Distraer a Padfoot – Año cinco


Los Merodeadores tenían un obejtivo importante: mantener a Padfoot distraído.

Un Sirius aburrido era un Sirius peligroso; buscando peleas con cualquier Slytherin que lo mirara de la manera equivocada o gritándole a cualquiera que dijera algo con lo que no estuviera de acuerdo. Si la ira de Sirius había sido una bomba de tiempo antes, ahora estaba muy cerca de explotar. Para empeorar el asunto, los Slytherins, especialmente Rudolphus Lestrange y Bellatrix estaban al tanto de eso y no dieron señales de detener sus constantes intentos de provocarlo. En cosa de semanas, las veces que Sirius había tenido detención estaba a punto de duplicar su record, no por las bromas y maldades como era normal, si no que por meterse en altercados físicos y duelos con quien sea y todos los que no le agradaban, incluso sin una razón válida.

Era tiempo, decidieron James, Remus y Peter, para intervenir. Mantener a Sirius ocupado, asegurarse de que nunca estuviera solo, distraerlo a todo costo.

Era difícil algunas veces, porque Sirius había dejado de esperar que los problemas se le acercaran a él. Se sentó en el Gran Comedor a cenar, frente a la mesa de Slytherin, sus ojos fruncidos y sin parpadear, rogando silenciosamente para que Lestrange o Mulciber miraran en su dirección.

—Oye, Padfoot —dijo Peter, casi demasiado fuerte, pero exitosamente regresando la atención de Sirius a su grupo.

—¿Hmm? —Los ojos grises parpadearon con una ligera confusión, como si no hubiera estado consciente de lo lejos que había estado su mente— ¿Qué pasa, Pete?

Peter masticó su pollo pensativamente por un momento y tragó.

—Sólo estaba diciendo que quería decirle a Emmeline que me gusta.

Sirius frunció el ceño, arqueando una ceja.

—¿No se dio cuenta de eso con todo el besuqueo del año pasado?

—Er… —El chico regordete vaciló levemente y se rascó la cabeza—. Bueno, no éramos exactamente exclusivos… Y estaba pensando que me gustaría que lo fuéramos.

—¿De acuerdo? —Sirius lo miró inquisidoramente, inseguro de qué era lo que quería que le dijera.

Peter suspiró.

—Así que quería un consejo.

Sirius resopló, dando otra mordisco a sus papas.

—¿Querías un consejo sobre chicas de tu amigo gay?

Peter rodó los ojos.

—Quería un consejo de mi amigo que es mejor que yo hablando con cualquiera, y quién ha estado con chicas, y está… ya sabes, en una relación. —Señaló a Remus, quien estaba sentado a un lado de Sirius y observando toda la situación con una mirada divertida, tratando de mantener una expresión seria. Aunque la explicación de Peter pareció funcionar en Sirius, quien se encogió de hombros.

—Me parece justo —sonrió—. Tienes que enamorar a la chica, Wormy. Demostrarle que te importa. Llévala a algún lugar lindo y dile que te gustaría hacer las cosas oficiales. Eres un buen partido, ella debería saber eso.

Con eso Remus enloqueció, casi ahogándose con la comida. Sacudió la cabeza.

—¿Qué es tan divertido? —preguntó Sirius, luciendo ofendido.

—Lo siento —sonrió—. Peter, la idea de Sirius de «enamorarme», fue gritarme que me amaba hasta que no tuve otra opción que besarlo para que se callara.

James se mordió para no reírse, ocultando su rostro mientras sus hombros temblaban.

—Ignóralos, Wormy —dijo Sirius, sentándose más erguido a pesar de la histeria de James y Remus—. En serio, sólo necesitas ser honesto con ella.

La manera de Peter para balancear la atención de Sirius sólo era mantener hablándole. Hacerle preguntas, especialmente esas que hacían que su ego se elevara y lo hacía sentir como si fuera la única persona capaz de ayudarlo en una situación social. Y sí funcionaba, la mayor parte del tiempo. Incluso si a veces hacía enloquecer a James y a Remus cuando Peter alimentaba la mentalidad arrogante y en ocasiones narcisistas de Sirius.

James tenía una táctica distinta. Y en la opinión de Remus, no era del todo útil.

—Se supone que tenemos que mantenerlo fuera de detención, idiota —murmuró molesto una vez que la Profesora McGonagall terminó de regañarlo por hechizar la cabeza de Bertram Aubrey hasta aumentarla el doble en su tamaño. Se habían ganado tres días de golpear los borradores.

