Advertencia: Este capítulo tiene contenido sexual.
64 Alma gemela – año seis
—Tienes que estar bromeando —dijo Peter con sequedad cuando Remus terminó de contarle lo que había presenciado la noche anterior. Sirius y James se habían ido temprano esa mañana para que James pudiera dirigir algunas jugadas nuevas para el equipo de Quidditch, sin importar que era pleno enero, hacía un frío glacial y el Quidditch no volvería hasta marzo.
—¿Parezco estar bromeando? —gruñó Remus, aún acostado de espaldas sobre las sábanas de su cama.
—¿Pero Lockhart? Sirius odia a ese imbécil —dijo Peter con un visible escalofrío—. ¿Estás seguro que no lo hacía para sacarte de quicio? Ya sabes cómo se pone…
—Eso fue lo que pensé al comienzo, quiero decir, se ha estado besuqueando con cada tipo al que puede ponerle las manos encima cuando sabe que estoy mirando. Estoy sorprendido que no ha besado a James sólo para ver qué haría…
Peter hizo una morisqueta.
—No le des ideas, amigo.
Remus se cubrió el rostro con las manos.
—Mierda… —Suspiró y se levantó, apoyándose contra la cabecera—. Aparentemente de verdad tiene una cita con ese idiota.
—¿Una cita? —el más bajito se rio—. Padfoot no tiene citas. Nunca te llevó a ti en una… —Dejó de hablar cuando vio la mirada herida en el rostro de Remus—. N-no es que eso signifique, ya sabes… algo. Es sólo que…
—Está bien, Wormtail —suspiró Remus, llevándose las dos manos por su cabello—. Es mi propia culpa que esto esté pasando de todas formas, ¿verdad? Yo fui el que le dijo que viera a otras personas. —Sabía que iba a ser doloroso ver a Sirius con alguien más, pero supuso que eventualmente dejaría de herirle cuando se acostumbrara. Era mejor así, al menos para Sirius. Porque para el mismo Remus… bueno, ¿qué importaba? Era un hombre lobo. Estaba maldito con una vida de dolor y sufrimiento de todas formas.
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—Tienes que estar bromeando —dijo James con sequedad, mirando a Sirius mientras terminaba de contarle lo que había pasado la noche anterior. Sirius se apoyó contra la pared del vestidor de Quidditch y se encogió de hombros.
—No supe qué más hacer, amigo.
—¿Así que te besuqueaste con Gilderoy Lockhart? —James dijo con un visible escalofrío e hizo una arqueada—. ¡Merlín, Padfoot! Pudiste haber hecho cualquier cosa. Debiste haberte besado con… no sé, ¡el gato de Filch o algo! ¡Cualquier cosa hubiese sido mejor que ese imbécil!
Sirius sonrió.
—¿Oh? ¿Qué hay de Snivellus?
Los ojos de James se agrandaron el doble de su tamaño y apuntó un dedo tembloroso a su mejor amigo.
—Ni siquiera bromees con eso, Sirius Black. —Suspiró y se secó el pelo empapado de nieve y hielo con una toalla—. ¿Aunque de verdad vas a seguir con esto?
—Moony quiere que salga con otras personas. Ya sabes cómo es, Prongs. Cree que no es digno de nadie y que no será justo que me quede con él para siempre o con alguna estúpida mierda Sombría-de-Moony. —Tanto James como Sirius pusieron los ojos en blanco—. Tengo que hacer que vea que me estoy esforzando y demostrarle que no hay nadie más para mí. Es él, Prongs.
James resopló y sacudió la cabeza.
—Bueno, discutiría contigo que ni siquiera nos hemos graduado de la escuela aún y de que posiblemente existiría una persona allá afuera en el mundo real… Pero honestamente, no me puedo imaginar a nadie aguantándolos a ustedes dos. —Pasó el brazo por encima de los hombros de Sirius mientras se dirigían al castillo—. Confía en mí, Pads. Nadie piensa que ustedes dos pertenecen el uno al otro más que yo. Sólo hazme un favor, no vayas a chuparle la cara a Lockhart a mi vista, ¿de acuerdo?
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—Oh, tienes que estar bromeando… —Tanto Peter como James gruñeron cuando siguieron la horrorizada mirada de Remus a través del Gran Comedor hacia la mesa de Ravenclaw. Sirius de verdad estaba exagerando, prácticamente en el regazo del rubio y ambos pegados a la boca.
