Lo que sea – año seis


Era una noche ligeramente fría para ser principios de junio, aunque Remus suponía que siempre hacía un poco más de frío sentado en la azotea de la torre de Gryffindor. El cielo estaba despejado y sin luna, las estrellas brillaban excepcionalmente sobre el lago negro. Por lo general, una noche así sería dichosa para Remus. La ausencia de la luna significaba que no le dolían los huesos y ni que el instinto animal intentaba superar la parte humana de su cerebro. Estas eran las noches en las que más disfrutaba planeando o participando en bromas con sus amigos o saliendo a escondidas para emborracharse o drogarse y simplemente comportarse como cualquier otro chico de diecisiete años. Esta noche, sin embargo, se sentía adormecido.

Su mente estaba en estado de shock. Con todas las cosas terribles que le había pasado en su corta vida, la única cosa a la que se había aferrado como consuelo era que tenía dos padres maravillosos y cariñosos y, de que alguna manera, nunca pensó en considerar que podrían no estar siempre cerca.

No está muerta. Se recordó a sí mismo por lo que le pareció la milésima vez desde que abrió la carta que le enviaron de casa. Está enferma y hay una oportunidad de que se mejore. No la has perdido.

Aún. Agregó una voz amarga en su cabeza. Una voz de la que rápidamente trató de desprenderse con un estremecedor suspiro mientras echaba la cabeza hacia atrás para apoyarla en la piedra del castillo con los ojos cerrados.

—Ah, ahí estás.

Remus no abrió los ojos ni se movió de su posición, pero escuchó los pesados pasos de las botas de Sirius acercándose a él.

—Te dije que fueras con Prongs y Wormtail a poner la poción del pelo en los Slytherins —dijo suavemente.

Sirius resopló y pudo oír el crujido de la chaqueta de cuero del chico, quien probablemente estaba buscando sus cigarrillos en los bolsillos.

—Lo dejamos para otra noche. Estamos más preocupados por ti aunque no lo creas. —Los ojos de Remus se abrieron de golpe al sentir el cálido y pesado material de la chaqueta de Sirius cubriendo sus hombros. Sirius se sentó a su lado, sonriendo alrededor del cigarrillo sin encender que tenía en la boca—. Parecías tener un poco de frío.

Remus forzó una sonrisa en respuesta y jaló de la chaqueta para abrigarse.

—Gracias. —Miró a su novio prender el cigarrillo y daba una calada.

—Entonces —dijo Sirius luego de un momento mientras exhalaba el humo—, ¿quieres hablar de ello?

Remus se encogió de hombros.

—La verdad no sé qué decir… —Volvió a mirar hacia la oscuridad de la noche. Sentía que se le hacía un nudo en las entrañas y tenía que seguir tragando para superar ese horrible nudo en la garganta. Sirius se limitó a esperar pacientemente, soplando anillos de humo que se transfiguraban, de forma algo descuidada pero aun así bastante impresionante, en diferentes formas; la luna, una estrella, un corazón. A Remus se le escapó una pequeña sonrisa. Y suspiró—. Se llama cáncer. Los muggles lo contraen a veces y… bueno, no siempre sobreviven. —Se mordió el labio inferior ansiosamente antes de continuar—. Se puede contraer de muchas maneras, pero si hay antecedentes familiares, tienes más riesgo de contraerlo. Mi abuelo también murió de eso.

—Lo lamento… —Sirius murmuró y Remus sacudió la cabeza con un encogimiento de hombros.

—La verdad no lo conocí —dijo—. En la familia de mamá todos son muggles, así que cuando fui mordido… como que perdimos el contacto con todos ellos. —Acercó las rodillas a su pecho y miró a lo lejos, sin querer ver la mirada triste que sabía que Sirius le dirigía—. Es fácil decirles a todos que tu hijo está lejos en un internado sin tener que decirles que es un mago. No es tan sencillo explicarles por qué tu hijo de cuatro años está cubierto de cicatrices y moretones y siempre luce enfermo. Así que ella se alejó de todo… pudo haberme dejado a mí y a papá. Pudo haber huido y volver con su familia y tener una vida muggle normal. Una mejor vida, sin tener que lidiar con tener un hombre lobo como hijo… pudo haber tenido esa vida.

Remus… —la voz de Sirius era suave, pero claramente una advertencia de que no permitiría que Remus siguiera por ese camino.