—Se supone que tenemos que mantenerlo alejado de los Slytherins y fuera de las peleas —lo corrigió James defendiéndose—. Nott y Mulciber iban caminando por el corredor, hice lo primero que se me ocurrió para distraerlo de ellos.

—Hechizar estudiantes al azar no es exactamente lo que yo consideraría…

—Oye, Pads estaba riéndose, ¿verdad? No ha hecho eso en casi una semana. Yo lo considero un éxito. —James se encogió de hombros, tumbándose en el gran sofá de la sala común—. Además, Aubrey es una mierda. Golpeó a Garrett de su escoba en el partido de la semana pasada contra Ravenclaw. Tiene una contusión y estoy corto de bateadores. —Entonces los ojos de James se abrieron aun más—. ¡Oh! ¡Joder, Moony, tengo una idea!

Remus gruñó, frotándose las sienes.

—Temo preguntar…

—No, en serio. Es perfecto. Mantendrá a Sirius lejos de los problemas, distraído y podrá eliminar toda esa ira que tiene. Será brillante, lo prometo.

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La profesora McGonagall miró por encima del borde de sus gafas a los dos chicos que estaban sentados frente a ella en su oficina.

—Sr. Potter, ¿puede entender por qué estoy un poco indecisa de ver cómo entregarle un bate al Sr. Black, con el que puede lanzar objetos pesados y voladores hacia la gente, específicamente Slytherins, es la manera de evitar que pelee contra esos mismos Slytherins?

James y Sirius se desanimaron un poco. Ninguno de los dos lo había pensado de esa manera. Sirius bufó, cruzando sus brazos y encorvándose en su asiento.

—A la mierda…

—Esa lengua, Black.

—Lo siento, Minnie… Profesora, lo siento. De todas formas creo que esto es estúpido. No quiere que me meta en problemas, encontramos una salida, ¡y esa no es buena tampoco! —Se llevó ambas manos a su cabello— Claramente soy un maldito caso sin esperanza, ¿verdad? «Qué deberíamos hacer con Sirius Black? ¿Cómo lo mantenemos alejado de los problemas? ¡Claramente no podemos confiarle un bate!» Se giró hacia James— ¡Te lo dije! No hay nada que puedas hacer, James. Está en mi sangre, ¿no es así? Siempre seré más problemático que…

—Toma una galleta, Black —lo interrumpió McGonagall, empujando una bandeja de plata con galletas hacia él.

Sirius la miró inexpresivamente, su rabieta olvidada.

—¿Qué?

Ella revolvió algunos papeles en su escritorio, señalando con desdén la bandeja.

—Toma una galleta. También tú, Potter, si quieres.

Sirius y James intercambiaron unas miradas confundidas antes de inclinarse hacia adelante inseguros y tomaron una de las golosinas ofrecidas.

—Ahora —McGonagall volvió a sentarse detrás de su escritorio mientras los chicos masticaban—, Sr. Black… Sirius —suspiró—, si bien es cierto que tanto usted como el Sr. Potter pueden ser igualmente un problema, también como el Sr. Lupin y el Sr. Pettigrew algunas veces, eso no significa que usted sea más problemático que no que vale la pena. Quiero que eso quede bien claro, ¿entendido?

Sirius no respondió, lentamente masticó su galleta, mirando a la bruja frente a él.

—Creo que fue un intento honorable de encontrar una solución a su situación actual. Debe saber que el solo hecho de que esté dispuesto a admitir que hay un problema con su comportamiento reciente demuestra que usted no es, como usted mismo dice, «un caso sin esperanza» —Volvió a mirar el papeleo que estaba viendo antes—. Eres un joven extremadamente brillante, Sirius. En la cima de mis estudiantes. Y aunque tiendes a volverme loca, admito que los quiero bastante a todos ustedes. —Sonrió un poco cuando James y Sirius tragaron, inseguros de cómo responder. Ella volvió su atención hacia James.

