60 – Espacio – año seis
—Remus, creo que esto ha durado lo suficiente. Entiendo que sientas la necesidad de separarte de nosotros después de lo que pasó el mes pasado, pero no puedes simplemente encerrarte aquí hasta la graduación. Tienes que volver al dormitorio.
Remus se mordió el labio inferior y se rehusó y levantar la mirada del ensayo de pociones que intentaba escribir. Tenía que reconocer que la casa de los gritos no era el mejor lugar para concentrarse en los deberes. Los crujidos de las paredes y los aullidos del viento eran una distracción suficiente, y tenía que llevar dos jerseys, ya que el aire amargo de diciembre siempre encontraba la forma de colarse sin importar cuantos encantos utilizara para calentarse. Pero simplemente no se atrevía a volver a la torre de Gryffindor.
—No pertenezco allí, James —murmuró, rayando el pergamino con su pluma. Estaba sentado en la cama con el libro de texto apoyado en su rodilla y su pergamino apoyado sobre él. Había intentado transfigurar el piano en un escritorio, pero todo lo que había conseguido fue ofender el instrumento, que posteriormente decidió tocar el Dies Irae a todo volumen de manera repetitiva, hasta que se disculpó y volvió a colocar su tarea en la cama.
—Eso es mentira, Remus —James discutió—. ¡Por supuesto que perteneces! Ciertamente no lo haces aquí… —Remus resopló y rodó los ojos.
—¿Qué no lo hago? Yo soy la razón por la que este lugar existe, ¿verdad? Necesito estar solo.
Aun cuando no estaba mirando, prácticamente podía sentir los ojos de James entrecerrándose por la irritación. Sabía que sus labios se habrían formado en una delgada línea, sus brazos a cada lado y sus puños apretados a medida que se disgustaba más con la terquedad de Remus.
—Necesitas volver al castillo. Necesitas estar conmigo, Peter y Sirius…
Remus gruñó desde el fondo de su garganta y contuvo las ganas de mirar a su amigo.
—Necesito estar lejos de Sirius.
James dejó salir un sonido frustrado y arrancó el pergamino del regazo de Remus.
—¡Oye!
—¡No! Esto es estúpido, Remus. ¡Actúas de manera ridícula y sólo te dañas a ti y a Sirius! ¿No te importa…?
—¡Estoy protegiéndolo!
—¡Estás siendo egoísta! —James lo acusó, enojado, cruzando sus brazos. Remus gimió indignado mientras su ensayo era aplastado—. Te proteges a ti mismo, Remus. Si estuvieses haciendo esto por Sirius, estarías tratando de encontrar una solución, no escondiéndote aquí en la maldita casa de los gritos ni evitando a tus amigos por semanas.
Remus llevó sus rodillas hasta su pecho y alejó la mirada, la culpa formándose en su estómago.
—No hay solución, James. Herí a Sirius e intenté herirte a ti…
—Entonces descubriremos por qué, y…
—¡Porque soy un monstruo! —gritó Remus, levantándose tan abruptamente que James tropezó hacia atrás—. ¡Esa es la razón, James! Sin importar qué, no hubiese pasado si no fuese un animal peligroso. —Estaba justo frente a James, respirando con dificultad, con el corazón acelerado. Le dolía el pecho. Lo único que deseaba era seguir a James de vuelta a la torre de Gryffindor y meterse de nuevo en su cálida cama, donde, con suerte, Sirius le estaría esperando. Pero no podía. No podía confiar en él mismo, por mucho que sus amigos lo hicieran tontamente. Suspiró y se pasó una mano por el pelo, retrocediendo un paso—. Lo lamento, James… no hay nada que descubrir. Sirius y yo terminamos… todo se acabó. Al menos para mí. Voy a pasar los próximos años completamente bajo radar, me graduaré y seguiré adelante—. Se sentó en el borde de la cama con la cabeza en sus manos. Sintió como si su mundo estuviese cayendo a pedazos.
—¿Entonces eso es todo? —preguntó James tensamente—. ¿Te das por vencido? Con Sirius, contigo… ¿con todos nosotros?
—Sí.
Escuchó a James mofarse.
—Todos hemos trabajado demasiado para dejar que todo se desmorone sólo porque tú estás demasiado ocupado revolcándote en la autocompasión. Así que tú puedes seguir y darte por vencido, pero yo no.
Remus frunció el ceño y levantó la vista.
—¿Qué…?
—Quiero decir —James dudó. Suspiró y se rascó la cabeza ansiosamente—, quiero decir que he estado buscando en algunas cosas…
—No es asunto tuyo para que busques cosas —dijo Remus firmemente.
—Lo es —discutió James—. Es mi asunto porque está destrozando a Sirius y hace que tú te encierres y te alejes de todos y que te trates como un animal y no aguantaré eso. Los dos valen mucho más que eso para mí.
