62 Querer vs. Necesitar – año seis


La luna llena coincidió con el día en que los alumnos debían volver a Hogwarts tras las vacaciones, así que Remus no estaba en el tren. Sirius tenía la frente apoyada en la ventanilla, escuchando sólo a medias a James y a Peter, que estaban lanzando ideas para la primera gran travesura del nuevo año. El propio Sirius hizo algún comentario aquí y allá, pero en su mayoría se limitó a mirar el paisaje que pasaba rápidamente y el gran orbe brillante que colgaba en el cielo, un recordatorio birlón de quién no estaba con ellos.

Escuchó la puerta del compartimiento abrirse e iba a ignorarlo, pero su estómago gruñó fuertemente y suspiró.

—Oye, Worm, ¿podrías traerme algunos pasteles del caldero, amigo?

Merlín, incluso sueno deprimido, pensó mientras ni siquiera se molestaba en levantar la cabeza del frío cristal de la ventana.

—Lo siento, Black. —Fue la voz de Lily Evans y no la de la bruja del carrito que le respondió—. La verdad es que estoy aquí con algunas notas de la reunión de prefectos para Remus. Pensé que ustedes lo verían antes que yo. —Cerró la puerta detrás de ella y tomó asiento al lado de James, ofreciéndole una hoja de pergamino con notas cuidadosamente garabateadas—. ¿Está bien? —preguntó en voz baja.

James suspiró.

—Sí, estará bien. Es sólo que está… ya sabes.

—Añorando —ayudó Peter.

Sirius frunció el ceño,

—Puedo oírte, sabes. —Finalmente se giró para mirar a los demás—. Y no estoy añorando, muchas gracias. Sólo estoy… —Su estómago gruñó nuevamente y se cruzó de brazos desafiantemente—. Hambriento. Sólo tengo hambre. Me sentiré mucho mejor una vez que tenga algo que comer. Estoy bien.

Tres pares de ojos parpadearon hacia él y sabía que ninguno de ellos le creía. Rodó los ojos y volvió a mirar afuera de la ventana. A un lado de él sintió el peso del asiento moverse y una mano suavemente tocando su hombro. Podía ver pelo rojo en el reflejo de la ventana.

—Estoy bien, Evans. —Dijo nuevamente, apretando los dientes.

—Eso he escuchado —respondió Lily, su voz era suave y calmada. La escuchó buscando algo en su bolso y el sonido de algún tipo de envoltorio, su interés apareció. Se sentó ligeramente más derecho, pero mantenía la cabeza mirando obstinadamente mirando hacia otro lado… aunque sus ojos se centraban ahora en el reflejo de la chica detrás de él y ya no en la luna—. Mi mamá y yo las horneamos la noche antes de volver a la escuela cada vez que voy a casa —explicó Lily, abriendo una bolsa de plástico y sosteniendo una galleta de chocolate con un olor delicioso detrás de la cabeza de Sirius—. Ya que tienes hambre.

Con un silencioso quejido de derrota, Sirius se dejó caer en su asiento para mirar hacia adelante.

—Gracias —murmuró mientras aceptaba la golosina y le daba un mordisco. Le hizo sentirse un poco mejor.

—¿Podría tener una de esas, Evans? —preguntó James, inclinándose y alcanzando la bolsa que estaba en el regazo de Lily. Ella le dio una fuerte palmada en la muñeca.

—Merlín, ¿te han criado en un granero, Potter? Justo iba a ofrecerte una, ahora creo que no lo haré. —Le dio una a Peter y tomó otra para ella antes de volver a cerrar la bolsa. James y Lily discutieron durante unos instantes antes de que ella diera un suspiro frustrado y le diera una galleta al chico.

—¿Ya estás feliz?

—Sí, bastante —dijo James con la boca llena de chispas de chocolate. Lily sacudió la cabeza y volvió a poner las galletas en su bolso escolar.

—¿Entonces cómo llegará Remus a la escuela? —preguntó.

—Probablemente polvos floo. —Peter se encogió de hombros—. Quiero decir, nadie puede aparecerse en los terrenos, ¿verdad?

—¿Tal vez un traslador? —sugirió James—. No estaba seguro cuando le pregunté, pero seguro que Dumbledore y su padre han arreglado algo para él.