—Podría vomitar… —murmuró Remus, incapaz de quitar los ojos de la desagradable demostración. Empujó su plato del desayuno a un lado y enterró el rostro en sus manos.
—Podría acompañarte. —James hizo una arqueada, luego tomó su tenedor y atacó a Remus en el brazo con él—. Todo esto es tu culpa, sabes.
—¡Ow! —Remus frunció el ceño y se frotó el brazo, con cara de disgusto—. Prongs, no comiences, ¿de acuerdo? Sabes que es lo que se debía hacer y…
—No es por alarmar a nadie —dijo Marlene, tomando asiento al lado izquierdo de Remus mientras que Dorcas y Lily se sentaban junto a ella y Mary al otro lado junto a James—, pero luce como si ese idiota de Lockhart metió una poción de amor en el jugo de calabaza de Sirius. —Le dio un codazo a Remus—. ¿Vas a golpear a ese imbécil o lo hago yo?
Remus suspiró.
—Marlene…
—Podríamos hacer equipo para atacarlo si quieres. Vamos, Lupin. Todo el mundo en la escuela está esperando una razón para golpear esa sonrisa espeluznante de su cara. Es perfecto. —Miró fijamente a los tres chicos, que miraban torpemente a la mesa y no dijeron nada.
—¿Cómo es que ninguno de ustedes está hechizando a ese idiota? —Dorcas preguntó con preocupación.
—Sirius está saliendo con él —dijo Remus con los dientes apretados. Se estaba volviendo físicamente doloroso decirlo, y cada vez que miraba a la mesa de Ravenclaw podía ver las mejores tácticas de coqueteo de Sirius en funcionamiento. Se le revolvía el estómago.
—Qué asco —murmuró Marlene, sacudiendo la cabeza—. Creo que he perdido mi apetito… y toda pizca de respeto que sentía por Sirius Black…
Lily estuvo de acuerdo.
—No tenía mucho para empezar, pero ahí se va…
Remus gruñó y se puso de pie.
—No puedo seguir viendo esto. Estaré en la biblioteca. Quería estudiar un poco más antes de la clase de aparición, de todas formas. —Tomó su bolso y se lo colgó al hombro con una mirada más a Sirius y Gildoroy antes de apresurarse a salir del Gran Comedor.
—No entiendo por qué no vuelve con Sirius si le molesta tanto —dijo Mary, mirando tristemente a Remus irse.
James suspiró.
—Es… complicado de explicar. —Tanto él como Lily intercambiaron una mirada y ella se puso de pie.
—Hablaré con él —dijo, tomando sus cosas y dándole una mordida a la tostada. También le dio una mirada a Sirius y a Lockhart y sacudió la cabeza.
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Remus estaba sentado en el suelo en la esquina más lejana de la sección prohibida de la biblioteca. Madam Pince lo conocía lo suficientemente bien como para no preguntarle por qué estaba haciendo y generalmente lo dejaba solo para que disfrutara de la calma y tranquilidad donde ningún otro estudiante tenía permitido aventurarse. Estaba lo suficientemente lejos del área general de la biblioteca donde cualquiera podría verlo, y se había aprovechado de ese hecho enrollando un poco de hierba que tenía en el fondo de su bolsa de libros en un pequeño porro para él. Lanzó un hechizo para evitar que el olor viajara y encendió el extremo con su varita.
—¿Pensé que estarías estudiando?
Remus jamás había saltado tan alto en su vida y comenzó a ahogarse con el humo en sus pulmones.
—¡Merlín, Lily! —Levantó la mirada hacia la pelirroja, aún tosiendo y jadeando para recuperar el aliento—. ¿Intentas matarme?
Lily levantó una ceja.
—¿Estás seguro de que esa es una buena idea antes de tomar la clase de aparición? —Le asintió al cigarrillo entre sus dedos y Remus le sonrió de forma críptica.
—Si tengo suerte, quizá sufra una despartición allí mismo, delante de todos.
Lily suspiró y se sentó junto a él.
—Eso no es divertido, Remus. —Lo observó en silencio mientras daba otra calada y la expulsaba lentamente, el humo se arremolinó ante ellos antes de desaparecer mágicamente sin dejar rastro—. ¿Por qué te torturas así?
