Lazos familiares – año seis

—¡Sirius! Sirius, ¡despierta!

Sirius frunció el ceño, acurrucándose más contra la curva del cuerpo de Remus detrás de él. Lo más seguro es que él no fuese a despertar…

—Sirius, amigo, necesito hablar contigo —siseó James con urgencia desde el otro lado de la cortina.

Sirius gruñó y abrió los ojos. Aún estaba oscuro.

—Prongs, vuelve a dormir. Puedes contarme sobre tu nueva estrategia de Quidditch en el desayuno, ¿está bien?

—No es sobre Quidditch, idiota. Levántate, ¡es importante!

Sirius miró con nostalgia por encima de su hombro a su novio que aún dormía. Remus murmuró algo ininteligible y el brazo que había colocado sobre la cintura de Sirius se apretó. Sirius gimió suavemente con fastidio, estaba demasiado cómodo envuelto entre los brazos de Moony como para preocuparse de lo que fuera que James tuviera que decirle a esa jodida hora de la mañana.

—¡Sirius, por favor!

Con un suspiro agravado, cedió y se quitó con cuidado del agarre de Remus. Tomó el par de bóxers que Remus prácticamente le había arrancado y que había tirado a un lugar al azar durante sus actividades de la noche pasada y se los puso.

—¿Sirius? —murmuró la voz medio dormida de Remus—. ¿A dónde vas?

—Prongs está teniendo algún tipo de crisis matutina, Moons. —Miró para ver que uno de los brillantes ojos de Remus se abría ligeramente—. Vuelve a dormir, cariño.

—¡No, espera! —Antes de que ninguno de los dos pudiera decir algo o hacer nada, James abrió de golpe la cortina de la cama y se metió dentro—. ¡Están los dos despierto, los necesito a ambos!

Sirius lo miró confundido.

—De acuerdo, ¿alguien está muriendo o algo? ¿Qué es tan importante?

—Si nadie está muerto aún, alguien lo va a estar… —murmuró Remus, tirando de las sábanas con fuerza y volviéndose a poner de lado, con los ojos ligeramente teñidos de amarillo mirando a James.

James suspiró y metió la mano en el bolsillo de su sudadera de Quidditch de Gryffindor, arrojando un trozo del Mejor Chocolate de Honeydukes a Remus, quien se estremeció cuando le dio justo en el centro de la frente.

—Idiota… —murmuró Remus. Sin embargo, se sentó y comenzó a desenvolver el chocolate—. Bien, nos despertamos. ¿Qué quieres?

James esperó mientras Sirius se arrastraba de nuevo por la cama y se ponía cómodo en el regazo de Remus, bostezando y apoyando la cabeza en el hombro del hombre lobo. Sirius le hizo un gesto perezoso a James para que continuara y este soltó un suspiro.

—No puedo tener sexo.

Remus dejó de masticar el bocado de chocolate que acababa de morder y parpadeó con sus grandes y brillantes ojos hacia su amigo. Sirius resopló con fuerza y escondió la cara en el pecho de Remus. Le dio a Sirius un leve golpe en la cabeza mientras James miraba con odio a su mejor amigo.

—¡No es divertido, Black!

—¿Qué demonios quieres decir con que no puedes tener sexo? —Sirius se rio—. ¡No es un trabajo muy duro, amigo! Sólo tienes…

—Eso… —murmuró James, revolviendo su cabello ansiosamente—. Ese es el problema.

Sirius frunció el ceño.

—¿Cuál es el problema? ¿Qué tan duro…?

—Sirius —intervino Remus calmadamente, sus ojos aún sobre el rostro humillado de James—. El problema es lo duro que es —enfatizó de forma contundente—. O más bien, sospecho, lo duro que no es.

—Oh… —Sirius soltó al darse cuenta y miró hacia el regazo de su amigo y de nuevo a su cara—. ¿El pequeño Jim no quiere jugar con el corderito de Mary, entonces?

Remus rodó los ojos y le dio un fuerte codazo a Sirius en las costillas.

—Oh, honestamente, Padfoot… —Sacudió la cabeza antes de devolver la atención a James—. Tal vez sólo estabas nervioso, Prongs. La próxima vez será más sencillo. La primera vez puede ser un poco…

—Esta… esta no fue la primera vez que lo intentamos —admitió James en voz baja, jugando con la manga de la sudadera y evitando la mirada de sus amigos—. Lo hemos intentado unas cuantas veces y… bueno, besuquearme con Mary es divertido y me deja ir debajo de su blusa y todo… todo está bien hasta que estamos desnudos y ella está ahí acostada esperando y yo simplemente… no puedo —gimió y se quitó las gafas para frotarse los ojos.

