despacio Lily.
- Lo que tú digas, Lil -.
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Remus cerró el libro y se estiró en su silla al tiempo que miraba por la ventana de la Biblioteca, hacia el campo de quidditch en el que se adivinaban figuritas volando. No pudo evitar sonreír al recordar la cara de los del equipo Gryffindor cuando Sirius apareció con su Flecha Dorada al hombro, una escoba más rápida y maniobrable que la Nimbus 1001 de James; "pareja de hijos únicos consentidos" los había llamado Hooch.
El reloj dio las ocho. Le tocaba pasar a echar un vistazo a la poción multijugos. Cogió la mochila y fue por un pasillo secreto hasta su destino; prefería tomar los caminos ocultos para evitar encontrarse con algún slytherin, era sorprendente como solían ir en manadas atormentando a todo el que se les cruzara por delante.
- Hola Myrtle – saludó nada más entrar en el baño.
- Ah, hola Remus –. Una cabeza rubia se asomó desde uno de los servicios – Myrtle no está -.
- Ya veo, ¿qué tal la poción, Susan? -.
La hufflepuff se encogió de hombros.
- Yo sólo vengo y remuevo, lo demás se lo dejo a los genios en Pociones -.
- Sí, entiendo a qué te refieres – sonrió el rubicundo gryffindor, ocupándose de otro caldero.
Siguieron unos minutos en silencio, pasando de uno a otro servicio.
- Remus -.
- ¿Sí? -.
- He visto que te gusta mucho estar en la Biblioteca -.
- Yo no soy tan inteligente como James y Sirius, lo compenso dejándome los codos por las tardes – dijo él.
- Sacas muy buenas notas y, yo creo que, bueno, que deberías pasar algo de tiempo fuera del colegio, para que te diera el aire -.
- ¿Y eso? -.
- No, nada, no me hagas caso -. Susan centró su atención en el caldero, abochornada.
- Lo dices por mi aspecto, ¿verdad? – dijo Remus.
- No quería decir eso, en serio -.
- No te preocupes, entiendo que no querías molestarme – el chico sonrió – Tengo una enfermedad y me deja muy agotado, aunque tome más el aire no me podría mejor -.
- Sí, eso me dijo Lucy -.
Remus suspiró; ¿cuánta gente más se estaría dando cuenta de su estado?, ¿cuántos más harían sus cábalas y darían con su licantropía?.
- No te preocupes, seguro que a la velocidad que avanza la medicina mágica encuentran una cura para tu enfermedad – le animó Susan – Yo terminé con estos calderos, ¿y tú? -.
- También -.
- Debemos irnos, la cena será en breve y me han dicho que Filch es un desagradable peor que Pringle -.
Los dos niños salieron de los baños y fueron conversando sobre las nuevas adquisiciones de sus equipos de quidditch.
- Vaya, el engendro enfermizo y una tonta sangre sucia -.
Cuatro slytherins estaban a pie de escaleras, obstruyendo el camino de bajada que tenían que tomar. Remus repasó mentalmente el plano de Hogwarts y dio con un pasadizo secreto que les llevaría al Comedor.
- Ven Susan, vamos por otro lado -.
- Ah, eso sí que no, vas a recibir por lo que tus compañeros le hicieron al nuestro -.
Correr no les sirvió de nada, un par de hechizos bien lanzados hicieron caer a Remus y Susan. Aquello no pintaba nada bien. La niña gritó cuando un haz de luz le cortó en el brazo.
- ¡Petrificus totalus! -.
- ¡Protego! -.
Los atacantes parpadearon sorprendidos, ¿cuándo había sacado aquel debilucho la varita?. Remus se incorporó, varita en ristre, y un resplandor en el fondo de sus ambarinos.
- Largaos – amenazó con voz ronca.
Los slytherins se echaron a reír.
- Vas a ver, patético renacuajo -.
- ¡Quietus! -.
El encantamiento silenció al líder de aquella pandilla. Tres haces de luz verde fueron disparados contra Remus.
- ¡Protego! -. La voz de Susan se unió a la de Remus frenando dos de tres, el otro atravesó el costado del gryffindor.
- ¡Windwildium! -.
