¡Nada me pertenece los personajes son propiedad de Stephanie Meyer.

La historia está preservada bajo derechos autor!

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. DIECIOCHO

Edward

Tres pares de ojos se fijaron en mí cuando abrí la habitación.

—¡Por fin! —Fue Isabella la primera que habló caminando hacia mí—. Idiota, ¿cómo te atreves a dejarme encerrada?

Atrapé su mano mucho antes de que lograra su cometido.

—¡No te atrevas! —mascullé con enojo antes de mirar a Bree y a Hestia.

—Hestia, lleva a Isabella con Esme. —Solté a Isabella, no tenía tiempo para jugar con ella—. Bree, ven conmigo.

Hestia fue a tomarla de la mano, pero ella se escabulló.

—Espera, espera. No voy a con nadie a ningún lado, a no ser que llames a la policía, este tipo Daddy está suelto y quiere matarme.

—Es por ello por lo que debes ir con Hestia y no con la policía.

—¿El detective Vulturi?

—El detective Vulturi hace parte de la policía, no tengo tiempo para esto, Isabella. —Caminé hacia el baño tomando mis cosas de aseo personal y dejándolas sobre la cama, ella aún estaba ahí—. ¿Qué haces aún aquí? ¡Hestia, llévala con Esme!

Hestia asintió tomando a Isabella del codo y prácticamente la arrastró hasta salir de la habitación, me moví hasta el clóset y saqué dos maletines que Félix trajo con mi ropa cuando estuve con Esme en la cabaña, tenía que escoger la más abrigadora.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Bree al ver que empezaba a sacar mi ropa, le tendí uno de los maletines.

—Ve con las chicas, diles que necesito toda la ropa de invierno que puedan entregarme y que pueda quedarle bien a la chica.

—¿Qué?

—No preguntes, solo hazlo. Diles que Esme les repondrá la ropa, ve Bree, necesito que hagas esto rápido.

—Varías de las chicas ya deben estar dormidas —resopló.

—Tú sabes que eso no es cierto. —Estuviese o no abierto, las ninfas eran nocturnas, estaba completamente seguro de que esperaban por Bree para saber el chisme del año—. Ve, Bree —ella asintió, insegura, y yo me dediqué a meter toda la ropa de invierno que tenía en el club. La cabaña de Esme quedaba en medio del bosque y en Idaho estábamos muy cerca al verdadero invierno.

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Isabella.

El lugar estaba oscuro, el brillo dorado y las luces que estaban cuando entré desaparecieron, la mujer me llevaba con fuerza del brazo, él la había llamado Hestia. ¿Quién demonios se llamaba así?

Esme me la presentó cuando me desperté sola en la habitación, la chica y ella habían estado junto a mí hasta que el poli abrió la puerta, pero no habíamos dicho una sola palabra. La mujer se puso a ver una telenovela de un narco y la chica solo me miraba fijamente como si quisiera sacarme todos mis secretos a punta de miradas.

—Puedo caminar sola. —Tiré de mi brazo y ella lo soltó justo cuando llegábamos a una pared de cristal, ella tocó una puerta y Esme abrió, la luz dorada de antes cegó un poco mis ojos que ya estaban acostumbrándose a la penumbra, la mujer seguía viéndose tan perfecta como la primera vez, ni un solo cabello fuera de su lugar, estaba acompañada por un hombre que sinceramente se veía como estiércol fresco.

—Gracias, Hestia, puedes irte a descansar. —La mujer se despidió y se fue, me acaricié el brazo dolorido ahora que ya no estaba—. Carlisle, ella es Isabella. —Me presentó Esme. El hombre se levantó y caminó hacia mí.

—Entonces tú eres Isabella. —Extendió su mano hacia mí, pero no la tomé.

—¿Quién es usted? El detective dijo que aquí estaba la policía. —Miré directamente a Esme.