Las cortinas crujieron a su alrededor y de repente la cabeza de Peter se asomó.

—Oigan, ¿tenemos una reunión? ¿Por qué nadie me despertó?

—No es una reunión —dijo James firmemente—. Todo está bi…

—A Prongs no se le levanta con Mary —dijo Sirius, ganándose un golpe por parte de James y Remus—. ¡¿Qué?! ¡Es verdad!

Peter se rio y se apretó entre James y Remus.

—¿Tienes problemas para follar con tu chica, así que has acudido a tus amigos gays en busca de ayuda?

—Estoy entrando en pánico así que he acudido a mi mejor amigo y ahora todo el maldito dormitorio sabe de mi problema —James gruñó, molesto.

—No todo el dormitorio —dijo Peter—. Frank sigue durmiendo.

—Él en serio tiene el sueño pesado, ¿verdad? —dijo Sirius con un ligero tono de asombro—. Duerme durante casi toda nuestra mierda… el tipo merece una medalla por eso.

Remus y Peter asintieron con la cabeza al estar de acuerdo y James dejó salir un ruido frustrado. Sacó su varita y lanzó un hechizo silenciador en la cama.

—¡Aló! ¡Tengo un problema aquí! —Metió de vuelta la varita en su bolsillo—. Es vergonzoso y… creo que está comenzando a molestar a Mary un poco. Cree que no me siento atraído hacia ella porque…

Jodeeeeer, Prongs, ¡no tú también! —Peter prácticamente se quejó—. Quiero decir, estos dos ya son suficiente, pero no puedo ser el único tipo hetero…

James empujó a Peter fuertemente.

—¡Lily! Porque ella cree que aún me gusta Lily, y que por eso no la quiero. ¡Maldición, todos ustedes son molestos!

Sirius, Remus y Peter se sentaron en silencio por un momento mientras meditaban lo que James había dicho.

—Bueno —dijo Remus pensativo después de un rato—, ¿te gusta?

Hubo silencio nuevamente. James pareció luchar con su respuesta, llevando sus rodillas hasta su pecho y tirando de su pelo.

—Me he dado por vencido con Evans —dijo finalmente, aunque no del todo convincente—. Somos amigos ahora y no quiero arruinar eso.

—Pero eso no responde en serio la respuesta —dijo Peter—. Es bueno que tomaras la decisión de no perseguir a Lily, pero eso no significa que la hayas superado.

—Exacto —agregó Remus, dando otra mordida de su chocolate antes de que Sirius se las arreglara para robárselo—. Puede que no sea que no puedes tener sexo. Y sólo que no quieres. Al menos no con Mary.

James miró a los demás con incredulidad.

—Pero… —suspiró—, ¡me gusta Mary! Es atractiva y agradable y se ríe de nuestras bromas en vez de decirnos que maduremos. ¿Por qué no querría? —Entonces señaló a Sirius—. ¿Qué hay de Padfoot?

Sirius frunció el ceño.

—Eh… ¿qué hay conmigo?

—En cuarto año cuando estabas sufriendo por Remus, ¡no tuviste ningún problema durmiendo con todos los tipos gays de la escuela!

—Eso es distinto. —Sirius se encogió de hombros.

—¿Por qué?

—Sirius es una zorra —Remus respondió con rotundidad, ignorando la falsa expresión de dolor en el rostro de su novio—. Se besuqueó con Lockhart, por el amor de Merlín. No te compares con él. No es malo que no quieras acostarte con una chica por la que no sientes…

—¡Por supuesto que siento cosas por Mary! Mary es…

—Una chica agradable, bastante atractiva, lindas piernas y pechos y todo eso, estoy seguro. —Sirius hizo un gesto de desdén—. Pero no estás enamorado de la chica, amigo. Y supongo que eres uno de esos a los que les importa más.

James se mordió el labio inferior, mirando a sus amigos.

—¿Entonces qué debería hacer?

Los otros tres chicos se encogieron de hombros.