Remus miró fijamente su regazo. No podía decir si amaba u odiaba a James por estar tan ferozmente involucrado. Se mordió nerviosamente el labio inferior y jugueteó con la manta deshilachada que tenía debajo.
—¿Qué es lo que has buscado exactamente?
-o-o-o-o
James había accedido a regañadientes a dejar a Remus solo, con la promesa de que volvería al dormitorio cuando se sintiera preparado. Con la nueva información que James le había dado, tenía aún más en qué pensar.
Emparejamiento.
La idea le revolvió el estómago. Sonaba tan primitivo, tan inhumano.
Había leído de eso antes, pero no había mucha literatura al respecto y lo que pudo encontrar no era precisamente lo más fiable, así que quizá no era eso lo que le pasaba…
Aunque sí tenía mucho sentido. El aumento de su apetito sexual, la imposibilidad de apartar las manos –y otras partes del cuerpo– de Sirius, su comportamiento agresivo hacia cualquiera que se acercara demasiado a él…
Remus se estremeció al pensarlo.
Todos esos sentimientos desaparecerían si simplemente cediera y permitiera que sucediera. Sin embargo, esa no era una opción en la mente de Remus.
Era un vínculo mágico muy poderoso, si lo que había descubierto era cierto, y duraría hasta que él o Sirius murieran. Estarían conectados, espiritual y mentalmente. Si algo se interpusiera entre ellos, les causaría a ambos una angustia física hasta casi la muerte o la locura.
No podía obligar a Sirius a eso.
Lo que estaban haciendo era divertido y aunque Remus estaba completa y absolutamente enamorado del otro chico, sabía que eventualmente tendría que dejar a Sirius irse. Él merecía más de lo que él podía ofrecer, y Remus estaba seguro de que Sirius se daría cuenta de eso algún día y que querría seguir adelante.
Tan agradecido como estaba de haber experimentado estar enamorado, ese amor tenía fecha de caducidad. Remus estaba destinado a estar solo, un destino que había aceptado hace mucho tiempo atrás.
Era el día antes del descanso de Navidad que había decidido volver a escondidas a la torre de Gryffindor. Todos sus amigos estarían en el banquete, dándole la oportunidad de esconderse en su cama con dosel y hacerse el dormido sin las incómodas disculpas por su comportamiento y desaparición, y sin tener que encarar a Sirius.
Contuvo la respiración, las manos le temblaban ansiosamente mientras giraba el pomo y abría la puerta del dormitorio. Estaba, tal como esperaba, vacio. Con un fuerte suspiro de alivio, tomó su pijama del baúl y se dirigió al baño para darse una ducha caliente.
El agua se sintió increíble. No se había dado cuenta del frío que había estado pasando las últimas semanas durmiendo en la casa de los gritos hasta que entró en el vapor. Se había duchado rápidamente en el baño de los prefectos, pero sólo lo suficiente para lavarse y volver a salir sin ser visto. Ahora se permitió relajarse, el banquete no terminaría hasta dentro de un tiempo.
Una vez que sus músculos dolían menos y su piel se enrojeció por el calor, se salió y se secó para cambiarse al cálido pijama. Su estómago gruñó, pero estaba mucho más preocupado en tener una buena noche de descanso y evitar toda posibilidad de confrontación.
Atravesando la habitación hasta su cama, Remus casi se sobresaltó cuando escuchó el chasquido de la puerta del dormitorio cerrarse y un agudo jadeo. Se congeló…
—Regresaste…
Remus tragó con fuerzas y lentamente se giró para mirar a Sirius.
Lucía cansado, como si él también hubiese estado durmiendo casi lo suficiente, y también un poco sorprendido. Principalmente parecía herido.
Unos ojos grises, fríos y como de piedra, lo miraron de arriba abajo y Remus sintió que se estremecía bajo el análisis de la mirada de Sirius.
—Te ves terrible —comentó Sirius con franqueza, dando un paso más cerca. Una elegante y oscura ceja se alzó—. ¿Estás bien? —No sonaba como si estuviese preguntando sólo por preocupación. Algo en su tono hizo que Remus se sintiera peor, incluso vulnerable. Se envolvió con sus propios brazos y se encogió de hombros.
—Estoy bien —mintió.
—Bien —dijo Sirius ligeramente, dando otro paso hacia adelante por lo que sólo estaba a unos centímetros de distancia, lo suficiente como para que Remus pensara que iba a besarlo, y sabía que no sería lo suficientemente fuerte como para detenerlo. Pero Sirius no lo besó.
Lo empujó.
Remus se tropezó por la sorpresa, mirándolo fijamente.
—¡Sirius! ¿Qué…?
