Malahide, Irlanda
Terminé de escribir la respuesta a la carta que una vieja amiga me había escrito hace unos días. Enrolle la hoja de pergamino y la até a la pata de mi lechuza, está alzó el vuelo saliendo por la ventana.
Pude observar como el animal se perdía en el horizonte bajo los últimos rayos del sol, la noche iba cayendo poco a poco sobre Malahide la villa que había escogido para exiliarme de lo que ocurría en Londres.
Había dejado los encargos del laboratorio a Draco, es al único que le tengo la confianza suficiente para que cumpla con la elaboración y entrega de las pociones.
También le pedí explícitamente que no me molestará con nada, a menos que fuese una emergencia.
Quería alejarme de todo y de todos, pensar y esperar...
Esperar a que ella tomé la decisión definitiva. Pero, ¿cuánto tiempo debo esperar? Y sin dudarlo, esperaría todo lo que me queda de vida porque estoy seguro que la amo y nadie podrá ocupar su lugar.
Ella es mi todo...
Y alejó de mi mente los recuerdos, que tratan de hacerme caer de nuevo en culpas y recriminaciones que no vienen al caso. Me levantó para ir a la cocina y preparar algo rápido para la cena, y tal vez debería tomar una poción para dormir, sino, está sería la quinta noche consecutiva sin dormir.
Recalente un poco de lasaña que había dejado de ayer y me sirvo una copa de vino. Tomó asiento y antes de llevarme el primer bocado a la boca alguien toca a la puerta.
¿Quién podrá ser? Me preguntó, pues no conozco a nadie que pueda visitarme. Pienso que tal vez es Draco, sin darle más vueltas al asunto me levantó y me dirijo hacia la puerta para abrir, y ante mí aparece la imagen de Hermione, con una maleta a su lado, sus rizos sueltos y en sus ojos puedo ver tristeza.
Tomó la maleta y le indicó que pase adelante, cierro la puerta, el silencio nos rodea y sé perfectamente lo que debo hacer. Abro mis brazos y ella sin dudarlo se abalanzó hacia mí.
- A muerto...- me dice en un susurro confirmando lo que había pensado en cuanto la vi.
Sus lágrimas surcan su rostro, la tristeza invade su corazón y sin decir palabra alguna dejó que lloré...
Que lloré la pérdida de un amor que la hizo feliz. Que lloré la pérdida de un amigo incondicional. Que lloré para que su dolor sea más soportable...
Una muerte jamás se supera pero con el tiempo aprendemos a vivir con el recuerdo de esa persona, y es válido de vez en cuando extrañarla y llorar por el vacío que ha dejado, un vacío que no puede ser llenado con nada ni nadie.
Yo mismo he tenido episodios en los que extraño a mi madre, su sonrisa y los mimos que me daba cuando estábamos solos...
Admito también que de vez en cuando el recuerdo de ella invade mi mente, y la nostalgia de aquella amistad que tuvimos hace que la extrañe, ahora sin que me carcoma la culpa o las recriminaciones que yo mismo me hacia tiempo atrás.
Apartó de mi mente dichos pensamientos para concentrarme en la mujer que tengo entre mis brazos, me deleitó con el aroma a flores tan característico de ella, y la calidez que nos envuelve a ambos me da paz y tranquilidad.
El llanto ha remitido y sé que ella también está disfrutando este abrazo, con su cabeza apoyada sobre mi pecho y los ojos cerrados al igual que yo.
Dejó un beso en su coronilla y puedo sentir como sonríe y se abraza más a mí.
- Me siento cansada - dice para luego bostezar. Sé que pronto caerá dormida.
Por lo que sin decir nada, la cargó y subo las escaleras hasta mi habitación. Ella abre un instante los ojos y me sonríe, sonrisa que yo le devuelvo.
La colocó sobre la cama, le quitó los zapatos y la cubro con la sábana. Está profundamente dormida, estoy seguro que el cansancio es debido a todo lo que tuvo que pasar luego de la muerte de su esposo.
Y hacerse la fuerte en público le está pasando factura.
Me dirijo a la ventana para cerrarla pues a ella no le gusta dormir con ella abierta. La luz de la lámpara de la mesita de noche es la única fuente de luz dentro de la habitación.
Tomó asiento en el sofá que está frente a la cama, enciendo un cigarrillo y le doy una fuerte calada. Sonrió porque esté escenario me resulta conocido pero hoy las circunstancias son tan diferentes.
Ella es ahora una mujer libre, ella ahora es completamente mía...
Doy otra calada al cigarrillo y me quedó embelesado observando su rostro de facciones finas y labios rosados. Su cabello está esparcido sobre la almohada, de rizos castaños suaves entre mis dedos cuando los acaricio.
Ella es tan hermosa, valiente e inteligente. La amo, como no amé a nadie más...
Ella trajo paz a mi vida, silencio los demonios que llevaba conmigo y le dio luz a la oscuridad en la que me encontraba sumergido.
No sé que tendrá para decirme, y no puedo asegurar que ha venido a decirme que estará conmigo. Tal vez quiera más tiempo para guardar el luto que le debe a su marido o tal vez ya no quiera tener ninguna relación con nadie...
Apartó de mi mente esos tontos pensamientos no puedo adelantarme, debo esperar a que de sus labios escuche lo que tiene para decirme.
Me concentro nuevamente en su figura sobre la cama y me da paz ver su rostro sereno, de pronto una sonrisa se forma en sus labios, parece estar teniendo un sueño, uno bueno...
Termino el cigarrillo y me dirijo al baño para cambiarme y recostarme un momento junto a ella. No tomaré la poción porque quiero velar sus sueños, disfrutar de tenerla a mi lado.
Una vez me he cambiado voy a la cama y me posiciono junto a ella y acarició su mejilla, ella se remueve hasta quedar de costado frente a mí.
Suspira aún dormida y yo me quedó absorto observandola.
Poco a poco el sueño va apoderándose de mí, mis ojos pesan y antes de caer rendido escuchó su voz diciendo:
- Duerme amor mío, yo cuidaré tus sueños.
