II

.

Era la tercera sesión de Harry de vuelta con el sanador mental. Y aunque pudo contarle lo que le trajo nuevamente como paciente —lo resumió a que terminó una relación de cinco años debido a que le fue infiel su pareja—, no podía evitar pensar si sólo estaba exagerando sus sentimientos, maximizando lo que le provocó la ruptura con Draco.

Había dejado de verle hace tres semanas.

Y luego había hecho esa estupidez.

Harry, quiero que me cuentes de tu relación con Draco. —Scholmo le veía, dejando cerca de la mesa una pequeña jarra de agua, que él no dudó en tomar un vaso y vertió en él agua una y otra vez, bebiendo todo el líquido de golpe—. ¿O aún no quieres hablar de él?

Harry respiró hondamente antes de hablar, evitando el temblor en sus labios.

No estoy seguro de poder hablar sin querer llorar…

Bueno, creo que pediste que nos viéramos nuevamente porque, precisamente, necesitabas un espacio donde poder hacerlo sin sentirte agobiado o señalado. Aquí no eres El chico que vivió dos veces, o el chico de oro, o cualquiera de los apelativos y expectativas que todos sembraron sobre ti… eres sólo Harry —dijo Scholmo con tranquilidad—. Eres un ser humano, y puedes darte el lujo y derecho de sentirte de la forma que necesites hacerlo.

¿No cree que estoy… siendo dramático? —preguntó Harry, con duda y nervios de por medio.

Eso es algo que yo no puedo juzgar, lo sabes —respondió Scholmo tranquilamente.

¿Pasará algo si esta sesión no quiero hablar aún de Draco? —Harry estaba lleno de dudas. Aún le dolía siquiera recordar el nombre.

Podríamos dejarlo para otra sesión, no tengo problema con ello —contestó el otro y se levantó de su asiento—. Aunque si él fue el motivo por el que volviste, necesitamos trabajar, y qué mejor forma, que me cuentes cómo eras con él, cómo te sentías con él, las cosas que decidías por ti o por él. Puedes comenzar con el final o el principio… cualquiera nos llevará.

Harry asintió. Sabía que debía de hablarlo, sobre todo porque él fue quien decidió volver ahí. De solo recordar los buenos momentos, las agrias situaciones, y todo el dolor que llevaba en su pecho…

Era el momento. Tenía que enfrentarse a eso… tarde o temprano.

.

.

Harry quería llegar a Grimmauld Place más rápido de lo que nunca deseó. No quería hacer uso de magia para llegar ahí, por lo que, al salir del departamento, caminó un par de cuadras hasta llegar a un parque y se quedó ahí sentado en la acera; no tenía ánimo de comer, siquiera de probar una tarta de melaza, y esa nunca la había rechazado.

Y no era para menos, tomó la decisión de despedirse de toda una vida con quien, pensaba, era el amor de su vida.

Bueno, quizá Draco era el amor de su vida, pero él no era el de Draco.

Abrazó sus piernas, queriendo confortarse un poco en su soledad. No quería interrumpir la luna de miel de sus mejores amigos, habían esperado tanto por ese viaje… y definitivamente acudir a la madriguera no era una opción, Molly era una buena madre, pero lo último que quería en ese momento, era que existiera un lugar donde Draco pudiera encontrarle fácilmente.

No estaba seguro de poder contenerse en una pieza por segunda vez.

Tampoco quería ir con Luna, o Neville… en realidad, no quería ir con alguien que supiera de Draco tanto como todos los que le rodeaban. No deseaba hablar de ello.

Y por eso, recordó un lugar al que Draco nunca había ido y al que Harry acudido desde ya hacía tiempo.

Tomó un taxi y dio la dirección de los suburbios del Londres muggle; aquel sitio era el último que Draco quisiera ir por voluntad propia pues, aunque ya no tenía prejuicios de sangre pura, aun hacía falta bastante trabajo para que él decidiera hacerlo por su cuenta.