—No tú también, Lily. —Remus gruñó, cerrando los ojos y apoyando la espalda contra la estantería polvorienta—. Sabes por qué…
—No, no lo sé. Y no creo que tú lo sepas tampoco. Pienso que crees que estás siendo noble y que estás protegiendo a Sirius de cualquier cosa horrible que crees que eres…
Remus se rio.
—Lily, soy un hombre lobo. No creo que sea algunas cosas horribles. Soy algunas cosas horribles.
—Remus…
—No, mira. —Remus se incorporó, sujetando el porro entre los labios, y se acercó a la estantería que tenía delante. Sus ojos recorrieron los maltratados lomos de los antiguos libros, la punta de su dedo índice los rozó ligeramente hasta que encontró el que buscaba y lo sacó, abriéndolo con cuidado y dejando escapar una nube de polvo—. Ah, aquí lo tenemos. "Los Hombres lobo, los depredadores más temidos en Europa, salen en busca de quien puedan devorar." Qué encantador —dijo con tristeza, hojeando unas cuantas páginas más—. Y no olvides este pequeño detalle, "Sin alma, inhumano y condenado para la eternidad, una vez maldito, el único deseo del hombre lobo en su vida es cazar, matar y crear a otros como él." —Cerró el libro y lo volvió a colocar en su sitio.
Lily sacudió la cabeza.
—Pero Remus, eso…
Pero Remus ya había tomado otro libro de la estantería.
—"El hombre lobo devora a cada uno de sus propios hijos, luego a los hijos de sus parientes en orden de parentesco, y finalmente a los hijos de los extraños." Parece que nunca podré tener hijos, Lily. Diablos, ni siquiera puedo acercarme a los tuyos si los tienes. Podría intentar comérmelos. —Se rio fríamente y cerró el libro de golpe, empujándolo con brusquedad hacia la estantería y tomando otro, pero Lily se levantó y puso una mano en su hombro para detenerlo.
—Remus… estos libros son antiguos y anticuados. Ni siquiera son hechos reales.
Él suspiró y la miró por sobre su hombro.
—No importa, Lily. Así es aún cómo el mundo me ve. No encontraré trabajo una vez que salga de la escuela y… digamos que Sirius y yo seguimos juntos… El ministerio jamás nos permitirá adoptar niños si quisiéramos. Él merece esa oportunidad, ¿verdad?
—¿Sirius siquiera quiere niños? —Lily dijo con una pequeña risa—. La verdad no puedo imaginarlo con niños.
—Yo puedo —dijo Remus en voz baja, una triste sonrisa en sus labios. Luego se rio de sí mismo—. No creo que él lo sepa aún, pero pienso que querrá uno algún día… y si ese día llega, debería tener permitido tenerlo sin preocuparse sobre las estúpidas regulaciones que ponen en su pareja. —Dio una última calada del pequeño porro y mágicamente lo hizo desaparecer antes de frotarse los ojos enrojecidos—. Lo último que quiero es atarlo a mí para siempre y quitarle esa oportunidad. Ya le han quitado bastante de su vida unos imbéciles egoístas que querían obligarle a vivir como ellos querían. No le haré eso a él también.
—¿Te gustaría saber lo que yo pienso? —preguntó Lily después de un momento.
—¿Me lo dirás de todas formas? —Remus contraatacó con una sonrisa.
Lily se rio y asintió.
—Ya lo sabes. —Ella tomó las manos de él entre las suyas, alejándolo suavemente de la estantería de libros y sentándose donde habían estado antes—. Probablemente podría escribir un libro sobre todo lo malo con Sirius Black. Es arrogante, impulsivo y engreído, y estoy bastante segura de que casi todo el mundo en el colegio podría idear su propia buena razón para hechizarlo personalmente, incluidos tú y Potter. —Remus se rio un poco ante eso y Lily sonrió—. Pero, Merlín, ese chico te quiere. No creo que debas preocuparte de que quiera algo que tú no puedas darle porque estoy bastante segura de que tú eres todo lo que él quiere. Y creo que si alguna vez decidiera tener hijos, Godric no lo quiera, encontraría la manera de hacerlo realidad… porque Sirius Black hace lo que Sirius Black quiere, y nadie puede detenerlo.
Remus se rio con lágrimas en los ojos, frotándoselos con el hombro rápidamente.
—Bueno, definitivamente tienes un punto ahí… —Se mordió el labio—. Pero todo el asunto del emparejamiento.
Lily le soltó una mano y la levantó para silenciarlo. Abrió su bolsa de libros y sacó un libro que parecía viejo, pero no tanto como los que Remus había estado leyendo. El libro se abrió en una página que Lily había marcado con un trozo de pergamino.
