Hogar – Verano 1976
James estaba acostado boca abajo en el suelo del dormitorio, la mitad superior de su cuerpo sumergida bajo su cama, revolviendo entre papeles arrugados y envoltorios de dulces y asegurándose que no le faltara nada que deba guardarse para regresar a casa. Calcetines perdidos, plumas rotas…
—Oigan, ¿alguien ha visto mi barniz de escoba? —le gritó a los otros tres chicos.
—Si no fueras tal desastre, sabrías dónde está —suspiró Remus, cerrando su propio baúl empacado y cruzó la habitación hasta la cama de James. Abrió el cajón en la mesa a un lado de la cama y rodó los ojos, tomando el frasco. Le dio a James una rápida patada en su cadera—. Estaba en tu cajón, idiota. Ya sabes, en donde debía estar. —Sonrió mientras James salía de debajo de su cama.
—¡Revisé ahí! —insistió James, sentándose y quitándose las gafas para limpiar la delgada capa de polvo.
Peter rio, lanzando una camiseta hecha bola en su baúl que no quería doblar.
—Necesitas una mejor prescripción en esos lentes, amigo.
James gruñó algunas groserías y le mostró a Peter el dedo mientras tiraba el frasco de barniz de escoba sobre su propio equipaje. Peter había empezado a tratar de forzar cerrar su baúl desbordado en vano.
James resopló.
—¿Necesitas ayuda, Worm? —Caminó por sobre las pertenencia de los chicos— ¿Has escuchado sobre el doblez? No tendrías este problema.
Remus sacudió la cabeza a ellos dos y luego vio hacia la cama de Sirius. Frunció el ceño. El chico de cabello oscuro estaba sentado contra el respaldo de su cama, abrazando sus rodillas hacia su pecho y los ojos luciendo vacíos. Con una rápida mirada de vuelta hacia James y Peter, quienes estaban sentados sobre el baúl de Peter en un intento de mantenerlo cerrado, se sentó a un lado de su novio. En una inspección más de cerca, podía notar que el cuerpo de Sirius estaba rígido y sus uñas, actualmente llevando un barniz de color negro, estaban enterrándose en la piel de sus brazos. Su respiración era profunda y rápida. Estaba teniendo un ataque de pánico.
Remus rápidamente cerró las cortinas alrededor de ellos.
—¿Padfoot? —Sirius no respondió y Remus se relamió los labios nerviosamente— Sirius, está bien. —Tentativamente se acercó y tocó el brazo de Sirius—. Hey, cariño… háblame…
—No puedo volver —murmuró Sirius.
Remus frunció el ceño.
—¿Volver a dónde, Pads?
—A casa. No… no puedo volver a casa… —murmuró Sirius temblorosamente.
No queriendo asustarlo, cuando ya estaba en pánico, Remus se acercó un poco más.
—Sirius, ¿está bien si te toco? Sólo quiero abrazarte… déjame cuidarte, cariño…
Sirius asintió lentamente y Remus lo abrazó suavemente y comenzó a acariciar su cabello.
—Respira, Padfoot… está bien.
—No puedo volver ahí. Moony…
—¿Quién dice que vas a volver? —James había abierto un poco la cortina. Se sentó al borde de la cama—. Vas a volver conmigo, imbécil.
Sirius cerró sus ojos, concentrándose en su respiración. Sacudió la cabeza.
—No puedo quedarme contigo para siempre, James.
—A la mierda—dijo James firmemente—. Vamos, Padfoot. ¿Crees que te dejaríamos volver a esa casa? No seas estúpido. —Le sonrió y puso su mano en la rodilla de Sirius—. Mamá ya preparó una habitación para ti, amigo. Deja de pensar en ello. Tienes una casa, Sirius. Conmigo.
—¡Oh, jodido idiota! —Peter gritó, haciendo que James, Remus y Sirius saltaran.
—¿Peter, está todo…? —James hizo una mueca, que Sirius y Remus copiaron casi al instante cuando un rancio olor llenó el espacio del aire—. ¡Maldición, Wormy! ¡Te dije que no empacaras toda esa mierda junta en el baúl! ¡Las bombas se han disparado! —Gruñó y se levantó para ayudar a Peter.
Remus se atragantó con el olor y levantó su varita para limpiar el aire alrededor de la cama de Sirius antes de reclinarse contra la cabecera, trayendo a un Sirius un poco más relajado contra su pecho.
