44 Un monstruo como yo – año cinco
Cariño, te digo la verdad
Hice algo terrible en mi juventud
Mi mente quedó en blanco, perdí el control
Sólo era un pequeño chico, no sabía
Mejor te dejo ir…
Para que encuentres al príncipe que pensaste que encontraste en mí
Mejor te libero y me rindo
Sólo despídete y di adiós y te dejo vivir
Sin un monstruo como yo
Cariño, lo que soy para ti
Ahora que jalé el gatillo de esta terrible verdad
Oh, sostenme ahora, porque me estoy quemando
Cántame algo hermoso, sólo hazlo parar
Mejo te dejo ir…
Para que encuentres al príncipe que pensaste que encontraste en mí
Mejor te libero y me rindo
Sólo despídete y di adiós y te dejo vivir
Sin un monstruo como yo
(A monsterlike me, por Mørland&DebrahScarlett)
Ese ruido blanco estaba de vuelta en su cabeza y todo su cuerpo se sentía entumecido.
Aunque era mejor que la rabia. Se apoyó contra la muralla y se llevó las manos por el cabello.
Jodido Sinvellus… merece lo que consiguió… veamos si vuelve a husmear…
—¿Sirius?
Sirius sacudió afuera esos pensamientos cuando James corrió hacia él.
—¿Sirius, qué estás haciendo? Se suponía que nos encontraríamos hace veinte minutos. Mandé a Wormtail sin nosotros… —Frunció el ceño— ¿Qué pasa?
—Jodido Snivellus —Sirius murmuró irritado.
James lo observó con cuidado.
—¿Qué hay con él? ¿Qué hizo?
—Sólo que estaba hablando sin pensar y acechando… haciendo demasiadas preguntas, joder.
James asintió lentamente, sintiendo algo perdido en el tono de voz de su amigo y la mirada en su rostro. Se lamió los labios con nerviosismo.
—De acuerdo… Bien, lo hechizaremos mañana, amigo. —Tomó el brazo de Sirius—. Vamos, Pads…
Sirius sonrió y sacudió la cabeza.
—Ya me encargué de eso. Ya no se entrometerá nunca más.
Algo vaciló en los ojos de James. Tragó saliva.
—Sirius… ¿qué hiciste?
Sirius se encogió de hombros.
—No hice nada. Sólo quise darle un pequeño susto, eso fue todo —se rio para sí mismo—. Así que le dije cómo pasar el sauce.
El color dejó el rostro de James y sus ojos crecieron el doble.
—¿Tú hiciste qué? —Tomó a Sirius por los hombros—Sirius, es una broma, ¿verdad? —Sirius no dijo nada. James lo sacudió— ¡SIRIUS! ¡Joder! ¡Sirius, qué hiciste!
Lentamente, la comprensión pareció desprenderse de las facciones de Sirius y la fría expresión de sus ojos se desvaneció, reemplazada por miedo. Palideció.
—J-James… Mierda, James… No… No quise.
James lo empujó hacia un lado bruscamente.
—Vete al dormitorio, Sirius.
—¡No! Tengo que…
—Has hecho suficiente, ¡sólo vete! ¡Anda y quédate ahí!
Sirius observó, congelado por la conmoción, mientras James se alejaba en la oscuridad hacia el sauce boxeador.
¿Qué hice?
-o-o-o-o-o-o-
James nunca había corrido tan rápido en su vida. Podía oír el latido de su corazón, su respiración y nada más. Su mente daba vueltas. ¿Qué había hecho Sirius? ¿Qué pudo haber dicho Snape para hacer que Sirius traicionara a Remus de esa manera?
No podía pensar en eso ahora. En todo lo que pensaba ahora era correr rápido.
Se detuvo frente al sauce cuando casi tropezó con una gran rama en el suelo. Mierda. ¿Era demasiado tarde? ¿Qué tan lejos había llegado Severus?
Levantando la rama, pinchó el nudo en el árbol. Todo se quedó quieto, incluyendo su corazón.
Sigue moviéndote.
El túnel que conducía a la casa de los gritos nunca había parecido tan largo y oscuro mientras se obligaba a moverse lo más rápido posible, el sonido de sus pasos resonando en las paredes. A lo lejos, podía ver la luz de la varita de alguien.
—¡Severus! —gritó desesperado. No hubo respuesta, pero la luz parpadeó por un momento— ¡Detente! ¡No sigas! —Finalmente alcanzando al otro chico, James lo tomó por la túnica. Severus lo empujó bruscamente, su mano ya en la puerta que lo llevaría a la casa. Directo a Remus.
—¿Potter? ¿Qué estás…?
—Severus, por favor, escúchame —sin aliento, James intentó razonar con él—. Tienes que irte. No puedes estar aquí.
Snape se burló de él.
—¿Y tú sí puedes? ¿Por qué?
—¡No puedo decirte! —James dijo desesperadamente, esperando a que el otro chico sólo confiara y se fuera. Que esta pesadilla desapareciera. Lidiaría con Sirius por su cuenta, Remus jamás tendría que saber lo que pasó y todo sería como debería ser—. Sólo tienes que confiar en mí e irte ahora, o los dos terminaremos muertos.