—Permíteme presentarme, mi nombre es Carlisle Cullen, soy el teniente de policía de la Unidad Centro de Seattle.

No había que ser un genio para saber quién era el hombre que tenía enfrente, la agente Brandon me dijo que el padre de Victoria Cullen era un teniente.

—Me presentaría, pero al parecer usted sabe quién soy.

—Efectivamente —musitó el hombre—. ¿Te gustaría tomar asiento?

—Estoy bien. —Intenté que mi voz no se entrecortara, pero fracasé.

—Carlisle es el padre de Eva —dijo Esme y eso solo confirmó lo que ya sabía—. ¿Te gustaría beber algo? —Negué con la cabeza, pero sí que me gustaría un porro.

—Lamento su pérdida —dije, qué más podía decir.

—Gracias, hija.

Esme caminó hacia un minibar y tomó una botella con agua, regresó y la dejó frente a la silla vacía.

—Será mejor que te sientes, Isabella, Carlisle necesita hacerte unas preguntas. —Me solicitó Esmeralda con un tono casi maternal

El corazón me latía con fuerza mientras tomaba asiento y veía a Esme sentarse en su silla detrás del escritorio. Intenté que mi mirada no me delatara, pero el temblor en mis manos era una gran evidencia de lo nerviosa que estaba. A pesar de que intentaba mostrarme altiva y valiente.

—Puedes negarte a contestar cualquier pregunta, Isabella, esto no es un interrogatorio —dijo el hombre con expresión calmada—. Solo soy un padre que quiere saber por qué su hija apareció muerta en un sucio y húmedo callejón.

—Yo no sé por qué ese hombre mató a su hija —mentí—. Solo tuve la mala suerte de estar en el lugar y en el momento equivocado, desde la muerte de mis padres mi vida se ha convertido en una serie de malas decisiones.

—Esa es la vida, hija, tomar decisiones. En ocasiones creemos que son acertadas, pero al final nos damos cuenta de que no lo son, ¿quieres contarme qué sucedió esa noche?

—¿Tengo alguna opción?

—Puedes no contestar si lo deseas, aunque, como te dije, me gustaría saber qué fue lo que sucedió.

—Vi a una mujer discutir con un hombre, una mujer que suplicaba y rogaba por huir, los observé discutir y… —se me hizo extraño que el esposo de Victoria no hubiese hecho ninguna pregunta acerca esa noche aún, parecía querer mantenerse en la bruma de la mentira o no enfrentarse con la realidad.

Quizá ellos eran una de esas relaciones modernas en las que pueden tener aventuras ocasionales.

—¿Y? —La voz de Carlisle me sacó de mis divagaciones.

—Y besarse como dos amantes podían hacerlo, luego discutieron un poco más y el hombre le disparó… ¿Por qué lo hizo? No lo sé.

La copa que Esme tenía en sus manos se estrelló contra el suelo. Ambos la miramos.

—¡Perra! —masculló Esme, furiosa, Carlisle giró su rostro para verla—. No me mires así, Carlisle, Edward no merecía eso —farfulló antes de caminar hacia la ventana.

—¿Eso es todo? —murmuró Carlisle.

—Sí, señor, es todo. —El hombre se veía consternado, pero entendía su necesidad de saber lo ocurrido, era la misma que corría por mi cuerpo cuando desperté después del accidente que se llevó las vidas de mis padres y de mi hermano.

Al final tomé la botella que Esme había colocado sobre la mesa, giré la tapa y bebí un poco de agua.

—Todo sucedió muy rápido —hablé—, incluso podría decir que fue inesperado para todos los que estábamos ahí, incluso para ellos.

—¿Por qué no intervinieron?

—Nadie se inmiscuye en problemas de pareja.

—¿Pareja? —Esme parecía confundida.

—Según Benjamín, no era la primera vez que él los veía discutir, pensamos que con el tiempo resolverían su problema, como dije anteriormente, fue todo muy rápido.