—¿Ves? No hay nada de qué preocuparse, Pads. —Besó la parte superior de su cabeza—. Te tenemos.
o-o-o-o-o-o
Sirius no podía estar más agradecido de los Potters, quienes constantemente le aseguraban que no había ningún problema y que estaban muy contentos de tenerlo. Cuando llegó a la casa y llevó su baúl arriba a la pieza de invitados, casi se cayó de la sorpresa.
La pieza de invitados había sido transformada por completo. Lo que una vez parecía una suite real en un lujoso hotel, era ahora un dormitorio mucho más adecuado para un chico de dieciséis años. Y más específicamente, para Sirius. Cortinas rojas y negras sobre el gran ventanal combinaban con las sábanas y la colcha de la lujosa cama tamaño matrimonial, y las paredes estaban casi completamente cubiertas por afiches de Queen, The Beatles, Iggy Pop y Bowie, con un espacio para que hiciera lo que le plazca. Y en la cima de todo, un enorme lienzo de Gryffindor estaba colgado sobre la cabecera de la cama.
Una mano en su hombro lo sacó de su aturdimiento y escuchó a James reírse.
—Mamá y papá me escribieron el mes pasado para preguntarme qué te gustaría. ¿Qué piensas?
Sin palabras, Sirius se quedó de pie ahí con la boca abierta mirando la escena frente a él e incapaz de procesar que todo eso era para él.
Finalmente, recuperándose, se dio la vuelta y lanzó los brazos con fuerza alrededor de su mejor amigo.
—Gracias.
James rio y respondió al abrazo.
—Bienvenido a casa, amigo.
James y Sirius pasaron los primeros días en casa reorganizando la habitación, acomodando el reproductor de música de Sirius y cubriendo cada espacio libre en la pared con fotografías de los Merodeadores, hasta que finalmente la Sra. Potter había tenido suficiente de ellos canturreando The Beatles (y cantando desafinados) y los envió afuera para que disfrutaran el clima de verano.
A Sirius le tomó tres semanas completas poder terminar de agradecerles por cada pequeña cosa que James o sus padres hacían. No podía evitarlo. Se sentía como un perro callejero al que habían dejado entrar por la lluvia pero que se cansarían de él una vez que la primicia se agotara y manchara con barro las alfombras o algo por el estilo.
Una vez que finalmente terminó de vocalizar su agradecimiento, simplemente decidió mostrarlo de otras maneras. Se negó rotundamente a aprovecharse de la hospitalidad y amabilidad de los Potters con él, y había tomado la responsabilidad de la mitad de las tareas de James, también preguntándole a Fleamont y a Euphemia si podía ayudarlos con lo que fuera cada vez que estaban ocupados alrededor de la casa.
—Estás comenzando a hacerme ver mal, amigo —bromeó James en una tarde, mientras tomaba sol en el pasto cuando Sirius organizaba el viejo cobertizo para el Sr. Potter mientras él estaba en el trabajo.
Sirius puso los ojos en blanco mientras sacaba una gran caja de debajo de una pila de madera.
—Mira, no quiero parecer como que soy un desagradecido que se escapa de su casa sólo para aprovecharme de tu familia, ¿de acuerdo? —Se quitó la camiseta, usándola para secar el sudor y la suciedad de su rostro.
James se apoyó sobre sus codos.
—Pads, todos sabemos que estás agradecido. Solamente digo que no tienes que ir por la borda. Eres familia, Sirius. La misma sangre, ¿recuerdas? —Levantó su mano, mostrando la descolorida cicatriz blanca en medio de su palma que hacía juego con la de Sirius.
Sirius sonrió un poco.
—Sí, amigo. Lo sé. —Dejó escapar una bocanada de aire y se quedó mirando la caja que había estado luchando por abrir—. Creo que tiene un encantamiento. Merlin, no puedo esperar para tener diecisiete. ¿Crees que tu mamá tenga algo con qué abrirla?
James se encogió de hombros.
—Tal vez. Oye, si vas adentro, ¿crees que puedas sacar algo helado para beber de la cocina? Está demasiado caluroso.
—Maldito perezoso. Sólo estás aquí sentado fumando…
James se rio.
—Oh, hombre, ojalá estuviésemos fumando… Extraño a Moony y su jodida hierba. ¿Cuántos días hasta que salga?
