Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia salió de mi loca cabeza. No se puede publicar en ningún otro lugar sin mi autorización.

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El trayecto al restaurante había sido silencioso y agradable.

Edward intentaba llegar a la razón por la que Emmett hubiera decidido llevarle a cenar aquella noche. Mientras que el moreno procuraba concentrarse en el camino y no reproducir la imagen de Edward corriéndose dentro de su boca. Ya habría tiempo para eso más adelante.

El restaurante se encontraba dentro de una plaza comercial, por lo que atravesaron el estacionamiento subterráneo y caminaron por entre los aparadores iluminados, incluso a aquella hora de la noche, promocionando descuentos de temporada y productos nuevos.

Caminaron en silencio uno cerca del otro, sus manos se rosaban ocasionalmente al chocar mientras mantenían el mismo paso.

Emmett sintió la mano de Edward sostener la suya y jalarla brevemente, este se dio la vuelta y vio a su novio con los ojos fijos en un escaparate lleno de libros. Típico de Edward.

Emmett dejó que el cobrizo se tomara su tiempo, aunque en cierta medida, intentó atraer su atención abrazándole por detrás, envolviendo su cintura con los brazos.

Edward sujetó las grandes manos con la suya de forma afectuosa, esa fue toda la respuesta que Emmett tuvo. Suspiró, resignado por no ser el centro de atención por un momento, esperó pacientemente sin soltar a su novio.

Algunos minutos pasaron cuando Edward, por fin, se inclinó hacia su costado, moviendo dificultosamente uno de sus pies, como si el esfuerzo de alejarse de los libros fuera el reto más difícil del mundo.

— ¿Algo que te agrade? — preguntó Emmett, probablemente Edward ya habría memorizado tres o cuatro títulos para comprarlos en alguna otra ocasión.

Edward se dio la vuelta y abrazó a Emmett.

— Un par de cosas. — respondió Edward sonriendo coquetamente. Para él, también era difícil olvidarse de la sensación de los labios de Emmett a su alrededor.

El moreno intentó mirar a otro lado al identificar el deseo que comenzaba a asomarse por los hermosos orbes esmeralda de Edward. Le besó la frente.

— Andando. — apremio Emmett con algo de desgana.

Cuando entraron al elegante restaurante italiano, Edward deseó haberse puesto otra cosa. Emmett le tomó la mano.

— ¿Mesa para dos? — preguntó el host tomando un par de menús de la mesa principal.

— Por favor. — respondió Edward amablemente.

Ambos siguieron al chico por entre las mesas, en aquel día de la semana era una ventaja salir a esa hora, pues al ser mitad de semana, no muchas personas se podían dar el lujo de salir a deshoras.

El joven de baja estatura les señaló la mesa con expresión amable y les dejó los menús a la mano.

— En seguida vendrá su camarero para tomarles la orden. — comentó alegremente, despidiéndose con un asentimiento.

Emmett miró a su alrededor, al establecimiento de comida favorito de Edward. Todo el ambiente de encontraba sumido en una luz más bien baja, las paredes revestidas con enormes cortinas de tonos cálidos, daban la sensación de estar dentro de la caravana de algún emperador antiguo, los candelabros dorados de aspecto envejecido combinaban a la perfección con las mesas de acero y con los intrincados dorados que decoraban las sillas de los comensales.

Regresó a la realidad cuando Edward tomó su mano sobre la mesa, sonriéndole.

— Gracias por traerme. Sé que no hemos tenido tiempo para nosotros estos últimos días. — Emmett negó con la cabeza cuando vio como una mueca de disculpa formarse en las bellas facciones de su novio.

— Ambos hemos estado ocupados, no te disculpes por hacerte cargo de tus responsabilidades. — dijo el grandote sonriendo. Acarició con el pulgar los largos dedos de Edward. — Aunque he extrañado tener tu atención estos últimos días.

Edward rió, inclinándose un poco hacia él.

— Te lo compensaré.

— Oh, cuento con ello.

Ambos rieron secretamente, cada uno haciendo planes en su mente para el otro.

La llegada del camarero fue igual de agradable, una vez tomada su orden, ambos chicos de sumergieron en una cómoda charla acerca de sus trabajos, las cosas que deberían ser realizadas en la casa ahora que Edward estaría de vacaciones y sobre los alimentos que debían comprar esa semana.

