58 Dije eso – año seis.


Sólo se sintió como cualquier otra luna llena. De hecho, desde el mismo incidente, Remus no había estado teniendo esos fuertes e indomables impulsos en absoluto.

Tal vez sólo había sido una especie de lapsus momentáneo de autocontrol. Después de todo, como dijo Sirius, eso podía pasarle a cualquiera. Sirius tenía problemas para controlarse siempre en situaciones muy emocionales. James perdía el control cada vez que quería impresionar a Evans, soltando las cosas más ridículas que nadie había oído nunca y arrepintiéndose inmediatamente después. Peter… bueno, pídele a Peter que se sienta frente a un plato de comida y que no se termine hasta el último bocado.

Todos perdían el control algunas veces.

—¿Todo bien, Moony? —preguntó James mientras él, Sirius y Peter entraban a la casa.

Remus estaba de pie a un lado de la ventana abierta, dejando que la fresca brisa de Noviembre lo bañara, manteniéndolo con los pies en la tierra y consciente. Asintió.

—Bien, Prongs. Gracias. —Sus ojos se encontraron con los de Sirius por un pequeño momento, comunicando silenciosamente sus pensamientos preocupados.

—Acuéstate, Remus —insistió Sirius, sin romper el contacto visual.

—No puedo —Remus murmuró, apretando y soltando sus puños. Sentía los músculos tensos. Giró la cabeza de un lado a otro—. No puedo quedarme quieto…

Sirius se mordió el labio por un momento. Comenzó a caminar hacia el otro chico pero Remus sacudió la cabeza.

No —dijo con dureza—. Por favor. Es sólo que… no quiero que me toquen ahora, ¿está bien? —Quería que Sirius se quedara lo más lejos posible. Esperaba poder arreglárselas de alguna manera para conseguir que el lobo sólo jugara con el ciervo y la rata y tal vez no tanto con el perro, quien era generalmente el verdadero foco de la atención del lobo.

—Así que —comenzó Peter incómodamente, tratando de calmar la clara tención en la pieza y para distraerlos a todos—, James, ¿qué pasó hoy temprano con Mary y tú? Fueron por esa "caminata" por un buen rato, ¿eh?

James sonrió, tomando asiento en el banquillo del piano y luciendo bastante orgulloso de sí mismo.

—Nos besuqueamos hasta agotarnos.

—¿En serio? —preguntó Sirius, levantando una ceja y sonriendo—. Por fin, amigo. ¿Qué tan lejos llegaste?

James se encogió de hombros, aún luciendo bastante contento.

—Sólo un poco por debajo de la blusa, eso fue todo. Nada que valga la pena presumir. —Suspiró—. Quería ir a Hogsmeade esta noche. Le dije que tenía planes…

—Lo siento —dijo Remus suavemente, mirando hacia afuera por la ventana al cielo oscurecer—. Lo lamento, no deberías perderte salir con Mary por mi…

James resopló y rodó los ojos.

—Dale un descanso, Moony. Sólo es una noche. Ya saben que preferiría estar aquí con ustedes de todas formas.

—Todos ustedes hacen demasiados sacrificios por mí. —Remus sacudió la cabeza, envolviendo sus brazos alrededor de sí mismo.

James frunció el ceño y le dio a Sirius una mirada interrogante, pero Sirius sólo suspiró y apartó la mirada en respuesta.

—No digas esa clase de mierdas, Remus —dijo James firmemente cuando Sirius no fue de ayuda—. Sabes que estamos aquí porque queremos hacerlo. Todos nosotros.

Remus dejó salir una fría risa.

—Hasta que lastime a alguno de ustedes. Hasta que se den cuenta de lo que realmente soy…

—¿Remus, de dónde sale esto tan repentino? —Peter finalmente habló—. Hemos estado contigo por casi todas las lunas llenas durante dos años ya, amigo. Nunca has estado cerca de lastimarnos.

Aún —murmuró Remus sombríamente.

Sirius hizo un sonido por la frustración y se levantó de la cama, cruzando la habitación y tomando a Remus por los hombros, forzándolo para girarlo y mirarlo a la cara.

—Es suficiente, Remus. Deja esa mierda, ¿de acuerdo?