—Lo siento… —Remus sintió que sus mejillas se calentaban un poco y se quedó en silencio. Dejó caer su cabeza sobre el hombro de Sirius y ambos se sentaron en silencio, mirando al cielo. El brazo de Sirius lo rodeó, atrayéndolo más cerca, antes de apretar un largo beso en la parte superior de su cabeza que calentó todo el cuerpo de Remus de pies a cabezas—. ¿Pads?

—¿Sí?

—Tengo… tengo un tipo de petición —dijo Remus ansiosamente—. Puedes decir que no, obviamente, si no te sientes cómodo, lo entiendo completamente, es sólo que…

—Lo que sea, Moons —dijo Sirius, tocando suavemente con su nariz el cabello de Remus—. Sabes eso.

—¿Vendrías conmigo al final del semestre? —Su voz apenas estaba por sobre un murmuro cuando preguntó y hubo una pesada pausa después que lo aterrorizó por completo. Volvió a tragar saliva—. Quiero… quiero que te conozca.

Más silencio y Remus pensó que quizás saltar del tejado podría ser la única forma de acabar con el terrible dolor que sentía en las tripas. Entonces los dedos de Sirius le levantaron la barbilla, obligándole a encontrarse con sus ojos plateados, con una media sonrisa en el rostro.

—¿Quieres que conozca a tus padres?

Remus se ruborizó y asintió con la cabeza.

—Sí, p-pero… ¡de verdad no tienes que hacerlo! Sé que es un momento un poco incómodo y… —Los labios de Sirius se apretaron suavemente contra los suyos, haciéndole callar.

—Sí —dijo Sirius, su frente seguía descansando ligeramente contra la de Remus.

—¿Sí?

—repitió con una risa y el corazón de Remus se derritió—. Lo que sea, Moony.

Volvieron a besarse, los dedos de Remus enredándose en el oscuro y suave cabello de Sirius mientras se aferraba al otro chico como si fuera un salvavidas y el brazo de Sirius que aún sujetaba la cintura tiró de él con suavidad, obligándolo a sentarse prácticamente en su regazo, donde Remus tuvo que admitir que nunca se había sentido más seguro y protegido.

No se separaron hasta que alguien carraspeó desde detrás de ellos. Peter estaba de pie, con una pierna en la azotea y la otra aún dentro de la ventana del dormitorio, con una expresión de disculpa.

—Lamento interrumpir. —Sonrió tímidamente y sostuvo en alto una bolsa café de papel—. Pero Prongs y yo nos imaginamos que nos matarían si salimos a emborracharnos sin ustedes. Y creo que a Moony le vendría bien un poco.

Sirius miró a Remus, preguntando silenciosamente si estaba dispuesto a ello y Remus asintió.

—Sí. —Le sonrió a Peter—. Gracias, Worm. Tienes razón, definitivamente me vendría bien.

La sonrisa de Peter se ensanchó un poco.

—Excelente. Me alegra. Dejaremos que terminen lo suyo aquí entonces. —Volvió a meterse dentro.

Sirius se levantó y le extendió una mano, la cual Remus, permitiendo que jalara de él hacia arriba hasta un fuerte abrazo que le dio. No dijeron nada, no era necesario, y juntos volvieron a entrar donde James y Peter les esperaban.

—¿Todo bien, Moony? —preguntó James, luciendo preocupado cuando empujaba sus gafas por el puente de la nariz con un dedo. Sirius había tomado la bolsa de papel de Peter y él y James alentaron emocionados al chico más bajo por su excelente elección del licor robado mientras Peter sonreía con orgullo. James sacaba la capa de invisibilidad de su baúl mientras Sirius desplegaba el mapa, levantando la vista un segundo para guiñar un ojo y sonreírle a Remus.

—Sí —dijo Remus—, creo que lo estará.

James le dio una palmadita tranquilizadora en el hombro antes de arrojar la capa sobre todas las cabezas.

—… maldición —murmuró mientras todos intentaban apretujarse lo más cerca posible. Mirando hacia abajo podían ver que sus pies se estaban escapando.

—Ya no cabemos todos. —Sirius se rio—. Godric, por primera vez creo que me siento viejo. Hemos crecido.

Remus se quedó pensativo por un momento, y sus ojos se posaron en Peter.

—Pete, ¿por qué no te transformas? Yo te llevaré.