Una violenta ráfaga de aire hizo caer a los cuatro slytherins. Remus, sin darles tiempo a recuperarse, les lanzó diversas maldiciones, una detrás de otra hasta que el agotamiento le postró de rodillas. Susan contempló como uno de los atacantes se retorcía de risa mientras jabón brotaba de su boca, otro vomitaba babosas en tanto no paraba de bailar, el tercero no podía moverse al haber desaparecido los huesos de sus extremidades, y el cuarto, Nott, yacía inconsciente con el pelo convertido en tiras de fregona.
Un maullido atrajo la atención de Susan, era una gata de pelaje a rayas y unos inquietantes ojos dorados. Al verla marcharse corriendo, la niña tuvo un terrible presentimiento.
- Remus, arriba, tenemos que irnos – dijo, tirando del muchacho – Creo que era la gata de Filch, si nos pilla nos castigarán -.
- Estoy muy cansado... vete tú -.
- Ni hablar -.
Susan le obligó a pasarle una mano por los hombros y consiguió ponerle en pie, fue cuando notó algo húmedo en su costado.
- ¡Estás sangrando! – exclamó ella.
- Vamos a mi Casa, está más cerca -. Remus señaló el fondo del pasillo – Por detrás de la estatua -.
A trompicones, los dos niños desaparecieron justo cuando Filch hacía acto de presencia en el pasillo y encontraba a los cuatro slytherins.
- Remus, háblame, no te desmayes -.
- Hay que subir, derecha hasta la estatua de Circe, izquierda y escaleras arriba, siempre arriba -.
- Eso es, dime más cosas -.
- Pienso ponerle a Nott... en la multijugos... -.
- ¿El qué? -.
El licántropo se aferró a Susan y se obligó a poner un pie detrás del otro. La mochila era un peso inhumano para él. Tropezó y los dos fueron de bruces contra el suelo.
- ¡Dios, Remus! – sollozó la huffle, sintiendo la sangre en la oscuridad - ¡Lumos! -.
El rostro del muchacho se reveló ceniciento y perlado de sudor, había perdido el sentido.
- ¿Quién está ahí? -.
- ¡James!, ¡ven, aprisa!, ¡Remus está muy mal! -.
Las presencias de Potter y Black, aún con las túnicas de quidditch, prácticamente se materializaron a su lado.
- Fue la pandilla de Nott, yo no podía con él, no podía -.
- Tranquila Susan, ya nos hacemos cargo nosotros, ven – la consoló James, en tanto Sirius se cargaba a Remus a la espalda.
Los cuatro recorrieron lo poco que restaba hasta la Casa Gryffindor en escasos minutos. Casi todos los estudiantes habían bajado a cenar, sólo quedaban Lily, Thea y Peter.
- ¡Por todos los dioses!, ¿qué ha pasado? -.
- Slytherins – resumió Sirius, tumbando al herido en el sofá.
- Llevadle a la enfermería – dijo Lily.
- No podemos – gimió Susan – Ha dejado en muy mal estado a los cuatro que nos atacaron, si va allí sabrán que fue él y le quitarán puntos y... -.
- Susan, calma -.
Thea la obligó a sentarse en un sillón y James le sirvió un vaso de agua previamente convertido en té. Peter apareció con una mochila donde guardaban un pequeño botiquín.
- Aquí tenéis –.
- Gracias Pete -. Lily sacó vendas y Sirius le rasgó la túnica a su amigo – Quítasela del todo, ¿no? -.
- No – negó el muchacho, recordando las horribles cicatrices que cruzaban el cuerpo de Lupin – Así está bien -.
James espolvoreó una buena cantidad de coagulante sobre la herida y luego ayudó a Sirius a vendar con fuerza el torso de Remus, con cuidado que las chicas no vieran nada que les revelara su secreto.
Peter seleccionó una botellita roja y se la dio a beber muy despacio al inconsciente, derramando un poco por los labios de Lupin. Lily no pudo evitar pensar en sangre.
- Es un reconstituyente, le ayudará a producir más rápido toda la sangre perdida – explicó James.
- Tenemos que bajar a cenar o sabrán que algo ocurre – dijo Althea.