—Sirius —advirtió James, mirando afuera de la ventana hacia la luna, pero Sirius lo ignoró.

—¡Es quién soy, Sirius! —gritó Remus, empujando a Sirius contra la muralla con una increíble fuerza—. ¡Eso es lo que parece que no entiendes! Ya sea luna llena o no, ¡soy un hombre lobo! Soy un monstruo y te lastimaré.

—Mentiras, Remus. Tú…

—¡Oigan! ¿Podrían ustedes dos controlarse? —James se las había arreglado para meterse entre los dos, con una mano en el pecho de cada uno—. ¡No sé de qué se trata esto, pero ahora no es el maldito momento!

Por un momento, continuaron mirándose el uno al otro por sobre el hombro de James, ambos respirando con dificultad. Sirius fue el primero en ceder. Suspiró y dio un paso atrás.

—Tienes razón, Prongs. —Miró a Remus de nuevo. Él seguía luciendo tenso y enojado, pero Sirius se recordó a sí mismo de que era la luna y nada más—. Moony, por favor… —dijo en voz baja, acercándose con cuidado para tomar la mano de su novio. Remus no se apartó, pero tampoco se relajó—. Esta es sólo otra luna llena, cariño. No es diferente a las demás, te lo prometo. No vas a hacerme daño. —Sus ojos, suplicantes y llenos de preocupación, se quedaron clavados en los amarillos brillantes—. No vas a lastimar a nadie. Confías en mí, ¿sí?

Remus tragó con fuerzas, bajando la vista.

—Es en mí en quien no confío… —murmuró temblorosamente.

—No tienes que hacerlo. —Sirius gentilmente apretó su mano—. Yo lo hago.

—También yo —agregó James.

—Y yo. —Peter no perdió el ritmo.

Sirius suspiró aliviado cuando Remus permitió que lo atrajera entre sus brazos y la cabeza del hombre lobo se dejó caer sobre su hombro—. Está bien, Moons —dijo suavemente, pasando sus dedos por los rizos húmedos por el sudor.

—Lo siento. —Apenas era un susurro, y Sirius no estaba seguro a si se refería por la forma en la que se estaba comportando o volvía a disculparse por lo que había pasado. Tal vez ambas. Él asintió.

—Lo sé. —Levantó la barbilla de Remus y besó sus labios—. Te amo, Remus.

—Te amo, Sirius.

James y Peter, tan confundidos como estaban, se quedaron en silencio y apartaron la mirada para darle a la pareja toda la privacidad posible. El estrangulado sonido de dolor de Remus puso fin a ese momento de forma demasiado repentina, y tanto James como Peter retrocedieron, preparándose para transformarse. El cuerpo de Remus se estremeció y gritó pero Sirius no se movió.

—Estaremos bien, Remus —le prometió, aún abrazando fuertemente al hombre lobo—. ¿Lo entiendes?

Remus asintió rápidamente, sus ojos cerrándose con fuerzas mientras el dolor caliente y blanco lo atravesaba. Sirius lo soltó de mala gana y se apartó del camino, transformándose sólo unos segundos después de James y Peter, justo antes de que el aullido del lobo llenara el aire.

-o-o-o-o-

Helado. Se sentía helado.

Había un zumbido en sus oídos, pero podía escuchar voces silenciosas y frenéticas:

—Sirius, tienes que ir…

—¡Jódete, Potter! No lo dejaré.

—Si te ve así…

—¡Entonces date prisa y cúrame antes de despierte, por un demonio!

—¡No soy un maldito sanador, Pads! Hago lo mejor que puedo.

—Bueno, tendrás que hacerlo aun mejor, no puedo ir así donde Pomfrey, ¡obviamente!

¿Qué estaba pasando? ¿Qué estaba mal con Sirius? Remus intentó hablar pero su quijada dolía como un infierno y su boca estaba completamente seca. Se movió incómodo desde el lugar en el que estaba tumbado en un rincón sobre el polvoriento y duro suelo.

Mierda —dijo Peter en voz baja, su voz estaba mucho más cerca que la de James o la de Sirius—. Prongs, Pads, está despertando.