—Buena idea, Moony —dijo Peter, sonriendo ampliamente ante la idea de que él era el único que podía arreglar su problema. Su cuerpo comenzó a encogerse y en pocos segundos una rata ocupó su lugar. Remus se agachó y ofreció su mano, la que Wormtail olfateó y rápidamente caminó hasta el hombro del chico. Remus lo tomó y lo colocó con cuidado en el bolsillo del pecho de su camisa, donde la rata asomó su carita.

—Ah, mucho mejor —dijo James con entusiasmo—. ¡Adelante!

-o-o-o-

Lily tenía que admitir que odiaba ser una prefecta en las últimas noches del semestre. No había nada peor que ser la persona responsable de romper las celebraciones de fin de año de todo el mundo.

La mayoría de los estudiantes se limitaban a las fiestas en sus salas comunes, por supuesto, pero otros se escabullían para hacer travesuras más privadas y Lily había perdido la cuenta de cuántos besos en el armario de las escobas había interrumpido exasperadamente en la última hora. Incluyendo…

—¡Oh, por el amor de Merlín, Marlene! —Lily se pellizcó el puente de la nariz cuando Marlene y Dorcas salían a trompicones, risueñas y despeinadas de detrás de un tapiz.

—¡Lo siento, Lils! —Dorcas se rio, alisando su falda y mirando a Marlene tratando de volver a abrocharse el sujetador—. Lo hubiésemos dejado para el dormitorio pero Alice tiene a Frank allí.

Lily rodó los ojos, pero estaba sonriendo mientras sus dos amigas volvían a besarse y se ayudaban para volver a ordenarse entre ellas.

—Sí, sí, ya entiendo. Pero saben que tengo que pedirles que se devuelvan. Saquen a Frank y a Alice. Díganles que pueden ir al dormitorio de los chicos.

—De acuerdo. —Marlene bufó—. Les diremos eso.

—Ordenes de una prefecta. —Dorcas le guiñó el ojo a Lily.

Lily suspiró.

—De acuerdo, bien. Nunca las vi. Pero por el amor a Godric, usen un encantamiento silenciador y uno de bloqueo para que no sean atrapadas por otro prefecto o Filch.

Marlene sonrió.

—Eres la mejor, Lil. —Tomó la mano de Dorcas—. De vuelta al closet entonces, cariño.

—¡Tan romántico! —Dorcas se abanicó dramática mientras su novia la empujaba hacia el armario.

Lily esperó hasta que estuvo segura de que las otras chicas hubiesen encantado la puerta antes de continuar con sus rondas.

Los pasillos estaban bastante vacíos y muy silenciosos, aparte del suave sonido de los pasos pausados de la misma Lily y de los ocasionales retratos que la saludaban y charlaban un poco con ella, pero aparte de eso no podía evitar sentirse ligeramente amargada por no haber podido disfrutar de su última noche del año en el castillo y deseaba que Remus hubiese podido hacer el cambio con ella.

Eso no es justo. Se recordó a sí misma, sintiéndose culpable. Con las noticias que ha recibido, se merece estar afuera despejando su mente. No seas egoísta.

Bajó la mirada a su reloj. Diez y media. Al menos quedaba solo media hora antes de que pudiera volver a la sala común, ciertamente las festividades que ese estaban llevando a cabo allá arriba no habrían terminado todavía. Aun así podría pasar una noche decente. Ya había bajado por las mazmorras, quizás si caminaba muy despacio podría empezar a regresar ahora.

Casi en el mismo momento en que esa idea se le pasó por la cabeza, un chorro de luz la golpeó tan rápido que no tuvo tiempo de coger su varita y desviarla. Su cuerpo se puso rígido contra la pared de piedra cuando la atadura del cuerpo hizo en efecto instantáneo y sintió que su corazón empezaba a acelerarse.

—Es esa sangre sucia de Gryffindor. Evans —dijo una voz de algún lugar que ella no podía ver. Cuatro personas, todas con la capucha de sus capas levantadas así que ella no podía ver sus rostros, se pusieron en su línea de visión y contuvo la respiración cuando el que estaba al frente se acercó.

—Perfecto —se rio sombríamente, haciendo girar su varita entre dos largos dedos. Definitivamente reconocía la voz, pero no podía ubicar de quién se trataba—. De hecho, creo que no podría haber salido mejor. —Se giró hacia un lado, hacia uno de los otros encapuchados—. ¿No estás de acuerdo?