Mientras la conversación avanzaba, Sirius empezó a sentirse inquieto. Intentaba distraerse de los demás, recitando letras de canciones en su cabeza o tratando de idear alguna broma ingeniosa, pero no podía seguir sentado con esa estúpida luna allí en la ventana. Se levantó y todos dejaron de hablar para mirarlo de forma interrogativa.

—Voy a dar una vuelta —dijo simplemente, poniéndose la chaqueta.

James y Peter se miraron el uno al otro y luego de vuelta a él.

—¿Quieres compañía, amigo? —preguntó Peter, mirando a sus pies inmediatamente.

—Nah, estoy bien. Volveré pronto. —Forzó una sonrisa mientras le observaban con incredulidad evidente en sus rostros—. ¿En qué problema podría meterme en este maldito tren, chicos? En serio, sólo voy a tomar aire, tranquilos. —Cuando nadie hizo un movimiento para detenerlo, salió del compartimiento, cerrando la puerta con cuidado detrás de él. No estaba seguro de adónde pensaba ir o qué quería hacer, pero se había sentido como si lo estuvieran asfixiando allí.

Al abrir la puerta que conducía al siguiente vagón, rebuscó en los bolsillos sus paquetes de cigarrillos y sus dedos rozaron la larga y delgada caja aún envuelta que Remus había enviado para Navidad, y su estómago se revolvió.

—¡Oh! ¿Planeando saltar? —Chilló una voz nauseabunda desde atrás que hizo que a Sirius se le erizara el vello de los brazos y su cuerpo se pusiera rígido. Respirando hondo, se giró para encarar a su prima.

—Trixie, te ves bastante… bien, como una banshee, como de costumbre. —Sonrió y se inclinó contra la puerta abierta, sintiendo cómo el aire frío del exterior le pasaba por encima.

Bellatrix hizo un puchero burlesco.

—¿Qué pasa, Siri? ¿Los Potters no te adoptarán? ¿Te enviaron de vuelta a la perrera con el resto de los perros callejeros que nadie quiere?

Sirius rodó los ojos, sacando un cigarrillo de su cajetilla y colocándolo entre sus labios.

—Tampoco estás rodeada de tu grupo habitual de asquerosos, Trix. ¿Dónde están? ¿Torturando muggles? ¿Tal vez volando las casas de los Sangre Pura que no se conforman?

Bellatrix soltó una risita, un sonido agudo e infantil que hizo que Sirius quisiera darle un puñetazo en la garganta como cuando tenían seis años y ella no dejaba de insultar a Regulus. Le habían dado una buena paliza por eso en ese entonces… sin duda merecería detención ahora.

—Todos ellos están en el compartimento, por supuesto. —Los labios de Bellatrix se torcieron en una sonrisa enfermiza mientras miraba a Sirius de arriba abajo—. Rudolphus y Rabastian, Severus, Avery, Mulciber, por supuesto… y Regulus.

El pecho de Sirius se apretó ante la mención de su hermano. Entrecerró los ojos, levantando la barbilla con seguridad y mirando con desprecio a Bellatrix.

—Regulus no se uniría a tu pequeño club, Bella. Tendrás que esforzarte mucho más si pretendes que me moleste, ¿sabes?

—¿No lo haría? —dijo Bellatrix, frunciendo el ceño—. Tú mismo lo dijiste, los Sangre Pura que no se unen… están siendo tratados, ¿no es así?

Está mintiendo. Se dijo a sí mismo. Puede que Regulus sea un idiota, pero no se rebajaría a andar con gente como esos imbéciles.

—Ve a chupar una verga, Bella —gruñó Sirius, encendiendo la punta de su cigarrillo con la varita y apartándose de ella para mirar la puerta abierta.

—¡Oooh! —Bellatrix carcajeó, aplaudiendo con sus manos—. Qué lenguaje. Bueno, te diría que hicieras lo mismo, primo… pero el rumor en el colegio dice que tu juguete rarito se ha ido y te ha dejado.

Sirius se atragantó con el humo que acababa de inhalar. Después de un momento de jadear y recuperar el aliento, sus puños se cerraron a los lados y empezó a contar hacia atrás desde diez en su cabeza.

9, 8, 7...

Escuchó a Bellatrix reír.

—¿Qué fue eso de que tengo que forzarme más para que te molestes, Siri?