—¡Maldita sea! —Esme miró a Carlisle y respiró profundamente, el teniente continuó con su interrogatorio, no sin antes llevarse la mano a la frente y susurrar algunas frases melancólicas.

Me di cuenta de que lo que había estado guardando lo revelé sin siquiera pensarlo, había mantenido el secreto de que Victoria era la mujer de Daddy y ni siquiera sabía por qué, cuando di mi declaración simplemente lo omití, hasta hoy.

—Gracias hija. —El hombre me palmeó la mano.

—No hay de qué, ahora necesito hablar con el teniente Aro Vulturi, ese hombre está afuera y yo necesito saber si la agente Brandon está bien.

—La agente Brandon está siendo operada en estos momentos, su estado es crítico.

Una especie de pesadez se instaló en mi pecho. No pude evitar que mi interior se contrajera y mi espalda se recostara en la silla.

—Ella… ¿Estará bien?

—Todos lo esperamos.

—Aun así, el teniente Vulturi es quien lleva el caso, él debería saber que estoy aquí, con Daddy suelto creo que necesitaré el doble de custodios y…

—Edward será tu custodio. —Carlisle se acercó un poco más a mí, vi a Esme volver al bar y rellenarse la copa que todavía no terminaba—. Con Daddy en las calles es peligroso para ti tenerte en alguna de nuestras casas seguras. Aunque lamente decirlo, creo que Daddy tiene la ubicación de todas esas casas, es por eso que Edward y tú se esconderán un tiempo. No tienes de qué preocuparte, la policía y la DEA trabajamos en conjunto para atrapar a ese hombre.

—Pero soy parte del programa de protección a testigos, yo tengo que… —tartamudeé. El hombre negó con la cabeza interrumpiendo cualquier cosa que fuera a decir.

—El departamento de policía no puede protegerte —sesgó Carlisle—. Es para mí, como miembro del departamento de policía, una vergüenza tener que decirlo, pero es la verdad. Intentaron matarte en custodia de los Marshals[1] y la agente Brandon que te conducían a la casa segura. Edward es uno de mis mejores oficiales, sirvió al país en Irak y ha sido un gran oficial, conoce de defensa personal, armas y combate. Es preferible que sea un hombre que un pelotón, pasarán desapercibidos.

—¿Dónde iremos? —Un dolor se instauró en mi estómago, sentía el miedo corriendo lentamente en mi interior.

—Es preferible que no sepas la ubicación —habló el teniente Cullen con tono paternal—. Es por tu bien, solo debes mantenerte oculta entretanto el departamento captura a ese hombre.

—¿Cuánto tiempo tendré…? —Tragué el nudo en mi garganta—. ¿Cuánto tiempo tendré que esconderme? —pregunté, sintiéndome la triste marioneta de la incertidumbre.

—No lo sé, pero haré todo lo que esté en mis manos para que lo capturemos lo más pronto posible, está identificado gracias a ti. —Hizo una pausa mirando a Esme, quien nos observaba sin decir una palabra—. ¿Dónde está Edward? Es preferible que salgan del estado antes de que amanezca.

—Iré por él —dijo Esme dejando la copa a medio acabar en el escritorio, antes de salir de la habitación, miré la copa y el deseo de tomar un trago fuerte caló en mi interior; al parecer, el teniente leyó mis pensamientos porque se levantó de la silla, tomó una copa y la llenó con un líquido ambarino, luego la dejó frente a mí.

—Bebe, lo necesitas después de todo lo que ha ocurrido. —Solo era un poco, pero el licor quemó mi garganta.

—¿Qué es? —dije observando la copa que Esme había colocado frente a mí.

—Güisqui de malta escocés, parecías necesitar algo fuerte.

—Alcohol, no gasolina. —Bebí otro trago de agua.

—Puedo pedirte un favor, Isabella. —Se removió incómodo.