La otra persona no dijo nada, simplemente agachó la cabeza, su capucha se deslizó aun más sobre su rostro invisible.

El primer hombre se encogió de hombros y se rio, volviéndose hacia Lily, quien luchaba ligeramente contra la maldición aunque sabía que era completamente inútil.

—Qué pena. Habría pensado que querrías ser el primero en tener una oportunidad con ella. Ah bueno, ¿y tú? Miró hacia la persona que estaba a su otro lado, quien dio un ligero respingo cuando se le dirigió la palabra.

—Eh, b-bien…

Esa voz definitivamente la conocía.

—Regulus… —logró decir entre dientes—. ¡No tienes que hacerlo!

La figura embozada que era Regulus Black levantó la cabeza al escuchar su nombre y su capucha voló hacia atrás, revelando su rostro que se puso muy pálido.

—¡Cállate, asquerosa sangre sucia! —chasqueó la cuarta figura del fondo. La voz aguda de Bellatrix Black. Rápidamente agarró la parte trasera de la capucha de Regulus y la subió de un tirón para que volviera estar cubierto—. ¡Déjame hacerlo, Mulciber!

Lily sintió su estómago dar un vuelco y podía sentir el sudor helado comenzando a formarse en su piel. No había nada que pudiera hacer. Estaba atrapada.

—Tranquila, Bella. Todo a su tiempo —Mulciber se burló. Extendió una mano y rodeó la muñeca de Regulus con los dedos—. Regulus necesita esto más que tú. Todavía tiene que demostrar su valor… —Tiró del chico más joven hacia delante, haciéndole tropezar ligeramente, lo que le hizo un poco menos intimidante. Lily sintió pena por él—. Vamos, Regulus —Mulciber lo obligó suavemente, usando la mano en la muñeca de Regulus para forzar al alumno más joven a levantar su varita y apuntar a Lily—. Tienes que aprender a cómo usar estas. Maldice a la perra muggle. Es fácil si te imaginas a alguien que ya odias… pretende que es esa desgracia que tienes por hermano.

Bellatrix se rio a sus espaldas, pero Regulus no se movió. Se quedó completamente quieto, como si él mismo estuviera encerrado en una atadura corporal. Lily lo miró fijamente, suplicando en silencio y esperando que la viera, esperando que hubiera alguna parte de él que siguiera siendo el niño que su hermano echaba tan desesperadamente de menos.

Lily sintió cada nervio de su cuerpo relajarse cuando Regulus alejó de golpe el brazo lejos de Mulciber, su capucha volviendo a deslizarse haciendo que Lily pudiese ver sus ojos grises como el acero mirando al mayor de los Slytherins.

—No. Esto es estúpido.

—¿Estúpido? —repitió Mulciber, claramente indignado—. No puedes simplemente desobedecer órdenes porque crees que…

—No creo que es estúpido —Regulus gruñó, parándose un poco más derecho con sus hombros hacia atrás—. ¡Es estúpido! Y no necesito recibir órdenes de ti. ¡Estamos en la maldita escuela, Mulciber! Puedes hacer lo que quieras, pero yo no me arriesgaré a ser expulsado por tu culpa. —Levantó su varita hacia Lily de nuevo y ella se preparó para lo que fuera que viniera, sólo para encontrar que su cuerpo repentinamente se soltaba y caía, desplomada en el suelo. Se levantó rápidamente y se sacudió, sacando la varita y apuntando de nuevo a Regulus, quien seguía con la varita apuntándola a ella.

—No le dirás de esto a nadie, Evans —dijo Regulus. No era una pregunta.

Lily, aún temblando pero parada firmemente en el suelo, dudó por un momento antes de asentir con la cabeza.

Bellatrix dejó escapar un sonido frustrado que sonó como un gato moribundo y se marchó enfadada. Mulciber negó con la cabeza a Regulus y siguió a Bellatrix, dejando sólo a la última persona en silencio y a Regulus, quien aún no rompía el contacto visual con Lily.

—¿No le dirás a nadie? —Regulus enfatizó, sus ojos pasaron de ser amenazantes a suplicantes en un instante. Lily asintió. No le diré a Sirius. Y Regulus finalmente bajó la varita, metiéndola en su bolsillo. Su postura se relajó y por un momento pareció que quería dar las gracias, pero en cambio miró hacia la otra persona que quedaba—. Vámonos.