—Potter y yo hemos estado buscando esto por meses ya. Pensé que habíamos buscado en cada maldito libro en la escuela, pero entonces encontré esto…
Remus frunció el ceño.
—¿Así que pasando bastante tiempo con James, eh?
Lily lo miró con brusquedad, con un leve tinte rosado subiendo por sus mejillas hasta las orejas.
—Bueno… hemos estado preocupados por ti, obviamente.
—Obviamente… —murmuró Remus, mirándola con desconfianza mientras ella volvía a hojear el libro que tenía delante.
—Aquí. —Señaló un párrafo que había resaltado mágicamente en la página y acercó a Remus para que lo mirara. La página tenía varias tablas y gráficos, incluyendo un ciclo lunar—. No tienes que emparejarte con él si no estás listo —explicó—. Verás, es más bien como… bueno, perdona la comparación, pero es similar a las mujeres que registran la ovulación para evitar quedar embarazadas. Hay ciertos momentos del mes en los que te urgirá emparejarte. Todo tiene que ver con la forma en que las fases de la luna afectan a la parte del lobo en ti. Los tres días antes de la luna llena y, por supuesto, el día de la misma, es cuando más fuerte, y es cuando estarías más… er… en riesgo, supongo… —Empujó el libro hacia él un poco más y se sentó erguida para darle un poco de espacio—. Es increíble lo que no te enseñan en la escuela, ¿eh?
Remus asintió con la cabeza, aún mirando los registros en el libro. Sí lo hizo sentir un poco mejor, el saber que tenía más control del que pensaba, pero entonces…
—Sirius lo quiere —murmuró, poniendo los ojos en blanco—. O piensa que lo quiere, de todos modos… y sabes lo terco que es.
Lily frunció el ceño.
—¿De verdad piensas que Sirius te obligaría a hacer algo para lo que no estás preparado? ¿Lo ha hecho alguna vez?
Nunca.
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—¡Señor Black, preste atención por favor! —gritó la profesora McGonagall por la tercera vez en los veinte minutos desde que todos los estudiantes de sexto año se habían reunido en el Gran Comedor—. La aparición es muy importante y puede ser muy peligrosa si no se hace correctamente. Si usted y el Señor Lockhart no pueden tomárselo seriamente, ninguno de ustedes obtendrá su licencia.
Sirius se separó de los labios del otro chico con un sonoro y húmedo sonido y sonrió a su jefe de casa.
—Lo lamento, profesora. Estoy prestando atención, lo prometo.
McGonagall miró a los dos chicos con desaprobación y un poco de confusión antes de lanzar una mirada a través de la habitación donde James, Remus y Peter estaban sentados. Los tres Gryffindors se limitaron a encogerse de hombros, sin querer saber nada del actual comportamiento de su amigo.
—De acuerdo —murmuró la subdirectora, con los labios apretados en una fina línea—. Bueno, entonces, señor Black, ¿le gustaría ser el primero en subir y darle una oportunidad?
Sirius lo dudó por un segundo, su aire de confianza vaciló mientras miraba a los cientos de ojos que lo observaban.
—Eh… Sí, seguro —dijo, su voz saltando una octava más alta de lo normal. Se aclaró la garganta ansiosamente mientras se levantaba y gruñó para sus adentros cuando sintió la mano fantasma de Lockhart sobre su culo. Lo ignoró y caminó hasta el cetro del comedor con la profesora donde dos aros redondos estaban puestos a pocos metros el uno del otro.
—Bien, señor Black. Aparezca de este aro al de allí —indicó McGonagall, sonando un poco petulante mientras Sirius se sentía repentinamente sudoroso y nervioso.
—De acuerdo… —murmuró, parándose en el primer aro—. Bastante sencillo.
—Me alegra que lo pienses. Adelante, entonces —dijo la profesora McGonagall con una sonrisa—. Sólo ten cuidado de no perderte o sufrir una despartición, obviamente… Y recuerda, las tres Ds… Pero estabas prestando atención, así que no me necesitas para volver a explicar eso, ¿verdad?
Hubo algunas risistas alrededor del comedor y Sirius respiró hondo, tratando de silenciarlos en su cabeza.
