63 ¿Estás celoso? – año seis
Sirius Black se sentía muy confiado.
La petición de Remus de que intentara salir con otras personas tenía un significado totalmente diferente en la mente de Sirius. En pocas palabras: poner a Remus celoso.
Eso, pensó él, sería relativamente fácil…
Excepto, que no había tantos estudiantes hombres que estuviesen interesados en otros hombres como él había pensado. Los hermanos Prewitt se habían graduado el año anterior y Sirius ya había tenido su oportunidad con ellos dos en algún momento de todas formas. Había algunos "curiosos" Ravenclaws en cuarto año, pero Sirius tenía sus estándares al menos, y los pequeños de cuarto año eran definitivamente uno de ellos. No estaba buscando ser "la primera vez" de nadie y definitivamente no necesitaba que ninguno se terminara encariñándo. Tampoco le bastaba con encontrar a un tipo para besuquearse, tenía que conseguir que Remus le pillara haciéndolo.
—No veo por qué no puedes simplemente hacer lo que Remus te dijo que hicieras. —Suspiró James, luchando por mantener quieto a un escarbato que se retorcía mientras Sirius intentaba pintarle un gran número uno en rojo.
—Estoy haciendo lo que Remus dijo —se defendió Sirius con el ceño fruncido—. ¿Crees que sería cruel ponerle el hechizo paralizador en uno de estos mientras lo hacemos?
Peter rodó los ojos, sus brazos llenos con otros dos escarbatos que le habían robado de los establos a la profesora Grubbly-Plank.
—¿De verdad estás preocupado con la crueldad animal en este estado del plan, Padfoot? Además, no es como que vaya a lastimarlo.
Sirius se encogió de hombros y apuntó su varita a la criatura en los brazos de James.
—Lo siento, pequeñitos. Petrificus Totalus. —Los ojos del escarbato se agrandaron por la sorpresa, pero el resto de su cuerpo se puso rígido. Se giró y le hizo lo mismo a los que tenía Peter.
—Ligarte con Benjy Fenwick detrás de una armadura durante las rondas de Remus para que te atrapara a propósito no es lo que Remus te dijo que hicieras —dijo James tajantemente, dejando el escarbato inanimado sobre su cama y tomando uno de los de Peter para poder pintarle un número tres.
—Ni idea de lo que hablas —Sirius mintió, fingiendo un aire de inocencia—. Lo que tuvimos Benjy y yo fue muy real, muchas gracias.
Peter resopló.
—Claro. Todos los veinte minutos de ello, estoy seguro. —El chico más bajo se agachó cuando Sirius le lanzó un golpe, pero acabó con la cara llena de pintura roja—. Mira. —Peter escupió un poco de pintura—. Lo único que decimos es que Remus no es estúpido. Sabe que no te lo estás tomando en serio y que sólo intentas darle celos besuqueándote con otros tipos en su cara. Tienes que demostrarle que lo estás intentando.
—De acuerdo —gruñó Sirius, pintando el número cuatro en el escarbato que quedaba.
James puso una mano en su hombro, apretándola de forma tranquilizadora.
—Vamos, Pads. Es como lo que me dijiste a principios de año—. "Hay muchos kelpies en el lago", y Mary y yo estamos saliendo desde hace un tiempo ya.
Sirius se encogió de hombros, quitando su mano, sacudió la cabeza.
—Sí, excepto que eres un tipo al que le gustan las chicas. Así que tienes un lago repleto de kelpies. Yo tengo un charco con algunos sapos y un pez de oro o dos si tengo suerte.
—¿Y eso en qué convierte a Remus, exactamente? —Peter se rio.
—En la maldita rana que besas por un desafío y que resulta ser un maldito príncipe —murmuró Sirius miserablemente.
Poniendo los ojos en blanco, James agarró a Sirius por el brazo y lo levantó.
—Ya está bien con eso, princesa. Vamos, tenemos que llevar a estos chicos al Gran Comedor antes de que todos bajen a cenar. —Él y Peter le quitaron el hechizo a los escarbatos antes de devolverlos a sus jaulas. Peter las tomó y les colocó un encantamiento silenciador mientras James se echaba la capa por la cabeza.