Lily no quiso esperar a verlos irse, y se apresuró hacia la otra dirección hacia el comedor tan rápido como pudo, su corazón palpitando en sus orejas y su mano agarrando con tanta fuerza la varita que sus nudillos estaban blancos. Escuchó algunos pasos corriendo detrás de ella y se giró, la varita levantada y un hechizo en sus labios.

—¡Lily, espera!

—¡! —Lily casi gritó indignada, pinchando la varita directamente en el pecho de Severus. Sus ojos se agrandaron y levantó las dos manos a modo de rendición.

—Lily, escucha…

Lily soltó una carcajada aguda, mirando con asco al chico.

—¡¿Cómo te atreves, Severus?! —gruñó—. ¿Cómo te atreves a intentar hablarme después de todo lo que has hecho? ¡Después de lo que acabas de hacer!

—¡Yo no he hecho nada! —Severus se defendió desesperadamente.

—¡Mentiras! —Lily gritó. Ahora su sangre hervía. Agarró la varita, su mente corriendo con cada hechizo y maldición que se le ocurría para lanzarle—. Te dije hace un año que se había acabado, Severus. ¡Continúas juntándote con estos… estos terroristas!

—No son…

—¡Es lo que serán! Es lo que quieren ser una vez que salgan de la escuela y se unan al culto que ha estado asesinando a muggles y a sus hijos. Gente inocente, Severus. ¡Gente como yo!

—¡Lily, no lo entiendes! No comprendes lo que de verdad está pasando con nuestro mundo en estos momentos. ¡Por favor, Lily, no puedo protegerte!

—¡Protegerme! —gritó Lily—. ¿Qué, acaso como acabas de hacerlo recién? Te quedaste parado ahí con la cola entre las piernas y no hiciste nada.

Los ojos de Severus se endurecieron en una mueca y se burló.

—¿Y crees que Potter puede protegerte? —Lily soltó un sonido de asombro—. No creas que no haya visto cómo lo miras estos días. Te he visto con él en la biblioteca, ayudándole con el hombre lobo mascota de Black.

Slap.

La mano abierta de Lily se conectó con fuerza contra la mejilla de Severus y se tropezó al retroceder, sorprendido. Lily dio un amenazante paso hacia adelante.

—Escúchame, Severus —dijo Lily con veneno—. Primero que todo, lo que sea que creas que siento por James Potter no es de tu incumbencia. Y segundo, no necesito la protección de nadie, y ciertamente no la tuya. ¿Quedó claro? Puedo protegerme a mí misma.

—No fue lo que parecía hace un momento —dijo Severus.

—Superar en cantidad y atacar mientras estaba de espaldas no es lo que yo consideraría una evaluación justa de lo que soy capaz —contraatacó Lily enfadada y lo que Severus había planeado para combatirla vaciló. Lily respiró profundamente—. Le quito cincuenta puntos a Slytherin.

—¡Le dijiste a Regulus que no…!

—Nunca vi a Regulus —dijo Lily con frialdad, poniéndose más derecha y deleitándose con la forma en que los ojos de Severus se agrandaron—. Sólo a ti. Fuera de los límites, a estas horas, y andando a escondidas detrás de otras personas, como siempre. —Ella dio un paso atrás, su varita ya no estaba presionada en las costillas del chico—. Ahora vuelve a tu sala común, Snivellus.

Severus se quedó quieto, claramente sorprendido por las duras palabras de Lily. Ella se giró y se fue, y luego, no sintiéndose lo suficientemente satisfecha, se dio vuelta y levantó la varita.

—¡Furnunculus! —gritó, y los forúnculos empezaron a surgir por toda la cara de Severus y, aunque no eran visibles bajo la túnica, por todo el cuerpo. Severus se atragantó con el aire mientras se alejaba de ella horrorizado y ella sonrió—. Probablemente deberías ver a Madam Pomfrey antes de subir al tren de vuelta a casa mañana. —Y antes de que Severus pudiera decir o hacer algo más, ella se dio vuelta, con la túnica ondeando tras ella, y se marchó de vuelta a la Torre de Gryffindor.

-o-o-o-

—Vaya… —Tanto James como Peter miraron a Sirius con leve incredulidad desde donde estaban encaramados en la cama de James. Remus estaba en la reunión de fin de curso de los prefectos y los chicos estaban haciendo las maletas.

