45 Explotar y arder – Año Cinco.


Por primera vez en más de un año, Remus se despertó casi sin recordar la noche anterior y el horrible dolor en cada centímetro de su cuerpo. No había abierto sus ojos, pero en vez de la polvorosa y antigua esencia de la casa de los gritos, olía pociones curativas y sábanas estériles, pero no podía recordar a Madam Pomfrey despertándolo para llevarlo a la enfermería.

La iluminación de la enfermería quemaba en sus ojos cuando finalmente se obligó a abrirlos y gruñó.

—Mierda… —murmuró.

—¿Remus? Mierda, James, despertó —la exhausta voz de Peter resonó en sus oídos. Su visión se aclaró y vio a los dos chicos cansados y ansiosos observándolo.

—¿Qué pasó? —Le dolía la garganta cuando hablaba. El pánico lo golpeó y se sentó tan rápido que su cabeza dio vueltas y su cuerpo gritó en protesta— ¿Dónde está Sirius? ¿Qué pasó? ¿Lastimé…?

—Sirius está bien —la voz de James tembló.

¿Entonces dónde estaba? Algo no estaba bien.

—¿Qué pasó? —Preguntó nuevamente. Miró cómo James tragaba, los ojos color avellana abatidos.

—Remus… uhm —se lamió los labios—. Anoche cuando iba a la casa de los gritos… Sirius tuvo un encontrón con Snape… y discutieron…

Remus sintió que su pecho se apretaba. Tomó una respiración profunda.

—En… ¿entonces Sirius lo hechizó? ¿Está en detención? ¿Suspendido? ¿Expulsado? ¿Qué?

James negó con la cabeza.

—No… lo que fuese que Snape le dijo, de verdad lo enojó y… bueno, ya sabes cómo es Sirius cuando está molesto…

¿Qué intentaba decir? Obviamente era malo, porque James no quería decirlo.

—¡Dime que pasó, James! —gritó Remus, haciendo que tanto James como Peter retrocedieran levemente.

James tomó una respiración, finalmente encontrándose con la dura mirada de Remus.

—Le dijo a Snape cómo pasar el sauce.

Todo se congeló. No podía respirar y había un repentino sonido en sus oídos, ahogando el resto de lo que James le estaba diciendo, aunque sí agarró algunas partes como "no herido" y "prometió mantener el secreto".

Remus negó con la cabeza.

—No… —murmuró—No, no, no…

—Lo siento, Moony —susurró James, su voz emocionada.

Remus ahogó un sollozo, todo su cuerpo temblaba de ira y dolor y una mezcla de emociones que no sabía cómo describir y no deseaba hacerlo. Tenía que ser una pesadilla. No podía ser cierto. Sirius no pudo hacer eso. No a él… no Sirius.

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Remus estuvo en la enfermería por tres días seguidos. Cuando no estaban en clases o en las comidas, James y Peter lo visitaban, aunque casi siempre estaba dormido, gracias a una poderosa poción para dormir.

Esto dejó a Sirius completamente solo.

No era como si fuera diferente, porque nadie le estaba hablando de todas formas.

Era de noche cuando Remus finalmente volvió a la sala común. Sirius levantó la vista del ensayo de Historia de la Magia con el que estaba tratando y fallando, para distraerse. Su corazón se hundió.

Remus estaba más delgado y pálido de lo que Sirius podría recordar haberlo visto, con círculos oscuros bajo sus ojos y una herida fresca y profunda en su cara que seguramente dejaría una cicatriz permanente.

Yo provoqué esto.

Remus no lo miró. Mantuvo sus ojos firmemente en el suelo y fue directo hacia el dormitorio. Sirius arriesgó una mirada hacia James y Peter, quienes estaban al otro lado de la sala común trabajando en su propia tarea. Los dos se pusieron de pie luego de un momento, también evitando el contacto visual con él, y siguieron a Remus por las escaleras.

Sirius esperó hasta que todos estuvieran en sus camas antes de subir al dormitorio. Su cama se sintió demasiado grande, o tal vez él se sintió demasiado pequeño, y no pudo encontrar una posición cómoda sin importar cuánto trató. No había dormido en días, no desde que había pasado…

No se suponía que debía ser así.

Fue un chiste.

Una broma.