Sirius sonrió y se rascó el cuello.
—Cinco. —Se relamió los labios—. Cinco días, tres horas y. —Miró hacia arriba, calculando la posición del sol—. Cuarenta y siete minutos.
James sacudió la cabeza.
—Ah, amor adolescente… —Se recostó—. Par de patéticos. —Lanzó un brazo sobre sus ojos para protegerse de la fuerte luz del sol—. Así que, sí… Algo helado para beber. ¡Ah! ¡Y ve si puedes sacar algunas tartas de melaza de Trinket! Estoy hambriento.
Sirius rodó los ojos una vez más y se dirigió a la casa directo a la cocina. Se sorprendió al ver que no sólo Trinket trabajaba en las encimeras de acero inoxidable, sino que la Sra. Potter estaba también ahí, un delantal cubierto de harina atado alrededor de su cintura y sosteniendo un tazón grande para mezclar. Se volteó y le sonrió.
—Hola, Sirius. ¿Se están divirtiendo?
Él le sonrió de vuelta.
—Por supuesto. —Su curiosidad alcanzó su punto máximo, ya que nunca había visto a su propia madre poner un pie en la cocina, y mucho menos hornear algo, así que él se acercó, estirándose para ver qué estaba haciendo. Ella se dio cuenta y se rio con suavidad.
—Hay un banquete anual del ministerio mañana por la noche. Horriblemente aburrido, una clase de evento enorme. Cada año alguien diferente es el anfitrión y, sí, este es nuestro año. —Ella suspiró y negó con la cabeza mientras continuaba mezclando—. Es una gran multitud y mucha comida y no me fascina la idea de que Trinket tenga que hacer todo sola. He alquilado a algunos elfos de más, quizás mañana pueda ayudar a servir, pero sí disfruto hornear por mí misma, así que… —Se encogió de hombros.
Sirius dio otro paso más cerca.
—¿Qué está haciendo?
—Nada demasiado lujoso. Pastel de chocolate. —Vertió la masa en la sartén y le tendió una cuchara—. Aquí.
Él frunció el ceño, la confusión grabada en su rostro. Euphemia se rio ligeramente.
—¿Nunca has lamido la cuchara después de hornear?
Sirius se mordió el labio, sintiéndose bastante avergonzado.
—Er… bueno… no pasaba mucho cuando yo era niño, supongo.
La sonrisa desapareció del lindo rostro de la Sra. Potter y suspiró, indicándole la cuchara de palo que continuaba ofreciéndole. Sirius la tomó, sintiéndose un poco tonto, lamió el dulce saber de la masa de ella. Se rio y se la devolvió, sintiendo que sus mejillas se calentaban ligeramente cuando ella le sonrió con ternura.
—Lo siento, cariño. ¿Necesitabas algo? —le preguntó, deslizando el molde del pastel dentro del horno.
Sirius parpadeó un par de veces, hasta que lo recordó.
—¡Oh! Er, sí… Bueno, James está siendo un perezoso imbécil y me envió por refrescos. —Él y la Sra. Potter compartieron una exasperada mirada y ella fue hasta el congelador, sacando dos botellas de cerveza de mantequilla y ofreciéndoselas a él—. También —continuó—, encontramos esta caja grande en el cobertizo que no se abre y quería saber si tenía algo con qué abrirla.
Euphemia lo miró pensativa.
—Hm… debe ser la caja de cosas de los abuelos de James. No creo que haya nada demasiado interesante ahí pero… —Rebuscó por un segundo en un cajón y le entregó una llave—. Eso abrirá lo que sea, siempre y cuando no tenga hechizos de seguridad extra.
Sirius sonrió.
—Genial, ¡gracias, mamá…! —Tan pronto como las palabras dejaron su boca, el color desapareció de su rostro y sus ojos se agrandaron. Se sonrojó enormemente y tragó saliva. Abrió la boca para tartamudear algún tipo de disculpa por la humillación, pero antes de que pudiera, se encontró a sí mismo siendo abrazado tiernamente por la mujer. Se relajó y se apoyó contra ella, devolviendo el abrazo y sintiendo, por primera vez, que estaba realmente en casa.
Después de un minuto, Euphemia retrocedió y besó su mejilla.