Las tres Ds pensó, desesperadamente tratando de recordar lo que eran. Había estado demasiado ocupado asegurándose de que Remus lo viera con su mano prácticamente dentro de los pantalones de Lockhart para escuchar lo que McGonagall y el instructor estaban diciendo. Destino, Determinación… ¿Degradación? Ugh… no, eso no es de la aparición, eso sólo es lo que me estoy haciendo con ese imbécil de Lockhart, demonios…
—¿Señor Black?
—¿Sí, profesora?
—¿Podría preguntarle por qué sigue estando parado aquí junto a mí y no en el aro de su destino aún?
Hubo más risas alrededor del comedor y Sirius frunció el ceño en dirección a donde Bellatrix y algunos Slytherins le estaban poniendo caras y gestos con la mano.
—Destino, Decisión y Desenvoltura, Señor Black. —McGonagall suspiró.
Sirius sintió sus mejillas calentarse por la vergüenza. No sabía por qué estaba tan nervioso. Había leído sus libros de texto. Por el amor de Godric, había dominado el convertirse en un animago cuando tenía catorce años, la aparición no podía ser tan difícil. Concentrándose en el destino, apretó los ojos de nuevo. Sintió que la sala comenzaba a dar vueltas y el aire se sintió como si fuese succionado de sus pulmones, su estómago se le revolvió y podría haber jurado que su cerebro se había revuelto y desencajado en menos de un segundo. Cuando volvió a sentir tierra firme bajo sus pies, sus ojos se abrieron de golpe y tropezó con sus propios pies, cayendo pesadamente al suelo.
Escuchó a Bellatrix reírse fuertemente y a otros estudiantes también.
—¡Oye, te daré algo para reírte, Avery! —Escuchó a James gritar mientras que los profesores callaban a todos.
—Fue suficiente —dijo McGonagall con severidad—. Es un magnífico comienzo, señor Black. El éxito en el primer intento no es común y es difícil mantener el equilibrio. Quizás la próxima vez no quiera abrir los ojos tan bruscamente, puede sobresaltar los sentidos. Ahora bien, todos vengan y búsquense un aro…
Había muchos más alumnos que puestos de apariciones, así que se separaron en grupos. Por el rabillo del ojo pudo ver que Lockhart se dirigía hacia él, pero fingió no darse cuenta cuando James, Peter y Remus se dirigieron hacia él y suspiró aliviado.
—Bien hecho, amigo —dijo James con una sonrisa—. Casi meto la varita de Avery por su garganta al reírse cuando te caíste. Me gustaría ver cómo lo hace mejor en su primer intento.
Sirius forzó una risa, frotándose la nuca.
—Que se joda Avery. Pero gracias.
—¿Estás bien? —preguntó Remus, con sus ojos llenos de preocupación mientras lo miraban—. De verdad te veías nervioso.
—Sí, es sólo que… estaba distraído.
—Hmm… —respondió Remus con sequedad—. No podría notarlo. —Su rostro decayó repentinamente y un destello de ira brilló en sus ojos al mirar por encima del hombro de Sirius.
—¡Siri!
James y Peter resoplaron y Sirius sintió su ojo palpitar. Se giró para ver a Gilderoy parado con una mano en la cadera, mirándolo con impaciencia.
—¿No te me vas a unir? —El rubio le sonrió con encanto a Sirius, pero miró a los otros chicos con fastidio.
—Ya está en nuestro grupo —dijo Remus antes de que Sirius tuviera la oportunidad de decir algo—. Y como puedes ver, Gilly, nuestro grupo está completo.
Hubo un momento donde Remus y Gilderoy parecieron mirarse fijamente. De nuevo, el Ravenclaw mostró su perfecta dentadura, pero la sonrisa no le llegó a los ojos.
—Bien, entonces —dijo enérgicamente, rompiendo finalmente con la mirada desafiante de Remus para mirar a Sirius—. Pero sigue en pie lo de esta noche, ¿verdad? —Su dedo se enganchó en una de las correas del cinturón de Sirius y tiró de él para acercarlo.
—Eh, sí… claro —dijo Sirius, retrocediendo un paso.
—Genial. Buena suerte con tu aparición, Siri.
Se giró sobre sus talones y se pavoneó por el pasillo hacia un grupo de Ravenclaws. Sirius contuvo un escalofrío y se volvió hacia sus amigos, quienes lo miraban con una mezcla de asco y diversión.
—No digan ni una jodida palabra… —Sirius murmuró, y ellos volvieron a escuchar a McGonagall dándoles las instrucciones.
