Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia salió de mi loca cabeza. No se puede publicar en ningún otro lugar sin mi autorización.
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Entre sueños, Edward creyó sentir alguna clase de cosquilleo en su costado. De forma lenta salió del lugar neblinoso en el que se encontraba, abrió los ojos y se sobresaltó un poco al encontrarse de golpe con los negros rizos de Emmett muy cerca de su cara.
Bajó la vista para poder entender la situación.
Al parecer Emmett se había despertado temprano, y de bastante buen humor. Al menos esa fue la impresión que le dio a Edward cuando le pasó los dedos por el costado, haciéndolo reír y retorcerse.
Al escuchar la risa sofocada, Emmett levantó la cabeza y miró a Edward con una sonrisa traviesa. Se acercó un poco más y dejó un lento beso en sus labios, sin prisa, dándose tiempo de apreciar su suavidad, de probar su sabor. A ninguno de los dos les importaba el aliento matutino, era algo que carecía de significado desde hace mucho tiempo, ellos eran quienes eran y se amaban por eso.
Ambos estaban completamente despiertos en el momento en el que Emmett soltó un gruñido bajo y empezó a mover su lengua más rápidamente, de esa forma que sabía volvía loco a Edward.
En un gesto posesivo, el pelinegro tomó la barbilla de Edward y giró su rostro hacia un lado, intentando abarcar su cuello con pequeñas mordidas y lamidas por aquí y por allá.
Edward, sin embargo, haciendo caso a su parte racional (a pesar de que sus caderas estaban pensando por cuenta propia), le echó un vistazo al reloj de la mesilla, suspirando. No sabría decir si por las magníficas atenciones de Emmett o por la hora.
— Emm... — soltó jadeo cuando este hizo más presión en su mordida. — Se hace tarde. — intentó hacerlo entrar en razón. De manera bastante pobre.
En respuesta, Emmett se montó sobre el cobrizo con una sonrisa triunfante, retorció las caderas con un movimiento circular, sacándole a Edward un gemido. Edward intentó tomarlo por las caderas para frenarlo un poco, pero eso pareció animarlo más.
Emmett recostó toda su longitud sobre el cuerpo de Edward, inmovilizándolo momentáneamente. Empezó con sus atenciones, regresando al cuello de Edward, volviéndolo loco de forma lenta. Jugó un poco pasando sus dedos por los costados del cobrizo, haciéndole retorcerse y soltar más risas ahogadas, a Emmett le encantaba el sonido de la risa de Edward.
— Hoy es tu día libre. — murmuró Emmett sobre el oído de Edward, delineando su oreja con la lengua, ahora moviendo sus caderas de adelante hacia atrás, ocasionando una presión deliciosa entre sus miembros.
Edward, abrumado, tomó a Emmett por los hombros. A estas alturas ya no sabía si quería que se detuviera y alejara, en cambio empezó a seguir el movimiento del más grande de forma casi inconsciente.
Emmett descendió un poco hasta llegar al rosado pezón de su novio. Lo rodeó un par de veces con la nariz antes de regalarle una larga lamida. Esta vez el gemido de Edward fue bastante alto e imposible de disimular. Tomó a Emmett del cabello, no queriendo que se alejara de él nunca.
— No tienes que ir al trabajo. — susurró el mencionado con más aire de lo normal, mandando una fresca briza sobre el pezón sensible. Cada terminación nerviosa de Edward estaba en alerta y más que receptiva.
— P-Pero tu s-si... — jadeo Edward como último intento. Cerró los ojos ya perdido en las sensaciones. Emmett había cambiado sus atenciones hacia el otro pezón, a la vez que había empezado de nuevo el movimiento de sus caderas... adelante y atrás, adelante y atrás... lento y paciente, lento y paciente... Edward lo odiaba. Se quejó con impaciencia y Emmett rió.
— Las ventajas de ser el jefe. — respondió de forma arrogante. Apoyó su frente contra la de Edward y frunció el ceño con concentración mientras sus estocadas adquirían más fuerza, volviéndolos locos a ambos. Jadeó sobre la boca de Edward y delineó sus labios con la lengua.
Todo alrededor de ellos parecía empezar a mecerse de manera constante. Emmet se apoyó en el pecho del cobrizo para erguirse y poder montarlo más cómodamente. Con la presión aumentando los gemidos entrecortados de Edward solo eran acallados por el sonido que producía la cama debajo de ellos. Emmett había empezado a alternar los movimientos, entre ratos circulares y lentos, cuando eso no parecía suficiente volvía a mecerse adelante y atrás, después parecía perder la capacidad de control y empezaba a saltar más agresivamente bordeando el orgasmo. Los ligeros latigazos de placer que se producían al frotar sus enormes elecciones parecían ser suficientes para tenerlos rayando la locura.