Harry tenía muchos años de no ir a esa zona; era algunas calles cerca de la antigua casa de sus tíos en Privet Drive, pero las casas de este lado eran modernas, y distaba enormemente de la simplicidad y homogeneidad con la que se veía donde vivía con su familia no tan apreciada. Llegó a una casa de color crema con tonos claros; bajó del taxi y le pagó al conductor un pequeño extra por tan largo viaje, se acercó y vio el hermoso jardín repleto de flores que lo adornaban, se puso frente a la puerta de metal pintado con un tono chocolatoso y tocó el timbre, anunciando su presencia fuera de la puerta.

Quien le abrió la puerta, fue una mujer muy bajita, apenas y llegaba al pecho de Harry; su cuerpo era menudo, delgada y curvilínea, con unas impresionantes pecas esparcidas en sus mejillas y el cabello castaño agarrado en una coleta alta. Usaba un traje típico ejecutivo color gris, y el mandil color rosa le daba ese toque hogareño que tanto combinaba con el hogar.

Era Marie, la esposa de Dudley.

—¡Harry, qué milagro! —dijo ella muy efusiva y con una sonrisa—. Regañaré a Dudley porque no me contó que vendrías, ¡hubiera preparado esa tarta que tanto te gusta!

—Hola Marie —respondió Harry al abrazo que le dio—. En realidad, Dudley no sabía que vendría… espero no interrumpir.

Ella le miró con intriga de arriba abajo, y en cuanto reparó en la maleta que estaba detrás de él, abrió los ojos un poco más, pero no dejó de sonreírle.

—Por supuesto que no, pasa —contestó ella tomando la maleta de Harry, con soltura. Harry sabía por Dudley que ella fue campeona de boxeo cuando iban en la universidad, y por lo que veía, mantenía esa fuerza que había enamorado a su primo—. Sólo estaba preparando el postre. Dudley salió a comprar pizza con Annie.

—Muchas gracias por la hospitalidad —respondió Harry acercándose hasta la barra de la cocina. Marie continuó batiendo una mezcla dentro del recipiente.

—No te veíamos desde hace cinco meses, cuando fue el cumpleaños de Annie —contestó ella y Harry recordó con vergüenza que eso era cierto.

Él y Dudley retomaron su relación y se dieron una oportunidad como familia hace tres años, cuando Dudley, desesperado, le envió una carta a Harry —cosa muy extraña, porque aun cuando lo envió por correo normal, llegó a Harry por lechuza—, suplicándole que acudiera a su casa, ya que su pequeña Annie tuvo una demostración de magia accidental, y convirtió en algodón de azúcar el cabello de la tía Petunia. Claramente, Annie era una bruja, y Harry estuvo feliz porque eso fue lo que se necesitaba para que Dudley dejara de temerle a ese mundo en que vivía —daba algo de crédito, las experiencias de Dudley con la magia no eran las más placenteras—.

Y con ello, se volvió conocido y amigo de Marie, la esposa de Dudley quien, aunque tenía sus reservas, decidió darle una oportunidad por el bien de su hija; frecuentemente, intercambiaban cartas y él acudía cada dos meses sin falta a visitarlos. Con esa frecuencia, se dio cuenta que Marie tumbó su puesto como el más odiado por Petunia y Vernon Dursley, pues ella era la perfecta antítesis de lo que ellos esperaron de una esposa para su hijo.

Por ello, su amistad creció. Le entristecía que su tía y tío tuvieran el corazón para abandonar a su nieta por su herencia de bruja; aunque la tía Petunia enviaba regalos en cumpleaños y navidad, no compensaba la ausencia que dejó. Sin embargo, Harry estaba seguro de que, por el momento, era lo mejor para la pequeña Annie.

—Estuve bastante ocupado últimamente —dijo evitando en lo posible hablar de Draco, y estaba internamente agradecido que Marie no lo mencionara—. Pero espero que les guste la dote de dulces que les envío cada mes, confío en que mantienes la dieta de nuestro Big D.

—Por supuesto —respondió ella vertiendo la mezcla al molde que ya tenía preparado—. Si me descuido un poco, Dudley se vuelve adicto y tenemos que hacer más ejercicio del que deberíamos. Mira, prueba un poco.