—¿Q-qué está pasan…? —se las arregló Remus, apretando los dientes y tratando de no mover demasiado su mandíbula, aparentemente lesionada. Parpadeó un par de veces. Podía ver a Peter sentado a su lado, sus pequeños ojos azules llenos de una mezcla de ansiedad y preocupación—. ¿Qué pasó?

Peter se relamió los labios nerviosamente, sus ojos parpadeaban entre Remus y lo que él suponía serían James y Sirius al otro lado de la habitación.

—N-nada, Remus. Está bien. Todo está bien.

—No me mientas, Pete —le pidió Remus débilmente. Peter no respondió, solamente continuó mordiéndose el labio inferior, sus ojos en cualquier punto menos en Remus.

Ignorando el dolor punzante que le recorría todas las partes del cuerpo, Remus se esforzó para levantarse ligeramente. Su visión seguía un poco borrosa y la cabeza le latía con fuerza, debía haberse golpeado con algo, pero podía ver a Sirius sentado contra la pared y James cerca de él, haciendo algo que Remus no alcanzaba a ver.

—No mires, Moony —exigió la voz entrecortada de Sirius. Remus se dio cuenta de que intentaba evitar que se alterara—. Estoy bien, lo prometo.

Remus se sacudió la cabeza, tratando de detener las vueltas, tratando de volver a la realidad.

—¿P-pads?

Mierda —dijo James bruscamente, arrojando su varita con frustración—. Tus costillas están jodidamente rotas, amigo. ¡Yo no puedo arreglarlas, Sirius!

Los ojos de Remus se agrandaron a punto de entrar en pánico. ¿Costillas rotas? ¿Cómo…?

—¡Que alguien me diga que mierda está pasando! —Su corazón estaba latiendo tan rápido y fuerte en su pecho que pensó que si bajaba la mirada seguramente podría ver cómo golpeaba debajo de la piel.

—¡Nada! —gritó Sirius, quien se estaba poniendo lentamente de pie con la ayuda de James y la muralla detrás de él. Tenía el torso desnudo, y ahora Remus podía ver los horribles moretones rojos y negros que cubrían su lado izquierdo.

—¿Qué hice? —preguntó en apenas un susurro, horrorizado al ver las heridas del otro chico—. ¿S-sirius, qué…?

—No hiciste nada, Moony —dijo Peter rápidamente. Se había movido para sentarse frente al hombre lobo, bloqueando a propósito su visión de los otros chicos.

—Peter —Remus respiró entrecortadamente—, por favor, no me mientas —volvió a decir, mirando al chico más pequeño con desesperación. Para su sorpresa, los ojos azules como el cristal, se encontraron con los suyos.

—Remus, te prometo que tú no le hiciste eso a Padfoot —dijo Peter firmemente, sosteniendo su mirada, su boca apretada en una fina línea.

Remus parpadeó algunas veces y tragó para pasar el nudo en su garganta. Después de un momento asintió, creyendo en las palabras de su amigo. Pero algo seguía sintiéndose mal.

—Pete, quédate con Moony. Ayúdalo para ir a la cama. Llevaré a Sirius con Pomfrey.

Peter y Remus miraron a James horrorizados.

—¡Pomfrey! Pero…

—¡No puedes! Ella…

—Inventaremos alguna historia. Sólo cuida de Remus. Nos veremos en el dormitorio —le ordenó James, sin dejar lugar a discusiones, mientras se echaba la capa por encima de él y Sirius.

Una vez que el sonido de sus pasos había desaparecido, Peter ayudó con cuidado a Remus pararse. Remus tropezó un poco, una oleada que se le subió a la cabeza cuando se levantó, haciendo que la habitación diera vueltas. Se alegró por tener a Peter, que pudo cogerlo antes de que se cayera y permitió que Remus se apoyara fuertemente en él mientras caminaban hacia la cama.

Remus se tumbó, con la mirada perdida en el techo agrietado de la casa.

—Worm… —graznó, con la voz aún dolorida y rasposa—, por favor, dime qué pasó anoche.

Peter no respondió inmediatamente, pero Remus lo escuchó suspirar mientras buscaba entre los cajones donde usualmente mantenían sus pertenencias por la noche. Después de un par de segundos, sintió la cama hundirse debajo del peso del otro chico. Peter suspiró y se apoyó contra la cabecera de la cama, abriendo la bolsa que Sirius preparaba para Remus y rebuscó en ella.