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Remus intentaba estar concentrado tanto como podía. Esto resultó ser bastante difícil cuando sus ojos seguían encontrando a Lockhart entre la multitud y notando todas las miradas coquetas y francamente lascivas que el rubio le lanzaba a Sirius. Para colmo, él las devolvía.
—Moony, es tu turno —dijo Peter sin aliento cuando caminaba de vuelta al aro del inicio. Había logrado aparecerse en su tercer intento, pero se veía un poco verde en la cara mientras se apoyaba contra James.
—Worm, tal vez deberías ir a ver a Pomfrey —sugirió James, mirándolo con cautela—. Pareciera que fueras a vomitar…
Remus entró en el centro del aro. El murmullo de los otros estudiantes que charlaban a su alrededor le dificultaba concentrarse en el aro de destino y trató de silenciarlos lo mejor que pudo, odiando una vez más su sentido agudo que lo hacía propenso a la hiperestimulación, especialmente bajo presión. Una voz se imponía sobre todas las demás.
—Bueno, por supuesto que sólo era cosa de tiempo. —Escuchó a Gilderoy decirle a cualquiera que quisiera escucharlo—.Después de todo, no hay nadie en el colegio tan guapo como yo como Sirius Black, ¿verdad?
Remus respiró hondo y trató de deshacerse de la ira que le oprimía el pecho. Al fin y al cabo, sólo era Lockhart. Todos sabían que el chico era pura palabrería.
—Sólo estoy sorprendido de que se quedara con Lupin por tanto tiempo. Aunque supongo que probablemente fue parte de todo el acto de "rebeldía". No era suficiente ser gay, quería que fuera con alguien que de verdad volvería a sus padres locos.
Cerró los ojos con fuerzas.
Imagina el destino…
—Aunque es cierto lo que dicen sobre Siri…
Destino. Decisión. Desenvoltura.
—No hizo falta mucho para convencerlo de meterme en sus pantalones. Probablemente estaba desesperado por un polvo decente después de haber estado con Locatis Lupin durante tanto tiempo.
Remus sintió un gruñido formándose en la garganta y ya no podía imaginarse el aro en el que se suponía que debía aparecerse. En todo lo que podía pensar era en lo decidido que estaba en golpear con desenvoltura la cara de Gilderoy Lockhart.
—¿Sabían que también se hizo una perforación en la lengua? Déjenme decirles lo bien que se siente…
Todo el mundo se sintió como si giraba, y Remus no podía escuchar nada más excepto un fuerte silbido que pasaba en sus oídos. Sus pies golpearon el suelo y cuando abrió los ojos, ya no estaba de pie en su propio aro de destino, sino que justo en frente de Lockhart.
—Mantén el nombre de mi novio, y cualquier otra parte de él, fuera de tu maldita boca, imbécil detestable. —La voz de Remus era mortalmente baja y se alzaba fácilmente sobre Lockhart, quien se alejaba de él. Un grupo de estudiantes habían dejado de hacer lo que hacían para mirar. James, Peter y Sirius se abrían paso a empujones entre la pequeña multitud que se había formado.
—¡Remus! —llamó la profesora McGonagall, exasperada mientras ella también se acercaba—. ¡Se suponía que debías aparecerte sólo a tu destino designado!
La tensión en el cuerpo de Remus se liberó lentamente y el miedo en los ojos de Lockhart se desvaneció.
—Lo siento, profesora —se disculpó Remus, girándose para darle la espalda al rubio—. Demasiada decisión, supongo. Me dejé llevar. —Comenzó a caminar de vuelta a su propio lugar y la multitud empezó a dispersarse.
—Obviamente tomará algún tiempo antes de que él supere los celos por Siri y…
Los cuatro Merodeadores lo recordarían en cámara lenta por el resto de sus vidas, pero cuando pasó de verdad, fue bastante rápido. Peter aseguró de que si alguien hubiese parpadeado, se hubiera perdido el momento exacto en el que Remus se giró de vuelta y su puño chocó con la mandíbula de Lockhart.
Gilderoy se tambaleó hacia atrás, sujetándose el rostro en señal de agonía.
—Por cierto —agregó Remus con frialdad mientras se frotaba los nudillos doloridos—, odia que le llamen Siri.
Todo el comedor hizo un sonido de sorpresa.
—¡Maldición, Moons! —dijo James, radiante de orgullo.
—¡Merlín, Remus! —Peter se rio.