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Lily pasó por el hueco del retrato con un rebote emocionada. Había pasado las últimas horas escavando en el rincón más alejado de la bilbioteca, decidida a encontrar todavía cualquier información sobre los hábitos de emparejamiento de los hombros lobo. Estaba cubierta de polvo y había sido mordida por un libro particularmente enojado, pero había valido la pena por algunas de las cosas que había logrado encontrar. Sonriendo ampliamente, se dirigió al sofá junto a la chimenea, donde Mary estaba acurrucada leyendo un viejo ejemplar de poesía clásica muggle.
—Hola, Mary, ¿has visto a Potter?
Mary levantó la mirada y parpadeó.
—¿Qué ha hecho de malo?
Lily frunció el ceño.
—¿Qué…? ¡Oh! ¡Nada! Quiero decir… no que yo sepa, al menos. Estoy segura que está tramando algo. —Se encontró a sí misma riendo nerviosamente e intentó convertirla en una tos poco convincente ante la que Mary levantó una ceja—. Lo siento. —Se sonrojó Lily—. Polvo. —Se aclaró la garganta una vez más y se acomodó el cabello detrás de la oreja mientras su amiga la miraba confundida—. De todos modos, tenía que hablar con él de algo, pero no es importante. Quiero decir, es importante pero puede esperar, ya sabes.
Mary cerró su libro lentamente, sin apartar la mirada de su amiga ruborizada.
—¿Está todo bien, Lily?
—Por supuesto. —Sonrió ella—. ¿Por qué?
—Has estado actuado un poco extraña, eso es todo… específicamente sobre James. —Se encogió de hombros—. Está todo bien con que yo y él estemos juntos, ¿verdad?
—¡No seas tonta! —dijo Lily, riéndose un poco más de la cuenta—. Ha pasado, ¿cuánto? ¿Tres meses? Creo que es genial que Potter se las ha arreglado para no irritarte en todo este tiempo. Sigue con ello, sea lo que sea que estés haciendo. Yo… tengo que ir a buscar a Remus. Te veré en la cena. —Sin esperar por una respuesta, ella se apresuró en salir de la Sala Común. Una vez que el retrato estaba cerrado detrás de ella, tomó una profunda bocanada de aire—. ¿Qué demonios fue eso? —murmuró para sí misma, llevándose una mano por el cabello. Se encontró sintiéndose de esa forma últimamente cerca de Mary, como si tuviese que forzarse para actuar normal y entre más lo intentaba, más lejos estaba de hacerlo correctamente.
—¿Lily?
Perdida en sus pensamientos confundidos, se sorprendió al encontrarse para frente al Gran Comedor, donde Remus se estaba apoyando contra las pesadas puertas cerradas, aparentemente vigilando. Por una fracción de segundo, Lily consideró preguntar por qué, pero decidió no hacerlo.
—Hola, Remus. —Volvió a forzar una sonrisa.
—Es un poco temprano para bajar a cenar, ¿no es así? —preguntó Remus con una mirada preocupada.
—Podría decir lo mismo para ti, ¿verdad? —Lily contestó, sonriendo un poco.
Remus rio.
—Podrías, sí. Pero tú y yo sabemos que no estoy parado aquí para ser el primero en la fila para el pudín. —Rodó los ojos antes de abrir la puerta lo suficiente como para poder asomarse al interior. Volvió a cerrar la puerta y la miró con un suspiro—. No sé cómo sigo siendo arrastrado a su mierda.
—Oh, por favor. —Lily sonrió, cruzando los brazos—. Todos saben que eres tú quien planea la mitad de sus mierdas. Ya nadie se cree esa cara dulce e inocente, Lupin.
Una sonrisa más digna de James o de Sirius cruzó el rostro de Remus y se encogió de hombros.
—Oh, mucha gente se lo sigue creyendo. Es sólo que tú me conoces mejor. —Le dio una pequeña mirada—. Pero en serio, ¿estás bien?
—Estaba buscando a James… O a ti, la verdad —agregó rápidamente cuando las dos cejas de Remus se alzaron—. Cualquiera de los dos.
Remus asintió lentamente, una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.
—Ajá… Bueno, me has encontrado.
Lily se quedó parada allí por un momento, con la mirada perdida en él. ¿Qué quería decirle? Se había puesto tan nerviosa antes con Mary que no recordaba lo que tenía que decir en un principio. Mentalmente volvió sobre sus pasos… ¡Ah!