6, 5, 4

El sonido de sus pasos comenzó a alejarse de él y relajó cada músculo de su cuerpo. Los pasos se detuvieron.

—De verdad deberías saltar.

Con un gruñido, Sirius se dio vuelta, dispuesto a embrujar a su prima hasta el olvido, pero ella no estaba por ningún lado.

De cara a la puerta abierta una vez más, tiró la colilla de su cigarrillo a un lado, viendo cómo desaparecía rápidamente mientras el tren avanzaba a toda velocidad. Tomó unas cuantas bocanadas de aire fresco, apoyándose con una mano en ambos lados del marco de la puerta. Nunca antes se había dado cuenta de lo rápido que se movía el tren…

Bellatrix tenía que estar mintiendo, se dijo a sí mismo. Regulus nunca estuvo interesado en lo que hacían Mulciber y esos asquerosos seguidores de la secta… ¿o sí? Ahora que lo pensaba, hacía más de un año que no hablaba con Regulus. Podían haber cambiado muchas cosas con su hermano, sobre todo sin que nadie le indicara el camino…

Era culpa de Sirius si Bellatrix decía la verdad. Había abandonado a Regulus sin pensarlo dos veces. Había sido lo suficientemente egoísta como para abrirse paso en una familia diferente, una familia que podía cansarse fácilmente de él y como había dicho Bellatrix… la mayoría de las personas lo hacían al final… Remus parecía haberlo hecho.

De verdad deberías saltar

Todo estaba pasando tan rápido.

—¡Sirius!

El sonido de su nombre le hizo dar un salto y girarse, y se sorprendió al ver a Lily de pie, con los ojos verdes muy abiertos por la preocupación. Tenía la boca repentinamente seca y tragó saliva.

—E-Evans… —Se aclaró la garganta—. ¿Qué haces aquí?

Sin quitar los ojos del rostro de Sirius, cuidadosamente Lily dio un paso hacia él.

—Peter se fue para encontrar a Emmeline y luego Mary vino buscando a James y yo… —Se detuvo, con algo irreconocible parpadeando en sus ojos. Lo sacudió—. Bueno, me imaginé que querrían su privacidad, por supuesto.

—Por supuesto… —murmuró Sirius, mirando fijamente a la chica mientras daba otro paso hacia delante.

—¿Estás bien, Sirius? —preguntó mientras se colocaba finalmente a escasos centímetros de él, con la mano izquierda moviéndose a su lado como si estuviera aguantándose las ganas de tocarlo.

Sirius quería decirle que no, no estaba bien. Quería contarle sobre lo que James y él habían escuchado a los Sres. Potters decir sobre la guerra que se acercaba, y que tenía razones para creer que sus primas, y muy posiblemente su hermano menor, tenían algo que ver con eso. Quería decirle lo asustado que estaba de que ese hombre que los dirigía… Lord Voldemort… pudiera venir por él, pidiéndole que se uniera a sus filas como el resto de su familia y que incluso pudiera ir también por la familia de James… y tenía miedo de lo que pasaría si alguien se negaba.

Quería decirle lo mucho que extrañaba a Remus y lo vacía y sin sentido que se sería su vida si el otro chico se negaba a aceptarlo de nuevo por esa tontería del vínculo de los hombres lobo…

—Estoy bien —mintió. Dio un paso para alejarse de la puerta abierta y vio que Lily visiblemente se relajó—. Sólo necesitaba algo de aire, como dije antes. —Forzó una sonrisa y aunque podía notar que Lily no le creía, ella le sonrió de vuelta y le ofreció la mano.

—¿Te gustaría venir a sentarte conmigo, Marley y Dorcas entonces?

—Sí. —Él asintió, tomando la mano y apretándola suavemente—. Me gustaría.

-o-o-o-

La luna había sido particularmente dura con Remus este mes. Nunca era fácil en las noches que pasaba solo, sin los otros merodeadores para distraerlo y entretenerlo, pero esta luna había sido incluso peor. Además de su manada perdida, estaba el desesperado y anhelante tirón de su alma por emparejarse. El lobo aullaba sin cesar, llamando al leal perro negro, preguntándose dónde estaba y por qué no respondía. Había arañado las paredes del sótano de sus padres hasta que le sangraron las garras, intentando escapar y encontrar a sus amigos. Se lanzó contra el concreto una y otra vez hasta que finalmente se desmayó en un rincón sobre el frío suelo de piedra.