—Toma —dijo, ofreciéndole a Remus una botella de agua, la que Remus aceptó agradecido. Peter le dio una sonrisa tímida—. Lo siento, sé que probablemente no sea tan bueno con esto del Cuidado-de-Moony-post-luna-llena como lo es Sirius.

Remus se tragó casi la mitad de la botella y sacudió la cabeza, limpiándose la barbilla de lo que había derramado.

—No seas tonto. Lo estás haciendo bien. —Se las arregló para sonreírle, aun cuando le dolía demasiado hacerlo—. Aunque hay algunas cosas que Sirius hace que estoy seguro que tú no estarás dispuesto.

Peter resopló y rodó los ojos.

—Te quiero, Moony. Pero creo que le dejaré eso a Padfoot.

Hubo un largo y pesado silencio mientras Remus se bebía el resto del agua y Peter parecía evitar el contacto visual con él a propósito. Algo malo había pasado, Remus lo sabía. Lo quisiera o no, él había lastimado a Sirius, de alguna forma era su culpa y los otros tres Merodeadores no querían que él supiera. No querían que se sintiera culpable. No querían que se sintiera como un monstruo.

—Peter —dijo en voz baja—. Por favor…

Prácticamente podía ver cómo los engranajes de la cabeza de Peter giraban mientras el chico debatía qué decir, o si debía decir algo. Finalmente respiró profundamente y exhaló.

—Al… al comienzo todo estaba normal —comenzó Peter, claramente incómodo de ser el que tuviera que contárselo—. Te transformaste, nos oliste y te dirigiste al bosque.

Remus cerró os ojos y trató de concentrarse en la historia de Peter, buscando en su cerebro cualquier recuerdo.

Rata. Ciervo. Perro. Manada.

Sí, recordaba eso.

Wormtail sentado en la cima de la cabeza de Prongs y Padfoot sentado a un lado de ellos, con la lengua fuera de la boca y la cola golpeando con entusiasmo el suelo, levantando polvo y suciedad.

Moony se acercó a ellos, oliéndolos por su esencia familiar. Prongs y Wormtail siempre estaban quietos como piedra mientras Moony los investigaba, pero Padfoot…

Jugar. Jugar. Jugar. Moony. Jugar.

El perro se tumbó, dándose la vuelta para exponer su vientre y cuello en una manera sumisa y ladrando felizmente para llamar la atención del lobo, lo que fue concedido como siempre. Moony pegó su hocico al cuello del perro en el lugar exacto en el que Remus había mordido a Sirius días atrás. Lo lamió allí

Mío.

—Queríamos buscar el campo que Prongs había encontrado un tiempo atrás. El de los Snidgets salvajes —continuó Peter. Su voz sonaba distante mientras los recuerdos nadaban de vuelta a Remus.

Moony se sentó y miró al perro negro con aspecto de oso, saltaba entre la hierba alta, perturbando con éxito un nido de Snidgets. Los pequeños pájaros amarillos se dispersaron en el aire, chirriando furiosamente hacia Padfoot, quien simplemente siguió saltando, chasqueando los dientes contra ellos. Los pájaros salieron volando, aterrizando en una rama baja de un árbol cercano, justo fuera del alcance del perro.

Padfoot gimió, inclinando la cabeza hacia un lado mientras daba zarpazos al tronco del árbol. Se giró hacia sus amigos y ladró. No podría lograrlo solo, tendría que ser más alto.

—Así que Prongs obviamente fue a ayudarlo y, bueno, ya sabes cómo son juntos. Se distrajeron y comenzaron a perseguirse entre ellos en cambio.

Prongs y Padfoot estaba jugando a que peleaban. No era una ocurrencia inusual. Prongs, con cuidado de no dañar al perro con sus cornamentas, presionó la cabeza contra la de Padfoot y los dos se empujaron contra el otro por un rato hasta que Prongs se las arregló para golpear a Padfoot hasta que perdió el equilibrio.

Padfoot rodó en su espalda, la señal para Me Rindo. Tú Ganas.