—Es delicioso —contestó Harry probando la mezcla de la cuchara que sostenía Marie.

—¿Verdad? Lo mejor es que Dudley ni se entera que estos panecillos tienen 50% menos grasas porque tienen el mismo sabor. Si tan sólo fuera igual de buena cocinera para preparar comida como lo soy de repostera.

Harry rio por el evidente orgullo que tenía Marie por su alta repostería. Desde hace poco más de un año, él le comentó la receta de la tarta de melaza, y ella encantada la preparó. Harry prometió que era de las mejores —solo tal vez, después de la que le preparaba Molly—, y ella se esforzaba siempre por mejorar la receta.

Escucharon la puerta principal abrirse, y después un grito de una pequeña niña.

—¡Tío Harry! —La voz de Annie retumbó por toda la casa y la llenó de más vida.

—Hey, ahí está mi mujer favorita —respondió Harry cargando a Annie, quien le dio algunas vueltas y después la levitó en el aire.

—Harry, es un milagro, justo tenía una carta escrita para ti en mi escritorio, la quería enviar ayer, pero el búho nunca apareció. —Dudley se veía contento, cargando pizza que seguramente compró con permiso de Marie por ser sábado.

—Ayer no trabajó el ministerio, fue día festivo —respondió Harry, intentando evitar de su mente la fiesta de ayer y todo lo suscitado después de ello.

No, aún no.

—Oh, incluso los magos tienen días inhábiles —dijo Dudley genuinamente sorprendido—. ¿Y la maleta para qué es?

Harry se tensó ante la pregunta. Annie seguía flotando en el aire y Marie fue quien leyó la espesa bruma que se cernía sobre los ojos de su invitado.

—Vamos Dudley, no agobies a Harry con tus preguntas. —Marie se acercó a su esposo y lo besó en la mejilla—. Cenemos y cuando Annie duerma, platicamos.

—No voy a dormir, haré pijamada con tío Harry —dijo Annie con puchero en su rostro.

Para Harry, fue imposible no compararla con el ceño caprichoso que ponía su primo cuando eran niños, aunque en Annie, se veía encantador. Tal vez todos agradecían que fuera idéntica a Marie, con las mejillas repletas de pequitas y el cabello castaño. Sólo eran los ojos azules que heredó de Dudley lo que le daba ese efecto de dulzura a todo lo que ya era esa niña.

Apostaba a sí mismo que, si las cosas no cambiaban mucho, Annie acudiría a la casa de Slytherin.

Y sería casi igual de tierna y calculadora como lo era Draco.

—Por supuesto —respondió Harry—. Vamos a cenar y después pijamada.

.

.

Después de una amena cena, y de algunas horas de juego con Annie en el patio y luego en su cuarto, encantando sus juguetes y el techo con estrellas como en el gran comedor en Hogwarts, sólo le bastó a Harry leerle un cuento a la pequeña Annie para que ella cayera rendida al mundo de los sueños.

Harry le besó una mejilla y se retiró lentamente de la improvisada casa de campaña, tratando de hacer el menor ruido posible para no despertarla; conjuró un pequeño truco de detección de ruido para poder bajar con tranquilidad con su primo y su esposa, quienes esperaron a que subiera a dormirla para ver una película juntos.

Para la pijamada, transfiguró unos pequeños trozos de tela para hacerlos dos pijamas iguales para Annie y él; el estampado de flores era sutil, pero le causaba risa como combinaba perfectamente con los pantalones azul cielo que eran holgados. A esa hora, no quería buscar en su maleta alguna de sus cambios de ropa para la noche.

Bajó lentamente, esperando no interrumpir alguna escena romántica entre la pareja, al contrario, vio a Dudley apagar el televisor y Marie abría una botella, trayendo vasos de la cocina.

—Vamos a abrir esta belleza que nos regalaste hace un año —dijo Marie mostrándole el whisky de fuego—. Dudley me dijo que necesitábamos una ocasión especial… y a la mierda la ocasión especial, no quiero morir sin haber probado esto.