—Eso depende de ti, amigo. —Sirius suspiró—. No puedes seguir intentándolo y esperar que eventualmente quieras a Mary porque ella es una chica bastante genial, o puedes romper y… no sé, esperar a ver qué pasa, supongo…

-o-o-o

El desayuno fue un poco incómodo esa mañana. Mayormente porque James y Mary actuaban como si nada estuviese mal. De hecho, parecían más como una pareja de lo que habían parecido antes. Se sentaron bastante cerca, alimentándose el uno al otro de sus propios platos y riéndose de cosas que nadie más podía escuchar.

—Supongo que decidió que sólo seguiría intentándolo… —Sirius le murmuró a Peter y a Remus, quienes se encogieron de hombros y volvieron a sus propios platos.

Las lechuzas del correo volaban por encima, dejando caer paquetes y sobres aquí y allá. James finalmente apartó su atención de Mary para recibir la carta semanal de su madre de la lechuza de la familia.

—Pads, ¿podrías dejar de escribirle a mamá más que yo? Me está poniendo los pelos de punta.

Sirius sonrió.

—No es mi culpa que me ame más.

—Eres un besa traseros —lo acusó James, sacudiendo la cabeza y volviendo a doblar la carta.

—No es besar traseros, es gratitud —discutió Sirius con la boca llena de tostada—. Y naturalmente soy más adorable.

—Joder —murmuró Marlene, quien estaba escondida detrás de una copia del Profeta—. Merlín, ¡ha habido más desapariciones!

James y Sirius dejaron de bromear inmediatamente y todos los demás dejaron lo que estaban haciendo para escuchar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Lily, sonando ansiosa mientras sus ojos se dirigían a la mesa de Slytherin, donde Snape y algunos otros también estaban acurrucados alrededor de una copia del periódico.

Marlene dudó, mirando nerviosamente a Lily.

—Bueno… es… no pueden decirlo con seguridad…

—A ver —dijo James, extendiendo la mano y tomando el periódico de Marlene—. "Un repentino aumento de muggles desaparecidos de sus hogares en toda Gran Bretaña podría estar relacionado con el grupo radical de magos que se hace llamar 'Los Mortífagos'". Merlín, uno pensaría que se les ocurriría un nombre más ingenioso, ¿no?

Lily se relamió los labios.

—¿Hay más?

James asintió con la cabeza, ajustándose las gafas.

—Eh… 'Los Mortífagos' son seguidores del hombre que se hace llamar a sí mismo El Señor Tenebroso, Lord Voldemort, quien cree que los muggles y los nacidos en familias sin magia están manchando el mundo Mágico, y desea limpiar el linaje de las familias de magos una vez más". Imposible, ¿qué debemos hacer? ¿Seguir casándonos entre nosotros?

Sirius se encogió de hombros.

—Funciona en mi familia.

James continuó leyendo—: "En la última semana, ha habido un montón de reportes de muggles desaparecidos, así como los avistamientos de una espeluznante nube con forma de calavera que aparece a pocos kilómetros de donde viven dichos muggles." —Dejó el periódico—. No hay mucho en cuanto a detalles, sólo más sobre lo que este loco de Voldemort cree que será capaz de lograr. —Puso los ojos en blanco.

—Si consigue los seguidores suficientes, ¿por qué no? —dijo Mary en voz baja.

James sacudió la cabeza.

—Nah. No hay tantos idiotas que seguirían ciegamente a alguien con su misión de eliminar una raza completa de personas… básicamente sólo los Blacks y los Malfoys, ¿verdad, Sirius?

—Y los Averys, y los Notts, y los Carrows… —murmuró Sirius, haciendo una lista de los amigos de su padre en su cabeza. James le dio una patada por debajo de la mesa y sacudió la cabeza hacia Lily y Mary, que parecían bastante preocupadas. Sirius se aclaró la garganta—. Eh… pero hay muchas más familias por ahí que no piensan así, ¿no?

—No importa —dijo Remus sombríamente—. Si este hombre sabe cómo asustar a la gente para que se una, te sorprendería lo rápido que gana seguidores… suena como una especie de Holocausto Mágico.

—¿Un qué? —preguntó Sirius.

—Este hombre muggle en los años cuarenta, Hitler, intentó crear esta raza superior matando a millones y millones de personas. Todo comenzó muy parecido a esto, en realidad.

—Eso… eso no podría pasar en el Mundo Mágico, ¿verdad?

James y Sirius intercambiaron una mirada. James se giró hacia Mary, intentando inventar algo reconfortante que decir, pero fueron interrumpidos.

—Sr. Black —dijo la Profesora McGonagall, quien había aparecido detrás de ellos—. Al profesor Dumbledore le gustaría verte en su oficina inmediatamente.