—Bueno, es… la verdad es algo que quisieras discutir en privado —dijo con una mirada conocida que Remus, por suerte, captó en seguida.
—Ya veo. —Asintió, mordiéndose el labio inferior—. Bueno, yo… —Dejó de hablar cuando vio un grupo de estudiantes acercándose por la esquina. Volvió a abrir la puerta, esta vez lo suficiente para ver que James, Sirius y Peter estaban todos sentados inocentemente en sus puestos de siempre en la mesa de Gryffindor y con un fuerte suspiro, abrió el resto de la puerta—. ¿Hablaremos luego entonces?
Ella asintió, dando un paso adelante hacia el pasillo sólo para que Remus la agarrara por la muñeca.
—¡Espera! —Rebuscó en su bolso escolar y sacó un tenedor, una cuchara y un cuchillo de plástico—. Llévate esto si realmente quieres cenar esta noche.
Lily frunció el ceño.
—¿Quiero preguntar?
—No.
—De acuerdo…
No le tomó mucho para descubrir exactamente qué habían hecho los chicos. Tan pronto como la comida apareció en las mesas se escuchó un fuerte estruendo y algunos gritos mientras que escarabatos con los números uno, tres y cuatro pintados con rojo y dorado, se arrastraban por las mesas, robando todos los cubiertos a su paso.
Lily suspiró y sacudió la cabeza mientras la profesora Grubbly-Plan buscaba frenéticamente al escarbato desaparecido, para la diversión de los chicos sentados a su lado.
—¿Ustedes cuatro nunca van a madurar, verdad?
James se rio alrededor de una cuchara de pudín.
—No si podemos evitarlo, Evans.
Los extraños sentimientos que Lily había experimentado respecto al otro chico se olvidaron rápidamente.
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Luego de un sermón muy severo y detallado sobre las docenas de reglas escolares que habían quebrado en esta broma en particular, la profesora McGongall le había asignado a los cuatro chicos detenciones separadas durante la noche, con la excepción de Remus que tenía deberes de prefecto que atender y tendría que escribir una larga carta de disculpa por parte de los cuatro en su lugar.
Sirius estaba cumpliendo su castigo puliendo los marcos de los retratos en uno de los pasillos del segundo piso, y en lugar de estar bajo la supervisión de un profesor, era el prefecto que estaba de guardia de esa sala en particular a quien debía responder.
El Ravenclaw de sexto año, Gilderoy Lockhart.
En opinión de Sirius, esto ya era suficiente castigo. El prefecto rubio era un completo narcisista por decir lo menos, y tan extravagante como un micropuff con esteroides. Era más coqueto que el propio Sirius y, además de eso, ni siquiera se le daba bien. Sin embargo, su aspecto estereotipado y su sonrisa instantemente perfecta parecían funcionar, ya que nunca le faltaba un acompañante del brazo cuando se paseaba por las calles de Hogsmeade, y no le importaba el género de dicho acompañante. Su sola existencia hacía que Sirius quisiera sacarse los ojos con su propia varita.
—Mala suerte, amigo. —El reflejo de James murmuró en voz baja cuando Sirius se había quejado en su espejo doble—. Yo estoy clasificando todos los cubiertos que faltan con Grubbly-Plank comprobando cada diez malditos segundos…
—Preferiría eso antes que este imbécil con cabeza de burbuja. —Sirius gruñó—. Como si su ego no fuese suficientemente malo, ahora lo dejan que me vigile en las detenciones…
James resopló.
—Tal vez sea más flexible contigo, Pads. Todos saben que es un amante de la atención. Ofrécele un besuqueo y quizá salgas antes.
Sirius tuvo una arcada y se estremeció.
—Eres un enfermo, Potter.
James se rio, y luego dejó escapar un gruñido irritado.
—Joder, Grubbly-Plank volvió. Te veo en el dormitorio. Dale a Gilly un beso por mí, ¿sí? —Su reflejó desapareció antes de poder pillar el grosero gesto de mano que Sirius le dio.
—Te lo aseguro, Black, te ves bien. —Una carcajada hizo que a Sirius le latiera el ojo y se dio la vuelta para mirar a Lockhart.
—¿Qué?
Gilderoy asintió hacia el espejo que Sirius aún tenía apretado en su mano.