Los ojos de Moony se entrecerraron.

—Fue extraño porque no era como si hubiesen estado haciendo algo fuera de lo ordinario, pero tú sólo comenzaste a gruñir. Aunque no parecías enojado… Fue como un gruñido de advertencia. Como cuando Padfoot trata de inmovilizarte y le regañas. Siendo tú el Alfa y todo eso…

Prongs levantó la cabeza en señal de victoria y colocó suavemente una pezuña en el vientre de Padfoot.

Las garras de Moony se clavaron en la tierra debajo de él. Podía oír a Wormtail chillando a su lado, preocupado. Ignoró a la rata. El ciervo y el perro eran mucho más importantes.

—Así que comenzaste a llamarlo. Pero ya sabes cómo son Prongs y Pads cuando están en su propio mundo. Probablemente no te escuchó por lo que fuese que estaban jugando…

Padfoot se levantó en cuestión de segundos, corriendo en círculos alrededor del ciervo y moviéndose entre sus largas patas. Ladró, abalanzándose sobre Prongs un par de veces antes de salir corriendo para que éste lo persiguiera.

Padfoot se detuvo, con la cabeza pegada al suelo y el trasero levantado, moviendo la cola con entusiasmo. Prongs lo había alcanzado.

—Una cosa llevó a la otra y Prongs lo había girado nuevamente sobre su espalda… Fue entonces que tú… te enojaste…

Moony aulló y corrió hacia delante, apartando a Prongs del perro con una fuerza increíble. Prongs retrocedió tambaleándose, mirando a Moony que estaba de pie sobre Padfoot y gruñendo ferozmente.

Prongs dio otro paso atrás e inclinó la cabeza en señal de respeto. Obviamente, no había tratado de herir a Padfoot. Sólo era un juego.

Padfoot, sin embargo, se quejó. Estaba confundido por qué Moony había detenido su diversión y la de Prongs. Resopló molesto y se escabulló debajo del lobo.

—Ahí fue cuando te volviste contra Padfoot… —La voz de Peter temblaba ansiosamente mientras continuaba—. Le inmovilizaste de nuevo y no lo dejaste levantarse… te estabas poniendo un poco brusco así que Prongs… intervino…

Moony gritó en sorpresa y dolor cuando las pezuñas delanteras de Prongs lo empujaron, haciéndolo volar. Se levantó y se sacudió.

—Fuiste contra Prongs, pero Pads trató de interponerse entre los dos, así que Prongs lo apartó de una patada… Creo que de ahí vienen las costillas rotas… A ti… a ti de verdad no te gustó eso.

Padfoot dejó escapar un grito de dolor mientras aterrizaba en un escombro, varios metros más allá.

Moony vio rojo.

—Prongs… él no tuvo opción, Moony. No quería lastimarte, y luego se sintió terrible por eso. Pero de verdad fuiste contra él, con dientes y todo eso.

Remus levantó una mano temblorosa hacia la nuca, donde seguía pulsando. No estaba seguro de si quería escuchar el resto de eso…

Pero debía…

—Corriste detrás de él, pero antes de que pudieras atacarlo, te alejó de una patada. Llegó justo a tu cabeza y te dejó inconsciente. —Peter tragó con fuerzas—. Probablemente te dañó la quijada también por la forma en la que se ve. —Le dio a Remus una nerviosa mirada—. No sabemos qué te hizo actuar de esa forma. Nunca te habíamos visto tan… —Dejó de hablar.

Remus tenía la mirada perdida. No sabía qué hacer ni qué decir. Había atacado a sus amigos.

—Ya no puedo hacer esto.

-o-o-o-o-

—¡Señor Black, en qué rayos estaba pensando? —lo reprendió Madam Pomfrey mientras ella y James ayudaban a Sirius a caminar a la cama más cercana—. ¡Tratando de pasar el Sauce Boxeador, honestamente! ¿Qué pudo incentivarlo para…?

Sirius se estremeció mientras se recostaba, dejando que la enfermera le pinchara el costado magullado.

—Sólo quería sorprender a Remus —mintió entre dientes, tal y como él y James lo habían discutido—. Pensé que podría pasarlo.