—Potter, creo que estabas en lo correcto al pensar que todas la energía de Sirius estaría mejor usada en el campo de Quidditch, y si tuviéramos otra vacante, que no implique la posibilidad de huesos rotos, estaría totalmente a favor. Lamentablemente, no tengo ganas de lidiar con el papeleo de tantas lesiones de estudiantes. Aunque —sacó un archivo y lo leyó—, sí necesitamos un nuevo comentador. Alguien que sepa del juego y mantenga a la multitud entretenida. —Le dio a Sirius una seria mirada y el chico se sentó un poco más erguido, los ojos grises abriéndose aun más esperanzados. La sonrisa de McGonagall se desvaneció y lo miró seriamente—. Ahora, te lo advierto desde el comienzo, Sirius. Conozco la boca que tienes, manténlo apropiado. Intenta filtrarte a ti mismo, o de otra manera olvidaremos toda la idea, ¿estamos claros?

Nuevamente James y Sirius se miraron entre ellos, usando caras de idénticas por la sorpresa, y luego volvieron a mirar a su profesora. Ambos asintieron.

—Sí, por supuesto. Definitivamente —dijo Sirius, incredulidad evidente en su voz—. Gracias.

—En cuanto a su reemplazo para golpeador, Sr. Potter —se dirigió a James—. La señorita McKinnon ha expresado recientemente su interés. ¿Por qué no le das una oportunidad?

James asintió, sonriendo de oreja a oreja mientras él y Sirius se levantaban.

—Por supuesto, Profesora. Gracias. —Él y Sirius chocaron sus puños a modo de celebración cuando giraron para dejar la oficina.

—¡No hagan que me arrepienta de esto, chicos! —les gritó.

—¡No lo haremos! —dijeron al unísono tan inocentemente como podían antes de cerrar la puerta detrás de ellos y salir corriendo hacia la torre de Gryffindor.

—¡No puedo creer lo bien que salió eso! —Se rio Sirius, sintiéndose más alegre de lo que se había sentido en más de un mes, desde que habían regresado a la escuela. Prácticamente se podía sentir a sí mismo zumbar.

James pasó un brazo por sus hombros, aun sonriendo.

—¿Lo ves, amigo? La gente tiene fe en ti. Sólo necesitas un poco más de ella en ti mismo.

Sirius se mordió el labio, aunque la sonrisa en su rostro se mantenía ahí.

—Oye, Prongs… Gracias. Ya sabes… por todo.

James bufó.

—¿Qué? Detente. No he hecho nada.

—Lo hiciste —insistió Sirius, rascándose la nuca—. Hiciste mucho, la verdad. Quiero decir… fuiste la primera persona que creyó en mí… desde el primer año, en la ceremonia de selección… me animaste… Me hiciste sentir como si de verdad yo no perteneciera a Slytherin. Como si mi opinión importara —se rio nervioso—. Siempre has sido el primero en apoyar mis ideas locas o hacerme callar cuando estoy siendo estúpido… y alentarme a hacer cosas que son buenas para mí cuando estoy siendo un terco imbécil. Y lo que pasó en vacaciones, yo… —suspiró fuertemente—. No creo que haya podido sobrevivir sin ti. Así que… gracias y, ya sabes… te quiero y esas cosas… —Alzó la mirada y se encontró con los ojos de James y vio al otro chico sonreír torpemente hacia él.

—Aw, Pads… Sigue hablando así y me veré obligado a robarte de Moony —le dio un guiño coqueto antes de estallar en risas. Sirius puso cara larga y lo fulminó con la mirada, golpeando a su amigo en la cabeza.

—Idiota, estoy intentando ser serio aquí.*

—Bueno, sí… ¿Quién más podrías ser?

—Merlín, eres imposible. Me retracto, apestas, Potter.

—Sólo te tomo el pelo, imbécil —James rio, corriendo para alcanzar a Sirius y agarrarlo por el brazo—. También te quiero, idiota. Eres mi hermano, ya sabes eso. —Dejó de caminar cuando pasaron la pintura del cuenco de frutas que escondía la cocina—. Oye, ven aquí… —Tiró del otro chico y cosquilleó la pera, haciendo que la pintura se abriera.

Sirius frunció el ceño.

—La cena es dentro de una hora, amigo…

James rodó los ojos.

—No estamos aquí por comida —dijo vagamente, los ojos color avellana buscando a través de la cocina por sobre las cabezas de la docena de elfos domésticos que estaban ocupados preparando el festín de esa noche. Encontró lo que estaba buscando y, aún tirando de Sirius como a una muñeca de trapo, se lanzó hacia uno de los mostradores, levantando un cuchillo que parecía suficientemente afilado.

Sirius lo miró con recelo.

—Er… ¿qué estás…?