Hubo un fuerte e inhumano grito detrás de la puerta y ambos, James y Severus se congelaron.
—¿Qué fue eso? —preguntó Snape.
James tragó.
—Por favor… ándate.
—Dime y me iré —Severus lo desafió, su mano aún en el pomo.
—Vete y te diré —mintió James. No podía pensar en una mentira lo suficientemente buena. Su mano estaba en su varita—. No me hagas hacerte daño para salvarte, Snape. No puedo dejarte…
—Clásico de un jodido Gryffindor, siempre pensando que tienen que ser el héroe —dijo Snape, volviendo a empujar a James, esta vez lo suficientemente fuerte como para hacer al Gryffindor retroceder y caer al suelo. James escuchó el clic de la puerta abrirse mientras se ponía de pie.
—¡SEVERUS, NO! —Se lanzó hacia adelante, golpeando a Snape fuera del camino de la puerta abierta. Hubo un momento de terror puro para los dos cuando gigantescos ojos amarillos se fijaron en ellos y el lobo gruñó.
—¿Qué mierda…? —Severus respiró, sus ojos se abrieron con sorpresa y miedo. El lobo se inclinó hacia adelante y James cerró la puerta de golpe, haciendo una mueca al sentir que se golpeaba detrás de él cuando el lobo chocó con ella. Lo siento, Moony...
—¡SEVERUS, CORRE! ¡ÁNDATE!
Pero Snape estaba congelado en el suelo, incapaz de moverse. Moony siguió lanzándose contra la puerta, tratando de alcanzarlos.
—Mierda —maldijo James por lo bajo. Levantó a Severus—. ¡IDIOTA, QUE CORRAS!
-o-o-o-o-o-
Había amanecido cuando James entró al dormitorio herido por el sauce boxeador y absolutamente furioso. Sirius dio un salto desde su cama donde había estado esperando ansioso. Obviamente no había dormido. Estaba pálido, temblando y había vomitado varias veces durante la noche, disgustado consigo mismo y aterrorizado.
—James, yo…
Escuchó un crujido cuando el puño de James chocó con su rostro. Incluso cuando sabía que lo merecía, o mucho peor que eso, lanzó un golpe de vuelta y terminó con los dos peleando en el suelo del dormitorio. Sirius fue el primero en alejarse, poniéndose de pie y limpiando la sangre de su rostro con la manga.
—¡Mira! Joder, lo merezco, lo sé. ¡Pero lo siento! ¡No quise que llegara tan lejos! ¡No pensé que...!
—¡Pero eso es, Sirius! ¡No pensaste! ¡Y eso pudo haber matado a Snape y a Moony!
Sirius se estremeció con el nombre de Remus, la vergüenza lo inundaba y sentía que iba a vomitar de nuevo. Tragó con fuerzas.
—¿Es… está bien? —preguntó en voz baja, evitando la furiosa mirada de James.
James suspiró, mordiéndose el labio y mirando hacia otro lado también.
—Se hizo mucho daño a sí mismo. Pete está en la enfermería con él.
—Tengo que verlo. —Sirius hizo un movimiento hacia la puerta.
—No te acercarás a él —dijo James con frialdad, bloqueándole el camino.
—¡No quise que esto pasara! ¡Necesito hablar con él! Necesito disculparme…
—¿Crees que disculpándote va a arreglar esto? ¡Sirius, él confió en ti! ¡ESPECIALMENTE tú! Eres su maldito novio, por todos los cielos. ¡Se supone que debes protegerlo!
—¡Trataba de protegerlo! —discutió Sirius, la desesperación evidente en su voz.
—¡Bien, hiciste una mierda de trabajo ahí! —James se llevó una mano por el cabello— Joder, Sirius, ¿qué demonios pensaste que iba a pasar enviando a Snape con un hombre lobo convertido? Sé que ves a Remus como él mismo, pero olvidas que por mucho que lo ames, aún es peligroso.
—¡No lo entiendes! ¡Snape estaba diciendo cosas horribles sobre él! Decía que sabía que él tenía un secreto que lo iba a descubrir. Lo estaba llamando un bicho raro y no pude… No quise… Perdí el control. ¡Lo amo, James! De vedad… —hizo un sonido ahogado de ira y golpeó la pared detrás de él, agregando nudillos rotos a su probable nariz rota.
James se mordió el labio.
—Sé que lo haces, Sirius… Pero no puedo dejar que lo veas en este momento. Necesitas alejarte. Por la salud de ambos…
Con enojo, secándose las lágrimas, Sirius se giró hacia él.
—¿Me perdonas?
—No —respondió James con honestidad—. No por ahora… Lo haré… y Pete lo hará…
Sirius entrecerró los ojos.