—¿Cuál es tu maldito problema? —demandó Sirius, furioso, acercándose de nuevo—¿Simplemente rompes conmigo y desapareces por semanas? Vas a clases y nos evitas a James, Peter y a mí? ¡He estado muy preocupado por ti!
—¡Tenía que alejarme, Sirius! —gritó Remus en su defensa, su ira crecía también mientras combinaba la mirada de Sirius—. ¡No podía arriesgarme a hacerte daño! No puedo controlar…
Sirius volvió a empujarlo.
—¿Ah, sí? —Se rio con frialdad—. ¿No puedes controlarte? Bien, entonces ven, Remus. —Otro fuerte empujón y Remus estaba contra la muralla—. ¡Hazme daño!
—¡Sirius, detente!
—No. No puedes controlarte, ¿verdad? —Golpeó a Remus en el brazo—. No lo sé, parece que te estás controlando demasiado bien, ¡joder!
—Sirius. —Remus apretó los dientes, sus manos se cerraron en puños apretados a su lado mientras seguía dejando que Sirius se abalanzara sobre él una y otra vez hasta que finalmente no puedo aguantar más y agarró su muñeca a medio golpe. Por un momento ambos se quedaron quietos. Los ojos de Sirius se clavaron en los suyos desesperadamente.
—Dime que no me amas, Remus.
Remus dejó escapar un suspiro tembloroso y se mordió el labio.
—No puedo. —Por supuesto que lo amaba. Amaba a Sirius más que cualquier cosa, ese era todo el punto.
—¡Porque no es cierto! —dijo Sirius furiosamente—. Dime. —Su voz se quebrantó un poco y su punzante mirada vaciló—. Dime que no quieres estar conmigo.
Remus cerró los ojos, incapaz de soportar la forma en que Sirius lo miraba,
—Sabes que eso no… —Fue interrumpido por la boca de Sirius contra la suya. Quería empujarlo y acercarlo al mismo tiempo, pero cuando la lengua de Sirius recorrió su labio interior y se introdujo en su boca, toda la resistencia se desvaneció.
Las manos de Sirius fueron a tomar el rostro de Remus y él envolvió sus brazos alrededor de su cintura mientras el beso se volvía más profundo, los dientes chocando y lenguas buscándose entre ellas de manera hambrienta en la boca del otro.
—Sirius. —Remus se separó, jadeando y sintiendo la cálida respiración de Sirius contra su cara— Tienes que entender… No puedo ponerte en riesgo. ¡No puedo ponerme a mí en riesgo! —agregó cuando vio que Sirius comenzaría a discutir. Funcionó y la expresión del otro chico se suavizó, luciendo hasta casi culpable mientras daba un paso hacia atrás—. Sólo necesito algo de espacio mientras resuelvo esto, Padfoot. ¿Por favor?
Sirius estaba en silencio. Bajó su mirada y se mordió el labio inferior mientras asimilaba sus palabras. Remus lo miró ansiosamente, rezando en silencio de que entraría en razón por una vez y no lo trataría de convencer, como siempre hacía, de que tirara la cautela al viento.
—Está bien —dijo Sirius tan suavemente que Remus no estaba seguro de si había dicho algo en lo absoluto—. Bien. Yo.. Espacio, correcto. —Se aclaró la garganta, llevándose una temblorosa mano por el pelo.
A Remus le dolió el corazón viendo cómo las emociones jugaban en el rostro del otro chico. A su lado, su mano izquierda se movió, queriendo alcanzarlo y consolarlo, pero se resistió. Sabía que si cedía, sólo querría volver a besar a Sirius y no podría parar. Tenía que mantenerse firme en su decisión.
—Sirius, yo…
La puerta se abrió de golpe y James y Peter entraron a toda prisa, riendo a carcajadas y con los brazos llenos de golosinas navideñas robadas del banquete.
—¡Oye, Pads! ¿Qué pasó con…? Oh. —James se detuvo bruscamente y tanto él como Peter se congelaron, mirando a los otros dos—. Eh… ¿están conversando entonces?
—¿Deberíamos irnos? —preguntó Peter contra el bastón de dulce que colgaba de su boca.
Sirius sacudió la cabeza.
—No, está bien. Ya acabamos.
Sus ojos se encontraron con los de Remus brevemente antes de girarse e irse a su propia cama.
—¿Estás bien, Pads? —preguntó James, aunque le lanzó a Remus una mirada interrogativa. Él apartó la mirada.
—Sí. Sólo estoy cansado. Tengo que descansar para el viaje mañana, ¿eh? —Antes de que cualquiera pudiera responder, Sirius cerró sus cortinas y pronunció un encantamiento silenciador alrededor de su cama. Eso fue lo último que dijeron esa noche.