No se suponía que Snape lo escuchara. Pensó que a lo más llegaría hasta el sauce y se acobardaría o lo golpearía alguna rama como a todos los otros idiotas que les gustaba apostar quién se acercaba más.

En qué estaba pensando…

No estaba pensando. Nunca lo hizo. Sólo dejó que su ira lo controlara y ahora finalmente había llegado demasiado lejos.

No me importa si avergoncé a la familia, ¡no me importa ni siquiera si me deshonran! El Sombrero Seleccionador me puso en Gryffindor, y ahí es donde me voy a quedar. Me encantaría ver a Madre intentar cambiar eso. Además, ¡deberías alegrarte! ¡Ahora ya no tienes que cuidarme!

Narcissa sacudió la cabeza.

Oh, Sirius, un día verás qué tan perjudicial es tu comportamiento rebelde. ¿Quieres seguir fingiendo que no eres lo que eres? Adelante. Pero terminarás completamente solo.

Era cierto. No podía fingir que no era quien era. Era, y siempre sería, un Black. Egoísta, arrogante y desconsiderado.

Puede que no uses las mismas túnicas que nosotros, Sirius. Pero la sangre en tus venas aún es de la familia Black, y un día te darás cuenta de que eres exactamente como el resto de nosotros —dijo Regulus fríamente—. Y para entonces no tendrás familia a donde volver.

No tenía a nadie. Una decepción y no era querido por su familia, y ahora por sus amigos y peor, por Remus…

Se lamentó y se giró hacia su lado, apretando sus ojos cerrados concentrándose en su respiración, la que se había vuelto profunda y rápida mientras sus pensamientos corrían dentro de su mente. Inhala por cuatro y exhala por ocho… contó muy lentamente… y se desvaneció en el sueño.

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Sus ojos se abrieron de golpe cuando escuchó el sonido de una puerta cerrarse, seguido de pasos. La habitación está oscura, pero puede notar de inmediato que no es la habitación del quinto año de Gryffindor en la que se encuentra. Traga para pasar el nudo en su garganta.

¿James?

Los pasos se acercan y con un destello de luz ve a su madre parada sobre él. No puede moverse.

Eres un Black, Sirius. Y te comportarás como uno. —Otro destello de luz y dolor desgarró su cuerpo. Abre su boca para gritar pero ningún sonido sale de él. Su cuerpo está en llamas, zumbidos en sus oídos…

El dolor desaparece y él yace ahí, sin respiración en el suelo, deseando que alguien llegara y se lo llevara de ahí. Regulus, James, Peter, Remus, o incluso la muerte.

No tenía a nadie.

No puedes escapar de quién eres, Sirius —la voz de Regulus viene de algún lugar entre las sombras antes de pararse en la luz sobre el cuerpo vacío de Sirius.

Regulus, por favor ayúdame. Quiere rogarle a su hermano por misericordia, perdón, por cualquier cosa…

Regulus extiende su mano y por un rápido y fugaz momento, Sirius piensa que lo va a ayudar. Pero la mano se cierra alrededor de su cuello. No puede respirar. No puede moverse. No puede gritar. Todo a su alrededor se desvanece, la oscuridad se cierra alrededor de la cara de su hermano mientras la mano en su garganta se tensa…

Y de repente, no es el rostro de Regulus sobre él.

Es el de Remus.

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Sirius se despertó con un fuerte jadeo mientras sus pulmones se llenaban de aire, las lágrimas rodaban por su rostro y todo su cuerpo temblaba violentamente. Una pesadilla… había sido una pesadilla. Tomó varias respiraciones profundas, componiéndose lo suficiente antes de levantarse de la cama y caminar por el dormitorio hasta el baño. Evitó mirarse en el espejo mientras abría la llave del fregadero, la tomaba en sus manos y la salpicaba en su cara llena de lágrimas y sudor.

Se tomó unos minutos extra para dejar que su mente se calmara antes de regresar a su cama, cerró las cortinas y se transformó.

Al menos como perro podía dormir sin ser atacado por sus propios pensamientos.

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Habían sido dos semanas de silencio agonizante por parte de sus amigos y Sirius ya no podía soportarlo más. Con los TIMOs a poco más de un mes de distancia, no podía comer, dormir o pensar, y mucho menos estudiar para ellos. Entró a la sala común tarde en una noche para ver a Remus acurrucado en el mullido sillón a un lado del fuego, terminando sus tareas faltantes, y James y Peter en el medio de un juego de ajedrez. El resto de la sala común estaba, casualmente, vacía.