James, Remus y Peter se giraron a mirarlo sorprendidos y él se encogió de hombros antes de mirar a la subdirectora, lanzando una encantadora sonrisa.

—Sea lo que sea que es, puedo decir esta vez con honestidad que, yo no fui.

McGonagall apretó sus labios y suspiró.

—De alguna forma, Sirius, cuando dices esas palabras, me siento menos reconfortada. Sin embargo, el director sí necesita verte y es bastante importante.

Se levantó lentamente, tomando su bolso y dándole a sus amigos una mirada confundida.

—Eh… ¿los veo en Defensa entonces?

Los otros asintieron y miraron mientras seguía a McGonagall fuera del Comedor.

Sirius estaba en silencio cuando caminaba a través de los pasillos vacíos. El único sonido que se escuchaba era el clic, clic, clic de los tacones de McGonagall sobre el suelo de piedra. Se devanó los sesos intentando averiguar qué había hecho últimamente para justificar una visita al despacho del director. James y él ya habían cumplido con sus castigos por encantar las plumas de calificación de Flitwick para que todos los Slytherins fallaran sus exámenes la semana anterior, y tanto él como Remus habían recibido un sermón sobre cómo la capacidad de un prefecto para entrar en la sala de profesores no significaba que se les permitiera utilizarla como lugar para besarse después del toque de queda.

—Profesora —habló Sirius finalmente cuando se acercaban a la estatua de un hipogrifo que sellaba la entrada al despacho de Dumbledore—, sé que he dicho esto un millón de veces durante los últimos seis años, pero honestamente no hice lo que sea por lo que estoy en problemas.

—Sabes, Sirius. —La bruja mayor no lo miró mientras hablaba—. Nadie ha dicho nada sobre tú estando en algún tipo de problemas. Pero si tienes una conciencia culpable y te gustaría ahorrarme el tiempo de averiguar y quieras confesar… —Ella le miró de reojo y él levantó las manos inocentemente. Ella sonrió con ironía y se detuvo frente al hipogrifo—. Widdershins.

La estatua comenzó a girarse, revelando una escalera en espiral por la que Sirius siguió a McGonagall. Ya había estado en el despacho del director innumerables veces por bromas y peleas en las que se había metido. Siempre le fascinaban todos los libros y artefactos que el viejo mago tenía a su alrededor, sobre todo el pensadero que había en la esquina más alejada de la habitación. Era el único que Sirius había visto en persona, aunque estaba bastante seguro de que su bisabuelo tenía uno escondido en algún lugar del desván de sus tíos. Lo que menos le gustaba del despacho era el retrato de su tío abuelo Phineas, quien siempre tenía algo negativo que decir.

Sin embargo esta vez, Phineas no le dijo nada a Sirius mientras pasaba por su retrato. Sólo miró hacia abajo con una expresión ilegible que la verdad hizo que Sirius se sintiera aun más incómodo y tuvo que apartar la mirada. Deseó no haberlo hecho porque sentados en el escritorio de Dumbledore había dos personas que él de verdad no estaba preparado para encarar, y ellos no estaban atrapados en un retrato en la muralla.

Bellatrix y Regulus lo miraron con desdén mientras se sentaba en el asiento desocupado frente al director. Sirius sintió que su estómago daba un vuelco e hizo lo mejor que pudo para no demostrar que sus manos estaban temblando un poco. Se sintió congelado y sudoroso al mismo tiempo cuando la afilada mirada gris de su prima lo miró.

—Ah, Sirius —dijo Dumbledore, sonriendo a pesar del ambiente sombrío y terrible que parecía llenar la habitación—. Bien, ahora que están los tres presentes, podemos terminar con esto. Lamento haber tenido que sacarlos de su desayuno. Es, por supuesto, la comida más importante del día, así que por favor, sienta la libertad de sacar algunas galletas. —Señaló con la mano el plato de galletas que había sobre su mesa, ante el que Bellatrix giró su puntiaguda nariz, Regulus se limitó a bajar la mirada a su regazo y Sirius murmuró un silencioso, "no, gracias."

—Muy bien —dijo Dumbledore, cruzando sus largas manos sobre el escritorio y mirando por encima de sus gafas de media luna a los tres estudiantes que tenía en frente—. Me temo que los he llamado aquí para darles unas malas noticias.

