Existen momentos en nuestras vidas que marcan un antes y un después. Son momentos que jamás olvidaremos por lo aprendido, por las sonrisas que nos provocaron o por las lágrimas derramadas.
Aquella tarde de octubre quedará marcada en mi memoria y en mi corazón por el resto de mi vida. Incluso hoy, luego de casi dos semanas, puedo sentir la brisa fría que corría y hacía mecer las hojas de los árboles; puedo sentir el aroma del café y las galletas de avena que había preparado esa misma tarde.
Y, lo recuerdo perfectamente, él estaba sobre la cama con sus ojos cerrados y en su rostro estaba plasmada una pequeña sonrisa...
Creí que dormía, creí ver como su pecho subía y bajaba, creí que aquel momento no llegaría tan pronto...
Sabía que su tiempo era limitado, que su corazón se iba debilitando poco a poco, sin embargo, tener la certeza de que había muerto fue muy doloroso de asimilar.
Recuerdo como mi propio corazón comenzó a latir acelerado cuando lo llamé por su nombre y no respondió. Y, me acerqué hasta la cama, temerosa fue acercando mi mano a su mano.
Su piel estaba fría y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Y sin siquiera poder evitarlo las lágrimas brotaron de mis ojos, incontrolables.
Dolió y el dolor caló hondo, porque había perdido a mi amigo, al hombre que una vez amé...
El velatorio y el funeral son imágenes borrosas en mi mente, ni siquiera soy capaz de recordar quiénes asistieron o quiénes se acercaron a mí a darme las condolencias.
En esos momentos, deseé con toda el alma tenerlo cerca, sentir el calor que sus brazos me brindan. Saber, que aunque de sus labios no salieran palabras, su silencio y su predencia serían el alivio perfecto para el dolor que sentía.
Pero, él no estaba, se había ido...
《¡Basta, Hermione!》me digo a mí misma, no quiero caer en esa vorágine de sentimientos y emociones que su recuerdo provoca en mí.
Ahora que Ron no está, es aún más difícil tomar una decisión, no quiero parecer una insensible al salir corriendo en busca de Severus, no, cuando aún está muy reciente la muerte del que era mi esposo...
¿Cuánto tiempo debo esperar? ¿Acaso Severus me esperará aún más?
Y el sólo pensar que él pueda hacer a un lado lo que vivimos y encontrar en otra mujer el amor, hace que los celos se apoderen de todo mi ser...
Ese pensamiento es interrumpido cuando me doy cuenta que la chimenea se ilumina anunciando así que alguien viene.
De las llamas verdes aparece Luna con un vestido celeste de volantes, sus aretes de rábano y una bonita sonrisa que hace que en mi rostro se forme una igual.
- He venido a ayudarte a empacar - explica dejando su bolso color rosa sobre el sofá.
Yo asiento, agradeciendo internamente su compañía. Sola no podría enfrentarme ante los recuerdos que cada rincón de está casa posee.
Así que en silencio nos ponemos manos a la obra, primero con la cocina, luego pasamos a la sala de estar y de último nuestra habitación.
Me quedó como petrificada al observar aquella habitación, Luna me toma de la mano y sonríe dándome así el apoyo que necesito.
Mi amiga se dirige al armario, mientras yo me dirijo a mi lado de la cama. Tomó el portaretrato que tiene la fotografía de la primera navidad que pasamos juntos luego de nuestra boda.
Los ojos se me llenan de lágrimas y un sollozo involuntario sale de mi boca.
No puedo deshacerme del sentimiento de culpa que llevó desde que acepté el amor que nació por Severus, y al mismo tiempo, siento que no hice nada malo porque el tiempo que amé a Ron fue sincero y fui feliz, ambos fuimos felices.
Observó la fotografía y sonrió porque esté será uno de los tantos recuerdos que atesorare en mi corazón.
Ronald fue mi antes. Fue esa etapa de mi vida en la que conocí por vez primera el amor, él fue el amigo que te apoya en todo lo que hagas y te ayuda en las dificultades.
Tuvo sus momentos de inmadurez pero la guerra, el exilio, la pérdida de personas a las que amabamos lo hicieron madurar convirtiéndose en un hombre valiente, amoroso y comprensivo.
Y a mi mente acude el recuerdo de una noche unos días antes de su muerte:
- Deberías buscarlo... - dijo rompiendo el silencio que nos rodeaba mientras comíamos nuestra cena.
- Vuelvo a repetirte: no me iré de tu lado en estás condiciones, me necesitas - él negó con la cabeza y lanzó un suspiro.
- Eres una terca, así que no diré nada más sobre el tema, sólo si me prometes algo - lo observé frunciendo el ceño y asenti.
》Prometeme que cuando yo muera irás a buscarlo, le dirás que lo amas y serás feliz sin importar lo que digan. Es momento de que hagas lo que te hace feliz a ti, sin tomar en cuenta lo que terceros digan, sientan o hagan. No sientas culpa o remordimiento, no cuando lo que hiciste y sientes no fue premeditado o un pecado.
Yo sé perfectamente que me amaste, que me hiciste feliz, que has sufrido todo esté tiempo al ser testigo de mi deterioró. Así que, ha llegado tu momento, Hermione. Sé feliz con el hombre al que ahora amas...
Sus palabras hacen eco en mi mente, mientras terminó de empacar lo que queda sobre el tocador, estoy sola en la habitación pues Luna está abajo encogiendo los muebles.
Cierro la maleta y encojo la cama, las mesitas de noche y el resto de muebles que habían allí.
El espacio luce más grande y vacío.
En silencio le prometo que seré feliz, que lo buscaré y le gritare que lo amó, que quiero pasar el resto de mi vida junto a él.
Y me prometo a mí misma que ya no sentiré culpa, que ya no antepondre a los demás por sobre lo que yo quiero y siento.
Hoy dejo atrás el antes para buscar el después.
Hoy decido ir a Holanda en busca de él...