Dando una respiración profunda y recordándose a sí mismo, que de hecho, era un Gryffindor, Sirius caminó hacia ellos.

—Remus, necesito hablar con…

James se puso de pie, listo para detener la escena que estaba a punto de suceder frente a él.

—Sirius, no…

—Está bien, James —lo interrumpió Remus, bajando su pluma y su pergamino. James no retrocedió de inmediato, pero con una mirada significativa de Remus, cedió.

—¿Estás seguro? —preguntó Peter, ganándose una mirada sucia por parte de Sirius que lo hizo retroceder a su asiento.

Remus asintió.

—Bastante. —Por primera vez en dos semanas sus ojos se posaron en Sirius—. Y no mires a Peter de esa manera, Sirius. No ha hecho nada malo.

Aunque estaba siendo regañado, escuchar a Remus decir su nombre hizo que su corazón diera un salto. Apenas notó a Remus pidiéndole a los otros dos un momento de privacidad hasta que estaban ambos de pie. James le dio a Sirius una última mirada de advertencia antes de desaparecer en dirección al dormitorio con Peter.

Sirius se relamió los labios. Quería ponerse de rodillas y rogarle a Remus que lo perdonara. Se preguntó por un momento si eso serviría, pero sacó la idea de su cabeza. No podía hacer eso, tenía que mantener algo de su orgullo… Pero si Remus se lo pedía…

—Remus, yo…

—Sirius, antes de que digas nada, quiero decirte que James me explicó por qué hiciste lo que hiciste. Y aunque entiendo que no puedes controlarte todo el tiempo cuando estás furioso o molesto, no quita el hecho de que me traicionaste probablemente en la peor manera que pudiste.

—Lo sé, Remus y yo…

—No he terminado —dijo Remus severamente, y Sirius se encogió como un perro que ha sido golpeado en el hocico con un periódico bajo su fría mirada—. Confié en ti. Más de lo que he confiado en nadie, y no sólo con mi secreto. —Sus palabras hicieron que Sirius se sintiera peor de lo que alguna vez se había sentido en su vida. Se sentía enfermo y humillado—. Eres la única persona capaz de herirme de verdad. Y lo hiciste. Todo porque no pudiste controlar tu temperamento. —Remus sacudió la cabeza—. Fuiste egoísta y descuidado y pudiste haber logrado que Snape, James y yo muriéramos.

—Yo… Yo no…

Remus se levantó y Sirius nunca se había sentido tan pequeño en su vida como cuando el chico más alto se dirigió a él.

—¿Sabes lo que el ministerio pudo haber hecho conmigo si algo le pasaba a Snape? Me hubiesen matado, como un puto animal. Pero tú no pensaste en eso, ¿verdad?

Sirius miró hacia abajo, completamente avergonzado de sí mismo. No sabía qué decir.

—Dame una buena razón por la que debería perdonarte por esto, Sirius…

No había razón para perdonarlo, Sirius lo sabía. No dijo nada.

Remus suspiró.

—Eso fue lo que pensé. —Empujó al otro chico enojado, dirigiéndose al dormitorio.

—Remus, espera —Sirius finalmente encontró su voz, que se había escapado en alguna parte con su orgullo y confianza.

Remus se detuvo pero no se giró. Sirius se mordió el labio.

—Tienes razón. No hay excusa para lo que hice. Y yo… No creo que haya una buena razón para que me perdones, de verdad… no la hay. Y si no vuelves a hablarme nunca más lo entenderé. Pero necesito que sepas que nunca te lastimaría intencionalmente… Siempre supe que arruinaría esto, Remus, porque siempre he sabido que eres demasiado bueno para mí… Nunca te merecí. —Tragó con fuerzas y respiró hondo—. Lo lamento tanto. Sé que no hay nada que pueda decir o… o hacer para arreglar lo que hice, pero me pasaré cada jodido minuto de mi vida intentándolo si me dejas.

Realísticamente, el silencio que siguió fue sólo unos diez segundos, pero para Sirius fue toda una vida. Y cuando Remus comenzó a dirigirse a las escaleras sin una palabra, Sirius quiso morir.