—Ve, entonces. No deberías dejar que James muera de deshidratación allá afuera. —Ella rio. Sirius sonrió y asintió.
—Sí. Por supuesto. —Ella le dio un plato de tartas recién horneadas y lo envió de vuelta afuera.
Aparentemente James se había cansado de esperar y estaba flotando en el lago para el momento en que Sirius regresó.
—Te tomó bastante tiempo. —Sonrió mientras salía del agua en nada pero en boxers.
—Estaba hablando con tu mamá —le explicó Sirius, destapando una botella de cerveza de mantequilla y ofreciéndosela a él—. Estaba ayudando a Trinket a hornear para algún banquete de mañana.
James gruñó, dejándose caer de vuelta en el césped y dando un sorbo.
—¿Lo harán aquí? Mierda.
Sirius podía entender la frustración. Estaba muy bien familiarizado con los eventos de Alta Clase Hechicera y lo aburridos que podían ser. Por supuesto que estaba seguro que un banquete de Ministerio con los Potters no podía ser tan aburrido como cualquier junta elitista de sangre puras donde los Blacks que lo obligaban a asistir. Había ciertamente una significativa chance de que cualquiera podría ser hechizado en la mesa o que pudiese ser encerrado en su cuarto por tres días sin cenar por no querer besar a el extraño anillo de su tátara tátaratátara tío abuelo, del que estaba completamente seguro que estaba maldecido (una antigua reliquia familiar que se suponía que debía recibir una vez que el anciano finalmente muriera… Lo que cada año parecía acercarse cada vez más. ¿Cuántos años tenía? ¿208?)
Se estremeció.
Tomaría una aburrida cena con el Ministerio en vez de una reunión con su familia cualquier día.
—¿Y mamá dijo algo sobre el cajón? —preguntó James, sacándolo de sus pensamientos.
—Dijo que es un montón de cosas de tu abuelo y que probablemente no sea nada. Pero me dio esto. —Levantó la llave—. ¿Quieres ver?
James se encogió de hombros.
—Bien podría. —Dio un largo sorbo a la botella y se levantó, caminando perezosamente hacia la caja de madera con Sirius. Los dos la inspeccionaron con curiosidad. No parecía haber cerradura—. ¿Cómo va una llave a abrir algo sin cerradura? —James frunció el ceño.
Sirius suspiró y se rascó la cabeza.
—No sé… digo, es una llave mágica, ¿verdad? Y ha sido sellada con magia. ¿Tal vez funcione como una varita? —Se arrodilló frente a la caja y simplemente la tocó con la llave de hierro.
Un cálido brillo amarillo rodeó la caja y con un fuerte sonido se abrió.
—Por supuesto que es así de simple —murmuró James, sacudiendo la cabeza.
La Sra. Potter había tenido razón. Había sido mayormente basura vieja. Había varios conjuntos de túnicas de vestir de aspecto antiguo que debieron estar a la moda en algún momento de la historia, pero claramente habían tenido mejores días y con menos mordidas de polillas. Sirius encontró un set completo de platos de porcelana que parecía que nadie nunca los había tocado.
—¿Ese es el punto de los platos de porcelana, verdad? —James comentó—. Lo obtienes como regalo de boda de algún pariente lejano y lo pones a un lado y te dices que lo usarás cuando tengas compañía, pero cuando la compañía llega, estás como "¡Oh, no, no los platos de porcelana!"… Así es cómo sabes que finalmente eres un adulto, tienes estos malditos platos de porcelana que nunca usas.
Sirius resopló y dejó los platos delicados a un lado y colocó el delicado conjunto cuidadosamente antes de sumergirse de nuevo en la caja. Había un montón de artículos viejos de El Profeta, incluyendo uno con la fecha 31/10/1918 que tenía unas controversiales vistas de Henry (también conocido como Harry para los amigos y familiares) Potter de la decisión del entonces Ministro de Magia, Archer Evermonde de prohibirle a la Comunidad de Magos ayudar a los muggles en la Primera Guerra Mundial.
Sirius estuvo a punto de lanzarlo, pero James lo agarró.
—Por eso fue que mi familia no logró llegar a los Sagrados veintiocho —dijo dramáticamente—. La gente creía que debíamos haber manchado la sangre si el abuelo tenía la intención de ayudarlos.
Sirius rodó los ojos.