—¿Cerrarías el pico por una vez, Padfoot? Merlín, hablas demasiado. No hay duda de por qué Moony siempre tiene que meter su lengua dentro de tu garganta… —Entonces, para la gran sorpresa de Sirius, James tomó la filuda punta del cuchillo y la presionó contra su propia palma, siseando un poco por el agujón. Antes de que Sirius pudiera preguntarle de nuevo, James lo tomó de la muñeca y levantó la palma de su mano e hizo lo mismo con él.

—¡Auch! —Sirius hizo una mueca.

—Cobarde —murmuró James, dejando caer el cuchillo en el mostrador. Suspiró y miró a Sirius a los ojos, levantando la mano que aún sostenía de la muñeca del chico—. Tu sangre. —Levantó su propia mano—, mi sangre. —Juntó sus manos firmemente—, nuestra sangre. Eres mi hermano, Sirius. Por siempre. No importa lo que pase, somos tú y yo. ¿Lo entiendes? Así que ya no quiero escuchar nada más sobre tu estúpida familia o sobre la maldad que corre por tus venas, porque por lo que yo sé, lo que sea que corre por tus vengas, corre por las mías también. Tenemos la misma sangre, ¿lo entiendes?

Sirius asintió, sintiendo su corazón latir con fuerzas en su pecho mientras James los abrazaba. Después de un momento, sonrió.

—Sabes, con toda la endogamia entre las familias de sangre pura, probablemente sí tenemos la misma sangre… eso fue innecesario.

James rodó los ojos.

—Idiota —soltó a Sirius y limpió el cuchillo.

—No, en serio… y luego dicen que el dramático soy yo —Sirius rio, sacando su varita y usando uno de los pocos conjuros sanadores que había aprendido por Remus, y detuvo la sangre de su mano y de la de James. James sacudió su cabeza y juntos dejaron la cocina.

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Era una noche rara que la habitación estuviera vacía. Peter finalmente había sacado esa valentía de Gryffindor que poseía y le había pedido a Emmeline salir en una cita en Hogsmeade. Lamentablemente, eso había tomado todo su coraje y ahora no le quedaba nada para la verdadera cita.

—¡Por favor, James! ¡Tienes que venir conmigo! —El rubio le suplicaba mientras Sirius revisaba su guardarropa en busca de algo apropiado para ponerse.

—¿Qué quieres que haga? ¿Qué te siga debajo de la capa de invisibilidad y te susurre lo que tengas que decir en tu oído? —James preguntó, con un claro sarcasmo. Los ojos de Peter se abrieron más.

—¿Podrías?

—¿Qué? ¡No! ¡Vamos, Peter! —James se quejó.

—¿Pete, tienes algo que no sea una playera? —Sirius refunfuñó, lanzando tres playeras blancas idénticas fuera del baúl del chico.

Peter se tumbó en su cama y se quejó lastimosamente.

—No tengo remedio. Ella nunca querrá ser mi novia.

—Espera un momento —murmuró Sirius, buscando profundamente en el fondo del baúl y sacando una camisa de azul profundo— ¡Ah, aquí lo tenemos! ¡Ropa de niño grande! —Él rio, arrojándola a la cama de Peter—. Relájate, Wormy. Claramente ya te has besuqueado con la chica. El resto es sencillo. Solamente no digas nada demasiado idiota o estúpido hasta que ella te conozca mejor —él suspiró y miró a James—. Tal vez sí sea mejor que vayas con él, si lo piensas mejor.

James parecía inseguro y Sirius tenía la clara sensación de que era porque no quería dejarlo solo. Rodó los ojos.

—No necesito una maldita niñera, sabes —trató de mantener la molestia fuera de su voz—. Remus estará de vuelta de sus rondas pronto. Sólo esperaré por él en la sala común… Tal vez McKinnon esté cerca para que me entretenga, no lo sé… —Se pasó una mano por el pelo y sonrió—. Además, sería bueno tener el dormitorio vacío cuando vuelva.

Peter y James hicieron una mueca.

—Está bien, está bien —James suspiró—. De acuerdo, seré tu maldita sombra en tu cita.

—Bendito sea Merlín. ¡Gracias, Prongs! —Peter casi saltó de la cama, tomando la camisa que Sirius había encontrado para él y corriendo hacia el baño. Sirius se subió a la cama de Remus, dándole la espalda a James, muy consciente de que los ojos de su amigo podían atravesarlo.