Por la primera vez en probablemente un año, Sirius y Regulus hicieron contacto visual alrededor de su prima, quien estaba sentada entre ellos con sus brazos cruzados, su rostro totalmente como piedra. Regulus se encogió de hombros y ambos volvieron a mirar al mago mayor.

—Al parecer su tío abuelo Alphard ha fallecido.

Nuevamente, Bellatrix apenas mostró alguna reacción. Regulus se movió incómodamente en su asiento y dio una fuerte bocanada de aire. La boca de Sirius se abrió ligeramente.

—O-oh… —dijo suavemente, mirando fijamente al director frente a él. Algo en su pecho se apretó, un sentimiento que no creía que era capaz de tener por algún familiar. Pero Alphard siempre había sido amable con él cuando era joven, con frecuencia regañaba a sus padres por el trato injusto y las expectativas que tenían sobre él. A Sirius le entristecía saber que el hombre se había ido—. Er… ¿cómo fue…?

Dumbledore sonrió con tristeza y sacudió la cabeza.

—Alphard fue un hombre mayor que tuvo una vida plena, Sirius. Su muerte fue natural. Todos los asuntos estaban en orden y él estaba preparado para ello. —Con eso, sus largos dedos empezaron a rebuscar entre algunos papeles de su mesa—. Y en ese sentido, tenemos que ocuparnos de algunos asuntos legales. Por supuesto, la mayor parte de ellos los está tratando su familia pero tengo que discutir algunos de los últimos deseos de Alphard para sus propiedades que incluyen a sus sobrinos.

Al oír esto, Bellatrix por fin se movió. Sus ojos crecieron casi el doble y se inclinó hacia delante, con los labios torcidos en una sonrisa codiciosa que hizo que Sirius quisiera patearla.

—Ah, aquí está —dijo Dumbledore cuando encontró el largo rollo de pergamino que debía ser el último testamento de Alphard Black—. Veamos, entonces… —Sus ojos azul cristalino examinaron el documento mientras murmuraba en voz baja para sí mismo. Sirius captó algunos de los nombres de los miembros de su familia y algunas otras palabras sobre objetos de valor—. Ah, aquí lo tenemos… a mi sobrino Regulus, quien siempre estuvo fascinado por mi extensa colección de armería y armamento, le dejo mis más preciada daga de plata. Espero que la use bien si llegara el momento, con los tiempos tan oscuros que se avecinan.

Los ojos de Regulus se agrandaron con el asombro, una mirada que le hacía parecer cinco años más joven y mucho más inocente, como el niño con el que Sirius recordaba haber jugado al escondite en los alrededores de Grimmauld Place. A Regulus siempre le había gustado la colección de espadas y cuchillos de su tío, frecuentemente le rogaba al hombre para que le contara historias sobre cómo los había adquirido y contra quiénes los había utilizado. La daga en cuestión, siempre había sido la favorita de Regulus. Era de fabricación de duendes, de plata y ornamentada, con diseños cuidadosamente grabados a través de ella y esmeraldas a lo largo del mango. Según las historias de su tío, había sido utilizada por el propio Merlín para ayudar al gran rey Arturo. Alphard les contaba esa historia casi siempre que iban de visita, y siempre terminaba con los dos hermanos dirigiéndose a los jardines y buscando palos para luchar como espadas. Sirius siempre dejaba que Regulus fuera Merlín en esos juegos. No pudo evitar sonreír ante ese recuerdo mientras observaba la momentánea emoción del menor. Tal vez su hermano no estaba tan perdido como creía… todavía estaba ahí, en algún lugar.

—Para mi sobrina, Bellatrix. —Bella se inclinó hacia adelante, casi al borde de su asiento y temblando con anticipación. El tío Alphard, como el resto de su familia, era un hombro rico con muchos objetos raros y caros, sin esposa ni hijos propios para dejárselos. Uno podría solamente imaginar lo que le dejaría a Bellatrix—. Le dejo mi colección de tazas de té conmemorativas. —El rostro de su prima cayó inmediatamente y un gemido estrangulado escapó de su garganta mientras uno de sus ojos palpitaba y sus largas uñas raspaban la silla bajo ella—. Fueron utilizados en ceremonias reales como coronaciones y bodas por la mismísima Reina de Inglaterra. Bellatrix siempre se ha considera de la Realeza…

—Un dolor de culo para la Realeza será… —murmuró Sirius.

—Y tengo la esperanza de que esto le sienta bien.

Entre medio de Sirius y Regulus, Bellatrix temblaba visiblemente por la rabia y murmuraba cosas como: viejo imbécil, asquerosos artículos muggles y, no hay respeto.