—No te pierdes de nada, créeme. —Sonrió—. Deberías enmarcar eso. Agradece que no estás en esa estúpida lista.
James cuidadosamente dobló el artículo y lo puso con su ropa para llevarlo adentro. Sacó lo que parecía una caja de sombreros vieja y redonda y la abrió.
—Oye, mira esto. —Sirius se acercó más. Había viejas fotografías (sorpresivamente James se parecía a su abuelo. Hasta la mota de cabello), un estuche decorativo de cigarrillos, y una vieja pipa. Sirius rápidamente agarró el estuche y la pipa y James levantó una ceja.
—¿Qué? Es genial —Sirius se encogió de hombros, sacando sus cigarrillos de su bolsillo trasero y sacándolos de su cajetilla.
James sonrió.
—No te veo fumando una pipa, amigo.
—Es para Moony —Sirius murmuró a la defensiva. James sacudió la cabeza y Sirius le lanzó la cajetilla vacía—. ¡A Moony le gustará! Deja de ser un imbécil, Potter. Espera a que te consigas una relación. Te voy a torturar.
James se rio y alzó sus manos en rendición.
—Sólo te estoy molestando, maldición. Y sí, definitivamente a Moony le gustará eso. Siempre digo que es un viejo en el cuerpo de un adolescente.
Sirius le dio una sonrisa maliciosa.
—No lo llamarías un viejo si supieras lo brillante que es chupando…
—¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Suficiente! —El otro chico se estremeció y volvió a concentrarse en la caja—. Hmm esto parece ser genial. —Su parte superior desapareció casi completamente cuando se metió dentro, saliendo con dos espejos de mano idénticos, hermosamente plateados. Extendió uno para que Sirius lo viera por sí mismo y por costumbre, Sirius retrocedió. James frunció el ceño y Sirius se sacudió.
—Lo siento. —Se rio con nerviosismo y con cautela tomó el espejo—. Es sólo que… si en mi familia algo se ve tan antiguo y caro, probablemente te hechizará, maldecirá o mutilará por el contacto. —Dejó escapar el aire cuando el espejo no hizo nada de lo anterior.
Los ojos de James se iluminaron e hizo un pequeño y divertido ruido en su garganta. Sirius conocía esa rutina como si fuera la palma de su mano. James había tenido una idea.
—Déjalo salir, Potter.
James sonrió.
—De acuerdo, ¿recuerdas que habíamos estado hablando acerca de contactarnos entre nosotros cuando estuviéramos en distintas partes del castillo?
Sirius asintió lentamente, no entendiéndolo del todo, pero James estaba casi saltando.
—¿Qué hay de estos? ¡Estoy seguro que podríamos hechizarlos de alguna manera! Son lo suficientemente pequeños y pueden caber en nuestros bolsillos y…
—Sí, eso le mostrará a Evans lo poco presumido que eres, llevando un espejo en tu bolsillo. —Sirius sonrió. James se inclinó y lo golpeó en la cabeza.
—Bien, vete a la mierda, Black. No escuché ninguna idea inteligente de tu parte en el asunto. Aunque apenas imagino ofrecerte otra manera de mirarte a ti mismo sea la mejor idea, idiota.
—¡Oye! —Sirius lo golpeó en el brazo y los dos se pasaron el resto de la tarde peleando en el césped hasta que Euphemia los llamó para la cena.
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Sirius estaba de pie frente al espejo de tamaño completo en su habitación.
Miró a su reflejo.
—Odio las túnicas de vestir —murmuró, tirando de su corbata. Se sentía atrapado, bien podría estar usando una chaqueta normal.
Hubo un clic y un destello y se dio la vueta para ver a James riéndose con locura, sosteniendo la cámara de su padre.
—Aw, ¡te ves tan guapo, Padfoot!
Sirius gruñó y se abalanzó sobre él.
—¡Idiota! Dame eso, —Lanzó al otro chico contra la cama, desesperadamente intentando alcanzar la fotografía que el chico del cabello desordenado había sacado.
—¡De ninguna manera! —James rio, luchando contra él— ¡Se la enviaré a Moony!
—¡James! —Sirius se quejó cuando James salió de debajo de él y se puso de pie en el colchón, sosteniendo la fotografía en alto por arriba de su cabeza y muy lejos del alcance del chico más bajo Sirius lanzó un bufido y cruzó los brazos—. ¿No deberías prepararte? ¿Dónde está tu túnica de vestir?