—Ten cuidado, es más fuerte que el whisky convencional —dijo Harry temiendo que bebieran demasiado… aquí no tenía ingredientes para hacer una pócima para la resaca.

—No te preocupes, Harry —contestó Dudley acercando algunos bocadillos—. Marie ganó el concurso de tarros de cerveza en la universidad. Ella tiene un hígado más fuerte que tú y yo juntos, te lo apuesto.

—Si no cae después de la tercera, te creeré.

Harry vio a Marie sonreír. Esto era un reto.

Después de un poco de charla ocasional, como Dudley preguntando por los Weasley, o por su trabajo, y de Harry interesándose en los nuevos negocios que estaban desarrollando ellos, como la expansión de la panadería de alta cocina y el servicio de banquetes, llegaron al punto ocasional en que las risas se desvanecieron y Dudley le miró bastante serio.

—¿Qué ocurre Harry?

—Sabes que nosotros te vamos a escuchar, ¿cierto? —dijo Marie, quien ya iba terminando el segundo vaso y aun se veía bastante bien.

La preocupación de ellos, el sentimiento de soledad, el agobio que sentía en su cuerpo por no poder expresar lo que guardaba en su pecho… fue todo lo que Harry necesitó para romperse y dejar salir de sus ojos el riachuelo de lágrimas que tanta falta le hacía. Sólo había llorado un poco antes de despedirse de Draco, pero estos gritos ahogados que daba trago tras trago eran los que expresaban por completo la traición que sintió al ver a su novio besando apasionadamente a Louis; sin querer mencionar o recordar lo que sintió cuando cargó a Draco hasta su recámara, y sintió a través del pantalón de su ex pareja, la evidente prueba de que no se conformaron con ello y tuvieron sexo ahí, en el salón de eventos del ministerio.

Les contó todo lo que sucedió. Ellos ya sabían de la existencia de Draco como su pareja oficial, podían sentir cuanto lo amaba Harry a través de sus palabras y de cómo se expresaba de él; más les ayudó todo lo que Harry relataba para comprender lo que significaba para él, y como no necesitó más que eso para saber que por sí mismo, no era suficiente para Draco.

Cuando llegó a la parte de la fiesta de ayer, Dudley se veía bastante pasmado —no que fuera un mojigato, pero definitivamente tener sexo en lugares públicos… bueno, tener sexo con tu amante en el mismo lugar donde estaba tu novio, no era precisamente una de sus fantasías—, y Marie… ella se veía peligrosamente tranquila.

O eso pensaron hasta que la fuerza de la mano de Marie destrozando el vaso que sostenía les sacó de su burbuja. Dudley corrió por el botiquín de emergencia de su baño y regresó para curar la herida en la palma de la mano de su esposa.

—Ese idiota —dijo Marie masticando la grosería.

—Marie… —Dudley también quería decir algo, pero se limitaba para no lastimar a Harry más de lo que ya se veía.

—No, déjame hablar. —Su voz era dominante y eso bastó para callar a Dudley—. Harry, sé que amas a Draco mucho, pero necesito felicitarte por tan valiente paso que diste. Se necesita demasiada voluntad para enfrentar de esa forma tan tranquila a alguien que te hizo tanto daño.

Harry no sabía si felicitarse por ello o no.

Lo que sí sabía, era que le dolía mucho.

—Harry, somos familia, ¿comprendes? Nunca estarás solo.

—Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites —dijo Marie acercándose a Harry y le volvió a abrazar como en la tarde, pero ahora comprendiendo el rostro desolado que le vio en cuanto abrió la puerta.

Si existía un poco de justicia en la vida, Harry iba a sentir con ese abrazo familiar, como si el vacío en su pecho desapareciera.

Aunque fuera un instante.

.

.

Draco, hemos hablado de tu padre, de tu madre y de cómo te sientes ante el agobio que hay en ti por cumplir las expectativas que los Malfoy plantaron sobre ti sólo por llevar un apellido, incluso hablamos de tus amigos Pansy y Blaise…

Me siento cómodo hablando de ellos. Me recuerda que tengo un hogar —respondió Draco. Después de seis sesiones, ha logrado encontrar un momento de relajación ahí, dentro del consultorio.