Sirius no dijo nada, su boca y ojos bien abiertos.
La profesora McGonagall y el profesor Flitwick estaban hablando pero Remus sólo captó algunas palabras como—: ¡Nunca antes! ¡Y de dos prefectos! ¡Detención! ¡Los dos a la enfermería!
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Era tarde cuando Remus regresó al dormitorio de su detención esa noche. Todo el día parecía estar borroso ahora, y aunque había tenido que escribir cien líneas de "No me meteré en peleas a puñetazos" con los nudillos dolorosamente magullados, no podía decir que lo lamentaba ni un poco. Sin embargo, estaba listo para ir a dormir y dejar todo atrás.
Corrió la cortina de su cama y se sorprendió un poco al ver a Sirius sentado contra su cabecera.
—¿Podemos hablar? —preguntó Sirius, mirándolo esperanzado.
—Sirius…
—Sé que probablemente estés cansado. Pero no c-creo que esto pueda esp…
Remus sonrió y sacudió la cabeza.
—Sólo iba a decirte que dejaras que me cambiara y cepillara los dientes primero.
—Oh —dijo Sirius, luciendo tímido—. Eh… sí.
Remus tomó unos pantalones de pijama y una camiseta de su baúl y desapareció en el baño. Regresó unos momentos más tarde, subiéndose a la cama y cerrando las cortinas alrededor de ellos. Lanzó un hechizo silenciador alrededor de la cama y metió la varita debajo de su almohada.
—Remus, lo sien…
Remus levantó una mano para detenerlo.
—No… Sirius, no tienes que disculparte por nada. Todo esto fue mi culpa. Te lastimé y entré en pánico e intenté alejarte y… eso sólo te lastimó aun más… —Suspiró y bajó la mirada a su regazo—. Debimos intentar descubrirlo juntos, como… como una pareja. Esto no era sólo mi problema, era nuestro y tú intentaste decírmelo y yo no escuché. Lo siento mucho, Padfoot. Si no hubiese estado tan ocupado autocompaciéndome y convenciéndome de que estaba destinado a estar solo para siempre, nunca se nos hubiera salido tanto de las manos. ¿Puedes perdonarme? —Levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Sirius suplicantes.
Sirius estuvo en silencio por un momento, estudiando el rostro de Remus de forma reflexiva. Una de sus manos se alzó para acariciar suavemente la mejilla de Remus y se inclinó hacia él, rozando sus labios en un casto beso que hizo que Remus sintiera escalofríos por todo su cuerpo.
—Por supuesto que te perdono, idiota. —Sirius se rio, dejando descansar su frente contra la del otro chico—. Te amo. Y todo sobre ti, Remus… incluso las partes que crees que no merecen el amor de nadie – especialmente esas partes. Estás seguro de que mi vida se arruinará si estuviese unido a ti para siempre pero no puedo imaginarme una vida donde no sea tuyo.
A Remus se le cortó la respiración cuando los labios de Sirius volvieron a apretarse contra los suyos. Rodeó su cuello con los brazos, separando los labios para permitir que Sirius profundizara el beso con un suave gemido.
Remus se recostó contra las almohadas, poniendo a Sirius encima de él mientras sus bocas se movían lentamente una contra la otra. Sirius bajó las caderas, provocando un agudo jadeo del hombre lobo, que se arqueó para recibirlo. Sirius lo aprovechó, enganchando los dedos en la cintura del pantalón del pijama de Remus y tirando de él y de sus bóxers hacia abajo y dejando que Remus se los quitara con una patada antes de sacarse el suyo.
Sirius ya tenía el pecho descubierto, pero terminaron el beso para sentarse y pudiera sacarle a Remus la camiseta por la cabeza.
Los dos desnudos pausaron por un momento para contemplar la vista del otro. Los dedos de Remus rozaron la cicatriz en la garganta de Sirius y este se estremeció ligeramente.
—Sirius, yo…
La mano de Sirius se cerró cuidadosamente alrededor de la muñeca de Remus.
—No. Quiero esto, Remus. Te quiero a ti.
Remus sacudió la cabeza.
—Ya… ya sé. Yo también lo quiero, pero… es sólo que… ¿aún no?
Sus ojos se encontraron por un breve momento y Sirius sonrió.
—Cuando sea que estés listo, Moony. —Volvió a besarlo, empujándolo lentamente hacia su espalda—. En lo que a mí respecta, somos almas gemelas. Todo lo demás puede esperar.