Sirius continuó arrojando cosas al azar en su baúl.

—¿Qué? ¿No creen que debería hacerlo?

—¡No! —dijo James, sacudiendo la cabeza—. Es sólo que… es algo importante, ¿verdad? Conocer a los padres. Especialmente con todo lo que está pasando en su familia.

—¿Cómo te sientes con eso? —preguntó Peter.

Sirius suspiró y se llevó una mano por el cabello, luego se refregó los ojos. ¿Cómo se sentía?

—No lo sé —murmuró—. Honestamente estoy demasiado preocupado por Remus para siquiera pensar en el hecho de que estamos… bueno…

—¿Dando un gran paso? —ofreció Peter. Luego frunció el ceño—. Eh… no es por agregar algún tipo de estrés a la situación, Pads, pero… ¿los padres de Remus siquiera saben que él es… ya sabes, no hetero?

Sirius se dejó lo que estaba haciendo y parpadeó un par de veces.

—Yo… de verdad no sé. —Se sentó encima de su baúl para que se mantuviera cerrado—. Joder. Va a ser un desastre, ¿verdad? —El pánico había surgido de repente en el pecho de Sirius mientras todos los posibles resultados horribles se reproducían en su cabeza. Los padres de Remus podrían estar asqueados de él y tal vez incluso echarlo de la casa. No era algo extraño, obviamente. Por supuesto, aunque no les importara que su hijo saliera con otro chico, ese chico era él, y no tenía el mejor historial con los padres—. Maldición, ¿qué pasa si me odian? —murmuró, sus ojos se agrandaban con el miedo mientras mirada desesperado a sus amigos para que lo apoyaran.

—Oh, por favor, ¿por qué te odiarían? —James rodó los ojos y se levantó, caminando para sentarse junto a Sirius en el baúl.

Sirius le dio una mirada inexpresiva y se señaló a sí mismo con una mano.

—Porque soy yo. Sirius Black; la pesadilla de todo padre.

James se rio y sacudió la cabeza.

—Para con esa mierda, Pads. Mis padres te adoran. ¡Creo que les gustas más que yo! —Pasó el brazo por encima del hombro de Sirius—. Estoy casi seguro de que lo único que quieren los padres de Remus es que sea feliz. Tú lo haces feliz.

—Algunas veces… —murmuró Sirius, cubriéndose el rostro con las manos—. De verdad no pensé lo estresante que sería esto cuando accedí a hacerlo.

—Entonces dile a Moony que no puedes —sugirió Peter en voz baja. Tanto James como Sirius lo miraron, sus bocas abiertas y luciendo casi ofendidos de que siquiera sugiriera aquello. Peter sólo se encogió de hombros—. Si de verdad crees que tú estando ahí sólo hará las cosas más difíciles para Remus, no vayas. Él puede lidiar con tener una madre enferma por sí solo y tú puedes lamentarte y quejarte en casa de Prongs todo el verano sobre cómo no estuviste ahí para tu Moony y, "¡oh, qué novio tan terrible soy!" Y, "¡Moony se merece el mundo entero, yo debería saltar desde un acantilado a un pozo lleno de inferís!" —Peter lo imitó dramáticamente, lanzando el dorso de la mano contra su frente y cayendo de nuevo sobre la cama.

—¡No me lamento así! —insistió Sirius, cruzando los brazos. James resopló a su lado.

—Aunque sí lo haces… ¡Ow! —Se estremeció cuando el codo de Sirius le clavó las costillas. Se frotó su lado lastimado, James suspiró—. Mira, Sirius… Remus de verdad te necesita ahora. No creo que lo hubiese sugerido si no fuese lo que necesita en esta situación. Te quiere allí. Su mamá es importante para él, eres importante para él, y está asustado de que no haya otra oportunidad para hacer esto. Y te conozco, Padfoot. No te gustaría estar en ningún otro lugar sin él mientras pasa por este lío.

Sirius sabía que James estaba en lo correcto y asintió con la cabeza.

—Sí…

James sonrió.

—Excelente. Está decidido entonces, vas a conocer a los padres de Remus. —Con otra palmadita de ánimo en el hombro de Sirius, James se levantó—. Menos mal porque no puedo aguantar otro viaje a casa en el que no haces más que lamentarte de tu tonta relación.

Sirius le lanzó una almohada.