—Sirius…

—Relájate —murmuró Sirius, respirando lentamente a través de la ira que comenzaba a hacer que sus músculos se tensaran—. Seré un buen chico y me quedaré justo aquí.

James se sentó al borde de la cama.

—Mira, Padfoot. Sólo intentamos ayudarte. No es que no confiemos en ti. Has pasado por demasiado, no has sido tú mismo… Nadie quiere verte lastimado o que hagas algo de lo que realmente puedas arrepentirte.

Sirius bufó.

—Entonces… ¿No es que no confíen en mí, es sólo que… no confían en mí? —Sacudió la cabeza y se levantó— Eso tiene sentido.

—No —James frunció el ceño —. No es que no confiemos en ti. No confiamos en gente como Lestrange y Bellatrix y Mulciber se aproveche del hecho de que no puedes controlar tus impulsos en este momento. Eso no es tu culpa.

—Bien —Sirius suspiró con amargura, volviendo a recostarse cuando Peter volvió del baño.

—¿Cómo me veo? —preguntó, los nervios haciendo que su voz subiera una nota.

—Te ves bien, Wormtail —dijo Sirius, fingiendo una sonrisa—. Sorpréndela, amigo.

James le dio a Sirius una última mirada por encima de sus gafas.

—Compórtate bien.

Sirius gruñó puso una de las almohadas de Remus sobre su rostro. Una vez que escuchó la puerta cerrarse, presionó la almohada con más fuerza para amortiguar el sonido de un grito frustrado. Luego se quedó allí, jadeando ligeramente y preguntándose cuánto tiempo tendría que estar así antes de que se asfixiara.

Seguro, añade que Moony me encuentre muerto a mis problemas. Pensó con amargura. Ugh. No lo vale. Me traerían de vuelta a la vida sólo para que me mataran ellos mismos. Y probablemente no haya discos de Bowie en el infierno. Lanzó la almohada hacia un lado. Después de un minuto o dos, se levantó de la cama, agarrando su chaqueta de cuero y sus cigarrillos y se dirigió a la sala común.

Sorprendentemente vacía para una noche de viernes, excepto por algunos de segundo año jugando gobstones junto a la chimenea. No estaba Marlene, o Frank o ni siquiera Evans cerca para mantenerlo ocupado. Se fue por el hoyo del retrato, en dirección de la torre de astronomía para buscar algo de tranquilidad y silencio y poder fumar. Deseó que James al menos le hubiese dejado el mapa, aunque supuso que lo había hecho a propósito para no darle ninguna idea de alejarse. Metió las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, tan perdido en sus pensamientos de autocompasión que no notó que alguien lo seguía hasta que se vio siendo bruscamente empujado dentro de un armario.

—¿Qué mier…?

—Maldición, Sirius, ¿qué estás haciendo? —La irritada voz de Remus resonó en el oscuro lugar.

—¿Qué…? ¿Remus? —Sirius encendió su varita para ver la cara claramente infeliz de su novio— ¿Por qué fue esa emboscada? ¿Y cómo sabías dónde estaba?

Remus alzó una ceja y sostuvo en alto el mapa.

—Lo tomo para las rondas algunas veces, cuando necesito subir mis puntos de detención —sonrió, con un toque de orgullo en su voz antes de volver a fruncir el ceño y golpear a Sirius con el pergamino—. ¿Qué estabas haciendo tú afuera? ¿Dónde está James?

Sirius bufó, observando fijamente al hombre lobo.

—¡Por Merlín, tengo dieciséis! ¡No necesito de un maldito acompañante! ¡Es apenas un poco después del toque, Moony! Salí para fumar un maldito cigarrillo, ¿está bien? —Golpeó la pared con el puño y la estantería detrás de él se sacudió. La expresión de Remus se suavizó.

—Lo siento, Padfoot. Tienes razón. —Se mordió el labio, viendo a Sirius apoyarse contra la pared y cruzar los brazos, con una mezcla de ira y dolor. Remus suspiró y tiró de Sirius por las caderas. Sonrió un poco y bajó la cabeza para poder besar los labios fruncidos del otro chico—. Vamos, cariño… no te enojes conmigo.

Sirius continuó molesto.

—Estoy cansado de ser tratado como un niño que no puede estar solo sin supervisión. —Giró la cabeza hacia un lado. De ninguna manera iba a ser persuadido por besos para dejar de estar enojado. No, señor—. ¿Crees que no sé que tú, James y Peter han estado tratando de encontrar formas para distraerme y mantenerme ocupado? No soy estúpido.