—Pero Remus no lo hará, ¿es eso lo que intentas decir? —Se pasó las manos por el pelo y James le lanzó una mirada incierta—. Estás equivocado. Equivocado, James. Remus y yo… Nosotros… Lo amo y…
—Y la has cagado, Siriu.s —James sacudió la cabeza—. Mira, no puedo decirte lo que Remus va a hacer o pensar… No sé si te perdonará pero… no puedo dejar que te acerques a él ahora, ¿está bien? Probablemente sea mejor si tú sólo… nos das espacio a todos, ¿de acuerdo?
Las lágrimas caían libremente por la cara de Sirius, pero asintió lentamente. James se dio la vuelta para irse.
—James —dijo Sirius en voz baja—, ¿qué… qué pasó? Snape… ¿él…?
James suspiró y negó con la cabeza.
—Está bien. Se rompió una costilla escapando del sauce… y quedó bastante asustado de lo que vio, como podrías imaginar… Dumbledore lo hizo prometer que no le diría a alguien.
Sirius tragó, mordiéndose fuertemente el labio inferior.
—¿Dumbledore sabe que yo…?
—Le hice prometer que no le diría a Dumbledore que fuiste tú —murmuró James.
—¿Por qué…?
—Porque creo que la culpa que estás sintiendo ahora mismo… y por lo que vas a pasar… es mucho peor que un castigo que te pueda dar Dumbledore —y con eso, James dejó a Sirius en el dormitorio.
—No. —Se sentó a pesar del intento del hombre lobo para atraerlo hacia él—. Lo digo en serio. ¡Mírame, Moony! ¡Mira de dónde vengo! ¡Lo que ellos…!
—Son malas personas, Sirius —Remus fue a tomar su mano pero Sirius rápidamente se alejó, llevando sus piernas hasta su pecho y envolviendo sus brazos alrededor suyo. Remus lo miró con una expresión dolorida—. No eres como ellos, Padfoot. Te lo prometo.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Sirius con amargura—. Si pueden tratar a su propio hijo de esa forma, ¿qué te hace estar seguro de que no me transformaré así y terminaré haciéndote algo horrible también? ¡No puedo controlarme, Remus! ¡No puedo controlar las cosas que digo, joder! Esta es mi maldita culpa, ¡yo y mi estúpida y jodida boca! —Sus manos se cerraron con fuerzas en su cabello mientras las lágrimas quemaban sus ojos una vez más. Remus se arrodilló frente a él, tomándolo suavemente por ambas muñecas.
—Eso no es cierto, Sirius —dijo firmemente, bajando sus manos hasta sus lados—. No eres así. Eres bueno, Padfoot. Tan bueno. ¿No lo ves? —Suavemente secó debajo de los ojos de Sirius con los pulgares— Mira lo que has hecho…
Mira lo que has hecho…
Mira lo que has hecho…
—Cobarde —murmuró James, dejando caer el cuchillo en el mostrador. Suspiró y miró a Sirius a los ojos, levantando la mano que aún sostenía de la muñeca del chico—. Tu sangre. —Levantó su propia mano—, mi sangre. —Juntó sus manos firmemente—, nuestra sangre. Eres mi hermano, Sirius. Por siempre. No importa lo que pase, somos tú y yo. ¿Lo entiendes? Así que ya no quiero escuchar nada más sobre tu estúpida familia o sobre la maldad que corre por tus venas, porque por lo que yo sé, lo que sea que corre por tus vengas, corre por las mías también. Tenemos la misma sangre, ¿lo entiendes?
Incorrecto. James está equivocado… Soy exactamente como mi familia… No te merezco…
Remus sacudió la cabeza.
—No si lo que los hace feliz está mal. Tal vez sólo eres una mejor persona.
—Pero, ¿qué pasa si no soy una mejor persona?
—No estarías tan triste si no lo fueras.
—Siento como si no importara lo que haga, sigo siendo un Black. Y aún tengo esta oscuridad en mí… No importa qué tanto intente pelear, terminará saliendo a la luz de todas formas. Como si fuera un tipo de demonio o algo así —suspiró—. Eso probablemente suena muy estúpido.
—La verdad, no —dijo Remus, sonriendo ligeramente—. Todos tenemos nuestros demonios, Sirius.
Y no merezco a Remus…
—Tú… —Remus se lamió los labios— ¿Tú me amas?
Sirius asintió con la cabeza.
—Creo que siempre lo he hecho, Moony. —Levantó una mano para peinar el cabello de Remus fuera de sus ojos.
Remus casi rio, casi se ahogó.
—Yo también te amo, Sirius.
Se besaron suavemente de nuevo, apenas un toque de sus labios juntos.
—…Si hacemos esto… nosotros, de verdad… —Remus apenas susurró, con los ojos fijos en los de Sirius, con determinación—. Podríamos estar arriesgándolo todos, sabes…
Sirius sonrió, descansando su mano contra la mejilla de Remus y llevando su pulgar con gentileza de un lado a otro sobre los labios del chico. Se encogió de hombros.
—¿Qué es la vida sin un pequeño riesgo
Y Remus no merece a un monstruo como yo…