—La mía no me quedaba así que mamá hace que Trinket altere una de papá para mí. —Dio un golpecito a Sirius en la cabeza con la foto recién revelada—. Algunos de nosotros sí crecemos, ¿lo sabías?
—Ja, ja, muy divertido. Soy bajo. —Sirius completamente inexpresivo. Luego sonrió y pateó rápidamente con su pierna justo detrás de las rodillas de James, exitosamente derribando al otro chico—. Me quedaré con eso —dijo con orgullo, arrebatándole la foto y saltando de la cama. Hubo un golpe en la puerta y la Sra. Potter entró con la túnica de James en un colgador. Suspiró al ver a los dos chicos, sin alientos y desordenados. Colgó la túnica de James en la puerta.
—James, por favor. Te he dicho seis veces que peines tu cabello y Sirius. —Ella sacudió su cabeza y se acercó a él, se acercó a él, chasqueando la lengua con desaprobación. Sirius sintió cómo se avergonzaba mientras ella se apresuraba en arreglar su túnica y escuchó a James reír. Euphemia usó un hechizo antiarrugas sobre la túnica de Sirius—. Sinceramente, ya casi son mayores de edad. ¿Tengo que decirles que no jueguen con sus ropas buenas?
—Él comenzó —James y Sirius murmuraron acusando al otro.
—Chicos —ella murmuró con cansancio, arreglando la corbata de Sirius. Cuando estuvo satisfecha, le ofreció una cálida sonrisa y besó su mejilla antes de moverse para molestar a James sobre el uso de Sleekeazy's para arreglar esa mota de cabello al menos para la noche, a lo que James se rehusó con fuerzas.
Dos horas y una botella y media de Sleekeazy's más tarde, los chicos estaban de pie en el Gran Salón de los Potter entre los miembros más influenciables de la comunidad maga.
—¿Lo ves? —murmuró James mientras sacaba un bocadillo de la bandeja de un elfo doméstico que pasaba—. La compañía está aquí... nadie está usando los malditos platos de porcelana. Te lo digo, Padfoot, podríamos empeñar todo el conjunto y comprarnos unas nuevas escobas y nunca nadie notaría que desaparecieron...
Definitivamente, un evento sofocante y extremadamente aburrido, James y Sirius podrían pensar en otras mil cosas que preferirían estar haciendo en lugar de que les hablaran personas pomposas del ministerio que solo parecían interesados en sus calificaciones y si estaban buscando trabajo en el cargo una vez que se graduaran.
—James y Sirius están en la cima de sus calificaciones, se los aseguro —dijo la familiar voz de Albus Dumbledore detrás de ellos, interrumpiendo a una mujer que lucía como sapo que parecía ser bastante parcial al color rosa, a juzgar por su ropa. El Director puso una mano sobre el hombro de cada chico—. Pero no creo que la política sea para ninguno de estos buenos muchachos, Dolores.
La mujer, Dolores, le dio a Dumbledore una mirada desfavorable y se aclaró la garganta.
—Bueno, Albus, sólo lo estaba sugiriendo. El tiempo estando como está estos días, necesitamos las mejores mentes que Hogwarts puede ofrecer, ¿no lo crees? —Tenía una sonrisa extrañamente falsa que hizo que tanto James como Sirius quisieran forzarla a alimentarla con un puñado de bombas fétidas.
Dumbledore le devolvió la sonrisa, aunque esta era un poco más agradable.
—El tiempo estando como está, Sra. Umbridge, yo diría que las mejores mentes que Hogwarts tiene para ofrecer estarían mejor en otro lugar. —Apretó el hombro de cada uno de los chicos—. ¿Sirius, James, una palabra...?
Ambos asintieron con la cabeza sin decir nada, agradecidos de tener una razón para alejarse de Dolores Umbridge, y permitieron que el mayor los guiara.
—Ejem, ejem. —El obviamente forzado falseto de una voz sonó y Dumbledore sólo giró la cabeza para ver a la mujer—. Albus, ya que estás aquí... Había querido preguntar... ¿No vi tu nombre en la petición para el cumplimento de las leyes de regulación de mestizos? —Rio como una niña.