—Siempre me preguntaba cómo te las arreglabas para verte tan bien todo el tiempo. —Mostró sus brillantes e irritantes dientes blancos mientras se apoyaba en la pared frente a Sirius—. Aunque nunca te tomé por el tipo de persona que lleva un espejo. —Suspiró y sacudió la cabeza—. Mi imagen de ti como el "chico malo descuidadamente guapo" se ha quebrado.
Metiendo el espejo de vuelta en sus vaqueros, Sirius rodó los ojos y se volvió al retrato de Beatrix Boxam para continuar puliendo su marco.
—Lamento decepcionarte, supongo.
—Oh, ciertamente no estoy decepcionado. —El Ravenclaw tarareó en señal de aprobación mientras Sirius se inclinaba para mojar su trapo en el barniz—. Para nada.
Apretando sus dientes, Sirius miró por sobre su hombro hacia el otro chico.
—Halagador. Pero tengo un…
—¿Un novio? —Gilderoy terminó por él, apartándose de la pared y paseando hasta situarse a su lado—. Las fuentes dicen que ya no, de hecho. Las palabras vuelan en la escuela, ya sabes…
—Buen intento. —Sirius sonrió con satisfacción y dio un paso amenazante hacia delante, encumbrándose sobre Gilderoy, cuya sonrisa desapareció de inmediato—. Pero iba a decir, que tengo unos cuantos maleficios que me encantaría probar, y si no estás interesado en convertirte en mi muñeco tonto de pruebas, te sugiero que mantengas tu coqueteo de nivel de tercer año al mínimo y me dejes terminar mi detención.
Gilderoy resopló decepcionado y se apartó, apoyándose de nuevo en la pared y observando a Sirius por el rabillo del ojo. Sirius hizo lo posible por ignorarlo, poniendo toda su concentración en fregar los marcos plateados de las brujas y los magos con los que probablemente estaba emparentado de alguna manera.
—¿Entonces, qué pasó? —preguntó Lockhart, sonando aburrido después del largo y prolongado silencio que Sirius había estado disfrutando a fondo.
Sirius no apartó la mirada del retrato de Xavier Rastrick. El primo segundo del tío abuelo de mi madre, creo…
—¿Black?
—¿QUÉ?
—¿Qué pasó? —repitió Gilderoy, sin que le afectara el arrebato de Sirius.
Sirius lo miró fijamente, debía ser más tonto de lo que lucía.
—¿Qué quieres decir…? Ugh. Mis amigos y yo dejamos sueltos un montón de escarbatos en el Gran Comedor para que robara los utensilios, ¿no estuviste…?
Gilderoy rodó los ojos.
—Me refiero a ti y a tu novio. Ese chico Lupin. —Agitó la mano con desprecio al nombre de Remus, haciendo que Sirius quisiera darle un puñetazo—. Quiero decir, todos saben que ustedes dos estuvieron prácticamente casados desde primer año. Aunque no puedo imaginar por qué…
Los puños de Sirius se cerraron con tanta fuerza que escuchó el crujido de sus nudillos. Dejó escapar una lenta respiración.
—Remus decidió que deberíamos ver otras personas. —Sirius suspiró. No estaba seguro de por qué estaba respondiéndole a ese pomposo zoquete de todas formas, pero suponía que era mejor que dejar que los rumores corrieran por ahí—. Y es sólo temporal —agregó rápidamente.
Gilderoy canturreó pensativo, y de nuevo se atrevió a dar un paso más cerca de Sirius, de modo que la espalda del Gryffindor quedó presionada contra el retrato que había estado puliendo.
—No tiene que ser temporal, sabes. No deberías subestimarte tanto, Black. Eres el chico más guapo de la escuela, bueno, junto a mí, por supuesto… —Sirius gimió para sus adentros, usando cada pizca de autocontrol en su cuerpo para no golpear a Lockhart contra el suelo y sacarle esos ridículos dientes blancos de su bonita cabeza—. ¿Por qué limitarte a ti mismo con Lupin cuando puedes tener algo mejor?
Antes de que Sirius pudiera detenerse a sí mismo, agarró un puñado de la camisa del rubio y los volteó para que Lockhart fuera el que estuviera inmovilizado contra la pared. Retiró el puño, preparado para golpear lo que estaba seguro sería un puñetazo muy satisfactorio, cuando vio que alguien doblaba la esquina en su visión periférica.
—¿Sirius?
Remus.