Se despertó sintiéndose culpable mientras su madre y su padre se ocupaban de sus heridas y limpiaban el desorden.

Apenas hizo contacto visual con su padre, incluso después de que llegaran al despacho del director a través de la red Floo que Dumbledore había desbloqueado para ellos a última hora de la noche siguiente. Se despidió de él con un abrazo, le dio las gracias educadamente al director y se dirigió lentamente a su dormitorio sin decir nada.

Era muy tarde, y cuando abrió la puerta de su dormitorio pudo oír los ronquidos de Peter y los murmullos de James y, si escuchaba más de cerca, la constante respiración de Sirius. Se quitó los zapatos y se desnudó hasta quedar en ropa interior, sin molestarse en ponerse el pijama, antes de meterse bajo las sábanas y correr la cortina alrededor de su cama. La atracción de la luna seguía siendo tan fuerte que le resultaba difícil descansar la mente lo suficiente como para dormir, especialmente cuando podía oler al chico de pelo oscuro en la cama de al lado. El chico que debía estar en su cama con él… El que el lobo quería…

Sirius quería eso también, podía olerlo en él…

Se acurrucó como un ovillo con más fuerzas y se dio la vuelta para mirar al otro lado, tapándose la cara con las sábanas.

De ninguna manera. Discutió consigo mismo. Es pedirle demasiado a cualquiera. Y Sirius ni siquiera sabe lo que quiere para el desayuno, ni imaginar lo que quiere para el resto de su maldita vida.

Remus había tomado una decisión durante el descanso. Él y Sirius tenían que terminar, o se arriesgaría a arruinar la vida de ambos. No podía hacer pasar a Sirius por eso. Lo amaba demasiado. Lo amaba lo suficiente para dejarlo ir.

Y con eso, Remus se quedó dormido.

-o-o-o-o-

La sangre cálida, pegajosa y de sabor a cobre se vertió en su boca mientras sus dientes se clavaban en la presa que tenía inmovilizada bajo sus patas. Nunca se había sentido tan fuerte ni completo en toda su vida mientras la pobre criatura que tenía debajo dejó de luchar, dejó de respirar, dejó… de ser…

Levantando la cabeza, dejó salir un gruñido triunfal antes de lamerse las patas empapadas de sangre. La energía surgía dentro de él, quería más. Quería sentirse así de poderoso y vivo para siempre. Ladró una vez, llamando a su manada a unirse a él. Quedaba un poco de carne en el animal, supuso que era un oso o algo así, y que Moony tendría la amabilidad de ofrecerle a Padfoot si el perro quería participar. Moony, como el alfa, siempre compartía la matanza de la noche con su Compañero.

Pero la manda no respondió. Padfoot no ladró en respuesta ni vino corriendo a su lado. Tampoco Padfoot ni Wormtail habían regresado de cual fuera la aventura a la que habían corrido a disfrutar mientras Moony se alimentaba.

Olfateó el aire, tratando de captar sus esencias, pero el olor a sangre y a carnicería era abrumador. Sin embargo, pudo distinguir el olor de Padfoot en algún lugar bajo todo eso. Volvió a aullar por el perro, esta vez con más urgencia. Padfoot y Prongs se distraían fácilmente juntos después de todo…

Silencio.

Confundido, Moony se giró hacia el cadáver del oso. Pero no era un oso en absoluto.

Era un gran perro negro y peludo.

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Sirius despertó con un ruido que no había escuchado en años, pero que podría reconocer en un instante por el resto de su vida.

Los gemidos silenciosos y los jadeos pidiendo aire, las palabras incoherentes y los sollozos secos y, por supuesto, el crujido del marco de la cama mientras su compañero de habitación daba vueltas en la cama junto a la suya.

Sirius no se movió. Miró al techo de su propia cama, aguantando la respiración y contando los segundos que pasaban, rezando para que cualquier pesadilla que estuviera atormentando a Remus desapareciera rápidamente por sí sola. Ya no le correspondía detenerlas, ¿verdad?

Pero luego escuchó el gemido diciendo—: Padfoot…

Sin pensarlo dos veces, balanceó sus piernas por el lado del colchón y caminando en puntitas hacia la otra cama, cuidadosamente abrió las cortinas.