Pero entonces…

—¿Vienes a la cama, Sirius? —preguntó Remus sin mirar hacia atrás—. Si vas a pasar el resto de tu vida intentando arreglar esto, probablemente no deberías perder el tiempo.

Sirius dejó salir un suspiro tembloroso, una mezcla de alivio y sorpresa, antes de apresurarse rápidamente a subir las escaleras detrás de él.

Arriba en el dormitorio, James y Peter estaban sentados en la cama de James, teniendo lo que pareció ser una conversación profunda sobre Quidditch, pero los dos se quedaron en silencio inmediatamente cuando los otros dos entraron, ambos en silencio se dirigieron a sus camas individuales, y cuando James y Peter cerraron sus cortinas Remus le dio unos golpes a su colchón a un lado de él.

—Sirius… ven.

Sorprendido, pero sin la intención de discutir, Sirius obedeció.

—Estoy muy contento por ustedes, chicos, de que estén arreglando las cosas, pero prometo que si escucho cualquier tipo de sexo de reconciliación, ¡los golpearé a ambos con mi escoba!

Remus rodó los ojos.

—Buenas noches, James —cerró las cortinas alrededor de ellos.

—¡Lo digo en serio, Moony! ¡Piensa en los oídos virginales de Wormy!

—¡Oye! Lo siento, pero yo tengo una novia. ¿Qué tienes tú, Potter?

Remus sacudió la cabeza y conjuró un hechizo silenciador alrededor de la cama para amortiguar el sonido de los otros dos discutiendo. Se deslizó bajo las sábanas, levantándolas en una invitación silenciosa para permitirle a Sirius un espacio a su lado. Sirius dudó.

—Antes de que vuelva a mis sentidos, Sirius —Remus suspiró y Sirius se acomodó rápidamente. Se acomodaron y Sirius apoyó la cabeza en el pecho del hombre lobo, contento de que se le permitiera estar tan cerca de él.

—Gracias, Remus… —dijo en voz baja.

—¿Por qué? —preguntó Remus, sofocando un bostezo.

—Por perdonarme…

Remus estuvo en silencio por un segundo.

—No te he perdonado del todo, Sirius… —comenzó a acariciar el cabello de Sirius distraídamente—. Pero sé que lo haré eventualmente… Para qué prolongar lo inevitable… —suspiró—. Además, la culpa que sientes es suficientemente mala, estoy seguro.

Sirius se levantó un poco.

—¿Puedo besarte? —Se sentía extraño pedir permiso, y sabía que probablemente estaba aprovechándose de su suerte. Debería estar feliz de que Remus siquiera le hablara…

Remus lo consideró por un momento, mordiéndose el labio entre sus dientes antes de asentir.

Sirius lo besó, pero no fue como ningún otro beso que habían compartido. Fue demasiado suave, casi inexistente, y tan tímido que Remus ni siquiera estaba seguro de que estaba besando al mismo chico al que había estado besando por gran parte del año. Y por la primera vez en semanas, Remus sintió pena por Sirius. Envolviendo su mano entre los largos cabellos de Sirius, lo acercó aun más y lo besó con más fuerza. Sintió a Sirius relajarse y pudo apreciar el alivio en el otro chico.

Cuando se separaron, Remus se tomó un momento para estudiar el rostro de Sirius. Frunció el ceño.

—Tienes un ojo negro…

—James me golpeó.

Remus alzó una ceja, pero también sonrió un poco.

—Lo merecías.

—Me rompió la nariz.

Remus rodó los ojos.

—Debiste haber ido a la enfermería. Intentaste arreglarlo tú mismo, por eso es que tienes moretones.

—James dijo que si iba a la enfermería mientras tú estabas ahí me mataría —Sirius murmuró.

Remus asintió.

—Ya veo… —sacó su varita de debajo de su almohada y en voz baja conjuró algunos hechizos. Sirius sintió la tensión alrededor de su ojo se aliviaba lentamente.

—Gracias…

Remus lo besó primero en la frente y luego en sus labios.

—De nada. —Quitó el pelo de Sirius de su rostro—. Debí haberte dejado así por más tiempo. Te hizo ver un poco más duro.

—Muy punk rock.

—Muy. Ahora duérmete.