Más vale que esto funcione. Pensó desesperadamente, y presionó sus labios contra los de Lockhart.
Por un segundo se sintió como si todo se hubiese detenido. Escuchó los pasos de Remus parar abruptamente y estaba seguro de que el hombre lobo los estaba mirando. Más vale que sea creíble.
Apretándose completamente contra el Ravenclaw, Sirius gimió y separó los labios para permitir que Gilderoy deslizara su lengua con demasiado entusiasmo. Tenía un sabor muy fuerte a menta, como si llevara consigo un enjuague bucal para esas ocasiones, y eso le provocó a Sirius un dolor de cabeza instantáneo. En un movimiento muy atrevido, una de las manos de Gilderoy se deslizó por su espalda y le agarró el culo con demasiada fuerza y Sirius tuvo que detenerse para evitar morder la lengua del chico.
El sonido del carraspeo de Remus debería haber sido la excusa de Sirius para parar, pero se sentía rencoroso y siguió hasta que finalmente—; ¡Sirius Black!
¡Éxito! Pensó Sirius con arrogancia mientras se separaba de Lockhart con una sonrisa.
—Hey, Rem. No sabía que estabas ahí.
Remus estaba parado con los brazos cruzados, con los ojos color ámbar mirando fijamente a su compañero prefecto.
—Lockhart, debería denunciarte por abusar de tu puesto —dijo fríamente—. Se supone que tienes que vigilar a los alumnos detenidos, no besuquearlos.
—La detención ha terminado según mi reloj —dijo Lockhart con indiferencia, haciendo un ademán para limpiarse la boca con la manga. Sirius vio los ojos de Remus brillar y su labio se curvó.
—Así es —Remus gruñó suavemente. Finalmente se encontró con la mirada de Sirius, quien repentinamente se sintió muy pequeño y ya no tan confiado y arrogante como se había sentido hace un momento atrás—. Lo que significa que deberías estar volviendo al dormitorio, ¿no es así?
Sirius se lamió los labios.
—Uh…
—Padfoot, ven.
Sintiéndose como un perro que había sido atrapado rebuscando en la basura, Sirius fue al lado de Remus con el rabo figurativo entre las piernas. Sin decir nada ni mirar a Lockhart, Sirius siguió a Remus hacia la torre de Gryffindor.
Sirius podía sentir el enfado de Remus mientras caminaban en completo silencio. Pero había ganado, ¿no? Remus no estaría tan enfadado si no hubiera estado celoso…
—¿Entonces, estás enojado conmigo? —preguntó una vez que el silencio empezó a molestarle más que cualquier otra cosa.
—Sí, estoy enojado contigo —dijo Remus, manteniendo la vista hacia delante.
—Bueno, eso no es exactamente justo, Moony. Sólo hago lo que me dijiste que…
—¡No estás haciendo lo que te dije que hicieras! —gritó Remus, girándose hacia él—. ¡No te lo estás tomando seriamente! Te estás besuqueando con tipos al azar y esperando a que yo te atrape. ¿Para qué, Sirius? ¿Para que me ponga celoso? ¿Para que me dé cuenta de lo mucho que te quiero para mí y lo mucho que duele ver a alguien más tocarte? ¡No es sobre eso, Sirius! No es sobre si te quiero o no. Es sobre darte una buena oportunidad para que encuentres…
—Para tu información —lo interrumpió Sirius, su propio enfado creciendo mientras se encontraba con la mirada de Remus—. No estaba solamente besuqueando a tipos al azar para ponerte celoso. ¡Resulta que tengo una cita con él en Hogsmeade el próximo fin de semana! —La mentira cayó de su boca antes de que se diera el tiempo para pensarlo y casi inmediatamente se arrepintió.
Remus lo miró boquiabierto y sus ojos se agrandaron antes de comenzar a reír.
—Sí, claro, Padfoot. ¿Esperas que me crea eso? ¡Tú odias a ese imbécil! —Sirius se mantuvo inexpresivo y eventualmente la risa de Remus murió. Para entonces estaban de pie frente al retrato de la señora gorda, mirándose sin palabras.
Remus tragó.
—Sirius…
—Tienes que volver a tus rondas —murmuró Sirius—. Buenas noches, Remus. —Se giró hacia el retrato—. Collywobbles.
El retrato se abrió y Sirius entró.