Pomfrey sacudió la cabeza con desaprobación mientras le servía una copa con una poción de aspecto desagradable y se la ofreció.

—¡Chico tonto! ¿No pudiste esperar para venir a verlo una vez que lo trajera a salvo aquí? —continuó murmurando para sí misma mientras se ocupaba de él.

—Bueno, ya me conoce. —Sirius suspiró, apartando los ojos de los de James—. Jodidamente lleno de ideas estúpidas.

—¡Ese lenguaje, Sr, Black!

—Lo siento —murmuró.

—De acuerdo —suspiró Madam Pomfrey, cruzando sus brazos impacientemente—. Tome esa poción, Sr. Black. Sr. Potter, confío en que usted pueda cuidar de él mientras voy a recoger al Sr. Lupin, a salvo de la casa. —Se apresuró al salir, aún hablando para sí misma sobre la estupidez de Sirius.

Tanto James como Sirius estuvieron en silencio por un momento que pareció eterno. Sirius se negó a mirarlo, pero podía sentir los ojos de James clavados en él.

—¿Entonces? —dijo James finalmente. Sirius podía oír el fruncimiento de su ceño en su voz.

—¿Entonces, qué? —murmuró, mirando hacia abajo a la copa con la espesa poción verde.

James se cruzó de brazos, mirando a Sirius por sobre el borde de los lentes.

—¿Entonces me dirás qué mierda está pasando contigo y Remus?

Sirius no respondió. Levantó la copa hasta sus labios y contuvo la respiración mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y la tragó. Asqueroso. Hizo una mueca y dejó la copa en la mesita de noche.

—No pasa nada. Estamos bien.

—¿Bien? —James se mofó—. ¿Esperas que me crea que todo está bien luego de la forma en la que ambos estaban actuando en la casa? ¿Gritando sobre herir a alguien? Y luego… —Sacudió la cabeza, llevándose una mano por el cabello—. ¡Eso no fue normal, Sirius! No nos dejaba acercarnos y casi… —Tragó con fuerzas—. ¿Sirius, qué le pasa a Moony?

—¡No lo sé! —Sirius gritó con furia, finalmente mirando al otro chico. Sus dos manos se arrastraron por su larga cabellera y dio un tirón—. N-no sé lo que pasa con él, Prongs. ¡Está perdiendo el control de sí mismo! Se ha vuelto posesivo y… y ya sabes cómo me ha estado arrastrando la mayor parte del tiempo para… —Hizo un muy obvio gesto con la mano que, si la situación hubiese sido distinta, James se habría reído. Pero sólo asintió con la cabeza para que continuara—. Aparentemente no puede evitarlo. Tiene estas necesidades y no puede ignorarlas. Y es… —pausó, no queriendo continuar.

—¿Es qué, Pads? —James preguntó gentilmente, moviéndose con incomodidad en sus pies.

Sirius se relamió los labios.

—Es sólo que ha estado un poco agresivo —murmuró, llevando las rodillas a su pecho. Forzó una risa—. No es que no lo disfrute, claro. De hecho, en cierto modo es mi maldita culpa porque a veces lo presiono para que se ponga así… pero nunca pensé qué… —Suspiró y sacó su varita de debajo de la almohada, apuntando su cuello—. Finite Incantatem.

James jadeó cuando en encantamiento en el cuello de Sirius se disolvió, revelando una cicatriza rosa plateada.

—¿Remus te mordió?

—No le digas nada de esto a él, Prongs. Ya se siente lo suficientemente mal y no fue su culpa —Sirius se quejó, volviendo a encantar la marca y metiendo su varita de nuevo bajo la almohada.

James se quedó boquiabierto.

—Yo… —Tomó asiento en la silla junto a la cama de Sirius y se quitó las gafas para frotarse los ojos—. Sirius, eso es… realmente grave…

—Está bien, no es como que me haya convertido…

—No, Sirius —suspiró James—. No es sobre eso. Remus… él nunca haría eso. Si perdió el control al punto de dejarte una cicatriz así a ti, algo de verdad tiene que estar mal con él. —Sacudió la cabeza—. No puedo creer que no se haya alejado y….