Pronto, se volvió su lugar favorito estando ahí, bebiendo el café barato que tanto criticaba su padre y desafiando la etiqueta sentado de la forma más impropia sobre un pequeño sofá de cuero.

Pero mencionaste a un Harry al inicio de la primera sesión, y no ha vuelto a salir su nombre, ¿quién es?

Draco se tensó ante la pregunta. ¿Qué era Harry Potter? ¿Quién era Harry para él? No sabía qué responder a ello. Era similar a una obsesión profunda, muy arraigada en su ser desde la tierna edad de once años, la única constante que había en su vida…

Yo… no estoy seguro de querer hablar de él en este momento —respondió, reflejando tensión en su rostro, el cual se volvió amargo.

Descuida, no te voy a presionar. —Anna se levantó de su asiento y caminó hasta la cafetera que estaba sobre la chimenea—. Puedes hablarme de él cuando te sientas listo.

Gracias. Él es… complejo para mí en este momento. —Draco bebió todo el café de su taza—. Quiero y no hablar de él… siento que quiero sacarlo de mi mente, lanzarme un obliviate o algo para ya no tenerlo aquí, pero sólo pensar en no tenerlo cerca, es...

Draco llevó su mano al pecho.

Comprendo —dijo ella dejando un poco más de café en las tazas de ambos—. Algunas veces, queremos mantener el silencio para no desatar más dolor dentro de uno mismo… te enseñaron a mantenerte al margen de las emociones, y mientras menos hables de ello, estarás protegido; pero, sabes, no es recomendable hacerlo.

Harry… duele aquí. Y todo es mi culpa… —dijo Draco mirándola a los ojos—. Lo lastimé en un intento de que él no me lastimara. Traicioné su confianza para yo estar seguro. Pero nunca me salen bien las cosas, siempre he de hacerlas peor. Él es perfecto y yo…

Draco se quedó callado. Le costaba reconocer, en voz alta, que se sentía una escoria.

Draco, la vida no se trata de ser el malo o el bueno de la historia. —Anna perdió la rectitud y se acercó a él, aun estando sentada al otro extremo de la sala—. Somos humanos, cometemos errores… no puedes torturarte por aquello que hiciste, debemos buscar mejorar a través de ellos. En tus palabras, durante toda tu vida, tu padre colocó sobre ti demasiados deseos personales, y tú eres un hijo que quería complacerlo, aceptándolo sin cuestionar… y aunque fuiste rebelde en algunas cuestiones, viviste bajo la sombra amenazadora de quien, se convirtió más en un verdugo que en un padre para ti.

Draco evadió la intensa mirada de Anna sobre él. Miró el atardecer que hacía presencia en el cielo que veía a través del ventanal, prendándose de los colores rosados y naranjas que tanto le relajaban.

Odio a mi padre…

La sinceridad es buena en este espacio.

Anna apareció una caja de pañuelos en la mesa que estaba a su costado… no supo en qué momento comenzó a llorar.

.

.

.

N/A: ¡Hola! Bueno, esta historia sí que me ha inspirado... y me he estado desvelando, pensando, imaginando, escribiéndola... me alegra que aún con los tags que tiene, la gente se aventure conmigo a esta historia que promete angst. Adoro el headcanon de Dudley siendo un buen primo para Harry, así que aquí, este bonachón Big D. es dulce, al igual que Marie, su esposa y Annie maravillosa.

Gracias por leer, los comentarios, favoritos, pensamientos... son maravillosos para mí. Por ahí leí que les gustó el toque angst sin caer en lo tóxico ¡Gracias bella persona! intento expresar de la mejor manera esto que llevo dentro. Y también estoy de acuerdo con el otro comentario, que nada justifica una infidelidad, y no pretendo hacerlo con esta historia; pero sí quiero que se tome la responsabilidad afectiva y mental, acudiendo a profesionales : )

Nos leemos.

Besos de chocolate caliente.