— Dios... Emmett... — gimió Edward bastante alto ante un movimiento peculiarmente bueno que había hecho el mayor. — No pares. — el sollozo del cobrizo alertó a Emmett que estaba a punto de correrse.
Y todavía no era tiempo.
Se dejó caer de manera suave sobre Edward, volviendo a extender su cuerpo encima del menor, este gruñó con fastidio cuando su novio le negó la liberación, empezaba a removerse hasta que Emmett le tomó las muñecas y las sujetó fuertemente contra la cama sobre su cabeza. Emmett tomó aire y volvió a las estocadas tortuosamente lentas.
Pero Edward parecía estar de nuevo en el borde. Mantenía los labios separados, pero no era capaz de emitir ningún sonido, no se atrevía.
— ¿Qué pasa, Eddie? — Emmett recorrió su cuello con los dientes, ahora más agresivo. — ¿Te vendrás en los pantalones... — empezó a gruñir aumentando la fricción, más duro y más rápido, justo como Edward quería. — como un maldito adolescente? — Emmett se acercó a su boca, sentía que no podría besarlo sin que le fallara la respiración, así que se mantuvieron cerca, respirando el aliento del otro.
— Emmett... Emmett... — era la única palabra coherente que Edward era capaz de pronunciar.
El pelinegro enterró su cara en el cuello de Edward, totalmente perdido, justo en el borde. Justo lo que deseaba.
— Me corro... — el lastimero y bajo jadeo salió desesperado de Edward, con urgencia.
Domado totalmente por el instinto, Emmett enterró los dientes en el cuello de Edward de manera salvaje, y cuando eso no fue suficiente succionó su piel como si intentara llegar a su misma alma.
Esto fue lo único que necesitaron ambos para dejarse ir.
Edward temblaba debajo de él, ya totalmente incapaz e incoherente, sin poder detener el movimiento de urgencia que le producían los espasmos del orgasmo. Emmett no estaba mucho mejor, ahora soltaba gemido tras gemido, aún aferrado al cuello de su amante, como si eso fuera lo único que lo atara al mundo real, como si fuera a salir disparado a los cielos de un momento a otro.
Poco a poco el orgasmo fue perdiendo intensidad, sin embargo, ninguno de los dos dejó de moverse, disfrutando de los últimos rescoldos de placer que producían los roces. Con una respiración Emmett dejó ir el cuello de Edward, admirando la marca que había ahora.
Era como un cardenal grande, solo que había pequeñas hendiduras alrededor. Por algún motivo, esta imagen lo llenó se satisfacción primitiva, salvaje. Ahora todos sabían que Edward era suyo, y de nadie más.
Sintió el cuerpo laxo de Edward debajo. Lo miró atentamente buscando señales de que hubiera sido demasiado brusco, pero todo parecía estar en orden, Edward se veía perfecto. La mirada post orgásmica que le dirigió casi hizo que Emmett se empalara de nuevo, listo para llegar a las últimas consecuencias y tomarlo justo ahí.
Pero Edward había tenido razón, llegaría tarde. Bella se lo comería vivo.
Vale la pena, cada maldito segundo, pensó con humor.
Rodó hacia un lado, llevando a Edward entre sus brazos. Ambos permanecieron abrazados unos segundos hasta que Emmett suspiró y dejó un beso sobre la coronilla de Edward.
— Tengo que irme. — murmuró sin moverse realmente.
Edward solo lo abrazó un poco más fuerte, como si no quisiera dejarlo ir, enterrando su cara en el enorme pecho que Emmett. Este le tomó el rostro con delicadeza, haciendo que lo mirara a los ojos. Dejó un ligero beso sobre su nariz y después uno más lento y profundo sobre sus labios. Edward, aún sensible, jadeó contra el beso y empezó a frotarse insistentemente contra Emmett, que cual gruñó en acuerdo y satisfacción regresando el gesto con sus caderas.
Hasta que el celular de Emmett empezó a sonar insistentemente.
El mencionado gruñó en protesta y, de mala gana, se separó de Edward para tomar el condenado aparato. Era una llamada entrante de Bella. Aunque Emmett lo mandó directo a buzón sabía que ya era hora de salir de la cama e ir a trabajar.