—Ya sé —Sirius lo interrumpió bruscamente. Sabía exactamente lo que James estaba pensando y prefería no pensar de la misma manera—. Pero es por eso que no quiero hacer un gran lío sobre esto. No quiero que se moleste consigo mismo y piense que… que estar conmigo es demasiado peligroso…

Las puertas de la enfermería se abrieron y Madam Pomfrey hizo pasar a un Remus cojeando, pero aún de pie. Ella también estaba reprendiéndolo a él.

—No sé qué te has hecho. Bien podrías tener una concusión. Así que vete a la cama, yo traeré tus pociones. —Desapareció en el almacén de atrás.

Remus se quedó quieto, mirando a Sirius en la cama al lado de la vacía que estaba reservada para él. Parecía que una ráfaga de viento podría derribarlo. James se levantó bruscamente y se apresuró en ir a su lado para ayudarle.

—Aquí, Moons… —Cuidadosamente puso un brazo alrededor del hombre lobo para que se apoyara.

Remus sacudió la cabeza.

—Está bien, James. No tienes que ayudarme. —Estaba demasiado débil para que de verdad pudiese empujarlo, y no tuvo elección más que permitirle a James que lo ayudara hasta la cama al lado de la de Sirius.

—Lo siento —murmuró, sus ojos inexpresivos y completamente vacíos de emoción mientras se acomodaba de nuevo contra las almohadas—. Lo siento, James… por lo que…

—Cállate, Remus —dijo James en voz baja, ajustando la almohada del chico por él—. No pasa nada. Todos están bien, ¿verdad?

Remus no respondió.

—Moony —intentó Sirius, con cuidado se puso de lado, tratando de no dañar sus huesos en reparación—. Oye, Moons, está bien. Nadie está molesto contigo ni nada. Todo va a estar bien, ¿sí?

Nuevamente no hubo respuesta.

Pomfrey había vuelto, llevando una bandeja con diferentes pociones y ungüentos para Remus. Los tres Gryffindors guardaron silencio mientras Pomfrey se dedicaba a atender los cortes y raspones de Remus. Él se tomó las pociones sin discutir y sin dejar de mirar al frente.

—Sr. Potter, me temo que tanto el Sr. Lupin como el Sr. Black necesitan descansar. Usted y el Sr. Pettigrew pueden volver después del almuerzo para visitarlos si gustan —dijo la Mediadora, sin molestarse de levantar la vista del vendaje del brazo de Remus mientras hablaba.

James se mordió el labio, sus ojos se encontraron brevemente con los de Sirius.

—Sí, señora —suspiró—. Hasta luego, chicos. Que se mejoren. —Y salió de mala gana de la enfermería.

Pomfrey terminó con Remus y volvió a centrar su atención en Sirius, pinchándole las costillas doloridas y murmurando más hechizos y encantamientos para aliviar el dolor. Una vez que terminó, les indicó a ambos que descansaran y luego los dejó solos.

Hubo un largo tramo de silencio en el que Sirius pensó que Remus podría haberse quedado dormido, pero cuando se giró para mirar a la cama de al lado vio que Remus estaba de hecho despierto, sus ojos todavía pegados en el techo blanco.

—Moony, es…

—Se acabó.

A Sirius se le cortó la respiración. Se quedó con la boca abierta y miró fijamente al chico de la cama de al lado. No… no, no podía querer decir que…

—¿Q-qué?

—Lo siento, Sirius —murmuró Remus—. Ya no puedo hacer esto…

—No quieres decir eso. —Sirius sacudió la cabeza—. ¡No lo dices en serio, Remus!

—Lo hago, de verdad. Yo… lo siento mucho.

—¡No! —Sirius se incorporó, a pesar del fuerte dolor en el costado, para estar frente a él—. ¡Joder, Moony! No puedes… no puedes sólo… ¡Vamos a resolverlo! Todo saldrá bien. ¡Vamos a estar bien!

—No sabes eso, Sirius.

—¡Lo sé! Porque nos ama…

—Sí —dijo Remus, girando su cabeza para poder mirar a Sirius a los ojos—. Sí te amo, Sirius. Y es por eso que necesito terminar esto. Ya no volveré a ponerte en peligro. —Miró nuevamente al techo—. Se acabo.