Se le cortó la respiración, ya que por una fracción de segundo, Sirius podría haber jurado que era el silencioso niño de once años con las misteriosas cicatrices que cubrían su pequeño cuerpo el que estaba enredado en las sábanas. Sirius sacudió la cabeza rápidamente y esa imagen fue sustituida por la versión más alta y larguirucha del que ya no era un niño, pero casi un hombre, que se agitaba de un lado a otro del colchón.

—No… —Remus gimió suavemente, sus ojos cerrados fuertemente. El corazón de Sirius se rompió mientras rápidamente debatía la situación en su cabeza. Remus se enojaría con él si se metía a la cama junto a él, dado que ya no eran una pareja y trataban de darse espacio. Pero por el otro lado…

—Padfoot…

A la mierda. Pensó. Se arrodilló en la cama, cerrando las cortinas alrededor de ellos. Tentativamente, levantó la mano y quitó los rizos empapados de sudor de la frente del chico.

—Moony, está bien… —susurró desesperadamente, pero Remus no se despertó. Más bien, dejó escapar un pequeño grito de angustia y casi se levantó del colchón por completo.

—No… no, Padfoot… Por favor…

—Estoy aquí, Remus… —La voz de Sirius temblaba mientras intentaba despertar suavemente al chico sin tener éxito. Se sentó sobre los talones, observando el ataque de angustia de Remus y sintiendo que sus entrañas se desmoronaban—. Estoy aquí, Moony… —Volvió a murmurar, antes de transformarse en perro y arrastrarse hacia delante sobre su vientre, apoyando su gran y peluda cabeza en el pecho del hombre lobo y gimiendo suavemente.

Luego de un rato, todo se tranquilizó y estuvo en silencio. La respiración de Remus se calmó y Padfoot lamió la cara manchada de lágrimas del chico dormido. Sintió unos dedos familiares entre su pelaje y los latidos de Remus volvieron a un ritmo constante y tranquilo que rápidamente hizo que Padfoot cayera dormido.

-o-o-o-o-

Todavía no había salido el sol cuando Remus se despertó y se encontró en una posición demasiado familiar, arropado por el gigantesco perro negro con una cara llena de pelos.

—Padfoot… —balbuceó, su garganta aún se sentía en carne viva por la luna de la noche anterior. Sacudió suavemente al perro hasta que abrió un ojo gris plateado—. Pads, vuelve a cambiar…

El perro se levantó con un bostezo gigante y se estiró, sacudiendo su pelaje antes de obedecer y cambiarse para ser ahora Sirius Back el que estaba sentado frente a Remus.

—¿Todo bien, Moony? —Sirius murmuró, frotándose los ojos adormecidos—. Es temprano.

Remus asintió.

—Yo… Sí. Estoy bien. —Se relamió los labios—. Lamento si te desperté con… bueno…

Sirius frunció el ceño.

—No necesitas disculparte, Remus. —Se tumbó de lado junto a él, apoyando la cabeza en un codo—. ¿Quieres hablar de ello? Parecía bastante…

—No —dijo Remus demasiado rápido, sorprendiendo a Sirius. Remus suspiró—. Lo siento. N-no… es sólo que… preferiría olvidarlo.

Sirius lo miró por unos segundos, tratando de leer en algo que Remus se empeñaba en mantenerlo alejado.

—Remus…

—Puedes volver a tu cama ahora, Sirius. Estoy bien. —Se negó a mirar a Sirius a los ojos.

—No me molesta quedarme contigo —Sirius murmuró. Una de sus manos se deslizó sobre la de Remus y su pulgar acarició sus nudillos—. Por favor, Moony… Deja que me quede. Déjame arreglar esto… Te amo…

—Quiero que veas a otra gente. —Las palabras salieron de la boca de Remus antes de que tuviera una oportunidad de detenerlas y finalmente levantó la vista para encontrarse con la mirada herida y sorprendida del otro chico.

—R-Remus, no puedes decirlo en serio…

—Lo hago, Sirius —insistió Remus, aunque su voz temblaba por la emoción—. Quiero que encuentres a alguien más.

Sirius se sentó, sus ojos entrecerrándose.

—¿Esto es por esa cosa estúpida del emparejamiento, verdad?

—Sí. —Remus respiró, volviendo a desviar la mirada.