Durante un momento, Emmett se encontró mirando sorprendido al cobrizo. Mientras su novio hablaba, Emmett aprovechó para mirarlo con toda la atención y el detalle que fue capaz: cómo su cabello cobrizo se entremezclaba con los diferentes tonos de caoba, dorado y rojo; cómo su fuerte mandíbula se movía hermosamente con cada palabra que salía de sus sensuales labios.

Le deseaba, incluso ahora. Incluso en medio de toda esa gente, escuchando acerca de su día, de cómo lidiaba con pacientes difíciles, seguía pareciéndole el ser más sexy y más maravilloso que hubiera conocido jamás.

Quiso besarlo, pero se detuvo, Edward se daría cuenta que no le estaba prestando atención si hacía eso.

Tanto las pláticas tribales como las profundas eran disfrutadas de igual modo, se embebían tanto en la presencia del otro que el mundo parecía desaparecer a su alrededor. Ellos dos, en su pequeña burbuja, en su universo perfecto.

La comida era deliciosa, por supuesto, lasaña y pasta al pesto era el menú que habían escogido aquella noche, acompañándolo con una sidra sin alcohol (Emmett debían manejar de regreso y Edward no quería tentar al grandote bebiendo algo).

Pero, algo reventó su burbuja aquella noche.

Algunos ruidos de la mesa de enfrente lograron desconcentrar a Edward del discurso que Emmett estaba dando acerca de los contratistas no respetando sus plazos de trabajo.

En aquella curiosa mesa estaban ubicados tres señores, todos de entre 50 o 60 años de edad. Uno ya tenía el cabello completamente blanco, largo hasta los hombros y los otros dos aún conservaban algunos recuerdos de cabellos azabache con ellos.

Los tres miraban a Edward y a Emmett fijamente... demasiado fijamente.

El desagrado podía leerse claramente en sus rostros, y Edward tuvo la sensación de que su cena estaba a punto de cambiar totalmente.

Por el rabillo del ojo, el cobrizo se percató de la forma en la que aquellas personas los miraban, comenzaron a murmurar y señalarles, cada uno con el ceño fruncido.

Emmett se tensó a su lado.

Uno de aquellos señores hizo un ademán con la mano para que el mesero se acercara a su mesa.

El mesero, apresuradamente y con expresión servicial, llegó hasta dicha mesa, escuchando atentamente lo que le decían los caballeros. Frunciendo el ceño, los ojos del chico se encontraron con los de Edward.

No estaba seguro de lo que le estaba respondiendo, pero la clara negativa del chico. Intercambiaron unas cuantas palabras más y el mesero se retiró apresuradamente, con expresión abatida.

Uno de aquellos hombres se levantó y caminó hasta la mesa de la pareja.

— ¿Por qué no nos hacen un favor a todos y se largan de aquí? — dijo groseramente. No era muy alto y su complexión era más bien delgada, casi como estuviera enfermo.

— Y, ¿por qué debería importarme lo que tú piensas? — devolvió Emmett con tensión contenida.

Él seguía siendo el más afectado cuando pasaban este tipo de situaciones. Edward le tomó del brazo con advertencia. El hombre hizo una mueca, haciendo que su horrible bigote se retorciera desagradablemente.

— Este no es un lugar cualquiera en el que puedan hacer sus mariconadas. — continuó diciendo aquel horrible ser. Los ojos de Edward se abrieron. — Mejor regresen al asqueroso agujero del que salieron y quédense allí.

Emmett se puso en pie con rapidez.

El hombre pareció algo asustado por un momento, y con razón, el moreno le sacaba al menos dos cabezas y media de altura, sus anchos hombros y sus fuertes brazos tenían esa forma de hacer que la gente le mirara con respeto que siempre aprovechaba alegremente. Y esta vez no sería la excepción.

El hombre retrocedió por instinto al percibir la (gran) amenaza que Emmett representaba.

— ¿Hay algún problema? — preguntó un hombre bastante larguirucho. Todos leyeron, en la solapa de su elegante saco, la pequeña tarjeta, "gerente" se leía.

— No lo sé, ¿lo hay? — inquirió Edward, parándose a un lado de su novio, mirando con recelo al par de hombres frente a ellos. Los demás caballeros de la mesa en cuestión se pusieron de pie y se acercaron. Edward reconoció a uno de ellos con facilidad, su cabellera rubia era inconfundible. — ¿Señor Cayo? — dijo sorprendido.