- Subamos a Remus a la habitación y cambiémosle, no sería la primera vez que no cena porque se encuentra mal – decidió el niño de gafas.
Dejaron al herido descansando, James y Sirius se cambiaron en medio segundo, y los seis fueron a cenar procurando mantener una expresión normal.
En el Comedor cada cual fue a su asiento, excepto James que acudió a McGonagall para comunicarle que Remus tenía un mal día y que prefería dormir a cenar. Ese fue el momento que escogió Filch para ir a explicarle a la jefa de Gryffindor y a Frost que Nott y compañía estaban en la enfermería, y que acusaban a Remus Lupin como autor de los hechos.
- Imposible, el señor Lupin sería incapaz de algo semejante, su estado de salud es de sobra conocido y no le permitiría realizar ese esfuerzo sin caer inconsciente – le defendió McGonagall.
- Es cierto – reconoció Frost – No te preocupes Minerva, yo me hago cargo de la situación. Mis alumnos aún están un poco dispersos y vengativos desde el percance con las mofetas -.
James se había alejado muy despacio de la mesa de profesores y consiguió escuchar hasta ese punto. Sonrió satisfecho. Para que luego Remus dijera que su enfermedad no le era de utilidad.
- Todo bajo control – dijo nada más sentarse a la mesa – No creen que Lupin sea un delincuente -.
- Yo empezaba a dudarlo hasta hoy – comentó Sirius – Susan dice que dejó K.O. él solito a cuatro slytherins -.
- Remus es muy bueno en DCAO, es normal que sepa defenderse – razonó Lily – El problema es que engaña con esa carita de niño bueno enfermizo -.
- Luego deberíamos pasar por las cocinas y cogerle algo de cena – dijo Peter.
- Sí, no vaya a ser que se nos coma a nosotros, ¡auch, Jamie, animal! -. Sirius se llevó la mano a la cabeza, donde James acababa de atizarle un buen golpe.
- Con eso no se bromea – le susurró furioso al oído – ¿Quieres que la gente empiece a atar cabos con afirmaciones como esa? -.
Cenaron deprisa y volvieron a su Casa, después de jurarle a Susan que Remus estaba bien y de recoger comida en la cocina. Sin embargo, el licántropo no despertó hasta bien entrada la noche.
- Hola Remus, ¿cómo te sientes? -.
- ¿James? -.
- Shhh, habla bajito, Peter y Sirius duermen -.
- ¿Qué ha pasado?, lo último que recuerdo es haber dejado fuera de combate a cuatro serpientes -.
El muchacho de gafas le relató todo, incluida la exoneración de los cargos.
- Me alegro que Susan esté bien, creí que nos iban a hacer picadillo a los dos allí mismo – sonrió Remus, entre bocado y bocado de empanada de carne.
- Lo hiciste genial, tendrías que oír a Sirius, es el ser más feliz del planeta ahora que tiene pruebas de tus tendencias asesinas ocultas -.
- Sólo me defendí – protestó el licántropo.
- Pues si llegas a atacar les dejas irrecuperables, cada uno tiene mínimo dos maldiciones y a Nott creo que fueron tres, según dijo Filch -.
Una expresión de orgullo asomó a los cansados ojos de Remus.
- Ahora descansa – recomendó James – Mañana todo el colegio hablará de tu hazaña -.
- Eh, James -.
- ¿Sí? -.
- Gracias por todo -.
- De nada, señor Lupin -.
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N. de A: Os quejaréis de lo largo que es el capítulo, espero que os haya gustado. Gracias de nuevo por los reviews, me animan un montón.
Quería comentar un par de cosillas.
Los ojos de Sirius si os fijáis he pasado de decir que son azules a que son grises, se debe a que Rowling hace poco ha confirmado que son del 2º color.
James como cazador: digamos que, como hay gente que dice que era buscador y otras cazador, yo he preferido quedarme con la segunda opción. Siempre he pensado que describir un partido de quiditch desde el punto de vista del buscador es más difícil porque está muy al margen de todo.
Hay un montón de datos útiles en jkrowling.com, en la sección de Material Adicional. La tía suelta la info con cuentagotas ¬¬
Besotes y tenna rato!!