—¿A-así que me estás diciendo que quieres que me vaya y sea el novio de alguien más? —preguntó Sirius venenosamente—. ¿Me estás diciendo, honestamente, en la cara que quieres que vaya por ahí, no sé, tomando la mano de otros tipos en el pasillo? ¿O besando a otro detrás de los invernaderos?

—Sirius…

—¿Me estás diciendo que no te molestará ni siquiera un poco saber que me estoy cogiendo a alguien más en todos los lugares que nosotros hemos cogido? ¡Eso es lo que honestamente me estás diciendo, Remus! Que quieres eso y que no te va a molestar…

—¡Me matará, Padfoot! —dijo Remus desesperadamente, sus ojos llenos con emociones que Sirius nunca había visto antes. Remus se llevó las manos por el cabello tirando por la frustración—. ¿No lo entiendes, Sirius…?

—Lo único que entiendo es que estamos destinados a estar juntos… y que lo sabes tan bien como yo —dijo Sirius en voz baja, sus manos encontrando las de Remus y apretándolas suavemente—. Me amas, Moony…

—Nunca ha sido una pregunta si te amo o no, Padfoot. —Remus suspiró—. Lo siento. Tuve mucho tiempo para pensarlo, y es lo correcto para nosotros. Necesitas ver a otras personas…

—¿Por qué? —preguntó Sirius. Merlín, era tan testarudo.

—Porque… —comenzó Remus lentamente. Se desplomó ligeramente, mirando su regazo—. Porque sólo hemos estado el uno con el otro. No puedo pedirte que te unas a mí permanentemente cuando nunca has intentado encontrar a alguien que sea… —Se interrumpió. Podía sentir los ojos de Sirius atravesándole.

—¿Alguien que sea qué, Remus? —presionó Sirius, con una voz que destilaba desprecio por lo que sabía que Remus intentaba decir—. ¡Vamos, dime! Alguien que sea mejor que tú, ¿verdad? ¿Alguien que no esté roto ni maldito? Alguien más adecuado para un pequeño sangre pura mimado como yo que pueda darme cosas como un futuro, una casa y una familia y toda esa tontería de la vida perfecta, ¿verdad?

Remus no respondió. Simplemente dejó su cabeza colgada por la vergüenza. Ninguno hizo un sonido por un rato. Entonces Sirius se inclinó hacia adelante, tomando las mejillas de Remus entre sus manos.

—Te amo —dijo firmemente—. Y no hay nada que alguien más podría darme que me haría amarte menos. Un futuro, una casa, una familia… —Negó con la cabeza—. Eso no es nada para mí si tú no eres con el que las estoy compartiendo.

A Remus se le cortó la respiración y sintió que se inclinaba hacia él casi inconscientemente, deseando demasiado besar los labios de Sirius.

—Pero si eso es lo que quieres —dijo Sirius, haciendo que Remus volviera bruscamente a la tierra y al plan que insistía en seguir—. Entonces está bien. Veré a otras personas. —Sirius se levantó de la cama, alisando su ropa y evitando la mirada de Remus.

Remus se sintió congelando por la repentina pérdida.

—Y cuando no funcione con esas otras personas —continuó Sirius, y Remus se sorprendió cuando levantó la mirada y se encontró con una sonrisa sobre los labios del chico—. Entonces haremos las cosas como ambos sabemos que queremos que sea. ¿Entendido?

Remus se lamió los labios nerviosamente. Quería discutir, pero no tenía otro plan para evitar ese. Asintió con la cabeza.

—Bien —dijo Sirius, repentinamente sonando mucho más animado—. Y por cierto, sí he salido con otras personas.

Remus rodó los ojos.

—Marley y tú apenas se besaban y ambos terminaron siendo tan gay como pudieron. Eso no cuenta. Y tampoco lo hacen los revolcones al azar con tipos en los armarios de las escobas.

Sirius dio un suspiro dramático y sacudió la cabeza.

—Tantas malditas reglas. De acuerdo. Lo haremos a tu forma. Pero sólo te estás lastimando a ti mismo, Moony. —Caminó de vuelta a su propia cama.

Merlín, espero que tengas razón. Pensó Remus.


N/T: Añorando: originalmente dice "pining", creo que se conoce entre los tropes en fanfics cuando a alguien le gusta mucho otra persona hasta el nivel de sufrir por ella… No encontré alguna palabra exacta :c