— ¿Doctor Cullen? — respondió igualmente sorprendido.

— ¿Lo conoces? — cuestionó rudamente el altivo hombre quien había sido el primero en acercarse.

— Si, es el doctor del que les estaba hablando hace unos momentos. El que realizó la operación para mi estómago que nadie más quería hacer. — ahora los ojos de Cayo brillaban avergonzados.

— Les voy a pedir que se retiren. — exclamó disgustado el gerente del restaurante.

Edward lo miró con preocupación y algo de remordimiento. ¿Los echaban? Este establecimiento era, por mucho, su lugar favorito en toda la ciudad, no podía ser posible que, a causa de personas sin dos dedos de frente tendría que dejar de hacer… bueno, cualquier cosa.

Fijándose mejor en el rostro del gerente, el cobrizo y su novio descubrieron que no se había dirigido a ellos en particular, sino al grupo de hombres que estaban frente a ellos.

— Y está de más decirles que no serán bienvenidos de nuevo en este restaurante. Aquí exigimos respeto para todos nuestros comensales, no toleraremos esta clase de comportamientos.

Los ojos de Edward se llenaron de lágrimas, intentó esconderlas para que nadie más las viera, pero detestaba cuando cosas como esta pasaran (el simple hecho de que siguieran pasando en pleno siglo XXI le sorprendía), la vergüenza de hacer una escena en cualquier lugar público era razón suficiente para querer largarse como los mil demonios.

El grupo de hombres salió indignado, algunos comentarios fueron arrojados a nadie en particular, "sabrán de mi abogado" fue lo último que se escuchó cuanto la puesta de la entrada principal fue cerrada con mucha más fuerza de la necesaria.

— Les pido una disculpa por el mal momento que tuvieron que pasar. — comentó el gerente un momento después de que el silencio reinó en el restaurante. — Como disculpa, la cena corre por cuenta de la casa. — añadió sonriendo avergonzadamente.

Emmett asintió con la cabeza, aun serio, sin decir una palabra más.

Cuando el mesero y el gerente se hubieran ido, la pareja se sentó incómodamente de regreso a sus asientos.

— Por favor, ¿podemos irnos? — murmuró Edward.

Emmett tomó la mano de Edward y los apresuró a ambos a salir del establecimiento. No hablaron en todo el recorrido de regreso al auto, pero Emmett nunca soltó la mano del cobrizo.

Cuando ambos estuvieron sentados y el vehículo encendido, Emmett le miró.

— Se supone que esta cena sería especial. — gruñó Emmett con mal humor, deseando averiguar en dónde vivían esas horribles personas, volvió a tomar la mano de su novio, esperando que el contacto con su suave piel pudiera aliviar la tempestad en la que estaba sumergida su mente. Solo ayudó parcialmente.

— Tenía planeado contarte que dejé todo en orden en el trabajo y que Bella se encargaría de lo demás. — Edward lo miró sin entender, aun con los ojos llenos de lágrimas. — También estoy de vacaciones…

Las pequeñas gotas saladas por fin logaron rodar libres por el hermoso rostro del cobrizo cuando este tomó una bocanada de aire.

— ¿Estas de vacaciones? — preguntó Edward, aun procesando todo lo que le había dicho Emmett. El mencionado asintió con una media sonrisa. — Estarás en casa… ¿conmigo? — volvió a preguntar, y Emmett continuó asintiendo. — Serás mío por dos semanas…

— Bueno, siempre he sido tuyo. — Emmett le tomó la barbilla con delicadeza, bebiendo de sus lágrimas, intentando borrarlas con ligeros besos llenos de paciencia y amor. — Desde el primer instante en que te vi.

Ambos sonrieron.

Edward se inclinó hacia Emmett, abrazándolo incómodamente por el ángulo que tenían que tomar dentro del auto.

— Llévame a casa. — susurró Edward.

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¡Por fin! Recién salido del horno este capítulo. Siento que ya nos faltaba algo de drama jajaja y qué mejor oportunidad el crear consciencia y fomentar el respeto y la tolerancia que un hermoso fanfic con dos hermosos protas que se aman profundamente!

Dos personas dijeron que estaba bien que subiera cap a esta hora y yo les hice caso xd jajajaja

No se olviden de dejar un lindo comentario y pasar por nuestro dramático y hermoso grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon'.

¡Nos leemos pronto!