—¿Sirius Black de verdad va a esperar por algo? —dijo Remus con una risa que rápidamente se convirtió en un gemido jadeante cuando la mano de Sirius se deslizó entre sus cuerpos para tomar la creciente erección de Remus.
Sirius se rio, moviéndose para plantar besos húmedos y con la boca abierta por el cuello de Remus.
—Tengo hasta el infinito, ¿no es así?
Remus sólo gimió en respuesta cuando los dedos de Sirius bajaron entre sus piernas, las que abrió más ansiosamente y jadeó sorprendido cuando sintió que se volvía repentinamente resbaladizo.
—¿Qué…?
Sirius sonrió.
—Por cierto, aprendí a cómo conjurar un hechizo lubricante sin varita.
Remus rodó los ojos.
—Por supuesto que esa es la primera cosa que aprendes el momento en el que puedes practicar magia legalmente fuera de la escue… ¡Oooh! —Siseó cuando Sirius le dio un fuerte pellizco en uno de sus pezones mientras los dos dedos de su interior encontraban expertamente su próstata.
—Hmm… ¿es eso una queja, Moony? —Se burló Sirius, moviendo su mano tortuosamente despacio.
Remus negó rápidamente con la cabeza.
—Para nada… es jodidamente brillante… eres brillante… —Empujó sus caderas hacia delante contra la mano de Sirius y gimió—. Hmm y eres mío.
Sirius gimió a su vez, sacando los dedos y volviendo a subir por el cuerpo de Remus para besar nuevamente sus labios.
—Todo tuyo, Remus. Te amo.
—También te amo.
Con un empuje constante de sus caderas, Sirius estaba completamente dentro de él y luego ambos estaba totalmente quietos, respirando con dificultad.
Volvieron a mirarse a los ojos. Remus asintió un poco y Sirius empezó a mecer sus caderas de adentro hacia afuera.
Se sentía diferente. Normalmente eran rápidos y bruscos, desesperados por hacer al otro acabar mientras se frotaban entre ellos, mordiéndose, besándose y manoseándose como los adolescentes hormonales que eran.
Esto era diferente. Estaban en completa sincronía con el otro, ejecutando lentamente cada movimiento y sintiendo que todos los nervios de sus cuerpos respondían.
Las uñas de Remus recorrieron la espalda de Sirius antes de que sus brazos lo rodearan, tratando de acercarlo, si es que eso era posible. Se besaron profunda y lentamente, sus lenguas se enredaron casi perezosamente y la mano de Sirius volvió a encontrar su camino entre sus cuerpos cubiertos de sudor, para acariciar y bombear al mismo ritmo que sus empujes.
—Ah… —Remus jadeó, sintiendo que su cuerpo se tensaba y arrancando un gemido bajo de Sirius— Voy a…
—También yo… —Sirius respiró contra sus labios—. ¿Juntos?
Remus asintió.
—S-sí… ah… ¡Ahora!
Los dos acabaron al mismo tiempo, jadeando suavemente el nombre del otro y aferrándose entre ellos.
Sirius se desplomó sobre el pecho de Remus mientras ambos intentaban recuperar el aliento.
Los dos se quedaron completamente quietos, agotados y satisfechos en los brazos del otro. Los dedos de Remus acariciaron suavemente el pelo de Sirius y le dio un beso en la cabeza con un gesto pensativo.
Sirius le sonrió, cansado.
—¿Qué?
—Bueno… debo decir que estoy un poco decepcionado. Había escuchado que te habías hecho una perforación en la lengua. Estaba bastante ansioso por experimentar eso.
Sirius dejó escapar una fuerte risa.
—¿Dónde demonios escuchaste eso?
—Lockhart. —Remus sonrió.
—¿Oh? ¿Es por eso que lo golpeaste? —preguntó Sirius, tomando la mano de Remus y besando sus nudillos magullados.
—Lo golpeé porque alguien tenía que hacerlo —dijo Remus, rodando los ojos.
Sirius asintió.
—Me alegra que fueras tú el que lo hiciera.
—¿Por qué?
—Porque fue jodidamente sexy. —Sirius le acarició el cuello con la nariz—. Me dieron ganas de tirarte al suelo y besarte allí mismo.
—Mmm, bueno, esa habría sido una forma de volver a estar juntos…
—Me gustó más esto.
—También a mí, Padfoot.