Remus asintió, una de sus manos deslizándose debajo de la chaqueta y la playera de Sirius para acariciar la suave piel justo encima de los jeans.

—Sé que no eres estúpido, Sirius. Lo siento. Es sólo que hemos estado preocupados por ti. —Presionó sus labios a un lado del cuello de Sirius, en el lugar que sabía que lo haría estremecerse. Y lo hizo.

—Deja de hacer eso —se quejó Sirius, pero ladeó la cabeza rápidamente para darle a Remus más espacio. Sintió a Remus reír suavemente contra la piel de su cuello.

—No quieres que deje de hacerlo… —su voz era casi un gruñido con la luna llena a apenas menos de una semana. Sirius tenía que admitirlo, Remus pre-luna llena definitivamente era excitante. Era mucho más asertivo y audaz, y no le molestaba estar al mando, hasta cierto punto. Sirius sintió sus rodillas debilitarse mientras el chico más alto se presionaba contra él para que estuviera atrapado entre él y la muralla.

—Moony… —Sirius suspiró, su molestia había sido olvidada mientras Remus besaba más debajo de su cuello.

—Lo siento por ser demasiado sobreprotector, Sirius… —murmuró Remus, la mano que había estado acariciando su cadera deslizándose más abajo para tomar el bulto que comenzaba a crecer en su pantalón—. Déjame que lo arregle.

Repentinamente Sirius olvidó cómo formar palabras mientras veía a su novio arrodillarse frente a él, los brillantes ojos de color ámbar aún clavados en los suyos. Sirius se aclaró la garganta.

—Bueno… Digo, la verdad no puedo discutir con… ¡Aah, Remus!

Por supuesto, sabía que esta era la forma en la que Remus lo mantenía distraído. Pero definitivamente era su favorita.

Diez minutos después ambos salieron del armario, riendo y todavía robando besos el uno al otro.

—Joder —ambos se congelaron cuando escucharon a alguien maldecir por lo bajo. Remus levantó su varita encendida, arrojando la luz sobre la cara de Severus Snape.

—Estás fuera del límite, Severus —dijo Remus, tratando de sonar autoritario mientras se sentía un poco avergonzado—. Vuelve a tu dormitorio.

Snape alzó una ceja y señaló a Sirius.

—También él lo está.

—Sí, y justo le decía a Sirius que volviera al suyo también.

El Slytherin rodó los ojos.

—Estoy seguro que eso era exactamente lo que le estabas diciendo —se burló, viendo cómo Sirius se ajustaba la bragueta del pantalón. Sus ojos se fijaron en la ventana, la luna creciente sobre los terrenos de la escuela, volviendo a Remus—. No te ves muy bien, Lupin. Tal vez tengas que tomar unos días libres de tus rondas. Pareciera que te haría bien un descanso. —La mano de Sirius agarró fuertemente la varita en su bolsillo.

Remus sonrió irónicamente y se encogió de hombros.

—Me siento bien. Gracias por la preocupación, Severus. Ahora, regresa a la mazmorra o tendrás detención.

—¿Qué hay con Black?

—Sirius no es tu problema, Snape. —Remus dio un paso más hacia el otro chico para estar entre Sirius y Severus—. Y él ya va de regreso a su dormitorio también, ¿no es así, Sirius?

Sirius asintió levemente, sus ojos fruncidos mirando a Severus.

—Sí.

Snape le dio a Remus una última mirada, sus ojos se llenaron de disgusto puro, y se giró para regresar al dormitorio de Slytherin. Una vez que estuvo fuera de alcance, Sirius se estremeció.

—Joder, odio cómo te mira —murmuró—. Y cómo siempre fisgonea.

—Hmm—exclamó Remus, en acuerdo—. No te preocupes por eso, Sirius. Yo no lo hago —suavemente agarró la barbilla de su novio e inclinó su rostro hacia arriba para otro beso—. Tú también debes volver al dormitorio, o estarás en detención —sonrió.

Sirius rio.

—¿Oh, en serio? Suena tentador.

Remus rio también y rodó los ojos.

—Lo digo en serio, Padds. Volveré en una hora, ¿de acuerdo?

Con un último beso, Sirius aceptó y se dirigió a la Torre de Gryffindor.


N/T: Serio, Sirius... clásico (?)