—Depende del favor, teniente. —Tragué grueso, no sabía lo que ese hombre iba a pedirme.

—Eres una chica lista. —Me dedicó una sonrisa cansada—. Puedes llamarme Carlisle. Solo quiero que sepas que, como conmigo, no estás obligada a responder ninguna pregunta de un oficial que no esté a cargo de la investigación, Edward lo sabe, él intentará preguntarte sobre esa noche, es tu decisión contarle o no, pero preferiría que no le comentases el hecho de que mi hija y ese hombre…

—¿Que ella le era infiel?

El hombre asintió presuroso.

—Edward no puede perder el objetivo y ese es protegerte. No sé hasta qué punto le afecte el hecho de saber que mi hija se estaba viendo con otro hombre.

—Creo que lo sabe.

—Lo intuye, sí, pero no sabe cuánto tiempo, y es mejor que siga siendo así.

—Esme me escuchó, ella le dirá.

—Esmerald quiere a Edward como si fuese su hijo, sabe que esto le causará un gran dolor. Mi hija no era una mala chica —resoplé, la mujer mantenía a su amante al tanto de las actividades de su padre y esposo—. Sufrió mucho tras la pérdida de su madre y pocos meses después murió su hijo.

¿El policía tenía un hijo?

—¿Entonces puedo contar con tu discreción? —Abrí la boca para hablar, pero en ese momento Esme entró con Edward, se había quitado la barba y hecho un nuevo corte de cabello, al estilo militar, llevaba puesta la misma ropa y sostenía dos maletas—. ¿Todo en orden? —preguntó Carlisle.

—Sí, tengo mis cosas y algunas para Isabella de parte de las chicas.

Esme le tendió un maletín.

—Es preferible que salgan por el callejón, Félix se encargará de eliminar la cinta de las cámaras.

—Vendrán a buscar a Edward aquí —argumentó Carlisle—, es extraño que aún no lo hayan hecho.

Salimos del estudio y bajamos las escaleras con rapidez, no sabía a lo que me estaba exponiendo, pero, paradójicamente, me sentía segura con el policía. Fuera del lugar una ligera llovizna caía, no me sorprendí, ese era Seattle, el lugar donde llovía trescientos sesenta de los trescientos sesenta y cinco días del año. Una camioneta Toyota azul doble cabina, tipo pick up, estaba aparcada.

Edward colocó las maletas en la parte trasera de la cabina y Esme se acercó a él para abrazarlo.

—Cuídate, llámame cuando puedas.

Carlisle negó.

—Es preferible que no uses tu teléfono personal, no sabemos si la policía o ese hombre puedan intervenir tu número. —Le entregó una tarjeta—. Cuando llegues a este lugar, pregunta por Snoppy, él te entregará todo lo necesario para que la cabaña sea un lugar seguro. —Edward asintió y estrecharon sus manos con un fuerte apretón—. Toma calles no tan concurridas y consigue dos celulares que no sean rastreables, preferiblemente desechables.

—¿Dos?

—Uno para ti y otro para Isabella, ella necesita tener comunicación en caso de que se separen.

—No voy a separarme de ella, al menos no hasta que encuentren a Daddy, sube al auto, Isabella.

Hice lo que me pidió y él también subió.

Carlisle se acercó a la ventana.

—Tan pronto consigas los celulares, llámame, solo un timbre y sabré que eres tú y te llamaré de un celular que tampoco pueda rastrearse. —El policía asintió, a lo lejos podían escucharse sirenas de policía, por un segundo todos nos quedamos de piedra.

—Hay un topo en la estación —susurró Edward—, eso es lo que intentaba decirme Alice.

—Si es así lo hallaré, váyanse ahora. —Golpeó el cofre y Edward encendió el motor.

Cerré los ojos, escuchando el motor rugir en lo que el poli nos sacaba del aparcamiento.

Al cruzar la calle, dos patrullas de policía se estacionaron en la entrada del club de Esme.