—Y finalmente, a mi sobrino mayor, Sirius Orion Black Tercero —continuó Dumbledore, ignorando claramente el pequeño ataque que estaba teniendo Bellatrix—. Le dejo los restos de mi cuenta en Gringotts, una suma total de 103.955 Galeones, 6 Sickles con 11 Knuts.

Sirius casi se ahogó con aire, Bellatrix chilló y Regulus dejó escapar un sonido de asombro.

—¡¿Qué?! —Los tres se quedaron boquiabiertos mirando al director, cuyos ojos azules centelleantes se posaban alegremente sobre Sirius.

—Dejó todo ese dinero —gruñó Bellatrix, poniéndose ahora de pie—. ¡Dinero que le pertenece a nuestra familia, para él! —Señaló con un dedo largo y tembloroso a Sirius, quien estaba demasiado conmocionado por sí sólo para moverse.

—Eso es, de hecho, lo que está escrito en el testamento, Señorita Black —dijo Dumbledore con un tono calmado, aún sonreía de una forma que Sirius sabía que estaba volviendo a su prima loca—. Entonces ahora, estoy seguro de que ustedes querrán tener un momento para lamentar la muerte de su tío. Están, por supuesto, excusado de las clases por hoy si así lo desean. —Despidió a los tres estudiantes.

Bellatrix dejó escapar un sonoro grito de angustia mientras giraba sobre sus talones y salía furiosa del despacho. Regulus y Sirius se quedaron quietos durante unos segundos, mirándose el uno al otro.

Había algo que Sirius quería decir, pero no estaba muy seguro de lo que era, y tenía la clara sensación de que Regulus estaba sufriendo la misma lucha. Ambos salieron lentamente del despacho hacia el pasillo.

El silencio incómodo entre los dos se hizo un poco doloroso, Sirius se aclaró la garganta.

—¿La daga de Merlín, eh?

Regulus se rio suavemente y asintió con la cabeza, sus ojos firmemente en el suelo.

Sonriendo un poco, Sirius tomó la varita del bolsillo trasero y la movió como si fuese una espada.

—¡Ah, pero tu daga no es nada contra la gran Excálibur!

Hubo un momento de vacilación en el que el latido del corazón de Sirius era lo único que podía oír mientras esperaba la reacción de su hermano. Estaba a punto de rendirse cuando vio que una leve sonrisa se dibujaba en los labios de Regulus. El menor empuñó su propia varita, apuntando a su hermano mayor.

—¡Excálibur pertenece a las manos del rey Arturo, bribón! Yo no me rendiré hasta devolvérsela.

Sus varitas chocaron entre sí en un simulacro de lucha de espadas, y ambos chicos se rieron tanto que sus mejillas se pusieron rojas. Sirius se lanzó hacia adelante, clavando su varita y pinchando accidentalmente el antebrazo de su hermano.

—¡Ah! —Regulus siseó y retrocedió a trompicones, dejando caer la varita y agarrándose el brazo como si algo le hubiera quemado.

Sirius frunció el ceño.

—¿Regulus? ¿Er… estás bien?

—Estoy bien —murmuró Regulus. Se sacudió ligeramente, recogió su varita y se enderezó limpiándose. Cuando volvió a mirar a Sirius, la diversión y la juventud habían desaparecido, dejando sólo una mirada gélida que coincidía con la de su prima—. Estoy bien —repitió, con la voz más severa y entonces comenzó a alejarse.

Sirius lo miró fijamente, confundido.

—¡Reg! ¡Regulus, espera! —Corrió hacia adelante para alcanzarlo y trató de agarrar la muñeca de su hermano, pero Regulus lo apartó de un tirón—. Regulus, ¿qué te pasa? Pasas tiempo alrededor de Mulciber, Bella y Snape entre otros. No me has hablado desde…

—¿Y por qué debería hacerlo? —espetó Regulus, con frialdad.

—¡Soy tu hermano!

—¡Eres el hermano de Potter! —espetó nuevamente Regulus, sacudiendo la cabeza—. Te fuiste, Sirius. Traicionaste a toda tu familia. Bellatrix tiene razón, ese dinero que dejó el tío Alphard pertenece a la familia, no a un asqueroso traidor a la sangre como tú. —Sin decir nada más, Regulus se marchó a toda velocidad hacia las mazmorras, dejando a Sirius solo, confundido y dolido.