Esta vez Edward no intentó detenerlo cuando se puso en pie, en toda su magnificencia y, con el miembro ahora semi erecto, caminó hacia la ducha de mala gana, esperando que el agua fría le regresara un poco de cordura para poder hacer bien su trabajo.
Edward, por el otro lado, se quedó tendido en la cama, también con una semi erección en los pantaloncillos del pijama. La prenda por supuesto estaba arruinada, ahora solo era un desastre de semen y sudor. Él también tendría que darse un baño.
Pasaron unos minutos cuando se escuchó cómo cerraban el paso del agua. Emmett había terminado.
Edward se sentó en la orilla de la cama esperando a que el gigante saliera del baño para poder entrar, y cuando lo hizo se me cortó la respiración.
Allí estaba Emmett, saliendo del baño distraídamente aun anudándose la toalla en las caderas de forma descuidada, las gotas de agua recorrían hacia abajo su extensa y masiva figura, marcando sus músculos a la perfección. Al sentir la mirada fija en peli negro alzó la mirada, sonriendo traviesamente en dirección a Edward. Este parpadeo intentando aclarar su mente y se puso de pie y caminó hasta el baño.
En un movimiento rápido, Emmett lo acorraló contra la pared, manteniendo su sonrisa. Aplastó un poco más a Edwad con su enorme presencia y después miró hacia abajo, hacia la casa de campaña que ahora eran los pantaloncillos de Edward.
Sin perder la sonrisa, Emmett decidió ser audaz y meter una mano dentro de los pantalones cortos de Edward, sacándole un gemido cuando cerró su puño alrededor de su eje.
A Edward le temblaron las piernas y dejó caer su cabeza sobre el hombro de Emmett cuando este empezó a hacer círculos sobre la hinchada cabeza de su miembro con el pulgar.
— Buenos días. — comentó el pelinegro con algo de burla, pero claramente excitado.
Emmett tuvo una clara visión del violento chupetón que estaba marcando el cuello de Edward, no dudó en acercarse y darle una lamida al tiempo que daba un apretón al miembro del cobrizo y empezaba a mover su mano de arriba a abajo, con movimientos lentos. Edward parecía haber entrado a un trance.
Hasta que el maldito teléfono empezó a sonar de nuevo.
Ambos se quedaron quietos, sin saber muy bien qué hacer.
Edward fue el primero en separarse.
— Esta me la debes. — dijo traviesamente sonriéndole a Emmett, aunque aún se podía ver la excitación en su mirada y en su respiración.
— Te compensaré. — dijo Emmett a modo de disculpa, besándolo castamente en los labios.
Edward entró definitivamente en la ducha mientras Emmett vestía para poder salir corriendo al trabajo.
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Algunas horas después.
¿Por qué demonios todos me están viendo?
Ese era el único pensamiento que ocupaba la mente de Edward.
Aprovechando su día libre entre guardias, el cobrizo había decidido hacer la compra, de esta manera sería más fácil para Emmett encontrar comida mientras él no estuviera.
Pero parecía que todo el mundo le estaba prestando especial atención a él mientras se formaba en la fila para pagar su compra.
Su paciencia estaba rizando el límite cuando la chica de la caja le echó un vistazo e intentó ocultar su risa traviesa. Justo como todas las demás personas lo habían estado haciendo.
Esto fue el colmo.
— Disculpa, ¿qué es lo gracioso? — siseó Edward, a pesar de su mal humor se estaba esforzando por ser cortés. Al final, la chica no tenía la culpa.
— Este... no, nada... — dijo la chica avergonzada. Sin embargo, antes de bajar la vista le dio una rápido mirada a su cuello.
¿Su cuello? ¿Por qué tendría...? La escena de esta mañana pasó por su mente.
Casi desesperadamente, Edward sacó su celular del bolsillo trasero y encendió la cámara frontal. Y para su total horror, ahí estaba la razón por la que todas las personas lo miraban y luego bajaban la mirada avergonzados.
El chupetón más grande en la historia de los chupetones.
Ahora tenía más bien un color azulado o morado, Edward sabía que probablemente en unas horas cambiaría a verde o amarillento. Guardó el celular y se sonrojó furiosamente, incapaz de mirar a la chica cuando esta le cobró las compras.
Voy a matar a Emmett.
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Este me pareció muy bueno jaja Lo escribí en una noche de corrido, estoy impresionada de mi misma jajaja
Por fis, no olviden dejar un comentario, saben que me gusta saber qué opinan. Y tampoco olviden pasarse por mi grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon', ahí estaré subiendo las imágenes de cada capítulo y tendremos dinámicas muy entretenidas.
¡Nos leemos pronto!