Tanto la quijada de James como la de Sirius cayeron, los puños de Sirius se apretaron e hizo un movimiento para girar la cabeza hacia la pequeña mujer, con un montón de groserías inteligentes preparadas para estallar fuera de su boca, pero el profesor apretó el agarre sobre su hombro y le advirtió que no lo hiciera.
—Eso es cierto, Dolores —dijo Dumbledore casualmente—. Usted no lo hizo. Que tenga una agradable velada. ¿Chicos? Si vienen conmigo...
Dumbledore los guio hacia la siguiente habitación y Sirius no pudo contener su enojo por más tiempo.
—¿Quién se cree que es esa vaca? —preguntó furioso, llevando una mano por su cabello—. ¿Qué petición? ¿Qué leyes están tratando de poner en contra de...
Tranquilamente Dumbledore alzó una mano para silenciarlo.
—Dolores Umbridge es una escaladora social que ha estado tratando de llegar hasta la cima del Ministerio de Magia. Es parte de un porcentaje de funcionarios que tienen puntos de vista muy... conservadores...
—Mierdas de puntos de vista, es lo que son —Sirius lo interrumpió, ahora notablemente temblando.
—Sirius, relájate...
—¿Cómo puedes decirme que me relaje, James? Ese sapo quiere poner leyes en contra de Remus... Yo...
Dumbledore negó con la cabeza, observando a Sirius de manera firma y tranquilizadora.
—Sirius, hay mucha gente luchando en contra de esa petición también... De hecho, hay un montón de personas luchando en contra de muchas cosas que el ministerio está intentando hacer. Te lo prometo, Remus estará bien.
No del todo reconfortado por las palabras del director, Sirius resopló molesto, pero accedió a abandonar el tema justo cuando el Sr. Potter entraba en la habitación.
—¡Ah, Albus! ¿Cómo está, Señor? —Sonrió ampliamente y sacudió la mano del mayor.
—Muy bien, Fleamont. Solamente tenía una palabra con James y Sirius. —Sus ojos azules brillaron y parpadearon de nuevo a sus alumnos.
Fleamont sonrió de vuelta.
—Excelente. Bueno, lamento que tenga que robarlos de usted, Albus, pero hay algunas personas a las que quisiera presentarlos.
Dumbledore asintió con la cabeza.
—Por supuesto, Fleamont. Estaba a punto de ir a buscar ese elfo doméstico con las cerezas. Si me permiten. —Se despidió de James y Sirius y se dirigió a la sala.
La mente de Sirius continuaba pensando en lo que esa vil mujer había dicho mientras seguía a los padres de James en el gran salón. ¿Qué leyes quería aprobar? ¿Qué clase de regulaciones querían poner sobre los mestizos? Remus siempre habló de lo complicado que sería encontrar un trabajo después de la escuela. Sirius no podía imaginar qué más podían hacer.
—Sirius —James siseó, lo golpeó con el codo—. ¡Oye, Pads!
—¿Qué? —Sirius preguntó, saliendo de sus pensamientos.
James giró la cabeza hacia la izquierda, en dirección a un hombre de aspecto grisáceo que estaba bebiendo de un matraz. Tenía una pierna falsa y, a medida que se acercaban, Sirius pudo ver que tenía un ojo oscuro, brillante y uno grande, redondo y eléctrico.
—¿Sabes quién es ese, amigo? —susurró James emocionado. Lo sabía.
—¡Ah, Alastor! —dijo Fleamont bruscamente. El hombre de aspecto aterrador gruñó en respuesta, su ojo girando salvajemente antes de aterrizar sobre el Sr. Potter.
—Fleamont. Un placer, por supuesto. —Asintió con brusquedad hacia el padre de James y luego a la señora Potter—. Buenas tardes, Euphemia. Te has superado, querida.
—Gracias, Alastor —dijo Euphemia mientras acompañaba a James y a Sirius por delante de ella y su marido.
—Chicos —dijo Fleamont con una sonrisa—. Este es Alastor Moody, el jefe del departamento de Aurores. Alastor, nuestros hijos; James y Sirius.
Sirius sintió que el orgullo crecía por todo su cuerpo como nunca antes. Apenas escuchó lo que alguien estaba diciendo alrededor suyo, incluso mientras se acercaba para aceptar el firme apretón de manos de Mad-Eye Moody. Sólo podía escuchar las palabras de Fleamont una y otra vez en su cabeza.
Nuestros hijos; James y Sirius.
Esta era su familia.
